El lanzamiento de Unidos y Organizados en Jujuy. Veintitrés acompañó durante tres días los festejos por el aniversario de la Tupac Amaru. Cómo se vive en el territorio comandado por Milagro Sala. Emociones y respaldos.
Por Por Tali Goldman
El calor que se siente en San Salvador de Jujuy en las primeras horas del viernes 12 de octubre no es únicamente producto del penetrante sol puneño. Se trata de esos calores humanos, en el que transpiración y lágrimas se unen en una inconfundible sensación. A lo lejos, por las calles céntricas de la ciudad, se escuchan retumbar los bombos entremezclados con “pututus” –una especie de caracol milenario que suena como instrumento de viento– y las voces de gente, gente y más gente. “Hoy vinimos a celebrar, trece años tupaqueros con mucha felicidad”. Comandando la tropa, Milagro Sala, quien venía de presenciar la declaración de uno de los testigos en el marco de los juicios por delitos de lesa humanidad que se desarrollan en la provincia. Envuelta entre sus compañeros de la Tupac Amaru, la líder de la organización salta como una más, se abraza con los suyos, llora. Ni en sus más remotos sueños, de cuando era una adolescente y se fue a vivir a la calle, se imaginó que el trabajo que empezó con las “copas de leche” –merenderos– se transformaría en lo que hoy es la Tupac Amaru, una gigantesca organización social, barrial y, ahora, política.
La movilización desembarca en la puerta del nuevo terciario, el Instituto Superior “Tupac Amaru”. En medio de los saltos y cantos, Milagro agarra el micrófono y traza una línea imaginaria. “Compañeros, nadie pasa de esta raya, el que la pasa, va a cobrar y no plata”. Todos estallan de risa. Pero ella continúa. “Vos, te estoy viendo, te estás pasando, miren que hay muchos invitados que nos quieren, pórtense bien compañeros”. Empujando para atrás, los miles de tupaqueros se envalentonan con el cántico que los identificó durante el último tiempo: “Somos buenos, nosotros somos buenos”, lo que despierta una carcajada a la propia Milagro: “No se hagan los vivos”. Ella cruza el vallado. Allí la espera su marido y vocero de la agrupación, Raúl Noro, el delegado de ATE Jujuy y entrañable amigo, Fernando “Nando” Acosta, y otras tantas figuras de la provincia e invitados especiales. “Jallalla”, “Mullanta”, “Yasurupa” (en quechua-aymara: gracias, fuerza), grita Sala, mientras corta la cinta que deja inaugurado el primer Instituto de Gestión Social en la provincia de Jujuy, en donde se dictan las carreras de Turismo y Diseño, entre otras.. “Tupaquero, carajo, tupaquero, carajo”, repiten. Después del acto formal, llega el brindis y Milagro aparece ante un selecto grupo con una torta gigante: “Feliz cumpleaños Tupac”, se lee entre el merengue y el mazapán. Entre los que degustan las empanadas y sanguchitos están Carola y Pachila, dos tupaqueras casi de la primera hora, a quienes les encomiendan la tarea de llevar a periodistas y fotógrafos a recorrer el Alto Comedero, el imponente barrio a seis kilómetros del centro de la ciudad, que impresiona hasta al más impávido mortal. Allí, las casas con las caras del Che, Evita y Tupac Amaru se levantan entre canchas de fútbol, básquet, fábricas, piletas al aire libre, piletas climatizadas, centros de atención para discapacitados y centros de atención sanitaria. No hay un papel tirado en el piso. El barrio es más que un barrio. Es un “Cantry”, con “a”, como dice en la entrada. Porque viven con más. No están destinados a ser pobres. Los tupaqueros no quieren ser pobres. No buscan la limosna de los que más tienen, buscan dignidad, y allí la encuentran.
Pachila, una de las que oficia de guía, era una mujer golpeada que vendía sándwiches en la calle y vivía en una villa. Hoy tiene casa propia y trabaja en la oficina de la sede central en el departamento de Luz y Agua. Sus seis hijos van a la primaria y al jardín de la organización. Carola, por el contrario, es una de las pocas que nació en una casa de clase media en Jujuy. Pero hace nueve años comenzó a trabajar en una guardería y quiso ser parte de ese colectivo transformador. Hoy ambas son parte de la gran familia de Milagro y participan todos los domingos en los asados –cuasi sagrados– que realiza la líder en su casa. “Milagro y Raúl se despiertan y tienen a veinte tupaqueros en su habitación –cuentan divertidas–. Raúl dice que se casó con ella para vivir tranquilos y se terminó casando con diez mil personas”.
El sábado 13 amanece tempranísimo para “La Flaca”, como le dicen. A las ocho de la mañana ya están en el club Gimnasia y Esgrima de Jujuy, organizando el escenario, poniendo las banderas y armando las listas de oradores. Ella está en todo, hasta en el más ínfimo detalle. Quiere que todo salga a la perfección. La Tupac Amaru se lanza dentro de la corriente Unidos y Organizados y eso, en política, dice mucho. La Flaca tiene que demostrar que está a la altura de las circunstancias.
A las cuatro de la tarde comienza la marcha camino a la cancha. No puede con su genio. Milagro va un paso adelante digitando todo. “Córranse a la derecha”, “Qué pasa que no cortaron el tránsito”. Frena la marcha. Se acerca a los autos que cruzan la autopista. “Agarren por el otro lado, hagan el favor, ¿sí?” Mientras, le tira una botella de agua en la cabeza a un compañero que tiene calor. La cancha está cada vez más cerca y ella entra triunfante, acompañada por el líder de La Cámpora Andrés “El Cuervo” Larroque; el dirigente del Movimiento Evita Emilio Pérsico; Luis D`Elía, de MILES, y Andrés La Blunda, de Kolina, entre otros invitados. Milagro, excitada, agarra el micrófono y dice que tienen que esperar, que están llegando columnas de toda la provincia. Detrás del escenario corre de un lado para el otro. “Me dicen que es impresionante la gente que está viniendo, yo no lo puedo creer, juro que nunca me imaginé esto”. A las siete, suben todos al escenario. “Che gorila, che gorila, no te lo decimos más, si la tocan a La Flaca, qué quilombo se va a armar”. Milagro, preocupada, vuelve a agarrar el micrófono. “A Cristina, si la tocan a Cristina”. Raúl Noro, desde el atril, es quien dirige el acto. Le cuesta seguir los cánticos, pero enternece al público. “Raúl es cábala, es el orador oficial de todos los actos de la Tupac, nadie lo saca de ahí, nos trae suerte”, confiesa Coco, que es la mano y el pie –derecho e izquierdo– de Milagro y Raúl. Hablan todos, pero entre los oradores es quizás el más aplaudido Emilio Pérsico, quien logra definir a Sala de la manera más audaz: “La Evita Negra”.
Le toca el turno a Milagro. Raúl la presenta con voz quebrada: “Ahora, habla para todos ustedes, Milagro Amalia Ángela Sala”. Los cincuenta mil militantes no la dejan comenzar. “Porque somos la verdadera revolución, que pelea por el trabajo, la salud y la educación; porque quiero una vida digna que lo parió, y voy a dejar la vida luchando de corazón”. Ella canta. “Por fin las organizaciones sociales en Jujuy vamos a tener un espacio, el que ha creado Cristina de Unidos y Organizados porque desde hace rato nosotros no teníamos dónde discutir la política que queríamos para los jujeños”. Los fuegos artificiales estallan antes de tiempo. Milagro grita más fuerte, pero no puede más. “Jallalla”, “Mullanta”, “Yasurupa”, concluye. Ya son casi las nueve y media. De a poco, los tupaqueros van despejando la cancha. Milagro está agotada. Pero sabe, mucho no podrá dormir. Al día siguiente tendrá veinte de los suyos rondando en su habitación. Y aunque periodistas y fotógrafos no estén en el lugar, pueden vaticinar, con seguridad, que la líder jujeña dirá: “Pongan más cubiertos, los compañeros se quedan al asado”.
Fuente: Revista Veintitres.
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