Hay una injusticia silenciosa y poco conocida que termina de denunciar en una rigurosa investigación la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard. Muchas enfermedades propias de vastos sectores vienen de dolencias que requieren cirugía, como temas cardíacos, cáncer, accidentes automovilísticos, nacimientos complicados.
Por Bernardo Kliksberg
Las tecnologías han mejorado permanentemente y la ciencia médica está hoy en condiciones de ayudar muy efectivamente en muchos casos, y a riesgos cada vez más bajos. Pero en un mundo tan desigual el acceso a salas de cirugía tiene uno de los peores coeficientes de distribución de bien alguno en el planeta.
Todos los años se practican 234 millones de procedimientos quirúrgicos. El tercio más rico de la población mundial recibe el 75%, y el tercio más pobre sólo el 4%, más de 18 veces menos. Más de 2.000 millones de personas no tienen acceso adecuado a un tratamiento quirúrgico con las consecuencias del caso.
Analizando 92 países, Harvard encontró que las regiones de altos ingresos tienen 14 facilidades quirúrgicas cada 100.000 habitantes. En las de bajos ingresos, ellas se reducen a sólo dos por cada 100.000 personas. La brecha es aun mucho mayor si se tiene en cuenta que son estas regiones las que tienen una incidencia mucho más alta de enfermedades que requieren cirugía.
Los investigadores examinaron entre otros aspectos la presencia de un oxímetro, un monitor que mide a través del pulso la cantidad de oxígeno en la sangre de los pacientes durante la cirugía, y es un componente esencial para anestesia y cirugía seguras.
Mientras que está presente en el 99% de las operaciones hechas en áreas de altos ingresos, falta en más del 50% de los casos en zonas de bajos ingresos. Ello lleva a que se estima se realizan por año 32 millones de cirugías sin este aparato, un instrumento básico de salud.
Dice uno de los líderes de la investigación Gawande, cirujano del prestigioso Brigham and Women’s Hospital de Boston: “Nuestros hallazgos indican que una tercera parte de la población del mundo no tiene acceso a servicios de cirugía esenciales, como cesáreas de emergencia y tratamientos para heridas serias de accidentes en los caminos”.
Otro investigador Funk señala “que el tema será aún más importante en las próximas décadas con el aumento de la población de mayor edad, en donde aparecerán más enfermedades que requerirán cirugía”.
La iniquidad en estos aspectos tan básicos es parte de cuadros generales de desigualdad en el acceso a la salud más amplios que llevan finalmente a que la distancia de esperanza de vida entre los países desarrollados y los en desarrollo alcance los 30 años de edad.
Estas disparidades integran las amplias desigualdades de nuestro tiempo en ingresos, acceso a activos productivos, educación, salud pública, acceso a las nuevas tecnologías, y en definitiva posesión de bienes. Según un estudio de la Universidad de las Naciones Unidas, sobre la distribución de los activos acumulados en el mundo, el 10% más rico tiene el 85% del capital mundial, mientras que el 50% más pobre sólo posee el 1% de dicho capital.
Una reciente encíclica de la Iglesia llama a las desigualdades actuales “hirientes”, y en informes de Desarrollo de la ONU se las ha calificado de “groseras”.
El tema de la iniquidad es muy sensible para América latina, que sigue siendo la región más desigual de todas.
Como lo plantea el estudio de Harvard “no es nuevo que los pobres tengan mal acceso a servicios hospitalarios como la cirugía pero el tamaño de la población afectada es un shock […] claramente se necesita que esto cambie”.
La Comisión Mundial de determinantes de la salud establecida por la Organización Mundial de la Salud realiza sugerencias muy concretas al respecto en un reciente informe. Señala: “La distribución desigual de los recursos sanitarios es el resultado de una nefasta combinación de políticas y programas sociales deficientes, arreglos económicos injustos, y una mala gestión política”.
Todos los años se practican 234 millones de procedimientos quirúrgicos. El tercio más rico de la población mundial recibe el 75%, y el tercio más pobre sólo el 4%, más de 18 veces menos. Más de 2.000 millones de personas no tienen acceso adecuado a un tratamiento quirúrgico con las consecuencias del caso.
Analizando 92 países, Harvard encontró que las regiones de altos ingresos tienen 14 facilidades quirúrgicas cada 100.000 habitantes. En las de bajos ingresos, ellas se reducen a sólo dos por cada 100.000 personas. La brecha es aun mucho mayor si se tiene en cuenta que son estas regiones las que tienen una incidencia mucho más alta de enfermedades que requieren cirugía.
Los investigadores examinaron entre otros aspectos la presencia de un oxímetro, un monitor que mide a través del pulso la cantidad de oxígeno en la sangre de los pacientes durante la cirugía, y es un componente esencial para anestesia y cirugía seguras.
Mientras que está presente en el 99% de las operaciones hechas en áreas de altos ingresos, falta en más del 50% de los casos en zonas de bajos ingresos. Ello lleva a que se estima se realizan por año 32 millones de cirugías sin este aparato, un instrumento básico de salud.
Dice uno de los líderes de la investigación Gawande, cirujano del prestigioso Brigham and Women’s Hospital de Boston: “Nuestros hallazgos indican que una tercera parte de la población del mundo no tiene acceso a servicios de cirugía esenciales, como cesáreas de emergencia y tratamientos para heridas serias de accidentes en los caminos”.
Otro investigador Funk señala “que el tema será aún más importante en las próximas décadas con el aumento de la población de mayor edad, en donde aparecerán más enfermedades que requerirán cirugía”.
La iniquidad en estos aspectos tan básicos es parte de cuadros generales de desigualdad en el acceso a la salud más amplios que llevan finalmente a que la distancia de esperanza de vida entre los países desarrollados y los en desarrollo alcance los 30 años de edad.
Estas disparidades integran las amplias desigualdades de nuestro tiempo en ingresos, acceso a activos productivos, educación, salud pública, acceso a las nuevas tecnologías, y en definitiva posesión de bienes. Según un estudio de la Universidad de las Naciones Unidas, sobre la distribución de los activos acumulados en el mundo, el 10% más rico tiene el 85% del capital mundial, mientras que el 50% más pobre sólo posee el 1% de dicho capital.
Una reciente encíclica de la Iglesia llama a las desigualdades actuales “hirientes”, y en informes de Desarrollo de la ONU se las ha calificado de “groseras”.
El tema de la iniquidad es muy sensible para América latina, que sigue siendo la región más desigual de todas.
Como lo plantea el estudio de Harvard “no es nuevo que los pobres tengan mal acceso a servicios hospitalarios como la cirugía pero el tamaño de la población afectada es un shock […] claramente se necesita que esto cambie”.
La Comisión Mundial de determinantes de la salud establecida por la Organización Mundial de la Salud realiza sugerencias muy concretas al respecto en un reciente informe. Señala: “La distribución desigual de los recursos sanitarios es el resultado de una nefasta combinación de políticas y programas sociales deficientes, arreglos económicos injustos, y una mala gestión política”.
* La más reciente obra del autor “Inseguridad ciudadana: ¿cómo mejorarla?” (Pearson, 2010)
Fuente: Miradas al Sur.
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