jueves, 17 de mayo de 2012

A 30 AÑOS DEL FESTIVAL DE SOLIDARIDAD LATINOAMERICANA

En Obras, ante 60.000 personas, tocaron Charly García, Spinetta, Nito Mestre, Raúl Porchetto y León Gieco, entre otros, a beneficio de los combatientes que ya estaban en la Guerra de Malvinas.

Por Hernán Firpo


El rock solidario tuvo mal debut en nuestro país. Quizás haya tenido que ver con que el rock, al menos el nacional, nunca fue muy politizado que digamos, entonces haya que creer, para no ser mal pensados, que pecó de ingenuo. El 16 de mayo de 1982 fue el día en que la juventud quiso involucrarse con la Causa Malvinas. En la canchas de rugby y de hockey del club Obras, pegadas al gimnasio que después se convertiría en “catedral”, se armó el soberano Festival de Solidaridad Latinoamericana a beneficio de los pibes que combatían en Malvinas.
La iniciativa fue de Oscar López, Daniel Grinbank y Pitty Iñurrigaro, y Alberto Ohanian, los empresarios del palo, que en ese momento contaron con aprobación oficial. El mensaje debía ser una fuerte acción de solidaridad y un enérgico deseo de paz, que iba a traducirse en canciones afines y en centenares de simbolitos batientes colgando de los cuellos.
La desinformación total, las mentiras televisadas del conductor de ATC Gómez Fuentes y el exitismo potenciando por el clima de Mundial de Fútbol y la Dictadura, en el orden que usted prefiera, eran el contexto de un megaconcierto que juntaba a los referentes de un movimiento que ya tenía casi la misma edad que los combatientes de Malvinas.
Una mezcla de entusiasmo y espíritu benéfico, más la ineludible presencia de nombres como León Gieco, Charly García, Spinetta y Litto Nebbia, entre otros, fueron determinantes: 60 mil personas -en ese momento se estilaba “almas”- presenciaron un show gratuito por donde se lo mirara: el club, cuyo presidente era el papá de Raquel Mancini, cedió gratis sus instalaciones y gratis tocaron todos los músicos, que no dudaron en colaborar aportando equipos, fletes, plomos.
Desde una semana antes del acontecimiento, como cuenta Gloria Guerrero en su libro Estadio Obras, el templo del rock , “decenas de miles de chicos desfilaron por Obras munidos de su espíritu solidario e hicieron el canje de sus entradas por alimentos, frazadas, cigarrillos, pulóveres, zapatos, chocolates. Se llenaron cincuenta camiones con maravillas. A dónde fueron a parar las bendiciones, sigue siendo un misterio... o no. A los chocolates, se sabe, pudo seguírseles el rastro; comprabas un choco en un kiosco y venía con un bonus adjunto: una cartita de un nene para los soldados”. El rock era incauto y Credulidad significaba más que un grandísimo tema de Luis Alberto. ¿Por qué semejante puesta en escena cuando, supuestamente, íbamos ganando la Guerra? Si Fontana y Pinky, que animaron las tristemente célebres 24 horas por Malvinas no se lo preguntaban, ¿por qué pedirle peras al rock? Además, ese año Charly lanzaba su álbum debut y, cual Nerón moderno, cantaba: puedes ver amanecer con caviar desde un hotel, y no tienes un poquito de amor para dar .
¿Por qué Pappo o Miguel Cantilo iban a imaginarse que los soldados, en realidad, estaban subalimentados y ateridos de frío? ¿Por qué desconfiar de los medios? La revista Pelo , revista insignia del rock, cubrió el show contando que los músicos “demostraron sobre el escenario del Estadio Obras el poder de convocatoria que tiene el rock nacional” ( en un momento en que la música en inglés estaba prohibida ) y “el público volvió a legitimar una vez más la única música moderna de auténtica raigambre popular y argentina”. Impregnado de un escalofriante discurso cívico militar, el rock tampoco escapaba a los modos castrenses.
Sigamos con Pelo , por favor: “Una de las canciones que más enfervorizó a la audiencia fue La gente del futuro , interpretada por Cantilo-Durietz. Allí se encontraba la ‘gente del futuro’, los que conforman las nuevas generaciones que surcarán el destino de este país”. El clima de fraternidad se ocupó de borronear hasta las disputas de ghetto . Parece que Pappo (entonces, en Riff) y Spinetta bebían gaseosas de espaldas entre sí hasta que un tipo les gritó algo insinuando una pelea. “Pappo se dio vuelta, abrazó a Spinetta y devolvió: ‘¿Ven que no pasa nada, que somos amigos?’.” Ajeno como una legión de doña rosas con pantalones carpinteros, y comportándose como auténtico exponente de la no violencia, el rock también fue usado. Eso dirá la historia. También dirá que gozó de un privilegio inédito: el larguísimo show se transmitió por televisión sin cortes publicitarios.

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