Eduardo Anguita: –¿Cómo podemos entender la lógica de cómo actúan las mafias de la trata de personas?
Mónica Cuñarro:–Es muy difícil para mí, como fiscal en delitos complejos, tratar de racionalizar cuando tengo al lado a la mamá de una víctima con un testimonio y una historia con la que es imposible no conmoverse. Y doy gracias que después de 20 años de profesional me sigan conmoviendo los temas importantes que tienen que ver con tanto dolor como es el caso de Marita Verón. En la Argentina, hay tres periodos. En el año 1860 vienen judíos que conforman una organización criminal por la cual tenían personas judías/polacas que en los países del este se presentaban en aquellas casas que habían familias, primero con mujeres mayores de edad y después menores de edad, porque llegaron hasta a traer chicas de 12, 13 y 14 años. Esa gente era analfabeta, tenía condiciones alimenticias pésimas, estaba perseguida en ese momento por los progroms en Europa y se les ofrecía venir a América para hacerse “la América”. Para eso, les decían que habían conseguido un novio judío, se les hacía firmar un poder asegurando que se casaban con una persona que aquí les daría techo. De esta forma, comenzaron a llegar estas mujeres que eran seleccionadas y marcadas en Europa, se les hacia firmar poderes, llegaban en barcos. O sea, que obtener en Europa pasaportes, escribanos, gente que detecte a estas chicas con buen aspecto para traerlas significaba, evidentemente, ya tener nichos corrupción en algunos segmentos estatales y políticos de Europa. En 1900, conforman una asociación en Avellanada de la mano de un caudillo llamado Barceló que tenía prostíbulos para mayores de edad con mujeres argentinas y hacen lo que hoy se llamaría una sociedad fantasma. Era una asociación de socorro mutua para mujeres de Varsovia.
Ahí se hace con los años la primera reunión de la mafia. Cuarenta líderes judíos polacos que llegaron traer más de mil mujeres de Europa. El lugar fundamental era Capital Federal. Se las traía a estas chicas de 12, 13, 14 o 15 años en barcos y en una confitería que quedaba en la avenida Alvear, frente al Hotel Alvear, en la parte de atrás, se las exhibía desnudas y se las compraba como a los esclavos en Roma. Llegaban ya muchas violadas, torturadas y drogadas, en aquel tiempo con opio o dormidas con morfinas.
Estos 40 rufianes se reúnen para conformar una mafia que tenía pie en capital. La sede de los burdeles era Lavalle, Talcahuno, Garay y avenida Alvear. Compran una gran casa de tres pisos con piscina en la avenida Córdoba, donde se atendía a los que contrataban los servicios e iban policías, jueces, empresarios, políticos.
La lucha contra ellos la lleva adelante un integrante de la comunidad judía llamado Nahum Sorkin. Dice que no se debe recibir dinero de esta asociación mutual porque era dinero de trata de personas y venta de drogas. La comunidad lo vota y se prohíbe recibir el dinero. Se saca una ordenanza prohibiendo que se entierre esa gente en los cementerios judíos, lo que obliga a estos rufianes hacer los cementerios en otro lado y un rabino de nombre Sinay echa en la primera misa de la sinagoga a los rufianes y sus familias diciendo: “Prefiero terminar muerto y tener gente honorable que tener gente impuras en esta sinagoga”. La gente de la comunidad se comunica con Polonia y le reclama al gobierno. Éste a su vez le reclama al gobierno argentino para que la asociación pantalla no tenga el nombre Varsovia. Por eso, no logra tener personalidad jurídica a nivel nacional y esto los obliga hacerla con otro nombre que es Zwi Migdal , como es que se la conoce. Se ramifica en Rosario, en La Pampa, en Córdoba y Tucumán. Pero además, en 1920, había 700 proxenetas organizados en más de 2.500 burdeles en la Argentina, y 4.500 mujeres víctimas de trata. También se traen rusas, españolas, italianas, cuyas comunidades no tuvieron la actitud que tuvo la comunidad judía. Cuando esta organización se hace tan importante y la comunidad judía comienza hacer las denuncias, envía a estas mujeres polacas y el periodismo argentino, en 1920, comienza hacer la denuncia a partir del testimonio de chicas de las que no dan el nombre. Una de ellas logra tirar un papelito por esa casa de Córdoba, escrito en ídish que decía que eran maltratadas y violadas y trabajaban de cuatro de la mañana a cuatro de la tarde, que se las obligaba atender a 70 hombres por día y a tener 600 clientes por mes. Eso, en 1920, les daba una ganancia de más de 500 millones de dólares, que fue incautada por un juez.
Hasta que una mujer con dos bebés, viuda, judía y que sabía leer y escribir, ingresa por elección propia a la Zwi Migdal para trabajar como prostituta y darle de comer a sus hijos. Esta mujer se llamaba Ruth, un nombre ficticio dentro del club, y decide ir a ver a un juez de turno de apellido Ocampo. Se le toma la denuncia y comienzan a darle tareas a la policía. El juez se da cuenta que la policía no estaba colaborando, sino encubriendo. Hace una cata muy dura al jefe de la policía diciendo que no notaba avances. O sea, había más de 2.000 burdeles, llegaban y no había menores ni estaban los organizadores. En los allanamientos coordinados en Rosario y otras provincias pasaban lo mismo con los jueces provinciales. Se filtraba la información. El juez llama al jefe de la policía y lo hace responsable dando por resultado después del año 1930, que es el auge de estos rufianes, más de 50 allanamientos, 80 detenidos en Capital Federal, la incautación de 500 millones de dólares, drogas, pasaportes falsos, menores de edad. Todos son procesados y condenados. Pero, en el año 1931, salen todos en libertad. Mientras tanto en los procedimientos en las provincias la gente huye con pasaportes falsos, pasan a Chile, Nueva York, otras sedes de Europa, y cuando pasan a Brasil, se enfrentan con la mafia marsellesa de trata de menores, otro grupo que tenía más de seis mil burdeles. En esta puja triunfan los franceses quedándose con todo el mercado.
Las mujeres que decidieron ejercer la prostitución por decisión propia, porque posteriormente, con el revuelo que la prensa francesa arma, dicen que la Argentina es el paraíso de la trata de mujeres, con la condena se logra visibilizar el tema y hoy eso no ha cambiado. Converso con otros fiscales en delitos complejos que están relacionados y dicen que la Argentina sigue siendo el paraíso para la prostitución. Hace poco, Delgado, un colega, ha elevado a juicio una causa por trata de mujeres dominicanas que eran traídas al país, en este caso, de la misma forma que las judías polacas. Hay otro caso en el que se han denunciado nichos de corrupción de la policía. Yo he sido la cara visible de más de cuatro denuncias a comisarías por hechos de drogas y distribución a menores.
Fuente: Miradas al Sur
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