miércoles, 30 de septiembre de 2009

"EN LA ARGENTINA EL SAPO SALTÓ DEL AGUA HIRVIENDO"


La escritora canadiense Naomi Klein es autora de “No logo”, tomado como libro de cabecera por militantes antiglobalizadores. Partidaria de la democracia directa, visitó Argentina para estudiar la experiencia de los piqueteros y las asambleas. Advierte que en todo el mundo aparecen sectas que tratan de adueñarse de los movimientos participativos y señala que estos grupos en realidad no creen en la democracia.



Cuando terminó de escribir No logo, uno de los libros fundamentales de ese movimiento que sus detractores llaman globalifóbicos, Naomi Klein no podía prever el impacto que tendría. Ni en sus más remotos sueños se imaginaba huyendo de los paparazzi como le pasó en su último viaje a Italia o cuando participó en el Foro Social Mundial de Porto Alegre. Sin embargo es lo que le sucedió a esta periodista canadiense de 32 años cuya mayor virtud fue poner palabras allí donde sólo se veían acciones directas, como las manifestaciones de Seattle en la que grupos que se creían aislados se encontraron de pronto juntos, en la calle, con la única coincidencia de poner una barrera al neoliberalismo. Esa misma sorpresa es la que Klein lee en el proceso argentino, cuando la multitud se encontró una noche golpeando cacerolas con la única consigna de decir basta pero sin saber exactamente cuál era el próximo paso a dar. Las asambleas barriales fueron ese próximo paso y sus ecos atrajeron a esta mujer que intenta encontrar en los distintos movimientos sociales alrededor del mundo los modos en que la experiencia de la democracia directa puede arraigarse en las comunidades, y dar así sustento a un movimiento global que por ahora, dice, es sólo una red. Después de dos semanas en Argentina, Naomi moderó su entusiasmo y encontró coincidencias y diferencias entre su idea de la democracia directa y lo que pudo ver en la calle


.–¿Cuál es su trabajo ahora como periodista?–


Tengo una columna en The Guardian. Los dos últimos años fueron muy duros. He estado dando conferencias sobre No logo todo el tiempo. A veces son cinco por semana. Y no podía manejar todo eso más, primero me encontré repitiéndome a mí misma. Me había tomado cuatro años para escribir No logo y cuando lo terminé me sentí lista para comunicarme, aunque no me siento muy cómoda hablando, estoy mucho más cómoda escribiendo, me pongo muy nerviosa hablando frente a multitudes, soy demasiado autoconsciente para ser una buena oradora. Pero me sentí muy bien en el rol porque acababa de hacer mucho trabajo de investigación que quería comunicar y era parte del proceso. Pero me topé con un muro hace dos meses y ahí es donde estoy ahora, escribiendo una columna por mes, dando conferencias y tratando de hacer una investigación más profunda sobre la democracia directa en distintas partes del mundo.


–¿El objetivo de la investigación en Argentina es la democracia directa?–


Sí, la mayor parte de la investigación la he hecho leyendo. Pero en los próximos meses trataremos de visitar lugares donde hay cosas vivas, construcciones alternativas como aquí, este es el primer lugar que visito. Realmente no sé qué vamos a hacer con el material de la investigación. Pero me siento mucho mejor de lo que me he sentido en años. Más comprometida, más despierta, saqué todo lo viejo de mi mente y ahora se está rellenando.


–¿Me puede decir cómo empezó la investigación de su libro, cómo se formó la idea?–


Bueno, yo ya estaba escribiendo sobre muchos de los temas del libro. Ya era una columnista en un periódico en Canadá y era editora de una pequeña revista de izquierda. Los temas que aparecen en el libro son temas que yo ya estaba siguiendo, y la casuística del trabajo era algo en lo que estaba muy interesada, en el crecimiento del trabajo temporario, especialmente para la gente joven, empleos muy “casual”, part-time, inseguros, el intento de llevar a los sindicatos a los McDonalds, esas eran las cosas sobre las que estaba escribiendo. Yo tenía apenas veinte años y estaba interesada en lo que les sucedía a mis amigos y también estaba interesada en el marketing y en la forma en que el marketing estaba absorbiendo las ideas que habían sido nuestras ideas políticas en la universidad. Así que estaba escribiendo sobre esto, escribiendo sobre los mecanismos de corporativización dentro de las universidades. Así que fue un punto de inflexión, donde yo de pronto estaba en el centro, donde mucho del trabajo de investigación de la universidad era requerida por lascorporaciones y donde se pusieron de moda un montón de ideas políticas alternativas. Cuando decidí escribir el libro fue como una aventura intelectual y me di cuenta que muchas de las cosas que me interesaban estaban conectadas entre sí. Yo estaba en realidad más interesada en la cultura que en los negocios. En la universidad estudiaba literatura, no economía. Pero comencé a notar que cuando las empresas hablaban de la forma en que se estaban reestructurando, ellas habían hecho una decisión consciente sobre sus propias organizaciones internas, que ellas iban a adoptar este modelo de marcas, no productos. Especialmente explicaba el porqué estábamos experimentando tanto más marketing en la escuela y el porqué los empleos que se ofrecían eran más “casual” y porqué estábamos escuchando más y mas sobre (Swet job labours) trabajos tercerizados usados para hacer las mega mercas. Es porque cuando una empresa decide que su verdadero producto es su imagen, en oposición a su producto, no es una conexión parcial, es una conexión completa. Las empresas decían ‘vamos a poner mil millones de dólares más en marketing, vamos a posicionar nuestras fábricas y remontarlas, entonces los actos de producción, de hacer y de vender resultaron menos importantes mientras la corporativización y el marketing crecía. Cuando entendí esto, pensé que tenía un libro.


–Su investigación creció paralelamente al movimiento que comenzó expresándose en Seattle.–


Sí, pero no sabía que el movimiento se estaba gestando. Yo era escéptica pero pensaba que si alguna vez iba a haber un futuro para la izquierda, tendría que ser ya no contra el imperialismo monolíticamente sino delatando las estrategias de las empresas multinacionales.


Lo que no estaba pasando cuando empecé a escribir el libro. No había un movimiento en Estados Unidos que estuviera enfocado en el poder corporativo. Lo que había eran pequeñas campañas, un campaña contra Nike, una campaña contra Shell, pero no eran articuladas como un movimiento. Pero a medida que hablaba con la gente involucradas en las campañas, me resultó claro que estas estaban todas conectadas. Y que sólo era cuestión de tiempo hasta que realmente se conectaran. Y mientras hacía la investigación para el libro vi como se realizaba la conexión. Todo sucedió orgánicamente, gran parte divulgado por internet, y para cuando el libro estuvo terminado, la primera de estas protestas globales ocurrió, antes de Seattle. Fue más pequeña, no recibió tanta atención. Cuando el libro estaba en la imprenta, sucedió Seattle.


–¿Estaba conectada con la gente de Seattle?–


Sí. Los estaba entrevistando. Eran más pop, como grupos jugando en la calle, no conectados con las protestas contra los hermanos mayores del comercio, era como gente en la calle haciendo una fiesta. Y eso cambió al final del proceso cuando estaba terminando el libro, cuando empezaron a hacer coincidir sus fiestas con reuniones del G8 o reuniones de la Organización Mundial del Comercio. Cuando empecé a escribir el libro era más como una predicción, como que yo creía que esto iba a suceder, y creía que iba a suceder porque yo quería que sucediera y porque esto tenía sentido, porque los activistas siempre van a donde está el poder. Y si el poder cambia de la iglesia al estado y del estado a una multinacional, era solo cuestión de tiempo. Pero aún asi, recuerdo un mes antes de Seattle o hasta dos semanas antes de Seattle, yo estaba hablando con un periodista que debería saber lo que estaba sucediendo y me preguntó de qué trataba mi libro y yo le dijo es sobre la ética anti corporativa, y me preguntó “¿Qué es eso? Y después de Seattle le mandé un e-mail diciéndole, es eso que viste allí.

–En su libro usted es crítica de la militancia de los 90, enfocada en Estados Unidos y Canadá sobre los derechos de las minorías.–


Bueno, soy crítica de lo que yo considero una suerte de retroceso en el compromiso con las estructuras económicas y un enfoque exclusivo en la representación de los temas en los medios que consumieron los campus delas universidades en Europa y en Estados Unidos durante gran parte de los ‘90. Una clase de imagen post moderna, sensacionalista. Creo que la representación importa, pero este tipo de lectura sexual de todo se convirtió en algo más apartado y remoto de cualquier conexión con la propiedad de los medios, cualquier conexión con lo que son las estructuras económicas que instititucionalizan el sexismo y el racismo. Y se convirtió en una discusión muy elitista. Igual yo siempre me consideré una feminista.


–¿Ahora también?–


Mucho más en realidad, más fuerte que cuando fue mi identificación primaria en la universidad, es decir mi primera conexión con las feministas. Creo que teníamos una comprensión muy poco profunda de cómo funciona el mundo y todas las cosas eran mínimas y menores. Era un movimiento muy elitista. Yo no creo que el libro sea crítico del feminismo o el racismo. Es crítico de una elite académica de izquierda, eso cambió muchísimo, porque mucha de la gente que estaba comprometida en los ‘90 se están despertando y dando cuenta que hay luchas reales sucediendo en el mundo y gente real que está siendo atacada y que el sexo y la raza juegan un papel importante. Y no se puede entender que las estructuras tengan igualdad sin entender el rol que juegan la raza y el sexo. Creo que la única forma en que lo puedo explicar es porque estaban totalmente apartados del mundo real, estaban obsesionados con los medios, obsesionados con la imagen. Y es bastante escandaloso considerando que estos eran años de tremenda desigualdad económica en todo el mundo. Y una enorme victoria, como digo en el libro, que nosotros protestábamos porque Nike usaba ropa femenina para vender sus zapatillas, y no nos dimos cuenta que usan chicas de 14 años para fabricarlas. Asi que creo que si hubiéramos sido verdaderas feministas hubiéramos estado más preocupadas por eso y no por tratar que cambiaran su vestimenta. Porque esa es una demanda que el capitalismo incorpora, mejor representación. Eso lo pueden hacer. Eso es su especialidad. Y cuando miro hacia atrás, a esos años, es que creo que la demanda se hizo pequeñas. Es porque nosotras nos sentíamos mal equipadas para confrontar lo que ahora llamaríamos neoliberalismo. Creo que la mayoría de las activista de esa era estaban entrenadas para pensar en términos nacionales y las fuerzas que estaban creando esas desigualdades eran tan grandes que uno sentía que necesitaba un título en economía y derecho internacional para comprender como funcionaba la globalización. Creo que era una respuesta a un sentimiento de impotencia y de no tener las herramientas, incluso las herramientas intelectuales para comprometerse con el capitalismo global. Y creo que uno de los grandes movimientos en el norte fue la educación popular, que llevó a la protesta en Seattle, era esta enorme enseñanza en todo el país, y había ese hambre increíble en los chicos por tener información: ¿Qué es la Organización Mundial de Comercio? ¿Qué hacen? Todas las cosas que no estaban aprendiendo. Y ninguna protesta jamás hubiera podido ocurrir sin esa educación popular. Eso no sucedía cuando yo estaba en la universidad y por eso la política era tan pequeña. Pero a veces la gente saca eso de contexto, especialmente los escritores de publicidad masculinos que se ponen contentos y dicen “Oh, no nos tenemos que preocupar más por los temas del feminismo, Naomi dice eso...”


–¿Por qué cree que las mujeres tienen un protagonismo en el movimiento social?


Mucho más en Latinoamérica.–Lo más obvio es que la política neoliberal está afectando a las mujeres mucho mas claramente, las mujeres son las víctimas de las políticas y también son las protagonistas. Hay un 80 por ciento de mujeres en las fábricas y 80 por ciento o más de mujeres que se están organizando.


–Recientemente usted dijo en un reportaje que “podíamos ganar” ¿qué significa “ganar” en este momento?–


Fue una pregunta forzada, lo que dije fue que no creo que podamos pensar en términos de un juego deportivo con ganadores y perdedores, creoque no vamos a ganar directamente que ya no podemos pensar en una idea de revolución lineal a la que se llega y listo. Esa idea es suicida. Creo que si hay alguna posibilidad de ganar es abandonando la idea de que hay dos equipos y que uno gana y el otro pierde. Pienso que se podría ganar si se piensa en términos de equipo de minar, ensombrecer, y dispersar el poder central que representa el modelo neoliberal.Y pensando no en la confrontación sino la posibilidad de construir un contrapoder, una alternativa. Creo que esa es nuestra mejor oportunidad. Yo no pienso en términos de perder o ganar o revoluciones, ese tipo de revolución siempre en el horizonte como una meta clara a alcanzar, creo que el proceso esta signado por una frase que dicen los activistas que es “vivir nuestra alternativa es ser”. Se trata de vivir ahora de manera diferente de liberar pequeños espacios para vivir como queremos y no esperando que llegue el momento del gran triunfo. Y que se acepten en las comunidades, ahora, esos los valores por los que estas luchando. Eso se convierte en algo poderoso en muchos niveles, es poderoso porque se va arraigado como oposición a una revolución que no está arraigada en la comunidad, pero también es poderosa porque vivir así es la propia propaganda del contramodelo.


–Entonces, ¿quiénes son “nosotros”?–


En este contexto creo que es cualquiera que sabe que la lógica económica está gobernando todos nuestros países, creo que hay una cuota del análisis económico que nosotros tenemos y por nosotros digo la gente que está enfrentando el neoliberalismo de diferentes maneras, los pequeños agricultores, los chicos que van a las universidades, y están hablando de la crisis en términos del fracaso del modelo. El proceso que esta viviendo Argentina tiene algo que ver con el movimiento de movimientos al que me refiero cuando digo nosotros.


–Que no es lo mismo que globalifóbicos.–


Yo nunca uso esa palabra, pero la usan en entrevistas sobre mi, y es cómoda para definir un movimiento que es difícil de asir. No es una frase usada por activistas, aunque muchos comenzaron a apropiársela para hacerse entender más rápido. Lo que escribí en No logo es que muchos estábamos luchando por los mismos temas en los diferentes países, pensando que había países amigos y enemigos sin darnos cuenta que la gente, más allá de las fronteras, tiene mucho más en común que su nacionalidad más cuando en su nombre se exporta el mismo modelo económico. Es por eso que rechazo la palabra antiglobalización. Y la verdad es que el movimiento no tiene líderes,no hay nadie que posea una sola palabra para definirlo, ni nadie que posea el poder, el poder circula dentro del movimiento mientras vamos creando la alternativa. En definitiva no es exactamente un movimiento, es una red. Y no hay centro, no hay lider no hay dueños. Aunque sí hay quienes intentan adueñarse de él. Algo parecido a lo que veo en las asambleas barriales acá. En el movimiento antiglobalizador hay grupos sectarios tratando de conducir o de interpretar un movimiento que es amplio. Después de Seattle, estos grupos trataron de infiltrarse y secuestrarlo dándole su propio sentido, despreciando esta clase de democracia, porque cuando la democracia es participativa y directa nunca sabés cual puede ser el resultado. La democracia asusta porque marca una senda desconocida. Por eso me enoja cuando esto sucede en Canadá o en Argentina, porque creo que no creen en la democracia, porque creen que ya tienen la respuesta. Porque hay muchos en lo que yo llamo movimiento de movimientos que tratan de convertirlo en un partido o un manifiesto de alguna clase. Estas batallas sigue en Porto Alegre, en Seattle aunque yo he descubierto que el deseo por la democracia es tan profundo que hasta ahora existe la habilidad para resistir.


Usted habla de una conciencia transversal entre los pueblos de los países desarrollados y subdesarrollados, pero sin duda debe haber diferencias claras entre unos y otros. –


Creo que las crisis adelantan la toma de conciencia. Hay una comparación común, aunque es terrible, que habla de que cuando a un sapo lo echás en agua hirviendo seguramente salta para no morir. Pero si lo ponés en agua tibia y vas subiendo la temperatura probablemente no se de cuenta hasta que esté muerto. En Argentina el sapo cayó en agua hirviendo, en Canadá tal vez no nos demos cuenta de la forma en que nos estamos cocinando.


–¿Cambió la idea que sobre el proceso argentino se había formado antes de venir?–


Había escuchado rumores sobre lo que pasaba en las asambleas y estaba muy interesada porque era una experiencia sin líderes, en Porto Alegre me sentía una especie de porrista de esta experiencia. Y ahora también soy crítica. Pero pasó lo mismo en Seattle, porque en las siguientes movilizaciones el furor empezó a decaer y hubo quien dijo que podría morir, con el tiempo se ve que hay una formación que está sucediendo y es menos espectacular en su desarrollo, igual que acá, pero que persevera. Recuerdo que después de Seattle la tapa del New York Times se asombraba porque el movimiento era masivo pero había aparecido de la noche a la mañana ¡Y yo ya llevaba cuatro años escribiendo un libro sobre esto! Yo se que no salió de la noche a la mañana. Igual que aquí, podemos mencionar las acciones de los piqueteros como un anticipo de los cacerolazos, como una acción directa más para peticionar o para decir basta. En Seattle sucedió que muchos grupos se fueron intercalando hasta converger todos en el mismo lugar. Y encontrarse ahí fue absolutamente shockeante para todos llegar a bloquear la ciudad entera. Y pudieron apoyar a los delegados que estaban adentro de manera que hubiera sido muy difícil en el pasado. Aunque fue una protesta simbólica tuve el efecto de parar las negociaciones. El problema era, y creo que se puede relacionar con lo que pasa aquí, que porque fue una sorpresa y nadie lo había organizado, mantuvo un elemento de misterio que todavía existe. Si uno no sabe cómo algo sucede lo único que esperas es repetirlo y entonces después de eso todo el mundo se preguntaba cuando es el próximo Seattle, era como una especie de letanía. Y se convirtió solo en una representación para los medios, por eso las críticas que recibí era que lo que decía era superficial. La verdad es que las protestas son las únicas expresiones visibles del movimiento.


–¿Las asambleas barriales se parecen a lo que había escuchado sobre ellas? –


Lo que escuché de las asambleas, la democracia directa, es el lema del movimiento y esa es la razón por la que estoy aquí, que viene de países industrializados. Yo creo que tenemos mucho en común, quizás no en toda la Argentina, pero nuestras ciudades tienen mucho en común. Es difícil para mí aprender, porque, por ejemplo, todo lo que escuchamos de los piqueteros por ejemplo fue de su acción directa pero no de su organización democrática que tuve oportunidad de ver. Lo otro que aprendí que esto no es sólo una reacción por el corralito, eso es lo que se decía en los medios norteamericanos. Y no sé si es que hablé con las personas incorrectas pero nadie me habló del corralito. Y algo que me sorprendió mucho y no estaba preparada para escucharlo, es que el final de la dictadura en la conciencia y en el corazón de la gente sucedió en realidad el 20 de diciembre. Porque ahora todo el mundo me habla de la continuidad de los planes de la dictadura en estos años de gobierno democrático. Y creo que su marca está en algo que señala la diferencia entre organizar en el norte y organizar en el sur.


Para nosotros en el norte, la pregunta más importante es qué podemos hacer, qué le podemos pedir a la gente que haga y acá escucho que la gente pregunta qué nos permitirán hacer y yo creo que esa es una diferencia clave en la mentalidad, en el legado del materialismo acá. Porque aquí el proceso para que la gente deje de ser actora y convierta en consumidora se dio a través del terror. Pero ahora, esta crisis es una gran oportunidad. Seguramente si alguien hablaba de ir a una asamblea cuando todos estaban convencidos que sólo había quequedarse en casa y salir para ganar plata la respuesta hubiera sido “estoy muy ocupado, tengo que trabajar”. Ahora es distinto, pero espero, realmente que el costo de la democracia no sea siempre la crisis profunda, la pobreza, el hambre.

LA TORTURA Y EL NUEVO ORDEN ORWELLIANO


Se elimina toda clase de rutinas. El prisionero debe someterse a una iluminación artificial uniforme y de baja intensidad. Debe despojarse de su propia vestimenta. Nada ha de recordarle sus coordenadas espaciales y temporales. La exposición a situaciones extremas de calor y frío, de sobreabundancia alimentaria y de hambre, de luz y oscuridad es preferible que su simple debilitamiento corporal a través de golpizas, privación de agua y comida, y quebrantamiento fisiológico general. La desorientación, la pérdida de identidad y la regresión de la víctima a un estado psicótico: éstos son los objetivos de las técnicas de interrogación científica. El suplicio físico con instrumentos mecánicos o eléctricos, la paralización duradera del cuerpo en posiciones corporales que generen un dolor extremo, las contusiones y quemaduras se administran de tal manera que la víctima no pueda encontrar en ellas una última forma de defensa y autoafirmación en su sufrimiento. La inmersión duradera en estanques de agua, con el cuerpo fijado a cilindros que imposibilitan las impresiones externas, cubiertos con máscaras que sólo permiten la respiración e impiden cualquier percepción visual, conducen invariablemente a estados paranoides de pánico, alucinaciones y delirios. Amenazas de un horror vago y desconocido aumentan su tensión e inducen una regresión psíquica aguda. La sugestión y la hipnosis, junto a la administración subrepticia de drogas como la heroína o el sodium pentotal profundizan su descomposición interna. “Cuando su regresión llega lo bastante lejos para que su deseo de resignar comience a prevalecer sobre su resistencia, el interrogador debe ofrecer al interrogado una racionalización que le permita salvar la cara.” El tratado de tortura de la CIA ofrece estas recomendaciones con una conclusión final para sus verdugos: la tortura debe coronarse con la “conversión” de su víctima.


Conocido como el Kubark Manual, este documento de 1963 representa un modelo ideal de dominación posthumana. Su objetivo no es legitimar el sadismo de los verdugos de la Guerra fría en América latina, a la que estaba también destinado. Ni las prácticas criminales en boga que se cometen impunemente en la guerra sucia de Colombia. Ni el espectáculo fascista de Guantánamo. Ni las estrategias genocidas de la guerra de Chechenia. Ni las prácticas de violación de mujeres normalizadas en la guerra política contra manifestaciones civiles pacíficas de México. El clásico tratado de tortura de la CIA es ideal porque se presenta limpiamente como una tecnología destinada a obtener información de sujetos criminales. En su práctica efectiva, estos métodos fungen sin embargo como real sistema de terror y sumisión que comprende a partisanos y guerrilleros, activistas políticos, sindicalistas y ciudadanos corrientes, incluyendo sus familiares e incluyendo niñas y niños. Es ideal porque no señala qué drogas se administran científicamente a los prisioneros de la guerra sucia o de la guerra global, ni los instrumentos de tormento que efectivamente utiliza, ni los procesos de destrucción física y psíquica irreversible que infligen. Y sobre todo es ideal y abstracto porque su lema: “La amenaza de coerción debilita o destruye la resistencia con mayor eficacia que la coerción misma” no se aplica solamente, ni en primer lugar, a individuos, sino a comunidades, pueblos y naciones, y, en definitiva, a la humanidad entera.


La tortura ha sido y es la expresión moral y política de todo orden autoritario. Se basa en la pretensión del estado de disponer absolutamente sobre los cuerpos, la conciencia y la voluntad de sus súbditos, al margen de toda ley, de toda norma social y de todo principio ético. Su pretexto es la obtención de información de aquellas personas declaradas como antagónicas del Estado. Pero la tortura nunca ha significado solamente una estrategia secreta administrada a individuos concretos. El terror que inflige en sus víctimas se ha exhibido siempre, lo mismo en los Autos de la Inquisición que en las imágenes mediáticas de Abu Ghraib, con el objeto de amedrentar a la población dominada, destruir sus vínculos de solidaridad, aniquilar sus normas de vida y someterlas a un poder total. En última instancia la tortura implanta la violencia de un poder que no se detiene ante los límites más íntimos del cuerpo, de los sentimientos y de la conciencia humanos. Su organización institucional, los instrumentos y técnicas a los que recurre, y los múltiples mecanismos de legitimación mediática y jurídica que la sostienen ponen de manifiesto la inhumanidad y destructividad última del sistema de dominación política, militar, económica y mediática que hoy la ampara.


La aprobación por parte del Congreso y el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica de una ley, la Military Commissions Act of 2006, que justifica y propicia la práctica de la tortura, los interrogatorios coercitivos y la detención arbitraria de prisioneros de guerra bajo condiciones de extrema violencia, agrava hoy esta situación. La agrava para el Tercer Mundo en general, a la que esta legislación está destinada, y para América latina en particular. Las políticas neoliberales han destruido sus tejidos sociales, han creado una pobreza masiva, han cancelado brutalmente la posibilidad de integrar auténticas sociedades nacionales en la región.


La corrupción política en la que se amparan sus políticas de extorsión, la manipulación mediática de las instituciones políticas, la degradación autoritaria de los sistemas democráticos, y una creciente militarización de los conflictos sociales que esta situación genera se coronan hoy con la legitimación de la tortura.

REPRESIÓN Y MAGNICIDIO


Por Sandra Russo


Desde hace tres meses es posible seguir con algún detalle la situación en Honduras sólo con la ayuda de Internet. Prácticamente no hemos tenido crónicas desde la resistencia. Ese prolongado, persistente e increíble gesto colectivo de nunca, ni por instante, dar “por hecho” el golpe, o resignarse. Ese gesto de millones es ahora un gesto heroico. En América latina hemos tenido muchos golpes de Estado, pero pocas veces o ninguna un pueblo reaccionó con la decisión del hondureño. En 2002, los venezolanos pudieron revertir el golpe con mucha más rapidez, ya con unas fuerzas armadas en parte seducidas con el acople a un nuevo orden político.


En blogs, en diarios digitales, en correos reenviados, es posible reconstruir las voces de quienes están dentro de la pesadilla. Y también es posible escuchar sus miedos. Puede que sean fantasmas, o puede que sean presentimientos. Como fuere, con la deportación de los funcionarios de la ONU y la OEA, con el ultimátum dado al gobierno de Brasil, con las armas químicas usadas contra los ocupantes de la embajada, con los miles de detenidos en los estadios de fútbol, con los discursos en inglés, cierto rasgo borderline se insinúa en la cúpula golpista, que incluye a civiles y militares. En algunos testimonios de intelectuales hondureños que circulan en medios alternativos es posible advertir que el magnicidio constituye el peor temor de la resistencia, y que creen a los golpistas capaces de todo. El día a día hace cada vez más verosímil lo exagerado.


Desde las bases, en los barrios, entre la gente que puebla las manifestaciones diarias contra la dictadura, recibí un correo. De su lectura se desprende por qué es necesario publicarlo. Lo escribe una joven encerrada en su casa de Tegucigalpa. Está escrito con mucho miedo. El pueblo hondureño es hoy el enemigo interno de esta absurda patrulla perdida de la Escuela de las Américas. ¿Será eso? ¿O será una patrulla piloto para inaugurar un ciclo?


El correo dice:


Andrea: nos acaban de avisar que van a realizar un corte de energía por 48 horas a partir de las siete de la noche en el territorio nacional, así que no podremos salir a comprar comida, ni nada. Van a sitiarnos. Desde San Pedro Sula reportan que los militares se han metido a las casas a sacar a la gente que venía de la manifestación. Mi hermana, que es dirigente magisterial, está golpeada, pero pudo llegar a su casa. El ejército está en los barrios y en las colonias entrando a las casas, así que estamos esperando, y listas. En San Pedro Sula están deteniendo a la gente y encerrándola en el estadio Olímpico. Aquí, en Tegucigalpa, en el estadio Chochi Sosa (al más puro estilo Pinochet). El ejército está entrando en los hospitales, sacando a la gente. Necesitamos estar conectadas, por favor difundan esta noticia, difundan que estamos en peligro de ser detenidas, lo de la entrada a los hospitales, la detención de la gente. Si no pueden comunicarse por esta vía, porque no sabemos qué viene, traten de comunicarse a los celulares. Un abrazo, desde el amor, el temor y la resistencia.


Jessica


Mientras tanto, en los ámbitos académicos de la resistencia, otras voces dan la mirada macro. Leticia Salomón es directora de Investigación Científica de la Universidad Autónoma de Honduras. Ha circulado un artículo suyo en el que afirma que hay diez familias en el nudo del golpe de Estado. Lo mismo afirmó hace poco el presidente Zelaya en declaraciones a la CNN, y responsabilizó a esas diez familias por su seguridad. Leticia Salomón explica por qué esta reacción salvaje del gobierno de facto puede llegar a consecuencias terribles si no se lo detiene. “Es conocido nacional e internacionalmente que detrás del golpe de Estado hay una alianza política, económica, mediática y religiosa que es la que promovió, financió y sostuvo el golpe de Estado. Están ahí, se muestran o se ocultan y mueven su poderío para impedir la restitución del presidente Zelaya. Su comportamiento es irracional, absurdo y casi demencial. No dudo de que serían capaces de llevar al límite sus miedos, sus mentiras y sus fantasmas.”


Ricardo Arturo Salgado es investigador social. Escribió una nota que leí en el periódico digital Rebelión, cuyo título es “Honduras: la obstinada intención del régimen de facto por matar a Zelaya”. Salgado escribe desde su propia conmoción. El regreso de Zelaya obligó a acelerar todos los niveles de la organización de la resistencia. Pasaron pocas horas hasta que se desató la cacería sobre ellos. La impunidad con la que los golpistas están violando las reglas diplomáticas espanta a los hondureños, cuyo única esperanza es la visibilidad internacional de lo aberrante. El mundo ve, el mundo está en contra del golpe, el mundo condena. Pero en su casa está Jessica, despidiéndose por mail de su amiga argentina, gritando que necesita seguir conectada, que se difunda, que se sepa lo que pasa.


Es la desesperación de la incomunicación, sumada a la impotencia de ver cómo en los medios hay cómplices que callan. Dice Salgado: “La sola reacción fascista demuestra que el huésped de honor de la embajada es un elemento que no sólo les importa y los incomoda, sino que es necesario quitarlo del camino, contra reloj, en un plan para liquidar el problema”. En la embajada hay cien refugiados. “Es realmente ridículo ver cómo la ONU llega con los víveres y un sargentón los manda de regreso sin que ellos puedan hacer nada”, escribe Salgado. Hay dos servicios sanitarios para todos. Han arrimado allí armas sofisticadas, como cañones del dolor, químicos que producen diarrea. La primera dama Xiomara Castro denunció un ultrasonido que les provoca jaquecas y olores que los descomponen. La entrada de agua la maneja el ejército.


Y escribe Salgado:


“A nosotros sólo nos queda el recurso de la denuncia a través de medios alternativos amigos. En muchos casos, cuando hemos denunciado acciones y planes para concretar el magnicidio, se nos han pedido nombres de fuentes, pruebas de lo que decimos. Señores, la única prueba que podría darles, eventualmente, serían los cadáveres que ya suman cientos. Para nosotros es difícil poner fuentes al descubierto, pero los medios amigos deberían entender que una denuncia no es una noticia; la denuncia todavía representa la esperanza de que se eviten las monstruosidades de los fascistas; una noticia es la presentación de un hecho consumado”.

LA INSEGURIDAD NO ES UN TEMA DE IMPUTABILIDAD DE LOS MENORES, SINO DE EXCLUSION


Monseñor Jorge Casaretto se refirió al plan de Daniel Scioli y pidió que se tenga en cuenta la exclusión social. También habló de pobreza y del Gobierno.


El presidente de la Comisión Pastoral Social de la Argentina, el obispo Jorge Casaretto, aseguró esta noche que el problema de los delitos de los menores de edad en el país "no es un tema de imputabilidad", sino de "exclusión social"."La inseguridad no se puede solucionar de manera inmediata sin solucionar el contexto social", dijo Casaretto durante la presentación del libro "Primero la gente", escrito por el economista argentino Bernardo Kliksberg y el Premio Nobel de Economía 1998, Amartya Sen, en el Teatro Presidente Alvear.El obispo afirmó que la inseguridad "no es un tema de (la edad) de imputabilidad" de las personas, en relación con el debate impulsado en las últimas semanas por el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, tras una sucesión de delitos en la provincia."Es un tema de cómo enfrentamos la exclusión social y la exclusión de todos los argentinos", señaló Casaretto y llamó a los gobernantes a instrumentar "políticas públicas más allá el rédito político que puedan acarrear".Luego, en el programa “Desde el llano”, el sacerdote se refirió a la pobreza y el hambre, y en ese sentido aseguró que “hasta el 2007 veníamos bien, pero desde entonces se generó un recrudecimiento de la pobreza. Por suerte no llegamos a cifras anteriores, pero vuelve a haber una demanda mayor por alimentos, estamos en una situación de alerta y de gran preocupación”, detalló.

Consultado sobre la relación de la Iglesia con el Gobierno de Cristina, el Monseñor aseguró que la relación mejoró y que notó en la Presidenta “actos de acercamiento y de buena voluntad”.“Nosotros queremos que haya diálogo, pero con gran autonomía, por suerte desaparecieron hace ya mucho tiempo las influencias entre los obispos y los gobiernos. Queremos relaciones lógicas y de diálogo”, finalizó.

LA IGLESIA ARGENTINA ES PARTE DEL PODER


Elogió a Cristina Kirchner por su “preocupación por el tema social” y cuestionó al campo porque le faltó “responsabilidad”. Analiza la tesis “medieval” del Papa y la relación de los obispos con el Gobierno.


El teólogo, ecologista y uno de los mentores de la Teología de la Liberación en Brasil, Leonardo Boff, visitó “este hermoso país”, como celebró él mismo. “A la opción por los pobres, ahora agregamos a la Tierra. La liberación debe ser integral”, arrancó, simple, casi evidente, para justificar su ecologismo, una lucha que –promete– conjuga con su mirada teológica y su praxis política de izquierda. De barba y pelo largo, blanquísimos; anteojotes, poncho crema, bufanda y bastón. Así apareció este filósofo de 70 años, uno de los primeros en unir –en teoría y práctica– la fe cristiana con la indignación ante la pobreza, en el auditorio del Centro Cultural Borges, colmado de jóvenes y viejos militantes.La fundación Avina invitó a este hombre cercano a Lula, al que el Vaticano echó de su actividad religiosa, en 1984. Dos años después lo indultaron; en 1992, directamente renunció a seguir como sacerdote. “El papa Benedicto XVI sigue con la tesis medieval de que sin la mediación de la Iglesia no hay salvación posible”, critica Boff.A Cristina Fernández de Kirchner, en cambio, la ubica “sin duda” entre los presidentes de vocación progresista. “Le preocupan los pobres”, apuesta.


–¿Qué papel jugó el gobierno argentino en el conflicto agrario? –


Cristina defendió la cuestión social. Trató de no ser funcional a las grandes elites y grupos económicos.


–¿Y las entidades agrarias?–


La postura del campo no contempla la totalidad de la cuestión. Les faltó responsabilidad empresarial. En general, se preocupan por el agro negocio, por garantizar la reproducción de sus capitales. No más.


–El gobierno argentino, ¿tiene una intención genuina de redistribuir la pobreza?


Cristina tiene una preocupación abierta y sincera por el tema social. Su Gobierno insiste con las retenciones para combatir la pobreza, invertir en educación, vivienda, salud, y bajar los precios de la comida.


–¿El Gobierno de Cristina está en línea con otros progresismos de América Latina, como el de Lula da Silva, en Brasil?–


Sí, hay programas comunes en algunas democracias del continente: por ejemplo, Lula con su campaña de “hambre cero”, su agricultura social. Incluso en Venezuela las expropiaciones sirvieron para cuidar el salario popular. Son democracias participativas, de cuño popular, menos elitistas que en los noventa.


–¿Cómo ve el papel de la Iglesia católica argentina y los pronunciamientos críticos hacia el Gobierno?–


El cristianismo como religión oficial –así sucede acá– es un paradigma por superar.


–¿Por qué?–


Porque es parte del poder y tiene las limitaciones propias de ese espacio. A veces, ser aliado del Estado pone a la Iglesia de espaldas al pueblo. La Iglesia argentina debería animarse a debatir sobre libertad religiosa.

lunes, 28 de septiembre de 2009

A ESTA HORA HAY UN NIÑO EN LA CALLE


Un estudio realizado por Unicef y la Oficina Internacional para las Migraciones revela que cuatro de cada diez chicos que cartonean se encuentran excluidos del sistema educativo. El 10 por ciento de ellos fue detenido alguna vez por la policía. La mayoría dice que quisiera conseguir otro trabajo.


Se los ve en la ciudad por la noche, hundiendo sus manos en bolsas llenas de papeles, cartones y demás desperdicios. Son los cartoneros o recuperadores urbanos, instalados desde hace años en el paisaje de la ciudad, para quienes la clasificación de residuos es un medio de vida. De ellos, el 50 por ciento son niños, niñas o adolescentes que deberían estar en otro lugar. El dato fue sacado a la luz por el “Informe diagnóstico sobre trabajo infantil en la recuperación de residuos”, elaborado en conjunto por la Oficina Internacional para las Migraciones (OIM) y Unicef. El estudio, realizado en la ciudad de Buenos Aires, la localidad bonaerense de Moreno y la capital de Misiones, Posadas, también señala que cuatro de cada diez chicos que cartonean se encuentran totalmente excluidos del sistema educativo y que el diez por ciento fue detenido en alguna oportunidad por la policía.“Comenzamos el trabajo porque estábamos preocupados por el tema de los cartoneros –comentó a Página/12 Jessica Koehs, coordinadora de la investigación por parte de la OIM–, porque veíamos a tantos chicos trabajando y no hay iniciativas para erradicar ese tipo de trabajo, que es muy peligroso y, sin embargo, en la Argentina no se lo reconoce como tal.”En los tres lugares que recorrieron, los investigadores pudieron contabilizar 10.700 cartoneros o recuperadores urbanos de residuos, como se los denomina. De ellos, el 50,76 por ciento son niños, niñas y adolescentes, es decir que tienen menos de 18 años. En la ciudad de Buenos Aires, de las 8762 personas que se dedican a la recuperación de materiales reciclables, incluyendo tanto a las que residen en la Capital Federal como a quienes llegan desde el conurbano, los menores que realizan esas actividades suman 4223. Mientras que en la calles de Posadas, los chicos que recolectan residuos son el 68 por ciento de los cartoneros. Según afirma el informe, esa actividad “daña la salud, la seguridad y la moralidad de los niños”, y “por estas razones, debe ser considerada como una de las peores formas de trabajo infantil”. Pero la recuperación de residuos no es negativa para todos. “A costa de ese trabajo, realizado en condiciones sumamente peligrosas, se generan numerosos beneficios ambientales y económicos para las áreas urbanas donde ellos desempeñan su actividad: reducen la cantidad de residuos enterrados, y ahorran energía y recursos naturales”, asevera el escrito. Un ejemplo: “En la Ciudad, 8700 cartoneros recuperan entre el 9 y el 17 por ciento de los residuos generados por los vecinos”, lo que significa “un ahorro para la administración local que fluctúa entre los 30.000 y 70.000 pesos por día”. Lo esperable para la OIM y Unicef es que ese ahorro sea “usado para implementar sistemas de protección para los recuperadores y para ejecutar programas con el fin de prevenir el trabajo de sus hijos, a la vez que apoyar su educación y acceso a servicios sanitarios”.Al momento de buscar motivos para esta clase de trabajo infantil, las respuestas apuntan a que los chicos carecen de alternativas. Los padres los llevan a recorrer las calles con ellos por “miedo a dejarlos en un entorno barrial que presenta grandes déficit de saneamiento, en viviendas precarias o en espacios donde son frecuentes los robos, las violaciones y otro tipo de abusos hacia los niños y niñas.” Para Koehs, “debería haber proyectos para darles otras opciones a los chicos, como guarderías, talleres creativos o de deportes”.Además de vivir situaciones de inseguridad, “el acceso a la justicia es percibido por los propios actores (cartoneros) como lejano e improbable, y la policía, lejos de garantizar la seguridad, termina siendo considerada como un peligro más para las familias, pues con ella recrudece la amenaza de detención de los niños cartoneros”.Estos jóvenes son cartoneros y habitantes de villas, por lo que transitan la ciudad cargando el estigma de ser “sujetos sospechosos” para los ojos de las fuerzas de seguridad, “aunque más certeramente se trate de niños que son víctimas de un sistema socioeconómico que les roba su niñez”, destaca el informe. Incluso, el relevamiento muestra que uno de cada diez de esos chicos fue privado de su libertad por la policía, y el 90 por ciento de ellos pasó algunos días en comisarías. Trabajo y escuela se manifiestan incompatibles para ellos. El 37 por ciento de estos chicos se encuentran completamente fuera del sistema educativo. Las cifras varían con las edades. Mientras que entre los menores de 13 la escolarización trepa al 96 por ciento, entre quienes tienen de 13 a 17 desciende al 48, cuando la media en Capital es del 93. Por otra parte, el 45 por ciento de los que van a la escuela repitió al menos una vez el año y el 44 registra sobreedad. Con esas dificultades para estudiar, se termina de cerrar el círculo de pobreza y trabajo infantil.El acceso al sistema sanitario también les es negado. Aunque “el trabajo que realizan aparece ostensiblemente como perjudicial para su bienestar físico y psíquico en el corto, mediano y largo plazo, de acuerdo con los riesgos y peligros de accidentes, cortes, contaminación, enfermedades recurrentes en la piel, infecciones, abusos e, incluso, riesgos de muerte”, sólo el 5,6 por ciento de los chicos posee algún tipo de cobertura de salud.Una de las respuestas de los chicos que más sorprendió a los encuestadores la escucharon al preguntar qué quisieran hacer si dejaran de cartonear. La mayoría, el 31 por ciento, dijo que quisiera conseguir otro trabajo. Y sólo el 17 por ciento manifestó que le gustaría estudiar.Luego de la tarea de investigación, desde la OIM elaboraron propuestas para solucionar el problema. Con ese objetivo, lanzarán una línea de microcréditos para que vecinos de la Villa 31, donde se concentra la mayor cantidad de cartoneros porteños, desarrollen proyectos productivos. Según Koehs, “es preciso que los padres puedan tener oportunidades de mejorar sus ingresos y así mejoren la calidad de vida de sus hijos”.

CHICOS SIN PRIVILEGIOS


Un estudio de la Asesoría General Tutelar de la ciudad y el CELS alertó sobre “la infantilización del déficit habitacional”. En inquilinatos y casa tomadas, el 30 por ciento tiene menos de 14.


“La ciudad de Buenos Aires es un espacio físico y social fragmentado que tiene a la infancia como territorio de la pobreza.” La sentencia se desprende de un estudio sobre el déficit habitacional que sufren los porteños. Más dura es la conclusión a la que llegaron los organismos que trabajaron en esa sistematización de datos –la Asesoría General Tutelar de la ciudad y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS)—, a través de la que descubrieron “la infantilización del déficit habitacional”. Y lo probaron con las cifras analizadas: el 37,7 por ciento de los habitantes –casi cuatro de cada 10– de las villas de emergencia de la ciudad tienen menos de 10 años; el 27,2 de las personas que viven en inquilinatos, hoteles, pensiones y casas tomadas son menores de 14; mientras que más de la mitad de aquellos que ocupan un lugar en los Núcleos Habitacionales Transitorios –sectores habitables creados por el Estado– son menores de 19 años.


El trabajo consistió en sistematizar y analizar datos obtenidos de entidades oficiales a lo largo de los últimos dos años –encuestas, proyecciones y relevamientos elaborados por organismos oficiales y no gubernamentales durante el período 2006-2008—. Al respecto, la asesora Laura Musa remarcó que el resultado fue “una formidable herramienta, útil, para aquellas personas que tienen que gestionar una solución al déficit habitacional”. La participación de la Asesoría en el trabajo responde a las funciones del organismo de Justicia de “monitorear y hacer exigibles los derechos vulnerados a los chicos y adolescentes”, explicó.


El informe plantea una línea de causalidad entre el déficit habitacional y la pobreza: “El déficit es un problema más complejo que la falta de viviendas; es un problema sociohabitacional y su abordaje requiere tener en cuenta no sólo las características físicas de las viviendas o sus condiciones de habitabilidad y medioambientales, sino también el equipamiento social que su localización hace accesible a sus moradores”. De esta manera, el abanico de causas se amplía y deja espacio, al lado del hacinamiento, conexión a la red de agua y a la cloacal, por nombrar sólo algunas, a las condiciones de acceso, desde una vivienda, a la escuela y al hospital. “Cuando uno ve cómo viven y qué posibilidades tienen de salir de este circuito, se explica claramente la participación, luego, de esos chicos en causas judiciales. Déficit, pobreza y judicialización están totalmente conectadas”, sostuvo la asesora Laura Musa.


Aquélla es la razón por la que los primeros datos que figuran en el informe son los que dibujan la ubicación de los niños, niñas y jóvenes en la pirámide social porteña: de los menores de 18 años, que representan el 33 por ciento de la población total de la ciudad, el 14,3 es pobre.


No obstante, el análisis del déficit habitacional llevado a cabo por el CELS y la Asesoría General Tutelar apuesta un poco más, y desglosa las cifras según las zonas del territorio porteño. Entonces, las cosas se ponen aún más oscuras. “Se genera una doble infancia: una correspondiente a los sectores de clase media y alta, cuyos infantes pueden acceder a sus derechos –educación y salud pública, por ejemplo– naturalmente. Otra, la de los pibes de las villas y asentamientos precarios, de hoteles donde la vida deteriora todos los derechos, obligándolos a vivir en lo emergencial: sólo pueden acceder a un lugar en una escuela o a una cama en un hospital si aparece un oficio, una medida de la Justicia de por medio”, se explayó Musa.


La zona sur de la ciudad de Buenos Aires –en la que la proporción de niños, niñas y adolescentes es mayor– es donde se radica de manera privilegiada la pobreza y donde también lo hace la mayor parte de las estrategias informales de hábitat: el 72 por ciento de las villas de emergencia; el 20 por ciento de los asentamientos, los Núcleos Habitacionales Transitorios; el 64 por ciento de los inquilinatos, hoteles, pensiones y casas tomadas.


Para Musa, es necesario que los encargados de gestionar soluciones tomen en cuenta esta clase de estudios y “creen políticas universales en vez de las focalizadas, que no sirven. Es difícil, porque la solución verdadera requiere ir contra las reglas del mercado y pararse en contra de una parte importante de la sociedad, que no termina de reconocer que vive en un país pobre y que, por el contrario, busca apartarse de ese sector”, consideró.


Un apartado propio tienen en el informe los desalojos que, según las cifras analizadas, “han aumentado exponencialmente” y afectan de lleno a los niños, niñas, adolescentes y adultos que viven en inquilinatos, pensiones y hoteles, y a los que lo hacen en casa tomadas. Se produce un “círculo vicioso”, plantea el análisis de los datos, porque quienes son corridos de los inquilinatos y hoteles acuden a tomar una casa y, una vez que son echados por la fuerza de allí, terminan en la calle, donde ningún derecho es respetado, o siquiera existe.

LA DROGA POLÍTICA


Por Eduardo “Tato” Pavlovsky



La complejidad y el entramado del fenómeno de la droga muchas veces hace que enfoquemos el problema sobre la víctima de esa mortífera arma que logra transformar a un gran sector de la juventud latinoamericana en fenómenos no “humanos”. El joven como “vida desperdiciada” y víctima de una poderosa red de traficantes que siempre parece imposible de localizar y de combatir. Siempre están para ofrecerla.


El paco es moneda corriente en la gran población empobrecida.
Es así como nosotros vemos a diario chicos transformados en “cosas” deambulando por las calles de Buenos Aires y robando para conseguir el paco que se convierte, por el efecto rápido de su ingestión, en algo que les permite una felicidad momentánea pero real. Después vienen los nuevos robos o asesinatos para la nueva ingestión y el círculo se completa y pronto el deterioro de su ya pobre personalidad, transformándolos en muertos o en jóvenes que ya aparecen dañados para toda la vida.


Sus madres se “reagrupan” para ser ayudadas ante la impotencia de ver a sus hijos jóvenes destruidos para siempre y pidiendo la ayuda elemental para sacarlos del “circuito de la muerte”.

No hay duda y sería penoso ignorar que muchas organizaciones luchan día a día contra la droga. ¿Quién puede estar a favor de la droga?


Pero tampoco olvidemos que el fenómeno del paco se asienta sobre una enorme juventud carente de proyectos y de futuro –porque la mayoría no estudia ni trabaja–, de hogares pobres e indigentes donde la vida es un infierno en sí misma.


El otro día tuve que ver a un ex paciente en San Francisco Solano. Llegué a las diez de la mañana. En la esquina había no menos de veinte jóvenes agrupados en una especie de ronda. No tenían una actitud belicosa. Pero por si acaso pasé por la vereda de enfrente y sin mirarlos. Eran chicos entre 12 y 18 años.

Cuando salí de la casa de mi amigo, a la tarde, estaban todos reunidos en el mismo lugar. Yo por las dudas me volví a cruzar.


Ni colegio, ni trabajo, ni proyecto, ni futuro, ni ambiciones, ni sueños de una vida diferente. Parecían resignados a que la vida que les había tocado era eso. Ese “aquí y ahora” permanente que los hace tan aptos para el consumo. ¿Por qué no habrían de consumir? Si esa sensación de euforia, por más corta que fuera, la podrían repetir varias veces al día.
Otra manera de intentar observar el fenómeno de la droga es su lado político.


Es el arma más fuerte que las multinacionales y sus socios locales tienen para arruinar a una juventud que podría alimentarse, estudiar e informarse y tal vez militar políticamente.
Las consecuencias del daño del paco no son sólo el deterioro rápido de una juventud perdida para siempre y su daño físico.


Tendría que existir un gran cambio cultural para poder modificar algo. Pero digamos francamente que los gobiernos son impotentes para tales cambios.
Las organizaciones del narcotráfico son fuertemente desgrupalizantes y asocializantes e intentan desagrupar y desocializar todo atisbo de organización juvenil. Los narcotizan, los vuelven “cosa”, que es lo opuesto al joven pobre con atisbos de organizaciones políticas y sociales.


Son “grupos de la muerte” por oposición a todo grupo cultural (político, plástico, cine, teatro) donde el grupo puede “jugar” con sus proyectos e ilusiones. Se puede soñar. Los jóvenes del paco primero tienen que aprender a jugar y a tener ilusiones. Siendo la pobreza, la indigencia, las diferencias sociales cada vez más amplias, resulta difícil imaginar que estos jóvenes de Solano puedan empezar a soñar. Los narcotraficantes saben dónde están y siempre los saben encontrar. Allí la droga es un arma política fundamental. Allí y en todos los lugares donde los jóvenes no puedan proyectar un futuro de sueños e ilusiones.
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EL CÍRCULO DE POBREZA


La socióloga Susana Aparicio, recorrió el interior estudiando de cerca cómo es la vida del niño que trabaja en el campo. Mecanismos de explotación, salidas a la marginación y falta de controles.



Socióloga e investigadora del Conicet en la UBA, Susana Aparicio recorrió en los últimos dos años diez provincias para estudiar el trabajo infantil en el agro. De Misiones a Río Negro, registró chicos que van con sus padres a las cosechas, para “ayudar” a la familia, el argumento con el que usualmente se naturaliza el trabajo infantil. En sus informes, Aparicio detalló la existencia de un trabajo increíble, el de los niños-bandera, chicos que son utilizados por las avionetas que sobrevuelan los cultivos para rociarlos con plaguicidas. La especialista cuenta que en el campo el porcentaje de niños que trabajan llega al doble que en las ciudades. La razón principal es el bajo nivel de ingresos de los peones rurales; forzados a emplearse tempranamente, los hijos abandonan la escuela y quedan de esta manera atados al círculo de la pobreza.


–¿Cuáles son los trabajos que hacen los chicos en el campo?


–Los hay de dos tipos: uno, en las explotaciones campesinas en las que tradicionalmente se incorpora toda la familia; allí los chicos hacen tareas como sacar yuyos, buscar leña o cuidar los animales. Otra es cuando los chicos son llevados con los padres a cosechar. Al papá le pagan por producción, a destajo. Como la cosecha dura poco tiempo y el resto del año está desocupado, el hijo trabaja para que el padre cobre un poco más.


–¿A qué edades ven que empiezan a trabajar?


–Nosotros tenemos datos de casos en los que a partir de los 6 o 7 años comienzan a ayudar a la familia, a los diez esa ayuda aumenta y a los 14 ya hay ocupación plena.

–Usted sostiene que el trabajo de los chicos y el de las mujeres es invisible.


–Se legitima diciendo “están ayudando al padre”. La explicación que hay en las propias familias es también ésa, los padres dicen que no quieren que sean vagos, que tienen que aprender el oficio de chicos. Pero uno ve que lo que realmente fuerza a que los hijos vayan a trabajar es la situación económica desastrosa que tienen los padres. Por otro lado, los chicos que trabajan son poco visibles para las estadísticas oficiales. En la Argentina el censo pregunta sólo a los mayores de 14 años qué trabajo hizo la semana anterior.


–¿En qué tipo de producciones encontraron chicos trabajando?


–En el tabaco y la cosecha de frutas, por ejemplo. Hay chicos en la producción de arándanos, también en la de peras y manzanas, y en la siembra de frutillas. En general, en todos los llamados cultivos industriales. En Jujuy, con el tabaco, si bien hay carteles que dicen que el trabajo infantil está prohibido, hay situaciones que fuerzan que los chicos trabajen. Como las madres no tienen con quién dejar a los chicos, van con ellos. En las fumigaciones están los banderilleros, niños de 12 o 13 años que sostienen las señales.

–¿Son fumigaciones vinculadas con la producción de soja?


–No solamente, porque también los hay cuando se fumiga tabaco. Cuando hay fumigación generalmente aparecen chicos o adolescentes.

–¿Qué es lo que deben hacer?


–Cuando el avión comienza a volar sobre el campo, el chico se pone donde termina la línea de cultivo para indicarle al fumigador el lugar donde tiene que doblar; una vez que el avión da la vuelta, el chico se corre a las dos líneas siguientes y así le va indicando el terreno que falta.


–¿En qué provincias ocurre esto?


–Hubo denuncias en Santa Fe, nosotros lo vimos también en Jujuy..., en todos los cultivos donde hay fumigación aérea es bastante común.


¿Quiénes son los empleadores?


–Ahí aparece una complicación: toda la parte de servicios en el agro, especialmente en las cosechas, ha pasado a estar tercerizada. Es decir que el productor le paga a un contratista, que puede ser una empresa, que es quien reúne la mano de obra. Para las fumigaciones, se contrata casi siempre a una empresa. Los chicos en general no son contratados formalmente por la empresa, sino que suelen ser hijos de algún asalariado que vive en el campo. En el agro en este momento hay muchas situaciones en las que no está claro con quién es el vínculo laboral, si es con el dueño de la tierra o es con la empresa que está haciendo el servicio. En los casos de los banderilleros, suelen ser hijos de un empleado del campo.


Usted cuenta que los padres naturalizan el trabajo de los hijos, ¿cuál es el argumento de los empleadores?


–Bueno, solamente fichan al padre, que es el único que aparece como trabajando. La situación depende de los contratistas: en la medida en que las empresas sean más formales es más difícil que utilicen chicos, porque implica un riesgo, sobre todo si son productos para exportar a Europa.


–¿Qué pasa si los adolescentes dejan el campo?


–Quedan en desventaja porque tienen menos escolaridad. Si no terminaron la escuela secundaria no tienen calificación; por esto en general no se emplean, sino que se autoemplean en trabajos precarios, en la construcción o en la venta callejera. Se insertan en trabajos muy marginales.


–El aumento de ganancias en el agro, ¿mejoró la situación?


–Mejoró la situación de los sectores más formales, por ejemplo en la ganadería, que es la que da más trabajo permanente porque tiene que haber una persona que vea a los animales todos los días. Ahí se cumplen más los convenios, pero en los otros sectores, como en las cosechas, excepto que haya habido un conflicto laboral muy fuerte, las condiciones de trabajo siguen siendo malas. Es una mala situación que se agrava por el hecho de que los trabajos duran sólo tres meses del año.

domingo, 27 de septiembre de 2009

NUEVOS TESTIMONIOS SOBRE EL CRIMEN DE ANGELELLI


En paralelo con la causa judicial que lleva adelante el juez federal de La Rioja Daniel Piedrabuena, la Iglesia católica avanza con una investigación propia sobre el asesinato de monseñor Enrique Angelelli, ocurrido el 4 de agosto de 1976. La decisión de la curia, que rompió con tres décadas de silencio e indiferencia frente al crimen del obispo riojano, empieza a arrojar datos significativos.El encargado de llevar adelante la reconstrucción de las circunstancias que rodearon la muerte del obispo de La Rioja es el arzobispo emérito de Resistencia monseñor Carmelo Giaquinta. La investigación eclesiástica coincide con la decisión judicial de ordenar la exhumación y autopsia del cadáver del obispo, practicada por el Cuerpo Médico Forense de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.Hace dos años, Giaquinta –que tiene 78 años y es historiador– comenzó a trabajar en un informe exhaustivo por decisión del cardenal Jorge Bergoglio. “Le preguntó a todos y cada uno de los obispos qué sabían de la muerte de Angelelli y de sus causas”. El que habla es José Luis Gennaro, el actual sacerdote de Chamical que conoce como pocos la persecución a los sectores progresistas de la Iglesia en La Rioja. El obispo riojano investigaba la muerte de dos sacerdotes de esta ciudad que habían sido asesinados muy poco tiempo antes. “Él sale de acá con una carpeta de los autores materiales e ideológicos del doble crimen. La información se pierde en el supuesto accidente, pero él, con astucia y mansedumbre evangélica, había hecho tres copias y finalmente la información llegó al Episcopado”. Gennaro es un franciscano que fue compañero de uno de los curas asesinados y ya había sido cura del pueblo durante la década del 80. Mientras ahonda en su memoria y relata lo que sabe, el nudo que le aprieta la garganta deriva en lágrimas. Cuenta que, por invitación suya, Giaquinta viajó a Chamical a fines de 2008 y se encargó de tomar testimonio a dos testigos de identidad reservada que jamás habían hablado. “Yo lo acompañé a Punta de Llanos. Fuimos adonde estaba la cabina telefónica más próxima al lugar del vuelco.


Después del, entre comillas, “accidente”, se cortan los teléfonos por una hora. Una de las personas que trabajaba en la garita –y que corta los teléfonos– es la que mintió diciendo que había visto el vuelco. Ahora, este nuevo testigo, que tenía la concesión de la cabina telefónica en su casa, cuenta que ellos le piden hablar con la Base de la Fuerza Aérea y dicen “‘misión cumplida’ o palabras similares”, afirma Gennaro. No es el único aporte que consta en la investigación del Episcopado.“Hace muy poco, tuvimos de primera mano el testimonio de quien quizás sea la última persona inocente que lo vio, justo en una curva, pasando por Punta de los Llanos. Es un ex policía de la provincia que iba de a caballo y lo ve pasar a Angelelli manejando él la Fiat Multicarga”. De allí surge que el vehículo iba a unos 60 kilómetros por hora. El testigo estima, entonces, que en seis minutos la Multicarga llegó al lugar donde lo mataron.El testimonio es importante porque durante años la verdad oficial se basó en un informe de la policía, donde se aseveraba que el conductor de la camioneta era el sacerdote Arturo Pinto y que Angelelli había muerto aplastado en el supuesto vuelco accidental porque iba en el asiento del acompañante. “Algunos, con interés o inocencia, han dicho que manejaba Pinto y que la causa de la muerte era un vuelco”, explica Gennaro. “Ahora sabemos que, seis kilómetros antes de llegar a Punta de los Llanos, Angelelli se cruza con esta persona que lo ve, le toca bocina y lo saluda. Él ve que monseñor recibe el mate y ve que atrás venía el Peugeot blanco”. El obispo que protegía a sus sacerdotes y resistía los negociados. Al momento de su muerte, monseñor Enrique Angelelli investigaba el doble crimen de dos de sus colaboradores más cercanos, Carlos Murias y Gabriel Longueville, ocurrido el 18 de julio de 1976. Muy poco tiempo antes, los dos sacerdotes de Chamical habían iniciado una investigación con el respaldo del obispo de La Rioja. “Había un grupo de operaciones allegado a los militares que se iba a quedar con La Merced de La Chimenea. Era un negocio con 40 mil hectáreas, camino a Olta, sobre las sierras. Tenían un proyecto e iban a embaucar a la gente que no tiene títulos de propiedad. Carlos se lo comenta a Angelelli y el obispo le dice: deciles que no firmen nada”, recuerda Gennaro, que fue compañero de Murias en el seminario.El mes de marzo pasado, la Sala B de la Cámara Federal de Córdoba confirmó el procesamiento del jefe de la Base de la Fuerza Aérea en Chamical, comodoro Luis Estrella, y del comisario retirado del pueblo, Domingo Vera, como coautores de privación ilegítima de la libertad, tormentos y homicidio calificado.

DAR UN HIJO, TAN NATURAL COMO LA MISERIA


En Pinto, Santiago del Estero, las mujeres tienen más embarazos que hijos. Una pobreza endémica las fuerza a entregar a sus bebés. El caso de Liz se repite en un pueblo que parece sin salida.


El paisaje es tan despojado que por momentos la mirada se cansa, se harta de esa llanura que toma forma de desierto, donde el único papel que cumple el viento es revolear la tierra seca. Pinto está incrustado en esa geografía desnuda de Santiago del Estero, a la vera de la ruta 34, el único camino que le garantiza un mínimo de vitalidad. Es un pueblo de paso, donde lo único que conocen quienes deciden detenerse es el surtidor de la estación de servicio. Desde que fue fundado en 1890, su nexo histórico con el mundo exterior fue el ferrocarril Mitre, pero hace más de 15 años que esa estación es sólo parte de la melancolía de sus 4.700 habitantes, que viven atravesados por una certidumbre: la pobreza que surca la vida del 80 por ciento de los santiagueños de Pinto. La garantía para sobrevivir de forma digna la da un puesto en el Estado municipal o provincial. El resto está condenado a una pobreza sin salida, porque no hay otro modo de subsistencia que no sea por medio del dinero que se cobra de un cargo público.

Sólo les queda el rebusque en el campo; pero cuando hay sequía, como ahora, el trabajo rural queda reducido a la cría de chivos o la recolección de leña, con el que pueden sumar unos pesos al plan Trabajar, cuyo padrón de beneficiarios varía según haya o no campaña electoral.


Los carteles con la cara de Emilio Rached, el senador radical que cambió a último momento su voto y apoyó el proyecto oficial en la guerra gaucha, todavía resisten al viento. Rached fue intendente de este pueblo durante diez años. Pinto empezó a sonar en Rosario esta semana porque allí vive Liz Benítez, una mujer de 30 años, la madre de Bruno Valentín, el bebé que nació en abril pasado en el Hospital Provincial y fue dado de manera irregular en adopción a una familia que habría pagado entre 35 mil y 40 mil pesos a un hombre de unos 60 años, que junto a dos hermanas de 53 y 56 años –quienes recibieron a la joven de Pinto en Rosario– están detenidos. Liz nació en el campo, en una casucha ubicada a unos quince kilómetros del pueblo, que está al lado de una escuela rural desierta de chicos. Su padre permanece allí, acompañado de su nieto de 14 años, el hijo mayor de Liz. Ella terminó la primaria en la escuela Nº 737 Monseñor José Weismann, donde –según recuerda la vicedirectora Elsa Pacheco, quien fue la maestra de Liz– la traía todos los días su madre, que falleció hace tres años tras padecer una larga enfermedad que se trató en Rosario, adonde viajaba acompañada de su hija menor desde Pinto. Liz recuerda que hace unos tres años conoció a un rosarino en la casa de su cuñada, Cristina Vargas. Vendía ropa por los pueblos de la zona. “No sé de dónde ella lo conocía, pero era la que tenía relación con ese señor”, dice Liz en la puerta de su casa, mientras uno de sus hijos atraviesa el patio en una bicicleta enorme. Después, ese vendedor de ropa comenzó a pasar seguido a visitar a Liz, a quien le regalaba remeras y pantalones para los chicos. La ropa le venía muy bien. El único sustento que tenía esta chica era un plan Trabajar de 150 pesos, que cobraba de forma intermitente. De vez en cuando, según cuenta, su pareja –que está desocupado y se la rebusca con changas de distinto tipo– se ausenta de la casa y ella queda con los chicos y sin dinero para comprar comida. En una de las visitas del vendedor rosarino, después de ganarse cierta confianza de la joven, Liz escuchó una oferta puntual. “Si llegás a quedar embarazada avisame”, le dijo. Y esto ocurrió en agosto pasado.


Dos meses después, en una de las visitas de este hombre, ella le comentó que esperaba un bebé. Dudó qué hacer con el chico pero, recordó, una noche pensó que no tenía cómo vestir o alimentar a sus hijos, y se decidió a darlo. “Me propuso que si quería entregarlo él podría conseguir una familia en Rosario que lo iba a criar bien. No le iba a faltar nada”, recuerda. Ella aceptó. Liz asegura que no hubo dinero de por medio. Al menos ella no recibió ni un centavo. En diciembre, el “rosarino” arribó a Pinto en su Trafic blanca y le dijo que tenía que llevarla para que se hiciera los controles prenatales. Cargó a sus cuatro hijos en la camioneta y emprendieron el viaje hasta la ciudad. Y allí comenzó otra pesadilla.


Del campo al monumento.


“Bruno Valentín, ni el nombre me dejaron que le ponga”, se lamenta por lo bajo Liz, aunque lo que más le dolió fue cómo empezaron a cambiar las personas que la llevaron a Rosario para, supuestamente, ayudarla. La pareja de la Trafic le prometió que iba a encontrar una buena familia y la llevó a parir al Hospital Provincial de esa ciudad. Después, la encerraron en la casa de zona sur, en Chacabuco al 3400. Allí vivió más de un mes con sus cuatro hijos. Dormían todos juntos en un colchón matrimonial tirado en el piso de una de las habitaciones.En esos días, Liz quiso saber el nombre de los padres adoptivos y se lo negaron. Pidió al menos un teléfono para estar en contacto con ellos y tampoco hubo caso. Cuando comenzó a hacer preguntas, le quitaron el celular. A partir de ese momento, se quiso volver a Pinto, pero “los papeles aún no estaban terminados”. Ya casi no le quedaba nada de la poca plata que se había llevado y los chicos seguían pidiendo cosas. “Un día decidí ir a cirujear con otra mujer que estaba en esa misma casa”, cuenta Liz. Además del matrimonio, había otras personas en la vivienda donde fue alojada. La hermana de la dueña de casa y una chica de Chaco, que estaba con una hija de cuatro años y que Liz no sabe qué hacía allí, pero asegura que no estaba embarazada. Salió entonces con un chango de supermercado a cirujear por la ciudad, buscando botellas, cartón u otros objetos de valor, y llegó hasta el Monumento a la Bandera.


“Así lo conocí. Fue la primera vez que lo vi”, dice con una leve sonrisa, desde la casa en donde vive desde los 16 años, cuando se fue de lo de sus padres y ya tenía un hijo de dos años. Ella recalca que quiere recuperar a su bebé, y admite que se arrepiente de haberlo entregado. “Después de todo lo que pasé, hubiese preferido criarlo como a los otros”, apunta en busca de una especie de perdón moral, que a excepción de los medios de comunicación no tiene demasiado sentido proponerlo. Por eso en Pinto, Liz está aliviada de esa carga. Aunque todos saben lo que ocurrió con su bebé, el pueblo parece absorber y entender la historia de esta mujer que forma parte del 80 por ciento de los habitantes de una localidad que vive en una pobreza sin salida. La única diferencia es que el caso de Liz se hizo público. El propio secretario de Gobierno de la Municipalidad, Fabio Córdoba, lo admite: “Es muy común que uno vea a una chica embarazada y que después la vea sin panza y sin el hijo”, dice y agrega: “¿Y qué va a decir la gente del pueblo?”. Un Ford Fairlane negro, lleno de tierra, tuneado a coche fúnebre, estaciona frente a la iglesia que está a metros de la plaza y en diagonal a la Municipalidad. En la parroquia todavía cuelgan globos de todos colores de las paredes. Hace unos minutos que terminó un bautismo. Y le sigue un velorio.


Una tristeza que se hizo costumbre y ya no sorprende.


La imagen borrosa de Liz está en la tapa del diario provincial El Liberal que reparte un chico en moto. Pero el escándalo que provocó su historia al hacerse pública no tiene un correlato en Pinto. Allí, los embarazos son muchos más que los hijos conocidos. Y lo que hizo la joven de 30 años es una vieja costumbre. Entregar chicos cuando las madres pobres no lo pueden mantener, es casi una norma no escrita.Así lo reconocen desde la Municipalidad y también en la escuela de Pinto, donde cuentan historias similares a la de Liz, pero sin darle trascendencia.


“El caso de ella empezó a rumorearse hace dos semanas, pero porque vino la Policía de Rosario. Si no acá es normal. Hay muchos comentarios de casos similares, pero nadie denuncia”, reconoció el secretario de Gobierno local, Fabio Córdoba. “Cuando yo era chica y una mujer quedaba embarazada se escuchaba por ejemplo que ya estaba lista la familia que se iba a hacer cargo en Rosario. Para mí eso estaba bien. Si la madre era pobre y no podía mantener a la criatura, que se la dieran a otra”, señaló la vicedirectora de la escuela Monseñor Weismann, Elsa Pacheco. A su lado, Silvia Céspedes, docente de 7º grado y con varios años como maestra rural, aseguró que conoció unos cuantos casos de entrega de bebés. Según contó, “no hay bandas o tráfico, como se dice, sino que las madres los dan y en general reciben plata. El problema es cuando alguien, un familiar o un abogado, les dice que cobraron poco o que a otra mujer le pagaron más, y entonces ahí denuncian”. “Es triste lo que pasa, pero la pobreza es muy grande”, agregó.

ITALIA: CONSIDERAN QUE UN ILEGAL ES UN DELINCUENTE


La norma fue impulsada por Silvio Berlusconi y aprobada por el Parlamento. Prevé multas y expulsión para los inmigrantes sin papeles.


Entró en vigencia un polémico paquete de medidas propuestas por el gobierno conservador del primer ministro Silvio Berlusconi que introduce el delito de inmigración clandestina y legaliza las rondas nocturnas de ciudadanos.La nueva ley, que ya había sido aprobada por la Cámara de Diputados, fue adoptada por el Senado con 157 votos a favor, 124 en contra y tres abstenciones.Con el paquete de medidas, el gobierno liderado por el multimillonario Berlusconi, endurece su política contra la inmigración, tal como había prometido hace más de un año durante la campaña electoral. Las medidas han sido condenadas por la izquierda así como por las organizaciones de defensa de los derechos humanos y la Iglesia católica.El artículo más controvertido es aquel que introduce el delito de inmigración clandestina, castigado con una multa de 5.000 a 10.000 euros y la expulsión inmediata. La cárcel como castigo fue excluida debido a la superpoblación carcelaria en Italia que cuenta con una cifra récord de detenidos.Se amplía también de dos a seis meses la retención de los inmigrantes en los centros de identificación y de recepción con el fin de facilitar la identificación del inmigrante y su expulsión al país de origen.A partir de ahora, en Italia, el hecho de alquilar un apartamento a un inmigrante clandestino o simplemente ofrecerle el hospedaje podría ser sancionado con penas de hasta tres años de cárcel.En materia de seguridad interior, la medida más emblemática, adoptada bajo la presión del movimiento xenófobo Liga Norte (extrema derecha), aliado clave de Berlusconi, es la posibilidad de que "asociaciones de ciudadanos" realicen rondas para señalar las alteraciones del orden público.La ley obliga también a los padres extranjeros de un recién nacido a presentar el permiso de estadía para registrar el nacimiento, por lo que las asociaciones temen que florezca el fenómeno de los "niños invisibles"


VOCES EN CONTRA.


Para el responsable en asuntos de inmigración del Vaticano, Monseñor Antonio Maria Vegliò, se termina por "satanizar" al extranjero, considerado como una amenaza.El líder de la mayor formación de oposición, Dario Franceschini, del Partido Democrático, considera que las medidas aprobadas son "equivocadas, inútiles y dañosas" para Italia, porque no sólo "no sirven a reglamentar el problema, sino que alimentan el miedo y la xenofobia".


HNA. AGUSTINA RIVAS (BP), MÁRTIR DEL PERÚ


La Hna Agustina (“Aguchita", como la llamaban cariñosamente), formaba parte de la Comunidad del Buen Pastor en La Florida, pueblo del Valle del Yurinaqui, en el departamento de Junín.


Tenía 70 años y ella misma había pedido, tres años antes, ir al Vicariato de San Ramón, consciente del riesgo de trabajar en esta zona tan convulsionada. Allí el servicio de las hermanas abarcaba distintas comunidades rurales, en temas como salud, educación, nutrición, alfabetización, trabajo con mujeres, clubes juveniles y catequesis familiar.


Aguchita tenía el don de convocar a todos, y para sus hermanas fue testimonio del Buen Pastor: fraterna, servicial, generosa… Disponible siempre. El 27 de septiembre de 1990, estaba enseñando a un grupo de niñas a preparar toffees. Un grupo de subversivos de Sendero Luminoso entró en el pueblo (casi todos niños y adolescentes, con algún adulto). Todo el pueblo fue convocado a una reunión en la plaza. La Hna Agustina se demoró un poco porque había ido a conseguir limones y, cuando llegó, la joven que le había ordenado ir a la reunión, dijo “esta monja no me ha obedecido”, por lo que fue obligada a salir al centro de la reunión junto con otros cinco pobladores.


Fue acusada de hablar de paz, distribuir alimentos y trabajar con los asháninkas. Fueron asesinando a los pobladores que estaban delante con ella, y la hicieron callar cuando pidió que cesase tanta violencia. Ya era su turno, y aunque el pueblo protestó, de nada sirvió. A ella le dijeron: “a ti ahora que te salve tu Dios, a tu Dios también le vamos a cortar el cuello”. La hermana juntó las manos y trató de arrodillarse pero se desvaneció. Allí la disparó la joven que le había ordenado ir a la reunión y se convirtió en la primera religiosa mártir asesinada deliberadamente por Sendero Luminoso.


“Poner en práctica la voluntad del Dios de la vida fue lo que la llevó a la muerte. Los testimonios que tenemos son unánimes en decir que el motivo de este alevoso asesinato es el trabajo que las hermanas del Buen Pastor hacían en medio de los pobres de ese lugar de alegre nombre, La Florida. Evangelizar y organizar es dar vida. Aquellos que buscan dominar o manipular a los pobres en función de sus intereses, no la aceptan. Un pueblo que recibe una palabra liberadora del Evangelio y que se organiza se hace poco a poco independiente, autónomo. Los defensores de la muerte, cualquiera que sea su signo, ven así cuestionados sus privilegios o descalificado su mesianismo político"


Gustavo Gutierrez