jueves, 26 de septiembre de 2013

UNA POSTAL PLATENSE DEL GOLPE DE 1955 CONTRA PERON

Historia. Por entonces, la ciudad de La Plata se llamaba Eva Perón. Sus vecinos asistían azorados, como el país entero, al quiebre institucional. Una crónica de aquel momento y su tratamiento mediático.

Por Osvaldo Drozd.


Aquel 16 de septiembre de 1955 había estallado en Córdoba el complot militar y de los comandos civiles que tenía como objetivo derrocar al presidente Juan Domingo Perón. Además del foco mediterráneo, otros epicentros de la insurgencia golpista fueron Bahía Blanca, Curuzú Cuatiá, y la región de la capital de la provincia de Buenos Aires. Por aquel entonces, las localidades obreras y ribereñas de Ensenada y Berisso eran parte del partido de La Plata. La sección platense de la Infantería de Marina se insurreccionó aquel 16 en la zona aledaña al puerto, más precisamente del lado de Ensenada, estableciendo su retaguardia en la ribera del Río Santiago, frente a la Base y la Escuela Naval, desde donde se orientaba el operativo bajo el mando del almirante Isaac Rojas.
Hacía tres meses justo que el país estaba agitado, y nadie olvidaba la masacre de Plaza de Mayo donde por causa de los bombardeos de la Aviación Naval cayeron muertos casi medio millar de civiles. Esos recuerdos de junio estaban bien frescos en la población cuando en septiembre nuevamente se volvieron a escuchar estampidos de metralla y aviones amenazantes.
Desde muy temprano se veían por las calles de la por entonces Ciudad Eva Perón movimientos de tropas del Ejército y de la Policía en las inmediaciones de la Casa de Gobierno, en la sede del Comando de la Segunda División, y en el Departamento de Policía, ubicado frente al bosque platense.
Desde las azoteas del Comando podía verse el emplazamiento de ametralladoras, mientras que alrededor del Departamento de Policía una cantidad importante de centinelas desviaba el tránsito de las calles aledañas, no permitiendo el paso de automóviles particulares. La presencia del gobernador Aloe, a las 8 de la mañana, en la sede policial, era un indicio claro de que las alarmas estaban sonando.
Los diarios de la época subrayaban la presencia en la zona portuaria de abundante personal de la Prefectura Nacional Marítima, los cuales, provistos de armas largas, realizaban tareas de vigilancia. Desde muy temprano fueron interrumpidos los caminos que unen La Plata con Berisso y Ensenada. A la altura de 43 y 126, al igual que en 60 y 128, se habían instalado fuertes retenes policiales que prohibían el tránsito hacia la zona ribereña.
Poco después de las 8, la alarma general se hizo sentir y muchos padres se acercaron a las escuelas y colegios secundarios para retirar a sus hijos. A lo largo de la mañana reinaba en la ciudad de las diagonales una espasmódica tranquilidad, y fue así que muchos comercios reabrieron sus puertas. Pasado el mediodía, otro hecho anómalo fue que cerraran los bancos locales, e incluso la agencia del Banco Provincia que funcionaba en los Tribunales, sitio que permaneció casi desierto a pesar de que en algunas secretarías se siguieran cumpliendo funciones. La delegación regional de la CGT dispuso un paro de actividades a partir de las 14.30, haciendo que se cerraran todos los comercios. De igual manera, se dispuso el envío a sus hogares de todo el personal administrativo de las distintas dependencias estatales, incluidos los trabajadores de los Tribunales.
Hoy es posible saber que el mayor desplazamiento de fuerzas en el casco urbano platense estaba dado por tropas del Ejército que custodiaban el Comando de la Segunda División y la retaguardia de la Casa de Gobierno por calle 5, así como también los cordones policiales que cercaban el Departamento Central de esta fuerza, mientras que yendo hacia la periferia también la Policía realizaba retenes impidiendo el paso tanto a Ensenada como a Berisso.
Pasado el mediodía, lo que sucedía en estas localidades ribereñas era toda una incógnita, y fue así que los diarios de la época, al día siguiente, pudieron publicar solamente algunas impresiones de aquello. El matutino La Nación decía: “En el sector de la ciudad que mira hacia el Río de la Plata, o sea hacia el nordeste, se sintieron en forma espaciada algunos estampidos lejanos, dando apoyo a versiones sobre un posible ataque a las dependencias de la Base Naval, ya fuese por tierra desde Ensenada, o bien desde el aire, siendo imposible desde la ciudad verificarlo, al estar bloqueados a los civiles los caminos de acceso a esa zona. Se ratificó enseguida la impresión de lo que estaba ocurriendo allí, al ordenarse la evacuación de las dependencias de la destilería fiscal de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, donde quedó solamente el personal de guardia para la atención de los mecanismos de las plantas que continuaron funcionando. En Ensenada y Berisso –donde vive algo más de un 60% de las familias del personal de la destilería– la alarma se hizo intensa, comenzando la evacuación también de la población civil, que en buena parte se desplazaba a pie. Hacia las 14, el cañoneo se hizo sostenido y volvió a sentirse desde esta ciudad. La alarma se hizo intensa. A las 15.30 volvieron a sentirse con nitidez e intensidad inequívocas fuertes estampidos, que con intermitencias prosiguieron hasta las 17”.
La primera conclusión a la que se puede arribar a través de lo expuesto es que entre las 14 y las 17 horas se produjo un serio enfrentamiento entre fuerzas que aún no era posible precisar correctamente. Pero hay un dato que ofrecen los diarios de la época que resulta significativo, y es que aproximadamente a las 15, un comando del Ejército, más precisamente del 7º de Infantería, tomó el Hospital Naval e hizo formar por cuarenta minutos en uno de sus playones al personal médico perteneciente a la Armada, mientras que a todo el personal civil se le ordenó retirarse a sus domicilios.
Desde muchas calles de la ciudad y desde la zona cercana al puerto afirman personas que vivieron aquellos sucesos que podía verse el paso de aviones que, evidentemente, efectuaban vuelos vinculados con los hechos en cuestión, e inclusive profusos disparos de cañones antiaéreos. Según informaciones recogidas por los diarios de entonces, el regimiento 7º había sido llevado a Ensenada, a luchar contra la base naval de Río Santiago. Para tal operación, detallaban, se habían empleado muchos camiones, no sólo del Ejército sino de organizaciones provinciales y ómnibus del servicio público de transporte de pasajeros. También con éstos se arrastraron cañones de campaña de aquella unidad en dirección a Ensenada.
La Nación decía: “Durante toda la tarde fueron llegando noticias confusas acerca de la situación en torno de la base naval de Río Santiago, pudiéndose sólo afirmar con certeza que hubo bombardeos aéreos por parte de aviones leales al Gobierno, intenso cañoneo y combates entre aviones”.
En las últimas horas de la tarde del 16 se pudo observar que comenzaban a llegar a la Ciudad Eva Perón, ómnibus de distinta clase trayendo familias de Ensenada, las que se distribuyeron en diversos lugares, especialmente en edificios públicos.
Lo que estaba sucediendo aquel viernes 16 en la zona de conflicto, para los medios de entonces, era una simple especulación.
A la medianoche, la CGT levantó el paro, y por la mañana los comercios de la región reabrieron sus cortinas. La población acudió principalmente a comprar comida. La afluencia a negocios de comestibles fue significativa. Tal vez se suponía que el conflicto duraría mucho tiempo más y los lugareños fueron principalmente a aprovisionarse. Los compradores allí aún conservaban la angustia que les habían causado los acontecimientos de la víspera.
Lo que se podía haber supuesto el día anterior tras la escucha del incesante cañoneo, los medios lo corroborarían al día siguiente. Una parte de la localidad de Ensenada, más precisamente el Barrio Campamento, se había convertido en un verdadero campo de batalla, donde las secuelas eran una marca ineludible para cualquier observador.
Mientras muchos pobladores de la zona ribereña retornaban a sus hogares, a la vera del camino podían verse cañones con dirección de fuego hacia Río Santiago. Estas imágenes preparaban el panorama sombrío que se iría a ver adentrándose en los barrios linderos al puerto, una verdadera postal bélica donde se podían presenciar emplazamientos de ametralladoras en cruces de calles y lugares estratégicos, tropas en posición de alerta, vidrios rotos. Todos ellos eran indicios claros de la violencia que se había desatado la víspera en aquel sitio.
A ese lugar convergieron para desarticular el intento de copamiento realizado por los infantes de la Marina, tanto el Regimiento 7º de Infantería, asentado en la ciudad de las diagonales; el 6º de Infantería, que se encontraba realizando maniobras en las inmediaciones de Magdalena, y otros llegados desde acantonamientos de Campo de Mayo portando poderosos elementos de combate. Por la mañana del 17, las tropas leales del Ejército seguían en la tarea de reducción de los focos rebeldes que aún seguían en pie. En las inmediaciones de los astilleros, algunas decenas de prisioneros aguardaban ser trasladados bajo la vigilancia de las fuerzas del orden. Efectivos de las tropas leales cruzaban el Río Santiago para avanzar sobre la base y la escuela de cadetes de la Marina, donde ya flameaban banderas blancas de rendición.
A intervalos, todavía se alzaban algunos penachos de humo en la zona donde habían sido los enfrentamientos del día anterior. Sin dudas, ése fue el lugar donde más arreciaron los enfrentamientos. Ante la llegada del Ejército, los marinos se replegaron sobre la ribera y llevaron adelante una enconada resistencia.
Si bien este combate lo ganaron las fuerzas leales, el almirante Rojas huyó y volvió a amenazar con bombardeos. El presidente Perón pocos días después abandonaría su cargo, argumentando que no había que derramar más sangre.

Periodismo y lealtades
El sábado 17 de septiembre, el diario El Día llevaba como tapa una foto del presidente Perón en el centro, mientras titulaba “Enérgica es la reacción contra esta nueva tentativa criminal”, asegurando que las fuerzas leales habían derrotado al sublevamiento revolucionario en diferentes sitios del país, incluido el de Río Santiago. El mismo matutino afirmaba en la edición de ese día que, después de la 1 de la madrugada, un comunicado oficial aseguraba que elementos del Comando del 2º Cuerpo de Ejército habían recuperado, a las 23 horas del viernes, las instalaciones de la base naval Río Santiago. Según la nota, los jefes de la revuelta habrían huido en barco hacia Uruguay, mientras que el comando de dicha base había quedado al mando del capitán de fragata Jiménez Figueroa, quien antes de hacerlo ratificó su lealtad y la de todas las fuerzas a su cargo con respecto al gobierno nacional. Es de destacar que El Díaseñalaba en un recuadro que el gobernador bonaerense Carlos Aloe, sin vacilar, “ocupó su puesto de lucha”. Según el matutino, Aloe “volvió a personificar, con el mismo relieve de otras jornadas de prueba, la íntegra lealtad al Líder de los argentinos”.
Párrafos apartes, fueron una variedad de notas e imágenes que El Día desarrolló en torno de los desastres ocurridos a partir del enfrentamiento entre bandos militares, publicando fotos muy crudas, que mostraban tanto el desplazamiento de los habitantes de la zona ribereña hacia la capital provincial, casas derruidas, traslados de tropas y edificios públicos en los cuales fueron atendidos los que sufrieran la emergencia.
“El espectáculo de las madres que se alejaban de la zona de operaciones con sus criaturas en brazos mientras las lágrimas surcaban sus rostros de expresión azorada, sumado al de los hombres que dejaban el terruño, emprendiendo la retirada con sus bártulos al hombro, llegó al corazón de todos, y nadie que haya presenciado esas escenas plenas de emoción pudo reprimir el impulso de un sentimiento solidario y contrito. Todo un pueblo evacuó el lugar de su desenvolvimiento habitual, trasladándose en masa en procura de seguridad, pero sin poder evitar notas de dolor y sufrimiento”, escribía un cronista del matutino platense.
Conocer la secuencia de los acontecimientos que se desarrollaron a partir de la insubordinación militar producida el 16 de septiembre, se torna significativo para poder realizar un balance histórico de lo sucedido. Tanto el domingo 18 como el lunes 19, El Día y El Argentino titulaban en sus tapas que el gobierno había derrotado a la insurgencia golpista, aunque los líderes de la misma se encontrasen prófugos y amenazantes. Según un titular de El Argentino, en la ciudad estaba vigente el estado de sitio, y activado el comando de represión para evitar cualquier contratiempo que perjudicase a la población civil.
A pesar de todo esto, el 21 de septiembre, el presidente Perón anunciaba su alejamiento del cargo. También dimitían el gobernador Aloe y sus seis ministros.

Fuente: Miradas al Sur.

EL DESCHAVE DE LOS MILITARES COLOMBIANOS

Acaba de estrenarse en Bogotá un documental que muestra cómo las Fuerzas Armadas modificaron su relato publicitario para ensanchar su legitimidad social.


Por 
 Emiliano Guido
Una cosa es hacer propaganda, otra tocar los corazones de la gente”, admite el creativo Germán Zúñiga en el documental Apuntando al corazón, la primera cinta colombiana que indaga sobre la propaganda y el negocio de la guerra en un país que acumula cincuenta años de conflicto armado y que ha convertido su industria militar en un producto de exportación. Apuntando al corazón, de los jóvenes directores Claudia Gordillo y Bruno Federico, acaba de estrenarse en el circuito alternativo del cine local y, en pocos meses, llegará a la pantalla grande europea. Sin embargo, el film no fue adquirido por ninguna de las grandes cadenas televisivas colombianas. Una plataforma de comunicación donde, paradójicamente, sí comenzó a circular desde la época del ex presidente Uribe el objeto de estudio de Gordillo y Federico: la publicidad; es decir, la ideología (o el relato) de los “rambos” colombianos.
El señor Zuñiga, que vendría a ser el Durán Barba del Ejército colombiano, es una de las estrellas del documental. Su testimonio no tiene desperdicio: “Con Young &Rubicam Colombia logramos la mejor marca de mundo para nuestros soldados. Es que el Ejército venía teniendo unas comunicaciones muy básicas, muy precarias, cero sexis y cero llamativas. Para nada frescas. El lado que más me importaba mostrar en los spots era al ser humano, sacar lo mejor del corazón de los soldados”. Claro que Uribe y, ahora, el presidente Juan Manuel Santos tenían otros objetivos, menos líquidos y más estratégicos, cuando contrataron a dicho estudio publicitario. Las Fuerzas Armadas, financiadas por el Pentágono norteamericano, y sus aliados paramilitares –fuerzas pretorianas de los grandes estancieros– vienen ejerciendo, con la excusa del combate a la guerrilla FARC una guerra de baja intensidad contra el campesinado pobre y los movimientos sociales del interior rural. Masacran civiles, torturan sospechosos, fumigan cultivos por órdenes de la DEA estadounidense. Y, todo, con unas comunicaciones “nada sexis”, como dice el publicista Zuñiga. Fue, entonces, cuando el uribismo entendió la necesidad de suavizar la imagen del Ejército en las ciudades para ganar la batalla política.
“Una de las grandes virtudes de Uribe fue el ser capaz de ofrecernos un relato en el cual encontrarnos como nación. Eso en Colombia ha sido muy difícil de construir, porque no tenemos ni mitos fundadores ni un relato único. Siempre hemos tenido diversidad cultural. No hemos sido capaces de construir un relato de nación. Uribe nos dijo que hay uno, que es el que vamos a defender: la patria está por encima de todo y la colombianidad consiste fundamentalmente en vivir sin las FARC”, aclara otra de las fuentes del documental, el profesor de la Universidad de los Andes Omar Rincón. En ese sentido, el documental Apuntando al corazón recopila los spots más significativos de campañas publicitarias que tuvieron como consignas principales “Los héroes en Colombia sí existen” o “Fe en la causa”.
“Qué bueno hablar con usted en noches así. Es que sonrisas como la suya lo hacen sentir a uno muy bien. Me enteré de que le aprobaron el crédito para la tiendita. Eso va a ser un éxito en el barrio. Va a ver. ¿Y quiere que le diga algo? A pesar de que no lo conozco, estoy dispuesto a dar la vida por usted”. Lo susurra casi al oído, escondido entre la maleza de la selva y al cobijo de la oscuridad, un soldado con rostro pero sin nombre, en uno de los múltiples anuncios que Young & Rubicam Colombia ideó para relegitimar el vínculo de las Fuerzas Armadas con la sociedad civil colombiana.
Por último, uno de los aciertos del documental es evidenciar cómo el relato de la guerra promociona, paralelamente y hacia el exterior, que Colombia tenga en la industria militar a uno de sus principales rubros exportadores, tanto como el café, las esmeraldas o el petróleo, productos históricos líderes de su economía. El director de Apuntando al corazónremarcó a la prensa local que “Colombia se ha convertido en una maquinaría de guerra, con más de 430 mil uniformados, en torno al 1% de la población, y en un fabricante de armamento sofisticado”. Esto último lo confirma el actual ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, cuando, entrevistado para el documental, advierte que “nuestros productos y servicios están siendo probados diariamente en el combate, esa experiencia constituye un sello de garantía. Hoy la seguridad termina siendo un rubro de exportación en Colombia”. Eso sí, si en toda guerra hay ganadores y perdedores, la militarización de la sociedad colombiana deja, por supuesto, un tendal de heridos en el camino. En ese sentido, un referente de la ONG Colombianos y Colombianas por la Paz recuerda en el film que “según cifras oficiales, en nuestro país existen cinco soldados y medio cada mil habitantes, y un médico cada 3.870 habitantes. Por lo tanto, es más sencillo encontrar alguien que te encaje una bala que alguien que te la pueda sacar”.

Fuente: Miradas al Sur.

UNIDOS Y COORDINADOS

Bolivia. Cómo funciona el Viceministerio de Coordinación con los Movimientos Sociales y la Sociedad y cuáles son los logros y complicaciones en la ardua tarea de aunar los intereses particulares de cada comunidad con el general.

Por Osvaldo Drozd

Si en el seno de una estructuración compleja se considerara que el conflicto social consiste en un hecho anómalo, puntual o circunstancial, la idea de aislarlo no implicaría algo que pudiera tildarse de descabellado. Por el contrario, hacerlo sería una forma de resolución efectiva, logrando que todo lo que es externo a él, no se salpique y quede a salvaguarda de su supuesto efecto expansivo. El conflicto social, lejos de ser una excepción, una anomalía o un efecto residual, es parte constitutiva de cualquier formación social compleja. Su sitio en la escena colectiva conduce o responde a lo estructurante de la sociedad misma. Una política que intentase subsistir al margen del conflicto (u obviándolo) rayaría en sus límites con lo apolítico mismo, ya que sería la negación misma de las demandas sociales, que validan y dan legitimidad al hecho mismo de hacer política. El conflicto es la matriz constitutiva de cualquier acción colectiva, mientras que la forma de plantear su resolución conduce inevitablemente a la toma de posición.
En Bolivia, desde la asunción del presidente Evo Morales en enero de 2006, el tratamiento de la conflictividad social implica una tarea no menor, que incluso llevó a crear una cartera específica: el Viceministerio de Coordinación con los Movimientos Sociales y la Sociedad civil. Si bien esta tarea comprende el seguimiento de los diferentes conflictos, y la búsqueda de resolución de las diferentes demandas populares, es válido señalar que este agenciamiento político no es externo a la conformación y consolidación del instrumento político a través del cual Evo llegó al gobierno, y que sirve además como herramienta de cohesión tanto social como ideológica. Es menester señalar entonces que el Movimiento al Socialismo (MAS) de Bolivia está conformado desde su presentación en las elecciones de 1997 no solamente como un nucleamiento de militantes voluntarios, sino principalmente como una coordinación de organizaciones sociales, campesinas, sindicales e indígenas, muchas de las cuales ya tienen varias décadas de conformación y desarrollo. Un movimiento que, además, fue protagónico en las principales luchas sociales que se desarrollaron en el país andino resistiendo a las recetas neoliberales impulsadas por gobernantes como Gonzalo Sánchez de Lozada, Hugo Banzer Suárez y Carlos Mesa. Si bien el MAS fue fundado en 1987, recién diez años después adquirió el formato más conocido al fusionarse con el Instrumento de Soberanía Popular y la Confederación de Trabajadores del Trópico de Cochabamba.
El viceministerio que fuera creado tras la primera asunción de Evo Morales en enero de 2006 tiene un objetivo institucional, y también varios objetivos estratégicos. Tal como es posible leer en la página oficial de la presidencia del Estado Plurinacional de Bolivia (http://www.presidencia.gob.bo/), el primer objetivo es “posibilitar y facilitar las relaciones de coordinación entre el órgano Ejecutivo y la sociedad a través de una eficaz y eficiente gestión de la demanda social, del fortalecimiento de las organizaciones sociales, del seguimiento sistemático a los acuerdos y convenios establecidos entre el gobierno nacional y las organizaciones de la sociedad, así como el análisis de la conflictividad sociopolítica, promoviendo una gestión pública intercultural, en base al diálogo y la concertación”. Por su parte, los objetivos estratégicos del viceministerio son los de empoderar a las organizaciones sociales y la sociedad civil en su participación política y social en el proceso de cambio. “Consolidar la participación efectiva y corresponsable de los movimientos sociales y la sociedad civil en la construcción del Estado Plurinacional. Consolidar un sistema de gestión eficiente y oportuna a la demanda social y la conflictividad sociopolítica, desde el trabajo conjunto y corresponsable entre los niveles del órgano ejecutivo y las organizaciones sociales y sociedad civil. Coadyuvar en la construcción de la cultura democrática a través de la gestión de la conflictividad sociopolítica, desde el trabajo conjunto y corresponsable de los órganos del Estado y las organizaciones sociales y sociedad civil” son los principales objetivos.
Si bien la formulación y la ejecución de todos estas tareas dan, desde un principio, la sensación de estar en el camino adecuado, no pocos especialistas y analistas bolivianos hoy son sumamente críticos con respecto a la gestión de la denominada conflictividad social, que viene llevando adelante el gobernante Movimiento al Socialismo, principalmente desde el inicio de segundo gobierno de Evo Morales que se iniciara en enero de 2010.
Es preciso realizar un poco de historia para entender el denominado “proceso de cambio” en Bolivia, que en términos relativos se extiende desde la resistencia al neoliberalismo hasta el presente, teniendo como punto sobresaliente la promulgación de la nueva Constitución Política de Estado (CPE) en 2009, tras el arduo debate popular realizado mediante la convocatoria a la Asamblea Constituyente.
El inicio del nuevo siglo encontró al pueblo de Cochabamba (la tercera ciudad más poblada del país) protagonizando entre enero y abril del año 2000 una serie de protestas sociales, que fueran conocidas como La guerra del agua, y que fue la forma en que la sociedad civil resistió la privatización del agua potable, logrando que el gobierno del por entonces mandatario Hugo Banzer, tras declarar la Ley Marcial, también rescindiera el contrato firmado con la empresa multinacional de Ingeniería Bechtel. En 2003, nuevamente se agitarían las aguas, pero esta vez no por la potabilización sino por el impuestazo que intentaba sacarles la plata de los bolsillos a los trabajadores. El por entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada tuvo que vérselas con una verdadera insurrección popular en febrero de ese año, en la cual se produjeron serios enfrentamientos entre manifestantes y policías en la céntrica y paceña plaza Murillo. Pero el verano caliente no quedaría ahí, y meses después, entre septiembre y octubre del mismo año se produciría. La guerra del gas, que haría que el 17 de octubre Sánchez de Lozada tuviera que abandonar prematuramente el Palacio Quemado. El mandatario saliente es considerado en el altiplano como el mayor adalid de la noche neoliberal de ese país. Por ese entonces, tanto el MAS de Evo Morales como toda la coordinación de movimientos sociales eran los principales protagonistas de las luchas que, en 2005, inclinarían la balanza electoral eligiendo el país andino por primera vez en su historia a un mandatario indígena y aymara.
Si bien el lugar de Sánchez de Lozada fue ocupado por el vicepresidente Carlos Mesa, este último tuvo que ocupar el cargo con la promesa de anticipar las elecciones presidenciales (el mandato era hasta 2007), promover el llamado a una Asamblea Constituyente y llevar adelante un referendo por el tema del gas. La idea de Mesa era hacer solamente promesas, pretendiendo mantener el cargo presidencial hasta el año en el cual debía concluir formalmente el mandato. Este plan no le fue efectivo y tuvo que anticipar entonces la agenda electoral para 2005. Las luchas sociales inclinaron la balanza, potenciando cada vez más la figura del dirigente campesino Evo Morales.
La llegada al Palacio Quemado del líder aymara en enero de 2006 convertiría en plan de gobierno no solamente el llamado a la Asamblea Constituyente, sino también la instalación y desarrollo inicial del proceso de reconducción comunitaria de la reforma agraria, alcanzando parcialmente una importante redistribución de las tierras antes concentradas en propiedades latifundistas. A su vez, cobró importancia la nacionalización de los hidrocarburos. La fuerza social que se conformaría como la base principal del MAS fueron entonces los movimientos sociales populares que, si bien conservarían relativa autonomía desde 2006, también comenzarían a incidir en la esfera estatal de una forma diferente en tanto parte orgánica del partido de gobierno. La conformación del Viceministerio de Coordinación con los Movimientos Sociales no fue ni es ajena a una política que intenta hacer de las demandas populares un norte de transformación, enmarcadas dentro mismo del Estado plurinacional.
Tal como expresara Gabriela Montaño, presidenta del Senado de Bolivia, en julio del año pasado en una ponencia organizada por el espacio Carta Abierta y que fuera realizada en Sociales de la UBA, la confluencia de todos esos actores sociales (campesinos, indígenas, colonizadores, pueblos originarios) logró plasmar lo que ella denominó como “sujeto constituyente”, y que la terminología utilizada para escribir la nueva Constitución no fueron palabras extraídas de algún manual, sino que provenían de la lucha misma. Es preciso señalar que los diferentes movimientos populares e indígenas, en la nueva CPE tienen el atributo de autodeterminación. Decir indígenas tal vez sea una reiteración cuando se habla de popular, ya que como Montaño bien señalaba en su exposición, el Censo Nacional de 2001 vino a revelar una verdad que siempre estuvo escondida o no quiso saberse, y es que la mayor parte del pueblo boliviano es indígena. Según la senadora, en dicho censo, el 62% de la población de su país mayor de 15 años se definía como indígena. Pero, retomando la cuestión de la autodeterminación y el estatuto autonómico de los pueblos indígenas y originarios, vale subrayar que dicha cualidad muchas veces puede generar contradicciones al interior de la sociedad toda, ya que hacer coincidir los intereses particulares con el general no es un dato de partida sino principalmente de negociación y acuerdos a alcanzar. La contradicción entre intereses corporativos y el trazo grueso de una política unificada, por lo tanto, es mucho más difícil de alcanzar, cuando por principios constitucionales se intenta incluir a los diferentes actores en juego. Las políticas de exclusión no tienen ese problema, al menos desde un inicio, ya que las sucesivas crisis que sacudieron al continente demostraron que, a la larga, esas políticas son insostenibles.
En una nota escrita por Ricardo Aguilar Agramont, el pasado domingo en el paceño diario La Razón, el columnista expresaba que “la estructura heterogénea del Movimiento Al Socialismo (MAS) es una de sus fortalezas, pues es una fuente de versatilidad, aunque también ha sido frecuentemente el origen de una debilidad debido a la corporativización de ese partido”. Luego señaló que “saldar este escollo es el reto que el MAS debe enfrentar no sólo con miras a las elecciones de 2014, sino también para consolidar su institucionalidad como organización política a largo plazo”. Aguilar también afirmó que “la diversidad compleja de organizaciones que conforman el MAS ha llevado, desde la primera gestión, a la creación del viceministerio de Coordinación con los Movimientos Sociales, actualmente dirigido por Alfredo Rada, demostrando que el primer gobierno de Evo Morales identificó la necesidad de relacionamiento con los gremios sindicales”.
Presentado este esquema de coordinación y negociación, que bien podría considerarse como una gran paritaria social, valdría la pena precisar que una política correcta desde el punto de vista de los intereses populares nunca va a ser equivalente a la suma de las diferentes demandas sectoriales, aunque las mismas estén hechas por los sectores comprendidos dentro de lo que bien se puede considerar como nacional o popular.
Y es así que en los últimos dos o tres años de la gestión de Evo Morales se asistió a diferentes escenarios de conflictividad social, en los cuales determinados movimientos realizaron demandas que se irían a presentar como anatema para el gobierno central. El debate acerca de cómo utilizar los excedentes de la economía llevó a que la Central Obrera Boliviana (COB) se pronunciara por una solución muy diferente a la que proponía el gobierno. El debate sobre la construcción de la carretera transamazónica puso sobre el tapete las diferencias con organizaciones indígenas como Cidob y Conamaq.
En un trabajo de investigación que lleva el nombre de Conflictividad social y política en el segundo gobierno de Evo Morales, Alejandro Almaraz Ossio (quien fuera viceministro de Tierras del primer gobierno de Evo) expresa que hoy Bolivia asiste a un cierto parate del “proceso de cambio”, y que cuando esto sucede, los sectores otrora dominantes intentan recomponerse. Según Almaraz, “dicho viraje se produjo más por omisión que por acción, en tanto que la ausencia de acciones transformadoras de las estructuras imperantes promueve la reproducción inercial de éstas e, incluso, en algunos casos, facilita su reestructuración y fortalecimiento”.
Otros analistas precisan que la política transformadora del MAS tuvo su punto más alto en la promulgación de la nueva Constitución, y luego asistió a cierto descenso. Lo que bien valdría señalar es que en todo proceso de cambio social siempre hay puntos de ascenso y también de declive, y que el protagonismo social no siempre se expresa de forma masiva. Sostener una política de transformación sin dudas no es tarea fácil, ya que hacerlo es ir contra una inercia acumulada durante un extenso período.
Tanto analistas que apoyan la gestión del MAS, como los que se oponen críticamente, coinciden en que el alto grado de unidad existente a pesar de todo entre el gobierno y los movimientos sociales en la estructura orgánica del Movimiento al Socialismo y el Estado plurinacional, es hoy el resultado del fuerte liderazgo del presidente Evo Morales. Las diferencias se plasman principalmente entre los que consideran –como lo hace la senadora Gabriela Montaño– que el MAS es el gran articulador político entre el campo y la ciudad, y los que –como la ex senadora Erika Brockmann– dicen que el partido no deja de ser una megacoalición de organizaciones corporativas.

Fuente: Miradas al Sur.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

EL DISFRAZ DE LOS CUERPOS DE PAZ

En 1967, la revista chilena Punto Final (PF) llevó a cabo un reportaje sobre las actividades de los Cuerpos de Paz de Estados Unidos en ese país. Con entrevistas a autoridades de la organización y seguimiento periodístico a las acciones de algunos voluntarios, mostraron los anhelos de cambio que despertaban estos jóvenes idealistas estadounidenses entre las capas más postergadas de la población.

Por 
Nicolás Rojas Scherer



Los Cuerpos de Paz (CP), organización surgida bajo la administración Kennedy con la misión de llevar el desarrollo a América latina y las zonas más pobres del planeta, formaron parte de un conjunto de políticas de corte asistencialista enmarcado en la Alianza para el Progreso, respuesta a la revolución cubana de 1959. Esta ofensiva, dispuesta para exportar la “guerra contra la pobreza”, ya era catalogada por PF como una “táctica de entendimiento desde abajo”, esto es, la prolongación del mandato de Eisenhower de cambiar la imagen negativa de Estados Unidos en el exterior.
Como quedará registrado en el IV Informe de los CP de 1966, “se ha creado una llamativa imagen de simpáticos jóvenes norteamericanos guiando a las descarriadas masas del mundo subdesarrollado hacia los senderos del progreso y la civilización”. Cinco décadas más tarde, la imagen de esos jóvenes amparados por un gobierno que promueve la democracia y el desarrollo no puede más que preocupar, dada la historia devenida en la posterioridad.
Aun hoy, periodistas de medios afines y gente convencida ven a los CP como una organización misionera, redentores del bien y el desarrollo, “misioneros de la democracia” expulsados de Honduras por la “violencia” de ese país. De las causas de la violencia, nada; el golpe de Estado contra Zelaya ni se menciona. Pero sí se lamenta de que “ciertos países” no estén alineados con los Estados poderosos para “apurar” las estrategias al desarrollo.
No es difícil percibir que el trabajo de la organización está anclado en profundas concepciones teológico-políticas, militaristas y subordinantes. En el actual Perú, la militarización va acompañada por la misión redentora de esta organización. Tal como en el Chile de los ’60, las tácticas del “entendimiento” siguen rindiendo frutos, ahora bajo el amparo del gobierno de Humala.
Un ejemplo es el de Mark Brown, ex miembro del ejército, médico y militar en Irak por 15 meses y parte del nuevo contingente rural despachado por la organización de 39 voluntarios al Perú. Según la embajada, “su continuo apoyo en las labores del campo en la comunidad, le permitieron ganarse el respeto de la población”, en una repetición de las tácticas del entendimiento. Y es que por estas tierras han pasado más de 3.000 voluntarios desde los años sesenta. Carlos Torre, director regional de América latina y el Pacífico de los Cuerpos de Paz, destacó a Perú como el país de la región “con más voluntarios”. Dijo que hay “aproximadamente 300 voluntarios” trabajando en torno de la “salud comunal, el desarrollo juvenil, la administración ambiental, el desarrollo de pequeños negocios, agua y sanidad”.
De estos negocios, el que más sobresale es el del medio ambiente. Como lo documentó el vicepresidente Álvaro García Linera para el caso boliviano en su libro Geopolítica de la Amazonía, el problema del Tipnis formó parte de una amplia operación de movilización de “ambientalistas” y ONG con sede en países centrales, que hacía tiempo que llevaban haciendo “trabajo de campo” en el lugar. La lucha por el medio ambiente es una necesidad imperiosa y urgente. Pero, como resaltó Atilio Boron en su libro América latina en la geopolítica del imperialismo, la antinomia “desarrollismo versus pachamamismo” genera un terreno fértil para la penetración de desinteresadas y “misioneras” misiones humanitarias organizadas por gobiernos o empresas de países centrales.
Otra investigación interesante es la de Stella Calloni respecto de Bolivia, donde da cuenta de cómo el embajador norteamericano en ese país, David Grenlee, quien planeó un intento de asesinato a Evo Morales, participó en los años sesenta en los Cuerpos de Paz en ese país. Tal como lo deja entrever Calloni en Evo en la mira. CIA y DEA en Bolivia, hay una línea muy fina y fácil de traspasar entre las “agencias para el desarrollo” y las organizaciones de seguridad dirigidas por el Pentágono. Fueron los mismos CP que en 2007 revelaron que “un grupo de voluntarios fue instruido para que informaran sobre venezolanos y cubanos” en Bolivia por parte de la embajada.
En el caso de Perú, otra organización que tiene fuerte presencia (especialmente en el mundo andino) es Proyect Hope, ONG estadounidense que actúa en conjunto con el Comando Sur. Esta organización, que se encuentra activa en el país andino desde 1962, se propone ayudar a la población más carenciada mediante la asistencia “humanitaria” en caso de desastres naturales, como terremotos o inundaciones. Para llevar a cabo su labor, cuenta con el respaldo de la Marina de Estados Unidos y del Southcom, siendo parte de los ejercicios de “tipo humanitario” llevados a cabo en el marco del programa Nuevos Horizontes 2012, de origen estadounidense. Desde que los “desastres naturales” son incluidos como problemas a solucionar por las fuerzas armadas en el nuevo enfoque militar de Estados Unidos, la articulación con organizaciones civiles y de ayuda humanitaria no puede levantar más que amplias sospechas.

Fuente: Miradas al Sur

"EL HOMBRE NUEVO CRECE Y EVOLUCIONA"

La médica alergóloga, pediatra cubana e hija del Che Aleida Guevara March, que diserto en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, llegó a la Argentina para motorizar una campaña sanitaria junto a médicos argentinos recibidos en Cuba.






 Por Adrián Pérez



De su padre heredó la mirada encendida y la sonrisa amplia. Aleida Guevara March viajó a la Argentina para motorizar una campaña sanitaria. Junto a médicos argentinos graduados en la Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana participó ayer de una actividad en Gan Gan, Chubut, casa por casa, para relevar cataratas y pterigium (otra enfermedad ocular) entre sus habitantes. El objetivo es declarar a esa localidad “zona libre de ceguera evitable”. La iniciativa se complementa con análisis de hipertensión y diabetes, en el marco del aniversario de Gan Gan. La médica alergóloga y pediatra cubana disertará el martes en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Guevara March dialogó con Página/12 antes de viajar al sur del país.
–Usted llegó a la Argentina para impulsar una campaña de salud.
–Me invitó la fundación Un mundo mejor es posible. Ellos trabajan mucho con las misiones cubanas y del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América). “Yo sí puedo” es un método desarrollado por Cuba para aprender a leer y escribir en pocos meses. Cuando lo estábamos implementando en distintas partes de América nos dimos cuenta de que había personas que no podían leer ni escribir porque tenían pequeñas lesiones oculares. Entonces comenzó la Operación Milagro para devolver la visión a todas esas personas y que eso no fuera limitante para aprender. Operamos gratuitamente a los pacientes de cataratas y se les dan sus lentes graduados. Hicimos dos hospitales, en la frontera con Bolivia, donde fueron operados alrededor de 36 mil argentinos. Operación Milagro funciona hace diez años.
–También apoya la campaña de solidaridad con Antonio Guerrero Rodríguez, Fernando González Llort, Gerardo Hernández Nordelo, Ramón Labañino Salazar y René González Sehwerert, cubanos detenidos por Estados Unidos por espionaje.
–En el juicio de estos compañeros los oficiales de inteligencia de Estados Unidos demostraron, fehacientemente, que ninguno de ellos tenía secretos que pudieran perjudicar al gobierno de Estados Unidos. El juicio es totalmente falso. El único interés que tiene Cuba es saber lo que intentan hacer las organizaciones terroristas, formadas por cubanos, que viven en el sur de la Florida. Sostenidos por el gobierno norteamericano y la CIA, han cometido actos atroces contra la vida del pueblo cubano. Si ellos cumplen con sus leyes, los cinco están de vuelta en Cuba ya, sin un día más de demora.
–Hablemos de su familia. Una anécdota recuerda que su madre estaba embarazada de usted. Su padre, que se encontraba en un viaje protocolar por China, difundiendo el mensaje de la Revolución Cubana, esperaba un varón.
–Ya tenía una hija de su primer matrimonio y quería un varón, por esas cosas de los latinos, para preservar el apellido. Para su desgracia fue mujer. Entonces le mandó una nota a mi mamá diciéndole: “Si es hembra, tírala por el balcón” (risas). Mi mamá había estado once horas de parto y terminó en una cesárea porque yo venía de cara y no dilaté. ¡Imagínate cómo se sintió la mujer! ¡Puf! Dicen que lloró horrores. Cuando él llegó a la casa, enseguida subió a verme. Al principio mi mamá no lo dejaba entrar, le decía que me había tirado por el balcón. Después todo quedó en familia.
–En el segundo embarazo de su madre, el Che estaba desesperado.
–El estaba en el (Museo del) Louvre, vio la imagen de la Mona Lisa. Compró una postal y le escribió a mi mamá: “Me paré delante de la Gioconda y le pregunté ‘¿Qué traerá mi mujer en el magno vientre?”.
–Cuando nació su hermano, su padre estaba en Cuba.
–Camilo pesó 5 kilos. Era bien grandote y hermosísimo. El médico salió con el bebé en las manos y lo felicitó. Una de las mejores amigas de mi mamá, que estaba a su lado, fue a felicitarlo. Se levanta antes que ella, la sienta, la felicita y le regala un tabaco. Estaba tan entusiasmado que hizo todo eso en un segundo. Decidió ponerle el nombre de un gran amigo. Así estarían juntos dos guerrilleros: Camilo Cienfuegos y Guevara.
–Para compartir más tiempo, el Che, que sostenía interminables jornadas laborales, la invitaba a usted al Círculo Infantil o a pasar con él un fin de semana durante el trabajo voluntario.
–Yo iba en el auto con nuestro perro Muralla, en el asiento trasero. Tengo flashes en la memoria de bajar por una rampa del Ministerio del Interior, que en ese momento era el de Industria. No me gustaba nada el círculo, quería estar en mi casa.
–¿Qué otros momentos recuerda junto a su padre?
–Lo recuerdo vestido de militar, en su habitación, tocando la cabecita de Ernesto, mi hermano menor, con su manota grande. Siempre pienso que de alguna manera había una ternura extraordinaria en él. Se fue de Cuba para el Congo cuando Ernesto tenía un mes.
–Al regresar del Congo, mientras se preparaba para viajar a Bolivia, pide ver a sus hijos.
–Entró clandestino al país, no podíamos saber que era él. Si no, al otro día, estaría diciéndoles a mis compañeros de escuela que lo había visto. Ya estaba disfrazado del viejo Ramón.
–En la cena usted retó a ese hombre misterioso que llegaba a su casa como amigo de su padre. El Che solía agregarle agua al vino que bebía.
–(Ramón) se sirvió el vino tinto puro y le dije: “¡Tú no eres amigo de mi papá! ¡El toma el vino con agua y así es rico!”. Fui y le eché agua en el vino. Para dos niños chiquitos los amigos de los padres tienen que ser como ellos. Era una niña de cinco años que defendía con toda la pasión del mundo los gustos de su padre.
–¿Cuándo comenzó a extrañarlo, a sentir su ausencia?
–En la adolescencia. De una manera extraordinaria, mi mamá logra que querramos a mi papá aunque no esté presente. Pasa el amor que sentía por él a sus hijos. Nos mostró sus escritos, las cosas que iba haciendo o diciendo.
–Los amigos del Che también le mostraron el afecto y la admiración que sentían por su padre.
–A Estefanía, mi primera hija, la tuve por cesárea. Cuando me recobré veo a dos hombres vestidos con ropa de salón quirúrgico al lado mío: Ramiro Valdés y Oscar Fernández Mel. Ellos me dijeron: “Como tu papá no está, estamos nosotros”. Esos son los amigos con los cuales me eduqué y me crié. Desde muy pequeña estoy llena de ese afecto, de ese calor.
–En Evocación. Mi vida al lado del Che, su madre cuenta el amor que vivió al lado de su padre.
–No tengo recuerdos de mi mamá y mi papá besándose. Ella siempre fue muy cuidadosa de su intimidad. A partir del libro todo se hace más claro, más hermoso para mí. Siempre supe que se habían amado intensamente, pero el libro lo confirma. Es muy lindo para un ser humano saber que eres fruto de un verdadero amor.
–La pérdida de su padre aparece como un momento desgarrador en el libro.
–Tremendo. Sobre todo para ella. Nosotros éramos muy pequeñitos. Lo más duro fue que mi mamá me leyera la carta de despedida de mi padre llorando.
–Treinta años después llegaron los restos de su papá a Cuba.
–Habíamos acordado con mi mamá que iríamos un rato al lugar. Era una cuestión más bien formal. A las 7 abría la Plaza de la Revolución, a la 1 se cerraba. Mi mamá estaba allí todo ese tiempo y nosotros con ella. El mismo día que se llevan sus restos, nos fuimos para Santa Clara. Y estuvimos en la biblioteca provincial donde los expusieron. En el último momento, mi mamá, que se había portado estoicamente, comenzó a llorar desgarradoramente. Le pregunté que quería hacer.
–Entonces, ella le contó la historia del pañuelo. ¿La recuerda?
–Antes de la toma de Santa Clara, mi papá se cayó y se rompió el brazo. Y hubo que ponerle un pañuelo de cabestrillo. Cuando papi se va al Congo, ella le regala un pañuelo. El pañuelo nunca apareció en Bolivia. Mi mamá tenía la réplica del pañuelo y quería ponerlo en sus restos pero no sabía cómo. Cuando nos contó la historia del pañuelo, pedimos permiso, mi hermana levantó la tapa del cajón y puso el pañuelo con los restos. Es la conclusión de esa historia de amor que nos dio la vida a todos nosotros. Muchos años después ese amor está ahí. Ojalá todos pudiéramos amar y ser amados con esa intensidad. No todos tenemos ese privilegio.
–Su madre ocupó un lugar fundamental en la Dirección de la Federación de Mujeres Cubanas y fue una apasionada de la historia.
–Se licenció como maestra. Mi papá la estimuló mucho a que siguiera estudiando. Como siempre le gustó mucho la historia, hizo la licenciatura en la Universidad de La Habana. Ayudó a escribir un libro sobre movimientos sociales y la historia de América latina para nuestros niños.
–¿Cómo está ella?
–Está muy bien. No reconoce que tiene 80 años y si se entera de que te lo he dicho me mata. Ahora está al frente del Centro de Estudios Che Guevara. Es muy cuidadosa con su aspecto. Sigue siendo nuestra jefa. Es bueno tenerla.
–¿Dónde se inscribe el hombre nuevo en la coyuntura internacional actual?
–El hombre nuevo es ese hombre, esa mujer que evoluciona para cambiar una sociedad y cuando la transforma tiene que seguir creciendo para continuar mejorándola. Sinceridad, sencillez, honradez, respeto al ser humano sobre todas las cosas, solidaridad hasta las últimas consecuencias van conformando al hombre nuevo. Ese es el concepto que he visto en la vida de mi papá, que para mí es el mejor hombre nuevo, el más completo.
Fuente: Pagina/12

SOLIDARIOS EN LOS MARGENES

Un grupo de internos del CUD de Devoto organizó un emprendimiento para acumular cartones y plásticos. Logró venderlos al exterior del penal y lo obtenido lo entregaron a un comedor comunitario de Villa 20, coordinados por el Observatorio de Cárceles.






 Por Horacio Cecchi



A 15 kilómetros de distancia unas de los otros, muros y rejas mediante, pero del mismo lado del reparto, desde fuera, las chicas del comedor comunitario Los Leones Agrandados en la parte más inundable de la Villa 20 de Lugano –que es decir muy inundable– y un grupo de pibes del penal de Devoto –que es decir encerrados–, del Centro Universitario de Devoto, están conectados por la solidaridad que atraviesa muros y acorta distancias. La experiencia consistió –contra la marea de opiniones y miradas que estigmatizan y empujan a la marginación– en que un grupo de internos tuvo la idea de organizar una especie de ONG para recolectar plásticos y cartones que se producen en la cárcel a montones, vender el producto al exterior de los muros, y ese dinero aportarlo a espacios que lo necesitaran imperiosamente. La conexión entre los de Devoto y las de Los Leones, se produjo merced a integrantes del Observatorio de Cárceles del Centro de Estudios de Ejecución Penal (Facultad de Derecho de la UBA). Este cronista entrevistó a ambos extremos unidos, después de que lo recaudado ya estaba desplegado como sillitas, mesas, manteles y utensilios en el comedor. Claro, como se trata de la cárcel, sólo tuvieron oportunidad para uno solo de estos gestos.
Es miércoles, un miércoles muy frío. El viento sopla y corre por las calles de la villa 20, frente al Parque Indoamericano, y cala hondo. Llovió hace unas horas. Y el rastro de la lluvia no es como en el resto de la ciudad, que deja marcas y se va. En la villa 20 como en todas las villas, dentro de la misma ciudad, la lluvia deja marcas pero se queda. Podría decirse que remarla casi no se presenta como metáfora. Durante días el agua se filtra en las callejuelas entre bolsas de basura que arrastra y acumula en rincones como minibasurales, en las casas, en las paredes y en los techos.
Fuera de estas marcas, el espacio de Los Leones Agrandados se reconoce por un cartel con el nombre y la identificación M.23 C.73, que en términos de identificación domiciliaria y catastral marca las diferencias como para cualquier villa, no sólo la diferencia del agua, sino también en las propias fórmulas de la burocracia: no es el número de una calle, sino dos siglas y cuatro números que vienen a indicar que ésa, la puertita de Los Leones Agrandados, es reconocible para la autoridad municipal como Manzana 23, Casa 73.
Nada más. Precisamente la asistencia solidaria del grupo de internos encabezados por Alejandro Maniero, a quien entrevisté junto a otros coequipers de proyectos y rejas para esta nota, apareció para cubrir algunas de las tantas necesidades. Más adelante vendrá ese relato. Mientras, alcanza para decir que 4 mesas de plástico, 32 banquetas del mismo material, los respectivos manteles, jarras y algunos utensilios para cocina, están flamantes y fueron compradas inmediatamente que Mónica Yolanda, la líder del grupo horizontal de chicas (una forma de decir el empeño juvenil que tienen en sus años de experiencias) de Los Leones Agrandados recibió los 2500 pesos de manos de los integrantes del Observatorio de Cárceles, quienes hicieron de polea de transmisión con los muchachos encabezados por Alejandro. ¿Quién dijo que un camión de caudales es el único modo?
Vamos, el monto recibido no fue poco para haber sido generado en Devoto en contra de todo el pensamiento penitenciario que amolda, porque mete en un molde todo lo que sea raro, por decir distinto al orden impuesto; ni poco para recibirlo en el pequeño espacio de tres por tres metros, alquilado al dueño de casa (es cierto, un poco huraño) que vive detrás y cuyo ingreso a su casa es atravesando la entrada donde, claro, se despliega la cocina y comedor de tres por tres de Los Leones Agrandados. Ahí, cinco o seis mujeres, las chicas, preparan en cuatro hornallas y un horno grandes, industriales, que a duras penas siguen funcionando, sí, a gas de garrafa (la falta de red domiciliaria de gas es otra marca, como es el agua que inunda y la red cloacal que falta, y la fórmula catastral, y se van sumando las marcas diferenciales para abajo). “Lo tenemos que cambiar pero no tenemos cómo”, explica Mónica con la esperanza no expresa de que por medio de la nota un(as) alma(s) solidaria(s) ayude(n) para el cambio.
Dentro del horno están preparando la carne que toca para el día. Son 100 porciones, aportadas porque el comedor está inscripto en el Registro de Comedores Comunitarios del gobierno porteño y todos los días de semana un camión distribuidor descarga las raciones, 100, no 101, porque supuestamente se va del presunto presupuesto municipal. En realidad son 120 los beneficiarios de las raciones, 100 chicos, algunos tan chiquititos, y 20 ancianos, que encuentran sus raciones en un recorte tan solidario como mágico que hacen Mónica, María, Ana, Mabel y Lucía (las chicas), para sacar un poquito de aquí y un poquito de allá y estirar la quinta parte del total en el plus. La entrega del Registro llega hasta los 100 y no habrá manera de modificar esa cifra aunque las cabezas alimentadas sean visibles y estén alojadas en la villa. Quizás el problema sea ése, ¿burocracia catastral estigmatizante?, porque esas 20 cabezas sobrantes viven en sus respectivos M.C. en lugar de vivir en hogares con calle, número y hasta piso, como el orden manda. Traducido, para vivir del modo que el orden manda hay que ser diferente.
Para subir de 80 a 100 los cupos esas mujeres, las chicas del comedor, organizaron alguna vez una cortada en Entre Ríos y Pavón, cuando las oficinas del Registro estaban allí, un vulgar piquete de los que hasta el 2001 eran reconocidos como “luchadores sociales” y hoy están devaluados a “molestos, vagos y poco solidarios”. Al mediodía el reclamo por la comida se cortaba porque la burocracia salía a comer.
En la M.23 C.73 de la V.20 (qué curioso, en la cárcel los pibes también son identificados como números), el miércoles frío de esta crónica, el agua en una olla enorme hierve sobre una pequeña hornalla a garrafa, desde que dos de las cuatro hornallas de la cocina, como se dijo, tienen pérdidas y es mejor no usarlas como hornallas, sino apenas como extensión de una mesada inexistente. Dentro de la olla, unos 60 kilos de papas lavadas, peladas y cortadas previamente, hierven para acompañar las 120 porciones estiradas en una prometedora ración de carne al horno con papas.
Esta es la crónica de la reinauguración del comedor desde que las mesas que tenían se arruinaron, se desmoronaron o pudrieron, por el uso de una decena de años sin cambio (“un poco más”, dice Mónica Yolanda, porque la movida la empezó en 2001, cuando el país era lo que era y entonces daba para ser solidario con los piqueteros porque cualquiera se parecía más a ellos en el sentir despojo).
Decía que la crónica es la de la reinauguración del comedor porque desde hace casi un año no podían hacer sentar a los chicos por falta de mesas y sillas y sólo cocinaban para entregar raciones. Venían los chicos y hacían fila, lloviera o hiciera frío, y también los viejitos, y llevaban su ración en una ollita, un jarro, un plato, lo que fuera. Merienda y cena, merienda y cena, merienda y cena. Ahora, con el aporte de los pibes de Devoto, los chiquitos se sientan y tienen su plato y comen tranquilos, bah, con la tranquilidad con que pueden comer ocho chicos por mesa de edades de primaria, en cuatro mesas. Los viejitos, al parecer, se la llevan. Ya pasaron ese alboroto hace tiempo. Para la merienda, la preparación será más uniforme, tres kilos de leche en polvo, un kilo de azúcar, un kilo de chocolate en polvo, y avanti con las 120 raciones, acompañadas de un alfajorcito y un paquetito de galletitas. No está para perdérselo.
¿Pero cómo llegaron los 100 chiquitos de Los Leones Agrandados a comer sentados en banquetas compradas con la plata aportada por un grupo de internos de Devoto?. Es la parte del relato prometido. Alejandro Maniero está sentado en una de las aulas del CUD. Está también Gabriel Peyri. Juntos con un par más, no muchos más porque en un penal dos son dos, tres son ranchada y más, una fuente de peligro para el sistema, sobre todo si la cuestión es pensar.
Maniero, lo que pensó cuando estaba alojado en Marcos Paz era “desarrollar una construcción colectiva y solidaria”. Lo que pensaba y piensa Alejandro no coincide con el imaginario referido a los internos en cárceles, vulgarmente etiquetados como delincuentes, irrecuperables, peligrosos y otros tantos adjetivos que pretenden transformarse en sustantivos en esencia. Tampoco, como se dijo, coincide con el pensamiento militarizado de un servicio penitenciario, por lo menos mientras su formación sea militar.
La pretensión fue organizar una ONG con un rótulo tentativo como “proyecto Ambiente Libre”, pero fue imposible. La oportunidad fue única y su práctica demostró que era imposible dentro de una cárcel. “Lo primero que tuvimos que hacer es conseguir una autorización –explica Alejandro–. En nuestro pabellón podemos pedirle a cada uno de los compañeros que junte su plastiquito de la comida y los papeles y que los separen en bolsas de plástico y cartón y bolsas de desechos de comida. Pero cómo hacés con los otros pabellones. Son unas bolsas enormes que tenés que pedir que un par de compas de cada pabellón las vayan arrastrando, bajen los pisos, pasen los corredores y las traigan hasta acá. Imposible. Así que fuimos pidiendo permiso y nos acercaban hasta un sector donde nosotros podíamos acceder y traerlas.”
No fue tan sencillo como lo difícil que lo cuenta. Después tuvieron que separar las bolsas porque no todos las separaron. Y juntar en dos enormes bolsas de plásticos y de cartones para poder cargarlas en el camión. “Las bolsas eran tan grandes que las dejamos afuera porque adentro no nos dejaron. Cerca del lugar donde iba a cargarse en el camión. Estaban a la intemperie, así que hasta que conseguimos el camión se mojó parte del cartón.”
Conseguir el camión, es decir, la gente que comprara el cartón y plástico fuera de los muros, y tuviera un camión para meter en Devoto, no es sencillo. Sobre todo si la gestión es desde dentro. Contactaron con un grupo que terminó yéndose porque coincidir el momento en que un camión ajeno al servicio entre a territorio del servicio es complejo, sobre todo si se trata de un emprendimiento de los sometidos por el servicio. “No es que la hicieron fácil”, describe Maniero. Hasta que finalmente, otro grupo dispuesto, coincidió y lograron cargar el material, las bolsas, y cobrar los 2500 pesos que los integrantes del Observatorio de Cárceles recibieron y entregaron a las chicas del comedor. Antes, Mónica fue invitada por Alejandro y sus compañeros a una entrevista radial en la radio del CUD, porque si hay algo que Maniero tiene claro es que no acepta la tendencia impuesta, conformarse y quedarse quieto. Claro, de hacerlo la pasaría un poco más tranquilo, no mejor, pero cómo hacer para salir a la sociedad después, inútil. “Hacemos porque al final de cuentas, si no, estamos justificando volver.” Pero hacer diferente no es fácil.
Ahora quieren invitarlas de nuevo a todas las chicas de Los Leones Agrandados. Para no quedarse quieto, aunque lo del ambiente libre quedó un poco difícil estando prisionero, ya armaron una Cooperativa de Impresiones y Diseños Esquina Libertad, que ya tuvo su participación en la producción del libro Masacre en el Pabellón Séptimo, que describe la masacre de 65 internos quemados, baleados, asfixiados, en el ’78, en esa misma unidad de Devoto y que el Indio Solari presentó recientemente durante su recital en Mendoza.
En fin, es cierto, los extremos se tocan, aunque en este caso siempre estuvieron del mismo lado.
Fuente: Pagina/12

"EL BARRA GOZA DE UN AMPLIO PRESTIGIO EN LA ZONA DONDE VIVE"

Docente en la Unsam e investigador del Conicet, Jose Garriga Zucal convivió cuatro años con la barra brava de Huracán para entender la dimensión simbólica de la “cultura del aguante”. Aquí, analiza qué significa ser barra, sus modos de ascenso, la violencia como prestigio. Advierte sobre los mitos y prejuicios en torno del fenómeno. Y critica por simplistas e ineficaces las medidas como la prohibición de la hinchada visitante.






 Por Leonardo Castillo



Analizar a esos sujetos que se ganan un prestigio en base al ejercicio de la violencia que ejercen cuando siguen al equipo de sus amores era una tarea que merecía un abordaje académico que fuera más allá de la mera estigmatización. Es lo que se propuso el antropólogo José Garriga Zucal, que durante cuatro años convivió junto a la barra brava de Huracán para realizar una investigación de campo. Así nació Haciendo amigos a las piñas, un libro que explica cómo los hinchas caracterizados construyen legitimidad entre los socios de un club o los vecinos de un barrio. “El barra quiere respeto, reconocimiento de la gente, y en eso hay una dimensión simbólica muy fuerte”, asegura en una charla con Página/12 este docente de la Universidad Nacional de San Martín e investigador del Conicet. Desde su experiencia, Garriga Zucal considera como un error que los aficionados visitantes tengan vedada la concurrencia a los estadios y propone alternativas “a largo plazo” para erradicar la violencia del fútbol argentino. “Hay que abrir espacios de participación para los hinchas. Se debe escuchar y empoderar a las personas que asisten a las canchas”, propone.
–Su libro Haciendo amigos a las piñas es el resultado de una investigación de campo que llevó a cabo junto a la hinchada de Huracán. Al terminar la investigación ¿notó que el mundo de los barrabravas era en realidad muy diferente del que se había imaginado?
–En rigor, sí. Había realizado algunas investigaciones anteriores en la hinchada de Colegiales, un club de ascenso de Munro. Allí, la noción de la violencia que había podido abordar era más folklórica, simbólica. En cambio, en una hinchada más numerosa como es la de Huracán, la violencia adquiere una dimensión más fáctica y concreta. Y eso es lo que en alguna medida me sorprendió. Me encontré con un sentido de la fuerza propio de la tribuna, que es un factor de inclusión en el mundo masculino. Para pertenecer a una barra hay que pelearse con los otros, dentro y fuera de la hinchada. Es la mejor forma de hacerse respetar y de escalar posiciones en una barra. El que manda es el que más se la aguanta. Y otra cosa novedosa que encontré es que ser integrante de una hinchada les otorga a sus integrantes una amplia red de protección social a nivel barrial. El barra goza de un amplio prestigio en la zona en la que vive. Es un tipo que gestiona cosas. Consigue favores como una cama en el Hospital Penna, facilita la realización de algún trámite en el CGP local o es capaz de apretar a alguien que molesta a los vecinos. La mirada convencional tiende a describir a los hinchas caracterizados como seres marginados, aislados del común de la sociedad, pero en verdad no es así. Son actores sociales integrados que cumplen funciones bien concretas en las comunidades en las que están insertos. Muchos miran el mundo del aguante y creen que la violencia excluye, y en realidad sucede todo lo contrario. El barra se incluye mediante el uso de la violencia que ejerce. Muchas veces, es un gestor de soluciones en la zona en la que vive a través del empleo de sus contactos políticos y sociales. Por ejemplo, si uno sale a caminar por Pompeya con un tipo de segunda línea dentro de la hinchada, Huracán va a notar que lo saluda todo el mundo. La violencia les da prestigio a estos sujetos.
–¿Eso explica la vinculación de los barras con determinados aparatos políticos?
–Es más profundo. La política hoy se profesionalizó bastante y ya no necesita tanto de los barras. Hasta hace unos años, un dirigente necesitaba pintar el barrio con su nombre y recurría a los pibes de la hinchada, pero en la actualidad eso no sucede tanto. Los partidos contratan gente para pintar e incluso personal de seguridad para custodiarlos. De todos modos, quiero remarcar que la vocación de integrar una hinchada no está asociada sólo a lo material y las redes de negocios que pueden llevarse a cabo en una tribuna o alrededor de los estadios. Además de hacer plata, el barra busca otras cosas, que tienen una dimensión simbólica. Quiere el respeto y el reconocimiento de la gente. La imagen que mejor ilustra esto que digo es la gente de Boca pidiéndoles autógrafos y fotos a tipos como el Rafa Di Zeo o Mauro Martín en La Bombonera. En la cancha de Huracán pasa lo mismo, con la diferencia de que hay menos glamour.
–¿Las barras bravas son todas iguales?
–No, hay muchas particularidades en función de cada club o barrio. Lo que funciona igual en casi todas las hinchadas es la lógica del aguante, que es diferencial según cada barra. No es lo mismo la hinchada de Huracán que la de River o Boca, que son equipos más grandes en cantidad de simpatizantes y también en recursos económicos. Pero más allá de las diferencias jerárquicas que puedan producirse, todas están emparentadas en la necesidad de demostrar aguante, y esto es, en definitiva, pelearse para ganar un lugar, un espacio, en términos individuales y grupales.
–¿Cuáles son los códigos que prevalecen en el mundo de las barras?
–Es interesante analizarlo porque en ese sentido hubo una evolución. Hasta hace 30 años, la norma era arreglar todo a las piñas, sin armas de fuego. Con el tiempo eso se perdió y prevaleció la idea de defender a todos los que ocuparan la misma tribuna, aunque hubiera disidencias internas. Hoy, el código que mayormente prevalece es el pelearse. Si un hincha se sube a un paraavalancha para sostener un trapo tiene que ir al frente cuando sea necesario. Si no lo hace, no puede volver nunca más a una barra brava. Y otra cosa que pesa es el hecho de pelearse contra los otros barras o con los policías. Medir fuerzas contra hinchas comunes no está bien visto. Pegarle a la gilada no suma. Eso es algo que todavía se respeta.
–¿En el fútbol argentino siempre hubo violencia?
–Sí, y lo prueban las estadísticas y los documentos periodísticos. Desde que hay fútbol, hay violencia. Lo que pasa es que con el correr de los años las prácticas violentas adquirieron cada vez más legitimidad. Y es a partir de mediados de los setenta, cuando surgen los grupos de hinchas organizados, que la violencia se instala como algo central en el mundo del fútbol. Y la legitimidad de la violencia tiene que ver en muchos casos con percibir al otro como una amenaza. Veinte años atrás, plateístas de Boca y River podían presenciar un clásico juntos, en un espacio común. En la actualidad eso es imposible.
–¿Las barras bravas surgen a mediados de los setenta como un reflejo de la violencia política que se vivía en el país?
–Puede ser, pero hay algo más profundo. La conformación de las barras bravas se emparenta con la desarticulación del mundo del trabajo en función de determinados cambios económicos. Pasa entonces que el trabajo pierde valoración simbólica y sucedáneamente lo mismo con la educación, la familia y la política. Las instituciones que organizan la vida pierden densidad. La gente no construye su identidad en ellas. Se referencia en otros lugares, entre ellos, las hinchadas de fútbol. Las barras son el resultado de la desestructuración laboral que comienza a darse en los setenta.
–¿El barra es un producto de la posmodernidad?
–No, al contrario, es un fenómeno de la modernidad. El barra busca ser alguien a través de una pertenencia, quiere ascender y tener prestigio. Hay una idea de carrera, de progreso muy fuerte en la cultura del aguante. Y eso es algo que no se encuentra en muchas actividades.
–¿Se puede emparentar la violencia en las canchas con la pobreza?
–No, para nada. La violencia no explica ni justifica este fenómeno. Si decimos lo contrario nos equivocamos. Si creemos que los pobres son los violentos arrancamos de un perjuicio de clase que nos impedirá entender el fenómeno. La violencia no tiene condición social. Los grupos de hinchas son socialmente heterogéneos. Hay barras que vienen de barrios pauperizados, de clase media, o incluso de sectores acomodados, si no recordemos lo que sucedió en River con los hermanos Schlenker, que tenían un origen empresarial y durante años manejaron una parte importante de la hinchada. Relacionar la violencia en el fútbol con la pobreza es un error garrafal.
–¿Un club puede prescindir de la barra brava?
–Por la forma en la que está organizado en el fútbol argentino, eso –lamentablemente– es imposible. Todos los clubes, hasta los más chicos, tienen un grupo organizado de hinchas que va al frente y manda en una tribuna. Es que entre las barras se desarrolla una competencia y todos los hinchas quieren formar parte de ella, lamentablemente. Hay que demostrar quién se la banca más en el campeonato del aguante. Pasa incluso en clubes creados recientemente y que compiten en ligas regionales o en la B Nacional. Es una práctica que genera una suerte de radicalización en el sentimiento y que se expresa por la fuerza. Se trata, en definitiva, de lo que está hecha la cultura del aguante.
–Desde hace diez años se verifican enfrentamientos intestinos en el seno de las barras bravas que incluso son más violentos que los choques entre los hinchas de otros equipos. ¿Es consecuencia de la radicalización de la cultura del aguante a la que hace mención?
–Sí, absolutamente. Aunque no es un fenómeno nuevo. Siempre hubo grupos que desplazaron a otros en el manejo de las barras y lo hicieron de forma incruenta, pero hoy estamos ante un recrudecimiento de ese fenómeno. La mayoría de las últimas víctimas fatales como consecuencia de la violencia en el fútbol son personas que murieron en enfrentamientos de hinchas de un mismo club. Lo que pasa es que la forma en la que se organizan las barras hace que las disputas por los liderazgos sean cada vez más violentas. Pero es algo que se produce también como consecuencia de algunas políticas de seguridad, como la prohibición de que concurra público visitante a las canchas.
–¿Por qué?
–Básicamente porque lo que guía a la organización de los grupos de hinchas es la idea del aguante, y al no haber adversarios en la tribuna de enfrente hay que buscarlos entre los propios. Es una situación que se da muy fuertemente en el ascenso, donde los visitantes están vedados desde hace seis años. Fijémonos lo que sucede en equipos como Chicago o Almirante Brown, donde conviven dos o tres grupos de hinchas que se disputan el poder y el manejo de la barra.
–¿Quiere decir que si sigue la prohibición vamos a un incremento de esa lógica violenta?
–Creo que sí. Y la verdad es que no sirve de mucho la prohibición a los visitantes. Son medidas que se toman en base a situaciones coyunturales y muy puntuales, y después generan efectos estructurales. Lo malo es que no se discuten alternativas, se opta por prohibir y punto. Me parece que es un error.
–Sin embargo, muchos dirigentes parecen estar de acuerdo con esta medida.
–Es verdad, aunque no se animan a decirlo. Sin público visitante, los dirigentes se ahorran el costo de los operativos y los problemas que surgen con la organización de los viajes. Pero insisto, ésa no es la solución. Debemos debatir otras alternativas y discutir qué tipo de espectáculo deportivo queremos tener en el fútbol argentino.
–¿Cuáles serían esas alternativas?
–Hace unos años, junto con un grupo de académicos que estudiamos esta problemática elaboramos una serie de propuestas. En primer término, lo que debemos hacer es escuchar a los hinchas e impulsar la formación de instancias que los representen. Es hora de empoderar a los espectadores para que sean ellos los que regulen en buena medida la seguridad en los estadios. Nadie conoce mejor que ellos lo que implica ir a las canchas, así que hay que darles voz. La creación de un estatuto del hincha, que contenga derechos y obligaciones, sería un gran paso. También se podría incentivar la conformación de ámbitos como las subcomisiones de hinchas, espacios en los cuales se pueden gestionar asuntos comunes de las canchas y a los clubes. Son iniciativas que permitirían desalentar las iniciativas violentas, ya que las energías se concentrarían en cuestiones más útiles. Es un trabajo a largo plazo, pero creo que se debería comenzar a transitar por ese camino en vez de crear supernormativas o prohibiciones estrictas.
–¿Y qué se hace con la Policía?
–En el fútbol argentino, las fuerzas policiales terminan siendo parte del problema. No resultan confiables por la calidad de los operativos que organizan. Los espectadores son colocados detrás de vallas, rejas, alambrados y de esta forma se los incita a la transgresión. Muchas veces, la policía es percibida como una barra brava más por la forma en la que confronta con los grupos de hinchas organizados. Hay que capacitar a las fuerzas policiales para que brinden una seguridad efectiva. Un primer paso es que los efectivos concurran a las canchas sin armas. El número de víctimas que está relacionado con el accionar o la impericia policial en el fútbol es muy alto.
–¿Y los medios de comunicación?
–Muchas veces reproducen mensajes que contribuyen a generar violencia. Sobre todo en los medios partidarios que cubren las campañas de los equipos. Me parece que la creación de observatorios que fiscalicen la labor del periodismo deportivo permitiría desalentar la difusión de algunos contenidos que sirven para propiciar los climas de enfrentamiento que rigen la relación entre algunos clubes. Sería una manera de quitarle dramatismo al fútbol.
–Desde hace años, se difunde el ejemplo del fútbol inglés como un modelo a imitar para terminar con la violencia en el fútbol. ¿Le parece que Argentina puede transitar ese camino?
–Lo dudo. En Inglaterra, lo que se hizo básicamente tras las tragedias de Heysel y Hillsborough fue hacer del fútbol un divertimento caro y exclusivo. Eso es la Premier League. Es difícil que en el fútbol argentino pueda hacerse algo similar. Por eso, es necesario debatir sobre cuál es el tipo de espectáculo deportivo que queremos.
–¿Cómo evalúa la experiencia del presidente Javier Cantero en Independiente, que aplicó el derecho de admisión a los barras, pero luego dio marcha atrás con algunos de ellos?
–Lo de Cantero fue una experiencia quijotesca. Una cruzada de tipo personal porque no contó con el respaldo de sus pares. Los dirigentes lo dejaron solo, en parte porque no supo trazar alianzas en el mundo del fútbol y se dedicó a visibilizar los contactos de sus colegas con las barras bravas. Y después hubo una cuestión deportiva que terminó mellando la lucha que él emprendió. Si Independiente hubiera estado mejor acomodado en la tabla, Cantero habría tenido más fuerzas para afirmarse en la pelea, pero sucedió todo lo contrario y el equipo terminó descendiendo. Fue una lástima que una decisión de ir contra lo establecido haya tenido un final tan frustrante. Lo que prueba este caso es lo difícil que puede resultar para los dirigentes la relación con los barras. Tienen que lidiar con una institución dentro de la institución, que además posee una influencia muy grande. Es una relación tensa, conflictiva; por más que se otorguen concesiones, como hizo José María Aguilar en River, nunca se llegará a establecer un vínculo armónico entre directivo y barras. Los dirigentes saben que deben ocuparse de los grupos de hinchas organizados, más allá de que la relación en el último tiempo entre ambos actores haya cambiado un poco.
–¿Cómo es eso?
–Es que cambió un poco el perfil del directivo. Antes, hasta hace diez años, aproximadamente, dirigir un club y ganar títulos era el comienzo de una carrera exitosa que podía desembocar en la política. El presidente de una entidad deportiva mantenía una relación aceitada con la barra brava porque en ella podía establecer las bases de un aparato político. Por eso, le convenía llevarse bien con los muchachos. Hoy, el dirigente es un empresario, y concibe al barra como algo que debe controlar para que no dificulte sus negocios en el fútbol. Aunque es un vínculo distinto, ello no significa que las barras bravas hayan perdido influencia.
–Durante cuatro años convivió con los barras de Huracán, ¿generó un vínculo afectivo con ellos?
–Sí, sobre todo porque compartí muchas cosas con ellos, aunque crea que son equivocadas algunas de sus acciones. Pero me acerqué a ellos para entenderlos. Quedarse en la estigmatización es lo más sencillo frente a un fenómeno complejo como éste. Me costó entrar porque no era de Parque Patricios ni tampoco hincha del club. Llegué con el contacto de un dirigente que está relacionado con el mundo académico y que conocía a gente de la hinchada, eso nos puede dar una noción de lo errada que es esa visión que tiende a describir a los barras como sujetos marginales y aislados de la sociedad. Al principio me miraban como un bicho raro, creían que era policía, pero con el tiempo me gané la confianza de ellos y logré incluso que me protegieran frente a situaciones violentas. Y al final terminé siendo fana del Globo. ¿Cómo no sentir cariño por algunos de ellos?
Fuente: Pagina/12