Entrevista a Karen Maron. Corresponsal de guerra.“No sólo el futuro de Siria se juega en esta guerra civil abierta, sino también el de buena parte de la región. El cambio que se avecina, porque el régimen de Al-Assad no va a ser suplantado por un Estado de Derecho”, afirma la periodista argentina.
Por Diego M. Vidal.
A veces con chador, como protección a extremismos religiosos, o casco de guerra, porque las balas no discriminan género, la periodista argentina Karen Marón recorre desde hace 12 años Medio Oriente y el Golfo, la zona del mundo en el que los conflictos bélicos y fratricidas parecen una endemia de su historia. Después de siete meses en Siria, cubriendo para Folha de Sao Paulo, de Brasil; la BBC de Londres, la NBC estadounidense y El Universal de México, entre otros medios, el desangramiento del país gobernado por el clan de Al-Assad, Marón comparte con Miradas al Sur algunas de las claves de lo que pugna detrás de los combates.
–¿Qué similitudes y diferencias ves entre Libia, la “Primavera árabe” y Siria?
–Indudablemente, Siria no es Libia y Homs, considerada la capital de la revolución, no es Benghazi. En la zona de la Cirenaica en Libia que se rebeló había una cierta homogeneidad en relación a la oposición contra Kadhafi, porque era un territorio relegado durante décadas por enfrentamientos tribales. De todas maneras existían las lealtades hacia Kadhafi en la zona de la Tripolitania y en otras regiones donde gran parte del consejo tribal lo apoyaba. Las similitudes tienen que ver con regímenes que limitan las libertades políticas y los derechos humanos y de esa forma se sustentaron para mantener el poder con métodos represivos. Uno, a través del personalismo absoluto, y en Siria, encabezada por la familia Assad. Pero en ambos casos y como en todo el proceso de esta denominada “Primavera árabe” que cubrí desde Túnez hasta Egipto –que está trayendo consecuencias muy distantes a ese término acuñado por la prensa– creo que es parte de un proyecto que estaba anunciado como parte de un plan organizado. Condoleezza Rice anunció claramente en 2006 que era el momento de un Nuevo Oriente Próximo. Rice calificó la campaña masiva de bombardeos contra el Líbano como los dolores del parto de ese “Nuevo Oriente Próximo” y todo lo que ellos hacían era asegurarse de presionar para no volver a un estado anterior.
Al-Assad también era amigo personal del primer ministro turco Recep Erdogan, que mantiene en su territorio las bases de Al Qaeda, el Ejército Libre de Siria (ELS) y los servicios de inteligencia occidentales que entrenan y colaboran con dinero y armas para ambos.
No sólo el futuro de Siria se juega en esta guerra civil abierta, sino también el de buena parte de la región. No se deberían albergar falsas expectativas acerca del cambio que se avecina porque el régimen de Al-Assad no va a ser suplantado por un Estado de Derecho. Por el contrario, la era post Al-Assad será probablemente aún más caótica y violenta, porque los opositores del régimen tratarán de saldar cuentas y el conflicto entre clanes y comunidades religiosas estallará.
Al igual que en otros países árabes, un régimen secular podría ser reemplazado por los Hermanos Musulmanes –sunitas dentro del islamismo– que en Siria representan a la mayoría de la población. Pero a diferencia de lo sucedido en Túnez y Egipto, el cambio de régimen es gestado a través de una guerra civil.
Con respecto a la relación con Israel, el régimen de los Al-Assad siempre fue predecible y eligieron la vía diplomática con pactos de por medio. El gobierno sirio sabía cuáles eran los límites y los aceptaba. En contraste, la incertidumbre de hoy implica un riesgo de guerra en la región que no puede menospreciarse, particularmente en vista del gran arsenal de armas químicas que hay en el país.
–¿Hay miembros de Al Qaeda entre los que combaten al gobierno?
–Al Qaeda está en Siria desde hace meses entrenando y ejecutando acciones militares a través de ataques suicidas.
El gobierno de Bashar Al-Assad lo anunció hace más de un año, pero muchos medios no lo publicaron y los opositores externos lo siguen negando. Luego de la confirmación de Washington, empezaron a investigar respecto al tema.
A través de mi trabajo dentro de Siria –especialmente en las frontera con Irak y Turquía– corroboramos la presencia de Al Qaeda trabajando en coordinación con el ELS, el grupo armado conformado por desertores del ejército regular sirio. A esto se suma la colaboración de miembros de la CIA y el MI6 británico, entre otros servicios de inteligencia, que trabajan en coordinación y están dentro de territorio sirio.
En la frontera turca detectamos milicianos cercanos a Abdelhakim Belhadj, el actual gobernador militar de Trípoli y lugarteniente de Al Qaeda. Entre ellos estaba Mehdi al-Hatari, el antiguo comandante de la Brigada de Trípoli, que es un grupo de élite financiado por Qatar y Adem Kikli que lleva casi dos décadas exiliado en el Reino Unido.
Los wahabitas provienen de numerosos países, principalmente Irak, Jordania, Líbano, Chechenia y Afganistán. Conforman unos 60 mil hombres realizando operaciones de guerra de guerrilla y atentados, promueven movimientos antigubernamentales, entrenan al ELS e impulsan acciones terroristas y operaciones psicológicas. Todas estas iniciativas se mueven para debilitar el aparato gubernamental sirio, internándolo en una guerra civil creada artificialmente.
Tras los primeros atentados en Alepo luego de las explosiones en Damasco, el 11 de febrero, fue difundido un video de ocho minutos en internet donde el sucesor de Osama bin Laden, Ayman al-Zawahiri, hace un llamado a la guerra santa para derrocar al gobierno del presidente Al-Assad.
Pero el anuncio de la llegada a Siria de salafistas –aliados de los opositores sirios– fue hecho por el Sheik Adnan en la web yihadista de los wahabitas saudíes.
Estos primeros atentados suicidas son también una respuesta a la detención de cientos de yihadistas sirios y de su líder del Levante, Abu Musab Al-Suri –cuyo verdadero nombre es Mustafá Setmariam–, preso en una cárcel de Damasco en la sección 215, reservada a prisioneros provenientes de la inteligencia militar islámica.
Setmarian fue detenido en 2005 en Pakistán y entregado a agentes de la CIA que lo trasladaron a una prisión secreta en un barco anclado en la base naval de Diego García, una isla británica en el océano Índico. Documentos clasificados del Ministerio de Defensa de Estados Unidos, fechados en 2008 y redactados por militares en la cárcel de Guantánamo, aseguran que fue entregado a Siria.
Al Suri fue el fundador de las primeras células yihadistas en España, dirigió la revista Al Ansar del GIA argelino en Londres, se trasladó a Afganistán en los años noventa –donde trabajó en el Ministerio de Defensa talibán con el mulá Mohamed Omar–, alcanzó la cúpula de Al Qaeda, junto a Osama bin Laden y Ayman Al Zawahiri, y dirigió un campo de entrenamiento terrorista para sirios.
En el otoño de 2001, meses después de que Estados Unidos invadiera Afganistán, Bin Laden le encargó que diseñara la nueva yihad, la denominada guerra química y bacteriológica.
Desde Irak, están llegando morteros, granadas y fusiles que han aumentado su precio considerablemente. La guerra también genera inflación en el mercado negro y hoy un rifle automático de 600 dólares puede ser vendido en tres mil y contrabandeado a través del pueblo fronterizo de Rabbia.
Los hombres que llegan para combatir son mayoritariamente procedentes de Mosul, considerada la sede de Al Qaeda en Irak, que está tratando de tomar ventaja de la violencia en Siria.
En su sitio web, Al Qaeda en Irak, también conocido como el Estado Islámico de Irak, ha declarado: “Es una buena noticia oír hablar de la llegada de los combatientes iraquíes para combatir con sus hermanos en Siria”. El grupo también asesora a los rebeldes sirios para utilizar el tipo de bombas que en Irak resultaron letales para las fuerzas de la Coalición. Por otra parte, desde el Líbano, el jefe del Estado Mayor del ejército, el general Jean Kahwagi, declaró que muchos de los supuestos refugiados sirios que se han reunido en la población libanesa de Arsal en realidad son combatientes de Al-Qaeda.
No es un dato menor que el gobierno canadiense canceló hace unos días la entrega de dos millones de dólares en ayuda médica a los rebeldes, cuando constataron que el grupo destinatario tiene relaciones con un asociado de Al Qaeda.
–¿Creés que es así o los “rebeldes” tienen basamento y legitimidad popular?
–Los reclamos de la población son absolutamente legítimos. Hemos entrevistado a decenas de sirios de diferentes religiones y etnias y abogan por las reformas democráticas pero sin violencia. De allí que se hayan habilitado a partidos políticos proscriptos por el régimen y se hayan autorizado otros. Pero dentro de Siria, grandes sectores de la población se han visto superadas por el desborde de la crisis. Los mismos que reclamaban pacíficamente se sienten amenazados por estos movimientos armados financiados y entrenados por extranjeros.
Creo que es necesario aclarar que esta rebelión liderada por sunitas fundamentalistas, nada tiene que ver con los musulmanes sunitas sirios que componen la mayoría de la población. Esos mismos sunitas abogan por un Estado multiconfesional y laico, han sido los más beneficiados económicamente por el gobierno de Assad cuando realizó una apertura económica que conformó una nueva burguesía y rechazan los movimientos sunitas fundamentalistas como el wahabismo.
Existe una gran diferencia entre la oposición externa avalada por Estados Unidos y la oposición interna. Precisamente, los últimos son los que más han sufridos detenciones por décadas y desapariciones y sin embargo, ante esta situación, son los que bregan por una transición pacífica y rechazan todo tipo de violencia de los que son víctimas también. Lo han sido en su momento por parte del gobierno y ahora por parte de los rebeldes. No aceptan la participación del Consejo Nacional Sirio –la mayor organización opositora siria en el exilio–, porque consideran que no tienen ninguna representación en el país.
–¿Está debilitado el régimen o puede revertir la situación militar y política?
–A pesar de las deserciones y algunas renuncias, objetivamente el porcentaje es mínimo, sino no podría entablar estas batallas contra los rebeldes ni sostenerse políticamente. Se cuentan por centenares los desertores y no por miles y se cuentan con los dedos de las manos las defecciones de autoridades.
Cuando los periodistas pueden ingresar a otros sectores que no están bajo control de los rebeldes, la población en general rechaza esta violencia y se refugia en las instituciones. Al-Assad, por diferentes motivos, sigue teniendo un gran apoyo interno que incluye a los cristianos y alauitas y a un gran porcentaje de sunitas que conforman la mayoría de la población y rechaza el wahabismo saudita y la intervención extranjera que quieren imponer Washington y sus aliados.
Assad se sostiene por la protección de Rusia y China en el Consejo de Seguridad, pero también por el apoyo que tiene dentro de Siria. Inclusive, el apoyo de los que eran sus opositores y que rechazan la implementación de un Estado islámico y retrógrado.
Territorio Comanche fue la metáfora que usó el periodista y escritor español Arturo Pérez-Reverte para describir la Kosovo devastada, por el que debían transitar los corresponsales de guerra cuidándose de pisar los cristales y alertar así a los francotiradores. Su colega argentina, Karen Marón, es más gráfica sobre el ejercicio profesional en la contienda siria: “Los coche-bomba explotan a la misma distancia, las granadas no cambian su trayectoria, las balaceras se repiten, los compañeros son secuestrados y otros muertos, se sufre el mismo calor, el mismo frío y la misma incertidumbre”.
FUENTE: Miradas al Sur
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