Entrevista a Marta Harnecker. Ex asesora del gobierno venezolano. Discípula del filósofo Louis Althusser e integrante del gobierno de Salvador Allende, Harnecker es un mito viviente de la izquierda regional. A los 75 años declara su simpatía por el proceso venezolano: “Es el país menos desigual del continente”.
Por Eleonora de Lucena
Se define como “educadora popular” marxista-leninista. Chilena, fue discípula del filósofo Louis Althusser, líder estudiantil católica e integrante del gobierno socialista de Salvador Allende. Se casó con uno de los comandantes de la revolución cubana (Manuel Piñeiro, Barba Roja) y en los años 2000 fungió como consejera de Hugo Chávez. Marta Harnecker cuenta que escribió más de 80 libros. El más conocido, Conceptos Elementales del Materialismo Histórico, de los años ’60, vendió más de un millón de ejemplares y está en su 67ª edición. A los 75 años, viaja por América latina y se dice optimista: “Los Estados Unidos ya no hacen lo que quieren en la región y creció el concepto de soberanía”. Ahora que vive en Vancouver (Canadá), considera a Chávez como un “líder revolucionario fundamental”, pero una “persona contradictoria”: “Él es un militar que cree en la participación popular. Lo importante es ver el fruto de eso”. Venezuela es el país menos desigual del continente.
–¿Cuál es su evaluación de la situación política en América latina?
–Tengo mucho optimismo. Cuando Chávez ganó estaba solo, pero hoy el panorama cambió mucho. Considero que las situaciones más avanzadas están en Venezuela, Bolivia y Ecuador. El concepto de esos gobiernos es el de una sociedad alternativa al capitalismo, donde la persona humana tenga un pleno desarrollo. No dimos importancia a eso en el pasado. Hoy en día es fundamental: una sociedad construida por las personas, de abajo hacia arriba. No se trata de hacer que el pueblo sea un mendigo que recibe regalos del Estado, no es eso lo que queremos ni lo que se está haciendo. El partero de este proceso fue el neoliberalismo, que provocó contradicciones y los pueblos comenzaron a resistir y a entender que tienen que participar en política y crear instrumentos políticos. Fue el caso de Ecuador, Bolivia y Venezuela, donde hubo presiones populares en los años ’80 que están en el origen del triunfo de Chávez.
–¿No están los logros de Chávez muy vinculados al petróleo?
–Cuando Chávez llegó al poder el petróleo ya estaba nacionalizado, pero no estaba en manos del gobierno, era administrado por los grupos ahora en la oposición. Como consecuencia del golpe de 2002, el gobierno recupera su administración. Los excedentes del petróleo pasan a servir a las misiones sociales internas y a apoyar otros procesos en América latina. Hay dependencia, pero también claridad de que ésta debe ser superada.
El gobierno está invirtiendo en proyectos de industrialización, pues el neoliberalismo desindustrializó nuestros países. La estrategia es depender cada vez menos del petróleo.
–¿Cuál es su análisis de la situación en Brasil, Argentina y Uruguay?
–Son diferentes, son gobiernos mucho más moderados, pero que están tomando medidas de soberanía, porque lo primero que necesitamos es conseguir la soberanía ante los Estados Unidos. Hemos hecho reuniones dejando fuera a los Estados Unidos, no viene el Departamento de Estado a decir lo que tenemos que hacer. En la mayoría de los gobiernos de la región, la soberanía es un valor. Es un éxito que se haya constituido la Unasur y que Chile, México y Colombia participen en ella.
–¿Disminuyó el poder de los Estados Unidos en la región?
–Los Estados Unidos ya no pueden hacer lo que quieren. Pero, claro, su poder es inmenso. Hay una contraofensiva de los Estados Unidos, que se refleja en situaciones como la de Zelaya y en la tentativa contra Correa. Hubo un golpe contra Lugo. Están intentando volver a hacer un golpe en Bolivia, con sectores de oposición aprovechando de las contradicciones en el interior del pueblo. En Santa Cruz y en otros lugares, están intentando hacer alianzas con los sectores descontentos del pueblo. La intención del separatismo fue vencida gracias a la organización popular, ahora no hay un peligro inminente, pero esas fuerzas se están reconstituyendo.
–En su perspectiva, ¿podría haber un modelo común entre países latinoamericanos?
–Soy chilena, en Chile se consolidó la contrarrevolución burguesa, con Pinochet y los que siguieron. La Concertación dio continuidad a las políticas neoliberales con algunas políticas sociales. Hubo un neoliberalismo exitoso, por el aumento del PIB, la construcción de carreteras, pero Chile, que era uno de los países más igualitarios de América latina, es hoy uno de los que tienen mayores diferencias entre pobres y ricos. En Chile no existían muros en las casas de la gran burguesía. No se puede medir el resultado del neoliberalismo solo por el lado económico. Conocí una pareja de arquitectos chilenos que trabajan 14 horas por día, viven para trabajar, no trabajan para vivir.
–¿El gobierno del PT significa la contrarrevolución burguesa?
–Los sectores dominantes se consolidaron, el agronegocio. El PT está buscando hacer otra cosa. No se puede comparar con Venezuela o Bolivia, por motivo de la correlación de fuerzas de la victoria de Lula. En un país que es la sexta economía del mundo, el capital financiero y las transnacionales tienen un poder enorme. Entonces, el capitalismo se consolida, pero hay atención en los sectores populares, se sacan personas de la pobreza.
–¿Entonces no hay un modelo común para América latina?
–No, en América latina cada situación es distinta. Es necesario estudiar cada lugar, sus orígenes históricos, las correlaciones de fuerza.
–¿Cuál es su análisis de la crisis económica mundial?
–Es una crisis estructural importante. No es terminal porque el capitalismo se recompone. Las condiciones objetivas están más adelantadas que las condiciones subjetivas. Valorizo movimientos como el de los indignados. La rebeldía es un paso inicial, pero es necesario hacer que eso se transforme en una fuerza. Reconstruyendo la izquierda es un libro mío en el que digo que es preciso un instrumento de articulación, que no son los partidos tradicionales. El neoliberalismo fragmenta a la población.
–Usted estuvo casada con un dirigente de la revolución cubana y vivió muchos años en la isla, ¿cómo ve la situación de ese país?
–Cuba fue mi segunda patria, tengo una hija cubana que vive allá. Cuba mostró a América latina la dignidad, la capacidad de defender la soberanía, de resistencia a todos los males. La economía es muy complicada.
Fuente: Miradas al Sur.
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