Mientras la Iglesia Universal de Dios se dedica a ganar feligreses, un pequeño lobby religioso más elitista merodea el Congreso oponiéndose a cualquier medida progresista. Crónica del viaje a un enclave del pasado
Por Soledad Loffredo.
Cuando uno piensa en la Iglesia Evangélica, hay tres imágenes que pueden aparecer fácilmente: Luis Palau, el Pastor Giménez y la Iglesia Universal de Dios. De Palau, la 9 de julio repleta; de Giménez, su aparición mediática a causa de las denuncias de su ex mujer por violencia y robos, y de la Iglesia Universal de Dios, el mega templo en plena avenida Corrientes, los programas de los pastores brasileros cuando se acaba toda programación en los canales de aire, los reiterados llamados del “pare de sufrir”. Pero hay mucho más.
Por ejemplo, las diferencias en la inversión de dinero en los templos. El de Chacarita, en Corrientes 6739, era antes una agencia hípica. La fachada, de vidrios polarizados pero puertas siempre abiertas, no hace que se destaque de entre los negocios del lugar. Lo único que lo diferencia es el cartel de neón gigante, con una paloma blanca y un corazón. Nada que ver con el imponente templo de Corrientes y Acuña de Figueroa, con las puertas de madera siempre cerradas y un panel de polarizados, al costado del edificio, que es pura fachada y que esconde nada detrás. Otra diferencia abismal es la cantidad de gente que asiste a las reuniones que proponen para todos los días de la semana.
¿Por obra y gracia de quién es todo eso? “Hay que dividir en dos al evangelismo”, asegura el periodista y autor de Cristo llame ya!, Alejandro Seselovsky. “La rama que tiene muchos fieles, que es masiva, pero tiene poco peso político, son los bautistas y los pentecostales, la “teleiglesia”, los brasileros, Palau. Pero les cuesta llegar. En cambio, a la iglesia histórica, chiquita, la de los viejos protestantes, los luteranos, los anglicanos, los descendientes de colonias escocesas e inglesas, tienen mucha llegada al poder, tienen peso político. Son la misma iglesia evangélica, pero están enfrentados”, cuenta.
Traspasando las puertas de madera gigantes hay una recepción oscura, y más allá, cruzando otras puertas, esta vez sí polarizadas y con cruces blancas pintadas se lee el cartel: Entrada. Más allá de la invitación, el recinto parece un teatro, con sus cientos de butacas, escenario y puertas por donde se mire. Dos carteles gigantes al costado: “Si alguno me sirve, el Padre le honrará”, y un pastor brasilero que no para de gritar balbuceando como en transe un portuñol que apenas se entiende. Hay que hacer un esfuerzo para distinguir lo que dice: que cada uno se saque el demonio cuando traspase el arco/cruz gigante, blanco, iluminado que hay en la iglesia. De esas puertas tampoco paran de entrar y salir los encargados de la organización. Reciben papeles pidiendo bendiciones, objetos.
Tampoco paran de hacerse señas entre ellos y con los de seguridad. Al cabo de algunas oraciones, los fieles comienzan a hacer una fila para subir al escenario, atravesar la cruz y ser sanados mediante la “imposición de manos” del pastor. Mientras la fila avanza, el pastor sujeta a una mujer de la nuca, su mano en la cabeza hace presión, hasta que prácticamente se arrodilla. Ahí, al costado de la fila, empieza a gritar y zarandearse, quiere escapar, pero el pastor oficia de intermediario entre ella y el demonio. Ahí mismo le saca el mal, el dolor, todo aquello que la atormenta. Para asegurarse, se lo pregunta al micrófono. Ella, peinándose, asegura que el dolor ya no existe. Todos aplauden, agradecen. Creen.
“La iglesia masiva, populosa, está aprendiendo a hacer lobby, como lo demostró en el último debate por el matrimonio igualitario. Se movilizaron y llenaron la plaza del Congreso. Aprenden el teje de la política. Lo que hace esta Iglesia Universal de Dios es hacerse más rica, sin embargo acá están apartados de todo. Lo que necesitan son cuadros dirigenciales, no plata”, afirma Seselovsky. “Tienen mala prensa desde el Pastor Giménez. Y esa reputación es pianta votos. En cambio, no les pasa así a las iglesias históricas, porque son progres, se salieron del conservadurismo que tienen las populosas, y ganaron su fuerza institucional aunque no popular”.
¿Cómo hacen? “Hay un par de diputados evangelistas, pero en la mayoría son lobby. Van a tomar un café al Congreso, van a todos lados a reunirse con intendentes, tratando de encontrar su lugar. Esta Iglesia Universal es, claramente, un referente de derecha”, analiza el escritor. ¿Y las contradicciones de la religión y la política? “Ellos entran en la política como todos. Según el catolicismo, tampoco podrían entrar, sin embargo se meten. Pero pueden ofrecer proyectos de ley en contra de la educación sexual en las escuelas, en contra del matrimonio igualitario, y estarán siempre en contra de las ideas progres y liberales. Pero están muy lejos de conseguir representación. Es el caso de Aciera (Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina), que es la parte más fascista, más enrolada en los discursos conservadores que podés encontrar. Lo más emparentado a Bush, a su corte ideológico.”
Por ejemplo, las diferencias en la inversión de dinero en los templos. El de Chacarita, en Corrientes 6739, era antes una agencia hípica. La fachada, de vidrios polarizados pero puertas siempre abiertas, no hace que se destaque de entre los negocios del lugar. Lo único que lo diferencia es el cartel de neón gigante, con una paloma blanca y un corazón. Nada que ver con el imponente templo de Corrientes y Acuña de Figueroa, con las puertas de madera siempre cerradas y un panel de polarizados, al costado del edificio, que es pura fachada y que esconde nada detrás. Otra diferencia abismal es la cantidad de gente que asiste a las reuniones que proponen para todos los días de la semana.
¿Por obra y gracia de quién es todo eso? “Hay que dividir en dos al evangelismo”, asegura el periodista y autor de Cristo llame ya!, Alejandro Seselovsky. “La rama que tiene muchos fieles, que es masiva, pero tiene poco peso político, son los bautistas y los pentecostales, la “teleiglesia”, los brasileros, Palau. Pero les cuesta llegar. En cambio, a la iglesia histórica, chiquita, la de los viejos protestantes, los luteranos, los anglicanos, los descendientes de colonias escocesas e inglesas, tienen mucha llegada al poder, tienen peso político. Son la misma iglesia evangélica, pero están enfrentados”, cuenta.
Traspasando las puertas de madera gigantes hay una recepción oscura, y más allá, cruzando otras puertas, esta vez sí polarizadas y con cruces blancas pintadas se lee el cartel: Entrada. Más allá de la invitación, el recinto parece un teatro, con sus cientos de butacas, escenario y puertas por donde se mire. Dos carteles gigantes al costado: “Si alguno me sirve, el Padre le honrará”, y un pastor brasilero que no para de gritar balbuceando como en transe un portuñol que apenas se entiende. Hay que hacer un esfuerzo para distinguir lo que dice: que cada uno se saque el demonio cuando traspase el arco/cruz gigante, blanco, iluminado que hay en la iglesia. De esas puertas tampoco paran de entrar y salir los encargados de la organización. Reciben papeles pidiendo bendiciones, objetos.
Tampoco paran de hacerse señas entre ellos y con los de seguridad. Al cabo de algunas oraciones, los fieles comienzan a hacer una fila para subir al escenario, atravesar la cruz y ser sanados mediante la “imposición de manos” del pastor. Mientras la fila avanza, el pastor sujeta a una mujer de la nuca, su mano en la cabeza hace presión, hasta que prácticamente se arrodilla. Ahí, al costado de la fila, empieza a gritar y zarandearse, quiere escapar, pero el pastor oficia de intermediario entre ella y el demonio. Ahí mismo le saca el mal, el dolor, todo aquello que la atormenta. Para asegurarse, se lo pregunta al micrófono. Ella, peinándose, asegura que el dolor ya no existe. Todos aplauden, agradecen. Creen.
“La iglesia masiva, populosa, está aprendiendo a hacer lobby, como lo demostró en el último debate por el matrimonio igualitario. Se movilizaron y llenaron la plaza del Congreso. Aprenden el teje de la política. Lo que hace esta Iglesia Universal de Dios es hacerse más rica, sin embargo acá están apartados de todo. Lo que necesitan son cuadros dirigenciales, no plata”, afirma Seselovsky. “Tienen mala prensa desde el Pastor Giménez. Y esa reputación es pianta votos. En cambio, no les pasa así a las iglesias históricas, porque son progres, se salieron del conservadurismo que tienen las populosas, y ganaron su fuerza institucional aunque no popular”.
¿Cómo hacen? “Hay un par de diputados evangelistas, pero en la mayoría son lobby. Van a tomar un café al Congreso, van a todos lados a reunirse con intendentes, tratando de encontrar su lugar. Esta Iglesia Universal es, claramente, un referente de derecha”, analiza el escritor. ¿Y las contradicciones de la religión y la política? “Ellos entran en la política como todos. Según el catolicismo, tampoco podrían entrar, sin embargo se meten. Pero pueden ofrecer proyectos de ley en contra de la educación sexual en las escuelas, en contra del matrimonio igualitario, y estarán siempre en contra de las ideas progres y liberales. Pero están muy lejos de conseguir representación. Es el caso de Aciera (Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina), que es la parte más fascista, más enrolada en los discursos conservadores que podés encontrar. Lo más emparentado a Bush, a su corte ideológico.”
Tas las rejas. La unidad 25 forma parte del penal de Olmos. Allí funciona una cárcel/ iglesia, con reglas propias y la dedicación absoluta al evangelismo. En el documental de Alejo Hoijman, Unidad 25, se ve con detalle la realidad que viven día a día los reclusos del penal. “Le decimos al Señor Amén”, “Amén”, gritan los presos. “Cristo rompe las cadenas y me da seguridad”, repiten como un mantra, aplauden, cierran los ojos, cantan. “Si uno le pregunta a los presos qué creen, dirán que la mayoría está actuando, que son refugiados, que están ahí para no caer en una cárcel común. Y otros te van a decir que aún los que están actuando, sin saberlo, en la vida están tomados por el poder de Dios”, cuenta Hoijman.
“El trabajo de los evangélicos en las cárceles es genial”, reconoce Seselovsky. “En principio, se acercan a esos lugares, charlan con la gente. A diferencia de los católicos que pregonan que si adorás al señor está perfecto pero te ganás el paraíso después, los evangélicos aseguran que si adorás al señor, seguís la biblia, te ganás el paraíso acá y ahora: solucionás tus problemas con el alcohol, tu desempleo, la violencia en tu familia, tus depresiones. Te mandan un Cristo que opera sobre los problemas inmediatos”, enfatiza el escritor.
“El trabajo de los evangélicos en las cárceles es genial”, reconoce Seselovsky. “En principio, se acercan a esos lugares, charlan con la gente. A diferencia de los católicos que pregonan que si adorás al señor está perfecto pero te ganás el paraíso después, los evangélicos aseguran que si adorás al señor, seguís la biblia, te ganás el paraíso acá y ahora: solucionás tus problemas con el alcohol, tu desempleo, la violencia en tu familia, tus depresiones. Te mandan un Cristo que opera sobre los problemas inmediatos”, enfatiza el escritor.
Detrás de las leyes. Después del exorcismo, es el turno de los jóvenes. La elegida de entre el público es una chica de no más de 20 años, con muletas y un pañuelo que tapa su cabeza. Por el micrófono dice que hace dos años que va a esa Iglesia para “sentirse mejor”. Y que lo está logrando. La aplauden. Le agradecen a Jesús por haber intercedido frente al mal que la acecha. Le creen.
“Generalmente, los jóvenes ocupan los ‘cuadros medios’ institucionales”, cuenta Mariela Mosqueira, becaria doctoral del Área Sociedad, Cultura y Religión del Ceil-Conicet. “Hacia el interior de las Iglesias lideran pequeños grupos juveniles o se encargan de los ministerios de alabanza y adoración oficiando de músicos o cantando durante los cultos y hacia fuera de la comunidad, mayormente, se hacen cargo de misionar o de predicar en el espacio público.” Pero la política es un tema que no tienen en claro. O no les dejan. “Definitivamente no hay una “juventud evangélica política”. Pude detectar la configuración de todo un discurso alrededor del sujeto juvenil que lo construye como sujeto del cambio social. Permanentemente, son interpelados a “ser personas relevantes en la sociedad”, lo que supone una continua capacitación del joven con la finalidad de alcanzar espacios de autoridad en las esferas de poder para desde allí desplegar los valores cristianos con el fin de “redimir” y “transformar” la sociedad”, asegura.
“Esta construcción de los y las jóvenes como sujetos del cambio social, por parte del discurso dirigencial evangélico fue capitalizado, por ejemplo, por el espacio Valores Para Mi País (Vpmp) liderado por la Diputada por el PRO Cynthia Hotton”, analiza Mosqueira. “La participación política juvenil dentro de Vpmp estuvo signada por la creciente tensión que se desplegó entre la cúpula dirigencial y las bases militantes juveniles. Uno de los conflictos centrales giró en torno del lugar que debía ocupar el equipo juvenil. Si bien la dirigencia les designaba discursivamente un lugar central en la agrupación, en términos prácticos, se les delegaron tareas menores (pegar afiches, oficiar de ‘ujieres’ en el acto de lanzamiento del espacio político en la Federación de Box, etc.) que fueron percibidas por los jóvenes militantes como disonantes con ese rol. Básicamente, la mayoría de las propuestas emergentes de la militancia juvenil (como por ejemplo, talleres de capacitación política para la feligresía cristiana) fueron desoídas o rechazadas por la dirigencia adulta, lo cual puso de manifiesto que los sentidos de la participación política adoptaban carices contrapuestos en ambos polos de la agrupación”, concluye la investigadora.
Fue Hotton quien abiertamente prometió en su campaña “llevar los valores cristianos evangélicos al Congreso”, pero no para proclamarlos sino para “ponerlos en práctica”. Las contradicciones de la diputada son claras: propone y defiende una ley de libertad religiosa, pero se opone a la libertad en todos los demás ámbitos. Declararse y argumentar en contra del matrimonio igualitario fue una de sus últimas proclamas.
La performance religiosa en la Iglesia Universal de Dios no termina. Después de pasar por el arco en cruz, una señora con bastón es abordada por un pastor:
–¿Cómo se sienchi?
–Con el mismo dolor.
–¡Entonces, duranchi los prósimos meses, tendrá que volver seish veces mais para lograr que Jesús la proteja!.
“Generalmente, los jóvenes ocupan los ‘cuadros medios’ institucionales”, cuenta Mariela Mosqueira, becaria doctoral del Área Sociedad, Cultura y Religión del Ceil-Conicet. “Hacia el interior de las Iglesias lideran pequeños grupos juveniles o se encargan de los ministerios de alabanza y adoración oficiando de músicos o cantando durante los cultos y hacia fuera de la comunidad, mayormente, se hacen cargo de misionar o de predicar en el espacio público.” Pero la política es un tema que no tienen en claro. O no les dejan. “Definitivamente no hay una “juventud evangélica política”. Pude detectar la configuración de todo un discurso alrededor del sujeto juvenil que lo construye como sujeto del cambio social. Permanentemente, son interpelados a “ser personas relevantes en la sociedad”, lo que supone una continua capacitación del joven con la finalidad de alcanzar espacios de autoridad en las esferas de poder para desde allí desplegar los valores cristianos con el fin de “redimir” y “transformar” la sociedad”, asegura.
“Esta construcción de los y las jóvenes como sujetos del cambio social, por parte del discurso dirigencial evangélico fue capitalizado, por ejemplo, por el espacio Valores Para Mi País (Vpmp) liderado por la Diputada por el PRO Cynthia Hotton”, analiza Mosqueira. “La participación política juvenil dentro de Vpmp estuvo signada por la creciente tensión que se desplegó entre la cúpula dirigencial y las bases militantes juveniles. Uno de los conflictos centrales giró en torno del lugar que debía ocupar el equipo juvenil. Si bien la dirigencia les designaba discursivamente un lugar central en la agrupación, en términos prácticos, se les delegaron tareas menores (pegar afiches, oficiar de ‘ujieres’ en el acto de lanzamiento del espacio político en la Federación de Box, etc.) que fueron percibidas por los jóvenes militantes como disonantes con ese rol. Básicamente, la mayoría de las propuestas emergentes de la militancia juvenil (como por ejemplo, talleres de capacitación política para la feligresía cristiana) fueron desoídas o rechazadas por la dirigencia adulta, lo cual puso de manifiesto que los sentidos de la participación política adoptaban carices contrapuestos en ambos polos de la agrupación”, concluye la investigadora.
Fue Hotton quien abiertamente prometió en su campaña “llevar los valores cristianos evangélicos al Congreso”, pero no para proclamarlos sino para “ponerlos en práctica”. Las contradicciones de la diputada son claras: propone y defiende una ley de libertad religiosa, pero se opone a la libertad en todos los demás ámbitos. Declararse y argumentar en contra del matrimonio igualitario fue una de sus últimas proclamas.
La performance religiosa en la Iglesia Universal de Dios no termina. Después de pasar por el arco en cruz, una señora con bastón es abordada por un pastor:
–¿Cómo se sienchi?
–Con el mismo dolor.
–¡Entonces, duranchi los prósimos meses, tendrá que volver seish veces mais para lograr que Jesús la proteja!.
• La pelea por ayudar más
En la primera encuesta académica sobre creencias y actitudes religiosas en Argentina que se ha realizado en el Ceil Conicet junto a diversas universidades nacionales, las acciones de las instituciones religiosas más valoradas por los argentinos son “educar a los jóvenes” (28.3%) y “ayudar al necesitado y al que sufre”(27.2%). Los evangélicos, al ser la primera minoría religiosa de Argentina (9%), disputan al catolicismo espacios en la asistencia social como la cárcel o la asistencia terapéutica a consumidores de drogas, con la finalidad de obtener reconocimiento y recursos estatales y sociales.
En la primera encuesta académica sobre creencias y actitudes religiosas en Argentina que se ha realizado en el Ceil Conicet junto a diversas universidades nacionales, las acciones de las instituciones religiosas más valoradas por los argentinos son “educar a los jóvenes” (28.3%) y “ayudar al necesitado y al que sufre”(27.2%). Los evangélicos, al ser la primera minoría religiosa de Argentina (9%), disputan al catolicismo espacios en la asistencia social como la cárcel o la asistencia terapéutica a consumidores de drogas, con la finalidad de obtener reconocimiento y recursos estatales y sociales.
Fuente: Miradas al Sur.
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