Entrevista a Emir Sader, politólogo brasileño.
Por Emilio Guido.
Politólogo reconocido y escritor, Emir Sader es profesor universitario en San Pablo y Río de Janeiro, además de autor de una decena de libros sobre la realidad latinoamericana e intelectual orgánico del lulismo. Sader es también una de las fuentes de consulta permanentes del Palacio Itamaraty. En conversación telefónica desde su hogar paulista, habló con Miradas al Sur sobre el grado cero de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), organismo al que caracterizó de “histórico por su identidad geográfica”. Además analizó el presente del Mercosur, respecto del cual aconsejó que los jefes de Estado aborten “la contraofensiva de las élites locales”.
–¿Con la Celac, en qué medida Latinoamérica se despega de la Organización de Estados Americanos (OEA)?
–En principio, que la Celac sea una mesa latinoamericana y caribeña implica una totalidad distinta porque es un diálogo entre pares. No sólo porque se diferencia de Estados Unidos y Canadá, sino porque implica establecer un espacio con un carácter antagónico a las políticas intervencionistas de los países centrales. Principios que están, además, muy consolidados en la OEA porque siempre fue un organismo que estuvo bajo la hegemonía política norteamericana. Por ejemplo, a través de su carta democrática, la OEA tuvo un papel bastante inocuo en el intento de golpe venezolano (2002), en la sedición territorial de la Media Luna en Bolivia (2008) y hasta en el putsch contra Manuel Zelaya en Honduras (2009).
–¿Por dónde intuye que la Celac transitará sus primeros pasos?
–Creo que debería imitar el camino desarrollado por Unasur. Buscar formas coordinadas de defensa frente a la recesión global para mantener sanas las estrategias productivas nacionales, unificar criterios para las reservas de nuestros bancos centrales, desdolarizar el comercio regional, potenciar el crédito interregional con nuestros bancos de desarrollo.
–Usted remarcó en sus libros que México y el Caribe siempre estuvieron muy apegados comercialmente a Estados Unidos. ¿Por qué piensa que esa región se suma a la Celac y mira más hacia el sur?
–En realidad, cuando México firmó el TLC con Estados Unidos fue preso de una ilusión porque pensó que se casaba con una mujer rica y, al final, se cargó con una viuda quebrada (risas). En definitiva, se acercó al epicentro de la crisis, en vez de estar en una posición de retaguardia. Además, México tiene un muy bajo volumen de intercambio comercial con Asia, o los países del Brics. Creo que con la Celac están intentando corregir esa distorsión. Por otro lado, entiendo que Centroamérica y el Caribe intentan romper su tradicional papel de plaza exportadora de productos primarios hacia Estados Unidos.
–En relación con la crisis del Viejo Continente, y más allá del impacto del modelo neoliberal. ¿Qué parte de la letra chica de la Unión Europea es un mal ejemplo integracionista para la Celac?
–Debemos aprender que la unificación monetaria es una trampa y no, por el contrario, el engranaje político, cultural, de comunicación. Encima, ahora Alemania quiere fortalecer la dimensión del patrón monetario y eso esta licuando la soberanía territorial de los países más chicos. Entonces, la unificación fiscal europea es un mal espejo; aunque, no es mala idea que Suramérica avance en una moneda única.
–El Banco del Sur hace años que es una promesa y nunca se concreta. ¿De dónde proviene la tirantez intrarregional para impedir esos avances? ¿De ciertos Estados, de las élites regionales?
–Evidentemente, hay criterios sobre los cuales no hay concordancia: el nivel de la tasa de interés, de qué manera pautar el sistema de votación. Cada argumento tiene sus razones pero lo importante es demostrar que el interés político de nuestros gobiernos es mayor a los inconvenientes técnicos. Por lo tanto, a tantos años del estancamiento del Banco del Sur como proyecto, creo que es una discusión para que aborden directamente los jefes de Estado y no comisiones dominadas por criterios economicistas.
–Recientemente la Fiesp, la principal cámara industrial de San Pablo, se quejó de que China estaba arrebatando posiciones a la burguesía paulista. ¿Qué opina, en general, del vínculo entre Suramérica y Beijing?
–China cumple para nosotros un rol primordial y es su poder de amortiguar la crisis por la gran demanda de soja que tiene depositada en la región. Ahora, no olvidemos que este vínculo tiene sus costos porque se refuerza la matriz productiva de los agro-negocios y los transgénicos. Es decir, deberíamos avanzar hacia una reforma agraria porque son los pequeños y medianos productores campesinos quienes pueden fortalecer el mercado interno, además de generar empleo.
–Por primera vez, Suramérica da un gran paso sin la presencia de Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula Da Silva. Por otro lado, Hugo Chávez combate con su enfermedad. ¿Cómo observa el proceso de recambio de líderes regionales?
–Por un lado la puesta en marcha de la Celac habla de cómo el proceso regional se ha consolidado y que no depende de la voluntad de dirigentes particulares. Pero, es cierto, que falta una visión estratégica mayor de los nuevos cuadros latinoamericanos para que no se pierdan en temas menores. Creo que el objetivo de la etapa de nuestros jefes de Estado debería ser reforzar el multilateralismo a partir de un bloque regional con, cada vez, mayores grados de autonomía frente a los Estados Unidos. Y eso sí que necesita dirigentes con vuelo estratégico, de la calidad de (Néstor) Kirchner, Lula, Chávez.
–¿Qué opina del presente de la relación entre la Argentina y Brasil en este contexto de crisis global? ¿La recesión internacional puede horadar la buena sintonía bilateral?
–La relación política nunca fue tan buena como ahora. Pero, no se puede decir lo mismo de los grupos económicos de cada país porque hay preocupantes y mezquinas disputas de mercado. Me parece que Cristina y Dilma deben timonear el Mercosur y superar los sabotajes como el no ingreso de Venezuela al bloque regional. Es decir, la unidad bilateral no puede pasar solamente por cuántos coches liberamos en la frontera. Ese es un tema menor. Mientras tanto, instrumentos como la Celac son más que bienvenidos.
–¿Con la Celac, en qué medida Latinoamérica se despega de la Organización de Estados Americanos (OEA)?
–En principio, que la Celac sea una mesa latinoamericana y caribeña implica una totalidad distinta porque es un diálogo entre pares. No sólo porque se diferencia de Estados Unidos y Canadá, sino porque implica establecer un espacio con un carácter antagónico a las políticas intervencionistas de los países centrales. Principios que están, además, muy consolidados en la OEA porque siempre fue un organismo que estuvo bajo la hegemonía política norteamericana. Por ejemplo, a través de su carta democrática, la OEA tuvo un papel bastante inocuo en el intento de golpe venezolano (2002), en la sedición territorial de la Media Luna en Bolivia (2008) y hasta en el putsch contra Manuel Zelaya en Honduras (2009).
–¿Por dónde intuye que la Celac transitará sus primeros pasos?
–Creo que debería imitar el camino desarrollado por Unasur. Buscar formas coordinadas de defensa frente a la recesión global para mantener sanas las estrategias productivas nacionales, unificar criterios para las reservas de nuestros bancos centrales, desdolarizar el comercio regional, potenciar el crédito interregional con nuestros bancos de desarrollo.
–Usted remarcó en sus libros que México y el Caribe siempre estuvieron muy apegados comercialmente a Estados Unidos. ¿Por qué piensa que esa región se suma a la Celac y mira más hacia el sur?
–En realidad, cuando México firmó el TLC con Estados Unidos fue preso de una ilusión porque pensó que se casaba con una mujer rica y, al final, se cargó con una viuda quebrada (risas). En definitiva, se acercó al epicentro de la crisis, en vez de estar en una posición de retaguardia. Además, México tiene un muy bajo volumen de intercambio comercial con Asia, o los países del Brics. Creo que con la Celac están intentando corregir esa distorsión. Por otro lado, entiendo que Centroamérica y el Caribe intentan romper su tradicional papel de plaza exportadora de productos primarios hacia Estados Unidos.
–En relación con la crisis del Viejo Continente, y más allá del impacto del modelo neoliberal. ¿Qué parte de la letra chica de la Unión Europea es un mal ejemplo integracionista para la Celac?
–Debemos aprender que la unificación monetaria es una trampa y no, por el contrario, el engranaje político, cultural, de comunicación. Encima, ahora Alemania quiere fortalecer la dimensión del patrón monetario y eso esta licuando la soberanía territorial de los países más chicos. Entonces, la unificación fiscal europea es un mal espejo; aunque, no es mala idea que Suramérica avance en una moneda única.
–El Banco del Sur hace años que es una promesa y nunca se concreta. ¿De dónde proviene la tirantez intrarregional para impedir esos avances? ¿De ciertos Estados, de las élites regionales?
–Evidentemente, hay criterios sobre los cuales no hay concordancia: el nivel de la tasa de interés, de qué manera pautar el sistema de votación. Cada argumento tiene sus razones pero lo importante es demostrar que el interés político de nuestros gobiernos es mayor a los inconvenientes técnicos. Por lo tanto, a tantos años del estancamiento del Banco del Sur como proyecto, creo que es una discusión para que aborden directamente los jefes de Estado y no comisiones dominadas por criterios economicistas.
–Recientemente la Fiesp, la principal cámara industrial de San Pablo, se quejó de que China estaba arrebatando posiciones a la burguesía paulista. ¿Qué opina, en general, del vínculo entre Suramérica y Beijing?
–China cumple para nosotros un rol primordial y es su poder de amortiguar la crisis por la gran demanda de soja que tiene depositada en la región. Ahora, no olvidemos que este vínculo tiene sus costos porque se refuerza la matriz productiva de los agro-negocios y los transgénicos. Es decir, deberíamos avanzar hacia una reforma agraria porque son los pequeños y medianos productores campesinos quienes pueden fortalecer el mercado interno, además de generar empleo.
–Por primera vez, Suramérica da un gran paso sin la presencia de Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula Da Silva. Por otro lado, Hugo Chávez combate con su enfermedad. ¿Cómo observa el proceso de recambio de líderes regionales?
–Por un lado la puesta en marcha de la Celac habla de cómo el proceso regional se ha consolidado y que no depende de la voluntad de dirigentes particulares. Pero, es cierto, que falta una visión estratégica mayor de los nuevos cuadros latinoamericanos para que no se pierdan en temas menores. Creo que el objetivo de la etapa de nuestros jefes de Estado debería ser reforzar el multilateralismo a partir de un bloque regional con, cada vez, mayores grados de autonomía frente a los Estados Unidos. Y eso sí que necesita dirigentes con vuelo estratégico, de la calidad de (Néstor) Kirchner, Lula, Chávez.
–¿Qué opina del presente de la relación entre la Argentina y Brasil en este contexto de crisis global? ¿La recesión internacional puede horadar la buena sintonía bilateral?
–La relación política nunca fue tan buena como ahora. Pero, no se puede decir lo mismo de los grupos económicos de cada país porque hay preocupantes y mezquinas disputas de mercado. Me parece que Cristina y Dilma deben timonear el Mercosur y superar los sabotajes como el no ingreso de Venezuela al bloque regional. Es decir, la unidad bilateral no puede pasar solamente por cuántos coches liberamos en la frontera. Ese es un tema menor. Mientras tanto, instrumentos como la Celac son más que bienvenidos.
Fuente: Miradas al Sur
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