Por Guillermo Pellegrino
Los últimos crímenes fueron en Montevideo y Canelones. El gobierno busca bajar el número de armas en circulación.
Con cuatro homicidios, uno en Montevideo y tres en el contiguo departamento de Canelones, Uruguay vivió un domingo sangriento, no despegado de la tónica de este enero en cuanto a muertes violentas que, según el diario El País, ya llegan a 32 en 28 días.
Esta escalada de violencia, que de mantenerse (o inclusive bajando el promedio mensual) podría arrojar una cifra cercana a los 300 asesinatos por año, preocupa mucho al gobierno de José Mujica y a la sociedad en su conjunto si se la compara, por ejemplo, con los 190 homicidios de 2005 –cuando Uruguay comenzaba a salir de una severa crisis socioeconómica– o con el promedio de 6 homicidios cada 100.000 habitantes, tasa que el país mantuvo en las últimas dos décadas.
El año 2012, que comenzó también con un alto promedio mensual de homicidios que luego no se mantuvo, alcanzó al final del año la tasa de 8 asesinatos cada 100.000 habitantes.
En el marco de esta escalada de muertes violentas, el Ministerio del Interior está en estos días abocado a dos campañas vinculadas al tema de las armas: una propone al ciudadano cambiarlas por una bicicleta o una computadora. La otra es por “la tenencia responsable”.
Teniendo en cuenta los números del año anterior, y el luctuoso inicio de este 2013, “es muy probable que exista una tendencia al incremento y que plantee un nuevo padrón de violencia, que no responde sólo a motivos de fines de lucro; sino también a pautas más violentas de relacionamiento interpersonal, como por ejemplo los homicidios por violencia doméstica”, dice a Clarín el sociólogo Luis Eduardo Morás, especialista en temas de violencia y seguridad ciudadana.
Con los datos actuales en Uruguay, para Morás resulta difícil determinar el origen del crecimiento de los homicidios, aunque menciona como dos componentes importantes a la violencia doméstica y el otro, atribuido por el Ministerio del Interior, a los “ajustes de cuenta” presumiblemente derivados del narcotráfico, aunque menciona a esta categoría como “amplia y difusa”, ya que buena parte de esos homicidios no son esclarecidos.
Este aspecto, según Morás, supone varios problemas: “Pueden existir distintas motivaciones para esos homicidios y no todos vinculados al narcotráfico (como conflictos vecinales, resentimientos familiares o disputas amorosas, entre otros). En segundo lugar se corre el riesgo de banalizar y hasta justificar esas muertes que se producen en barrios carenciados y de personas muy jóvenes, afectando el acceso a la justicia de los sectores más pobres”. Y concluye: “En tanto no se realiza el mayor de los esfuerzos para investigar los hechos y administrar justicia, se puede llevar a un círculo de mayores violencias”, pues algunos familiares podrían tratar de resolver el daño haciendo justicia por mano propia.
Para Morás, otra causa del aumento de los homicidios puede ser la violencia derivada de un sistema carcelario excedido en las posibilidades de evitar el hacinamiento y las malas condiciones de reclusión. “Pese a la importante inversión que se viene realizando, Uruguay está al límite de las capacidades institucionales y de recursos humanos de calidad que permitan devolver a la sociedad una persona en mejores condiciones que las que tenía al momento de su ingreso”.
En los últimos 20 años la población carcelaria uruguaya se multiplicó por cuatro sin detener el crecimiento del delito, que se duplicó. Así, las posibilidades de rehabilitación y reducción de la reincidencia delictiva se han reducido a la mínima expresión.
Fuente: Clarin
Esta escalada de violencia, que de mantenerse (o inclusive bajando el promedio mensual) podría arrojar una cifra cercana a los 300 asesinatos por año, preocupa mucho al gobierno de José Mujica y a la sociedad en su conjunto si se la compara, por ejemplo, con los 190 homicidios de 2005 –cuando Uruguay comenzaba a salir de una severa crisis socioeconómica– o con el promedio de 6 homicidios cada 100.000 habitantes, tasa que el país mantuvo en las últimas dos décadas.
El año 2012, que comenzó también con un alto promedio mensual de homicidios que luego no se mantuvo, alcanzó al final del año la tasa de 8 asesinatos cada 100.000 habitantes.
En el marco de esta escalada de muertes violentas, el Ministerio del Interior está en estos días abocado a dos campañas vinculadas al tema de las armas: una propone al ciudadano cambiarlas por una bicicleta o una computadora. La otra es por “la tenencia responsable”.
Teniendo en cuenta los números del año anterior, y el luctuoso inicio de este 2013, “es muy probable que exista una tendencia al incremento y que plantee un nuevo padrón de violencia, que no responde sólo a motivos de fines de lucro; sino también a pautas más violentas de relacionamiento interpersonal, como por ejemplo los homicidios por violencia doméstica”, dice a Clarín el sociólogo Luis Eduardo Morás, especialista en temas de violencia y seguridad ciudadana.
Con los datos actuales en Uruguay, para Morás resulta difícil determinar el origen del crecimiento de los homicidios, aunque menciona como dos componentes importantes a la violencia doméstica y el otro, atribuido por el Ministerio del Interior, a los “ajustes de cuenta” presumiblemente derivados del narcotráfico, aunque menciona a esta categoría como “amplia y difusa”, ya que buena parte de esos homicidios no son esclarecidos.
Este aspecto, según Morás, supone varios problemas: “Pueden existir distintas motivaciones para esos homicidios y no todos vinculados al narcotráfico (como conflictos vecinales, resentimientos familiares o disputas amorosas, entre otros). En segundo lugar se corre el riesgo de banalizar y hasta justificar esas muertes que se producen en barrios carenciados y de personas muy jóvenes, afectando el acceso a la justicia de los sectores más pobres”. Y concluye: “En tanto no se realiza el mayor de los esfuerzos para investigar los hechos y administrar justicia, se puede llevar a un círculo de mayores violencias”, pues algunos familiares podrían tratar de resolver el daño haciendo justicia por mano propia.
Para Morás, otra causa del aumento de los homicidios puede ser la violencia derivada de un sistema carcelario excedido en las posibilidades de evitar el hacinamiento y las malas condiciones de reclusión. “Pese a la importante inversión que se viene realizando, Uruguay está al límite de las capacidades institucionales y de recursos humanos de calidad que permitan devolver a la sociedad una persona en mejores condiciones que las que tenía al momento de su ingreso”.
En los últimos 20 años la población carcelaria uruguaya se multiplicó por cuatro sin detener el crecimiento del delito, que se duplicó. Así, las posibilidades de rehabilitación y reducción de la reincidencia delictiva se han reducido a la mínima expresión.
Fuente: Clarin
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