Desigualdad de genero. Estados Unidos no es un matriarcado, como sugieren nuevos libros. El avance femenino parece detenido.
Repase los títulos y subtítulos de los libros recientes y va a ver que las mujeres se han convertido en El sexo más rico , que El surgimiento de la mujer ha convertido a los hombres en chicos , y que hasta podemos estar viendo El fin de los hombres . Varias de las autoras de estos libros conjeturan que estamos a las puertas de una “nueva mayoría de mujeres sostenes principales de familia”, en la que esposas de clase media gobiernan por sobre sus maridos en tanto que solteros desmoralizados se refugian en una adolescencia perpetua.
¿Cómo es, entonces, que los hombres controlan las industrias más importantes , ocupan la mayor parte de las posiciones en las listas de los estadounidenses más ricos, y siguen ganando más dinero que las mujeres que tienen similar capacidad y educación? Estos libros y la preocupación cultural que representan reflejan una transformación en la distribución del poder a lo largo del pasado medio siglo. Cincuenta años atrás, cada estadounidense hombre tenía derecho a lo que el sociólogo R.W. Connell llamó un “beneficio patriarcal” : un programa no discriminatorio de por vida para hombres.
La magnitud de ese beneficio variaba de acuerdo a la raza y la clase social, pero todos los hombres podían contar con que las mujeres estuviesen excluidas de los empleos y los ascensos más atractivos en su línea de trabajo, de modo que un graduado de escuela secundaria promedio, masculino, ganara más que la graduada secundaria promedio femenina que trabajara las mismas horas. En sus casas, el beneficio patriarcal daba a los varones el derecho de decidir dónde habría de vivir la familia y tomar decisiones financieras unilaterales.
La reducción de tales prerrogativas masculinas y la expansión de los derechos legales y económicos de las mujeres transformó la vida estadounidense, pero difícilmente hayan generado un matriarcado .
Hoy las mujeres constituyen casi el 40% de los trabajadores full time en cargos gerenciales. Pero la media de los salarios de las gerentes mujeres es de apenas el 73% de lo que ganan los hombres . Y aunque durante los últimos 50 años aumentaron su representación entre quienes más ganan en EE.UU., sólo el 4% de los CEO de las mil compañías top en el ránking de Fortune son mujeres.
Lo que vemos es una convergencia en las fortunas económicas, no superioridad femenina. Entre 2010 y 2011, los hombres y mujeres que trabajaron full time a lo largo de todo el año experimentaron ambos una disminución del 2,5% en sus ingresos. Los hombres padecieron aproximadamente el 80% de las pérdidas de trabajo al principio de la recesión de 2007. Pero el efecto ondulante de la recesión provocó entonces reducciones en los empleos públicos que golpearon excesivamente a las mujeres. Hacia junio de 2012 los hombres recuperaron el 46,2% de los empleos que perdieron en la recesión, mientras que las mujeres recuperaron el 38,7% de sus empleos perdidos.
Los defensores del escenario “las mujeres como el sexo más rico” suelen notar que en diversas áreas metropolitanas, las mujeres de entre 20 y 30 años que nunca se casaron ni tienen hijos ganan más ahora, en promedio, que sus coetáneos masculinos.
Pero esto se debe a la anomalía demográfica de que tales áreas tienen porcentajes excepcionalmente altos de mujeres jóvenes blancas de educación elevada y hombres jóvenes latinos de escasa educación y salarios bajos. No es lo mismo ganar más que un hombre con menor educación que ganar como uno de igual educación.
Entre trabajadores con igual nivel educativo, que nunca se casaron ni tienen hijos, están entre los 22 y los 30 años y viven en áreas metropolitanas, los varones superan los ingresos de las mujeres en todas las categorías , según un nuevo estudio de Philip Cohen, sociólogo de la Universidad de Maryland.
En 2010, entre los matrimonios en que ambos cónyuges tenían empleo, las esposas ganaron un promedio del 38,5% del ingreso familiar. Ese año, cerca del 30% de las esposas que trabajaban superaron en ingresos a sus maridos, un incremento enorme respecto del apenas 4% de 1970. Pero cuando incluimos a todas las familias de parejas casadas, no sólo a las de aportantes duales de ingresos, la incidencia económica de las esposas se ve mucho más débil . Sólo en el 20% de todas las familias de matrimonios casados la esposa gana la mitad o más del ingreso familiar, y en el 35% de las parejas la mujer gana menos del 10%.
Si el ascenso de la mujer se ha exagerado mucho, también lo ha sido la decadencia del hombre.
Según una encuesta de Pew Research Center (2011), el 77% de los estadounidenses cree que es necesaria la educación universitaria para que una mujer salga adelante en la vida, pero sólo el 68% cree que eso es necesario para los hombres. Además, la mística masculina está institucionalizada en las estructuras de trabajo, según tres nuevos estudios próximos a publicarse en el Journal of Social Issues . Así como se penaliza a menudo a las mujeres que exhiben ambiciones o comportamientos “masculinos” en sus trabajos, también lo son los hombres que se involucran en comportamientos tradicionalmente femeninos, como priorizar la dedicación a la familia.
Contrario a los temores de algunos expertos, el ascenso de las mujeres no conlleva el fin de los hombres . Les ofrece a ambos un nuevo comienzo. Pero el avance de las mujeres por sí solo no es una panacea para las desigualdades en los EE.UU. Cuanto más nos acercamos a lograr la igualdad de oportunidades entre los sexos, más claro podemos ver que el próximo gran obstáculo para mejorar el bienestar de los hombres y las mujeres es la creciente desigualdad socioeconómica dentro de cada sexo.
Fuente: Clarín
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