Omar Ahmed Khadr tenía 15 años cuando fue capturado en Afganistán por tropas estadounidenses. Después de ser torturado en la base militar norteamericana de Bagram, Omar fue trasladado, maniatado y encapuchado, a la prisión de Guantánamo.
Por Roberto Montoya
Ocho años y muchos interrogatorios, torturas y humillaciones después, uno de los tribunales militares creados en 2002 por George W. Bush ha comenzado a juzgar a Omar en estos días. De poco ha servido a este joven que el juicio se iniciara con Barack Obama ya en el poder. Han pasado 19 meses desde que Obama prometiera cerrar la prisión y Omar sigue en Guantánamo, como siguen los tribunales y los juicios militares que Obama suspendió sólo por unos meses al llegar al poder.
Omar podría ser condenado a cadena perpetua, y aun en el improbable caso de que fuera absuelto, podría permanecer en la cárcel por tiempo indefinido, según estipula la versión actualizada hace pocos meses del Manual de Comisiones Militares. Omar Ahmed Khadr, nacido en Toronto, Canadá, cuarto hijo de un integrista egipcio, Ahmed Khadr, y de una palestina, vivía en 2002 con su familia en un campamento en Afganistán. En los años ’90, cuando Estados Unidos apoyaba y armaba a los talibán y a otros mujaidines que combatían a las tropas rusas ocupantes de Afganistán, su padre sintió también el llamado de la yihad, de la guerra santa, y decidió mudarse con toda la familia desde Canadá, donde residían, a Peshawar, en Pakistán, donde creó varias ONG de ayuda a los refugiados afganos. Según Estados Unidos, eran organismos de Al Qaeda. Poco después todos se trasladarían a Afganistán.
En octubre de 2001 los talibán ya habían dejado de ser aliados contranatura de Washington, y Estados Unidos y sus aliados lanzaron contra ellos tras el 11-S una devastadora guerra por tierra y aire, en represalia por refugiar en territorio afgano a Osama bin Laden y sus huestes. El 27 de julio de 2002, en una de sus numerosas operaciones militares, tropas de Estados Unidos cercaron el campamento donde vivía la familia Khadr, en Khost, cerca de la frontera paquistaní. A Omar se lo acusa de haber participado en la defensa armada del campamento y de haber matado en combate con una granada al sargento estadounidense de las fuerzas especiales Christopher Speer, aunque documentos internos del Pentágono conocidos en 2008 reflejaban la falta de certeza de que hubiera sido él quien la arrojara. El entonces adolescente resultó gravemente herido en ese enfrentamiento (imágenes y una carta suya a su abogado, en http://www.javierortiz.net/voz/samuel/carta-de-omar-khadr-desde-guantanamo).
Violando todas las normas internacionales, el Pentágono envió en 2007 a Khadr ante un tribunal militar y el Tribunal Supremo hizo caso omiso de sus denuncias sobre los maltratos sufridos y de la indefensión total en la que estuvo desde que fue detenido (declaración suya, en http://i.cdn.turner.com/cnn/2009/images/02/08/khadraff.affidavit.pdf).
Un juez militar dictaminó días atrás que el tribunal o comisión militar podrá aceptar como válidas las declaraciones de Khadr realizadas bajo amenazas y torturas mientras estaba incomunicado y sin apoyo legal alguno. Según el alegato hecho ante los siete oficiales del jurado por el fiscal militar Jeff Groharing, Omar “quería matar la mayor cantidad de gente posible”. Según el fiscal, el prisionero confesó: “Soy un terrorista que apoya a Al Qaeda”.
El Comité de los Derechos del Niño de la ONU ha reclamado hasta ahora en vano a Estados Unidos que no juzgue ante un tribunal militar a ninguna persona detenida en su infancia en un conflicto armado. En mayo pasado, Unicef hizo también un llamamiento a Washington para que anulase el juicio contra Omar, y el representante especial del secretario general de la ONU para los casos de niños envueltos en conflictos armados ha advertido tanto a Estados Unidos como a Canadá de la gravedad de que se establezca un peligroso precedente de continuarse con el juicio. Un documental (http://www.youdontlikethetruth.com/?lang=Es&page=Trailer) recoge interrogatorios a Omar realizados en Guantánamo por agentes del servicio secreto canadiense, el Csis.
Omar Ahmed Khadr podría ser el segundo prisionero de Guantánamo condenado desde la llegada de Obama al poder. El primero ha sido, el jueves pasado, uno de los cocineros de Osama bin Laden, el sudanés Ibrahim al Qosi, de 50 años. Al Qosi, encarcelado en Guantánamo desde 2002 también, fue condenado a 14 años de prisión, aunque podría ver rebajada su pena al reconocer ser culpable de ayudar a Bin Laden a huir de las montañas afganas de Tora Bora cuando Estados Unidos inició sus ataques en octubre de 2001.
Omar podría ser condenado a cadena perpetua, y aun en el improbable caso de que fuera absuelto, podría permanecer en la cárcel por tiempo indefinido, según estipula la versión actualizada hace pocos meses del Manual de Comisiones Militares. Omar Ahmed Khadr, nacido en Toronto, Canadá, cuarto hijo de un integrista egipcio, Ahmed Khadr, y de una palestina, vivía en 2002 con su familia en un campamento en Afganistán. En los años ’90, cuando Estados Unidos apoyaba y armaba a los talibán y a otros mujaidines que combatían a las tropas rusas ocupantes de Afganistán, su padre sintió también el llamado de la yihad, de la guerra santa, y decidió mudarse con toda la familia desde Canadá, donde residían, a Peshawar, en Pakistán, donde creó varias ONG de ayuda a los refugiados afganos. Según Estados Unidos, eran organismos de Al Qaeda. Poco después todos se trasladarían a Afganistán.
En octubre de 2001 los talibán ya habían dejado de ser aliados contranatura de Washington, y Estados Unidos y sus aliados lanzaron contra ellos tras el 11-S una devastadora guerra por tierra y aire, en represalia por refugiar en territorio afgano a Osama bin Laden y sus huestes. El 27 de julio de 2002, en una de sus numerosas operaciones militares, tropas de Estados Unidos cercaron el campamento donde vivía la familia Khadr, en Khost, cerca de la frontera paquistaní. A Omar se lo acusa de haber participado en la defensa armada del campamento y de haber matado en combate con una granada al sargento estadounidense de las fuerzas especiales Christopher Speer, aunque documentos internos del Pentágono conocidos en 2008 reflejaban la falta de certeza de que hubiera sido él quien la arrojara. El entonces adolescente resultó gravemente herido en ese enfrentamiento (imágenes y una carta suya a su abogado, en http://www.javierortiz.net/voz/samuel/carta-de-omar-khadr-desde-guantanamo).
Violando todas las normas internacionales, el Pentágono envió en 2007 a Khadr ante un tribunal militar y el Tribunal Supremo hizo caso omiso de sus denuncias sobre los maltratos sufridos y de la indefensión total en la que estuvo desde que fue detenido (declaración suya, en http://i.cdn.turner.com/cnn/2009/images/02/08/khadraff.affidavit.pdf).
Un juez militar dictaminó días atrás que el tribunal o comisión militar podrá aceptar como válidas las declaraciones de Khadr realizadas bajo amenazas y torturas mientras estaba incomunicado y sin apoyo legal alguno. Según el alegato hecho ante los siete oficiales del jurado por el fiscal militar Jeff Groharing, Omar “quería matar la mayor cantidad de gente posible”. Según el fiscal, el prisionero confesó: “Soy un terrorista que apoya a Al Qaeda”.
El Comité de los Derechos del Niño de la ONU ha reclamado hasta ahora en vano a Estados Unidos que no juzgue ante un tribunal militar a ninguna persona detenida en su infancia en un conflicto armado. En mayo pasado, Unicef hizo también un llamamiento a Washington para que anulase el juicio contra Omar, y el representante especial del secretario general de la ONU para los casos de niños envueltos en conflictos armados ha advertido tanto a Estados Unidos como a Canadá de la gravedad de que se establezca un peligroso precedente de continuarse con el juicio. Un documental (http://www.youdontlikethetruth.com/?lang=Es&page=Trailer) recoge interrogatorios a Omar realizados en Guantánamo por agentes del servicio secreto canadiense, el Csis.
Omar Ahmed Khadr podría ser el segundo prisionero de Guantánamo condenado desde la llegada de Obama al poder. El primero ha sido, el jueves pasado, uno de los cocineros de Osama bin Laden, el sudanés Ibrahim al Qosi, de 50 años. Al Qosi, encarcelado en Guantánamo desde 2002 también, fue condenado a 14 años de prisión, aunque podría ver rebajada su pena al reconocer ser culpable de ayudar a Bin Laden a huir de las montañas afganas de Tora Bora cuando Estados Unidos inició sus ataques en octubre de 2001.
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