La Red Federal de Sitios de Memoria inauguró un cartel gigante, al pie del camino La Carrindanga, en Bahía Blanca, para recordar que allí, en La Escuelita funcionó el centro de exterminio “durante la dictadura cívico-militar de 1976 a 1983”.
Por Diego Martínez
En 1979, abocados a borrar hasta el último rastro de sus crímenes, los militares del V Cuerpo de Ejército demolieron la casona donde torturaron y mataron durante los años previos. Las corporaciones de poder locales, con el diario La Nueva Provincia a la cabeza, se encargaron antes y después de silenciar la historia y negar el genocidio. Pero la lucha por la memoria sigue ganando batallas, incluso en la hostil Bahía Blanca. Ayer, bajo un sol primaveral y un viento suave que hacía flamear las banderas de H.I.J.O.S., la Red Federal de Sitios de Memoria inauguró un cartel gigante, al pie del camino La Carrindanga, para recordar que “en este predio del Ejército Argentino funcionó el centro clandestino de detención La Escuelita de Bahía Blanca durante la dictadura cívico-militar de 1976 a 1983”. El próximo paso del Estado nacional será la instalación de tres columnas de hormigón con las palabras Memoria, Verdad y Justicia.
La Escuelita, como la bautizó el general Adel Vilas, fue el principal centro de exterminio del sur bonaerense. Por allí pasaron centenares de militantes, en su mayoría jóvenes, que terminaron desaparecidos o ejecutados en tiroteos fraguados. El primer mojón contra el olvido lo instaló en 1981 la sobreviviente Alicia Partnoy, que desde el exilio difundió un relato detallado de espacios, víctimas y victimarios. En 1984, ya en democracia, la Conadep recorrió el terreno y fotografió escombros. Durante años, cada 24 de marzo, los actos para recordar la fecha que simboliza el terrorismo de Estado se realizaron junto a la tranquera por la que ingresaban los autos con los secuestrados. Recién en los últimos años, ya con Néstor Kirchner como presidente, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Bahía Blanca consiguió la autorización para ingresar y hacer los actos adentro del predio, propiedad del Ejército.
El año pasado, mientras comenzaba el primer juicio a represores en Bahía Blanca, arqueólogos de la Universidad Nacional del Sur convocados por la Justicia por una iniciativa de Memoria Abierta sacaron a la luz los cimientos del centro clandestino. La investigación permitió dar con un plano de 1944, comprobar que La Escuelita funcionó a 200 metros de las ruinas que inspeccionó la Conadep, e incluyó el hallazgo de más de 13 mil piezas que estaban bajo tierra e incluyen jeringas, envases de calmantes y materiales médicos que los militares habrían usado con los secuestrados.
Ayer, por primera vez, los Estados nacional, provincial y municipal coincidieron en un acto por la memoria en Bahía Blanca. La señalización fue coorganizada por la Red de Sitios de Memoria que depende de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, la Dirección de Derechos Humanos del Ministerio de Defensa, la Secretaría de Derechos Humanos bonaerense y la Dirección homónima de la Municipalidad local. Como presentadora ofició la periodista Natalia Carabajal Figueroa, del semanario Ecodías, que junto con FM de la Calle y el programa K688 se esmeran en cubrir el juicio, ignorado sistemáticamente por La Nueva Provincia (ver aparte).
“Esta señalización hace fácticamente imposible el olvido”, dijo en primer turno Pablo Reynafé, director de Derechos Humanos de la municipalidad bahiense. “Es política de Estado dejar atrás la perversa teoría de los dos demonios. Es nuestra obligación que se termine con esa confusión”, agregó. Susana Matzkin, hermana de Zulma, asesinada tras su cautiverio en La Escuelita, destacó en representación de familiares de las víctimas el rol del “monopolio comunicacional” de la familia Massot, “vocero enfervorizado de la represión, óptimo para la siembra de la negación de la memoria, que es una construcción colectiva y que permite desnudar las máscaras que ocultan complicidades, connivencias y culpas en la sociedad”. Sobre el alambrado, debajo del cartel, podían verse banderas de la agrupación Kolina, del Movimiento Evita y del Movimiento por la Verdad y la Justicia de Punta Alta (Movejupa).
Eduardo Hidalgo, sobreviviente, secretario de la APDH y luchador incansable, explicó que el cartel se vincula “con una historia donde la muerte tuvo que ver”, pero que “cada año, cuando venimos a este lugar, somos nosotros los que traemos la vida”. “Nos sentimos profundamente convencidos de que nada podrá volver atrás”, afirmó. “Hoy es una marca en la historia de la Bahía del Silencio, hasta que Bahía vuelva a ser lo que una vez soñamos.” El ex fiscal Hugo Cañón recordó que, más allá de las víctimas directas, “a toda la sociedad se le instaló el terror”. “De ese lastre de terror es del que nos estamos deshaciendo y hoy volvemos a hacer de la participación política una herramienta de transformación social”, rescató el presidente de la Comisión Provincial por la Memoria bonaerense.
Guido Carlotto, secretario de Derechos Humanos bonaerense, aseguró que “es decisión de la provincia poner como política de Estado la Memoria, la Verdad y la Justicia”. “No habrá nada que nos pare hasta que encontremos al último compañero, al último nieto, y señalicemos el último centro clandestino”, advirtió. Por último habló Judith Said, coordinadora del Archivo Nacional de la Memoria. “Desde el Estado tenemos la función de recordar lo que pasó, ya que cuando hablamos del pasado es para construir el futuro”, explicó. “Sabiendo la verdadera historia es como vamos a construir la felicidad del pueblo argentino, la verdadera igualdad y la justicia”, agregó. Luego de los discursos, el arquitecto Gonzalo Conte, de Memoria Abierta, guió a los presentes en un recorrido alrededor de los cimientos de La Escuelita, sintetizó los hallazgos y destacó la necesidad de retomar las excavaciones, de techar y cercar el terreno para su preservación.
Fuente: Pagina/12
No hay comentarios:
Publicar un comentario