El Permer, un plan que lleva electricidad a poblaciones rurales mediante energías renovables, es admirado en el mundo.
El Proyecto de Energías Renovables en Mercados Rurales (Permer), desarrollado por el Estado Nacional, tiene como objetivo llevar electricidad a hogares rurales y a una serie de establecimientos públicos, como escuelas y puestos sanitarios, a los que no llegan los sistemas tradicionales de electricidad. Desde el año 2000, el programa Permer ha provisto de energía a más de 7.500 hogares y casi 1.600 escuelas y servicios públicos. Para fin de año, esperan aumentar esas cifras a 23.000 viviendas y casi 2 mil servicios públicos.
A pesar de que la Argentina presenta una alta tasa de electrificación –más del 95 por ciento de su población tiene acceso a electricidad– aproximadamente el 30 por ciento de las poblaciones rurales carecen de este servicio básico. El objetivo de Permer es no sólo suplir esta demanda, sino además hacerlo a través de energías renovables. En casas o colegios aislados, el programa opera básicamente con dos tipos de energía: solar, a través de la instalación de paneles fotovoltaicos, y eólica, obtenida a partir de molinos de viento especialmente diseñados. En el caso de poblaciones chicas, la alternativa la constituyen las minirredes. “Se colocan generadores de electricidad y creamos una pequeña red de distribución local, que es autónoma del sistema (nacional) –explica Nilda Martínez Quijano, responsable de Adquisiciones del programa– y en esos casos se pueden usar equipos tradicionales que funcionen con diesel, energía eólica, fotovoltaica o incluso microcentrales eléctricas.”
El Permer depende de la Secretaría de Energía del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, y su éxito llevó a que el Instituto Internacional para el Ambiente y el Desarrollo (Iied, por sus siglas en inglés) del Reino Unido elabore un informe sobre su implementación. Según Sarah Best, autora del reporte, “Permer es un caso interesante porque combina fondos públicos y privados para proveer energía. Además, ya funciona desde hace varios años y puede enseñar bastantes cosas” a países que quieran implementar un sistema similar. El equipo que está trabajando con el programa ya fue contactado por colegas de México, Bolivia, Perú y Chile, que querían informarse acerca de cómo habían resuelto el problema de abastecimiento eléctrico a poblaciones aisladas.
El financiamiento de Permer comprende dos iniciativas. Por una parte, el Estado Nacional contribuye con el 13 por ciento de los fondos, principalmente a través del Fondo Nacional de la Energía Eléctrica, contemplado dentro de la Ley 24.605. Otro 17 por ciento proviene de las tarifas pagadas por los usuarios de estos servicios y de los concesionarios, encargados de administrar y mantener estas nuevas instalaciones. Y, finalmente, el 70 por ciento restante es aportado por una donación de diez millones de dólares del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés) y un préstamo de 30 millones de dólares del Banco Mundial, a los que en 2009 se sumaron otros 50 millones del mismo banco, considerando el éxito del programa.
Una vez instalados los paneles o molinos, la provisión del servicio y mantenimiento es otorgado a concesionarios locales, ya sean públicos, privados o cooperativas. Las tarifas que pagan los usuarios de Permer oscilan entre 5 y 36 pesos por mes, dependiendo de la capacidad de pago de los usuarios, la provincia y el subsidio al consumo que cada una de ellas otorgue.
Además de electricidad, desde el programa están además incorporando el concepto solar térmico, a través de la provisión de cocinas, hornos y calefones solares para estas poblaciones. Sin embargo, para Best, uno de los mayores impactos se observa en los establecimientos educativos. “Al tener electricidad estudian de noche, los profesores que viven en las escuelas pueden trabajar tras la puesta del sol, usan la radio, ven videos y a veces hasta utilizan una computadora”, asegura.
A pesar de que la Argentina presenta una alta tasa de electrificación –más del 95 por ciento de su población tiene acceso a electricidad– aproximadamente el 30 por ciento de las poblaciones rurales carecen de este servicio básico. El objetivo de Permer es no sólo suplir esta demanda, sino además hacerlo a través de energías renovables. En casas o colegios aislados, el programa opera básicamente con dos tipos de energía: solar, a través de la instalación de paneles fotovoltaicos, y eólica, obtenida a partir de molinos de viento especialmente diseñados. En el caso de poblaciones chicas, la alternativa la constituyen las minirredes. “Se colocan generadores de electricidad y creamos una pequeña red de distribución local, que es autónoma del sistema (nacional) –explica Nilda Martínez Quijano, responsable de Adquisiciones del programa– y en esos casos se pueden usar equipos tradicionales que funcionen con diesel, energía eólica, fotovoltaica o incluso microcentrales eléctricas.”
El Permer depende de la Secretaría de Energía del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, y su éxito llevó a que el Instituto Internacional para el Ambiente y el Desarrollo (Iied, por sus siglas en inglés) del Reino Unido elabore un informe sobre su implementación. Según Sarah Best, autora del reporte, “Permer es un caso interesante porque combina fondos públicos y privados para proveer energía. Además, ya funciona desde hace varios años y puede enseñar bastantes cosas” a países que quieran implementar un sistema similar. El equipo que está trabajando con el programa ya fue contactado por colegas de México, Bolivia, Perú y Chile, que querían informarse acerca de cómo habían resuelto el problema de abastecimiento eléctrico a poblaciones aisladas.
El financiamiento de Permer comprende dos iniciativas. Por una parte, el Estado Nacional contribuye con el 13 por ciento de los fondos, principalmente a través del Fondo Nacional de la Energía Eléctrica, contemplado dentro de la Ley 24.605. Otro 17 por ciento proviene de las tarifas pagadas por los usuarios de estos servicios y de los concesionarios, encargados de administrar y mantener estas nuevas instalaciones. Y, finalmente, el 70 por ciento restante es aportado por una donación de diez millones de dólares del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés) y un préstamo de 30 millones de dólares del Banco Mundial, a los que en 2009 se sumaron otros 50 millones del mismo banco, considerando el éxito del programa.
Una vez instalados los paneles o molinos, la provisión del servicio y mantenimiento es otorgado a concesionarios locales, ya sean públicos, privados o cooperativas. Las tarifas que pagan los usuarios de Permer oscilan entre 5 y 36 pesos por mes, dependiendo de la capacidad de pago de los usuarios, la provincia y el subsidio al consumo que cada una de ellas otorgue.
Además de electricidad, desde el programa están además incorporando el concepto solar térmico, a través de la provisión de cocinas, hornos y calefones solares para estas poblaciones. Sin embargo, para Best, uno de los mayores impactos se observa en los establecimientos educativos. “Al tener electricidad estudian de noche, los profesores que viven en las escuelas pueden trabajar tras la puesta del sol, usan la radio, ven videos y a veces hasta utilizan una computadora”, asegura.
Pasos y plazos. Se estima que esta primera etapa del Permer terminará a fines de 2012, y a partir de entonces está planificado implementar la fase dos, donde “el trabajo fundamental será aumentar la potencia para obtener más usos productivos de la energía y que la gente pueda eficientizar su trabajo”, explica Martínez Quijano. Actualmente la capacidad prevista es para consumo de vivienda: iluminación, carga de teléfonos móviles o para prender un televisor. El objetivo es que pueda abastecer maquinarias que permitan a los pobladores trabajar o realizar pequeños emprendimientos, como utilizar equipamiento para labores agropecuarias, máquinas para devanar lana o freezers para guardar los chivos y aves de corral que luego venden. Para esta segunda etapa, la inversión proyectada es de aproximadamente 120 millones de dólares y se estima que el Permer alcanzará a cerca de 20.000 nuevos hogares y 3.000 pequeños usos productivos, además de aumentar la potencia y cantidad de electricidad que reciben algunas escuelas y servicios públicos que ya tienen instalados los paneles o molinos. Para Best, el programa puede además ser una nueva fuente de trabajo local. “Actualmente la mayoría de los equipos son importados, pero hay mucho potencial en la Argentina. Existen institutos de investigación que están desarrollando este tipo de tecnología a precios accesibles y pueden ayudar a desarrollar la industria local”, asegura.
• DATOS Y OBJETIVOS. Radiografía de la matriz energética argentina
Según cifras de la Cámara Argentina de Biocombustibles, el 90 por ciento de las fuentes primarias de energía en la Argentina están provistas por gas natural (49 por ciento) y petróleo (41 por ciento). Otros tipos de energía como la nuclear aportan el 3 por ciento, mientras que la hidráulica contribuye con un 4 por ciento. “Las energías renovables aportan casi un dos por ciento del total”, afirma Carlos Saint James, presidente de la Cámara Argentina de Energías Renovables. “El total de la matriz energética de la Argentina es de 28 mil megawatts (MW), y de ese total, las renovables aportan 553 MW.” Este porcentaje incluye las energías eólica (que aporta 65 MW), solar fotovoltaica (1.2 MW), de biomasa (que es la quema de maderas para obtener electricidad, 58MW), geotérmica (aprovechamiento del calor de la tierra, 0.7 MW) y mini hidro (pequeños sistemas de energía hidráulica, 428 MW).
Un apartado lo constituyen los biocombustibles, que se obtienen a partir del tratamiento de materia vegetal o residuos orgánicos, e incluyen el biodiésel, bioetanol y biogás. Este último se genera a través del procesamiento de estiércoles y residuos, de los cuales se obtienen gas para calefaccionar, energía eléctrica y fertilizantes para suelos. La Ley Nº 26.093 (Régimen de Regulación y Promoción para la Producción y Uso Sustentables de Biocombustibles) establece como objetivo para el 2012 reemplazar el 5 por ciento del contenido de las naftas por bioetanol y que el 7 por ciento de los combustibles diésel consumidos en el país sean biodiésel. Distintas universidades están trabajando, además, en el desarrollo de fuentes de energía alternativa. Un ejemplo es el de la Universidad de Cuyo, que estudia el uso de algas para biocombustibles, que proveen la misma energía que el combustible diésel que proviene del petróleo y rinde casi 200 veces más que el biodiésel derivado de la soja. Otro caso es el de los investigadores del Laboratorio de Sólidos Porosos de la Universidad Nacional de San Luis, que sintetizaron hidrocarburos en laboratorio a partir de hidrógeno y monóxido de carbono. Los resultados preliminares muestran que a través de este procedimiento se pueden obtener nafta, gasoil y algunos alcoholes.
Según cifras de la Cámara Argentina de Biocombustibles, el 90 por ciento de las fuentes primarias de energía en la Argentina están provistas por gas natural (49 por ciento) y petróleo (41 por ciento). Otros tipos de energía como la nuclear aportan el 3 por ciento, mientras que la hidráulica contribuye con un 4 por ciento. “Las energías renovables aportan casi un dos por ciento del total”, afirma Carlos Saint James, presidente de la Cámara Argentina de Energías Renovables. “El total de la matriz energética de la Argentina es de 28 mil megawatts (MW), y de ese total, las renovables aportan 553 MW.” Este porcentaje incluye las energías eólica (que aporta 65 MW), solar fotovoltaica (1.2 MW), de biomasa (que es la quema de maderas para obtener electricidad, 58MW), geotérmica (aprovechamiento del calor de la tierra, 0.7 MW) y mini hidro (pequeños sistemas de energía hidráulica, 428 MW).
Un apartado lo constituyen los biocombustibles, que se obtienen a partir del tratamiento de materia vegetal o residuos orgánicos, e incluyen el biodiésel, bioetanol y biogás. Este último se genera a través del procesamiento de estiércoles y residuos, de los cuales se obtienen gas para calefaccionar, energía eléctrica y fertilizantes para suelos. La Ley Nº 26.093 (Régimen de Regulación y Promoción para la Producción y Uso Sustentables de Biocombustibles) establece como objetivo para el 2012 reemplazar el 5 por ciento del contenido de las naftas por bioetanol y que el 7 por ciento de los combustibles diésel consumidos en el país sean biodiésel. Distintas universidades están trabajando, además, en el desarrollo de fuentes de energía alternativa. Un ejemplo es el de la Universidad de Cuyo, que estudia el uso de algas para biocombustibles, que proveen la misma energía que el combustible diésel que proviene del petróleo y rinde casi 200 veces más que el biodiésel derivado de la soja. Otro caso es el de los investigadores del Laboratorio de Sólidos Porosos de la Universidad Nacional de San Luis, que sintetizaron hidrocarburos en laboratorio a partir de hidrógeno y monóxido de carbono. Los resultados preliminares muestran que a través de este procedimiento se pueden obtener nafta, gasoil y algunos alcoholes.
Fuente: Miradas al Sur
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