domingo, 16 de septiembre de 2012

"ELIJO SER REY Y NO VIVIR COMO ESCLAVO"

Vicentico con un hit inapelable bajo el brazo, se despega de Palito y tilda a Chico Novarro de “atorrante”. 6, 7, 8, bengalas y la situación de los Cadillacs. Por qué odia a Macri.
 
Por Martín Mazzini
 
Como si hiciera falta confirmar que “Sólo un momento” es un hit con todas las letras –de esos que canta el melómano, canta el taxista y canta mi abuela–, al entrar en una estación de servicio antes de la entrevista con Vicentico suena la canción, de su último disco –titulado igual–, como cortina de un noticiero. El 3 de junio, el ex cantante de Los Fabulosos Cadillacs (en stand by) presenta el álbum, el cuarto como solista, en el Luna Park.

–¿Cuando compusiste “Sólo un momento”, sabías que sería un hit?

–No, la verdad que no lo pensé de esa manera –dice Gabriel Fernández Capello en una sala de reuniones de su discográfica, después de una nota para un semanario de Capital y antes de otra con Bebe Contepomi–. En realidad, cada canción del disco para mí puede ser un hit. Cuando la termino, tengo la sensación de que puede provocarle algo a alguien por el solo hecho de que me lo hace a mí. Obviamente, después eso no sucede.

–¿Sos poco autocrítico?

–No, en general al contrario: buscás muchas tomas hasta que encontrás la ideal. Es supercaprichoso saber en qué te gusta reconocerte como hacedor de canciones, que es algo supersimple, no es “qué groso, soy compositor”.

–¿Qué te dio Cachorro López como productor?

–Me dio su 100 por ciento, y yo a él. Nos juntamos a pensar qué clase de disco queríamos hacer: yo quería esto, un disco donde solamente hubiera un par de guitarras, batería, bajo, teclado y nada más. Y que las canciones fueran limitadas en su estructura pop rock clásica: estrofa, estribillo, algún puente y ya. Dentro de esas paredes bien definidas, ir lo más hondo posible. Esa fue la pequeña gran búsqueda que nos unió. Cachorro, con su oficio perfecto, me ayudó a simplificar.

–¿“Sólo un momento” resume tu filosofía de la vida, aunque suene a frase de almanaque?

–No voy a decir esto porque puede ser el título pero… es un disco de almanaque. Yo vivo de las frases de almanaque, y lo peor de todo es que las siento. Una cosa es pensarlas y otra emocionarse. Pero se ve que las frases de almanaque a veces tienen su verdad. Este disco es sólo un momento, es como muy… estilo Pino Solanas. Yo podría ser más complicado y me controlo. Trato de no ir por más todo el tiempo. Me ayuda a la hora de escribir, pensar, componer, todo. Me entiendo más si bajo; podría hablar del tiempo durante horas: me interesa, me apasiona. Pero hablar con frases de almanaque me acomoda. Va al punto.

–Al hacer un cover de Palito Ortega (“Sabor a nada”), o antes uno de Chico Novarro (“Algo contigo”), ¿disfrutás provocar a cierto sector del rock?

–Yo me pongo a cantar esas canciones y no puedo evitar grabarlas: es como si tuvieras un plan divertido para la tarde. Sabés que le vas encontrar el gusto. Sacando que me gusta hacer canciones como esas, también disfruto mucho de que vaya a generar alguna voltereta mental: si alguien se pone nervioso, bienvenido. No lo creo, pero ya me lo dijeron: “¿Cómo hacés un tema de Palito, un personaje de la dictadura?”. Veo que a alguien le genera esa cuestión y me agarra excitación.

–¿Al autor lo tenés que admirar?

–Cero, no se traslada. De hecho, a Chico Novarro no lo conozco, pero una vez que grabé la canción –y lo hice con todo cariño, no por él sino por la canción–, hizo un juicio a la compañía y hubo que pagarle no se cuánta guita: no me parece una persona muy simpática, más bien me parece un atorrante. Se ve que vive mucho de eso. Y Palito no es el artista que más admiro de ese estilo, prefiero, por ejemplo, a Sandro.

–¿Alguna vez te negaste a ceder un tema tuyo?

–No, jamás. Salvo que fuera para una campaña política fea, no lo haría. No me enojaría con ningún cantante que quiera usar una canción mía: sería un honor.

Ya lo había transmitido en entrevistas previas y ahora lo confirma: así como se autoimpone esa costumbre de hablar con palabras sencillas, Vicentico cree en el poder de las palabras, y por eso a veces se obsesiona para encontrar las justas. Sobre todo, cuando opina de temas delicados.

–¿Podés entender cómo alguien prende una bengala en un show después de Cromañón?

–Entiendo que me preguntes porque soy como un músico de rock, pero me parece inentendible. Todos podríamos arriesgar ideas sobre por qué pasan estas cosas, pero serían ideas tontas, porque es algo que no se puede entender. Pero hay muchas cosas que no puedo entender. Es difícil hablar sobre estos temas: hay tanta virulencia y tragedia en juego, que cualquier cosa que digas puede ofender y lastimar. Lo primero que hago en este momento es llamarme a silencio; vaciarme para calmar. Lo más raro es seguir tocando; que después de Cromañón, los chicos de la banda no puedan parar de tocar, por la guita o por lo que sea, no importa. “Flaco, hagamos silencio durante cinco años. Nos pasó, ya está, hay que aceptarlo, callarnos todos la boca.” Todos entendemos todo, pero este quilombo –llenar de bla bla, armar una bola gigante de palabras cruzadas, bronca– es para no aceptar el horror.

–En el fútbol también está el riesgo.

–Con el fútbol es lo mismo: no se puede parar. Ahora está en la picota Grondona; lo loco es que no se haya ido después del primer muerto. Está hace treinta años en el fútbol, murieron decenas de personas y nadie dice “se tiene que ir por los muertos” sino porque se afana la guita. En cualquier lugar normal, tenés un muerto en una cancha de fútbol y el primero que salta es el presidente: es raro que no vayamos ahí y habla tanto de nosotros como sociedad que no nos podamos callar la boca, decir basta, cortémosla, paremos un mes.

–The show must go on.

–Sí, para no pensar lo loquitos que estamos. Cuando parás, te das cuenta. Es como la tele: TN, 6, 7, 8, TN, 6, 7, 8, “la con... de tu madre”, “hijo de p...”. Y de repente pasó tu hijo, se apoyó en el control remoto y la apagó sin querer. Y todo hizo “pfff” y se calmó, aparecen los pajaritos en el jardín de tu casa, lo lindo de la vida, y se cayó toda esa pelotudez.

–¿Lo pensaste antes de ir a 6, 7, 8?

–Sí, lo pensé. Por mis nervios de ir a algo que está tan caliente. Soy perfil bajo. No lo disfruto. Pero también me interesaba mucho ir y probarlo, me pasan las dos cosas. En muchos puntos estoy de acuerdo con el Gobierno. Pero una vez que uno elige de qué lado se para, está bueno empezar a mirar ahí. Pablo Llonto hablaba sobre la televisión, sobre un programa de porquería, la cultura y no sé qué. Y yo sentí que es ahí donde está el límite. Hay que empezar a pensar que lo otro ya está: es y va a ser así, y hasta es interesante que lo sea. Como la canción de Palito Ortega: es algo “usable”, se puede buscar ahí adentro, no es porquería. Como idea, es mucho más artística y cultural buscar hacer algo dentro de ese caos porque hay cosas que te pueden cambiar. Todos somos mediocres, no sólo Tinelli. Opinar sobre Tinelli es mediocre, estar enroscado en esa discusión, que no tiene por qué ser dada.

–Comprás en el Carrefour San Lorenzo y sos hincha. ¿Te bancarías el proyecto de hacer la cancha arriba del súper?

–Sí, sobre todo porque el barrio perdió mucho cuando se fue la cancha. Me gustaría que no hubiera Carrefour, porque vi cómo cerraban mes a mes los almacenes. El de la esquina de casa fue uno de los que más aguantó, hasta que hace dos años la cortó y es una pena: el tipo se compró un remise y decís “pobre chabón”. Y la cancha de ahora es un poco problemática. Pero Macri es un turro. Uno entiende que está la villa, pero aunque no quiera entrar ahí, lo que está afuera es muy fácil de arreglar: ir día a día, limpiar y poner lindo el acceso y punto. Me da mucha bronca: uno supone que con un tipo como él, todo lo que tiene que ver con educación y salud iba a ser una porquería, pero que la ciudad iba a estar linda. Y no. El sur está peor que nunca. Es un caradura importante. Lo odio.

A principios de año, el diario Perfil publicó que el gobierno nacional había gastado más de dos millones y medio de pesos en el Festival por los Derechos Humanos, realizado el 3 de diciembre de 2010 en Plaza de Mayo. La nota comparaba lo que habían cobrado varios artistas populares un mes antes, contratados por el gobierno porteño: en el caso de Vicentico, afirmaba que cobró 436.618 pesos contra 145.200 pesos.

–¿Cómo te cayó la “acusación”?

–Hay un momento de pinchazo pero después... me chupa un huevo. ¿Qué me importa lo que piensen o dejen de pensar? Cobro lo que tengo que cobrar y no es un problema para mí. Tengo claro lo que hago, de qué trabajo y cuánto cobro. No me hace problema, soy honesto conmigo y no me asusta para nada cobrar plata.

–¿Alguna vez te creíste “El rey del rock & roll”, como se llama una de tus canciones?

–Todos podemos ser reyes de rocanroles. Me siento más rey que esclavo. En todo caso, en la vida elijo ser un rey y no vivir como un esclavo. Prefiero vivir como un rey ya que es una decisión propia: nadie me obliga a ser una cosa ni la otra. Elijo tranquilito.

–Hay una idea de combinar tu carrera solista con Los Cadillacs?

–No. Sería genial, es una idea muy tentadora, obviamente nos miramos y podríamos decir: “Nos juntamos dentro de dos años, después volvemos a juntarnos”, pero no funciona así para nada. Iba a decir lamentablemente, pero me doy cuenta de que es gracias a Dios.

–¿Por qué?

–Porque no nos da la cabeza para planearlo de ese modo. Somos muchos, cada uno tiene una vida y planearla de esa manera arruinaría todo. Justamente porque no somos esclavos, nos gusta la vida que nos supimos ganar a fuerza de ir pensándola y no tener nada que nos esté agarrando. Decidimos parar en un momento muy fuerte y listo: no hacer una despedida, esperar, después volver y volver a parar. A lo mejor tardamos dos años en juntarnos o no nos juntamos nunca.
 
Fuente: Veintitres.

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