Entrevista a Emilio Pérsico. Líder del Movimiento Evita. La agricultura familiar, el rol del Estado y la necesidad de darles peso político y económico a las organizaciones campesinas son temas centrales de una agenda que pone en debate el modelo de país y su viabilidad en el largo plazo.
Por Gabriel Bencivengo
El militante, el dirigente, el desclasado, el piquetero... Los planos de Emilio Pérsico se yuxtaponen y le otorgan un perfil que trasciende la habitual política ministerial. Lo suyo es compromiso y una férrea voluntad de construir. “Milité durante toda la dictadura, pero el momento más difícil, más duro, fue cuando la gente del barrio, mi gente, se me caída de las manos. Ésos son los desaparecidos que más duelen, los del modelo neoliberal. Militaba, militaba y militaba, pero cada vez estábamos peor. Uno se preguntaba para qué mierda. Hasta mis hijos me lo planteaban”, dirá durante la entrevista. No será la única vez en que las vivencias del militante invadan la agenda del flamante subsecretario de Agricultura Familiar. “Me acuerdo de al menos medio centenar de compañeros que ya no están. Con ellos trabajé, milité, soñé, compartí”, comentará al recordar las Ligas Agrarias, que supieron representaron el setenta por ciento de la producción algodonera de la región chaqueña y nacieron, en noviembre del ’70, de un cabildo organizado por el Movimiento Rural Católico y los centros juveniles de la Unión de Cooperativas Agrícolas para mejorar las condiciones de trabajo y de vida de los campesinos.
“El campesinado desplazado es una realidad que, con diferentes características, se da en toda América latina. En nuestro país nunca hubo un campesinado fuerte y por eso, tampoco, un proceso de toma de tierras como en otros partes de la región. Lo que tuvimos fue un proceso de recuperación de fábricas. Lo que hoy tenemos desde el campesinado es una dinámica de resistencia al avance del agronegocio”, asegura ya instalado en un presente que le reclama viajar por las provincias cuatro días a la semana.
–¿Del contacto con los campesinos, qué problemas surgen?
–La posesión de la tierra, el acceso al agua y la comercialización de lo que producen. Son los temas urgentes. Pero no sólo se trata de resolver el problema de los 150 mil campesinos que quedan en el campo. También debemos pensar en una fuerte política de colonización. Hay que recuperar tierras y colonizarlas…
–Planificar y desarrollar la agricultura familiar…
–Si no lo hacemos, este país no va a ser viable. Siempre digo que la madre de los pibes del conurbano que no trabajan ni estudian es una campesina santiagueña. Tenemos que conseguir que esos pibes se queden en el campo. Es un gran desafío. Si la santiagueña sigue pariendo y mandando a los hijos al conurbano porque la fábrica automatizada de la provincia no genera suficiente trabajo, algunos de esos pibes, algún día, van a explotar. Si no existe un campesinado instalado, la conflictividad social irá en aumento.
–¿Pudo conversar el tema con los dirigentes de las entidades agropecuarias?
–Muchos productores de los grandes, algunos de ellos dirigentes, pasan por acá. Supongo que porque quieren conocer al bicho raro…
–¿Y usted, qué les plantea?
–A todos les digo lo mismo, y no tiene que ver con una cuestión ideológica. Les recuerdo que quienes pensaron un proyecto de país tuvieron una importante política de colonización. El propio Roca, luego de desplazar a los habitantes originarios, hizo una primera y pequeña reforma agraria, pero reforma al fin, en el Alto Valle del Río Negro. La hizo dividiendo la tierra y llevando riego, que para esa época era hablar de alta tecnología. Luego vino Perón, con su política para el valle medio y, finalmente, el desarrollismo en el valle inferior. La colonización del delta del Paraná y los oasis de Cuyo son obras de Sarmiento. Perón, por ejemplo, creó los institutos de colonización de Chaco y Formosa. Si no quieren aprender de Perón, al menos que aprendan de Roca o de Sarmiento.
Cualificar lo artesanal. Pérsico subraya que el modelo de los agronegocios es insostenible a largo plazo si no se resuelve el problema de la población campesina. “Hay que trabajar con todos para que todos crezcan. Pero ojo, a mí me van a encontrar de este lado del alambrado, defendiendo a los que menos tienen.” El análisis enfatiza que un proyecto nacional y popular debe incluir una política de tierra y colonización. “En Santiago del Estero, hay 150 mil hectáreas bajo riego, pero nada se hizo para dividir y repartir parte de esas tierras entre el campesinado”, precisa Pérsico.
–¿Qué experiencias rescata en materia de agricultura familiar?
–En Europa, Estados Unidos y Nueva Zelanda, por ejemplo, hicieron mucho para industrializar la producción de los pequeños agricultores, de los productores artesanales. Tenemos que explotar las posibilidades que brinda la denominación de origen. Hay segmentos que con determinados protocolos de producción se pueden proteger. Debemos cualificar lo artesanal. El pequeño productor puede competir con la ayuda del Estado. Una prueba son las ferias francas. Uno de los objetivos es constituir una red nacional de ferias francas que adopte la forma de una federación.
–¿Hay capacidad de gestión desde el Estado Nacional para llegar a esos productores?
–Existe. Tenemos profesionales para salirles al encuentro. Y lo estamos haciendo. El Ministerio de Agricultura tiene más de mil técnicos, y otros tantos el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria. Es muy importante el trabajo que está realizando el Instituto de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Pequeña Agricultura Familiar.
–¿Qué falta?
–Mayor horizontalidad para mejorar la coordinación y profundizar las políticas transversales. En el territorio aparecen todo tipo de problemas. El agua, la vivienda… Son cuestiones no resueltas que nos dificultan avanzar en los temas propios de la agricultura familiar, que es la producción y la comercialización. Hay muchas acciones poco coordinadas. Lo nuestro es lo productivo y la organización social.
–¿Qué ventajas tiene la Subsecretaría frente a otras áreas del Gobierno?
–Que estamos en el terreno con una estructura que llega a todos los pueblitos. En todos lados tenemos gente que trabaja y milita. Desde que se creó la Subsecretaría, se viene trabajando muy bien. Hay un registro de unas mil organizaciones campesinas. El objetivo es coordinarlas y agruparlas bajo una federación fuerte que exprese al sector.
–Darles representación en la mesa de negociación…
–La Sociedad Rural tiene unos doscientos socios. ¿Cómo no va a ser sujeto de derecho una organización que agrupa a cuatrocientos campesinos que viven, producen e intentan educar a sus hijos en la Puna? Debemos conseguir que esas organizaciones tengan peso político, social y económico. El Estado es el lugar donde se construye el bien común. Si un sector no está representado, no puede defender sus intereses. Organizar al sector, institucionalizarlo, eso es lo que quedará.
–¿Le alcanza el presupuesto?
–La Subsecretaría tiene un presupuesto muy alto. El desafío es definir la política correcta y que los recursos lleguen a los que más los necesitan. Hay muchos programas descentralizados en las provincias. Es importante unificarlos y darles claridad para que los campesinos puedan defender esos recursos. Es muy fácil burlar el presupuesto de los más pobres.
–La Argentina ha desarrollado paquetes tecnológicos y maquinaria agrícola muy sofisticada, pero apuntada a la producción en gran escala, al modelo agroindustrial….
–La agricultura familiar necesita de otra tecnología y de otra aproximación al problema. No alcanza con darle a una familia campesina una máquina para hacer dulces. Tenemos que acercarles una solución completa, que incluya desde la contención edilicia de esa máquina hasta la aprobación del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria. Lo mismo con la producción caprina o los pollos de campo; al productor hay que facilitarle el matadero y la carnicería.
–Un objetivo es institucionalizar el movimiento campesino. ¿Qué forma legal adoptaría esa institucionalidad?
–Estamos discutiendo la razón social para las organizaciones territoriales. Nos inclinamos por el consorcio productivo, porque permite integrar cooperativas, estados municipales, productores individuales e, incluso, instituciones públicas y privadas. Es una figura que se ha usado para exportar, en algunos casos con pequeños productores.
Y una vez volvimos. “Si uno desenchufa la caja cuadrada, estamos muy bien. Es un buen momento político”, afirma Pérsico. Su evaluación señala a modo de ejemplo que el agricultor familiar pueda ir al pueblo para vender parte de su producción. “Eso habla de una economía que está funcionando. Antes, se le pudrían los zapallos”, agrega.
–¿Le preocupa la continuidad del proyecto político?
–Seguro. No quiero que mi casa vuelva a ser un comedor. Fueron años durísimos; nunca alcanzaba la comida. Siempre decía que hacíamos un comedor con guiso de barro. La comida era arroz con carcasa de pollo.
–¿Puede haber marcha atrás?
–Lo material puede tener marcha atrás. Ocurrió y puede volver a ocurrir. Lo que no tiene marcha atrás es la conciencia de la gente. Se equivocan los que piensan que la continuidad se reduce a una maniobra electoral, que depende de dos puntos más o dos puntos menos en una encuesta. La continuidad está en la conciencia de nuestro pueblo.
–¿En lo personal, a qué aspira?
–Empecé a militar a los catorce años con grupos cristianos en barrios muy pobres. Me desclasé. Me puse ahí, me gustó y me quedé. El mundo cambió y ya estoy para el retiro. Son los jóvenes los que tienen que tomar la posta. Cuando Néstor Kirchner llegó, llegamos todos. Como dijo una vez en la Plaza de Mayo: y al final, una vez volvimos… Enamoramos a una generación. Eso es lo importante. El proceso está en marcha y no se puede detener.
Fuente: Miradas al Sur.
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