viernes, 31 de diciembre de 2010

"LA DERECHA QUIERE UNA POLICÍA AUTÓNOMA Y SIN CONTROL"

Cada vez que las rutilancias de un crimen –o la sucesión de varios– abren el debate sobre la inseguridad, vuelven a florecer las marchitas recetas de la mano dura. ¿Cuál es la distancia real entre la criminalidad y la llamada sensación térmica? Alberto Binder es un eximio jurista. Intervino activamente en la reforma de la gestión de Carlos Arslanian, y fue asesor técnico de las reformas judiciales en varios países de América latina. Actualmente es el director del Instituto Latinoamericano sobre Seguridad y Democracia y asesor del Centro de Justicia de las Américas de la OEA. En un diálogo con Miradas al Sur analizó las causas del delito, el rol de los medios, y las deficiencias de los sectores progresistas para imponer en el plano subjetivo una salida no represiva al problema de la criminalidad.

–Muchas encuestas actuales revelan que la “inseguridad” es una de las principales preocupaciones de gran parte de la sociedad. ¿Cómo se condice con las estadísticas oficiales difundidas hace poco, en las que Argentina ostenta los índices delictuales casi más bajos de todo el continente?
–Por la compleja configuración de los problemas de seguridad, sobre todo en su dimensión subjetiva. Ambas cosas pueden ser ciertas: las tasas y el tipo de criminalidad en la Argentina, en comparación con otros países de América, son mucho mejores y más controlables. Eso se puede demostrar con las estadísticas. Por otro lado, creo que la preocupación de la sociedad, que se manifiesta en esta dimensión subjetiva, tiene mucho que ver con una desconfianza del tipo de acción del Estado, que por momentos resulta errática. Es una crisis de desconfianza de la acción del Gobierno más que una crisis marcada por el aumento de la criminalidad. Eso no hace que sea inexistente, sino que en la sensación de inseguridad, el tipo de dimensión subjetiva es otra y, por lo tanto, hay que trabajar de otra manera.
–¿Por qué la batalla simbólica por ofrecer soluciones eficaces para los problemas de inseguridad fue históricamente ganada por la derecha? ¿Ve una incapacidad del progresismo en ese sentido?
–Hay dos cuestiones. En primer lugar, a los sectores de derecha les es más fácil apelar a las soluciones mágicas de la mano dura porque detrás de eso están los dispositivos represivos tradicionales, y en el fondo es un mensaje para que la policía trabaje de un modo autónomo y sin control. Por más que se demuestre que las policías ya no están en condiciones de responder a problemas complejos, sino que los agravan. Por otra parte, también hay una incapacidad notoria de los sectores progresistas de diseñar políticas de seguridad. Pareciera que una política de seguridad progresista tendría que tener como eje principal la inclusión social. Y eso no es así. Obviamente, es algo por lo que peleamos por razones de justicia social y de dignidad humana, pero no por razones de seguridad, porque incuba el doble riesgo de no identificar bien el problema y de naturalizar el prejuicio de que los problemas de criminalidad son problemas de pobreza. Y en gran medida, la criminalidad es una red de mercados ilegales controlados por gente que no tiene nada que ver con la pobreza, sino que la recluta como mano de obra barata. La policía y la Justicia se ensañan con ese segmento, pero hacen muy poco por desbaratar los mercados y la gente que los maneja. Buena parte de la criminalidad urbana está organizada, por sus estructuras de mercado apañadas por funcionarios policiales y políticos.
–Entonces no acepta una división tajante entre el crimen común y el crimen organizado…
–No, porque fijate: el robo de celulares se lo concibe normalmente como criminalidad común, pero es un tipo de criminalidad de mercado fuertemente organizado, porque hay una red de compra, distribución y clonaje, que es lo que hay que desmantelar. El robo de vehículo también se lo toma por criminalidad común, y es uno de los crímenes más organizados. Es un problema de enfoque.
–¿Qué rol juegan los medios de comunicación?
–Influyen o condicionan la selectividad de la respuesta social. Es decir, nos preocupan claramente un cierto tipo de casos, y a los otros no les damos importancia, y en eso tienen mucho que ver la cobertura de los medios. Pero no se debe sólo a un factor ideológico –que desde luego, aumenta la neurosis social y, en consecuencia, la preocupación sobre este tema–, también tiene que ver con este formato de noticias de 24 horas y una muy baja inversión en la producción de noticias. Entonces, con sólo mandar un notero al Gran Buenos Aires uno puede tener noticias de crímenes las 24 horas. En TN, en Crónica, no hay más producción de la noticia que mostrar los delitos que puede haber. Y una sociedad de 15 millones de habitantes, sin duda va a producir un delito cada media hora.
–¿Cómo ve las políticas públicas de seguridad del Gobierno Nacional?
–No es una pregunta sencilla. Sin ninguna duda, este gobierno no tiene una política de mano dura en la seguridad, eso es indudable. No ha reprimido las manifestaciones públicas, y eso no solamente por vocación, sino por el modo en que se adiestró a la policía para hacerlo, y las técnicas y protocolos que se utilizaron, que te diría que han sido ejemplares. Ahora bien: respecto de otras dimensiones de control de la criminalidad, me parece que ha sido un gobierno más bien omisivo. Se nota cierta condescendencia con la Policía Federal, que todo el mundo reclama que debe tener cambios muy profundos de estructura. En este aspecto, este gobierno no aprovechó para hacer cambios profundos en los sistemas policiales, que se están haciendo notar.
–¿Nota diferencias con las políticas llevadas adelante en la provincia de Buenos Aires?
–Sí. Las políticas de seguridad de Scioli no son erráticas, sino francamente reaccionarias. El problema es que el gran regulador de la seguridad, tanto objetiva como subjetivamente en la Argentina, es la provincia de Buenos Aires. Y allí, la gestión del gobernador Scioli ha retrocedido enormemente en muchos avances que se habían hecho.
–¿Qué medidas recomienda para el corto plazo?
–Sólo por mencionar tres: desarticular los mercados criminales, que a su vez son generadores de violencia y potencian la violencia de otras regularidades; potenciar enormemente el rol del municipio en las políticas de seguridad –coordinando con Nación y las provincias–, porque es allí donde están los problemas y donde está la información, y uno clave: profesionalizar mucho más rápidamente a las policías.


SER O NO SER RICOTERO



Por Santiago Diehl


Empecemos por el principio: nunca fui ricotero. Nunca viajé a ninguno de los recitales que dieron Los Redondos, ni el Indio como solista. No me avergüenza ni me enorgullece. Simplemente no se dio. Hace años tengo ganas de ir, pero nunca son tantas como para abrir el hueco, largar todo, y mandarme. Aunque el súperclásico Soda vs. Redondos siempre me resultó más bien idiota, hoy sé que algo del debate ideológico escamoteado en la arena política en los noventa se escenificaba en la disputa rockera. Y que los redondos caían del lado de lo nacional y popular. Quizá por procedencia social y bagaje cultural, quizá por interpelar mejor la curtida sensibilidad de los pibes marginados, quizá por provocar la excusa para el movimiento y la entrega de los cuerpos al baile y al pogo; seguramente, también, por el hábil manejo de su imagen en su relación con los medios de comunicación de masas, y con lo que los pibes llaman, con inocencia, “el sistema” en general.
De todos modos, sigo pensando que hay una falsa antinomia entre el rock barrial y otras expresiones nacionales, que no son menos auténticas. Divididos y Soda con el folclore argentino, Los Piojos con el candombe, Los Cadillacs con la
salsa, los Decadentes con todo, por traer algunas bandas que volaban alto en mi ranking adolescente, tenían en común cierto riesgo en la búsqueda, en la fusión, en la apertura a los ritmos latinoamericanos. La mezcla, el sincretismo, la capacidad de nuestra cultura y nuestros artistas para procesar, jugar e incorporar esos mensajes que llegan “del afuera” se parece un valor a levantar.
Ni hablar del enfrentamiento imaginario entre rock nacional y de otras latitudes, en especial angloparlante. Quiero decir, por ejemplo, que Oasis representa para las clases trabajadoras inglesas algo muy similar a lo que representa La Renga para los pibes de las zonas fabriles del conurbano. En todo caso, hay un sesgo clasista en cierto medio pelo argentino que le impide ver la continuidad entre esos lenguajes, mas allá de la lengua en que las canciones sean cantadas. A mi modo de ver, entre los lenguajes populares pueden trazarse líneas de continuidad, en cuanto a lo que representan socialmente para sus respectivas sociedades. Por tomar un dato de la realidad, no es casual la onda que Carlitos Tevez pegó con Noel Gallagher, ni la posibilidad cierta de que compartan un escenario en cualquier momento. En ambos casos, cumbia y rock, y también en nuevas tradiciones como la electrónica, la joda se completa con el trípode universal del sexo y las drogas.
La actitud de rebeldía con lo establecido, propia del rock, un clásico que con los años de los rockeros, de las bandas y
del negocio se convirtió muchas veces en una parodia de sí misma se mantiene implacable en el Indio. En su apuesta a la calidad artística y en su lucidez y su coherencia política. Por eso, quién dice -terminemos por el final-, a lo mejor en Salta sea el momento del postergado debut ricotero.



"EL CONURBANO DESDE LA CAPITAL ES TOTALMENTE INCOMPRENSIBLE"



Vivió más de diez años vendiendo sus artesanías por la calle, estudió Letras y fundó El Interpretador, una de las primeras –y mejores- revistas virtuales sobre literatura, en la que empezó a publicar unos relatos que hablaban de una vida en el corazón del Conurbano matancero. Esas historias se volvieron un libro: Villa Celina, de lo más interesante de la nueva narrativa argentina de los últimos años; y en esa estela surgió El campito, una novela; y ahora está a punto de salir Rock barrial, su tercer libro. Juan Diego Incardona es el hombre detrás de esta historia. Hablamos con él una soleada tarde porteña. Lo que sigue es lo mejor de una charla imperdible. Bajada


Por Julia Mengolini y Federico Scigliano


-¿Cómo te presentarías?
-Viví 28 años en Villa Celina pero los últimos diez anduve como un gitano, pasé por mil barrios, de alquiler en alquiler. Cuando me fui de Villa Celina viví en carpa casi 5 años, siendo artesano desde el 95 hasta el 2008, al principio con una novia con la que viajábamos por todo el país. Todo un estereotipo hippie, con el pelo largo, el pañuelito, bien de la tribu urbana de los 90 del Conurbano. Estudié ingeniería mecánica y después distintas carreras. Hice Letras pero justo se interrumpió cuando empecé a salir de gira por el país pero cuando terminó mi relación terminaron los viajes también. Volví a la facultad y ahí me metí de lleno con la literatura y aunque la carrera no tiene mucho que ver con la escritura, sí me empezó a despertar el bichito. Pero la escritura empezó en mí mucho antes, de un modo mucho más amateur. Lo primero que hacía era escribir canciones para bandas del barrio.


-Dijiste que al principio imitabas a Borges y te salía muy berreta.
-Con la narrativa en realidad, no con lo primero que escribí que eran canciones y poemas. Cuando empecé con la narrativa fue justo cuando iba a la facultad y como que absorbí una idea falsa de la literatura, fue una etapa de copia, donde copiaba lo que creía que era “la literatura”. Me leí todo Borges y copiaba, pero no tenía nada que ver conmigo, aunque fue como un campo de entrenamiento. Eran cuentos con palabras difíciles.


-Te pasa al revés que a todo el mundo. Borges no invita a escribir, ¡más bien invita a no querer escribir nunca en la vida!
-No sé si eso tiene que ver con los escritores que uno lee. Estas cosas son vocacionales de verdad y creo que en mí esto ya estaba hacía mucho tiempo. En un momento agarré un modelo, que fue Borges como podría haber sido cualquier otro. Después lo superé, por suerte.


-Estuviste en la fundación de El interpretador, uno de los primeros sitios sobre literatura que se hicieron acá.
-Para mí fue algo muy importante El interpretador me hizo crecer un montón. Fue como una de las primeras revistas literarias digitales argentinas. Yo ya venía publicando a finales de los 90 en algunas revistas españolas, y en algún momento se me ocurrió copiar el modelo. La idea era hacer una revista tradicional en internet. Con tapa, en bloque, sumario, contratapa, consejo editorial. Había mucha discusión atrás. Para mí fue muy importante porque durante el proceso de la revista yo cambié mi poética. Estaba con todo eso borgeano, pero en las reuniones de la revista yo contaba historias del barrio y ellos fueron los que me dijeron “dejate de romper las bolas con Borges” y me alentaron para que me pusiera a escribir sobre Villa Celina y ahí tímidamente escribí el primero de los relatos que fue “Los Reyes magos peronistas”.


- Publicaron cosas tuyas en España. ¿De qué manera se puede exportar algo con tanta idiosincrasia nacional?
-En realidad eso fue en la primera etapa. Es verdad que yo giré a una vertiente de la literatura más que argentina, latinoamericana. Leo de todo pero cuando escribo trato de cargarlo de referencias reconocibles, incluso muy específicas como lo que puede ser un barrio, que es más chico que una provincia, más chico que un país. Es parte de la poética, ser bien particular.


-¿Cuando escribiste Villa Celina?
-Empecé a escribir los relatos sueltos que publicaba en El interpretador en el 2005 y de a poco el universo se me fue armando. Un poco con mi vida, recuerdos, quizá muchos cuentos son anécdotas tal cual yo las recuerdo y otras son medio ficcionadas, pero en un momento me di cuenta que había un universo literario que ya excedía al barrio y que ya estaba funcionando un sistema. Ahí no sólo salió Villa Celina, también El Campito y ahora Rock Barrial. Ningún libro se repite y todos continúan un mismo universo. Villa Celina es como la matriz.


-Villa Celina es un libro de época, claramente entroncado en un momento en el que se empieza a releer el Conurbano, en un momento que empieza a aparecer una versión más amable del peronismo. ¿Eras consiente que escribías eso?
-Al principio no. Cuando publiqué los primeros cuentos todavía no se había puesto de moda el peronismo en la literatura. De hecho, cuando sale “Los reyes magos peronistas”, tuvo mucho impacto por eso, porque nadie escribía sobre peronismo. Sí evidentemente se empezaba a forjar un caldo de cultivo que tenía que ver con lo actual, con el gobierno y con las políticas que se empiezan a implementar en la época. Pero tenía mucho que ver conmigo y con la Matanza. Yo me puse a escribir de Matanza donde todo es peronismo pero por una manifestación cultural. A lo que voy es que no era el plan escribir un libro peronista, pero sale un libro peronista porque era un libro matancero. No podía ser de otro modo. Y después claro, se enmarca como anillo al dedo en lo que empieza a ser en las distintas manifestaciones artísticas una revitalización de una estética que trabaja con el peronismo.


-¿Esperabas la repercusión que tuvo Villa Celina?
-No, no la esperaba. Yo tenía mucha expectativa cuando publiqué Villa Celina pero era una expectativa personal. Pude homenajear, documentar a mis amigos, a mi familia. Pero nunca pensé que iba a tener tanto alcance.


-¿Fuiste amigo de Pity Álvarez?
-No sé si la amistad se acaba, nunca nos peleamos, lo que pasa es que no nos vemos hace miles de años. Fuimos muy amigos en el colegio.


-¿Qué te pasa cuando lo ves tan quemado?
-No sé lo de quemado. En realidad estamos todos quemados. Las personas no parecen quemadas hasta que te ponés a hablar con ellos y te das cuenta que están hechos mierda. Sí me pone mal cuando lo veo triste. Por otro lado hay cosas de él que admiro, que siempre admiré, incluso antes de que fuera famoso. Esa personalidad que tiene ya la tenía en el colegio. En el colegio ya era Pity, era el líder de la división, tenía mucho carisma, y ya tenía su relación con las drogas.


-Hay muchas bandas que salen de Villa Celina, ¿cómo se explica ese semillero?-
-El libro que sale ahora Rock barrial, es un poco esa historia. Por eso digo: para mi Villa Celina es como una matriz donde podés continuar una línea. El campito continúa toda la línea del peronismo. Villa Celina está muy ligada a la historia del peronismo, como toda La Matanza. Después todo lo que es el rock barrial me parecía que merecía otro libro, pero tratando de de problematizarlo. Muchas veces a mí me etiquetaron como “el escritor chabón”, son etiquetas que después se caen si vos seguís trabajando en tu búsqueda artística. Pero la propuesta de este libro es mucho rock, pero mucha fábrica, o sea, el rock barrial bien pegado al mundo del obrero. El rock barrial nace en los 90 en esos barrios y los pibes de las bandas son hijos de desocupados, muchos de ellos suicidas. “Cuando los oficiales torneros se suicidaban en masa, los hijos se juntaban en las esquinas a tocar sus primeras canciones”. Un poco es eso, son los hijos de los suicidas, literalmente o no, de los 90. Es una mezcla que hasta ahora nadie había trabajado. El rock barrial no solamente se relaciona con el alcohol y la droga, es mucho más que eso. Aparte el rock barrial me interesa porque despierta muchos prejuicios y cuantos más prejuicios despierten las cosas más me interesan para trabajarlas artísticamente. El rock nacional- que amo- es como Mozart frente al rock barrial. Los viejos próceres del rock nacional desprecian al rock barrial, no le ven nada bueno. Para mí, esas manifestaciones son dignas de analizar y de buscarle sentidos y cruces que dicen mucho más que una lectura plana en la que rock barrial es alcohol, drogas y todos hechos mierda.


-Lo que dicen que es que hay como una especie de aplanamiento, que allí no hay más que subjetividades arrasadas por la pobreza. Hay como una mirada de clase sobre ese mundo, de viejos rockeros que son todos hijos de la clase media argentina.
-Totalmente y el rock barrial no es de clase media, es de clase obrera. Después se podrá discutir si tiene más calidad o no pero está dentro de la manifestación cultural. Los Redondos, que son difíciles de encasillar dentro de algún tipo de corriente, para mí, dentro de los paratextos que armé funciona también articulado dentro del rock barrial, simplemente porque todos los pibes de Villa Celina que tenían su banda, escuchaban a Los Redondos. Entonces también en el imaginario son parte del rock barrial, por el mundo que arma. Los límites siempre son difusos. Pero a mí lo que me interesa es eso de que hasta cierto momento en el Conurbano, las instituciones eran los espacios que contenían a la comunidad. Ahí estaban los bailes, ahí estaban las peñas, los grupos juveniles de la parroquia, la unidad básica. Y en un momento todo eso se empieza a encerrar, se empieza a enrejar. Hay mayor violencia, cambian las drogas y empieza a haber una cultura de la esquina como no había antes. Siempre hubo esquina, pero en los 90 explota. Los 90 parecía Liverpool. En todas las esquinas había pibes zapando. Empezábamos a escuchar blues, rock y los pibes empezaban a armar su propio mambo. Pero es la manifestación cultural lo que más me interesa del rock barrial, y se da mucho en el oeste. En el oeste está el agite.


- Alrededor del Conurbano hay montones de prejuicios sobre todo en lo que respecta a la política. ¿Qué le decís al mito del clientelismo?
-El Conurbano desde la Capital es totalmente incomprensible. Siempre va a ocupar el lado de la barbarie y todo va a ser leído desde ese lugar. Y reducir el peronismo al clientelismo, al punterismo, a eso de “por el pancho y la coca todos te votan” es una lectura idiota, hasta inocente de todo un proceso histórico de larga data, de sentimientos, de un montón de manifestaciones culturales que se fueron dando a lo largo del tiempo, de un montón de logros que tuvo la clase que habita esa zona. Me parece una reducción tan ridícula que no merece respuesta. Y además, no es así. Por supuesto que hay punteros, que hay caudillos, pero la política es así. También hay un espíritu comunitario en el Conurbano, que no lo tiene la Capital y del cual el peronismo forma parte. Dudo que una asamblea de carácter progresista de la Capital pueda hoy compararse con la vida comunitaria y las decisiones colectivas que se toman permanentemente en temáticas que tienen que ver con la comunidad. En los barrios existe eso todavía. No se trata de idealizarlos porque la cosa se fue transformando. El primer cordón hoy por hoy está súper edificado, los potreros se perdieron y un poco esa vida comunitaria está desdibujada.


-También está la visión de que el Conurbano está cada vez peor. ¿Es así o es culpa de Rolando Graña y Policías en acción?
-Hay algo que no se puede negar. La droga en el Conurbano corre como el agua. Yo amo Villa Celina y amo el Conurbano pero no puedo dejar decir que no está bueno que haya tanta droga que hace mierda a la gente. Son muchos los amigos que están quemados por el paco. Eso me parece que es un retroceso y no sé de qué manera se soluciona. Obviamente no a través de la mano dura pero hay que seguir trabajando para contrarrestar eso con mayores posibilidades de trabajo, de salud, de educación.


-El descubrimiento del Conurbano que proyectás vos y otros, se contrapone a uno más mediatizado donde la gente se caga a piñas todo el tiempo.
-Puede ser que ambos estén extremados porque ninguno dice la verdad. Es una mezcla de los dos discursos. Yo creo que en Villa Celina y en Rock Barrial, está ese cruce. Está el cuento más feliz, un poco en la idea de la comunidad organizada, pero también están los cuentos violentos, las luchas de pandillas, está a droga. Como que me interesa mezclar las dos cosas dentro de las mismas obras.


- “Uno se para donde nació. Ahí está el punto de vista del observador” decís en Villa Celina. ¿Qué quiere decir?
-Quizá yo hoy podría modificar la oración y decir “uno se para donde creció”. La infancia, la adolescencia y la juventud, es una época fundamental de cada persona y eso moldea muchos modos de pensar y de ver las cosas. Todo nuestro sistema de relaciones sociales transcurre ahí. Y quizá sobre todo se fortaleció una sensación de pertenencia. Todo esto está apareciendo en mis libros pero no sé si siempre va a ser así. Si en un momento se agota iré por otro lado. Los intereses son muchos. No necesariamente hay que buscarlos en una geografía pero la geografía me permite explorar otras cosas que también son materiales para mí interesantes e intensos que tienen que ver con el trabajo porque hay muchas palabras que no son literarias en los oficios. Todo lo que no tenga literatura a mi me interesa para literaturizar.


-No hay muchos autores de la periferia, ¿no?
-Están apareciendo algunos autores que se sitúan ahí o que trabajan la cultura del Conurbano. Y está bueno porque contrarresta esa visión que predominó en la literatura argentina donde la periferia se representaba como un viaje que hacía el que vivía en el centro y se desplazaba. Ya desde “El matadero” de Esteban Echeverría, un tipo que vivía acá, iba hacia allá y le pasa algo, un encuentro violento y además un encuentro sexual. Eso del choque de clases produce un encuentro sexual violento. Hasta en Okupas el protagonista va al Docke y lo quieren violar. Es como una reescritura de “El matadero”. Siempre, si vas al Conurbano, te quieren violar.


-¿A qué le decís ni a palos?
-Ni a palos a la traición.


INDIE PULENTA




Desde hace un tiempo, la escena porteña de lo que comúnmente se conoce como “indie rock” se ha visto conmovida por la irrupción de bandas de forajidos que provienen del sur del Conurbano y de la ciudad de La Plata, que también se autodefinen como “indies”, pero que comparten códigos, estéticas y maneras completamente diferentes a las bandas de la Capital. Algunos no tardaron en ponerles el mote de “Indie Cabeza”, para diferenciarlos del “indie correcto” que surgió en el Conurbano durante la década del noventa. Los Reyes del Falsete, Mármol R, Androide Mariana, Viva Elástico, Los Totales, Los Dulces, Excursiones Polares y Segba, son algunos de los nombres de esta vitalidad rockera de esa tierra irredenta y picante, ahí nomás de la frontera porteña.


Por Fabián Rodríguez.


A fines del año 1992, los votantes de la todavía por entonces influyente encuesta anual del Suplemento Sí de Clarín, decidieron elegir como banda “revelación” a Los Guarros, grupo de rock liderado por Javier Calamaro. Con el voto consagratorio del Sí, Los Guarros comenzaban a subir la escalera que los podía llevar a ese sitial que ocupaban otras bandas ya consagradas como Rata Blanca, Los 7 Delfines, o Los Ratones Paranoicos.


Por otra parte, las bandas y solistas con más trayectoria habían descubierto la máquina de hacer salchichas, y se dedicaban a sacar un disco por año, para luego salir de girar Latinoamérica (Soda Stéreo, Charly García, GIT, Fito Páez, etc.). A mitad de camino entre estos dos mundos, Divididos y Las Pelotas (vía fiestas del Condon Clú) comenzaban a surcar un territorio que luego quedaría fértil para que apareciera, unos años más tarde, el rock barrial o “chabón”.


Este era el atractivo artístico que podía ofrecer el “Rock Nacional”, para la década que recién comenzaba. El neoliberalismo no solo venía con planes económicos debajo del brazo, sino que también traía una receta para achatar a una de las expresiones más dinámicas que tenía la cultura de aquel entonces.


Hasta ese momento (principios de los noventa), la relación del Conurbano bonaerense con el rock local se limitaba casi pura y exclusivamente a dos bandas y una canción: Sumo, Vox Dei, y “Avellaneda Blues” de Manal. El resto del Gran Buenos Aires era visto simplemente como un gran mercado potencial de escuchadores de discos y concurrentes a los shows. A nadie se le hubiese ocurrido, apenas unos años antes, que la gran renovación del rock argentino llegaría proveniente de las tierras allende la General Paz, y sin boleto de vuelta, a bordo del ferrocarril General Roca.


Como el objetivo de casi todas las bandas era llegar a tocar en la Capital, las dificultades al momento de trasladarse hacían que muchas veces se prestaran los instrumentos y, en algunos casos, hasta los integrantes. De ahí a tocar en los discos de los otros o armar giras en común por la Costa Atlántica, pasó poco tiempo.


En el aspecto artístico, la relación de algunas de estas bandas con “lo barrial”, se expresaba de diferentes maneras, pero por lo general solía verse reflejada en las historias de algunos personajes locales que formaban parte de sus canciones, o que participaban de los video clips. En algunos casos, el barrio había sido ese lugar de tránsito entre la infancia y la adultez. Pero en otros, el barrio formaba parte de todo el andamiaje conceptual con el que se manejaban. Los dos ejemplos de esto último fueron sin duda Babasónicos y El Otro Yo.


Aunque con propuestas estéticas muy diferenciadas, tanto Babasónicos como El Otro Yo fueron quienes mejor interpretaron la esencia conurbana que traía consigo toda esta nueva ola. Demostraron, por ejemplo, que no hacía falta cantarle al faso y a la birra para hablar del barrio. Cuesta imaginar qué habría sido de las vidas de Adrián Dárgelos y los hermanos Aldana si en lugar de nacer en Lanús y Temperley hubieran nacido, por ejemplo, en Torquinst.


A principios de 1993, por iniciativa de dos productores de shows y un periodista (casualmente del Sí de Clarín), comenzó a gestarse en la Ciudad de Córdoba, un festival que reuniera a aquellas bandas que venían teniendo cierto éxito en los sótanos de Buenos Aires y sus alrededores. Los shows se llevaron a cabo los días 13 y 14 de mayo en el Polideportivo General Paz y en la grilla de programación se encontraban Los Brujos, Martes Menta, Peligrosos Gorriones, Juana La Loca, Babasónicos, Tía Newton, más los locales Rastrojero Diesel y Abuelas Mecánicas, entre otros. A la hora de ponerle un nombre al festival, los organizadores no dudaron y bautizaron al emprendimiento como “Nuevo Rock Argentino”.


La convocatoria fue tan exitosa que el festival se siguió repitiendo hasta el cansancio.
Los festivales del “Nuevo Rock Argentino” se convirtieron en un emblema, y aunque sus grillas de programación contenían una diversidad musical que muchas veces hasta era difícil de comprender, le terminaron dando el nombre a toda esa gran movida de bandas que nadie sabía muy bien cómo encasillar.


Roberto Pasquale fundó, junto a Rodrigo Martín, Juana La Loca, uno de los grupos fundamentales para comprender qué cosa fue el “Nuevo Rock Argentino”. Sobre si el conjunto de bandas que emergieron en la zona sur a principios de los noventa formaba o no parte de una movida, el ex guitarrista de Juana afirma que “en aquel momento yo creía que sí, porque en cuanto el periodismo descubrió lo que estaba pasando, no tardó un segundo en ponerle un nombre. Se empezó a hablar de la movida ‘alternativa’ o ‘sónica’, pero la verdad que pensándolo a la distancia yo creo que eso no existió. Lo que sí había en común era que se trataba de algo nuevo, en todo sentido, pero había muchísima diversidad, desde todo punto de vista: desde lo musical hasta lo estético”.


Siguiendo la orientación que nos da Pasquale, podemos decir que aquellas bandas del Conurbano podían diferenciarse entre dos grandes grupos a simple vista: los que cuidaban de sus propuestas estéticas (Juana La Loca, Los Brujos, Babasónicos, La Nueva Flor), y los que no prestaban demasiada atención a lo que podía pasar arriba del escenario (El Otro Yo, Peligrosos Gorriones, Suárez).


El decenio 1995-2005 significó el crecimiento y la consagración de algunas de las bandas que formaron parte del “Nuevo Rock Argentino”. Algunas quedaron en el camino, pero todas dejaron más o menos una huella, aunque más no sea en el disco rígido de las influencias musicales para las generaciones que unos años más tarde vendrían a tomar la posta.


En el medio de todo, colapsó un modelo de país, que no solo amagó con tragarse todo lo que había sino que dejó una marca indeleble en lo que hace al consumo cultural por parte de las capas medias y medias bajas de población. En lo que al rock se refiere, terminó de ser expropiado por las grandes corporaciones y no sólo fue convertido en una mercancía más, sino que además se volvió caro, de mala calidad y con la fecha de vencimiento pasada.


Habiendo sido cooptadas las bandas más interesantes que en su momento vinieron a renovar la propuesta artística del rock argentino, a mediados de esta década el panorama parecía nuevamente bastante desolador. Pero así como en los noventa hubo una serie de factores económicos, sociales y culturales que fueron creando las condiciones para que desde el conurbano subterráneo surgiera un dispositivo contra cultural, en este década también se pueden encontrar algunas claves que operaron a la cultura rock “de afuera hacia adentro”. Esas claves, directa o indirectamente, hay que buscarlas en todo lo que ha promovido ese huracán de políticas públicas que hoy comúnmente se conoce como “kirchnerismo”.


Para el sociólogo Diego Vecino, el kirchnerismo ha generado una recomposición material y simbólica de las clases medias, siendo estos dos fenómenos que se dan en paralelo y se retroalimentan. “Recomposición simbólica significa que, a diferencia de como era en el menemismo, una amplia franja de las clases medias genera identidad ‘hacia abajo’. De manera muy compleja, la épica vitalista que crea tu blog (N. del R: se refiere al blog Conurbanos) es una muestra de ello. Y aparece todo lo que es el imaginario suburbano del oeste y, sobre todo, del sur del Gran Buenos Aires, donde hay una recreación muy nítida de la tradición del ‘rock chabón’, que la burocracia universitaria siempre leyó conchetamente como algo ‘conservador’, y que hoy demuestra que era todo lo contrario”.


La denominación de “rock chabón” engloba no solo a aquellas bandas que le cantaban a la esquina o a la birra, sino también entran allí todos aquellos artistas que tienen lazos identitarios con las localidades del Conurbano de las cuales provienen, y que no reniegan de su subjetividad conurbana. Más bien todo lo contrario.


Por otra parte ahora, a diferencia de lo que ocurrió en los noventa, las “bandas nuevas” se identifican claramente con los tiempos políticos que les toca vivir (algunos de sus integrantes directamente se definen como kirchneristas). El movimiento ya no es contra-cultural, sino que por el contrario, tiene pretensiones de ponerse a la vanguardia de los cambios que se reivindican.


Los Reyes del Falsete (Adrogué), Mármol R. (Mármol), Androide Mariana (Lomas de Zamora), Viva Elástico (Longchamps), Los Totales (Berazategui), Los Dulces (Sarandí), Excursiones Polares y Segba (estas dos últimas de Quilmes), son algunas de las bandas que definen lo que hacen como “pop barrial” o “indie cabeza”. Si bien se hacen cargo de su propio recorrido, al momento de identificarse con algunas de las bandas de los noventa, eligen a aquellas que no se preocupaban demasiado por su propuesta artística, sino que más bien privilegiaban su performance musical, el ruido de guitarras y el desorden de las voces.


Roy Milan Johansen es guitarrista y vocalista de Excursiones Polares, banda quilmeña con influencias que van desde Manal hasta Arctict Monkeys, y reconoce que la música que interpretan está completamente condicionada por el lugar en el mundo en el que le ha tocado nacer: “No me imagino haciendo música o componiendo en otro lugar que no sea Quilmes o Bernal”. Para Roy, el fenómeno de la renovación rockera se vuelve a dar en la zona sur del Conurbano y se extiende hacia La Plata, porque lo que termina haciendo la diferencia es la predisposición del público para recibir a los músicos: “Tanto en zona sur como en La Plata, la gente va a escuchar a las bandas, mientras que en Capital los músicos nos hemos convertido en meros accesorios de los locales en donde vamos a tocar. Falta que nos pongan en la carta y ya está”.


Si bien dentro de Excursiones Polares conviven varias expresiones políticas, Roy no duda en definirse como partidario de muchas de las medidas que ha tomado el gobierno nacional. “Es un momento en el cual nosotros, como artistas ponele, no nos podemos hacer los distraídos. Si los pibes nos vienen a ver, yo quiero que sepan qué es lo que pienso, por más que en mis letras no hable de política.”


La Seattle bonaerense
Consultado por Ni a Palos, el periodista especializado y organizador de los “Festipulenta” Juan Manuel Strassburger, no duda en afirmar que a la hora de echar un vistazo acerca de lo que está pasando con el nuevo “indie”, hay que prestar atención a lo que ocurre en la Ciudad de La Plata. El sonido o la movida platense es una de las que más ha crecido en estos últimos años.
La relación con las bandas que surgieron a mediados de los noventa está dada por la cuestión amiguera que tienen los grupos de La Plata, ya sea para organizar recitales, grabar discos o para moverse en el circuito porteño, siempre difícil para todos aquellos que vienen de afuera. Otra similitud con las bandas del “Nuevo Rock Argentino” es el hecho de haber compartido a uno o varios de sus integrantes entre varias de las bandas. Pero hasta allí llegan las coincidencias.
La apertura musical que tienen las bandas platenses de hoy (igual que las del Conurbano) es mucho más valiosa e interesante que la de hace quince años atrás.
La mirada de lo que pasa a su alrededor también es diferente porque lo que pasa alrededor es muy distinto de lo que ocurría en los noventa. Al escepticismo del rock alternativo, el indie platense contrapone definiciones políticas muy precisas: varios de los rockers platenses se identifican con el peronismo y/o con el kirchnerismo.
El Mató a un Policía Motorizado, 107 Faunos, La Patrulla Espacial, Sr. Tomate, La ola que quería ser Chau, y El Perrodiablo, son algunas de las bandas indispensables para comprender el fenómeno.


Werner Schneider, bajista de La Patrulla Espacial, prefiere no hablar de “movida” y afirma no estar muy seguro de la existencia de una “escena” platense: “Cuando nosotros llegamos a La Plata nos vinculamos con los chicos que hoy forman bandas como El Mató o 107 Faunos, e incluso compartimos algunos proyectos en común. Pero fue nada más que eso. Nosotros venimos de un palo completamente distinto y más allá de la buena onda que hay, no compartimos mucho más entre las bandas de acá”.


De las bandas que fueron protagonistas de la explosión musical a mediados de los noventa, Werner rescata a Estupendo (el proyecto de Sebastián Mondragón, otro ex Juana La Loca) y Las Canoplas (banda platense que hoy está considerada como de culto), aunque aclara que en su Comodoro natal, las bandas de los noventa que más se escuchaban eran 2 minutos y Fun People. Un poco más acá en el tiempo, el bajista de La Patrulla destaca a Los Natas, como una banda fundamental en las influencias musicales que lo han empapado en los últimos años.

¡VOLVIÓ LA CRISIS!


Por Martín Rodriguez y Federico Scigliano


¿Volvió la política? ¿Se vino el zurdaje? ¿Volverá la híper? ¿Vuelven Los Redondos? Al final, volvió la Crisis. Crisis not dead. La revista que enseñó a una generación a conciliar el sueño, que puso todo el corazón del arte y la cultura al rojo vivo de la política y que fue marca. Esta vez, bajo el signo de otros tiempos, haciendo preservar sólo la estela del nombre. Bajo el peso de una generación cuya genética ha nacido de la crisis. Hablamos con Mario Santucho, Hernán Vanoli y Enrique Orozco, algunos de los que tejen y destejen ese volver a empezar.


La historia reciente es sencilla: Susana Etchegoyen, una antigua militante de la Juventud Guevarista que también fue diputada del globo efímero del zamorismo después de 2001, tenía la idea de reeditar la vieja revista Crisis. Una revista que hizo historia en los 70, y que en los años 80 revivió no una sino tres veces con resultado irregular en el medio de una década de combustión económica. Entonces, a Susana se le ocurre llamar a Mario Santucho. Incluso ella ya había hecho el trámite legal necesario para disponer de la marca y poder sacar la revista, pero era como una brasa en la mano. Algo hermoso pero que se quería sacar de encima, en el mejor de los sentidos. ¿Por qué llamó a Mario Santucho? Porque participaba del Colectivo Situaciones, un grupo que fue un sello de la crisis de 2001, que ensayó como ningún otro una nueva forma de nombrar las cosas pasando en limpio el vocabulario de la lucha callejera, piquetera y horizontal que reflejó la resistencia más lúcida a la crisis. Esa intuición de Susana (¿en qué manos poner la vieja marca de “Crisis”?) fue audaz y sutil. Situaciones, como parte del magma militante de todo lo que rodea a 2001, fue quien más lejos llevó el ensayo de una nueva lengua política, a riesgo incluso de perderse en los fuegos fatuos de una producción crítica y teórica deslumbrada por las diversas formas que adquiría la fuerza social de lucha. El toninegrismo, el zapatismo, el autonomismo, la relectura incesante de la herencia de Cooke o el Che, de la lucha armada, todo bajo una sola nota coherente: desconfianza hasta la médula de todo ese sistema político corporativo de partidos. La irrupción del 2003 los abrigó de un modo sombrío: la crisis no desaparece. Muta. Se transforma. Sorprende.

¿Qué era “Crisis”?

La revista tuvo un período clásico en los años `70. Después, registra un período en los `80 que se divide en tres: primero la saca Vicente Zito Lema hasta que la hacen cerrar porque, horror, “cuando vino el Papa armó un número muy fuerte contra él”. Aún en esa época la marca la controlaba la familia de Federico Vogelius, un mecenas que originalmente había puesto la plata. Después llega la etapa de Eduardo Jozami que, según las versiones, la convierte en una suerte de órgano de la “Renovación Peronista”. Y la tercera versión ochentosa es la de Pedro Cazes Camarero. Todo parece absorbido por el agónico intento de aquella primera década democrática por dar vida a algún resto productivo de los años 70. Porque eso fue Crisis: una revista que nació en pleno 1973 y languideció en agosto de 1976, en los primeros meses de esa dictadura a la que no hace falta adjetivar más.
Dice Hernán Vanoli para ubicar el rastro difuso que dejó la vieja revista: “Yo la idea que tengo, si bien la leí fotocopiada en gran parte, es que era una revista que construía un lugar interesante en el cruce de lo que es la cultura y la política…”. No mucho más, y no lo dice cualquiera. Vanoli forma parte del colectivo editorial de la nueva revista junto a Mario Santucho, Enrique Orozco, Daniel Riera, Martín “El Rata” Vega, Diana De la Fuente y Martín Felipe.
Seguimos. Cuando convocan a Situaciones Mario cree que no daba como proyecto para el colectivo, y entonces lo conversa con el periodista Diego Genoud, y desde ahí empiezan a cranear la idea de construir un espacio donde se reunieran diferentes recorridos que, sugiere, “surgieron a partir del 2001 como punto de experiencia fuerte”. Así, ensaya el árbol genealógico de su generación y la motivación central de agarrar la herencia: que sea una revista generacional.
“Por un lado el surgimiento de HIJOS, a mediados de los `90, significó la aparición de otra generación en la política. Y después, el 2001, como acontecimiento político fuerte que organiza una manera de pensar tanto la crítica como la política, la crisis de representación. Nuestra idea, entonces, es tratar de unir diferentes recorridos en ese sentido, y ahí constituimos un colectivo editorial que más o menos expresa esos recorridos, con un grupo de gente de nuestra edad.” Todos giran alrededor de los 30.
Los muchachos no se hicieron tanto cargo de lo que era la revista, sino más bien la idea era empezar de cero. Sin embargo, ¿cómo procesaron aquella experiencia de revista exitosa del `70, en un clima actual donde parece que “todo vuelve”? Para Santucho lo más interesante que tuvo esa revista en su edad dorada “es que intervino en un contexto de politización muy fuerte no poniendo en circulación un discurso especialmente político, de jerga política. No participaba del tipo de discursividad política que era hegemónico en ese momento, que era la que producían las organizaciones políticas revolucionarias. Era muy política la revista y sin embargo ponía en juego otros discursos…” Es decir, se trata de la recuperación de una actitud que puede ser permanente ante la historia.
“No estamos pensando una reedición ni una vuelta a esa revista. Si sacamos Crisis hoy es porque permite una especie de piso desde el cual es posible construir algo. Si nosotros hiciéramos el esfuerzo de construir una revista nueva, de la nada, de cero, con un nombre nuevo, sería casi imposible poder proponer una publicación que tenga un espacio más o menos potencial…”
Agrega Vanoli: “Crisis eran muchas cosas inclasificables, porque no era muy periodismo, no era muy ensayismo, buscaba esa cosa híbrida, y me parece que esa tensión se nos reproduce un poco a nosotros en las discusiones que tenemos, sobre las notas, porque hay veces que salen cosas muy ensayísticas, salen cosas muy periodísticas, y siempre estamos como en el medio buscando eso. Esa incomodidad que había en Crisis es la que nosotros retomamos…”.
A Vanoli le interesaría que en Crisis estuviese la poesía de los `90 o la discusión de la narrativa, pero desde una mirada analítica, “no que aparezca una cosa ahí aislada, brillante, enceguecedora, que el que la agarra dice ‘¿de donde carajo salió esto?’. Y explica: “La idea es romper microclimas, ahí hay una especie de cosa intermedia, entre salirse de la cosa más coyuntural que ya está clara y polarizada, y también salir de los microclimas donde nos refugiamos, una cosa demasiado constituida, para armar algo intermedio que tenga capacidad de intervenir en la política, de alguna manera, y que también genere un espacio de intercambio, de composición y de contaminación de esos lugares donde se están produciendo cosas, pero cuando se encierran se quedan sin capacidad de afectar a la vida social y colectiva.”
Si esta nueva Crisis se va a instalar con el propósito de ser una revista cultural, entonces tendrá que entrar en el interminable diálogo con las revistas culturales argentinas y su historia. El mundo cultural patrio tiene una vasta tradición de revistas que fueron, al mismo tiempo, verdaderas máquinas de traducción cultural y de intervención en el canon literario. ¿Qué piensan de esto los nuevos Crisis?
H. Vanoli: “Para mi no hay que hacer eso, me parece que primero hay que plantearse el lugar y la función que puede llegar a tener la literatura en la sociedad, antes de seguir repitiendo maneras que ya fueron usadas en el pasado, cuando tal vez ,lo literario o la literatura tenían otra función o se le reclamaba otra función, por ejemplo, uno piensa en los `80, alfonsinismo, etc., un poco lo que se le reclamaba a la literatura era una misión muy ambiciosa: que reconstruya la cultura democrática, y después hay como una decepción muy rápida con eso, por toda esta cuestión de la video política que también es bastante exagerada por el campo intelectual. Y ahora hay un problema de base para hacer ese tipo de operaciones… Lo que es la nueva narrativa argentina no existe, son un par de antologías y nada más, no hay una unidad, una programática, ni estética ni política, es un reflejo un poco del tiempo, una expresión del tiempo, son todos tipos muy atomizados, que están luchando por sus egos personales, entonces, ponernos a construir en una revista un canon tan fuerte, me parece que sería una exageración, un gesto. Tal vez es más interesante agarrar una serie de obras y atravesarles una lectura. Para formar canon, la Facultad de Letras ya lo hace. En este primer número lo único que sacamos de literatura es una nota que hizo Santiago Llach sobre Anagrama como una entidad ideológica, un proyecto, qué significa que esté en Página 12, etc., pensar esas configuraciones más que pensar si está bueno el último libro de Bolaño, porque a mí me interesa más que hablar de Bolaño en sí, cómo es apropiada esa obra, qué debates genera…”

El aguante de los inmaduros

La vieja revista tenía un dossier. La nueva revista tiene un “Manifiesto” que, lejos de lo que parece, no está pensado en el sentido de manifiesto político que dibuja un cuadro de situación y hacia dónde hay que ir, sino que se trata más bien de una foto compuesta de cinco notas unidas por la consigna (“El aguante de los inmaduros”) que va ilustrando lo que se vivió (y que tuvo como sujeto y objeto a los jóvenes) este año en Baradero, en Bariloche, y la explosión política de los secundarios porteños.
El número incluye una entrevista fuerte a la socióloga boliviana Silvia Rivera, a la que Enrique Orozco llama “un diálogo en tensión con el gobierno de Evo Morales”. Y ahí aparece el debate sobre el Estado. “Diciéndolo burdamente –explica Enrique- se podría decir que la mina lo corre a Evo por una serie de lugares, lo corre desde la sociedad, hay como un destacado que dice ‘El estado no entiende mi lenguaje y yo no entiendo el suyo’, Silvia Rivera está obviamente comprometida con el cambio social, apoya lo que está pasando.” Y por reflejo de algún modo actúa como el lugar de conflicto en el que el propio colectivo editorial coloca al Estado. Como dice Santucho: “Asumimos que hay un problema en esa relación con el Estado y la política desde el Estado”, pero, concluye, “lo que pensábamos en el 2001 no es lo que pensamos ahora”.
El kirchnerismo, piensa con desganado humor uno de los dos cronistas, resulta una presencia relevante por su ausencia. Como los camellos del Corán, según la visión de Borges, cuya invisibilidad es la prueba más contundente de su presencia. Crisis es una revista que intenta concentrarse en un clima de época, parándose tanto sobre el piso de una historia (la historia de la revista) como en el piso de una situación y una acumulación histórica que ya soltó amarras con la historia de aquellos años. Y Santucho es conciente de ese proceso de fundido encadenado que se produce entre dos simbólicas: “para mi hay dos imágenes de la política en la Argentina, una en los `70 y otra en el 2001, hay dos imágenes de la política emancipatoria, de la radicalidad política como apertura de la posibilidad de una ruptura transformadora, que son los `70 y el 2001, la idea sería hacer una operación de vincular eso, pero con una vuelta de tuerca, y es que la prioridad la tiene el 2001, y se piensa la política desde el 2001 y se piensa incluso una genealogía y una tradición política desde el 2001. En ese sentido, hay una necesidad de invertir la operación kirchnerista. Porque repensando el kirchnerismo, creo que también hay que ver que los momentos de verdad política que hay que registrar para gobernar son los `70 y el 2001, pero para mí la prioridad discursiva kirchnerista son los `70. Y a nosotros, como generación, el 2001 fue lo que nos marcó políticamente. No nos marcaron los `70, nos marcó el 2001 como imagen de la política, como información genética de lo que es la política.


La nueva Crisis
En el editorial del primer número de la revista que sale este mes se dice casi todo lo que se puede decir sobre el pasado y el futuro. “Nos proponemos utilizar la fuerza que aquella historia conserva en la memoria de nuestros contemporáneos, como punto de partida para una creación sin garantías. Eso significa que el lector no encontrará en la nueva Crisis una reverencia especial a la Crisis del pasado. La aventura puede fracasar o puede conducirnos en un sentido innovador. Pero cualquiera sea el resultado, la apertura está determinada por una decisión: el ayer como recurso y archivo, no como meta ni medida.” Pero en algo este fundamento se materializa como decisión. Qué cambiar y qué conservar como propuesta de marca para el nuevo logotipo de la nueva revista. Diana De la Fuente, la diseñadora, describe la marca original: “De las muchas opciones disponibles para diseñar un logotipo, la revista Crisis de la década del ´70 decidió utilizar como logotipo la tipografía Clarendon. Esta familia tipográfica fue creada en Inglaterra a mediados del siglo XIX con fines publicitarios. En 1953 fue rediseñada por Hermann Eidenbenz, despertando un nuevo interés que, sumado a las tecnologías entonces disponibles, posibilitó la extensión de su uso a otros medios masivos como el editorial. De estilo egipcio-inglés y con una geometría marcada, presenta una particular relación entre los serif y las astas, y remates redondeados que la hacen una buena elección como marca visualmente memorable.” La decisión de Diana es la de re-pensar el logotipo. Y eso se debatió bajo un criterio: “procuramos un adecuado equilibrio entre conservarlo todo –que se nos presentaba como una actitud reverente y temerosa, que no correspondía con el partido conceptual de Crisis– y cambiarlo todo –una ruptura forzada, innecesaria e inconducente”. La tipografía elegida para esta reformulación se denomina Aurea. Fue diseñada en 1997 por el diseñador portugués Mario Feliciano basándose en la familia Clarendon (la utilizada en el logotipo de Crisis en las décadas del ‘70-‘80). “La variable itálica –dice Diana- aporta un nuevo dinamismo al logo, tanto por la inclinación diagonal como por la fluidez de sus curvas, especialmente en los remates y presentando una geometría menos rígida que la Clarendon original.” En definitiva trataron de conservar el espíritu de la marca original, “manteniendo su potencia visual y actualizamos su imagen con un repertorio de formas que intervienen en la época que nos toca manteniendo un importante nivel de referencia, interactuando con la memoria visual de aquellos que conocieron Crisis, ofreciendo una propuesta que interese a la vez a nuevas generaciones de lectores”.

MUERTES MATERNAS: UN OXÍMORON NACIONAL



La muerte de mujeres durante el embarazo, el parto y el puerperio es todo un género moderno que ocurre bajo el ala de la salud pública. Y muestran un escenario alarmante que revela las condiciones sanitarias de miles de mujeres pobres y jóvenes cuya maternidad resultó una condena a muerte. Una nota para conocer los detalles de este drama silencioso y silenciado.




Por Martín Rodriguez y Federico Scigliano


En la proximidad de la convención del día de la madre nos propusimos hacer un aporte amargo y díscolo poniendo el dedo en una llaga. Sucede que en Argentina la tradición matriarcal es trágica: es enorme la extensión de condiciones culturales que siguen sosteniendo que el destino sagrado e histórico de toda mujer es la maternidad y, al mismo tiempo, son enormes las deudas sociales y públicas que se tienen en torno al ejercicio libre del derecho a ser madre.


Y eso no sería todo (y todo lo asfixiante que podría ser) si no fuésemos capaces de enfrentar problemas, de abrir debates, de sincerar posiciones en torno a la maternidad.


Números comparativos


Hay un número estadístico: en Argentina la tasa de mortalidad materna es de 40 cada 100 mil niños nacidos vivos. ¿Eso es poco o mucho? Bueno, si lo miramos comparativamente con otros países de la región como Chile (19 cada 100 mil) y Uruguay (15 cada 100 mil) encontramos la real dimensión de la deuda que Argentina tiene con las mujeres en materia sanitaria.


Otro dato, no menos preocupante, es que el país hace dos décadas que no logra bajar significativamente este número, a pesar de los compromisos contraídos ante la Organización Mundial de la Salud de reducir cerca de un 5% por año estos guarismos.


Hasta acá los datos de una calamidad nacional. Pero no es todo: con cerca del 30 por ciento de todas las causas posibles de muerte materna, las complicaciones derivadas de abortos clandestinos son lejos el principal motivo de los decesos. Argentina es en la región, uno de los países con peores estadísticas para mostrar en relación a la incidencia del aborto en las muertes maternas, y comparte el podio continental de la debacle con Jamaica y Trinidad y Tobago, haciendo la salvedad de las obvias diferencias en el nivel del PBI, el desarrollo del sistema de salud y de la capacidad de intervención estatal que hay con respecto a los dos países hermanos caribeños.


Según el informe Situación de la Población en la Argentina de UNFPA (Fondo de Población de Naciones Unidas) publicado este año, en el país se practican por año entre 372 mil y 522 mil abortos.


El último dato, se cae de maduro: son las mujeres pobres las principales víctimas de esta situación que, además, muestra unas diferencias regionales que espantan (Jujuy, Chaco o Formosa duplican el promedio nacional de mortalidad materna, por ejemplo). La mujeres pobres que deciden interrumpir su embarazo se ven expuestas, dada la situación de clandestinidad del aborto, a prácticas extremadamente riesgosas para su vida.


Ante este cuadro de situación, la discusión sobre la descriminalización del aborto se impone sola, en la medida en que la magnitud del problema despega al debate de cuestiones morales, y lo pone inexcusablemente en la órbita de los asuntos atinentes a la salud pública.


Omisiones porteñas


En junio de este año, la revista de la Sociedad de Obstetricia y Ginecología de Buenos Aires (SOGIBA) presentó un informe llamado la “Omisión de registro de causas de muertes maternas en establecimientos de salud de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires año 2008” donde se revela un intersticio de las estadísticas de la salud pública porteña que, por suerte, no pasó desapercibido.


El objetivo principal de dicho estudio es el de “cuantificar el nivel de sub registro de muertes de causa materna ocurridas en establecimientos de salud de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) en el año 2008”, según explica.


La investigación desnuda una realidad a veces oculta y otras veces maquillada. Los datos estadísticos –se sabe, y se sabe en el país que aún discute qué hacer con el INDEC- son fundamentales para la toma de decisiones en cuanto a políticas públicas, en este caso de salud, ya que son orientadores de futuras planificaciones en virtud de lo que revelan. José María Neira, joven psicólogo de amplia experiencia en políticas públicas de salud, los define de este modo: “los datos son los que brindan o restan relevancia a los problemas de salud de la población según el nivel de prevalencia o la incidencia de alguna enfermedad”. Y ofrece un ejemplo: “en 2009, con la epidemia de Gripe A, los casos nuevos de gripe obligaron al Estado Nacional a hacerse cargo de esta problemática.” ¿Qué permitió eso? En lo que va de este año no hubo ninguna muerte por Gripe A gracias a una efectiva política de prevención del virus H1N1 por parte del Ministerio de Salud Nacional.


La omisión revela otro aspecto, y es la existencia de un sub registro de muertes maternas en la Ciudad, con sistemas de información deficientes en los hospitales porteños. “Queda claro que esto se da en un marco más general de falta de cuidado por parte del Gobierno de la Ciudad de lo que es la salud para la gente de la ciudad, por decirlo de una forma suave”, dice José María.


Pues bien: ¿qué quiere decir que haya un sub registro de causas de muertes maternas en los hospitales públicos de la Ciudad? “Quiere decir –afirma- que se están muriendo madres de todas las edades sin saber a ciencia cierta cuál fue la causa del fallecimiento o, mejor dicho, sin que quede lo suficientemente especificada. Esto lógicamente impide que se trabaje seriamente para abordar los problemas de salud de la población.”


Paradójicamente, también muestra que aquellas muertes que menos se registran son las que menos importan, como en el caso del aborto. El perfil epidemiológico de estás mujeres es el de los sectores más pobres, con menos recursos económicos y con menos acceso a sistema de salud porteño.


Para hacer esta investigación, la Sociedad (SOGIBA) tuvo acceso a las diferentes historias clínicas de las mujeres fallecidas. Y en ellas se pudo discriminar entre las registradas “como muertes maternas” y las muertes ocurridas “por causas obstétricas”. Esas muertes eran las que estaban sub registradas.


Nacimiento y muerte


Según la definición extraída de lo que establece la Organización Mundial de la Salud la muerte materna significa “la muerte de una mujer mientras está embarazada o dentro de los 42 días siguientes a la terminación del embarazo, independientemente de la duración o el sitio del embarazo, debido a cualquier causa relacionada con o agravada por el embarazo mismo o su atención pero no por causas accidentales o incidentales”.


El informe da cuenta de que la omisión es del 70% para el total de establecimientos y tipo de causas. Es decir, que del total de estas muertes ocurridas en Buenos Aires en el 2008, mucho más de la mitad se trató de muertes por causas directas. Dice el informe: “Las frecuencias más altas correspondieron a abortos, preeclampsia y eclampsia, y tromboembolismo, que son además las causas con mayor sub registro. También es destacable la proporción de defunciones por causas maternas entre las de 20 a 29 años.” Hay un dato más: es notable la concentración de sub registros por causas maternas dentro de los 42 días después del parto. Veamos en detalle.


Se encuentran las llamadas Muertes Maternas Directas, cuya trascendencia se concentra en mujeres pobres de entre 20 y 33 años. Pobres y jóvenes. Las causas que producen las muertes son varias y de nombres rarísimos que sugieren un universo de signos tremendos, y para definirlas nos ayudó otra militante de la salud pública, Paula Gomes Fantasía. Paula simplifica y echa luz sobre los significados para que se entiendan un poco más: “Los abortos significan la interrupción espontánea o inducida del embarazo, la enfermedad trofoblástica se trata de la malformación en el crecimiento de la placenta, la preeclampsia y eclampsia es la alteración en la presión arterial normal de la embarazada, cuadro de hipertensión inducida por el embarazo, etc., la trombosis y tromboembolismo y hemorragias son trastornos que rompen el equilibrio entre la coagulación y la pérdida o salida de sangre de su cause normal, o sea los vasos sanguíneos.”


El informe incluye apreciaciones distintas en el acceso a los casos: “En un caso no se accedió a la historia clínica y por referencias se sabe que la paciente ingresó con shock séptico (una infección diseminada en todo el cuerpo) y falleció poco después. Otro caso llegó premortem y no hubo posibilidades de evitar el resultado.” Es un decálogo de efectos monstruosos: mujeres con perforaciones uterinas, gangrena, etc.


La información sobre la edad y el sector social afectado supone cuestiones notables que incumben a las políticas de salud. ¿Tenían acceso a métodos de anticoncepción? ¿Cuáles fueron las condiciones de los abortos practicados?


La relación entre las muertes maternas sub registradas en el año 2008 y las muertes registradas es que las sub registradas resultan ser el doble.


El informe supone que “la omisión de registro de causas maternas y otros datos del evento reproductivo en las muertes institucionales reportadas en los Informes Estadísticos de Defunción (del Subsistema de Estadísticas Vitales del Sistema Estadístico de Salud de la CABA) se debe, básicamente, a: 1- Déficit en la captación y registro de información en el Informe Estadístico de Defunción y en las historias clínicas elaboradas en los establecimientos. 2- No valoración de la calidad de información como dimensión de la calidad de atención.”


Ante cada mujer fallecida cabe la pregunta sobre la posible existencia de un embarazo en los 12 meses previos a su muerte. Eso es lo que permite inscribir esa muerte en el universo de las muertes maternas.


El dato es esencial en la ciudad porque “las complicaciones del embarazo, parto y puerperio” atendidas –en su mayoría– en establecimientos del subsector público “se ubicarían entre las principales causas de defunción de las mujeres en edad reproductiva”. Esto refuerza el valor de poder contar con esta información, porque lo que se sabe se puede solucionar.


Y lo que se sabe, y se tolera vergonzosamente desde hace años, son las miles de mujeres pobres que mueren a causa de los abortos, y de todas las causas descriptas.


En todos los barrios se cuecen habas.


Alcanza con ir a un centro de salud en uno de los barrios de Villa Soldati para percibir que las cuestiones vinculadas con los problemas de la salud pública se resuelven mucho mejor de boca en boca y con solidaridades informales.


Una de esas soluciones se llama Oxaprost, unas pastillas que cumplen la función de píldoras abortivas, ya que uno de sus efectos es que genera contracciones uterinas. No sólo eso, sino que resulta una solución popular: un blíster de cuatro pastillas cuesta no más de 300 pesos, y se consigue en algunas farmacias o por internet.


Hablamos con una de las enfermeras que trabaja en la zona no menos de doce horas diarias (¡y que no alcanza a ganar mucho más que 3000 mangos!) y confiesa que más de una vez ha asesorado en el uso de esta pastilla -guiada por su infatigable espíritu solidario- para evitar que las agujas de tejer y demás menesteres que resultan ser las operaciones de mala muerte se llevan la vida de cientos de mujeres.


“Una pastilla se toma por la boca y la otra se pone en el cuello del útero”, dice. La acción se puede hacer entre las seis y las doce semanas del embarazo. El contexto es el barrio de Villa Soldati, a pocas cuadras del Hospital Piñero, donde se registran la mayor cantidad de casos de mortalidad materna e infantil. “Cagate de risa, pero esto está haciendo bajar el índice de muertes”, dice entre la desolación pública y la solución concreta. “Un aborto bien hecho sale no menos de 2000 pesos, y quién lo puede pagar.”, remata. Ya se sabe.

EL LADO OSCURO DE LOS NOBEL

Detrás del mito que rodea a los famosos galardones suecos. La historia celosamente guardada por los albaceas de la Fundación bautizada con el nombre Del misántropo, que no dudó en compatibilizar la industria bélica con la entrega de un premio por la paz.

Por tercer año consecutivo, el Comité noruego negó el Premio Nobel de la Paz a las Abuelas de Plaza de Mayo. La decisión de ignorar el monumental trabajo de la institución que ha devuelto su identidad a 102 nietos apropiados por la dictadura, no puede explicarse sólo por las otras 230 nominaciones. Las razones deben buscarse en el sesgo ideológico de la Academia, más preocupada por ocultar la historia negra que rodea a su fundador y a sus continuadores, que en actuar con justicia y ecuanimidad.
Detrás del mito altruista que rodea a los premios Nobel, hay una historia celosamente guardada por los albaceas y los circunspectos miembros académicos. La historia comienza con Alfred Nobel, pero se prolonga hasta nuestros días.
Además de ser el padre de la industria bélica moderna, este químico sueco fue el inspirador de la doctrina del balance por el terror entre las superpotencias, sin que ello le resultara incompatible con la instauración de un premio internacional a quienes trabajaran por la paz.
Alfred Nobel (1833-1896), que se hizo rico gracias a la invención de la dinamita, terminó horrorizado por las aplicaciones bélicas de su invento y se transformó en un fervoroso pacifista. Lo quiso demostrar recompensando a quienes hubieran brindado los mayores servicios a la humanidad. Hasta aquí, la versión oficial. Pero la otra historia, tiene más aristas.

Un secreto explosivo. En el otoño de 1864, volaba en mil pedazos la primera fábrica de nitroglicerina montada improvisadamente por Nobel en Suecia. Cinco personas murieron en la catástrofe. El hecho de que una de las víctimas fuese su hermano menor no causó mella en aquel hombre que, años más tarde, sería llamado el padre de la dinamita.
Sin que importase lo macabro de la idea, Nobel consideraba que el desarrollo de un nuevo explosivo debía cobrarse, de manera inevitable, vidas humanas. Una nueva era surgiría antes de que cesase el eco mismo de las detonaciones, prometía el inventor.
La pasión por escribir cartas y la manía de contabilizar todos sus gastos abrieron muchos interrogantes sobre la personalidad oculta detrás del bronce. Muchas de las 216 cartas escritas por él están guardadas en el Archivo Nacional Sueco.
La mayoría de las misivas estaban dirigidas a “mi pequeña protegida”, Sofie Hees, una muchacha veinteañera a quien Nobel conoció cuando ya era cuarentón y a quien instaló en un lujoso departamento de París. Nobel satisfacía los requerimientos y caprichos de Sofie y, a la vez, los registraba meticulosamente en sus libros de contabilidad bajo el sugestivo rubro de Diablito.
Veinte años duró el romance que terminó cuando Sofie comenzó a extorsionar a Nobel, amenazándolo con hacer públicas sus fogosas cartas.
Además de amante ardiente, Nobel era un incansable escritor de cartas. Podía redactar treinta por día. Ese epistolario lo delata como un misántropo incurable. Nobel se define a sí mismo como un hombre prematuramente envejecido y desgarrado internamente, “un monstruo que debía haber sido estrangulado al momento mismo de nacer”, según escribiría en una de sus tantas depresiones.
Sin embargo, existen fundadas evidencias de que había algo de pose en esa misantropía de Nobel: la ambición de lograr con la palabra una mezcla de pesimismo y alegría tan temeraria y devastadora como la nitroglicerina.
De allí que una noche se animara a sugerir, ante un grupo de pensadores franceses, que la Policía debía habilitar un hotel para suicidas, a fin de evitar que los desesperados se arrojasen a las aguas del Sena, causando un bochornoso espectáculo para los habitantes de París.
“Es una idiotez pretender ser algo o alguien en esta manada de mil cuatrocientos millones de monos bípedos y sin rabo que deambulan por este descontrolado proyectil que es el planeta Tierra”, sentenció el padre de la dinamita en uno de sus tantos ataques de misantropía.
Su famoso testamento, que desde 1901 convierte a una media docena de individuos en millonarios la noche del 10 de diciembre de cada año, no es más que otro gesto arrogante que ilustra la actitud de Nobel hacia sus congéneres. En el documento fechado en París el 27 de noviembre de 1895 y que consta de diez escuetas líneas escritas con letra cursiva y no pocas faltas de ortografía, Nobel expresa su voluntad de que sus bienes se transformen en un fondo, “cuya renta anualmente se reparta entre quienes durante el año anterior hayan hecho los aportes más significativos para la humanidad en las áreas de la física, la química, la medicina, la literatura, y para aquel que se haya dedicado a la tarea de hermanar a los pueblos, abolir los ejércitos, etcétera”.
El concepto de “abolición de los ejércitos” adquiere un sentido particular en boca del padre de la dinamita, la nitroglicerina y los devastadores cañones Bofors. En las cartas de Nobel a la dirigente pacifista Berta von Suttner se pueden encontrar los primeros indicios de lo que más tarde se daría en llamar “el equilibrio por el terror”, teoría que hasta la fecha sólo logró colocar al mundo al borde de la hecatombe nuclear.
Nobel estaba convencido de que, con el aumento de la potencia detonante de las armas, los ejércitos se volverían innecesarios. El terror a las armas efectivizaría la guerra, elevándola a su condición más pura. En ese sentido, el Premio no significó el arrepentimiento por los millones de víctimas que sus inventos cobraron sino, sencillamente, su objetivo fue que su nombre quedara inscripto en la historia.

Inversiones no develadas. Uno de los secretos mejor guardados por los integrantes del Consejo de Administración de la Fundación Nobel se refiere a los lugares donde está invertido el capital que produce tan buenos dividendos. Pese al hermetismo que rodea el tema, se sabe que a fines de los años ’80 controlaba importantes partidas accionarias en el conglomerado japonés Sony, en la Compañía de Gas de Washington y en empresas suecas, como Volvo, Atlas Copco y AGA.
El propio Nobel sentó las bases de lo que hoy es uno de los más importantes consorcios fabricantes de armas, la fábrica Bofors, famosa en todo el mundo por sus piezas de artillería, municiones y explosivos, presentes a ambos lados de la línea de fuego en todos los conflictos bélicos de la historia contemporánea. Esa empresa fue investigada en 1987 por su presunta participación en el asesinato del primer ministro sueco Olof Palme.
Cada vez que se pregunta sobre inversiones en la industria bélica, los miembros de la Academia evitan dar respuestas concretas. A lo sumo dicen que, en última instancia, es el Banco de la Nación de Suecia el que cuida los bienes financieros y que, como todo banco, puede acomodar sus dineros donde más reditúen, sin que importe cómo.
Sin embargo, no existen dudas acerca de que quienes administran los fondos de la Fundación Nobel han perpetuado esa tradición iniciada por su inspirador. Stig Ramel, director de la Fundación Nobel desde 1972 hasta 1992, alternaba su tarea de administrar la economía de los premios con la labor de asesor internacional del consorcio norteamericano Rockwell, que fabricaba los superbombarderos B1 y el sistema de encendido de los misiles nucleares.
Por algo, Thomas Stearns Eliot, poeta y dramaturgo angloestadounidense ganador del Nobel de Literatura en 1948, dijo que el premio es “un billete para la tumba”.

HASTA LOS OIDOS DE DIOS (Gabriel Seisdedos)


Mi libro del mes...



¿Quienes fueron los Sacerdotes para el Tercer Mundo?

Un velo de silencio, ignorancia y prejuicios rodea este movimiento sacerdotal de destacada y polemica actuacion en la Argentina de los '60 y '70.

Para algunos, eran peligrosos herejes que conspiraban para politizar y destruir el cristianismo.

Para otros, se trataba de un nuevo disfraz oportunista de la Iglesia, una nueva estrategia para no perder prestigio, poder e influencia. Y para otros, constituian unos de los pocos grupos eclesiales que se habian tomado en serio la renovacion iniciada por Juan XXIII y el llamamiento del Evangelio a vivir el amor al projimo en situaciones dificiles.

Iniciada la dictadura militar, unos y otros prefirieron olvidar la experiencia, relegarla a un pasado del cual "no se habla".

Gabriel Seisdedos, autor tambien de EL HONOR DE DIOS - Martires palotinos: la historia silenciada de un crimen impune, nos acerca una mirada abierta y desprejuiciada a este significativo fragmento de nuestro pasado reciente, que nos aportara algunos mas para entender nuestro presente.

viernes, 24 de diciembre de 2010

EL NIÑO JESÚS REBELDE



CANCION DE NAVIDAD PARA LOS PUEBLOS POBRES!!



El niño Jesús nació


una noche de diciembre,


entre paja y mal abrigo,


entre burro, oveja y bueyes.



La historia le puso finas coronas


de diamantes y esmeraldas,


para ser digno pensaron


de honores,


pero de asesinos….



El niño Jesús, me han dicho,


que ahora se volvió viajero,


anda esquivando las bombas


que arrasan pueblos enteros.



Hay días que el Niño llora,


¡No entiende que es lo que hicieron!


le arrebataron su cuna,


para dejarla en iglesias,


pero hay quien lo ha visto preso


entre barrotes de acero,


clamando por la justicia,


que un día volvieron ciega.



¡Ay ese niño que llora,


cuando ve la hipocresía!


El Niño Jesús no entiende


El por que de mil mentiras.



El niño Jesús ha vuelto


convertido en tanta gente,


me contaron que anda alegre


cumpliendo misión heroica,


cuando sostiene la Espada,


que ilumina al continente.



El niño Jesús vomita


en las cúpulas de oro,


anda derribando muros


esos que ha erigido el odio,


para separar los pueblos,


donde antaño fue su cuna…



Al ver tamaña herejía,


Tanto dolor y agonía,


dicen que su onda dispara


con estrellas y luceros,


algunos aún no entendieron


la causa de su rebeldía…



Este diciembre podremos


verlo entre los marginados,


los niños muertos de hambre,


los niños abandonados.



El Niño Jesús va haciendo


montones de travesuras,


está invitando a los niños


pobres,


a asaltar la vida.



El Niño Jesús desprecia


las joyas y las coronas,


huyó al fin del Vaticano,


de iglesias y de catedrales,


está en cada lucha altivo,


lleno de amor y coraje.




Puede andar por Nicaragua,


Venezuela y Ecuador,


dejando tanto traidor,


rumiando su desespero.



Va del brazo de los curas


que como Camilo Torres,


cayeron bajo las balas


de la traición asesina.



Va pegadito a las monjas


francesas que en Argentina,


lucharon porque la muerte


no dejara tanta herida.



Va con montones de hermanos


Manteniendo la memoria,


Hizo un pacto con la gloria,


Con las patrias y la historia.



El Niño Jesús hoy anda,


con paso de Niño puro,


luce una sonrisa pícara,


y ordena a los asesinos


que no blasfemen su nombre,


porque el Niño nació pobre


y ya eligió su destino…….