La estigmatización de los jóvenes en los casos de violencia de masa.
Por Diego Long
El asesinato del joven Matías Jano Fernández devolvió al escenario mediático un clásico de todas las épocas estivales: la violencia de los jóvenes en los boliches. La fórmula es siempre la misma: una tragedia, un conjunto de casos forzadamente similares y, ya se sabe, “los jóvenes y las drogas y el alcohol”, “los jóvenes violentos”, “los jóvenes sin límites”. De postre, la infaltable exigencia de “más policía”. Miradas al Sur consultó con un experto en psicología infanto-juvenil para intentar desentramar una cuestión sensible que, como ovillo informativo, fija la responsabilidad en los jóvenes y propone soluciones igual de facilistas, más parecidas a negocios que a una misión de paz.
“Una acción violenta o una reacción hostil, y hasta un hecho criminal, tienen un contexto y una historicidad. No se trata de hechos aislados. Todos, desde el más intrascendente hasta uno de gravedad, como el homicidio, se desarrollan en una trayectoria subjetiva. Nada es fortuito. Los hechos ocurren así porque las condiciones están dadas para que el protagonista del hecho de violencia pueda desplegarla”, afirma Fernando Osorio.
El trío que esperaba con el bate de béisbol a Matías en la puerta de Fantástico, en el día de su vigésimo cumpleaños, venía a dirimir una rencilla anterior. El caso de Micaela Ferreyra sucedió en un tiroteo en la puerta de la casa de alguien a quien ella y los tiradores que llevaba conocían del barrio.
En cambio, los medios recurren a la culpabilización faciloide; la ecuación es boliche = violencia espontánea. Este fin de semana, el diario Clarín agrupa en una nota firmada por Candelaria Schamun diez hechos delictivos relacionados con alguna disco, agitando los fantasmas de la fórmula. Es más, ninguno de los hechos que se citan en la nota –que también replica el diario digital Infobae– tuvo su origen en los locales bailables. “No existe una violencia juvenil diferenciada de la violencia social general, son los medios masivos de comunicación que generan opinión pública y delimitan así los acontecimientos para hacerlos comerciales”, le dice a Miradas al Sur Osorio, que se especializa en violencia infantil, juvenil y en las escuelas. Para Osorio, en la actualidad se experimenta violencia social a secas. Tiene como protagonistas a diversos grupos etarios. “En todo caso, los jóvenes reproducen la misma falta de valor en la vida que les han enseñado los adultos del entorno.”
La historicidad de las subjetividades de la abrumadora mayoría de los relevamientos periodísticos muere en el consumo de drogas y alcohol, y en la falta de “seguridad” estatal, pero en la puerta de los locales. Pero la violencia no nació ahora ni es una circunscripción específica de los jóvenes.
“Una acción violenta o una reacción hostil, y hasta un hecho criminal, tienen un contexto y una historicidad. No se trata de hechos aislados. Todos, desde el más intrascendente hasta uno de gravedad, como el homicidio, se desarrollan en una trayectoria subjetiva. Nada es fortuito. Los hechos ocurren así porque las condiciones están dadas para que el protagonista del hecho de violencia pueda desplegarla”, afirma Fernando Osorio.
El trío que esperaba con el bate de béisbol a Matías en la puerta de Fantástico, en el día de su vigésimo cumpleaños, venía a dirimir una rencilla anterior. El caso de Micaela Ferreyra sucedió en un tiroteo en la puerta de la casa de alguien a quien ella y los tiradores que llevaba conocían del barrio.
En cambio, los medios recurren a la culpabilización faciloide; la ecuación es boliche = violencia espontánea. Este fin de semana, el diario Clarín agrupa en una nota firmada por Candelaria Schamun diez hechos delictivos relacionados con alguna disco, agitando los fantasmas de la fórmula. Es más, ninguno de los hechos que se citan en la nota –que también replica el diario digital Infobae– tuvo su origen en los locales bailables. “No existe una violencia juvenil diferenciada de la violencia social general, son los medios masivos de comunicación que generan opinión pública y delimitan así los acontecimientos para hacerlos comerciales”, le dice a Miradas al Sur Osorio, que se especializa en violencia infantil, juvenil y en las escuelas. Para Osorio, en la actualidad se experimenta violencia social a secas. Tiene como protagonistas a diversos grupos etarios. “En todo caso, los jóvenes reproducen la misma falta de valor en la vida que les han enseñado los adultos del entorno.”
La historicidad de las subjetividades de la abrumadora mayoría de los relevamientos periodísticos muere en el consumo de drogas y alcohol, y en la falta de “seguridad” estatal, pero en la puerta de los locales. Pero la violencia no nació ahora ni es una circunscripción específica de los jóvenes.
Desde que era chiquitito. Lo más importante como sociedad, reflexiona Osorio, es “reconocer que para que se construya un sujeto perturbardor del entorno social, es condición sine qua non que proceda de un entorno de crianza altamente perturbador también”. “Un niño o un joven es perturbador porque ha sido perturbado primero”, define el especialista. En general, la violencia se padece en los primeros años de vida, lo que consolida un modo de relacionarse con el mundo.
El autor de Violencia en las Escuelas y Usos y Abuso de Drogas, explica que aún está muy presente esa vieja conocida de la cultura argentina que es el “sálvese quien pueda”, desarrollada entre los últimos estertores del último gobierno militar, retomada durante la nefasta década de los ’90 y que aún persiste. Sus características fundamentales serían “el individualismo, la falta de cooperación y de solidaridad; con la superficialidad y la banalidad como valores; la imagen y la estética como objetivos de vida a alcanzar, la degradación de la autoridad parental y jurídica y, por sobre todas las cosas, la falta de futuro cierto... Queda despojado el niño o el joven de toda referencia y entonces ya no tiene nada que perder, así sea la vida propia y mucho menos la ajena. Ya no alcanza con insultar o pelearse. Se mata porque la vida no tiene valor”.
Días atrás, el especialista en Derecho Penal (UBA) Marcos Salt le decía a Verónica Ocvirk, del periódico Tiempo Argentino, que “antes que poner plata en cárceles, tal vez sería mejor invertir en clubes”.
En consonancia, Osorio agrega “la falta de políticas públicas” como uno de los factores perturbadores responsables de los sujetos perturbadores de hoy. “La presencia concreta de las políticas públicas en los últimos ocho años no pueden modificar rápidamente los estragos que provocó la intromisión inaudita del narcotráfico en los ’90”, ejemplifica. También remarca la necesidad de mantenerlas en el tiempo, porque “actualmente hay una familia transformada, deconstruida y vulnerada por esa falta de contención social durante tantos años. En ese sentido, la Asignación Universal por Hijo cubre un mínimo porcentaje de esa contención y, aunque sea poco, es un gran paso, totalmente inédito en la historia de nuestro país”.
Al final, la supuesta crispación no era avivada por los grupos sociales, militantes o sindicales, sino que más bien lo es por las incertidumbres, sensaciones de crisis y de no pertenencia, que es la especialidad de los mismos medios que siguen estigmatizando a los jóvenes.
“La desarticulación de lo social de la política neoliberal se ve también en los modos en que se manifiesta la violencia entre conciudadanos. Una violencia extrema, con una conducta sin códigos, un sujeto desleal, injurioso, hipócrita, individualista y traidor”, concluye Fernando Osorio. “La violencia que se experimenta hoy aquí sucede en muchos lugares del mundo, y se conoce como violencia de masa, no tiene objetivos claros, es pura violencia, puro enfrentamiento de unos con otros, ya no hay ideales revolucionarios para mejorar el mundo, y ni siquiera funcionan como grupo, camaradas, ni equipos”.
El autor de Violencia en las Escuelas y Usos y Abuso de Drogas, explica que aún está muy presente esa vieja conocida de la cultura argentina que es el “sálvese quien pueda”, desarrollada entre los últimos estertores del último gobierno militar, retomada durante la nefasta década de los ’90 y que aún persiste. Sus características fundamentales serían “el individualismo, la falta de cooperación y de solidaridad; con la superficialidad y la banalidad como valores; la imagen y la estética como objetivos de vida a alcanzar, la degradación de la autoridad parental y jurídica y, por sobre todas las cosas, la falta de futuro cierto... Queda despojado el niño o el joven de toda referencia y entonces ya no tiene nada que perder, así sea la vida propia y mucho menos la ajena. Ya no alcanza con insultar o pelearse. Se mata porque la vida no tiene valor”.
Días atrás, el especialista en Derecho Penal (UBA) Marcos Salt le decía a Verónica Ocvirk, del periódico Tiempo Argentino, que “antes que poner plata en cárceles, tal vez sería mejor invertir en clubes”.
En consonancia, Osorio agrega “la falta de políticas públicas” como uno de los factores perturbadores responsables de los sujetos perturbadores de hoy. “La presencia concreta de las políticas públicas en los últimos ocho años no pueden modificar rápidamente los estragos que provocó la intromisión inaudita del narcotráfico en los ’90”, ejemplifica. También remarca la necesidad de mantenerlas en el tiempo, porque “actualmente hay una familia transformada, deconstruida y vulnerada por esa falta de contención social durante tantos años. En ese sentido, la Asignación Universal por Hijo cubre un mínimo porcentaje de esa contención y, aunque sea poco, es un gran paso, totalmente inédito en la historia de nuestro país”.
Al final, la supuesta crispación no era avivada por los grupos sociales, militantes o sindicales, sino que más bien lo es por las incertidumbres, sensaciones de crisis y de no pertenencia, que es la especialidad de los mismos medios que siguen estigmatizando a los jóvenes.
“La desarticulación de lo social de la política neoliberal se ve también en los modos en que se manifiesta la violencia entre conciudadanos. Una violencia extrema, con una conducta sin códigos, un sujeto desleal, injurioso, hipócrita, individualista y traidor”, concluye Fernando Osorio. “La violencia que se experimenta hoy aquí sucede en muchos lugares del mundo, y se conoce como violencia de masa, no tiene objetivos claros, es pura violencia, puro enfrentamiento de unos con otros, ya no hay ideales revolucionarios para mejorar el mundo, y ni siquiera funcionan como grupo, camaradas, ni equipos”.
Fuente: Miradas al Sur.
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