El petróleo, la minería, los pueblos originarios y el respeto por la identidad en una entrevista sin concesiones con el juez de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni a propósito de la salida de su libro La Pachamama y el humano.
Por Eduardo Anguita
El ministro de la Corte Suprema de Justicia Eugenio Zaffaroni acaba de publicar La Pachamama y el humano, de Ediciones Colihue. Con prólogo de Osvaldo Bayer, el libro reconoce la existencia de derechos a la naturaleza “más allá del antropocentrismo que rigió hasta ahora las concepciones jurídicas”.
–Actualmente hablamos de petróleo, de minería, y creo que este libro nos ilumina en muchísimas cosas. Me gustaría que explicara un poco qué es esto de las constituciones antropocéntricas.
–En los últimos cien años, América latina ha dado al constitucionalismo mundial, fundamentalmente el constitucionalismo social, la ampliación de los derechos individuales a derechos sociales, que se hizo en la carta de Querétaro en la constitución mexicana de 1917. Y ahora en esta primera década del siglo XXI nos sorprenden dos constituciones: la de Bolivia y la del Ecuador con el reconocimiento de la personería a la naturaleza. Es decir, la invocación de la Pachamama que hacen las dos constituciones se traduce después normativamente en reconocerle a la naturaleza la condición de persona jurídica, lo cual es una ampliación de la subjetividad constitucional. Esta es una discusión muy interesante que abre en el constitucionalismo mundial una nueva etapa. Hasta ahora, se consideraba a la naturaleza cosas, cosas en el mismo nivel que las cosas del derecho civil. Hoy en día, en estas constituciones se le reconoce personería, tenemos que comenzar a trabajar jurídicamente sobre esta línea que propone el respeto a la dignidad de la naturaleza. No se trata de colocar los seres no humanos en el mismo nivel de derecho de los seres humanos, pero la circunstancia de que sean diferentes no significa que se le tengan que desconocer derechos y se pueda hacer cualquier cosa con ellos.
–Estaba pensando en Famatina en lo que vimos los que no estamos allá. ¿Qué piensa usted sobre lo que pasa en Famatina?
–He pensado que se abre un debate de decir, pero no es el debate de decir Famatina está afectando o no a los seres humanos, sino un cambio del eje. Es decir, tenemos derecho a explotar las montañas, tenemos derecho a explotar minerales, pero hasta qué punto tenemos derecho a perforar una montaña. La montaña también es un ser y es un ser con el que convivimos. Convivimos con la montaña, convivimos con los animales, convivimos con los vegetales y sin ellos no podríamos vivir tampoco; de modo que no somos los reyes de la naturaleza, no somos los administradores arbitrarios de la naturaleza, sino que vivimos en la naturaleza. Ese es el planteo fundamental. La naturaleza no es para nosotros, sino que nosotros estamos en la naturaleza y eso nos impone deberes.
–Muchos de los temas que son vitales para una nación como la Argentina son el petróleo, la soja…
–Suele decirse que la tecnología y el avance destructivo van a destruir la vida del planeta. Pero no, lo que estamos destruyendo son las condiciones de habitabilidad humana del planeta. Si dentro de la naturaleza desequilibramos de tal forma que nos convertimos en un cáncer de la naturaleza, el planeta va a estornudar y nos va a ir sacando de encima a nosotros.
–Los que habitualmente llamamos temas medio ambientales son tocados por usted con mucho compromiso. Hace unos años, cuando hicimos con Miriam Lewin el documental sobre el Riachuelo, tuve el gusto de comenzar la película dialogando con usted. ¿Qué está pasando hoy con el Riachuelo?
–Me parece que en este momento la administración nacional está actuando más seriamente, se va avanzando, no con la celeridad que me gustaría, quizás. Tal vez haya inconvenientes, no es sencillo, sé que hay que combinar intereses que son bastante dispares pero de cualquier manera veo que se está actuando. Lo importante en esto, después de tantos, tantos y tantos años de abandono, es que lo que se haga no se interrumpa, que sigamos adelante. Sigamos, insisto, no a la velocidad que me gustaría, pero de cualquier manera que se siga adelante.
–Cuando uno piensa en esta decisión de la Corte de involucrase directamente en un tema clave como el Riachuelo, uno se pregunta si como organismo máximo de Justicia de la Nación puede hacer lo propio con otros temas de la agenda pública.
–Podríamos hacerlo pero con la suficiente prudencia como para no interferir en la acción de otros poderes. Lo que no puede hacer ninguno de los otros poderes es no hacer nada cuando hay una demanda y un derecho lesionado. Ahí sí lo que le podemos exigir es que haga algo dentro del abanico de lo que es opinable en cuanto a las medidas políticas concretas. Es decir, ese es el límite en que nosotros podemos intervenir. El resto, ya sea la determinación de las medidas concretas, la discusión acerca de las medidas concretas, es una cuestión de la competencia de los otros poderes del Estado. En el caso del Riachuelo intervenimos porque no se hacía nada y había que hacer algo. Hoy podemos estar de acuerdo, no estar de acuerdo, criticar, etc., pero lo importante es hacer algo. Todo lo que es opinable en el abanico de posibilidades de medidas concretas, alguna tienen que hacer.
–Usted fue uno de los convencionales en el año 94 cuando se reformó la Constitución. Acá la prensa opositora, como se dice habitualmente, ha tomado algún diálogo que tuvieron personas cercanas a la Presidenta para hablar de la re–re–re. Al respecto, usted tiene una postura que en la Argentina está muy poco tomada que es el papel del parlamentarismo.
–Sí, efectivamente, hace muchos años que vengo sosteniendo eso. Creo que un ejecutivo que sale del Congreso, que sale del Parlamento, es un ejecutivo más fuerte que el presidencialista que está sometido a más controles. Por otra parte, que tiene más visibilidad y que es más estable y que en caso de crisis es posible reemplazarlo de una manera mucho menos traumática que en un sistema presidencialista.
–Y para eso se necesitan partidos políticos más fuertes de los que tenemos, se necesitan medios de comunicación…
–Eso es un poco lo del huevo o la gallina. Partidos más fuertes creo que los crea el propio parlamentarismo por su misma dinámica. Cuando es necesario tener una mayoría para gobernar se facilitan las alianzas y si las alianzas tienen cierta coherencia mínima, ideológica, no pretendo una coherencia dogmática, una radicalización dogmática, pero sí cierta mínima coherencia ideológica, una coalición de centro derecha, una coalición de centro izquierda, eso tiende a ser una fuerza política con el correr de los años. Es decir, creo que el propio sistema parlamentario fortalece a los partidos. Y si vamos a esperar tener partidos fuertes para hacer el sistema parlamentario, no lo vamos a poder hacer nunca. Y lo más grave del caso es que creo que en un sistema presidencialista donde está cruzado el sistema electoral proporcional con el presidencialismo, el sistema electoral proporcional es un sistema propio de los parlamentarismos, creo que ahí hay una incoherencia en el sistema que tiende a debilitar los partidos políticos y tiende a pulverizarlos.
–No puedo dejar de mencionarle mi sorpresa con algo que anunció en una entrevista en la revista Newsweek: usted asumió en 2003 y como miembro de la Corte está pensando en terminar un ciclo, a lo mejor dentro de un año, cuando se cumplan diez años en la función. ¿Qué significa de bueno para los argentinos que el Dr. Eugenio Zaffaroni le deje lugar a otro u otra en el máximo tribunal de justicia?
–Republicanamente yo no soy muy partidario de la vitalicidad de los cargos. Creo que hay cargos que requieren un mandato largo, mandato que no coincida con los mandatos políticos efectivamente, pero que en determinado momento hay que renovarlo. Y por otra parte, creo que si a alguien le ha gustado más o menos lo que he hecho, no está tan mal después de todo, sería bueno que me dedique a reproducirlo, a fabricar pichones. Es decir, volver a la universidad.
–Me parece extraordinario y tiene mucho que ver con esto que usted decía del huevo o la gallina, porque la vitalización o la permanencia eterna impiden que uno ocupe otros lugares y de buenos ejemplos.
–Sí. Por otra parte, la vitalicidad es una característica monárquica no republicana, entonces la vitalicidad en una república es excepcional. Creo que vitalicios sólo son los cargos que la Constitución establece como tales. Pero de cualquier manera como actitud personal creo que en algún momento, después de ya unos cuantos años, tendría que irme.
–Actualmente hablamos de petróleo, de minería, y creo que este libro nos ilumina en muchísimas cosas. Me gustaría que explicara un poco qué es esto de las constituciones antropocéntricas.
–En los últimos cien años, América latina ha dado al constitucionalismo mundial, fundamentalmente el constitucionalismo social, la ampliación de los derechos individuales a derechos sociales, que se hizo en la carta de Querétaro en la constitución mexicana de 1917. Y ahora en esta primera década del siglo XXI nos sorprenden dos constituciones: la de Bolivia y la del Ecuador con el reconocimiento de la personería a la naturaleza. Es decir, la invocación de la Pachamama que hacen las dos constituciones se traduce después normativamente en reconocerle a la naturaleza la condición de persona jurídica, lo cual es una ampliación de la subjetividad constitucional. Esta es una discusión muy interesante que abre en el constitucionalismo mundial una nueva etapa. Hasta ahora, se consideraba a la naturaleza cosas, cosas en el mismo nivel que las cosas del derecho civil. Hoy en día, en estas constituciones se le reconoce personería, tenemos que comenzar a trabajar jurídicamente sobre esta línea que propone el respeto a la dignidad de la naturaleza. No se trata de colocar los seres no humanos en el mismo nivel de derecho de los seres humanos, pero la circunstancia de que sean diferentes no significa que se le tengan que desconocer derechos y se pueda hacer cualquier cosa con ellos.
–Estaba pensando en Famatina en lo que vimos los que no estamos allá. ¿Qué piensa usted sobre lo que pasa en Famatina?
–He pensado que se abre un debate de decir, pero no es el debate de decir Famatina está afectando o no a los seres humanos, sino un cambio del eje. Es decir, tenemos derecho a explotar las montañas, tenemos derecho a explotar minerales, pero hasta qué punto tenemos derecho a perforar una montaña. La montaña también es un ser y es un ser con el que convivimos. Convivimos con la montaña, convivimos con los animales, convivimos con los vegetales y sin ellos no podríamos vivir tampoco; de modo que no somos los reyes de la naturaleza, no somos los administradores arbitrarios de la naturaleza, sino que vivimos en la naturaleza. Ese es el planteo fundamental. La naturaleza no es para nosotros, sino que nosotros estamos en la naturaleza y eso nos impone deberes.
–Muchos de los temas que son vitales para una nación como la Argentina son el petróleo, la soja…
–Suele decirse que la tecnología y el avance destructivo van a destruir la vida del planeta. Pero no, lo que estamos destruyendo son las condiciones de habitabilidad humana del planeta. Si dentro de la naturaleza desequilibramos de tal forma que nos convertimos en un cáncer de la naturaleza, el planeta va a estornudar y nos va a ir sacando de encima a nosotros.
–Los que habitualmente llamamos temas medio ambientales son tocados por usted con mucho compromiso. Hace unos años, cuando hicimos con Miriam Lewin el documental sobre el Riachuelo, tuve el gusto de comenzar la película dialogando con usted. ¿Qué está pasando hoy con el Riachuelo?
–Me parece que en este momento la administración nacional está actuando más seriamente, se va avanzando, no con la celeridad que me gustaría, quizás. Tal vez haya inconvenientes, no es sencillo, sé que hay que combinar intereses que son bastante dispares pero de cualquier manera veo que se está actuando. Lo importante en esto, después de tantos, tantos y tantos años de abandono, es que lo que se haga no se interrumpa, que sigamos adelante. Sigamos, insisto, no a la velocidad que me gustaría, pero de cualquier manera que se siga adelante.
–Cuando uno piensa en esta decisión de la Corte de involucrase directamente en un tema clave como el Riachuelo, uno se pregunta si como organismo máximo de Justicia de la Nación puede hacer lo propio con otros temas de la agenda pública.
–Podríamos hacerlo pero con la suficiente prudencia como para no interferir en la acción de otros poderes. Lo que no puede hacer ninguno de los otros poderes es no hacer nada cuando hay una demanda y un derecho lesionado. Ahí sí lo que le podemos exigir es que haga algo dentro del abanico de lo que es opinable en cuanto a las medidas políticas concretas. Es decir, ese es el límite en que nosotros podemos intervenir. El resto, ya sea la determinación de las medidas concretas, la discusión acerca de las medidas concretas, es una cuestión de la competencia de los otros poderes del Estado. En el caso del Riachuelo intervenimos porque no se hacía nada y había que hacer algo. Hoy podemos estar de acuerdo, no estar de acuerdo, criticar, etc., pero lo importante es hacer algo. Todo lo que es opinable en el abanico de posibilidades de medidas concretas, alguna tienen que hacer.
–Usted fue uno de los convencionales en el año 94 cuando se reformó la Constitución. Acá la prensa opositora, como se dice habitualmente, ha tomado algún diálogo que tuvieron personas cercanas a la Presidenta para hablar de la re–re–re. Al respecto, usted tiene una postura que en la Argentina está muy poco tomada que es el papel del parlamentarismo.
–Sí, efectivamente, hace muchos años que vengo sosteniendo eso. Creo que un ejecutivo que sale del Congreso, que sale del Parlamento, es un ejecutivo más fuerte que el presidencialista que está sometido a más controles. Por otra parte, que tiene más visibilidad y que es más estable y que en caso de crisis es posible reemplazarlo de una manera mucho menos traumática que en un sistema presidencialista.
–Y para eso se necesitan partidos políticos más fuertes de los que tenemos, se necesitan medios de comunicación…
–Eso es un poco lo del huevo o la gallina. Partidos más fuertes creo que los crea el propio parlamentarismo por su misma dinámica. Cuando es necesario tener una mayoría para gobernar se facilitan las alianzas y si las alianzas tienen cierta coherencia mínima, ideológica, no pretendo una coherencia dogmática, una radicalización dogmática, pero sí cierta mínima coherencia ideológica, una coalición de centro derecha, una coalición de centro izquierda, eso tiende a ser una fuerza política con el correr de los años. Es decir, creo que el propio sistema parlamentario fortalece a los partidos. Y si vamos a esperar tener partidos fuertes para hacer el sistema parlamentario, no lo vamos a poder hacer nunca. Y lo más grave del caso es que creo que en un sistema presidencialista donde está cruzado el sistema electoral proporcional con el presidencialismo, el sistema electoral proporcional es un sistema propio de los parlamentarismos, creo que ahí hay una incoherencia en el sistema que tiende a debilitar los partidos políticos y tiende a pulverizarlos.
–No puedo dejar de mencionarle mi sorpresa con algo que anunció en una entrevista en la revista Newsweek: usted asumió en 2003 y como miembro de la Corte está pensando en terminar un ciclo, a lo mejor dentro de un año, cuando se cumplan diez años en la función. ¿Qué significa de bueno para los argentinos que el Dr. Eugenio Zaffaroni le deje lugar a otro u otra en el máximo tribunal de justicia?
–Republicanamente yo no soy muy partidario de la vitalicidad de los cargos. Creo que hay cargos que requieren un mandato largo, mandato que no coincida con los mandatos políticos efectivamente, pero que en determinado momento hay que renovarlo. Y por otra parte, creo que si a alguien le ha gustado más o menos lo que he hecho, no está tan mal después de todo, sería bueno que me dedique a reproducirlo, a fabricar pichones. Es decir, volver a la universidad.
–Me parece extraordinario y tiene mucho que ver con esto que usted decía del huevo o la gallina, porque la vitalización o la permanencia eterna impiden que uno ocupe otros lugares y de buenos ejemplos.
–Sí. Por otra parte, la vitalicidad es una característica monárquica no republicana, entonces la vitalicidad en una república es excepcional. Creo que vitalicios sólo son los cargos que la Constitución establece como tales. Pero de cualquier manera como actitud personal creo que en algún momento, después de ya unos cuantos años, tendría que irme.
EL LIBRO
Título:
La Pachamamay el humano
La Pachamamay el humano
Autor:
Eugenio Zaffaroni
Editorial:Eugenio Zaffaroni
Colihue
Fuente: Miradas al Sur
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