domingo, 27 de junio de 2010

"LO QUE VA A IMPORTAR ES QUIEN SERÁ CAPAZ DE DIRIGIR LA POLÍTICA DEL PAÍS"



Por Carolina Keve El reconocido teórico Ernesto Laclau analiza el escenario político actual y las perspectivas de cara a las presidenciales de 2011



La catarsis mediática sumó en las últimas semanas un nuevo término al diccionario de la política local: el fachoprogresismo. Así se refiere la revista Noticias en una de sus últimas tapas a la irrupción de un actor o movimiento o fenómeno, no se sabe muy bien qué, aparentemente involucrado a las operaciones ideológicas del Gobierno. De Goebbels a 6,7, 8, para el periodista Darío Gallo parece no haber límites en esta gran conspiración en la que, paradójica y hasta groseramente, incluye a quienes podrían considerarse entre los representantes más fieles del pensamiento posmarxista, Chantal Mouffe y Ernesto Laclau.

De nada sirvieron los cientos de páginas y debates que diversos intelectuales, de aquí y otros países, dedicaron a pensar sus ideas. De nada sirvió la nueva reedición de Hegemonía y estrategia socialista, obra cumbre que planteó hace 25 años la necesidad de resignificar a los movimientos de izquierda ante el avance del neoliberalismo, que sus autores supieron anticipar. Bajo el despliegue de una enorme artillería verbal, la misma que le endilga al oficialismo.


Noticias sostiene que la tesis padece de un germen ideológico fascista. ¿Los argumentos? Aparentemente, las citas que retoma Mouffe -para ponerlas en tensión- del teórico alemán Carl Schmitt y el simple hecho de que su libro fue leído por Cristina Kirchner.

Las acusaciones, sin embargo, no despiertan en Laclau ninguna reacción o ningún tipo de interés. Sólo se limita a explicar la noción de “amigo-enemigo” desde su visión teórica. Por el contrario, en su opinión el peligro radica en el discurso de la oposición. “Lilita Carrió, Macri y Pino Solanas son los que plantean la ruptura del equilibrio institucional.

Si buscamos fuerzas disgregatorias que amenazan la estabilidad del sistema político tenemos que pensar en ellos”, desliza mientras empieza a reflexionar sobre los posibles desenlaces para 2011. Hace ya varias semanas que llegó a Buenos Aires y no tiene problemas para meterse de lleno con la coyuntura política actual. Habla de una gramsciana “guerra de posición” y no desestima las chances de que se vuelva a reflotar la bienaventurada transversalidad, aunque este fortalecimiento del oficialismo hoy pase más por la incapacidad de la oposición para articularse que por una política estratégica del Gobierno.

¿Cómo describiría el escenario actual?
Creo que el peor momento que tuvo el kirchnerismo, que fueron las elecciones del año pasado, está superado. Parecería haber un intento de captación de los mecanismos simbólicos pero a la vez eso puede significar nuevos antagonismos.


Recientemente, Beatriz Sarlo publicó en el diario La Nación un artículo en donde menciona la articulación de un dispositivo cultural kirchnerista, que tiene como efecto inmediato la expansión del discurso oficialista por fuera de círculos ya instalados como Carta Abierta. ¿Está de acuerdo con esta lectura?
Realmente espero que ése sea el caso, porque podría ir modificando la naturaleza del kirchnerismo.

¿A qué se refiere?
La lógica hegemónica funciona en dos direcciones distintas. Por un lado, hay una dirección impositiva del centro y, por el otro, hay un fenómeno de expansión de identidades populares que comienza a modificar la naturaleza del propio centro. El kirchnerismo, como todo significante, es un significante abierto. Con el peronismo pasó lo mismo. Lo que pasa es que el peronismo logró consolidarse como un significante aglutinador y entonces muchas corrientes políticas y sociales confluyeron para darle identidad. Con el kirchnerismo puede pasar lo mismo. Mi preocupación fue con la crisis del campo. Allí, el kirchnerismo pasó a estar tan restringido que su capacidad expansiva corría peligro. Pero creo que ahora está ocurriendo el fenómeno contrario.
Hoy es la oposición la que se enfrenta con los mayores problemas a la hora de expandir su esfera.

Parecería ser más evidente que nunca la puja por imponer sentidos. El problema es cuando aparecen algunos significantes peligrosos como “el miedo” o la “ingobernabilidad”.
Es que esos significantes siempre aparecen cuando las fuerzas del sistema político no consiguen articular una constelación lo suficientemente fuerte. Indudablemente, hoy estamos en una guerra de posición y no se sabe por qué lado puede llegar a avanzar el proceso.
Hace sólo unos años muchos intelectuales festejaban la construcción de una nueva fuerza de centroizquierda. Recuerdo que en una entrevista Emilio De Ípola aseguraba la defunción del peronismo.
Bien que le gustaría, pero se hace ilusiones (se ríe).

Pero, ¿qué pasó?
Es cierto que hubo un proyecto de transversalidad muy optimista. En eso Emilio tenía razón. Y ese proyecto no llegó a buen puerto. Es más, el resabio de ese proyecto es la elección de Julio Cobos. Con lo cual, las posibilidades K de esos movimientos se revelaron como muy endebles. Simplemente lo que terminó habiendo fueron sectores que se plegaron al proyecto. Igualmente eso no quita que en la actualidad se plantee una transversalidad de otro tipo, más profunda.

¿Bajo qué forma?
En primer lugar, a nivel de los sectores políticos. Como es el caso de Martín Sabbatella, que si bien prefiere una posición de apoyo crítico, a la hora de definir posiblemente se ubique del lado del oficialismo. Pero, también creo que el Gobierno tiene que pensar en las organizaciones sociales. Por ejemplo, se perdió Libres del Sur. Eso es una picardía, porque con un poco de buena política no lo hubieran perdido. Esperemos que el kirchnerismo haya aprendido de sus errores.

A diferencia de Cristina, el gobierno de Néstor parece haberse concentrado más en la construcción populista.
No, no llegó a hacerlo y tampoco Cristina. Se necesita algo más para tener una cristalización populista del tipo de Chávez o Perón. No han dividido a la sociedad en dos campos.

Sin embargo, si hay una vocación que tiene clara Néstor Kirchner es la de construir adversarios.
Es cierto. Es el único que entiende el momento agonista de la política (ndr: la creación de una esfera pública intensa de lucha ‘agonista’, donde puedan confrontarse diferentes proyectos políticos hegemónicos, antagónicos entre sí, dentro de las reglas del sistema democrático). Desde un comienzo, supo representar la discontinuidad, la discontinuidad con la política de los 90 y también con el discurso de “que se vayan todos”, que amenazaba al sistema al no aceptar ningún tipo de solución institucional.

Ayer fue el menemismo y hoy es Clarín.
Yo diría los medios, de eso no hay duda. Ahora, en términos de reformas estructurales básicas, el gobierno de Cristina ha sido mucho más radical. Si Carlos Reutemann u otro hubiera estado al frente del poder con la crisis internacional habríamos tenido la fórmula clásica del ajuste, ahogando a los sectores populares y haciendo estallar al sistema político.

Podría afirmarse que uno de los principales problemas del Gobierno ha sido su incapacidad para construir un discurso convocante que movilice socialmente.
Lo que hizo el oficialismo fue consolidar la primera etapa del proceso. El momento de la ruptura estuvo muy presente, pero el momento de la cristalización simbólica ha sido mucho más lento.
Ahora, si ese momento no se logra, todo el proceso de cambio estará amenazado. Creo igualmente que ese momento hoy está más cerca que antes.

¿En qué sentido?
Se puede dar una polarización entre una fuerza de centroderecha y otra de centroizquierda, las dos con intenciones de garantizar equilibrio institucional. Ahí aparecen, por un lado, Ricardo Alfonsín y Hermes Binner -por citar nombres- y, del otro, Néstor Kirchner. Casualmente el otro día Guillermo O’Donnell me respondió que la fórmula de Binner y Alfonsín ciertamente no es de derecha. Sin embargo, no tiene que ser una forma necesariamente ideológica. Lo cierto es que muchas veces, para reagruparse, la derecha apela a ciertos grupos que le dan legitimidad y permiten reafirmar el statu quo. El establishment apela a fórmulas muy suaves, no apela a loquitos como Carrió.

¿Y a la izquierda de los Kirchner, a quién ubica?
Lo que hay hasta ahora son formaciones que no significan nada. A mí me da mucha pena el caso de Pino Solanas, la verdad tendría que volver al cine. Sus películas reafirmaron la identidad popular, y hoy juega un papel ambiguo y desdeñable. Un día juega con la oposición, otro día les pone un freno. No consigue ubicarse dentro de la política. Ojo, que igualmente hay que ver si se da esa polarización, porque si la oposición permanece tan divida puede no darse esa dicotomización tan clara. Yo creo que la polarización sería lo más sano para el sistema político, porque permitiría que se consoliden dos fuerzas para que vayan alternándose en el poder. Si la Argentina consiguiera ese equilibrio institucional estaría en condiciones de dar al conjunto de la política latinoamericana una imagen similar a la que puede representar hoy Brasil con Lula.

¿A qué cree que se debe esa imposibilidad que hoy sufre la oposición para articularse políticamente?
Porque es una suma heteróclita de grupos que no tienen ninguna coherencia interna. Por ejemplo, tiene a Pino Solanas que no puede plegarse abiertamente a una posición de derecha pero adhiere a su discurso. Por otro, hay gente como Carrió que, como bien dijo el diario La Nación, sólo sirve para ser fiscal. Y no hay ningún segmento orgánico común, como diría Gramsci, que ponga juntos a todos estos elementos en una hegemonía alternativa. Fíjese lo que hicieron en el Congreso. No han conseguido hacer absolutamente nada.

Es ahí donde se apela al tercer poder, la Justicia, y la excesiva judicialización de la política.
Ojo que el kirchnerismo también lo hace.

¿Y no contribuye con el vaciamiento de la política?
Es peligroso. Porque esta situación de empate lleva a una corrupción del principio de la división de poderes. Esa división es amenazada por el mero hecho de convertir al Parlamento en un poder alternativo dentro del Estado. Por ejemplo, se habla mucho del pluralismo. Pero hay distintos tipos de pluralismo que son compatibles con el sistema democrático.

¿Por ejemplo?
Está el pluralismo de las comunidades de base. Por otro lado, hay otro pluralismo que necesita ser representado a nivel del Estado, y está el pluralismo parlamentario. El gran error es pensar entonces que el pluralismo parlamentario por sí solo conduce a una democratización de la sociedad. Se puede dar la situación inversa, en donde el Parlamento domine al Ejecutivo y entonces todo ese mundo de comunidades de base no tenga representación a nivel nacional, y las fuerzas corporativas con sus intereses en el Parlamento sean las que dominen. Y creo que esta tensión es lo que se debate en los próximos años.

¿Esto no se debe a una fuerte debilidad institucional?
Siempre hay canales institucionales de representación. Pero muchas veces hay cortocircuitos en esos canales y entonces pasan a imponerse la formas delegativas de democracia. Pero hoy la oposición parece ir en sentido contrario.

Sin embargo, para muchos analistas y medios, es el Gobierno el que amenaza la estabilidad institucional. Lo tildan de “golpista” y “fascista”.
Son frases extremistas. Pero fíjese, Joaquín Morales Solá luego de las elecciones del año pasado escribió que habíamos “entrado en un nuevo país”. Y no entramos en ningún nuevo país.
Simplemente, entramos en una nueva fase de “la guerra de posición”, que depende también de que la oposición construya alguna alternativa. Al momento, no han conseguido estructurar ninguna oferta política razonable. Sólo interfieren. Sin opciones políticas. Y es así cómo la oposición se debilita día tras día. Entonces, lo que se puede dar en 2011 es que la oposición llegue sin un discurso común y el kirchnerismo aparezca como única opción. Porque, cuando la gente está amenazada con un desorden radical, el problema ideológico pasa a ser un problema subsidiario. Lo que pasa a importar es quién es capaz de dirigir la política del país.

PASADO Y NACIÓN O MUNDO Y FUTURO


El verdadero dilema de la Argentina. Los desafíos de la globalización.


Por Fernando Iglesias.


Si algún despistado sostuviera hoy que la actual empresa Ford es superior a la de 1910 porque fabrica mejores automóviles, fácilmente se le respondería que la Ford de entonces era la primera empresa automovilística del mundo, producía más de la mitad de los autos del planeta, había creado el más exitoso de la época y aplicado con tal éxito su esquema de producción en cadena que daría nombre al entero ciclo histórico: el del fordismo. Comparar ese pasado de gloria con el raquitismo dependiente de los salvatajes estatales de la actual Ford sería un evidente despropósito. Pero lo que es evidente en el campo de la tecnoeconomía no suele serlo en el político-social (lo que, dicho sea de paso, explica bien el desencanto general con una política jurásica nacionalista-industrialista incapaz de resolver los problemas de una era posnacional y posindustrial). De manera que está de moda criticar a la Argentina del primer centenario comparando su performance con la de la Argentina actual. Es cierto: el país de aquellos años era escasamente democrático e igualitario; pero así eran todos los países del mundo: injustos y elitistas para los parámetros actuales. En todo caso, basta observar la dirección de los flujos migratorios para entender cómo eran y cómo son las condiciones de vida en nuestro país respecto de los países de su misma época, evitando esa curiosa ceguera asincrónica con la que suelen mirar la realidad los pseudohistoriadores de hoy.



El Bicentenario evoca la historia de una Argentina exitosa a inicios del siglo XX que perdió la eficiencia y la competitividad económicas sin alcanzar la justicia social, que destruyó su modelo republicano sin transformarse en una nación de iguales y que extravió su lugar en el concierto mundial y nunca más logró encontrarlo. La Argentina de entonces era un país cosmopolita, integrado al mundo y que miraba con optimismo el futuro (un país progresista, diríamos hoy), y el mosaico de sus fuerzas políticas era un muestrario de las tendencias imperantes en la triunfante Modernidad previa a las guerras: el anarquismo, el comunismo y el conservadurismo tenían aquí dignos representantes, y existían abundantes embriones liberales y socialdemócratas, fuerzas que estaban destinadas, en todo el planeta, a ser las impulsoras del cambio y la modernización social. Todo ello se fue perdiendo, paulatina y trágicamente, con la irrupción en el escenario de una teoría pretendidamente telúrica que copiaba lo peor de las tradiciones nacionalistas que llevaron al colapso europeo. Esa tradición postulaba a la nación y a su pasado, y ya no al mundo y el futuro, como claves explicativas de lo existente y centro único de la reflexión intelectual y la actividad social. Me refiero al revisionismo histórico, y a sus dos vertientes: la elitista, ligada al Ejército, la Iglesia y los sectores más conservadores de la sociedad, que terminó irrumpiendo con violencia en el ámbito institucional con el golpe de Uriburu y tuvo en Videla su expresión más trágica y desolada; y la populista, que diluyó el carácter republicano e institucionalista del radicalismo, desembocó en el peronismo y gobierna la Argentina de hoy. El principal éxito revisionista –y motivo central de los reiterados fracasos de un país sometido al control de sus dos alas y a la batalla, muchas veces sangrienta, entre ellas– fue destruir el indudable cosmopolitismo y la decidida orientación al futuro de la Argentina del primer centenario, convirtiéndola en su fracasado remedo actual, que perdió casi todo sin ganar casi nada y que cree que la nación y su pasado pueden proveer todas las respuestas en un mundo signado por el cambio acelerado, la explosión de los viejos paradigmas y la globalización. Un péndulo elitista-populista que ante sus reiterados fracasos, discordantes respecto de países vecinos cuya situación de desarrollo es (¿era?) similar a la nuestra, postula el pensamiento crítico pero jamás acepta analizar los postulados que guían el comportamiento de sus dirigentes y sus ciudadanos, prefiriendo solazarse con alguna explicación paranoica que abreve en el complot externo y la conspiración interna como razones de la autodemolición.

EL "PLAN DE OPERACIONES" Y LA PRIMERA PUEBLADA


El rol de Moreno y el inicio de la disputa entre unitarios y federales.


Por Por Pacho O´donnell


Mariano Moreno, quien no intervino protagónicamente en los turbulentos días previos al 25 de mayo, se transformó rápidamente en el líder de la revolución contra España. Fue el equivalente de Robespierre en el Río de la Plata, convencido de que el terror era el único medio que garantizaba el éxito a una situación tan precaria como la de la Junta de Mayo. A su pluma se debe el “Plano de Operaciones” en el que se detallaban los medios revolucionarios (se sospecha que el borrador inicial también corrió por cuenta de Belgrano): “Debe observarse la conducta más cruel y sanguinaria con los enemigos de la causa; la menor semiprueba de hechos, palabras, etc. contra la causa debe castigarse con la pena capital, principalmente si se trata de sujetos de talento, riqueza, carácter y alguna opinión; a los gobernadores, capitanes generales, mariscales de campo, coroneles, brigadieres que caigan en poder de la causa debe decapitárselos”. En cambio a los amigos había que disimularles “si en algo delinquiesen que no sea concerniente al sistema pues en tiempos de revolución ningún otro delito debe castigarse sino el de infidencia y rebelión contra los sagrados derechos de la causa, todo lo demás debe disimularse”. Los jueces “deben ser personas de nuestra entera satisfacción que sean adictos para estorbar el apoyo de los ambiciosos y perturbadores del orden público; aun en los juicios particulares debe preferirse siempre al patriota, a quien se le debe proporcionar mejor comodidad y ventajas”. Se completa la estrategia montando una oficina de “seis u ocho sujetos que escriban cartas anónimas, fingiendo o suplantando nombres y firmas para sembrar la discordia y el desconcierto, cuidándose de indisponer los ánimos del populacho contra los sujetos de más carácter y caudales pertenecientes al enemigo”. Que había decisión en la Primera Junta para cumplir con tan severos postulados se confirmó cuando la insubordinación de Córdoba forzó el envío de una fuerza militar a las órdenes de Castelli y de Ortiz de Ocampo que fusiló a Liniers, héroe de las invasiones inglesas, y a sus cómplices. French, sin Beruti, fue encargado de los tiros de gracia.



Uno de los mitos sobre Mayo es que se trató de un movimiento que surgió del pueblo. Su origen fue un “putsch” de un sector de la clase “decente” de criollos levantiscos aliados estratégicamente con españoles adinerados que bregaban por el libre comercio en contra de partidarios del virrey que pretendían mantener el comercio monopólico con la metrópoli y que no le hacían ascos a prestar fidelidad a Francia. El compromiso popular con Mayo tuvo que esperar a que la presión ejercida por el grupo de choque los “infernales” de French y Beruti y la amenazante participación de las milicias, sobre todo patricios, obligara a los realistas a convocar el Cabildo Abierto del 22.


En los tiempos que sucedieron a Mayo se perfilaban ya las posiciones que con las modificaciones de los tiempos y las circunstancias se prolongan hasta hoy: un bando más apegado a las tradiciones criollas, hispánicas y cristianas, el de los “saavedristas”, provincianista, próximo a la “chusma” del puerto y del interior, mal calificado por el hábito como “conservador”. Con lógicas salvedades puede hablarse de la anticipación del “federalismo”. Por el otro, los “morenistas”, que tomarían de su difunto líder el fervor revolucionario, su apego al iluminismo europeo y su desconfianza en lo telúrico, su porteñismo centralista y elitista. Esto sería evidente en el decreto de “supresión de honores” del 6 de diciembre de 1810 que Moreno fundó en que se hallaba “privada la multitud de luces necesarias para dar su verdadero valor a todas las cosas, reducida por la condición de sus tareas a no extender sus meditaciones más allá de sus primeras necesidades”. Fueron los avanzados del “unitarismo”.

sábado, 26 de junio de 2010

"EL PACO LLEGA A LA VILLA ANTES QUE LA ESCUELA Y EL TRABAJO"


Los curas villeros aseguraron que lo que se hace para combatirlo es “insignificante”. Hace más de un año habían alertado que el paco estaba “despenalizado” en las villas. El flagelo crece y apuntan al Estado.



Por Fernando Soriano


Los curas villeros son la voz de los marginados, el grito abierto de ayuda que usualmente no se escucha (porque viene de un lugar que casi nadie quiere ver). Como hace poco más de un año, el Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia presentó ayer otro documento, titulado “El desafío del paco”, que hace foco en la destrucción masiva que provoca el paco en los barrios de extrema pobreza, en la casi nula atención del Estado y también del resto de la sociedad.


En un encuentro realizado en el colegio Pío IX, de Almagro, con el fin de hacer una “reflexión sobre el paco”, los curas villeros remarcaron que esta droga está enquistada de tal modo que llega a los chicos y chicas “antes que un ambiente dichoso y sano para jugar, llega antes que la escuela o llega antes que un lugar para aprender un oficio y poder tener un trabajo digno”.


En ese plano, para los curas villeros, cuya voz fue ayer el padre Pepe Di Paola, que hace un enorme trabajo social en las villas 21, 24 y Zabaleta, falta presencia del Estado . “Como organismo está ausente en el tema. Esto no quiere decir que no se haga nada en materia de prevención y asistencia, sino que, lo que se hace en cuanto al ‘desafío del paco’ es tan desarticulado e insignificante como enfrentar a un elefante enfurecido con una gomera”. Por eso considera necesario “obligar al Estado a hacerse cargo”. De alguna manera los curas piden que copien su modelo: “Debería haber más centros como el Hogar de Cristo (el de los sacerdotes en la villa 21) en todos los barrios [...] que le den unidad a la lucha”.


Pero no sólo contra el Estado cargó el equipo de sacerdotes. Apuntó a la sociedad entera. “La exclusión se enfrenta haciendo un lugar en la sociedad. Sin lugar en el mundo no hay recuperación posible”, reza el documento. Por eso, dice el texto, “estamos convencidos de que es necesario un exhaustivo examen de conciencia en todos los niveles”.


En la lectura del documento, Di Paola remarcó que el paco es diferente en la villa que en la clase media, a donde “no es tan así” que llegó. “En nuestros barrios es mucho más [...], lo más terrible es que hace explotar la marginalidad. El paco es el nuevo rostro de la exclusión, el más sangriento”.


Durante el encuentro de ayer se proyectó un video documental de 14 minutos, producido por los propios curas, en el que las víctimas del paco (adictos y familiares) narran la devastación que provoca esta droga: desde el recurso casi inevitable de salir a robar hasta la situación de calle, madres que venden a sus hijos para comprar más paco y también las enfermedades que sufren los adictos, entre las que sobresale y crece la tuberculosis . En el documento se expresa crudamente: “En los volquetes de la villa, entre la basura, hay chiquitos de diez, o tal vez menos años, consumiendo paco. Hay nenas de catorce años prostituyéndose por la misma causa”.


Al final de la jornada, entre abrazos y saludos que lo ponen en el lugar del héroe, Di Paola le comentó a Clarín : “El tema del paco es un desafío para este Bicentenario, lo que hay no alcanza para resolverlo y tenemos que intentar que no quede como un tema más. Es necesario reconocer que no hay medios para luchar y diseñar un nuevo camino de prevención y recuperación”. Y consideró fundamental para todo esto “escuchar a los pobres”.


A propósito, el documento hace hincapié en este punto. “La escucha es apertura”, resalta. También aclara que ningún tratamiento de recuperación puede solucionar el problema y avisa: “Para que se recuperen estos chicos hay que cambiar también el mundo a su alrededor. Reconocer el fracaso es la puerta de la salvación”.


EDUARDO, CRISTIAN Y JONATHAN: DEL INFIERNO A LA LUCHA POR RECUPERARSE.


Las historias de Jonathan, Eduardo y Cristian podrían ser una sola. Los tres, criados en el mismo barrio –la villa 21–, padecieron las mismas escenas desgarradoras, brutales, a las que los llevó la adicción al paco. Los tres tocaron fondo y también gozaron de la iluminación de intentar rescatarse y vivir.


“Yo era un chico en el medio de una jungla donde todos se matan. Empecé con el paco a los 14”, se presenta Jonathan, 22 años y un hijo, la razón que lo llevó al click, a decidir entrar a la granja de recuperación que manejan los curas villeros en General Rodríguez y salir limpio, aunque como él mismo dice “siempre sos un adicto en recuperación”.


Como si la abstinencia nunca desapareciera, Eduardo y Cristian son cautelosos con su momento de limpieza. Ambos atraviesan la etapa final del proceso de recuperación, están internados y hace meses que no tocan una pipa de paco, algo que tiempo atrás parecía imposible.


Eduardo (20) se había resistido muchas veces a tratarse. Hasta que, admite, su vida se transformó en algo peor que un infierno. “No me perdonaba hacerle mal a mi mamá, le robaba todo, hacía cualquier cosa”, relata. Eso no lo llevó a buscar ayuda sino a querer matarse. “Probé con todo, tengo seis operaciones por clavarme destornilladores, por comer vidrio”, relata. Pero fue un lío con un transa lo que le hizo ver la puerta de salida. El lío y la muerte: a Eduardo le pegaron tres tiros que lo tuvieron tres meses al borde de la muerte. El pibe lo cuenta y Jonathan lo abraza. “Lo único que me iba a parar la desesperación era la muerte”, resume Eduardo.


“El barrio es muy difícil para salir. La droga está en todos lados, todos saben quién la vende. Todos. No hacen nada porque no quieren y así los transas ganan territorio”, cuenta uno de los chicos. “Por eso lo que hacen los curas es muy bueno, pero necesitamos más ayuda, más lugares como los del padre Pepe”.


Cristian (24) fue uno de los primeros en probar el paco en la villa, allá por el 96. El y sus compañeros reconocen que han hecho de todo para consumir paco, obviamente robar también. Hay historias de balas, de persecuciones. “El paco te llama, te pide que te mandes el moco”, cuenta ahora. Su click para cambiar fue, como en el caso de Jonathan, la paternidad. “Me estaba convirtiendo en un padre ausente. Me iba tres o cuatro días de gira, no podía parar, estaba re gato ”, admite.


Ahora los chicos están bien, aunque, como ellos dicen, nunca recuperados. Por eso, cuentan, evitan tener plata. Eduardo y a Cristian, por estar en tratamiento lo tienen prohibido. Pero Jonathan, a pesar de sentirse limpio, mantiene el mismo rigor. “Con un billete de 10 estoy bien”, aclara. “Tenés un billete y en la primera de cambio buscás un transa ”, explica Cristian. Eduardo sonríe y calla.


Tal vez los tres sepan que esta es una nueva oportunidad. “El paco te dobla, te quita la vida. Pero acá estamos”, sonríe Jonathan.


DE VERDUGOS Y COMPROMISOS.


Por Sergio Rubin



Los desafíos cambian, pero el compromiso social inspirado en el Evangelio sigue siendo el mismo. Los llamados “curas villeros”, que en sus orígenes, a fines de los ’60 y comienzos de los ’70, eran –con su palabra y su testimonio– la avanzada de la prédica de la Iglesia contra la pobreza, hoy suman a su lucha una urgencia: contribuir a evitar que los niños y jóvenes de las villas mueran como moscas debido a la droga de los pobres: el paco.


Los riesgos que corren también persisten, aunque hayan cambiado los potenciales verdugos. Antes, era la banda ultraderechista Triple A, que asesinó a la principal figura de los “curas villeros”, el padre Carlos Mugica. Y los “grupos de tareas” de la dictadura, que en sus “rastrillajes” por las villas se cargaron a varios de ellos. Hoy son las mafias de la droga, que el año pasado amenazaron de muerte a la actual cabeza del grupo, el padre Pepe Di Paola.


Como antes, ahora tampoco los “curas villeros” están dispuestos a amilanarse. Porque, desde que el año pasado iniciaron su ofensiva contra el paco diciendo que “la droga está despenalizada de hecho” en las villas, siguen con sus llamados a toda la sociedad y sobre todo al Estado para que tomen cartas en el asunto y frenen un exterminio silencioso. ¿Serán escuchados esta vez?


CONSUMO PERSONAL: DESESTIMAN CAUSAS.



El 99% de los jueces federales porteños desestima las causas penales realizadas a aquellas personas que son descubiertas con una pequeña cantidad de drogas, mientras que el 1% restante prosigue con el trámite judicial y dispone medidas curativas o educativas.


Esa es la conclusión de un relevamiento realizado por el Observatorio Argentino de Drogas para la Secretaría de Programación para la Prevención de las Adicciones y Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar) entre el 2007 y el 2009, que fue presentado ayer por el titular de ese organismo, José Granero, en el Senado.


El tema también fue abordado ayer durante la Jornada Internacional sobre Salud Mental, Familia y Adicciones, en la Facultad de Derecho de la UBA. Mónica Cuñarro, secretaria de la Comisión Coordinadora sobre Tráfico de Estupefacientes, Delincuencia y Corrupción, destacó la necesidad de dejar de lado la visión que considera al adicto un “adicto-traficante” y reclamó encarar un “modelo social” en estas cuestiones “abandonando definitivamente el modelo tutelar”.

miércoles, 23 de junio de 2010

LA IGLESIA Y EL DESAFÍO DEL PACO



A quince meses de que los curas villeros denunciaran que la droga en las villas están despenalizadas de hecho, hoy "la situación es gravísima y lo que viene es peor aún, salvo que todos juntos pensemos y ejecutamos una respuesta". Así reza la convocatoria a la jornada "El desafío del paco", en la que los sacerdotes que ejercen su ministerio pastoral en las villas de emergencia porteñas relatarán su experiencia sobre la irrupción de un flagelo que "nos sorprendió a todos".


Quien habla es Gustavo Barreiro, coordinador general del Hogar de Cristo, un emprendimiento de la parroquia Virgen de Caacupé, que atiende a la población en riesgo de las villas 21-24 de Barracas, y que desde hace dos años se esfuerza por avanzar en el tratamiento, la recuperación integral y la reinserción de chicos adictos a las drogas. Inaugurado por el cardenal Jorge Bergoglio en la Semana Santa de 2008, pasaron por allí 300 chicos, que gracias al trabajo de 85 voluntarios le encontraron sentido a la vida y se animaron a declararle la guerra al paco. La finalidad es reinsertarlos en la sociedad. Los chicos concurren en una primera etapa al centro de día, donde reciben herramientas para empezar a tener una mejor calidad de vida, trabajando y estudiando. El proceso se completa con una etapa en la Granja Madre Teresa, de General Rodríguez, donde permanecen cinco meses en comunidad.



Estas y otras experiencias presentará la Vicaría Episcopal para las Villas de Emergencia del arzobispado porteño, que conduce el padre Pepe Di Paola, el próximo jueves 24 de junio ante un grupo de invitados especiales.

ODA A LA FOTOCOPIA



¿Hasta qué punto se puede controlar la libertad de conocer y de saber?


Por Rocío Silva Santisteban


Una de las primeras fotocopias que cayó en mis manos se borró con el tiempo: las letras que contenían información valiosa se fueron volviendo fantasmas hasta desaparecer. El papel era delicado y la mancha amarillenta sobre el mismo ni siquiera permitía adivinar lo que hubo ahí adentro. Una extraordinaria metáfora de la vida.


Hoy, felizmente, la tecnología ha logrado fotocopias de larga y casi eterna duración, a color o blanco y negro, sobre cualquier tipo de superficie, incluyendo papel blanco simple y silvestre. Es más, hoy se puede fotocopiar sobre micas transparentes o papel reciclado. Lo sustancial es que la fotocopia forma parte de nuestra vida más allá de las metáforas.


En el caso de las universidades, las fotocopias son la base de la transmisión del conocimiento. Si bien es cierto que lo óptimo sería que el universitario peruano se compre los libros que lee o, por lo menos, que los saque de la biblioteca y los mantenga en su poder buen tiempo –ahora las bibliotecas ni siquiera son de estantes abiertos y te prestan el libro ¡¡24 horas!!– ante la indigencia de la cultura, de la educación y sobre todo, ante las dificultades de distribución de textos, la fotocopia anillada de un ejemplar completo se ha vuelto la manera imprescindible de poder estudiar, conocer, investigar, ergo, remontar lo que algunos sociólogos denominan "la colonialidad del saber".


En efecto, el saber ha pertenecido a las élites y ha sido organizado desde los grandes centros de poder. En esta época de Wikipedia y de Google, en que existe un derecho potencial de las mayorías al acceso a la información puesta en línea, es difícil llevarlo a cabo debido al sistema de copyright, que ha devenido en un monopolio del conocimiento. "Es hora de preguntarse si deberíamos seguir funcionando con este sistema de copyright, que es un invento del siglo XIX que no está preparado para la promoción del derecho fundamental a la libre comunicación en el siglo XXI", con estas palabras Joost Smiers, profesor de la Universidad de Utrecht, presentó su libro Un mundo sin copyright en Madrid.


Una de las maneras cómo, desde la precariedad, se ha respondido al manejo del conocimiento que hacen las industrias culturales es a través de la conversión de la fotocopia en la fuente del saber. Las periferias de nuestras universidades están abarrotadas de centros de fotocopiado: incluso adentro, al costado, atrás. Apenas surge un nuevo instituto o universidad, como hiedra alrededor surgen fotocopiadoras.


Además la fotocopia no funciona igual que la piratería: se sacan fotocopias por la necesidad de conocer lo que el libro dice; se reproducen copias piratas por satisfacer el lucro de sus productores y al ahorro que hace el lector de unas cuantas –o muchas– monedas dejando de pagar al editor, primero, y al autor, en último lugar.


En el sistema actual de copyright el autor no es el gran beneficiado. Y, además, ¿el deseo del autor se encuentra, me pregunto yo, en la ganancia por el copyright o en el prestigio por el libro? Hay autores que viven de sus derechos. La otra gran mayoría viven de las actividades adyacentes que el prestigio de sus firmas les otorga: de sus artículos, de conferencias, de investigaciones o de premios. Un autor de sociología o de derecho, ¿prefiere ganar por sus libros o que sus ideas se divulguen ampliamente a través de fotocopias usadas y ajadas que se transmiten de mano en mano? Y por último, ¿acaso el conocimiento es plausible de un derecho de propiedad?, ¿hasta qué punto se puede controlar la libertad de conocer y de saber? La fotocopia es una reivindicación imprescindible en un mundo académico injusto.


"LOS MÉTDOS DE ARGEL SE APLICARON AQUÍ"


La periodista e investigadora Marie-Monique Robin, explica de qué manera los militares franceses influyeron en los argentinos y habla de Escuadrones de la Muerte y de la Escuela Francesa.

Por Ana Bianco

El documental Escuadrones de la muerte: la escuela francesa, realizado por la periodista e historiadora francesa Marie-Monique Robin, que se estrena mañana en el cine Cosmos (con el auspicio del CELS), describe la participación y colaboración de los militares franceses con las dictaduras sudamericanas en las décadas del ’70 y del ’80, y particularmente con la junta militar argentina. En charla con Página/12, Robin hace memoria: “El Estado Mayor argentino propuso en 1959 un acuerdo para que expertos franceses en la llamada ‘guerra antisubversiva’ dictaran cursos y fueran asesores pagados por el Ejército Argentino. La misión militar francesa permanente en Buenos Aires, compuesta por veteranos de la guerra colonial en Argel (1954-1962), se mantuvo hasta 1981, con el apoyo de los gobiernos de la Argentina y Francia. Los métodos de la denominada batalla de Argel fueron exportados a la Escuela de Guerra de Buenos Aires, importando la concepción del enemigo interno, que era la base de la doctrina francesa, por su experiencia en la lucha contra un enemigo en un medio urbano: un enemigo interior. Hasta la llegada de los franceses, para los militares argentinos el enemigo provenía del exterior, Chile o Paraguay, pero con esta nueva concepción el enemigo podía ser un vecino, un maestro, un peronista o un militante de izquierda que ponía en peligro los valores occidentales. Y para derrotar a ese enemigo escondido, entremezclado en la población, que no tiene uniforme, se necesitaba recabar información en la doctrina o escuela francesa. La inteligencia es fundamental: quien dice inteligencia dice interrogatorio, y entonces tortura (para sacar información) y luego, para deshacerse de los torturados, los hace desaparecer”.


Escuadrones de la muerte: la escuela francesa parte de las propias voces de algunos ex combatientes franceses en Indochina y en Argelia, y en ese recorrido prestan testimonio algunos alumnos ejemplares como el ex ministro del Interior de la dictadura Albano Harguindeguy, el ex presidente de facto Reynaldo Bignone, y Manuel Contreras, jefe de la DINA, la policía secreta chilena, entre otros. Se suman a este registro testimonial e histórico los relatos de dos ex cadetes de la Marina encarcelados y dados de baja por denunciar el uso de la tortura, más las historias de algunos sobrevivientes y de Horacio Méndez Carrera, abogado de los desaparecidos franceses en la Argentina, y de María del Rosario Cerruti, una madre de Plaza de Mayo.

–¿En que consistió la participación de los militares franceses durante la última dictadura en la Argentina?
–En 1957 llegaron a París los primeros oficiales argentinos para recibir cursos durante dos años en la Escuela de Guerra; entre otros, Alcides López Aufranc. Por entonces, Fidel Castro no estaba en el poder en Cuba, la guerrilla argentina no existía como tal y el Partido Comunista no tenía un peso importante. En ese año, López Aufranc estudió en París, época de la Guerra Fría, cuando no había un enemigo, pero ellos estaban convencidos de que se venía la Tercera Guerra Mundial. En la película, el general Balza lo explica con claridad cuando se refiere a que los militares argentinos de fines de los ’50 se preparaban para una guerra virtual, ficticia. En la práctica, la llegada de los franceses a la Argentina multiplicó los servicios de inteligencia y la tortura como arma principal de la guerra antisubversiva dentro del concepto de guerra moderna. Como la población civil es sospechosa, aconsejaron cuadricular el territorio. Es decir que cada general tenía una zona y otras subzonas a cargo de un capitán o un teniente.

–¿Cuáles son las diferencias en el uso de la técnica militar en Argelia y en la Argentina?
–Bignone lo expresa muy bien en la película cuando dice textualmente: “La orden de batalla de marzo de 1976 es una copia de la batalla de Argel”. Los decretos firmados durante el gobierno de Isabel Perón para aniquilar a la guerrilla del ’75 y los decretos militares que instauraron la dictadura se realizaron con base en los textos franceses. La famosa batalla de Argel se caracterizó por el hecho de que los poderes de la policía fueron delegados al Ejército, y especialmente a los paracaidistas. La policía estaba bajo el control del Ejército, los militares mismos hacían los interrogatorios, la desaparición forzada de personas se implementó en Argelia y dejó un saldo de 3 mil desaparecidos.

–Su película sostiene que los militares argentinos fueron los mejores alumnos de la escuela francesa. ¿Por qué?
La Argentina es el único país donde hubo una misión militar permanente durante 20 años. En los Estados Unidos, los militares franceses se quedaron dos o tres años. En Brasil dieron cursos puntuales en Manaos. La presencia en la Argentina se mantuvo durante 20 años sin parar, esto no responde a una casualidad. Existieron lazos entre la extrema derecha francesa y la Argentina desde los años ’30. El integrismo católico francés tuvo un papel muy importante para la exportación de la doctrina francesa, le dio una base ideológica, especialmente a través de la llamada “Ciudad católica”. La Cité catholique fue creada por Jean Ousset, un ex secretario de Charles Maurass, quien fue uno de los líderes de extrema derecha de Francia. La Cité editaba una revista, Le Verbe, que influyó mucho a los militares durante la guerra de Argel para justificar el uso de la tortura. Al final de los ’50, la Cité catholique se instala en la Argentina, con el mismo nombre y con la misma revista, El Verbo, organiza células dentro del Ejército y alcanza un desarrollo importante durante el gobierno del general Onganía. El hombre clave era el padre Georges Grasset, quien fue confesor personal de Videla y sigue viviendo en la Argentina. Guía espiritual de la OAS (la organización del ejército secreto, que con sus Comandos Delta, escuadrones de la muerte), intentó impedir con las armas la independencia de Argelia. En el Ejército Argentino existió una corriente ultracatólica integrista que explica por qué la influencia de los franceses fue tan importante. Cuando está en Buenos Aires –Grasset vive en Tucumán 1561 4º 37–, tiene lazos con la congregación de Lefebvre, un obispo integrista francés que fue excomulgado por el Vaticano. La congregación lefrebvista tiene cuatro monasterios en la Argentina, el principal en La Reja. Cuando estuve en La Reja hablé con un cura francés que me dijo: “Para salvarle el alma a un cura comunista, hay que matarlo”. Me encontré ahí con Luis Roldán, ex subsecretario de Culto de Menem, quien me fue presentado por Dominique Lagneau, el cura director del monasterio, como el “señor Ciudad católica de la Argentina”. La influencia francesa fue teórica, técnica e ideológica. Bruno Genta y Juan Carlos Goyeneche representan esta ideología compartida por los oficiales que iban a tomar el poder en la Argentina 20 años después. El golpe militar del ’76 fue una preparación lenta que empezó en los años ’50.

–¿Debió usar cámara oculta para algunas secuencias?
–La usé para la entrevista con Bignone. El me recibió con motivo del libro –que editará Sudamericana el próximo año, con el mismo título que el documental– donde me presenté como una historiadora de extrema derecha. No tuve ningún problema ético, estaba frente a un victimario, un violador de los derechos humanos. La prueba está en lo que han hecho y quieren ocultar. El general Ramón Díaz Bessone debe de estar furioso por lo que grabé, pero luego de dos horas, cuando cree que he dejado de grabar y cambia completamente, se transforma y, relajado, muestra ese otro personaje y dice lo que realmente piensa: “¿Cómo sacás información, si no torturás, si no apretás?”.

LAS VENTANAS


Por Charles Baudelaire.



Quien desde fuera mira a través de una ventana abierta, jamás ve tantas cosas como quien mira una ventana cerrada. No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, tenebroso y deslumbrante que una ventana tenuemente iluminada por un candil. Lo que la luz del sol nos muestra siempre es menos interesante que cuanto acontece tras unos cristales. En esa oquedad radiante o sombría, la vida sueña, sufre, vive.


Por sobre las olas de los tejados, acierto a entrever a una mujer madura, arrugada ya, pobre, perpetuamente enfrascada en su tarea y que nunca sale. Con su rostro, con su atuendo, con sus gestos, con apenas nada, he reconstruido la historia de esta mujer, o quizá fuera mejor decir su leyenda, y de vez en cuando, entre lágrimas, me la recito a mí mismo.


De haber sido un pobre anciano, habría reconstruido la suya con la misma naturalidad.


Y me acuesto, satisfecho de haber vivido y padecido en la piel de otros.


Y tal vez me digan: "¿Cómo sabes que esa leyenda es la verdadera?". ¡Qué me importa la realidad que se halle fuera de mí, si me ha ayudado a vivir, a sentir que soy y lo que soy.


LOS DOCENTES TIENEN UN DESCONOCIMIENTO TOTAL DE LOS ALUMNOS


Para Emilio Tenti Fanfani, experto en educación, falta comunicación en el aula.


Por Any Ventura


Emilio Tenti Fanfani es uno de los más prestigiosos especialistas en educación. Es licenciado en Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad de Cuyo, con posgrado en Francia, investigador independiente del Conicet, profesor titular en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y consultor del Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación de la Unesco. Su hipótesis es que a buena parte de la sociedad le importan más los títulos que el conocimiento adquirido. En tal sentido, cree que un problema central de la educación argentina es que no existe hambre de conocimiento.


Tenti Fanfani ha publicado libros y trabajos como El arte del buen maestro (1999), Una escuela para los adolescentes (1998) y La condición docente (2005). Opina que es más fácil repartir computadoras que enseñar a usarlas. Sus investigaciones lo llevan a afirmar que el sistema educativo argentino no está a la altura de las circunstancias y que los docentes tienen un desconocimiento profundo de sus alumnos.


Respecto del actual ministro de Educación, Daniel Filmus, y de su mutación de intelectual a político, Tenti Fanfani expresó: “En el campo intelectual, no tenemos por qué negociar. Tenemos que escuchar, argumentar y criticar. En el campo intelectual, lo que vale es la coherencia lógica. En política no existe el principio de coherencia lógica. Como ministro, Filmus hace un juego distinto del que hace un académico".


-¿O sea que el intelectual que se convierte en funcionario pierde?


-No: tiene que cambiar de juego. Y él lo sabe hacer muy bien, porque negocia. La política es eso.


-¿Le parece buena o mala la nueva ley federal de educación?


-Es el resultado de una negociación, a partir de compromisos de sectores que tienen intereses distintos: las escuelas, por un lado; la Iglesia, por otro; los prestadores privados, por otro. En este sentido, el estilo Filmus responde a la política moderna. Me parece que una política para una sociedad pluralista debe ser así. Por eso digo que dejo la coherencia lógica para el campo intelectual. Las dictaduras, los regímenes totalitarios, son totalmente homogéneos y coherentes en su ideología. En las democracias, hay intereses contradictorios.


-En un mundo en el que la tecnología es un arma fundamental, muchos docentes no parecen conocer nada sobre ella. Por lo tanto, no pueden transmitirla...


- Creo que hay que distinguir entre el acceso a los recursos materiales de la tecnología -por ejemplo, a una computadora- y el acceso al conocimiento necesario para hacer uso de esa computadora. Es más fácil darle una computadora a cada maestro que enseñarle a usarla. Es como si simplemente repartiéramos un cuadro de Picasso a cada uno. Hoy en día, por tres pesos, cualquier argentino puede bajar de Internet la música de Bach. O sea que Bach está democratizado. Pero el paladar para poder apreciar la música de Bach no se puede repartir: requiere todo un aprendizaje.


-Sobre la computadora, los alumnos saben más que los maestros...


-Sin embargo, no hay que olvidar que es una herramienta, es decir, un medio. El alumno sabe encenderla, apagarla, etcétera, pero no tiene criterio, por ejemplo, para buscar. Hacer un uso racional de la computadora requiere una cultura.


-¿Hay un desfase entre la preparación de los docentes y la situación social?


-El sistema educativo no está a la altura de la circunstancias. Nosotros tenemos una escuela primaria y secundaria de más de cien años. Tuvimos, por suerte, un desarrollo temprano del sistema educativo, pero ahora esa historia se convierte en una jaula de hierro. Como diría Max Weber, somos prisioneros de nuestra historia. Los sistemas educativos son estructuralmente conservadores. Yo todavía doy clases en la Universidad en un salón que tiene bancos largos de hierro, que determinan una relación docente-alumno de hace cincuenta años. No puedo armar grupos porque no es posible mover esos bancos: son inflexibles. Esas cosas me limitan. También tenemos reglamentos antiguos y docentes antiguos. Ahora bien: esto no se arregla con cursitos de capacitación.


-¿Y cómo se arregla?


-Tenemos que definir cuál va a ser el perfil del maestro de la sociedad de hoy y del futuro, porque se necesita tiempo para formar un maestro. Una de las ventajas que le veo a la nueva ley es la creación del Instituto Nacional de Formación Docente, ente nacional dependiente del Ministerio de Educación de la Nación. Hoy hay cerca de 1500 institutos de formación docente en el país, sin ningún tipo de regulación. Me cuesta creer que tengamos recursos humanos como para ofrecer mil quinientas "fábricas" de maestros.


-Ser maestro parece ser el camino más corto para encontrar trabajo.


-Como vía de acceso al trabajo, es lo más rápido que hay. En una encuesta que realizamos aparecía un buen porcentaje que declaraba haber conseguido trabajo incluso seis meses antes de haberse graduado. El resto lo había conseguido, como máximo, al año de haberse recibido.


-Cosa que no les pasa a los médicos...


-Ni a los ingenieros, claro. Ha habido un proceso de masificación de la escolaridad, y hubo que producir maestros. Hubo que fabricar maestros en forma muy acelerada, pero no sabemos cuál es la calidad de esos docentes: no hay evaluaciones al respecto.


-En sus trabajos, usted sostiene que ya no existe la figura del niñito ignorante frente al maestro sabelotodo.


-Creo que el principal problema que tienen ahora los maestros con respecto a los chicos es que no los conocen. Han sido tan grandes los cambios en la culturas juveniles que los maestros tienen un desconocimiento profundo de los niños y jóvenes que circulan por las aulas, y lo desconocido causa temor. Entonces, muchos docentes, lamentablemente, llegan a la conclusión de que a los chicos de hoy no les interesa nada. Esta es una frase reiterada, que he escuchado en México, en la Argentina y en cada seminario al que voy. Siempre hay alguien que levanta la mano y dice: a los chicos de hoy no les interesa nada. ¡Es una frase terrible!


-¿Qué responde usted en estos casos?


-La respuesta inmediata es ésta: no les interesa nada de lo que usted les está contando. ¿Usted cree que puede existir un ser vivo al que no le interese nada? ¿Usted puede creer que no existe hoy, en Buenos Aires, en el Gran Buenos Aires, en las villas, un chico al que no le interesen el fútbol y el sexo, una chica a la que no le interesen el amor, el dinero, el rock o la música? Si yo no tengo una relación de comunicación, veo al otro como a un monstruo, alguien a quien no le interesa nada, cuyos valores son disvalores. El otro se da cuenta de eso y tampoco va a reconocer mis valores. Para que haya pedagogía, el otro me tiene que querer y me tiene que creer. Si el alumno no le cree al maestro, todo es en vano.


-¿Muchos docentes argentinos están más preocupados por la conducta que por la creatividad?


-En el campo político, decía Marx, son los desposeídos los portadores de un proyecto revolucionario, y no los propietarios de los medios de producción. En cambio, en el campo intelectual son los más ricos. Los que van a hacer la revolución son los más ricos en cultura. Ellos serán los más creativos, los más innovadores, los más transformadores.


-¿Entonces los sectores más humildes están condenados?


-Las clases medias todavía se conforman con queel nene pase de grado. Piensan que si pasó de grado y tiene buenas notas va bien. Y resulta que estos chicos son incapaces de leer un texto, no pueden comunicarse por escrito, no conocen los elementos básicos del cálculo ni la lógica de las proporciones, etc . Las clases medias todavía persiguen el diploma. Es más: el sistema educativo de América latina, y también los dirigentes políticos, han insistido en esto último, porque es más fácil escolarizar a la población que desarrollar conocimiento. Mi hipótesis es que no hay demandade conocimiento. No existe un hambre biológica de conocimiento. A diferencia del hambre a secas, el hambre de conocimiento es cultural.


-¿El conocimiento se está convirtiendo en un bien para pocos?


-Sí: el conocimiento es un capital. Esto significa que es una riqueza, que crea riqueza. Si es así, ¿por qué pensamos que se va a distribuir de forma igualitaria? En la época precapitalista, el capital fundamental era la tierra. Y no se repartió nunca. Asimismo, el capital económico-financiero tampoco se ha repartido jamás igualitariamente. ¿Por qué se va a repartir entonces el conocimiento, que es un capital? El conocimiento no se puede distribuir como la tierra. Es posible, como hace Evo Morales, llegar al poder respaldado por la mayoría y repartir la tierra. Pero si yo llego al poder, no puedo repartir el conocimiento.


Por Any Ventura

martes, 22 de junio de 2010

ENTREVISTA A ERIC HOBSBAWM


EL MÁS PRESTIGIOSO HISTORIADOR DEL SIGLO XX, ERIC HOBSBAWM, ANALIZA EL FUTURO DE LA DEMOCRACIA, EN UN MUNDO IMPERIAL. AL CABO DE UNA VIDA DE INTENSA MILITANCIA, REFLEXIONA SOBRE LA VIGENCIA ACTUAL DEL MARXISMO. SU CONCEPCIÓN DE LA HISTORIA, LAS DIFICULTADES DE UNA DISCIPLINA ACECHADA POR EL ESCEPTICISMO Y EL CONFORMISMO DE LA PERMANENTE ESPECIALIZACIÓN.
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Cuando cumplió 85 años, el historiador Eric Hobsbawm, el más reconocido intelectual marxista de la actualidad, publicó su autobiografía, Años interesantes. Para un especialista, interesado en sus aportes a la historiografía del siglo XX, quizás este libro no fuera más que una colorida guía por los modos en que él fue abordando cada cuestión —el siglo XX, la formación de la clase obrera, la tensión entre capitalismo y revolución—; una serie de curiosidades biográficas que definieron ciertos temas y una preferencia filosófica y política. Pero para todo lector apasionado por el mundo en que vivimos y por los ecos remotos de su pasado inmediato, la vida de Hobsbawm es una lectura preciosa, prácticamente única, en la que se conjugan la tragedia familiar y la construcción personal con los acontecimientos históricos que hicieron del siglo XX un tiempo terrible y hermoso, una "edad de los extremos". Una pieza comparable, en su valor literario y testimonial, a la autobiografía de Nina Berberova, a las memorias de Vladimir Nabokov o al conjunto que forman la novela G, de John Berger, y algunos de sus relatos breves.

Una importancia central que tiene la narración de la propia vida, en el caso de un lúcido observador y analista del siglo XX, es que él "estaba ahí". Nacido "en el año de la Revolución Rusa", estaba ahí cuando se desintegró el imperio británico —se desintegraron, al menos, los efectos simbólicos de ostentar el ejercicio del poder gubernamental en las colonias—, y sobre todo cuando el mundo decimonónico y sus valores cayeron derrotados a los pies de la "vida moderna" —los propios padres de Hobsbawm: un ciudadano británico y su joven esposa austríaca, miembros de la parte más cosmopolita de la comunidad judía de Viena, se vieron allí hundidos en la miseria—. Hobsbawm estaba ahí cuando subió Hitler al poder y cuando fue vencido. Cuando se desmoronó el Muro de Berlín y, con él, toda una era de "socialismo real". Hobsbawm estaba ahí, recorriendo Latinoamérica y siguiendo el rastro de sus movimientos insurreccionales justo en los años que van desde la revolución cubana al surgimiento de las guerrillas setentistas. Y estaba ahí viendo caer las Torres Gemelas de Manhattan, oyendo cómo Washington se declaraba "único protector de cierto orden mundial" y decretaba así la clausura del siglo XX. El 11 de septiembre de 2001, Hobsbawm estaba ahí, en una cama de hospital en Londres: "No existe lugar mejor que ése, lugar por excelencia de una víctima en cautiverio —escribió—, para reflexionar sobre el aluvión extraordinario de palabras e imágenes orwellianas que inunda a la prensa escrita y la televisión". Pero además, Hobsbawm —que hoy cumple 90, y todavía escribe artículos, publica libros y responde largas entrevistas telefónicas— sigue estando ahí. Desconfía de la perdurabilidad del imperio americano, señala las ingenuidades de la utopía altermundista, piensa que es preciso ser "un historiador escéptico" y, a la vez, esperar lo mejor del proyecto liberador del marxismo, al que sin dudas reivindica.

—En una entrevista en Libération decía que "hay que devolverle al marxismo su elemento mesiánico". A pesar de que el pensamiento político (sobre todo el marxismo) aspira a "salvar" a grandes porciones de la humanidad, la tendencia secular es a evitar el mesianismo. ¿La utopía marxista tiene aún una oportunidad mesiánica en este siglo?
—No en la forma en que creíamos en ella, es decir la de una economía planificada centralmente que prácticamente eliminaba el mercado, sino bajo la forma de un sistema deliberadamente orientado a incrementar la libertad humana y el desarrollo de las habilidades humanas. Creo que, así, el marxismo todavía tiene un campo de acción considerable.

—¿Y las utopías altermundistas?
—Lo positivo es que son anticapitalistas y han vuelto a plantear la cuestión de que el capitalismo en su totalidad debe ser criticado. Lo negativo es cierta falta de realismo. Respecto de la globalización, por ejemplo: se la puede controlar en parte pero no se puede decir que se la va a revertir. Veo varias utopías en el movimiento altermundista pero, por ahora, ninguna que sea universalmente aplicable como las aspiraciones socialistas de los siglos XIX y XX. Mucho del utopismo altermundista está más cerca de los viejos anarquistas, que decían: Acabemos con el capitalismo, acabemos con el régimen malvado y después, de alguna manera, todo resultará bien. Hay versiones políticamente más útiles: algunas ONG aprendieron a actuar globalmente y pueden ejercer verdadera presión en campos importantes como el ambiental.

—En su último libro, "Guerra y paz en el siglo XXI", afirma que la democracia está rodeada de retórica vacía: se ha convertido en un concepto incuestionable que, sin embargo, enmascara situaciones inaceptables de injusticia. ¿Sería posible recuperar un sentido auténtico de democracia? ¿Tendría sentido?
—La retórica vacía de la democracia sirve de justificación a las conquistas imperiales, pero la crítica principal a la democracia como retórica de propaganda es más amplia. En general se la usa para justificar las estructuras existentes de clase y poder: "Ustedes son el pueblo y su soberanía consiste en tener elecciones cada cuatro o seis años. Y eso significa que nosotros, el gobierno, somos legítimos aun para los que no nos votaron. Hasta la próxima elección no es mucho lo que pueden hacer por sí mismos. Entretanto, nosotros los gobernamos porque representamos al pueblo y lo que hacemos es para bien de la nación". Una crítica: la democracia queda reducida a una participación ocasional en las elecciones, porque oficialmente en una democracia uno no está autorizado a emprender otras acciones políticas que no sean las legítimas y pacíficas.

Varios politólogos franceses piensan mejorar la democracia fortaleciendo el debate institucional.
—Sí, pero mi objeción es mucho más amplia: no digo únicamente que la democracia no puede quedar reducida sólo a las elecciones, tampoco puede quedar reducida al debate. Lo que el pueblo hace y es debe influir en el gobierno, de formas variadas. Su influencia no puede quedar reducida a una forma particular de constitución. Por otra parte, muchos problemas del siglo XXI escapan al marco de los estados nacionales. La democracia existe sólo dentro de los estados nacionales así que, nos guste o no, tenemos que encontrar otras formas de abordar problemas globales. Es difícil de saber cuáles van a ser porque, hasta ahora, nada reemplazó a los estados.

Cuando habla de "pueblo" piensa en movimientos sociales, los de Argentina, por ejemplo.
—Por supuesto. Cualquier movimiento es sumamente importante, siempre que el gobierno tome en cuenta la opinión del pueblo.

—Usted estudió la forma en que, históricamente, muchos movimientos perdieron eficacia al convertirse en usinas de clientelismo, usados por el populismo.
—"Populismo" es un término que se usa en sentido demasiado general. La mayoría piensa que el populismo está asociado a la derecha política pero también puede estar asociado a la izquierda o al centro. "Populismo" simplemente quiere decir gobiernos que tratan de hablar directamente con la gente; lo pueden hacer con diferentes propósitos. Perón era populista en un sentido y Chávez, en otro. No diría que necesariamente el populismo como tal debe ser aceptado por completo o rechazado. La esencia de la democracia es que el gobierno tiene que tomar en cuenta lo que el pueblo quiere y no quiere. No hay ningún mecanismo eficaz para hacerlo: el gobierno representativo no es muy eficaz. A veces funcionan mejor la prensa o los movimientos directos.

—¿Tiene futuro la "multitud" entendida como sujeto político, tal como piensa Toni Negri?
—Debo decirle que no soy un gran admirador de él. No tengo muy buena opinión de Negri. Y creo que el término "multitud" es demasiado general. Hay que definir qué se entiende por "multitud". Se la podría estructurar por clases, por nacionalidad o de otras formas, pero decir "multitud" no nos lleva muy lejos.

—El concepto de "clase social" también fue objetado (Philip Furbank lo atacó sociológica e históricamente). ¿En qué cifraría la importancia política del concepto de clase?
—Es un concepto que de hecho se mantiene. Cualquiera que analice resultados electorales verá que se los descompone por clase, sección y nivel de educación (hoy día esto también significa clase). Hoy la política no está dominada por movimientos conscientes de que representen una clase, pero eso no significa que la clase haya dejado de ser importante. Algunas clases son hoy menos relevantes (la clase industrial trabajadora) pero eso no quiere decir que las clases hayan dejado de existir. Es un gran error subestimar la importancia de la clase. Y es un gran error suponer que una clase representa a las otras.


El Atlas y el mundo entero


"El 8 de febrero de 1929, a última hora de la tarde, al regresar de una de sus cada vez más desesperadas idas y vueltas a la ciudad en busca de dinero, fruto de su trabajo o de algún préstamo, mi padre cayó fulminado delante de la puerta principal de casa". Así narra Eric Hobsbawm el más directo impacto de la Depresión en su memoria de 12 años. Dos años después iba a morir su madre. Pero hasta entonces, la extrema vulnerabilidad en que se hallaba su familia le había resultado casi inadvertida. El primer indicio de "lo dura que era la situación" lo había tenido —cuenta— luego de mostrar la lista de libros que pedían sus profesores del secundario: entre ellos el costoso Atlas Kozenn. "¿Es absolutamente imprescindible que lo tengas?", se había alarmado su madre. El libro finalmente se compró, pero —escribe Hobsbawm—: "la sensación de que en esa ocasión se había hecho un sacrificio importante siempre me acompañó". En su biblioteca, Hobsbawm conserva el viejo Atlas Kozenn un poco maltrecho y lleno de dibujitos en los márgenes. Dice que todavía lo consulta. Su obra, que abarcó el mundo entero en transformaciones sucesivas, quizás haya sido una forma de reconocer el valor de aquel sacrificio.

Ese mundo, que de nuevo se transforma mientras avanza la globalización capitalista, no verá desaparecer las unidades políticas reconocibles. Por ahora, al menos —afirma Hobsbawm—, no verá desaparecer los Estados nacionales. "La globalización debilitó muchos poderes del Estado. Hay una tendencia a globalizar la economía, la ciencia, las comunicaciones, pero no a crear grandes organizaciones supranacionales. Muchos Estados son irrelevantes o existen en función de la globalización (viven del turismo o como paraísos fiscales), pero hay cinco o seis que determinan lo que pasa en el mundo, y otros, más chicos, son importantes porque imponen límites a la globalización. La globalización capitalista, por ejemplo, insistía en el libre movimiento de todos los factores de la producción —dinero, bienes—, sin restricción y por todo el mundo. Pero la mano de obra es un factor de la producción que no ha instaurado el libre movimiento, y una de las razones es política (los Estados no lo permiten porque podría crear enormes problemas políticos a nivel nacional). El Estado no está desapareciendo; coexiste con la globalización, o sea, con un puñado de corporaciones, pero no desaparece."

—El proyecto de Unión Europea, dice, es todavía dudoso. ¿Cuáles son los aspectos más dudosos?
—No hay una identidad europea. En la UE, las decisiones las toman los gobiernos nacionales; las elecciones, incluso las europeas, se llevan a cabo en términos de política nacional. La expansión de la UE a 27 Estados lo hace aún más evidente: no creo que tenga futuro como Estado federal único y, hasta que no lo tenga, no tendrá un electorado efectivo ni será la base efectiva de la democracia. Eso no quiere decir que sea una mala organización. Al contrario, parece buena.

—Una grandeza económica.
—Económica y algo más: ha logrado establecer ciertos patrones comunes en materia de leyes aceptadas como superiores a las leyes nacionales de los Estados. Quizá lo más cercano a una federación.

—La UE acaba de sancionar una ley que castiga a quien niegue el Holocausto. Usted estuvo en contra del juicio al historiador David Irving (acusado de negar la "solución final"): "La misma expresión —dijo— pertenece a una era en la que la condena moral reemplazó a la historiografía". ¿Qué opina de esta ley?
—No creo que se pueda establecer o negar la verdad histórica por medio de la legislación. Fue un error sancionar leyes que consideren un delito negar el Holocausto, y es un error de los franceses tratar de promulgar una ley sobre el genocidio de los armenios, y fue un error del gobierno de Chirac insistir en que hay que enseñar que el imperio francés fue positivo. Es la opinión general de los historiadores profesionales —no hace falta aclarar que difícilmente tengamos simpatía alguna por los nazis o la masacre de los armenios por los turcos. Sólo que ésa no es la manera de establecer la verdad.

Usa un ejemplo futbolístico para señalar diferencias entre los EE.UU. y el antiguo imperio británico. ¿Le gusta el fútbol?
—No soy fanático pero todos somos parte de una cultura futbolística. Lo que digo es que hay un conflicto básico entre la lógica del mercado, una lógica global, y el hecho de que las emociones de la gente están atadas al equipo nacional. Por un lado, los clubes y la competencia entre los principales clubes de los principales países europeos son los que dan el dinero. Pero allí no hay nada nacional (como sabe, hubo un momento en que mi equipo, el Arsenal, no tenía prácticamente ningún jugador nacido en Inglaterra). Para estos grandes clubes, las selecciones nacionales son una distracción. No les gusta prestar a sus jugadores para que entrenen con sus selecciones. Pero las selecciones nacionales tienen que entrenar. Por lo tanto, para los clubes —empresas capitalistas, naturalmente— la selección nacional es una distracción y sin embargo no pueden prescindir de ella porque lo que mantiene al fútbol en funcionamiento es la competencia internacional.

—Esa distracción y las tensiones que plantea son un atractivo mayor. Los partidos no serían tan intensos si no estuvieran esas emociones en juego.
—Sí. Y en muchos sentidos, muchos países que antes no tenían identidad, como algunos de Africa, adquieren identidad a través de esto. Porque es más fácil imaginarse como parte de una gran unidad a través de once personas en una cancha que a través de abstracciones.

—¿Cómo influyen las emociones en su oficio de historiador?
—El historiador tiene que ser infinitamente curioso; tiene que poder imaginar las emociones de personas que no se le parecen. No se puede llegar al fondo de un período histórico si no se trata de averiguar cómo era. Alguien dijo una vez, muy acertadamente, que el pasado es otro país. Los historiadores son, de alguna manera, escritores, novelistas: tienen que imaginar pero no pueden inventar, deben guiarse por los hechos. Y el historiador tiene sus propios sentimientos pero ellos no deben interferir con las pruebas. En este sentido, el gran modelo es el francés Marc Bloch. No sólo era un maravilloso historiador: en su primer gran libro también imaginó una sociedad que creía que el rey estaba en contacto directo con el Cielo y que, por eso, la mano del rey podía curar sus males. Bloch tenía sus propias emociones, se unió a la Resistencia y murió a manos de los alemanes durante la Guerra. No era en absoluto una persona neutral.

—El historiador no inventa los hechos, pero descubre —en los textos, en los documentos, en el análisis— cosas que estaban allí y nadie había visto. "Descubrir" e "inventar" son palabras muy próximas, aun etimológicamente. Descubrir o inventar el Big Bang ¿no es lo mismo?
—Creo que los historiadores comienzan con ciertos problemas que surgen de cómo han sido criados, cómo piensan, etc. No llegan a la historia como cámaras que sólo filman (hasta las cámaras deben ser dirigidas hacia algo). Y además, los historiadores producen algo definitivo, permanente. No se pueden discutir las pruebas; sí las interpretaciones. Alguno cree que Elvis Presley no murió: está equivocado. Quien niega el Holocausto está equivocado. De allí partimos. Qué pien se usted de Elvis, cómo interpreta el Holocausto, hay infinitas discusiones posibles.

—¿Su concepción de la historia cambió en todos estos años?
—Básicamente no ha cambiado.

—Trabaja con el tiempo: ¿alguna vez pensó qué es el tiempo?
—Bueno, ahora pienso que tenemos que expandir nuestros horizontes por fuera de la vida humana. La humanidad abarca una pequeña porción de la historia del mundo, siguiendo patrones astronómicos o incluso geológicos. La agricultura se inventó hace quizá 10.000 años. Pero uno debe tratar de ver el cuadro completo. Uno de los grandes aciertos de Marx fue tratar de ver el desarrollo completo de la raza humana en perspectiva, desde que salió de las cavernas hasta el desarrollo de las sociedades. Eso no significa que uno no se pueda concentrar en períodos más breves. De hecho, uno debe hacerlo: los antropólogos solían entrenarse haciendo trabajo de campo sobre un determinado pueblo, y los historiadores se entrenan eligiendo determinado tema. Pero hoy el gran peligro de la historia es la excesiva especialización y que se enseñe la historia no como un progreso general de la especie humana sino como una serie de retazos elegidos según un criterio cualquiera. Y es muy importante que los historiadores se comuniquen, que escriban para que se los pueda entender, no sólo para otros especialistas.

Por Ivana Costa


LO QUE SENTIMOS POR HOBSBAWM

Para muchas generaciones de historiadores argentinos el nombre de Eric Hobsbawm es emblemático de una manera de concebir la historia, de practicar el oficio y de opinar y comprometerse.

Muchos supimos de él en 1964, cuando se tradujo al español Las revoluciones burguesas. Ese año lo leí en la Universidad, y desde entonces lo releí muchas veces, entero o por partes.

Todo Hobsbawm está allí. Su capacidad para articular, a veces de manera sorprendente, muchos y variados aspectos del pasado: de la economía al arte, de la política a la sociedad, de la ciencia al urbanismo. Su escritura, que es atractiva y amigable en la primera lectura, pero densa y compleja cuando se trabaja el párrafo o la línea. Sus esquemas explicativos, que integran cada aspecto, cuestión o dimensión en un gran relato, con sentido definido, al final del cual aparece el propio Hobsbawm, actor de la historia, pues fue un laborioso y convencido militante comunista.

Desde entonces muchos historiadores esperamos con ansiedad los tomos siguientes de su anunciada saga: La era del capitalismo, La era del Imperio y finalmente la Historia del siglo XX (pobre traducción de "la era de los extremos").

Para los docentes, Hobsbawm venía a poner orden en un proceso histórico tan difícil de entender como de enseñar. Durante los últimos veintitrés años estos libros fueron un pilar de nuestro curso de Historia Social en la Universidad de Buenos Aires.

A lo largo de esos años, algunas decenas de docentes y varios miles de estudiantes desmenuzamos sus explicaciones sobre la revolución industrial y el capitalismo, la sociedad burguesa y el mundo obrero, las revoluciones y la política democrática. Sus textos nos ofrecían comprensión del pasado y compromiso con el presente, dos necesidades básicas del universitario.

Otros muchos colegas hicieron lo mismo en universidades y hasta en colegios, y lo convirtieron en un clásico. La muchedumbre que se reunió para escucharlo hace unos años en Buenos Aires da testimonio de una popularidad que casi no tiene parangón en nuestro oficio.

Otros textos de Hobsbawm tuvieron una repercusión más específicamente ligada con la investigación. Bandidos sedujo a historiadores sociales y antropólogos, que buscaron ejemplos locales de sus Robin Hoods. El mismo Hobsbawm, en una visita en 1969, agregó a su multinacional lista de bandidos el nombre de Mate Cosido. Otros fuimos muy influidos por sus trabajos sobre el movimiento obrero y los trabajadores. Junto con E.P. Thompson, Christopher Hill y otros nucleados en la revista Past and Present, Hobsbawm propuso una visión renovada del marxismo, eludió el determinismo más grueso y planteó los conflictos sociales desde una perspectiva política y cultural. Leí esos trabajos hace tres décadas, con la guía de Leandro Gutiérrez, y a ambos nos ayudó a pensar nuestro trabajo sobre las sectores populares porteños en la entreguerra, aunque para ello debimos entender —no fue nada fácil— que nuestras sociedades urbanas, móviles e integrativas, eran radicalmente distintas de las inglesas estudiadas por él.

En fin, somos muchos los que en alguna medida nos sentimos hijos de Hobsbawm. Ya entrando en la edad madura, empezamos a mirarlo de una manera algo más distanciada y crítica. Advertimos, por ejemplo, que sus transparentes esquemas están demasiado subordinados al gran relato marxista. Más aún, sus Memorias revelan la impronta fuerte del Partido Comunista en su perspectiva de historiador (por ejemplo, en su escaso aprecio por el campesinado y sus posibilidades de transformar la historia). Quizá notemos que no le entusiasman muchas de las novedades que el oficio de historiador ha incorporado en las últimas décadas, demasiado blandas para su concepción más estructurada.

Hoy nos es difícil seguirlo en todo, como cuando éramos jóvenes. Pero esta toma de distancia con respecto al historiador se combina con la profunda admiración por la persona. Por quien es capaz de seguir fiel a sus convicciones y, a la vez, estar atento a todas las novedades del presente. Por quien, luego de renunciar al Partido Comunista británico, decidió pertenecer, en espíritu, al Partido Comunista italiano, el de Gramsci.

Sus escritos recientes nos muestran a un historiador nonagenario que conserva intactos su curiosidad y su espíritu crítico. También, a un ciudadano capaz de mantener las convicciones políticas que estructuraron su vida, y enriquecerlas con un sabio escepticismo.

En tiempos de descreimiento, de profesionalismo pragmático y de flexibilidad, sigue siendo un ejemplo admirable.

Por Luis Alberto Romero
Historiador, Docente (UBA), Director Centro de Historia Política (UNSAM).

BANSKY, EL MISTERIOSO HOMBRE GRAFITTI


Sus intervenciones urbanas en Londres, Israel o Nueva York parecen encarnar el nuevo arte antisistema. Pero sus obras empezaron a trepar en las subastas, absorbidas por el mercado.



Por: Matías Repar


Nadie conoce su nombre real. Nunca nadie vio su cara. No se conoce su dirección. La verdadera identidad del activista político más famoso del mundo sigue siendo un misterio, y eso explicaría, en cierto modo, su reciente consagración en el sistema del arte, pero al mismo tiempo, abre nuevos interrogantes. En clave meta-ficción, al filo de la conspiranonia, Banksy puede ser un nombre para definir al activismo político como nuevo estado del arte contemporáneo.

ARCO cerró sus puertas hace dos semanas elevando la figura del artista español Eugenio Merino, al exhibir –cual premonición– a Fidel Castro como zombi; y su actual uniforme militar –el equipo jogging donde se mezclan socialismo y capitalismo– destrozado a cuchillazos a lo Lucio Fontana. Mientras la brasileña Marta Neves, sacrificaba mil ositos de peluche para configurar el rostro del terrorista árabe más peligroso y más buscado del mundo, las fotografías del colectivo ruso Blue Noses –en especial Kissing Policemen: dos policías besándose– seguían el vuelo iniciado en octubre pasado, cuando Alexander Sokolov, ministro de cultura soviético, ordenó retirarla de Sots-Art. Political Art in Russia, la muestra realizada en la Maison Rouge de París. Los artistas, beneficiados por la censura, argumentaban que la obra no aludía al mundo gay, sino que era un "homenaje" al misterioso hombre del grafiti y sus mensajes antisistema: el enigmático Banksy. Intervenciones en los principales museos de Nueva York; una falsa pintura rupestre en el British Museum; una rata muerta en el Museo de Ciencias Naturales de Londres o su último golpe, en el muro que construye Israel en Cisjordania.

Sin embargo, la línea que separa territorios enfrentados, recién la cruzó el 15 de enero, cuando eBay. com vendió la pared de Portobello Road con uno de sus dibujos a 409 mil dólares. La despedida del activismo, mostraba a un pintor, con un pincel en la mano, firmando un grafiti con la palabra Banksy. La conversión de Banksy –de la calle a las galerías– se confirmó en la subasta que Bonhams le dedicó al arte urbano.

En Laugh Now (2002), Banksy muestra a unos monos comiendo pizarrones con advertencias: "Ahora podés reírte, pero un día nosotros vamos a estar a cargo". Los 410 mil dólares marcaron su primer récord. Di Faced Tenners (2004), serigrafía con el rostro de Lady Di reemplazando a Isabel II en los billetes de 10 libras, 28 mil euros; Kate Moss (2005), retrato de la modelo según las variables de Warhol– Monroe. Los precios demostraron que sus críticas al sistema del arte, se consolidan como una buena opción para los que desean invertir y tener éxito en ese mismo sistema. En la subasta, también tuvieron éxito otros artistas callejeros –como Nick Walker o Adam Neate– reforzando la idea del Guerrilla-Art como movimiento.

Y al grafiti, como un nuevo recurso de arte. "La gente que lo condena, o que no lo entiende, cree que nada tiene derecho a existir a menos que sea redituable", decía el mismo Banksy en una entrevista secreta, anunciando la parábola épica del 14 de febrero. Bono, el líder de la banda de rock U2, junto al artista británico Damien Hirst, recaudan en Sotheby's de Nueva York 42,5 millones de dólares en una subasta benéfica. Estrellas de cine, deportistas, modelos y rockeros, lanzan sus ofertas por pintadas callejeras. Y el Día de los enamorados, se transforma en la venta de caridad más importante de la historia, destinada a los enfermos de sida en Africa. Las siete obras donadas por Hirst, lograron un total de 19 millones; artistas consagrados como Georg Baselitz, Howard Hodgkin, Jasper Johns, Anish Kapoor o Jeff Koons, venden por tres o cuatro veces su valor. Al ser un evento benéfico, es difícil pronosticar el impacto de esos precios en el mercado del arte.

Pero Bono está tranquilo. Camina por el escenario y canta en voz baja un tema de los Beatles mientras suben las ofertas por Keep It Spotless. La obra de Banksy llega a los 1. 8 millón de dólares, seis veces su valor original. Se baja el martillo. Termina All You Need is Love. Y nadie conoce a Banksy.