Gabriel Boric, el nuevo rostro del movimiento estudiantil chileno que durante el 2011 mantuvo paralizadas la mayoría de las universidades con el reclamo de una educación gratuita conversó con Página/12 sobre los desafíos que tiene por delante.
Por Mercedes López San Miguel
Saluda de pie en una de las habitaciones de La Morada, como se llama el lugar de la entrevista que escogió el sucesor de “la Camila”, Gabriel Boric. Una casa antigua en donde funciona la Corporación de Desarrollo de la Mujer. “La Camila” es Camila Vallejo, icono del movimiento estudiantil chileno, quien perdió la elección en la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) a fines del año pasado ante este joven de cara aniñada y baja estatura. Boric se impuso con la lista de Izquierda Autónoma por 189 votos de ventaja sobre una participación record de 14 mil estudiantes. El joven mantiene sus diferencias con ella, específicamente le critica su militancia en el Partido Comunista. Y la chica bonita dijo en un entrevista que le regalaría a Boric un poquito más de humildad.
El nuevo líder estudiantil, de 26 años, es magallánico, oriundo de la Patagonia chilena. Cuando estaba en el colegio secundario se dio cuenta de que esa institución “era una burbuja” porque no representaba las contracciones de la sociedad. Boric empezó a buscar cambiar las cosas participando en el centro de estudiantes de su colegio. Luego se fue a Santiago a estudiar Derecho en la Universidad de Chile. Hoy es el nuevo rostro del movimiento estudiantil chileno, que durante el 2011 mantuvo paralizadas la mayoría de las 25 principales universidades con el reclamo de una educación gratuita. Boric conversó con Página/12 sobre los desafíos que tienen por delante los estudiantes y se mostró escéptico de que pueda haber un cambio radical con un gobierno de derecha como el actual.
–Tras quince meses de movilizaciones, pareciera que no alcanza con sólo protestar. Si ustedes se acercan a los políticos temen contaminarse. ¿Cómo se resuelve esta encrucijada?
–Es un punto clave. Nosotros, el año pasado, sacamos cientos de miles de personas a las calles. La sociedad casi entera estuvo con nosotros, teníamos altísimos índices de apoyo. Nuestras figuras públicas, la Camila y el Giorgio (Jackson) eran queridos por todo el mundo. Salir con la Camila a la calle el año pasado era imposible, todos querían sacarse una foto con ella. Los políticos estaban en su nivel más bajo de desprestigio y el gobierno de Sebastián Piñera llegó a tener un 27 por ciento de aprobación, mientras que el Parlamento un 17 por ciento... nadie los quería. Sin embargo no cambió nada.
–¿Por qué?
–La institucionalidad chilena no fue capaz de procesar el descontento social que existía y la clase política apostó al desgaste del movimiento estudiantil. Este año nosotros tomamos dos caminos: uno, tratar de profundizar la politización del movimiento y dos, generar propuestas más claras. El 2011 fue el año de las grandes consignas; este año es el de la bajada concreta de un documento con las medidas que proponemos y el fortalecimiento de la unidad de los secundarios y universitarios. También apostamos a buscar espacios de diálogo con la clase política. Fuimos reiteradamente al Parlamento durante el primer semestre, expusimos nuestra propuesta, le enviamos una carta a cada uno de los legisladores y al presidente Piñera. No hemos encontrado eco dentro de la institucionalidad. Ante eso nos hacemos la misma pregunta que haces tú: ¿qué nos queda?
–Entonces, ¿que les queda?
–Este segundo semestre va a ser de movilizaciones y nuestra apuesta será proyectar que de este movimiento estudiantil surjan alternativas políticas que sean capaces de representarnos en el futuro. El conflicto educacional no se va a cerrar ahora. Creemos que podemos avanzar en ciertos logros concretos, como un aumento en el aporte a las universidades del Estado, una derogación de leyes que impiden la organización de los estudiantes en los liceos; podremos avanzar hacia algún tipo de desmunicipalización. Pero lograr los cambios profundos que queremos... no los vamos a lograr con un gobierno de derecha, tampoco con uno de la Concertación. Tenemos que votar nuestra propia representación y esa tarea es de largo plazo. Puede sonar decepcionante decir que no vamos a lograr todo ahora, pero refleja la madurez del movimiento de entender que los cambios no se logran de la noche a la mañana y que tenemos que generar las condiciones políticas para que sucedan. Incluso con la connivencia de algunos sectores de la Concertación se pueden dar estos pequeños avances.
–Pero tanto la derecha como la Concertación son los que terminan gobernando. ¿Cuánto tendrán que esperar?
–Yo no digo que ese cambio radical va a suceder en el 2013. Seguramente Michelle Bachelet va a ganar las elecciones. Ella representa un tapón de contención a la posibilidad de constituir un nuevo movimiento de izquierda, una alternativa popular de izquierda en Chile.
–¿Planteás que es lo mismo un gobierno conservador que de la Concertación?
–Para la gran mayoría del movimiento estudiantil en Chile, hay dos derechas: la de Piñera y la de la Concertación. Bachelet representa todas las políticas que la Concertación impulsó durante veinte años: administró y profundizó un sistema político, económico y social de corte neoliberal que era heredado de la dictadura. No podemos medirnos en tiempos de elecciones.
–¿Quieren crear partidos?
–Sí, eventualmente. Giorgio Jackson creó Revolución Democrática.
–Camila Vallejo forma parte del Partido Comunista...
–Soy muy crítico del PC porque en la práctica pacta con la Concertación. Yo no milito en un partido. Presenté mi candidatura por Izquierda Autónoma, que es marginal, parte de la corriente autonomista. Se va a requerir de mucho liderazgo para superar la fragmentación de la izquierda. Acá en Chile tenemos miles de movimientos que cada uno dice tener la verdad. A la hora de enfrentarnos con los verdaderos enemigos terminamos divididos.
–El ex candidato presidencial Marco Enríquez Ominami no está de acuerdo con la gratuidad total de la educación y sí está a favor de una reforma tributaria. ¿Su postura es más afín al movimiento?
–No. La demanda de educación gratuita no implica que no se pague. La pregunta es quién paga y cómo se financia. La educación tiene que ser gratuita para todos, hasta para el hombre más rico de Chile. La tiene que pagar el Estado mediante una reforma tributaria. El proyecto de reforma tributaria que ahora se debate en el Congreso es un ajuste. Todas las propuestas que impulsó este gobierno van en contra de lo que plantea el movimiento estudiantil.
Fuente: Pagina/12
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