La banda finalizó su gira por el norte del país. Un repaso por sus inicios musicales, la reivindicación de los pueblos originarios y su entrañable amistad con Osvaldo Bayer.
Por Manuela Lasdica
Eran artistas callejeros. Pero gracias a la mezcla de folclore y rock se convirtieron en una esperanza para jóvenes, familias y niños de todas las edades que, bailando y flameando la bandera mapuche, comenzaron a llenar de colores y alegría sus shows. Arbolito fue el indio ranquel que mató al coronel prusiano Federico Rauch, quien fuera contratado por Bernardino Rivadavia con el fin de exterminar a los mapuches para sacarles sus tierras y crear las grandes familias terratenientes.
Este indio resucitó gracias a un grupo de músicos que decidieron conmemorar su historia llamando a su banda con el nombre de este valioso indígena. Arbolito nació después de un viaje por Latinoamérica, donde los músicos descubrieron realidades y culturas de otros pueblos, y gracias a una intensa amistad con Osvaldo Bayer, quien investigó y difundió la historia en el ’63. “Cuando volvimos a la Argentina quisimos seguir tocando esta música que nos había enamorado durante el viaje. Empezamos tocando en la calle, en los subtes, en las plazas, porque aprendimos que uno puede tocar en cualquier lugar y en cualquier momento”, cuenta Ezequiel Jusid, el guitarrista de la banda que hace poco terminó su gira por el norte del país.
–El grupo se formó en el ’97, cuando la Argentina enfrentaba una crisis económica. ¿Cuánto los influenció ese contexto?
–El tipo de música y las letras eran combativas. No sé si era una protesta, pero fue un momento en el cual sentimos que teníamos que tratar de cambiar las cosas. Queríamos transmitir lo que habíamos visto en América, lo que veíamos aquí donde la situación estaba muy difícil y elegimos la calle para hacerlo.
–¿El tipo de música particular que eligieron representó un obstáculo para crecer como músicos?
–Obstáculos siempre tuvimos. El principal fue que al hacer folklore con rock nunca nos pudimos encasillar en un género o en un lugar determinado. Lo que hicimos fue inventar nuestro espacio, en las calles. Empezamos en San Telmo, llevábamos nuestros instrumentos con una camioneta. Así durante tres años, todos los domingos la calle fue nuestro lugar.
–¿Y ahora siguen siendo artistas callejeros?
–Cuando empezó a crecer el grupo se volvió complicado tocar en la calle porque necesitábamos más estructura, más sonidos. La última vez que tocamos en la calle fue en el 2004, hubo 3.000 personas y ya nuestra estructura no era suficiente. Lo que hacemos ahora es lo mismo que hacíamos en la calle pero en los municipios de todo el país.
–¿Qué diferencia hay, en el campo musical, entre los noventa y ahora?
–El mercado destruyó al rock argentino, a pesar de ser el rock más importante de habla hispana. Radios y productoras hicieron que la música se convirtiera en un producto. A la vez, desaparecieron las bandas grandes e históricas. Por eso hay un vacío muy grande.
–¿Tiene que ver con el vacío cultural que se vivió en los ’90?
–Claro. En los años ’90 lavaron la cabeza de una generación entera. Hubo 15 años durante los cuales faltaron ejemplos y esperanzas, y este hueco es la consecuencia. Recién ahora empieza a aparecer una nueva generación de jóvenes que hace cosas, hay una nueva vuelta.
–¿Esta nueva vuelta se debe al cambio político que está viviendo la Argentina?
–Seguro que sí. La dictadura significó la muerte y el miedo, después vinieron los ’90 con la droga y la plata fácil. Esto es lo que pasó, en Buenos Aires fue muy claro. Ahora en el contexto actual, los chicos ya tienen más conciencia. Más allá de la música, ahora los jóvenes tienen ganas de participar para cambiar las cosas y eso puede ayudar a que surjan bandas y artistas nuevos. Ya hay grupos, pero están escondidos porque el Gobierno de Macri cerró todos los espacios.
–¿Sus canciones Niños y Huayno del desocupado reflejaban la realidad social argentina que se vivía en los ’90?
–Sí, era lo que veíamos en la calle. Caminábamos y veíamos niños que dormían en la calle. El Huayno del desocupado reflejaba la situación de los desempleados que resistieron al gobierno de Menem, cuando había un 28% de desocupación. Las organizaciones de desocupados nos invitaban a tocar y a participar. Fue una experiencia muy importante.
–¿Como surgió el interés por los aborígenes?
–Al llamarnos Arbolito empezamos a tener muchas conexión con los pueblos originarios. Nos hizo crecer como personas y aprender muchas cosas. Pudimos entender la visión que tienen del mundo, que es muy distinta a la nuestra, muy superior. Participamos de reuniones de mapuches y escuchamos sus problemas. Cuando volvimos difundimos todo lo que aprendimos. Niño mapuche, por ejemplo, fue una canción que hicimos después de volver de una reunión con todas las comunidades.
–¿Cuáles son los problemas que enfrentan ahora los pueblos originarios?
–El de siempre: el problema de la tierra. Los arrinconaron a todos contra la Cordillera y ahora las tierras donde vivían son productivas para el turismo y para la soja. Hoy mismo, por ejemplo, en Santiago del Estero están echando a familias que desde siempre vivieron allí, porque descubrieron que los montes santiagueños son productivos para la soja. Las condiciones están empeorando a causa de este gran negocio.
–¿Qué importancia tuvo para el grupo la amistad con Osvaldo Bayer?
–Osvaldo nos abrió las puertas de su casa y se emocionó mucho porque chicos que podrían haber sido sus nietos habían investigado sobre una historia de mucho tiempo atrás. Entonces fuimos a su casa para musicalizar la historia. Esta fue unas de las primeras experiencias. Otra muy linda fue cuando nos invitaron con Osvaldo en Rauch y tocamos para unos estudiantes con la idea de plantear de cambiar el nombre del pueblo. La gente ni siquiera sabía quién era Rauch y después del recital se empezó a hablar de esto. Hace poco, en un pueblo que está al lado de Rauch, le cambiaron el nombre a la calle. Osvaldo es el pionero de cambiar los nombres de las calles, y logró que en muchos pueblos la calle Roca –que fue el principal asesino de indios de la historia de nuestro país– cambiara de nombre.
Este indio resucitó gracias a un grupo de músicos que decidieron conmemorar su historia llamando a su banda con el nombre de este valioso indígena. Arbolito nació después de un viaje por Latinoamérica, donde los músicos descubrieron realidades y culturas de otros pueblos, y gracias a una intensa amistad con Osvaldo Bayer, quien investigó y difundió la historia en el ’63. “Cuando volvimos a la Argentina quisimos seguir tocando esta música que nos había enamorado durante el viaje. Empezamos tocando en la calle, en los subtes, en las plazas, porque aprendimos que uno puede tocar en cualquier lugar y en cualquier momento”, cuenta Ezequiel Jusid, el guitarrista de la banda que hace poco terminó su gira por el norte del país.
–El grupo se formó en el ’97, cuando la Argentina enfrentaba una crisis económica. ¿Cuánto los influenció ese contexto?
–El tipo de música y las letras eran combativas. No sé si era una protesta, pero fue un momento en el cual sentimos que teníamos que tratar de cambiar las cosas. Queríamos transmitir lo que habíamos visto en América, lo que veíamos aquí donde la situación estaba muy difícil y elegimos la calle para hacerlo.
–¿El tipo de música particular que eligieron representó un obstáculo para crecer como músicos?
–Obstáculos siempre tuvimos. El principal fue que al hacer folklore con rock nunca nos pudimos encasillar en un género o en un lugar determinado. Lo que hicimos fue inventar nuestro espacio, en las calles. Empezamos en San Telmo, llevábamos nuestros instrumentos con una camioneta. Así durante tres años, todos los domingos la calle fue nuestro lugar.
–¿Y ahora siguen siendo artistas callejeros?
–Cuando empezó a crecer el grupo se volvió complicado tocar en la calle porque necesitábamos más estructura, más sonidos. La última vez que tocamos en la calle fue en el 2004, hubo 3.000 personas y ya nuestra estructura no era suficiente. Lo que hacemos ahora es lo mismo que hacíamos en la calle pero en los municipios de todo el país.
–¿Qué diferencia hay, en el campo musical, entre los noventa y ahora?
–El mercado destruyó al rock argentino, a pesar de ser el rock más importante de habla hispana. Radios y productoras hicieron que la música se convirtiera en un producto. A la vez, desaparecieron las bandas grandes e históricas. Por eso hay un vacío muy grande.
–¿Tiene que ver con el vacío cultural que se vivió en los ’90?
–Claro. En los años ’90 lavaron la cabeza de una generación entera. Hubo 15 años durante los cuales faltaron ejemplos y esperanzas, y este hueco es la consecuencia. Recién ahora empieza a aparecer una nueva generación de jóvenes que hace cosas, hay una nueva vuelta.
–¿Esta nueva vuelta se debe al cambio político que está viviendo la Argentina?
–Seguro que sí. La dictadura significó la muerte y el miedo, después vinieron los ’90 con la droga y la plata fácil. Esto es lo que pasó, en Buenos Aires fue muy claro. Ahora en el contexto actual, los chicos ya tienen más conciencia. Más allá de la música, ahora los jóvenes tienen ganas de participar para cambiar las cosas y eso puede ayudar a que surjan bandas y artistas nuevos. Ya hay grupos, pero están escondidos porque el Gobierno de Macri cerró todos los espacios.
–¿Sus canciones Niños y Huayno del desocupado reflejaban la realidad social argentina que se vivía en los ’90?
–Sí, era lo que veíamos en la calle. Caminábamos y veíamos niños que dormían en la calle. El Huayno del desocupado reflejaba la situación de los desempleados que resistieron al gobierno de Menem, cuando había un 28% de desocupación. Las organizaciones de desocupados nos invitaban a tocar y a participar. Fue una experiencia muy importante.
–¿Como surgió el interés por los aborígenes?
–Al llamarnos Arbolito empezamos a tener muchas conexión con los pueblos originarios. Nos hizo crecer como personas y aprender muchas cosas. Pudimos entender la visión que tienen del mundo, que es muy distinta a la nuestra, muy superior. Participamos de reuniones de mapuches y escuchamos sus problemas. Cuando volvimos difundimos todo lo que aprendimos. Niño mapuche, por ejemplo, fue una canción que hicimos después de volver de una reunión con todas las comunidades.
–¿Cuáles son los problemas que enfrentan ahora los pueblos originarios?
–El de siempre: el problema de la tierra. Los arrinconaron a todos contra la Cordillera y ahora las tierras donde vivían son productivas para el turismo y para la soja. Hoy mismo, por ejemplo, en Santiago del Estero están echando a familias que desde siempre vivieron allí, porque descubrieron que los montes santiagueños son productivos para la soja. Las condiciones están empeorando a causa de este gran negocio.
–¿Qué importancia tuvo para el grupo la amistad con Osvaldo Bayer?
–Osvaldo nos abrió las puertas de su casa y se emocionó mucho porque chicos que podrían haber sido sus nietos habían investigado sobre una historia de mucho tiempo atrás. Entonces fuimos a su casa para musicalizar la historia. Esta fue unas de las primeras experiencias. Otra muy linda fue cuando nos invitaron con Osvaldo en Rauch y tocamos para unos estudiantes con la idea de plantear de cambiar el nombre del pueblo. La gente ni siquiera sabía quién era Rauch y después del recital se empezó a hablar de esto. Hace poco, en un pueblo que está al lado de Rauch, le cambiaron el nombre a la calle. Osvaldo es el pionero de cambiar los nombres de las calles, y logró que en muchos pueblos la calle Roca –que fue el principal asesino de indios de la historia de nuestro país– cambiara de nombre.
Fuente: Miradas al Sur.
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