Tras el multitudinario acto de reasunción registrado en Caracas, la presidenta Cristina Kirchner y su colega peruano Ollanta Humala convergieron en La Habana junto al vicepresidente venezolano Nicolás Maduro.
Por Diego M. Vidal
Después del rojo río humano que desbordó el jueves pasado las principales calles de Caracas y otras ciudades venezolanas, el vicepresidente Nicolás Maduro voló a Cuba para ver a Hugo Chávez y coincidir con las presencias de la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, y del presidente del Perú, Ollanta Humala. En el día en que se cumplió un mes de la cuarta operación de Chávez por un cáncer en la zona abdominal, La Habana se convirtió en el punto de encuentro más alto del nivel de sustento regional que está recibiendo la Revolución Bolivariana, quienes hoy la conducen y su convaleciente comandante.
Con una Biblia entre las manos, que grupos evangelistas argentinos le habían regalado, Cristina Fernández de Kirchner se dirigió al Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas (Cimeq) para reunirse con los familiares de Chávez y los profesionales que lo atienden. Los medios internacionales debieron conformarse con unas escuetas declaraciones en la entrada del Hotel Nacional, mientras apuraba el paso para subirse al auto oficial que la esperaba: “Ésta no es una visita para hacer comentarios ni entrevistas. Ésta es una visita de solidaridad y acompañamiento con quien es un amigo, un compañero y ayudó tanto a la República Argentina cuando nadie la ayudaba”, expresó y partió rauda al almuerzo que antes le habían preparado Fidel y Raúl Castro.
Fidel recibió a Cristina en su casa de Jaimanitas, en un ambiente familiar, con la presencia de su esposa Dalia Soto del Valle que sólo se acercó a saludar a la Presidenta para después dejarlos a solas con Raúl y el ministro de Exteriores cubano, Bruno Rodríguez. Las imágenes de la reunión fueron tomadas por Alex Castro, el quinto hijo del expresidente de Cuba. Según la versión oficial del encuentro, hablaron sobre cuestiones bilaterales pero el tema central que preocupa a todos por igual fue la salud de Chávez. De allí, Cristina Kirchner se trasladó al Cimeq, a escasa distancia de la residencia del líder de la revolución cubana, acompañada por Rodríguez. De esa cita y las posteriores con Maduro y María Gabriela Chávez, una de las hijas de Chávez, Fernández de Kirchner tuvo un cuadro de la situación clínica del bolivariano y del panorama político venezolano.
Cristina Fernández dejó la isla tras casi 30 horas intensas que le sirvieron para informarse de primera mano de un tema tan delicado y sentido, en su haber se llevó una catarata de mensajes del círculo íntimo de Chávez. María Gabriela posteó en su cuenta de Twitter: @Maby80: "Gracias @CFKArgentina Gracias por tanto Amor, querida Cristina!", del mismo modo el ministro de Ciencia y Tecnología y yerno de Chávez, Jorge Arreaza, tuiteó: "Agradecemos desde el alma la visita de hoy de @CFKArgentina. Cuánto amor por el Presidente Chávez y por Venezuela! Gracias Presidenta!".
Mientras el acceso a la información sobre el estado de salud del mandatario venezolano recibe un blindaje cada vez más riguroso, el vicepresidente en ejercicio y sucesor propuesto por el mismo Chávez encabezó lo que debió ser la jornada de toma de posesión por un nuevo período presidencial. Rodeado por los presidentes de Bolivia, Uruguay y Nicaragua, Evo Morales, José Mujica y Daniel Ortega, junto a los veintidós representantes de las naciones que integran Petrocaribe y la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), Nicolás Maduro solicitó a los manifestantes que hicieran propia la fórmula de juramentación por la asunción en ausencia del comandante bolivariano. Así, el "Juro frente a esta Constitución de la República Bolivariana de Venezuela absoluta lealtad a los valores de la Patria, absoluta lealtad al liderazgo del comandante Hugo Chávez. Juro que defenderé esta Constitución, nuestra democracia popular, nuestra independencia y el derecho a construir el socialismo en nuestra Patria" que bramó la multitud, remedó aquella interpelación que Fidel Castro hiciera a los cubanos en la Plaza de la Revolución en febrero de 1962 y se conoce como Segunda Declaración de La Habana. Este respaldo de la sociedad fue ratificado por la encuestadora International Consulting Services, que publicó un sondeo donde el 68,5% de los consultados "expresó estar de acuerdo con que se le permita al presidente Chávez cumplir con su recuperación y juramentarse" más allá de los plazos constitucionales.
A estos avales de fuerte valor simbólico se le agregan los dichos del secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, donde asegura que el organismo hemisférico "respeta cabalmente, como no podía ser de otra forma, la decisión tomada por los poderes constitucionales de Venezuela con respecto a la toma de posesión del presidente de ese país", cerrando de ese modo uno de los caminos que la derecha venezolana pensaba recorrer fronteras afuera.
Pasados los fervores y encontronazos políticos de los últimos días, el espaldarazo que significó la presencia de los jefes de Estado de la región a la "continuidad administrativa" declarada por la Asamblea Nacional y ratificada por el Tribunal Supremo de Justicia, el gobierno venezolano busca ordenar la conducción del país que desde la operación de Chávez lleva un mes en vilo. A los tironeos parlamentarios, el nerviosismo opositor y las confabulaciones mediáticas, se sumó el desabastecimiento de insumos básicos como el azúcar (sólo en Aragua fue incautado un depósito con 8 mil toneladas) o la harina para arepas, que conforman uno de elementos fundamentales de la mesa venezolana. Esta desaparición masiva de productos fue denunciada desde el gobierno como parte de un plan de desestabilización que ahora, ante el hecho consumado de que Chávez postergó por tiempo indefinido su regreso al Palacio de Miraflores, agrega los rumores de desencanto en las filas militares y de posibles acciones violentas como las ocurridas en Puente Llaguno, cuando el golpe de Estado en abril del 2002. "Hay un plan de sectores de la ultraderecha para buscar un muerto, dos muertos y llenar de sangre las calles de Venezuela en manifestaciones que dicen que van a hacer como una especie de guarimba (disturbios)", denunció Maduro durante el acto de masas del 10 de enero y apuntó a la oposición como usina de esa conspiración, en momentos que los bloques opositores convocaron a una marcha para el 23 de enero al cumplirse el 55º aniversario del final del último régimen militar que rigió los destinos de esta nación sudamericana. Una señal clara hacia el interior del chavismo y asiento de su fuerza: la alianza cívico-militar, que hoy más que nunca concentra las miradas de todo el mundo por el equilibrio que la misma deberá tener para garantizar la continuación del proceso revolucionario bolivariano.
Fuente: Miradas al Sur
Fuente: Miradas al Sur
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