lunes, 28 de noviembre de 2011

“EL UNICO PLAN ERA LLEGAR VIVO AL DIA SIGUIENTE”


Por Nora Veiras
Mario Villani, un ex desaparecido que pudo sobrevivir durante cuatro años en cinco centros clandestinos porque reparaba objetos robados por los grupos de tareas, y hasta las picanas, cuenta su paso por el infierno, entre torturados y torturadores, y los dilemas entre la vida y la muerte.
Soy un desaparecido, un sobreviviente, o si se quiere un desaparecido reaparecido. Este es el relato de mi paso por el infierno.” Así se presenta Mario Villani en Desaparecido. Memorias de un cautiverio. El libro escrito junto a Fernando Reati es mucho más que un testimonio, es una despiadada y lúcida reflexión sobre el dilema de la vida en cinco centros clandestinos de detención. A lo largo de cuarenta y cuatro meses pasó por el Club Atlético, El Banco, El Olimpo, el Pozo de Quilmes y la ESMA. “Maldito si lo haces, maldito si no lo haces”, repite este físico que a los 72 años desmenuza sin pudor qué significa “colaborar”, cuál es el límite que cada uno le pudo poner a esa convivencia con el terror. “En mí vieron la posibilidad de utilizarme, de reparar lo que les robaban a los secuestrados, me tuvieron trabajando de bricoleur”, dice con una ironía elaborada durante años de pensar en la complejidad de la condición humana de torturadores y torturados.Villani contó ante tribunales de Argentina, Francia, Italia, España cómo después de negarse a reparar la picana eléctrica de Antonio Del Cerro, alias “Colores”, un torturador que se ufanaba de su arte en la aplicación de tormentos, aceptó hacerlo. Le disminuyó la descarga. Durante una semana había escuchado los gritos de compañeros sometidos a la corriente directa. Los paros cardíacos se repetían, las muertes también. En Desaparecido, Villani y Reati, recuerdan esta y otras historias.–¿Cómo jugaba la inexistencia de fronteras entre represores y secuestrados en los centros clandestinos?–Eso fue determinante para todo. Estábamos inmersos en el espacio del represor. No existía la posibilidad de discutir entre nosotros, de analizar entre nosotros lo que nos estaba pasando, de apoyarnos: estábamos siempre mezclados con los torturadores. Ese borrado de fronteras, además, es unilateral: la libertad que el preso tiene a pesar de estar preso que es el momento de privacidad en la cárcel, nosotros no lo teníamos. Había torturadores como El Turco Julián, por ejemplo, que se quedaban a dormir.–Usted estuvo casi cuatro años secuestrado.–Estuve en cinco campos: desde noviembre del ’77 a agosto del ’81. He sido uno de los que más estuvieron. No es común que haya gente que haya estado tanto tiempo y en tantos campos. Supongo que debe haber influido el hecho de que a mí me usaron para reparar equipos de electrónica, electrodomésticos, que además eran cosas que se robaban y tenían que ponerlos en condiciones para llevárselos a sus casas o para venderlos.–Es increíble cuando usted les pide herramientas y le traen la mesa de trabajo que había diseñado y tenía en su casa.–A mí me habían secuestrado el 17 de noviembre del ’77 y eso me lo trajeron alrededor de marzo-abril del ’78, es decir que en algún lado lo tenían.–En el libro estremece la reflexión sobre el significado de colaborar en un campo clandestino. ¿Qué significa colaborar, cuál es el límite?–Me resultó difícil procesar eso. Todo es colaboración: que te vean vivo ya es una colaboración, aunque uno simplemente respire delante de otro. El otro recién secuestrado ve que uno está vivo y piensa a lo mejor “yo me salvo también”, es una forma de controlarlo mejor, es involuntaria e inconsciente, no es una colaboración deliberada, pero los tipos utilizaban ese mecanismo. De ahí para adelante hay un montón de escalones de colaboración. Yo colaboré. Colaboré reparando. No colaboré torturando, no colaboré interrogando, no colaboré entregando gente. Pero, por ejemplo, secuestraron a uno de mis mejores amigos, en una cita conmigo.–¿Cuénteme cómo fue?–A Gorfinkiel lo secuestran a pesar de los esfuerzos que yo había hecho. Yo tenía una cita agendada codificada para el mismo día en que me secuestraron, no dije nada, me callé la boca y se dieron cuenta al siguiente, me volvieron a torturar. Supongo que debo haber admitido que sí porque total había pasado la cita. Además teníamos un convenio los que estábamos en el mismo ámbito: normalmente usábamos un número de teléfono alquilado para pasarnos mensajes. La única forma de comunicarnos era a través de lo que llamábamos buzones, pero sospechábamos que ese teléfono estaba pinchado, entonces decidimos conservar ese buzón para pasar mensajes de alarma: si un mensaje llegaba a ese buzón había que desconocerlo y pensar “se pudrió todo”. Cuando me ordenaron llamar, pensé: “Esta es la mía” y dejé un mensaje ahí porque era el que usábamos como alarma, yo lo llamo a ese buzón y le dejo una cita... Y Jorge fue... No tendría que haber ido. Poco después, yo repartiendo la comida en el campo, le llevo la comida a la celda y se pone a llorar y me pide disculpas por no haber cumplido con la consigna. Ahí nos pusimos a llorar los dos. Yo le dije: “Pero escuchame, soy yo el que te entregó”.–Usted cuenta que paradójicamente al ser secuestrados sentían cierto alivio por no seguir siendo perseguidos.–Además del alivio de no estar perseguido se sumaba el hecho de que yo, por lo menos, no tenía la certeza de que me iban a matar: pensaba que por ahí me salvaba. Pensaba “se acabó, no corro más”. Fue pasando el tiempo y llegué a convencerme de que estábamos todos condenados a muerte. El alivio se terminó, continuó en el sentido que no seguía la pelea, no tenía que seguir escapando, pero estaba condenado.–A pesar de todo su objetivo era sobrevivir un día más, renovar la esperanza a pesar del horror en que vivía...–Es agotador pero a mí me resultó imprescindible. No me podía permitir hacer planes de futuro, no me podía permitir lamentarme y decir si salgo en libertad, me voy al exterior, no milito más o milito más. Me di cuenta de que si hacía eso no estaba prestando atención al aquí-ahora y era imprescindible que estuviera siempre atento, si no podía ligármela en cualquier momento. El único plan que me permitía hacer era llegar vivo al día siguiente.–Usted reflexiona sobre la dificultad de armonizar la necesidad de afecto con la desconfianza sobre todo. ¿Cómo se resolvía ese dilema?–La vida en un campo de concentración es una vida esencialmente dilemática. Continuamente estás frente a situaciones de “Maldito si lo haces” y “Maldito si no lo haces”. A mí me sirvió el olfato, como línea general sabía que tenía que desconfiar pero no se puede vivir desconfiando. Llega un momento que uno lo siente por la piel, a veces te equivocás pero es el riesgo que corrés. Largabas alguna opinión pero no todas, con otro te abrías totalmente. Eso viene mezclado con la cuestión afectiva que es muy importante, que no es solamente formar pareja, lo afectivo se puede reducir a una mirada, un roce, los pequeños toques de contenido afectivo son básicos en un marco como ése. Para mí, la situación más importante fue con Juanita... (N de R: Juana Armelín, una chica que había militado en el Partido Marxista Leninista de La Plata que entabló una relación con Villani que el represor Samuel Miara, alias “Cobani”, detectó y usó para humillarlos hasta que la hizo desaparecer).–El caso que muestra la perversión de Cobani.–A Cobani lo tengo acá (se señala entre ceja y ceja). Yo no tengo odio, tengo bronca, pienso que hay que condenarlos. Pienso que si bien yo en mi interior los condeno, no soy quién para condenar a nadie, será un juez o la Justicia, pero con Cobani no puedo ser tan objetivo. Por suerte después conocí a los hijos de Juanita, nos hicimos amigos y a través de esa relación por lo menos les pude contar.–¿Cómo superó el saber que hubo secuestrados que colaboraron al punto de torturar a sus compañeros?–Es una tortura más para el conjunto: para los prisioneros que ven que hay ex compañeros que se dieron vuelta, no saben si ellos no pueden llegar a caer en la misma. Antes creían que eran puros y resulta que terminaron así, en el fondo implica que nadie está a salvo de eso. Por otro lado, no es lo mismo que te torture un torturador que un ex compañero, pero además esa tortura no es sólo para el que está siendo torturado sino que el que tortura está sufriendo una tortura aunque no tenga conciencia de ello.–Ni siquiera esa degradación extrema les garantizaba la vida, no implicaba un salvoconducto.–No fue una garantía. En general fueron bastante despreciados, los usaban porque eran útiles, salvo algunos que terminaron pasándose con armas y bagajes para el otro lado. En general los usaban y los tiraban, eran forros.–Usted cuenta el caso de un hijo de un secuestrado-torturador al que no dejan entrar a la agrupación Hijos.–Eso es muy duro: qué culpa tiene el hijo de lo que hizo el padre. Son situaciones muy complejas, el ser humano es complejo, no es lineal. Esos hijos que no lo dejaron entrar estaban viendo un retoño del que torturó a sus padres y de un traidor. No se trata de justificar o no, hay que tratar de entender.–Usted dice que le sirvió comprender que eran seres humanos los torturadores.–Hitler era un ser humano. Me sirvió para manejarme con ellos. El relato ése del torturador que me torturaba y le dije: “No te entiendo”, me abrió los ojos. Cuando le dije que a él lo estaban usando, me dijo hijo de puta pero paró de torturarme. Otra cosa, todavía hoy tengo que pelear contra una parte de mí que se pasa de rosca pensando “a estos hijos de puta los quiero reventar” porque en ese caso yo no me diferencio de ellos. Yo no soy como ellos y eso lo tengo que defender a muerte. Esa lucha que fue dentro de los campos, sigue hoy. Que ellos me vieran a mí como una cucaracha, como un ser despreciable, primero es su visión maniquea del mundo. Si yo tengo esa misma visión, soy igual que ellos.–¿Cómo vive el desenlace de los juicios a los represores: como una reparación, como una tarea cumplida?–Está la parte racional, lo vivo como reparación, como decir gané –no sé si decir gané porque no creo estar libre del todo como no creo que vos lo estés tampoco–. Logré sí hacer algo que intentaron impedir que hiciera. Por otro lado hay una cosa que me gratifica: no soy yo solo, es una sociedad que va cambiando. Todavía hay quien dice por algo será, que deberían haber matado a todos. Son procesos largos, complejos y contradictorios: como suma me parece que van en la dirección correcta. Estas condenas son un fruto de muchos años de lucha de mucha gente, y son un fruto también de la maduración interior de la sociedad.–El compromiso de dar testimonio, ¿puede implicar que ese horror no se repita?–Lo que hago está dirigido a que eso pase, pero no es indefectible que pase. Pienso que no hay que bajar los brazos. Hay que estar atentos siempre porque las fuerzas que hicieron producir esto están presentes en todo el mundo. Los que tienen en sus manos el poder se defienden con uñas y dientes: mientras les sirva hacerlo con métodos civilizados lo harán, pero si no recurrirán a cualquier método.

lunes, 21 de noviembre de 2011

EL PLAN CONTENCION CERO


El gobierno de Macri busca eliminar un programa de resocialización que asiste a los jóvenes en conflicto con la ley penal cuando abandonan un instituto. El proyecto fue propuesto en el área del Consejo de Niñez que preside la cuestionada Beatriz Orlowski.
Por Mariana Carbajal
El gobierno porteño tiene en carpeta el desmantelamiento de un programa de acompañamiento a los jóvenes en conflicto con la ley penal que egresan de institutos de menores. La titular del Consejo de Derechos Niñas, Niños y Adolescentes de la Ciudad, Beatriz Orlowski de Amadeo, que depende directamente del jefe de Gobierno, Mauricio Macri, impulsa una reforma por la cual la atención personalizada de esos adolescentes –son casi un centenar por año– dejaría de estar a cargo de un equipo interdisciplinario especializado, creado en 2004, y pasaría a las defensorías zonales, que de por sí ya están desbordadas y con déficit de personal. El proyecto de resolución está redactado y a la firma de Orlowski, una funcionaria cuya gestión tendría los días contados y que se caracterizó por medidas polémicas como el lanzamiento de una página web para chicos en situación de vulnerabilidad social donde recomendaba comer zanahorias baby, rajas de queso chedar y praticar kicball en su tiempo libre.El proyecto de Orlowski salió a luz el 25 de octubre en la Comisión de Presupuesto, Hacienda, Administración Financiera y Política Tributaria de la Legislatura, cuando la funcionaria fue a defender el proyecto de presupuesto 2012 de su área. La diputada Diana Maffía (CC) preguntó puntualmente sobre la modificación de las responsabilidades primarias de uno de los módulos del Departamento de Fortalecimiento, Promoción y Protección Integral de Jóvenes en Conflicto con la Ley, que está a cargo de un equipo interdisciplinario, y que depende directamente de la Dirección General de Gestión de Políticas y Programas, del Consejo. Respecto de ello respondió Bruno Domeniconi, titular de esa área, quien reconoció la existencia del proyecto. Dijo que estaba en estudio. El texto está a la firma de Orlowski, como una de sus últimas medidas.Según trascendió, la ministra de Desarrollo Social y vicejefa electa, María Eugenia Vidal, ya le habría comunicado que no continuará al frente del organismo encargado de definir políticas para la niñez y la adolescencia del gobierno porteño, en la nueva gestión del macrismo. Página/12 intentó consultar a Orlowski pero la funcionaria no respondió al requerimiento.El Consejo cuenta con 15 Defensorías Zonales de Derechos en distintos puntos de la Ciudad, pero por la falta de personal y por la gran demanda que tienen se encuentran desbordadas, señaló Maffía. Por lo que se corre el riesgo de que se corte en la práctica el acompañamiento a los y las adolescentes que egresan de institutos penales para que puedan encontrar un proyecto de vida.Desde 2004 el equipo interdisciplinario del Departamento de Jóvenes en Conflicto con la Ley Penal trabaja en el mejor egreso de los chicos y chicas de institutos penales. Cada año egresan entre 70 y 100, según informó a Página/12 Emiliano Suárez, operador social del equipo, y delegado de ATE. Trabajan con los Institutos de Menores San Martín, Roca, Belgrano e Inchausti –este último de adolescentes–. Suárez explicó que se encargan de acompañar “la reinserción socioeducativa” de los adolescentes. “Hay un circuito armado que es calle-instituto-calle-instituto. Si no les ofrecemos un elemento que ponga su palabra, la del pibe, en primer plano, si no se arma una escucha con él, es difícil romper con ese circuito. Empezamos a tener entrevistas en el domicilio con la familia, y a armar con el joven un proyecto. Analizamos la reinserción educativa, puede ser un bachillerato popular, o formación laboral en un CGP. Vemos si tiene problemas de salud o adicciones. A veces egresan de un instituto para ir a una comunidad terapéutica. El acompañamiento puede llevar un año. El proyecto de Orlowski quiere que trabajemos hasta el egreso y elimina el acompañamiento, una tarea que deriva a las Defensorías, que de por sí están colapsadas”, señaló Suárez.La diputada Maffía expresó su preocupación por esta reforma. “Si a los jóvenes que egresan de los institutos de menores no se les dan recursos para que no vuelvan a delinquir, con la posibilidad de construir un proyecto propio, vamos a alimentar las cárceles de adultos. Una investigación, realizada unos años atrás, demostró que el 70 por ciento de las personas alojadas en cárceles había pasado por institutos de menores. Parece que esto no importa para la gestión de Orlowski. La eliminación de este módulo sería una pérdida muy grande, porque viene poniendo el acento en los derechos de los adolescentes y las adolescentes. El criterio de este Ejecutivo es tercerizar estas responsabilidades. Lo que pasa es que lo que para algunos es una gran tragedia, para otros es un gran negocio. Para los que construyen cárceles, para los que les proveen alimentos que nunca les llegan, que crezca la población carcelaria es un gran negocio”, cuestionó Maffía. Siempre esta gestión habló de fortalecer estos programas y nunca lo hizo. Siempre lo pasó para el presupuesto del año siguiente”, agregó.También rechazó la iniciativa en estudio el consejero José Machaín. “Sería una mayor recarga para las defensorías, que de por sí están recargadas. Un informe reciente de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad recomendó que se fortalezcan las defensorías porque están colapsadas. Se estima que se requieren cerca de 150 profesionales más. Además, hay que ver si los equipos de las defensorías están en condiciones de abordar un tema penal, porque habitualmente trabajan con problemáticas sociales”, observó.

domingo, 20 de noviembre de 2011

UN VIAJE POR EL CORAZON Y LA CABEZA DE LOS VOTANTES KIRCHNERISTAS


Elección presidencial. El arrasador triunfo de Cristina Kirchner abrió no pocos interrogantes sobre las razones de un fenómeno con pocos antecedentes en la historia del país. Aquí, de la mano de dos consultoras, algunas hipótesis para aproximarse al tema.
Por Gabriel Bencivengo y Graciela Pérez
¿Cuáles son los factores que determinaron el masivo apoyo a Cristina Kirchner? ¿Cuánto pesaron las medidas de gobierno y la marcha de la económica? ¿Cómo evalúan sus votantes las características personales de la Presidenta y su estilo? ¿En qué medida sus electores están cruzados por los debates públicos? ¿Cómo influyen las cuestiones simbólicas con relación al voto? Se trata, sin duda, de interrogantes cuyas respuestas trascienden los habituales pronósticos sobre intención de voto. Con el objetivo de ensayar algunas hipótesis, Miradas al Sur recurrió a las consultoras Enovu Innovación Política e Ibarómetro. Aquí, los resultados.
Apuntes previos. Una aproximación, aunque tentativa y transitoria, la constituye el trabajo realizado por Manuel Hernández, Diego Villanueva, Esteban Berasueta y Demián Abramowicz, integrantes de Enovu. El relevamiento, concretado poco antes de la elecciones –sobre la base de 2.000 entrevistas a bonaerenses que manifestaron su intención de votar a Cristina Kirchner– aporta pistas concretas sobre qué piensan los electores que apoyaron un proyecto político que irá por un tercer período consecutivo.“Son muchas las cuestiones que influyen en el voto, más allá de la adhesión a las medidas concretas de un gobierno. El nuestro no fue un trabajo de predicción. Lo que intentamos es definir al votante. Lo económico, el modelo K, el interés de la gente por la política, la economía, las característica personales de la Presidenta, el estilo de su gobierno y temáticas públicas como inflación, inseguridad y pobreza son las variables que se tuvieron en cuenta”, explica Hernández.Similar es la visión de la gente de Ibarómetro. “No hay un sola causa que explique la decisión de los electores de votar por Cristina Kirchner. Sin embargo, y aun a riesgo de caer en simplificaciones, se trató de un voto esencialmente positivo. A diferencia de la Alianza, que fue votada porque no había otra propuesta, en este caso el voto se explica por al menos tres motivos: la economía, el liderazgo y la cultura política a la que apeló el discurso de la Presidenta”, señala Ignacio Ramírez, integrante de la consultora.
La batalla cultural. El conjunto de factores evaluados, según los responsables del trabajo de Enovu, explican el voto de nueve de cada diez personas que expresaron su adhesión a la reelección de la Presidenta. La indagación no es menor. Consiste, en definitiva, en bucear en un hecho sin antecedentes desde el restablecimiento de la democracia y sólo comparable, si se exceptúan la segunda y tercera presidencias de Juan Domingo Perón, a la reelección de Hipólito Yrigoyen.“Entre los factores determinantes sobresalen las medidas de gobierno, su estilo y la marcha de la economía”, asegura Hernández. Pero también un cuarto aspecto, que los responsables de la encuesta califican como “fundamental” y que suele englobarse como modelo K. “Se trata de los sentidos simbólicos asociados a las decisiones de gobierno”, explica Hernández. La cuestión, que califica como “clave”, se ubica en el complejo campo donde se entrecruzan los discursos y se dirimen los significados.“Es allí donde el kirchnerismo logró una ventaja que le permitió construir un triunfo que, a nuestro juicio, trasciende la coyuntura y le permite revitalizar constantemente las decisiones tomadas. Hay, en definitiva, una construcción política que trasciende la gestión”, agrega Abramowicz. El rol del Estado, los derechos humanos, el posicionamiento frente a las corporaciones y la protesta social, al igual que la distribución de la riqueza, son algunas cuestiones que alimentan el entramado donde se ponen en juego valores, actitudes y opiniones; muchas veces de manera fragmentaria y contradictoria, pero siempre determinantes a la hora de votar.“Esa batalla ha entrado en la sociedad. Ese modelo K tiene hoy más visibilidad. Incluso ha entrado en el interior de la provincia de Buenos Aires”, destaca Hernández. También las conclusiones de Ibarómetro apuntan a “la batalla cultural”. Según Ramírez, “las investigaciones de nuestra consultora no acreditan que la gente haya votado con el bolsillo. Las causas son más heterogéneas, simbólicas y culturales”.
Críticas y elogios. Sería iluso pensar que nada tiene el electorado que votó la fórmula del FpV para reclamar. El trabajo de Enovu no dejó de lado los tópicos más transitados por los medios de comunicación y que, en la práctica, responden a cuestiones muy instaladas en el debate público: inseguridad, pobreza e inflación. Con relación a la primera cuestión, el 72 por ciento de los votantes de la Presidenta consideró que es uno de los principales problemas que afectan al país. En el mismo sentido se pronunció el 60 por ciento con respecto a la pobreza y el 50 por ciento con relación a la inflación.Según las conclusiones, las demandas –que coinciden con las manifestadas por los no votantes de Cristina Kirchner– no pesaron lo suficiente como para inclinar la balanza en favor de la oposición. Los datos hablan: el 52 por ciento de los encuestados por Enovu respondió que el Gobierno “recuperó el rol del Estado en beneficio de la sociedad”; porcentaje similar al que consideró que “el Gobierno trabaja por los derechos humanos” y “contra la corporaciones que no le han hecho bien a la sociedad”. Un 45 por ciento se manifestó de acuerdo con la proposición que sostiene que “el Gobierno promueve la distribución de la riqueza en beneficio de los que menos tienen”.
Liderazgo y medidas. ¿Hasta dónde ponderan quienes votaron la fórmula del FpV la personalidad de la Presidenta? Según Enovu, sus atributos pesaron mucho más que su pertenencia partidaria, política o ideológica. Sobre el total de encuestados, el 64 por ciento aseguró que a la hora de decidir no tiene en cuenta el partido político al que pertenece el candidato. “El dato apoya la hipótesis de la inestabilidad del voto”, completa Hernández. En los hechos, el análisis detallado de los votantes de Cristina Kirchner señala que una inmensa mayoría considera importante su confiabilidad (76 %) y su capacidad para liderar toma de decisiones (65 %).Si el liderazgo –basado en su confiabilidad y capacidad– son rasgos destacados por sus electores, la adhesión de esos mismos votantes a las medidas de Gobierno es menos contundente, pero pesó más a la hora de concurrir a las urnas. El trabajo puso a consideración decisiones de alto impacto, como la estatización de las Afjp, la implementación del Fútbol para Todos, la Asignación Universal por Hijo (AUH) y la sanción de la ley de medios, entre otras. En todos los casos, los niveles de aprobación oscilaron en torno del 50 por ciento, con un pico de 58 puntos porcentuales para la AUH.
Pistas y despistes. El trabajo de Enovu no sólo aporta pautas que explican una victoria del Gobierno tan contundente como el tsunami que arrasó con una oposición raquítica y fragmentada. “Pusieron el acento en factores no tan relevantes, como las supuestas características personales de la Presidenta, a las que cargaron de un signo negativo. El tema del luto, que podría asociarse a esa características, no pesó en la decisión de los votantes”, completa Abramowicz. Algo similar revela la encuesta con relación a la recurrente cuestión de la crispación que habría derramado sobre el cuerpo social el estilo K.También Ramírez pone el acento en los desaciertos de la oposición. “Algunos candidatos hicieron hincapié en la falta de libertad, y esto es algo que la gente no ve así. Las personas notan que hay más inclusión, más igualdad y, por ende, más libertad. Además, los partidos del arco opositor carecen de identidad. Binner, que efectivamente creció desde las primarias, cultiva un tipo de oposición optimista sobre el presente, que sintonizó un poco mejor con la realidad. El crecimiento final fue resultado de la hemorragia que sufrieron Duhalde y Carrió. El contrato, en estos casos, fue posicional, pero no ideológico”, analiza Ramírez.¿El gobierno kirchnerista es resentido o autoritario? Los datos recogidos por Enovu indican que un 33 por ciento de los votantes de la Presidenta respondieron por la afirmativa, mientras que el 36 por ciento se mostró en desacuerdo, al tiempo que un 26 por ciento dijo no estar de acuerdo ni en desacuerdo. Cuando los entrevistados fueron interrogados sobre si el Gobierno ha divido a la sociedad, los porcentajes por la afirmativa son similares: un 38% respondió afirmativamente, mientras que un 30% lo hizo por la negativa.
Voto bolsillo. En la década del ’90 lo llamaron voto licuadora. Hoy, algunos apelan a la palabra plasma para simbolizarlo. ¿En qué medida el factor económico fue un elemento clave en la decisión que adoptaron los que se decidieron por la continuidad? En contra de la teoría del “viento de cola”, el 65% de los encuestados por Enovu consideró que el Gobierno tuvo algo que ver con la actual situación económica de su familia. En otras palabras: que no cualquier gobernante da lo mismo.Cuando se le preguntó a los entrevistados si durante el último año la situación de su familia mejoró, sigue igual o empeoró, el 75 por ciento se inclinó por responder que mejoró o se mantiene igual, al tiempo que poco más del 70 por ciento consideró que mejorará o seguirá igual con Cristina Kirchner al frente del Gobierno. “Para nosotros, en el contexto de la crisis internacional, estas respuestas tienen una connotación positiva”, señala Hernández. “La mirada de los votantes del FpV es de esperanza. La gente espera que se profundice el modelo y el crecimiento económico”, completa Ramírez
Tres factores. Según el relevamiento de Ibarómetro, son esencialmente tres las causas que explican el voto a Cristina Kirchner. “En primer lugar está la cuestión económica. En este caso juegan un papel importante las expectativas de crecimiento. Esto se relaciona con la posibilidad de trabajar y con una mirada esperanzadora sobre el futuro personal y del país”, dice Ramírez. Otro de los aspectos destacados es el liderazgo. “En este caso, se conjugan elementos ligados a la valentía y la fuerza; pero también a la racionalidad, al peso intelectual y a la capacidad técnica”, subraya.El tercero de los factores, según el trabajo de Ibarómetro, es la cultura política. “Hay un patrimonio de valores compartidos. La intervención de la economía y el posicionamiento hacia América latina, en detrimento de los países centrales, hablan de la construcción de una identidad. El valor del Estado y la búsqueda de la igualdad, que es la esencia del peronismo, pesaron en la elección”, puntualiza Ramírez.
Identidad y militancia. Otra cuestión sobre la que avanzó Enovu se relaciona con el interés que demuestran los votantes de la Presidenta por la política. El dato cobra valor si se compara con los años ’90, cuando la militancia y la discusión políticas eran poco menos que hechos disfuncionales. Según la encuesta, el 76 por ciento de los votantes captados por Cristina Kirchner afirma que en su casa se habla mucho de política.“El dato es interesante. En los noventa, el modelo neoliberal había entrado. Hoy, la gente reconoce que las cuestiones políticas le interesan mucho. En este punto, cabe destacar que el kirchnerismo suele adjudicarse ese voto. Sin embargo, nuestro relevamiento indica que no se trata de un factor determinante del voto. Esas personas pueden votar a cualquier otro candidato”, puntualiza Berasueta. Desde la óptica de Ramírez, “la efervescencia militante, si bien no es masiva, tiene un pacto significativo y contribuyó a inyectarle una identidad ética al kirchnerismo, que es una carencia de la oposición. Los partidos opositores carecen de identidad”, señala el integrante de Ibarómetro.
• La elección del campo y el fin de los agrodiputados. El voto agropecuario nuevamente se inclinó por el futuro. Las elecciones demostraron que el escenario del 2009 cambió. Sólo dos años pasaron de la legislativa en la que el ruralismo consiguió una representación de doce diputados nacionales. Esta vez, los sectores del campo sumaron sólo un diputado nacional. Se trata del ex vicepresidente primero de la Federación Agraria Argentina (FAA), Omar Barchetta, quien se postuló como tercer candidato por el socialismo santafecino. En el camino quedó Mario Llambías, ex titular de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), que se presentó como primer candidato por la Coalición Cívica.“Los sucedido demuestra que terminó el tiempo de incorporarse a la política y que también terminó la moda de los dirigentes agropecuarios”, interpretó Eduardo Buzzi, presidente de FAA. En los hechos, la Mesa de Enlace no pareció interpretar un voto que ya en agosto se presentaba esquivo. Los resultados devolvieron a la realidad a muchos dirigentes como Buzzi. En Córdoba –donde se produce el 25% de la soja–, el kirchnerismo obtuvo el 37%; en Santa Fe –que produce el 20%– sumó el 42%, y en Buenos Aires –que concentra el 32%–, el kirchnerismo cosechó el 56% de los votos.Un caso paradigmático es Llambías, que en su pueblo natral, General Belgrano, obtuvo el 7,07% de los votos, más del doble que en el promedio provincial, pero insuficiente para empujar su ingreso en Diputados. La lista de Llambías salió última en la provincia, y el primer lugar fue para el Frente para la Victoria, que postuló al tope de la nómina al ministro de Agricultura, Julián Domínguez, funcionario que consiguió ablandar a la Mesa de Enlace y obtuvo el 54,09 por ciento.
Rentabilidad. El voto del campo, según Buzzi, está en el hombre del interior, pero también “en algunos chacareros que votaron a Cristina”. En los hechos, los precios de la soja hacen que el productor mantenga una buena rentabilidad: “El 35 por ciento de las retenciones está disimulado por los fenomenales valores internacionales. Nadie vota en tiempo pasado”, sentenció el líder de los federados. Está claro: los precios FOB para los meses de mayor comercialización respecto de los valores de 2010 registran aumentos interanuales del 35 por ciento para la soja y del 80 por ciento para el maíz.Según el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), las buenas cotizaciones hicieron que el valor bruto de la producción, que se contabiliza valuando las cantidades producidas para cada cultivo a los precios internacionales respectivos, daría unos 40.800 millones de dólares, lo que representaría un aumento del 50 por ciento respecto del valor obtenido durante la campaña 2009-2010.Una consecuencia de esto se pudo ver en Pergamino, cuyas tierras son las más aptas para la producción sojera. El 45 por ciento de los votantes eligió la fórmula presidencial del Frente para la Victoria. La ciudad tiene unos 110.000 habitantes, de los cuales 2.000 son productores. El voto positivo fue dado por el comerciante, el vendedor de maquinarias agrícola, de fertilizantes... En resumen, por la agroindustria. La misma que en el 2008 estuvo con el campo y que hoy prefirió otro camino.

domingo, 6 de noviembre de 2011

"EL ESTADO SE CONSTRUYÓ SOBRE UN GENOCIDIO"




Integrante de la Red de Investigaciones en Genocidio y doctora en Antropología, Diana Lenton aporta pruebas del genocidio de los pueblos originarios. Campos de concentración, asesinatos masivos, fusilamientos y niños robados. Roca, el papel del Estado, la sociedad y los intelectuales.

Por Darío Aranda



–¿Por qué afirma que el Estado argentino se funda sobre un genocidio?
–El Estado moderno constituye una forma de entender las relaciones entre Estado y sociedad, y construye todo un modo político de accionar, una normativa, instituciones que se fundan en el mismo momento que se realiza el genocidio. Y no lo relacionamos sólo porque es contemporáneo al genocidio sino porque esa estructura de Estado requirió que no hubiera más diversidad interna en el Estado. Se anulan los tratados con los indígenas, el Estado se garantizó que no iban a interferir en la constitución de ese Estado. Es lo que se llama genocidio constituyente, son genocidios que dan origen a un Estado.
–Existen sectores que aún niegan que haya sido un genocidio. ¿Qué pruebas dan cuenta de que sí lo fue?
–Las ciencias sociales no tienen un concepto analítico acabado. Desde el campo jurídico internacional sí, lo provee Naciones Unidades en 1948 para juzgar los crímenes del nazismo. Esa definición habla de distintos elementos. Es genocidio cuando se puede establecer la intencionalidad de destruir a un pueblo. Otra característica es impedir la reproducción de ese grupo y también el robo de niños, cuando son secuestrados y entregados a familias de grupos dominantes, y se les reemplaza los nombres, porque así se atenta contra la continuidad de ese pueblo porque se le roba la memoria.
–¿Qué hechos concretos hubo?
–Matanza de población civil. Algunos tienen la imagen de batallas al estilo romántico de un ejército contra otro. La característica de la campaña de Roca es que está principalmente dirigida a la población civil. Las memorias del comandante Prado dicen claramente que el ataque a las tolderías es para caerles encima a las mujeres y niños que quedaron cuando los hombres no estaban. Estaba planificado así para llevarse el botín, sobre todo el ganado, y las familias porque ésa era la operación que iba a llevar a los indios a rendirse. Son operaciones contra la población civil, donde mueren mujeres y niños, o eran enviados como mano de obra esclava para el trabajo doméstico urbano o para la agroindustria, caña de azúcar y viñedos. También se cumplen otros elementos de genocidio, el someter a la población a condiciones que acarreen daño en su subsistencia, que pueda provocar enfermedad o muerte, y eso implicaron los traslados de la población sometida a campos de concentración.
–Ustedes dan cuenta de que el diario La Nación lo llamó crímenes de lesa humanidad.
–Mitre decía que lo que hacía Rudecindo Roca, hermano de Julio Argentino, eran crímenes de lesa humanidad porque se fusilaban prisioneros desarmados y se tomaban prisioneros a mujeres y niños. Para un sector del espectro político no era lo correcto, incluso Mitre, que no era nene de pecho, que tuvo responsabilidad en la guerra del Paraguay con episodios espantosos, sin embargo estaba asombrado, no criticaba que se hiciera la Campaña, sí cuestiona que un gobierno estuviera minando su propia legitimidad al desoír lo que eran avances de la civilización.
–También hubo campos de concentración.
–Hubo campos de concentración en Valcheta, Martín García, Chichinales, Rincón del Medio, Malargüe, entre otros. Son todos lugares donde se encierran a las personas prisioneras sin destino fijo. La autoridad militar era la dueña de la vida y muerte de ellos. La idea era de depósito porque iban a ser distribuidos. Eran prisioneros y esclavos. Se recibían pedidos de Tucumán, ingenios, de Misiones, estancias. Llegaban como familias y se los separaba. Hay pruebas de la violencia, cartas entre curas y arzobispos. Había muerte por las condiciones a las que estaban sometidos, ahí está también el genocidio. Y también había suicidios por el trauma social al que estaban sometidos. Los padres sabían que les quitaban a sus hijos, lo veían y decidían matarse. O mujeres que se tiraban al agua con sus hijos. En Valcheta hay documentos donde se describe que no se les daba alimentos y morían de hambre.
–¿Qué documentos existen?
–Existe mucha documentación oficial para discutir la historia impuesta. Los archivos oficiales, Archivo General de la Nación, la Armada, los archivos de las provincias. Y archivos privados de personas, de militares que han escrito cartas. También documentos de la Iglesia: de ahí surgen datos de cientos de chicos destinados a Jujuy y Tucumán. Quedan claras las edades de servicio doméstico, chicos desde los 2 o 3 años y hasta los 8. Los adultos que eran destinados al cañaveral y morían con sus familias, eso también es parte del genocidio.
–¿Hay cifras?
–El Poder Ejecutivo decía para 1879 que se habían trasladado 10 mil prisioneros de lo que era la frontera, se estaba recién en la zona norte de Patagonia, para trabajar hacia el Norte y Mendoza, industrias, servicios doméstico y Martín García. Para 1883, un informe oficial ya dice que son 20 mil. En el Chaco son cifras mucho mayores.
–¿Por qué la campaña militar al Norte no es tan conocida?
–No ha habido una manera sistemática de presentar la historia y menos la historia de los pueblos indígenas. Nos han legado imágenes, hemos aprendido que el Estado o territorio actual se completa con Roca, y él estuvo en el Sur.
–Suele justificarse la violencia con que “hay que situarse en la época”, como si fueran normales esas campañas militares.
–Algunos senadores como Aristóbulo del Valle, quizá la voz más clara contra la Campaña, preguntaban cuáles habían sido los resultados de la campaña al Sur y se decía que esos territorios no están incorporados al trabajo. Era el momento que se estaba rifando territorio, como dijeron en esa época observadores militares, no era para los pioneros ni para los agricultores, como se había prometido, sino para latifundistas. Aristóbulo del Valle denunciaba que el hombre había sido esclavizado, la mujer prostituida, los niños utilizados para el trabajo esclavo. No había, decía, ni avance económico ni cívico. Incluso hubo oposición de sectores de las elites.
–Igual se realiza.
–Se hace y es un fracaso desde el punto de vista militar. Hacia 1884 lo que consigue el general Victorica, que estaba al frente como ministro de Guerra, es derrotar a los principales jefes, pero no consigue ocupar el territorio. Eso recién pasará hacia 1911. No consigue ocupar porque el Chaco estaba mucho más densamente poblado por pueblos indígenas y con una variedad de pueblos, de lenguas y culturas distintas.
–¿Fue igual de cruenta que la del Sur?
–Sí, no sólo fue igual sino que esa operativa de secuestrar chicos, atacar mujeres, se extendió hasta avanzado el siglo XX; aun hoy todas las comunidades tienen recuerdos de los chicos robados por el Ejército.
–¿Cifras?
–No las tenemos, estamos trabajando, pero las víctimas superan ampliamente las cifras de la Patagonia. Y hay otros sectores del país donde tampoco se sabe mucho.
–¿Por ejemplo?
–Cuyo y la Puna. Estamos comenzando a trabajar lo que fue la Campaña a la Puna, que se conoció como Campaña al Susques, que se da por terminada en 1874, con la batalla de Quera. Aparentemente lo que más hubo fueron fusilamientos masivos que acabaron con la resistencia, lo que se llamó la Pacificación de la Puna, fusilamientos masivos durante 1874 y 1875.
–En Cuyo hubo campos de concentración...
–Sí, por la campaña al sur de Mendoza y norte de Neuquén, donde tomaron gran cantidad de familias prisioneras, que fueron utilizadas en la industrias de la vendimia en lo que hoy es Malargüe. La persona que más sabe es Diego Escolar, que vive allá, tiene muy documentado y cuantificado no sólo los prisioneros sino también la cantidad de chicos que eran enviados solos a la vendimia para trabajar para siempre, no iban y venían.
–¿Roca es sólo un símbolo o el responsable?
–Roca fue responsable del genocidio. Tuvo posibilidades de otro tipo de política. Hay pruebas de que él se informó con un enviado de su confianza en Estados Unidos para ver cómo funcionaban las reservas. Y estudió también a los franceses en Argelia. Decidió el modelo francés porque decía que el modelo de reservas era muy costoso. Hubo campañas militares anteriores, pero la de Roca fue la más sistemática y que tuvo un objetivo más declaradamente genocida. Hay declaraciones de Roca sobre destruir hasta el último indígena. Su discurso de asunción de la presidencia festeja que no cruza un solo indio la pampa.
–Es conocida la postura de los intelectuales de la derecha sobre Roca y los pueblos originarios. ¿Y la mirada de los intelectuales de izquierda o progresistas?
–Hay cierto progresismo que se construyó sobre el paradigma que dio lugar al genocidio y a una noción de la Argentina sin indígenas. A gran parte de los intelectuales no les importan los pueblos originarios. Se ha construido una idea de progresismo que puede ignorar a los pueblos originarios como si no existieran y tenemos una izquierda que ha ignorado las luchas indígenas, por eso todo es mucho más difícil.
–¿Por qué el genocidio sigue pareciendo algo sólo de la dictadura y no también algo que afectó a los pueblos originarios?
–Porque cuesta a gran parte de los argentinos considerar la historia de los pueblos indígenas como parte de la historia argentina. Tiene directa relación con asumir si es algo que les pasó y pasa a los argentinos o les pasó y pasa a otros.
–El juez de la Corte Suprema, Eugenio Zaffaroni, le agrega el factor de la clase social afectada.
–Sin duda tiene que ver la clase social víctima, pero sobre todo hay una mirada racista dentro de lo que es el sentido común argentino. La sociedad argentina es racista respecto de los pueblos originarios. Se piensa que lo que sucede con otras personas no es tan importante, por eso hay dolores que no nos conmueven y otros que sí. Para mucha gente un campo de concentración se define como tal cuando ahí adentro hay gente que se parece a mí, si no, no es un campo de concentración.
–¿De ahí la negación del genocidio?
–Tenemos un paradigma donde la palabra “genocidio” se puede aplicar cuando a mí me importa, cuando mi grupo de pertenencia es el afectado. Y la mayor parte de la intelectualidad, de la gente que construye teoría y construye consenso social en estas situaciones, compartimos un sistema cultural de pertenencia. Hasta tanto no podamos siquiera entender el dolor de los otros y sentirlo como el propio, no hay interculturalidad posible. No hay forma de dialogar.
–¿Interpreta continuidades de las campañas militares a fines del siglo XIX y la situación actual de muerte por desnutrición en Chaco, Misiones y Salta, o por represión en Formosa?
–Los pueblos originarios son víctimas de un genocidio que aún no terminó. Por eso como Red hablamos de que en la Argentina existe un proceso genocida de los pueblos indígenas porque no le podemos encontrar la fecha de finalización. No sólo el Estado se construye sobre un genocidio sino que también nuestro marco de pensamiento se construye sobre el genocidio, de tal manera que no hemos salido aún de él. El genocidio realizado por el nazismo tiene fecha de finalización. El fin de la guerra, el suicidio de Hitler, los tribunales de Nuremberg. El genocidio de la dictadura tuvo una Conadep, juicios. El genocidio indígena no tiene fecha de finalización y no hay juicios.
–No existió un “Nunca más” para los pueblos originarios.
–No hubo fecha de finalización. No hay ni hubo una instancia de reparación. ¿Cuál sería la instancia autorizada si queremos hacer juicios? Porque el Estado es el mismo Estado genocida. La única manera para poder realizar algo similar a los juicios de la dictadura es que también esté integrado por pueblos originarios.
–¿Lo cree posible?
–Hoy en día hay un movimiento importante de pueblos originarios que no había hace diez años, y en algún momento se va a dar. No puede ser la misma sociedad genocida la que lleve la acusación; lo que sí puede hacer la misma sociedad genocida es movilizar la posibilidad de generar un cambio interno.
–¿Por qué “sociedad genocida”?
–Porque hay procesos que se siguen produciendo. Si bien hay una apertura muy importante para la inclusión de los derechos específicos de los pueblos indígenas dentro de los derechos humanos, la actitud del Estado hoy en día no es la misma que se tenía hace diez años, hay un cambio positivo. Pero cuando esos derechos reconocidos de los pueblos originarios confrontan contra intereses económicos, ya sea del Estado o de particulares, siempre se atenta contra los pueblos originarios.
–¿Por ejemplo?
–El Estado sustenta buena parte de su modelo en actividades como la soja, el petróleo y la minería, entonces el derecho indígena se cae. El mismo Estado que habilita a los pueblos originarios a hacer determinados reclamos por otro lado los hace callar con la violencia que sea necesaria cuando está en juego una actividad económica que el Gobierno impulsa.
–¿Cómo se entiende esa contradicción?
–Por eso digo que la sociedad no terminó aún de ser genocida con los pueblos originarios. Porque frente a estos dos parámetros en conflicto automáticamente le da la razón al paradigma económico.
–¿La sociedad o el Gobierno?
–Van uno con el otro, es un ida y vuelta. El paradigma económico es el que se constituyó junto con el Estado y hoy se desarrolla la continuidad de ese paradigma. Si bien hay espacios de apertura interesantes, cuando confrontan paradigmas el que sale ganador es el paradigma racista, donde tenés derecho a decir lo que quieras, pero si tenés petróleo en tu comunidad el organismo que decide no es el INAI, el Inadi, ni una oficina de interculturalidad, sino la Secretaría de Energía. Y punto, no hay discusión posible.
–Es la economía...
–Cuando lo que está en juego son intereses económicos, siempre se atenta contra los derechos indígenas, con leyes que debieran respetarse.
–Las campañas militares tuvieron una matriz económica, una decisión política y una complicidad o al menos una indiferencia de la sociedad. ¿Observa paralelos?
–Es muy similar. ¿Cómo se definió el avance económico a fines del siglo XIX? Se decidió por la apertura de nuevos terrenos para la explotación intensiva junto con nuevas tecnologías que tenían que ver con el manejo de la ganadería, alambrados, nuevas técnicas que acompañaban la inclusión de territorios para el mercado exportador. Y ahora estamos viviendo lo mismo, la soja es exactamente eso. La nueva tecnología y la incorporación de nuevos territorios que antes estaban libres, donde había comunidades que podían vivir.
–El petróleo y la minería repiten la misma lógica.
–Lo están padeciendo, entre otros, los mapuches en zona de meseta. Cuando las comunidades se habían establecido en la meseta, ese lugar no era objetivo de explotación; ahora sí. Hoy sufren un acoso tremendo e ilegítimo de parte de mineras y petroleras.
–Hay un argumento legitimador que se repite: el progreso.
–Sí, hoy es el desarrollo, como una utopía de la sociedad occidental, pero el problema es que se establecen como si fueran características que pudieran tener sólo la sociedad occidental y los otros no, y que además son a costa del vivir de los otros. El problema de este concepto de desarrollo o progreso, hoy encarnada en la política económica extractiva, es que se les da una entidad más importante que la vida y la dignidad humanas. El desarrollo es importante, pero, ¿es tan importante como para avalar que el avance petrolero, minero y sojero ocasione contaminación y muerte? Y, no es casual, siempre ese “progreso” es a costa del “otro”, nunca es a costa del grupo de pertenencia dominante.
–Usted afirma que el genocidio aún no tiene fecha de finalización, mientras los pueblos originarios se organizan y luchan.
–Sin dudas, hoy han ganado visibilidad como nunca antes y tiene directa relación con la organización y los conflictos que enfrentan en los territorios. Por eso siento mucho respeto por los dirigentes e intelectuales indígenas, sé que hay diferencias como en cualquier espectro político, pero tengo un gran respeto porque tienen que tener mucha decisión y coraje, ya que están haciendo un trabajo de concientización, de educación política a todo el resto de la sociedad. Ser dirigente indígena sigue siendo profesión de riesgo, sobre todo en algunos provincias, porque es muy probable que vayas preso o te maten por defender el territorio. Nunca hay que olvidar que son pueblos que sufrieron un genocidio, pero se mantienen vivos.
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LOS CHICOS DE LA ESMA



Son chicos y adolescentes. Llegan al ECuNHi para hacer talleres, ver teatro, dibujar y pintar. Una manera diferente de abordar los años más oscuros de la historia del país.

Por Karina Micheletto


Aquí hay chicos que pintan caras redondas y les ponen un nombre. Que miran cuadros y aprenden que ellos también pueden hacer los suyos, a su modo y con sus colores. Que escuchan historias de barcos y piratas y se mecen con las olas, apuntan sus catalejos. Que cantan y tocan tambores, cajitas chinas, triángulos. Que aprietan narices de payasos y se matan de risa. Que ven teatro por primera vez en sus vidas. Aquí, hace un tiempo, funcionó la Escuela de Mecánica de la Armada. Este edificio podría haber quedado cristalizado como símbolo quieto del horror, eterno paisaje admonitorio, recordatorio lejano de la muerte. Conviene que quien quiera saber de las implicancias prácticas de la palabra “transformación” asome sus narices por aquí.
Aquí están las largas cuadras de Libertador a la altura del 8000, que se hacen eternas al caminarlas por la línea recta de sus rejas, que descubren una ciudad adentro de la ciudad apenas traspasada la puerta principal. Un cartel anuncia que se ha ingresado al “Espacio para la Memoria y para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos”, y aquí trabajan desde 2007 un conjunto de instituciones, de diferentes organismos, y además se acaban de inaugurar las sedes de los canales Encuentro, Pakapaka y Tecnópolis, de próxima aparición. El sitio sobrecoge por muchos motivos: también por sus dimensiones. Las Madres tienen aquí su espacio: el Espacio Cultural Nuestros Hijos, que presentan con sus siglas, ECuNHi, y que ofrece una serie de talleres, presentaciones, festivales y muestras de artes visuales, artes y artesanías originarias, letras, música, teatro. Trabajan, por ejemplo, con talleres para adultos mayores, en convenios con el PAMI y con el Ministerio de Desarrollo. Y desde hace un año, un programa creado con el Ministerio de Educación de la Nación abrió este espacio también a los más chicos.
El programa se llama El ECuNHi hace Escuela y desde su creación, un año atrás, ha involucrado a más de 9000 chicos y chicas de escuelas públicas y privadas de la ciudad y la provincia de Buenos Aires, de todos los niveles educativos, e incorporó también instituciones terciarias y visitas de magisterios. Arte y memoria son los ejes de trabajo de esta propuesta, que invita a nenes desde cinco años a visitas guiadas de la mano de narradores, clowns, profes de teatro, de letras, de música, de artes plásticas. Y en las que todos participan de más de una manera.
Lo que ocurre en estas visitas es algo único y poderoso, diferente cada vez. Aquí vuelve a aparecer la palabra transformación, explicitada en los relatos de los maestros y padres que acompañan y de los mismos profes, implícita en las reacciones de los chicos, en el trabajo que continúan luego en el aula. Y si los últimos meses han sido los tiempos más difíciles para este espacio cultural, que corrió peligro de cerrar, los hombres y mujeres que lo sostienen apuestan a una continuidad, también, transformadora.






¿Cuál es tu nombre?




Esta mañana, por ejemplo, han llegado hasta aquí unos cien chicos de sala de cinco del Jardín Nº 924 María Elisa Figueroa, de Ciudad Evita. La directora y la vicedirectora del jardín, y también las señoritas que acompañan a los nenes, cuentan lo que ya se sabe a golpe de vista, por eso de que la pobreza es algo que queda inscripto en los cuerpos. Que el suyo es un jardín de una zona muy carenciada. Que estos nenes viven en asentamientos –barrios, corrigen ellas, porque son barrios, finalmente, donde organiza sus vidas la gente– del corazón más pobre de La Matanza: 22 de Enero, 17 de Marzo, Gauchito Gil, barrio Villegas. Que muchos de ellos transitan toda la primaria y la secundaria, si tienen suerte, sin saber lo que es el teatro o el cine. Que viven lejos de casi todo, que tampoco es fácil conseguir colectivos como los que provee ahora el ministerio para hacer estas visitas. Que la escuela, entonces, es un lugar formador en más de un sentido. Y que en eso están.
Los nenes miran y tocan y se ríen con el payaso Cacatúa, que hace sonar un charango, y con la payasa Aneta, que tiene anteojos grandes, broches en la cabeza y una manguera de micrófono. El narrador Claudio Ferraro comienza un cuento que logra el milagro del silencio: “Había una vez un país muy alegre y entretenido. Cada uno podía tener ideas diferentes, a veces hasta discutían y peleaban. Daba la impresión de un gran desbarajuste. Quizá fue por eso que apareció el Tirano. Se puso a dar órdenes y a mandar a todo el mundo. Sólo porque era el más fuerte. ¡Ideas diferentes! ¿Dónde se ha visto? Es una pérdida de tiempo... Y ahí vino la orden: ¡A partir de hoy, sólo pueden tener las mismas ideas que yo!”.
Es “Había una vez un tirano”, de la brasileña Ana María Machado, uno de los cuentos prohibidos por la última dictadura militar. Lo que cuenta el cuento es que se pudo vencer al tirano con una lluvia de estrellas, un arco iris en el bolsillo y una canción en el cuerpo. Cuando termina hay música y canciones, y después los grupos se dividen para los diferentes talleres. Sala Lila, a narración. Sala Naranja, al taller de percusión, y así van pasando los colores y las artes. Y así es posible saber que Enzo baila murga en su barrio; que Mili, la más chiquita, toca despacito pero lleva gran ritmo en el tambor; que aquel otro con pinta de terremoto, marcado de cerca por las maestras, es capaz de la máxima concentración cuando algo lo atrapa desde un escenario.
“Desde el año pasado estamos trabajando el tema del derecho a la identidad, con conceptos básicos pero fundamentales: que los nenes sepan cuál es su nombre y su apellido, los nombres de quienes integran sus familias, que valoren lo importante que es tener un documento de identidad que diga quiénes son, que sepan que eso les da derechos y que puedan expresar libremente todo eso a través de todos los lenguajes. Cuando nos enteramos de que existía este programa nos pareció que ésta era una hermosa manera de completar el trabajo”, cuenta Susana Macaya, la directora del jardín. “Claro que tuvimos nuestras dudas y debates en un principio”, advierte Silvia Aberbach, la vicedirectora. Las dudas eran las de muchos: ¿Cómo sería el lugar? ¿Habría un museo? ¿Sería apropiado para chicos tan chiquitos? ¿Los pondría incómodos a los grandes? “Estaban las Madres y el Ministerio de por medio, así que sabíamos que iba a ser algo serio y acorde a la edad”, concluyeron las docentes. Y ahora que están por subir al micro de regreso, dicen que ojalá que pudieran volver pronto.






Llegadas




La pedagoga Verónica Parodi es la coordinadora de este programa, encargada de articular las visitas que son diferentes de acuerdo con las edades, y de asegurar un sostén didáctico, con materiales para completar el recorrido en el aula. Los cuentos y los talleres varían, también el acercamiento a las obras plásticas que se exponen en el ECuNHi. También varían los recorridos: los más chiquitos, por ejemplo, no se detienen en la Galería de los Rostros Revolucionarios, allí donde las Madres quisieron que sus hijos dejasen de ser una mera fotografía para siempre estática, para siempre en blanco y negro, para pasar a brillar a la luz del sol, bañados por el extraño halo que provee este lugar, con esta luz.
El de “llegar”, dice Parodi, es el mayor logro que se computa el equipo en este año de trabajo: “Sentimos que realmente llegamos a todos, de diferentes maneras, desde los más chiquitos hasta los más grandes o los futuros maestros. Que todos los que vinieron se animaron a transformarse y a transformar este espacio cultural junto con nosotros, porque eso es finalmente lo que buscamos”. Más que a lo que dan, el relato de Parodi apunta a lo que reciben de las escuelas: lo que hay en sus palabras es agradecimiento. “Es maravilloso el acercamiento que nos permiten en sólo dos horas, desde lo artístico y también desde lo humano –dice entusiasmada–. Cada día, cada visita, es diferente. Es un desafío, un aprendizaje, una transformación. No nos repetimos y no somos los mismos nunca. Cada escuela trae su aporte, sus ganas, su compromiso, su manera de relacionarse, de mucho respeto y mucho silencio algunas, las más tímidas, otras con chicos con más ganas de hablar, preguntar, saber. Pero todos se van revolucionados, emocionados, y sobre todo queriendo volver. Ese es el premio.”
El proyecto sigue adelante con un equipo de quince profesores, artistas y talleristas. Junto a Parodi trabajan Iván Bortolin, Fernanda Fraile y Martín Glatsman, el narrador Claudio Ferraro, las profesoras de letras Cecilia Fanti y Clara Mari, los profes de percusión Diego Cueto y Leo Borrelli, las de teatro Lorena Pángaro, Marianela Iglesia y Carolina Díaz, los de plástica Karina Granieri e Ignacio Amespil, los clowns Armando Díaz (“Cacatúa”) y Mariana Hinterwimmer (“Aneta”). Si los últimos han sido tiempos más que difíciles para las Madres de Plaza de Mayo y para todos los que defienden su bandera, lo han sido también, desde luego, para este espacio cultural y para los que aquí trabajan. Que han seguido, contra todo y a pesar de todo, invitando a esta construcción colectiva. No son tiempos fáciles, y sin embargo el relato no se detiene en las dificultades. Más bien se expande en lo por venir, y en ese porvenir está, por ejemplo, el regalo de la cantidad de colegios que piden sumarse al programa a medida que van enterándose de su existencia, también de otros puntos del país. “Hoy no damos abasto con la cantidad de pedidos de visitas, y eso es maravilloso. Hay escuelas que piden volver y tenemos que decirles que no, para darles prioridad a las que ya están anotadas. Para el año que viene estamos pensando en ampliar la estructura”, sonríe Parodi.
Cuando termina la visita, los chicos se juntan en el salón principal del ECuNHi, donde alguna vez funcionó un astillero de la Escuela de Mecánica de la Armada, y donde todavía se ven los ganchos gigantescos colgando del techo. Ponen en común lo que aprendieron en los talleres, se sientan en ronda y comparten una vianda, se siguen riendo. Al final, se sacan todos una foto con los profes, en el mural de El Eternauta que pintaron en las escaleras los “Abuelos muralistas”, adultos mayores que asistieron a los talleres de arte de verano. Los talleristas abrazan a los chicos y a las maestras, se entregan mutuos regalos, se cargan, vuelven a reírse, parecen todos conocerse desde hace mucho. Verónica Parodi da un paso al frente y dice en voz alta, con voz de seño: “Gracias. Nos regalaron una hermosa mañana”

"POR PRIMERA VEZ EL ESTADO ME ESTÁ DEVOLVIENDO ALGO"



Cuenta su vida la hija del poeta Paco Urondo, Ángela cuyos asesinos acaban de ser condenados. Recuerda cuando mataron a su padre y la secuestraron junto a su madre, que sigue desaparecida, aunque sólo tenía un año. Recién conoció su historia casi dos décadas después y continúa su pelea por recuperar la memoria y hasta su nombre.


Por Victoria Ginzberg


Tenía 16 o 17 años. Iba en el auto con su madre adoptiva. Salían del Club Náutico Bouchard, por Libertador, a la altura de la Escuela de Mecánica de la Armada. La mujer, que manejaba, soltó un insulto dirigido a un militar. Angela preguntó por qué. “¿Cómo por qué? ¿Vos me preguntás por qué? Si los militares mataron a tus papás.” Angela se quedó helada, en shock, se le caían las lágrimas. En Vicente López la mujer volvió a hablar: “Pero si vos sabías... te lo dije muchas veces”. Pero no. “A tus papás los mataron los militares, cómo no los puteás”, es el primer registro de Angela sobre lo que a partir de ahí y de a poco comenzó a reconstruir como su propia historia. “Pero entonces... ¿y el accidente de auto?”, se quedó pensando. Angela Urondo no vota, dice Angela Urondo. Angela Urondo no tiene un documento que diga Angela Urondo. Pero Angela Urondo existe. Y cómo. Dibuja, escribe, es esposa, madre de dos niños pequeños e impulsa varios juicios. El que acaba de terminar en Mendoza en el que se juzgó el asesinato de su padre y la desaparición de su madre, los procesos contra los funcionarios judiciales que hicieron todo lo posible para evitar que ese juicio se concretara y otro más, para recuperar su nombre, el nombre de sus padres en la partida de nacimiento y acabar con lo único que todavía la une a su familia adoptiva: los papeles, el DNI.
Angela Urondo es hija de Francisco “Paco” Urondo y Alicia Raboy. Pero a ella no le fue tan fácil saberlo. El 17 de junio de 1976, en Guaymallén, Mendoza, el auto en el que viajaban los tres junto a René Ahualli fue
interceptado y atacado a balazos. Urondo, poeta, periodista y desde hacía unas semanas responsable de la regional Cuyo de Montoneros, les dijo a las mujeres que había tomado la pastilla de cianuro para que ellas se fueran, se escaparan. No era cierto. Lo asesinaron a los golpes, con un culatazo en la cabeza. Raboy fue secuestrada y llevada al D2, el centro clandestino más grande de la provincia. Hasta hoy sigue desaparecida. “La Turca” Ahuali fue herida pero logró escapar. Angela tenía once meses. Fue encontrada por su familia veinte días después en la Casa Cuna. Antes, pasó también por el D2.
“Sé que estuve en el D2 y sé que estuve en la Casa Cuna, porque los recuerdo. Cumplí un año estando ahí. Siempre tuve sueños recurrentes y de grande me di cuenta que podían responder a estos lugares. Había como un jardín de infantes, como edificios con pabellones que se continuaban, habitaciones oscuras con niños, mirillas que se abrían en las puertas o ventanas angostas... Cuando me di cuenta, fui a Mendoza a buscar los lugares y los encontré. Soñaba con unas ventanitas angostas y largas por encima de la altura de la cabeza y eso está en la Casa Cuna. Hablé con unas señoras que trabajaban ahí desde aquella época y se acordaban de mí. Lo que no tengo es certeza de en qué momento fui trasladada del D2 a la Casa Cuna. Es muy impresionante porque yo dibujé esos lugares, hice cuadros, ensamblando tal vez dos o tres lugares, la perspectiva de una esquina, pero desglosando pedazos de arquitectura fui encontrando cosas muy particulares. Yo pensaba que del D2 me habían llevado enseguida a la Casa Cuna porque no sabrían qué hacer con los niños, pero durante el juicio escuché testimonios de otros sobrevivientes y hay muchos casos de chicos que pasaron por ahí y fueron llevados a la sala de torturas y tratados como si fuesen adultos. Fui tomando conciencia de mi propia situación y de que lo de los chicos fue sistemático. Se habla bastante de los niños apropiados, pero también hubo niños detenidos desaparecidos.”
Por el asesinato de Urondo, la desaparición de Raboy y delitos de lesa humanidad contra otras 22 víctimas del terrorismo de Estado, el jueves fueron condenados en Mendoza a prisión perpetua el ex comisario Juan Agustín Oyarzábal, el ex oficial inspector Eduardo Smaha Borzuk, el ex subcomisario Alberto Rodríguez Vázquez y el ex sargento Celustiano Lucero. El ex teniente Dardo Migno recibió doce años de prisión.
“Ttodos me preguntan cómo me siento después del juicio y siento alivio --dice Angela-- Pero también me pasa... hasta ahora el Estado siempre me había quitado: asesinó a mis padres, me quitó mi nombre y me quitó la posibilidad del resarcimiento porque había sido adoptada. Con el impulso del Ejecutivo, del Legislativo tuvimos este juicio. Y estamos trabajando en Mendoza para producir una limpieza en el Poder Judicial. Siento que el Estado me está devolviendo algo y eso de alguna forma desvictimiza. Si hubo dos crímenes, los asesinatos y las desapariciones y la impunidad, el primero no tiene forma de ser resuelto, el segundo sí, no por los 35 años que pasaron pero sí para el futuro”.
El viernes, Angela se durmió pensando en los represores condenados en ese juicio que duró casi un año. En que seguramente se estaban adaptando al frío del pabellón, al olor de la cárcel, a los fideos moñito. Pero también en que tuvieron un proceso justo, con todas las garantías y que nadie los va a torturar ni violar y los van a cuidar si se enferman.






Los principios de Angela




El pelo largo y abundante, los ojos grandes, los rasgos definidos, los tatuajes. Angela Urondo no pasa desapercibida. Tiene, lo que se dice, presencia. También habla segura, tal vez porque la mayoría de sus palabras son producto de reflexiones anteriores. Escribe en un blog Pedacitos los relatos con los que fue re-armando su vida. Y en otro, Infancia y Dictadura, recopila anécdotas, sueños, momentos vividos por quienes fueron niños durante el terrorismo de Estado.
–¿Por dónde empezamos? –pregunta en la mesa de un bar del barrio del Abasto.
–¿Por el principio?
–¿Y cuándo es el principio? ¿Cuando nací, cuando me enteré, cuando me secuestraron? Creo que es a los 20, cuando supe la verdad.
–¿Y antes cómo fue? ¿Cómo saliste de la Casa Cuna?
–La compañera de mis padres que sobrevive avisa a Montoneros y a mi familia. Después de muchas vueltas por distintas instituciones logran averiguar que yo estaba en la Casa Cuna y me van a buscar. Me retiran, sin papeles, porque ya era viernes a la noche y porque el juez de turno se había ido a su casa. Mi tía paterna, Beatriz Urondo y mi abuela materna, Teresita, fueron a la Casa Cuna con una foto mía y la que era la vicedirectora del lugar me entregó. Ella misma me lo contó. Le muestran a la vicedirectora una foto mía y ella les deja verme. Yo me les prendo al cuello y ella ya no se atreve a separarnos y firma un acta haciéndose responsable de entregar esa nena a esas personas. Después se arrepiente. Va a la casa del interventor del Consejo del Menor y la Familia a explicarle y a decirle que nos podían ir a buscar al hotel. La que tuvo más actitud de encontrar algo fue mi tía, de hecho me encontró a mí en la Casa Cuna y además encontró el cadáver de mi papá y logró recuperarlo de la Morgue Judicial y enterrarlo acá en Buenos Aires. Le propuso a mi abuela ir a buscar a mi mamá y mi abuela tuvo mucho miedo. Creo que mi abuela pensaba que ella estaba muerta, pero ahora yo tengo mis dudas. Mi abuela le promete a mi tía que me iban a criar juntas pero en algún momento entre julio y diciembre cambia de opinión.
¿Y con quién te quedaste?
Mi abuela hizo algunas reuniones con sus hijos y la parte materna de la familia para decidir qué iban a hacer conmigo. Sentía que no podía hacerse cargo de mí, tenía leucemia y murió unos años después. Sentía que al quedarme con ella iba a sufrir una nueva pérdida. Por otro lado, mi hermana (Claudia, la hija mayor de Urondo, desaparecida en diciembre de 1976) reclamaba mi tenencia porque lo había hablado con mi papá, que si a alguno de los dos les pasaba algo, el otro se hacía cargo de los chicos. Ella ya tenía hijos. En el momento que mi hermana va a reclamar, mi abuela se escapa de esa situación. En diciembre, mi hermana desaparece y a mí me entregan a quienes mi familia materna decide que van a ser mis padres. Mi madre adoptiva era prima de mi madre biológica. Mis abuelas materna y adoptiva eran hermanas y muy cercanas. Vivían en la misma cuadra, en dos edificios que daban espalda con espalda y compartían el teléfono con el cable.
–Pero hubo una decisión de ocultarte tu historia....
–El marido de la prima de mi madre era un hombre que necesitaba tener un control absoluto sobre las cosas. Ellos estaban queriendo tener hijos hacía varios años (después tuvieron) y la situación que se dio no era lo que querían, pero era lo que más se acercaba a la posibilidad de tener hijos. El plantea que si va a ser el padre, va a ser el padre, todo el resto desaparece bajo la faz de la tierra. Ahí se termina de decidir la separación de mi familia, que era una familia muy expuesta, por el apellido, porque era muy politizada, pero era mi familia, era lo que me correspondía a mí.
–¿Y qué te dijeron?
–Siempre supe que era adoptada, pero no era algo que nadie mantuviera presente. Cuando tenía tres o cuatro años, jugando con mi prima detrás de una cortina, ella me dice “¿vos te acordás de tu otra mamá?”. En cuanto me lo dijo, me acordé. Mi padre adoptivo reprimió la situación. Preguntaba por qué alguien me estaba hablando de eso. Yo seguía teniendo contacto con mi abuela biológica, pero ella no me hablaba de su hija, ejercía su rol de abuela, lo compartía con su hermana, pero nadie hablaba de mi madre, nadie la recordaba, no había fotos de ella. En el único lugar donde yo la vi era en las fotos del casamiento de mis padres adoptivos, ella aparecía entre los invitados, era una carita requetechiquitita y estaba ahí porque era el casamiento de ellos. Fotos de mi mamá existían y no estaban ahí para mí. A mi padre lo quisieron correr por algunas razones y por otras razones a mi madre también la fueron omitiendo.
–¿Y de tu papá no decían nada de nada?
–No había lugar para preguntar. Yo no preguntaba. Fui a vivir con esa familia cuando todavía no sabía hablar y ellos nunca me enseñaron a hablar sobre este tema, a hacer preguntas sobre este tema, no me enseñaron palabras que pudieran abordar este tema. Y yo no preguntaba.
–¿Y tu mamá se había muerto porque...?
–En un accidente de auto en Mendoza. En el accidente había una figura paterna nebulosa, él también había muerto ahí, pero como si ellos no supieran nada de él. Yo me entero en etapas. Primero creía que era hija de una madre soltera, después había un padre nebuloso, después tenía un nombre, se llamaba Francisco y no me acordaba cómo era el apellido. Y así fuimos hasta los 17 años. Ellos me responsabilizan a mí porque no preguntaba, como si hubiesen estado dispuestos a contarme todo. Yo tenía sueños espantosos que hubieran tenido lógica y no podía ponerles palabras. Me despertaba espantada porque había soñado con un jardín de infantes y unas puertas que se abrían y no podía verbalizar nada. Ahora entiendo muchas cosas, para mí fue muy aliviador saber la verdad porque muchísimas cosas tuvieron sentido. Todavía estoy atando cabos, todo el tiempo.



Los Urondo




Después del día en que recibió aquel “cómo no puteás a los militares si mataron a tus papás”, Angela se fue enterando cosas por cuentagotas. Un poco más, cuando sus padres adoptivos se separaron. Algunos datos fueron apareciendo de a poco y ya no sabe cuándo los supo. “Tu papá escribía libros... de economía”. Y ella iba, sin suerte, a las librerías a buscar algo sin saber bien qué. Una vez alguien le dio una foto en blanco y negro y, otra vez, la fotocopia de un poema. Pero sabe el momento preciso en que fue consciente de que tenía otra familia. Su familia.
En 1994, cuando los familiares de desaparecidos empezaron a recibir las indemnizaciones, su familia materna organizó un cónclave “para discutir si correspondía invitar a Angelita a que charlemos si quiere ir a cobrar o no”. Decidieron que sí. Le preguntaron. Ella contestó que sí. “Era la primera vez que me invitaban a hacer algo como quien yo era”, invoca.
Así fue, con su madre adoptiva, a la Secretaría de Derechos Humanos. Las atendió una chica joven. Angela dijo:
–Vengo por la Ley 24.411.
–Bueno, ¿tus familiares quiénes son?, le preguntó la chica.
–Soy hija de Alicia Raboy y Francisco Urondo –cuenta que dijo y ahora agrega “que para mí no era nadie”.
A la chica en cuestión se le llenaron los ojos de lágrimas.
–¿Vos los conocías? ¿Eras amiga de ellos? –preguntó.
–A tu mamá no la conocía, a tu papá sí. Leí sus libros.
–Ah... yo no.
“Yo pensaba ‘qué le pasa a esta chica, si escribía libros de Economía, un embole’. Ella me miró como con compasión y estuvo a punto de regalarme un libro, yo le vi la intención. Pero estaba mi madre adoptiva al lado y se notó la situación.”
Cuando el trámite volvió a sus cauces burocráticos, le pidieron el documento y resultó que, como tenía una adopción plena, no estaba acreditada legalmente para acceder al beneficio. “Había perdido mi carácter de heredera y mi derecho a cobrar la indemnización, no así quienes fuesen herederos directos de mis padres. Entonces decimos que en el caso de mi mamá los herederos pasarían a ser sus hermanos, y como ellos de alguna manera me habían propuesto ir a cobrar, supuse que no iba a haber problema. Pero de mi papá no tenía ni idea. Ahí fue la primera vez que pensé en quiénes serían los herederos de mi papá, si tendría padres, hermanos, hijos. De mi papá no sé nada, digo. Hasta ese momento yo tenía registro que existía un padre, el nombre del padre, pero nunca jamás pensé en que había una familia alrededor de ese padre. Nos vamos y en el auto, mi madre adoptiva empieza a hablar, a decir todo lo que sabía y hasta ese momento había sostenido que no sabía. Me dice que bueno... que creería recordar que mi papá habría tenido unos hijos antes con otra esposa, con lo cual serían más grandes que yo mis hermanos. A mí se me puso la piel de gallina, no podía creer que tenía hermanos en el mundo y no los conocía, que existían personas en el mundo que eran mis hermanos y yo me los podía haber cruzado en el colectivo. Y ella seguía hablando y decía que no estaba segura de si esos hermanos míos habrían sobrevivido a la dictadura, que ella creía que mi hermana mayor... –y yo veía que tenía una hermana mujer y un hermano varón– había sido desaparecida por los militares también. Ella sabía un montón de cosas que me las estaba largando como una fresca total. En ese momento yo dije que los iba a buscar y que iba a llegar hasta las últimas consecuencias para obligar a esa familia a que me dé mi parte de la indemnización. A mí me acababan de dar permiso para ser hija de mis padres por la indemnización, así que yo me agarraba a eso. Ella me aclaró que mi hermana estaba muerta, que me encargue de buscar al hermano. Y a partir de ahí, un mes o dos meses después ya estaba en contacto con mi hermano, Javier”.
–Pero ¿cómo fue?
–La mujer de mi hermano trabajaba con una mujer que había sido amiga de mi mamá de la secundaria, que a la vez era conocida de una amiga de mi madre adoptiva... hubo un permiso de que todas esas puertas se abrieran. Los contactos existieron todo el tiempo. Todo el tiempo ellos conocían, sabían. Ahí descubrí que tenía familia.
–¿Y cómo fue el encuentro?
–Una semana después, de la secretaría me preguntaron si yo tenía interés en contactarlo, que había alguien que podía llegar a conocerlo. Yo tenía que dar el OK para que le pasasen el teléfono. Javier me había conocido cuando yo era chiquita. Se acordaba de mí. Tenía fotos mías de bebé. Lo llamé pensando en escuchar la voz y cortar, pero no le pude cortar. Cuando me preguntó dónde estaba me di cuenta de que él no sabía de verdad dónde estaba yo. Se vino a mi casa. Mi madre adoptiva estaba presente en ese primer encuentro. Yo no entendía por qué no me habían venido a buscar, pensé que había sido una elección de ellos. En ese momento, con mi madre adoptiva haciendo el cafecito, mi hermano me explicó como pudo que las cosas no habían sido tan así, que ellos no habían tenido posibilidad de encontrarme, que les habían cerrado todas las puertas, y de a poco yo empecé a darme cuanta de que había estado cautiva para esa gente y después me di cuenta que había sido lo mismo respecto de mí, que ellos habían estado aislados de mí.
–¿Y cuándo dijiste uy..., mi papá es Paco Urondo?
–Nunca fui muy cholula en ningún rubro. Nunca tuve ídolos.
–Bueno, pero hay algo que hace que, por ejemplo, la persona que te atendió en la Secretaria de Derechos Humanos se emocione.
–Capaz me di cuenta ese día. Me pasó un día que escuchando la radio había unos viejos leyendo unos poemas. Los viejos eran Juan Gelman y mi papá y yo lo supe recién cuando terminó el programa. Y fue muy shockeante haber estado escuchando su voz. Igual, cuando yo me reencontré con mi familia no había sido rescatada su figura pública como hoy, que es mucho más fácil acceder a su obra y a la memoria de su persona.
–¿Y cuándo fuiste entendiendo el compromiso político de tus padres?
–Sobre la marcha. Cuando me encuentro con mi hermano y le pregunto por qué no aparecieron en veinte años, para entender eso tuve que empezar a leer libros de historia. A la vez, mientras estudiaba la historia, me estudiaba a mí misma en otro contexto, me ponía en situación todo el tiempo. Sentía que un montón de cosas tenían lógica y que yo también tenía un rol social.
–¿Y ahora qué lectura hacés de ese compromiso?
–Uno como hijo de desaparecidos pasa por muchas etapas. Por etapas de enamoramiento y por tener a los padres como idealizados y por etapas de muchísimo enojo y durísimas críticas y cuestionamientos, por ejemplo de por qué se dio prioridad a los ideales y no a los hijos, como si no fueran lo mismo. Más de grande uno tiene a sus hijos y también entiende que la vida no es ajena a la paternidad. Me costó mucho encontrar y reconstruir cuál había sido la militancia y la vida de mi mamá. Mi papá escribía sus propias ideas, yo ya no necesitaba intermediarios, nadie que me contara como era. El me lo estaba contando todo el tiempo. El dejó obras que yo no puedo leer de manera abstracta, todo el tiempo creo que lo que escribió me lo escribió a mí en clave, porque todo tiene un sentido especial, aunque lo haya escrito muchos años antes de saber que lo iban a matar, él está dando un contexto a esa situación que después iba a ocurrir. Y a partir de que empiezo a tener acceso a todo esto empiezo a sentir la falta de mi mamá. Recién este año pude ir averiguando a raíz de una mujer que se contactó conmigo que había militado con ella, pude ir recuperando lo que fue la militancia de mi mamá entre el ’74 y el ’76. Por eso también el juicio me emocionó especialmente por mi madre.
–También hay una crítica tuya a la supuesta moral de las organizaciones armadas, porque a ellos se los cuestionó como pareja.
–Creo que mis padres fueron leales hasta último momento con la organización y la organización no les fue igualmente leal, por el hecho de que mi papá inicia una relación con mi mamá sin haberse separado de otra mujer. Ella se entera, se enoja y lo manda a enjuiciar. Y ella estaba a cargo de toda la rama femenina de Montoneros, era una mujer con mucho poder. A mi papá le hacen juicio revolucionario y se decide su traslado a Mendoza a pesar de que él había pedido que no lo mandaran a Mendoza o a Santa Fe porque eran lugares donde había vivido y lo podían reconocer. No era su deseo dar la vida, pero no se descomprometió de la situación. Creo que algún día después de que todos los genocidas estén presos y que esté claro que ellos son los genocidas, habría que hacer algún tipo de revisión, creo que nos deben alguna explicación sobre la desprotección.
–¿Qué te pasó cuando fuiste al juicio la primera vez?
–Todos me preguntaban qué te pasa con ver a estos hombres por primera vez y yo decía “no, yo a ellos ya los vi”. Es muy duro. Uno de ellos, Eduardo Smaha, se me quedó mirando a los ojos y nos mantuvimos la mirada por cinco minutos. Yo me acuerdo de él. No sé qué con él. Pero me acuerdo de esa cara. Me inquieta más lo que no me acuerdo que lo que sí me acuerdo.
–¿Cuál es tu situación con tu nombre?
–Todavía sigo en situación de adoptada, pero firmamos un acuerdo de desvinculación y espero que salga pronto.
–¿Con las condenas de esta semana cerrás una etapa?
–Desde que supe mi historia sentí que esto debía ocurrir. No podía entender cómo había impedimentos legales para que esto ocurriera, por qué no había habido justicia. No lo vivo como algo feliz. A veces la gente confunde y piensa que uno celebra. Para mí es muy triste tener que pasar por esto. Darte cuenta que pasaron un montón de chicos por salas de torturas, es horrible. Pero además de lo personal, siento que los juicios terminan con discusiones que se dan en la cola del banco, en la vereda, en el taxi, con gente que cree que tiene derecho a opinar que algo habrán hecho. Ahora todas esas discusiones se dirimen del otro lado del blíndex que nos separa del juez, en la sentencia. Falta mucho camino por recorrer. Hay muchos genocidas sueltos. A por ellos.
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NOBEL DE LA PAZ PARA TRES MUJERES AFRICANAS



PREMIARON A UNA DEFENSORA DE LOS DERECHOS HUMANOS DE YEMEN Y A DOS DE LIBERIA, INCLUYENDO A LA PRESIDENTA
Nobel de la Paz para tres mujeres africanas
Tawakul Karman, líder de protestas antigubernamentales en Yemen; Leymah Gbowee, activista contra las violaciones durante la guerra civil liberiana, y Ellen Johnson Sirleaf, la primera presidenta mujer elegida democráticamente en Africa.

Por Daniel Howden *

El Premio Nobel de la Paz les fue concedido conjuntamente ayer a tres mujeres defensoras de los derechos humanos, dos de ellas de Liberia y una de Yemen, actualmente con problemas. El Comité en Noruega dividió el premio entre Tawakul Karman, que se reveló durante la Primavera Arabe en líder de protestas antigubernamentales en Yemen; Leymah Gbowee de Liberia, quien luchó contra las violaciones por parte de los soldados durante la guerra civil, y su compatriota Ellen Johnson-Sirleaf, la primera presidenta mujer elegida democráticamente en Africa.
La citación del Nobel elogió la “lucha no violenta por la seguridad de las mujeres y por los derechos de las mujeres” del trío. “No podemos lograr la democracia y la paz duradera en el mundo a no ser que las mujeres obtengan las mismas oportunidades que los hombres para influenciar los desarrollos en todos los niveles de la sociedad”, decía.
Las tres mujeres compartirán el premio y los diez millones de coronas suecas (casi 1,5 millón de dólares) con los que está dotado el Nobel de la Paz. Las liberianas y la yemení no se conocen y se verán por primera vez durante la ceremonia del 10 de diciembre. El nombre de Karman fue una sorpresa también para los expertos.
Sorprendente resultó quizá para muchos también la edad de dos de las premiadas, que no llegan a los 40 años. Su labor, sin embargo, ha obtenido más resultados que el que consiguieron muchos activistas a lo largo de toda su vida.
El anuncio fue un apoyo a la Primavera Arabe que recorrió el norte de Africa y Medio Oriente y las noticias de ello le llegaron a Karman en un campo de protestas, donde los manifestantes han estado durante meses pidiéndole al presidente de Yemen que renuncie. Ella dijo que era “una victoria para la Primavera Arabe y una señal de que los dictadores debían irse”.
El presidente del Comité del Nobel, Thorbjoern Jagland, dijo: “Hemos incluido a la Primavera Arabe en este premio, pero lo hemos puesto en un contexto particular. Es decir, si uno no incluye a las mujeres en la revolución y en las nuevas democracias, no habrá democracia”. Era otra incursión en la política sensible por parte del comité en Oslo que fue acusado por China el año pasado de interferir en sus asuntos políticos al elegir al disidente Liu Xiaobo. La decisión de este año de premiar a Johnson Sirleaf sólo cuatro días antes de que comience una pareja votación en Liberia también produjo alguna controversia en Africa occidental.
Su principal rival para la presidencia liberiana, Winston Tubman, dijo que el comité “estaba equivocado al dar el premio” y la describió como una “belicista” por su supuesto apoyo del caudillo Charles Taylor. Los votantes irán a las urnas el próximo martes en el país fundado en 1847 por esclavos estadounidenses liberados, en la costa atlántica del Africa occidental, cuyo nombre significa “país de la libertad”. En su territorio, sin embargo, nadie pudo ser libre durante mucho tiempo. Los crímenes contra la humanidad fueron pan de cada día durante casi 15 años bajo el régimen de Charles Taylor. Es apenas la segunda elección desde que el país surgió de la guerra de 14 años que dejó 200.000 muertos y la estructura de Liberia se sacudió.
Jonhson-Sirleaf respondió al premio ayer: “Creo que tanto Gbowee como yo aceptamos esto en nombre del pueblo de Liberia”, dijo en la escalinata de su residencia en Monrovia. “Esto me compromete más para trabajar para la reconciliación.”
La menos conocida de las dos laureadas liberianas, Gbowee, escuchó sobre el premio recién después de aterrizar en Nueva York, donde planea promocionar sus memorias, Mighty Be Our Powers (Poderosos sean nuestros Poderes). La noticia alcanzó a Gbowee, de 39 años, en la forma de un mensaje de texto de una amiga que decía: “Nobel, Nobel, Nobel”. “El asunto es que cuando uno recibe una buena noticia la quiere compartir con alguien”, dijo a Reuters. “El tipo sentado a mi lado durante el vuelo de cinco horas, nunca nos hablamos, pero tuve que golpearlo en el hombro y decirle, señor, acabo de ganar el Nobel.”
Gbowee se hizo conocida en Liberia cuando instó a las esposas y novias de facciones en guerra a que les negaran tener sexo hasta que depusieran sus armas. Sus esfuerzos comenzaron en pequeña escala en un mercado de pescado donde condujo las oraciones y los cánticos para la reconciliación y la paz. La última vez que se había dado el Nobel de la Paz a una mujer fue en 2004, cuando se galardonó a la keniana Wangari Maathai, quien murió el mes pasado a los 71 años. Esa ocasión también había sido la última en que se había premiado a un africano.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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FURIOSOS



Por Luis Bruschtein


Hay un sector recalcitrante en la sociedad que está seguro de contener una verdad que para la inmensa mayoría estaría vedada. Esa inmensa mayoría no estaría en condiciones de ver lo que para ellos es evidente y revulsivo. A veces con paternalismo, a veces con un profundo sentimiento de superioridad, con un elitismo elemental, explican esa diferencia de percepción que les da identidad como pequeño grupo. Reivindican esa percepción que les da rango de minoría, como si fuera de minoría exquisitamente profética.
No es la oposición, sino una fracción de ella la que se hace cargo de esa mirada, que es compartida por algunos columnistas de los grandes medios, que necesitan ese condimento para hacer más vibrantes sus comentarios. Pero esa actitud ante la realidad también tiene raíz en un sector de la sociedad, un sector con más tendencia a los prejuicios y a las miradas conspirativas tipo Sabios de Sión. Este sector alimenta a esos columnistas y a algunos políticos de la oposición en el peronismo disidente o en viejos sustratos del antiperonismo, radicalmente gorilas, por izquierda y por derecha.
Estos políticos, como Eduardo Duhalde o Elisa Carrió, han sido los más castigados por el voto. Después de las PASO, quedaron prácticamente en vías de extinción. Quedó muy expuesta la actitud crispada, al borde de la explosión violenta, siempre predispuestos a la pelea gritona, acusadora y despectiva. Es evidente que más del 80 por ciento de los votantes, entre oficialistas y opositores, no vieron motivos para esa tensión. Y la penaron.
En realidad, toda la oposición estuvo tentada por ese discurso. Algunos lo tomaron más y otros menos, pero en general la tentación fue grande porque es más fácil confrontar entre blanco y negro. Hacer una crítica con matices desde el llano es más complejo y no tiene efectos inmediatos. Los discursos más castigados fueron los más crispados, pero los resultados demostraron que en general toda la gama que integra la oposición fue puesta en penitencia.
Uno podría preguntarse qué habría sucedido si la oposición hubiera asumido otra actitud frente al Gobierno, si, en ese caso, los resultados hubieran sido menos contundentes, si las diferencias hubieran sido menores. Pero sería una pregunta contrafáctica y, como todas ellas, sin respuesta certera. No faltan los que votan al oficialismo porque no ven una oposición que los convenza. Es posible que ante una disposición crítica razonable –ni rupturista ni oposicionista– ese voto cambiara de rumbo. De todos modos, el grueso de los votos que fue cosechando el oficialismo se explica más por sus méritos que por las metidas de pata de la oposición. Cargarle toda la romana a la oposición, como se tentaron algunos después de las primarias, también sería hacer una lectura equivocada.
Leyendo, viendo y escuchando el mensaje corporativo de los grandes medios y observando las actitudes en algunos sectores de capas medias porteñas, se puede ver que ese antikirchnerista ultrarrecalcitrante y esencialmente gorila, a izquierda y derecha, sigue igual que antes de las primarias. Son bastantes en la Capital Federal, pero son poquitos en general. Creen que la mayoría no puede ver la realidad. Con ese argumento no se preocupan por, aunque más no sea, intentar ver lo que piensa la mayoría. Con mucho resentimiento, se sienten profetas desoídos, minoría iluminada y furiosa. Sumergidos en una sopa de omnipotencia sin resignación, insisten con el mismo discurso brutalmente despectivo y descalificador, escriben artículos insultantes y libros con afirmaciones discutibles, citas dudosas y conclusiones terribles que evocan una realidad que comparten muy poquitos. A veces parte de esa producción es consumida, pero es evidente que no es valorada. El que lo escribió y vendió tanto, no será leído de la misma manera la próxima vez.
Algunos que posan de izquierdistas, y otros que desertaron del oficialismo porque pensaron que se desplomaba, insisten mucho con la idea de la hipocresía, del doble discurso, de la traición permanente, de las intenciones aviesas detrás de las propuestas progresistas. Coinciden con otros sectores conservadores para los que todas las acciones del Gobierno están inspiradas por la corrupción. Para ellos es un gobierno del narcotráfico, o de corruptos esencialmente autoritarios que desprecian las instituciones republicanas. Esa verdad conspirativa es su tesoro, que aquilatan con el fanatismo de una revelación.
Cualquier gobierno con esas características despierta odio y rechazo. Es lo que siente la minoría que tiene esa visión del Gobierno. En algunos se trata de una construcción artificial y oportunista, pero hay muchos que, movidos por el odio, realmente creen en esa descripción y, por lo tanto, son agresivos y muy despectivos con los que no piensan como ellos. En zonas como Barrio Norte y Palermo se han dado situaciones de agresión física incluso, protagonizadas por personas con ese perfil. No es común que un gobierno despierte enconos tan desaforados. Hay un antecedente en los primeros gobiernos de Perón. Debe existir seguramente una relación entre el gobierno como acción, propuesta y pensamiento y la intensidad de esos sentimientos. Entre los afluentes culturales, sociales y económicos de esas furias se mezcla el odio contra el advenedizo, contra el recién llegado y contra lo plebeyo. Por supuesto, hay un condimento muy fuerte en ese compuesto, que es el aportado por los afectados por la temática de los derechos humanos y sus familiares y partidarios. En ese tema, en el que la gran mayoría de la sociedad ya tiene una posición asumida, no hay término medio. El que odia por esa razón, lo viene haciendo desde hace tiempo y con mucho ímpetu, con la diferencia de que ahora, sus sentimientos quedaron mimetizados entre los otros odios y amplificado junto con ellos por los grandes medios y los columnistas enojadísimos.
De todas maneras, esa minoría recalcitrante que odia visceralmente al kirchnerismo, al que concibe como lo peor de lo peor, debe soportar ahora que sea uno de los gobiernos con más respaldo popular de la historia. Que esa pústula de arribistas, hipócritas y corruptos, que serían los KK, como les dicen, vuelva a gobernar este país en un ciclo que se extenderá finalmente por doce años, seguramente constituye una situación insoportable para ellos. Ese pequeño grupo seguramente atraviesa uno de los momentos más difíciles de sus vidas. No es para envidiarlos.
Tampoco es para no prestarles atención, porque de la mano de esta forma de sentir y pensar han venido siempre los revanchismos. De minorías como éstas se formaron los comandos civiles, por ejemplo, o han proporcionado las excusas de izquierda, centro y derecha para justificar reacciones sangrientas y antipopulares. Todo lo irracionales y desaforadas que puedan parecer esas posiciones ahora, en otro momento histórico podrían convertirse en paradigmas del sentido común de bandas de linchamiento como han sido los golpistas del ’55 y del ’76. A la oposición política no le conviene confundirse con estos grupos, partidos o dirigentes. La Argentina no está en el ’55 o en el ’76, es otro momento histórico y los discursos del odio son nada más que eso, no juntan votos ni abren puertas al futuro.
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