Entrevista: Pep Gatell, director artístico de La Fura Dels Baus. La compañía catalana está presentando Degustación de Titus Andrónicus, la primera y más oscura tragedia de William Shakespeare, donde fusionan texto, imagen y cocina en vivo.
La compañía catalana La Fura dels Baus existe desde fines de los años ’70. A través de las décadas, los espectáculos fueron mutando hasta incorporar, con el correr del tiempo, la mayor cantidad de disciplinas del arte. Su obra Degustación de Titus Andronicus es una adaptación a la primera tragedia que escribió Shakespeare. El espectáculo es de 2010, y fue presentado en gran parte de España. Has “Estamos acostumbrados a armar un espectáculo para 800, 1.200 personas como máximo –cuenta Pep Gatell, director artístico de la compañía–, para no perder intensidad. Incluso la aromática que tiene el espectáculo. Todo el espectáculo es de parados, toda la gente está compartiendo el espacio escénico, como si invitáramos al escenario a todo el público, una manera de decir ‘pasa todo aquí’.”
–¿Cómo arrancó esta gira?
–La situación que se vive en España y en toda Europa no nos bajó la energía, porque eso al estar trabajando no pasa. Pero estamos a medio gas. Normalmente, hubiéramos hecho el doble de presentaciones, pero la crisis sí ha hecho que muchos festivales no se hagan, o se hayan postergado o desaparecido. No hay presupuestos, aunque se pueda hacer, se tiene que bajar mucho el caché de lo que se hace, y hay muchos grupos que, directamente, han dicho que no, al ser tanta gente en escena.
–Con esos condicionantes, ¿cómo idearon esta nueva puesta en escena?
–Hemos tenido dos retos nuevos: uno, hablar en lenguaje furero explicando una historia. Ahora tenemos texto, porque siempre la sugerencia visual la puedes interpretar como tu quieras; aquí no. Y nosotros queríamos juntar la gastronomía al teatro. Nos interesaba mucho esa idea, no habíamos incluido nunca el quinto sentido, que es darle de comer a la gente. Es un acto de fe eso de que venga alguien y te dé de comer. Nosotros tenemos un currículum muy malo para hacer esto porque pensábamos en hígado, pulmones; siempre hemos tirado esto abajo, y la gente ya no se imaginaba comer con nosotros. Entonces, dijimos: tenemos que juntarnos con un gastrónomo bueno para que a la gente le dé gusto. Esta es una de las primeras cosas que queríamos hacer, pero que estuviera metido en el teatro de manera natural. Entonces, Shakespeare nos sirvió en bandeja su Titus Andronicus, que tenía un final en donde hay un banquete caníbal; más que nada, por eso lo elegimos. Además, tiene una arquitectura dramática particularmente buena. Fuimos a hablar con el gastrónomo y le explicamos más o menos cómo queríamos adaptar todo esto. Nosotros ya teníamos solucionado el tema video, actores, puesta en escena, banda sonora. Lo único que no sabíamos era cómo funcionaba el mundo de la cocina, cómo preparar los platos. Y no sólo la puesta en escena, sino la logística que esto lleva, la sanidad. Estas personas que cocinan no sólo dan de comer, sino que se plantean más cosas, como crear momentos especiales en la vida de alguien. Hay todo un proceso, antes de llegar a un plato, que no vemos, o sea, es más que te pongan algo, te lo comas y punto.
–Y llegaron a plasmar esa ceremonia...
–Lo más interesante es todo el proceso antes de llegar al plato. Nos entendimos muy bien con lo que queríamos hacer. Pero lo más dificultoso no era hacer el plato, eso los cocineros lo tenían en claro cuando les explicamos la obra. La dificultad que llevaba era la medida que tenían que poner, qué nivel tenían que tener dentro de este compendio de disciplinas, eso ha sido lo más difícil: saber hasta qué punto llegar. Y hemos decidido en esta primera vez que sea bastante sutil, pero siempre nos hemos organizado así. Nos pasó con el video también, y ahora las pantallas están en su justa medida, rodeando todo el espectáculo. Tenemos 75 metros de imagen, y durante una hora y medio no paran. Una de las cosas que nos encantaron es que al tener una cocina trabajando durante una hora y media genera una actividad constante y produce una serie de olores que no habíamos pensado: una cebolla cuando la empiezas a cocinar tiene un aroma, en la mitad otro. Por eso pensamos que los olores en lo dramático pueden ir a favor o en contra, entonces jugamos con eso.
–¿Qué complicaciones tuvieron?
–Apareció un problema importante: en una parte del espectáculo hay personas del público que se desmayan. Algunos han considerado que hay una escena muy fuerte, ¡pero vamos! Vemos cosas peores todos los días en todos lados, mutilaciones en televisión. Estamos muy acostumbrados como para que haya gente desmayada. Por eso, no entendíamos qué pasaba, incluso hablamos con médicos, les contamos la historia, y preguntamos por qué se nos desmayaban siempre en ese acto. Resulta que hay una escena que te cierra el estómago, y es cuando aparece una mujer mutilada mientras al mismo tiempo están cocinando algodón de azúcar. Esa golosina despierta la memoria de fiesta, de estar con papá, de niñez, y te transporta directamente a ese momento, aunque no quieras. Es un rompimiento interno muy sutil, que no se nota por fuera, sino por dentro. Hemos trabajado con los olores y ahora queremos seguir con otras sensaciones, queremos seguir trabajando en esas contradicciones. Los olores son geniales, recuerdas muchas cosas a través del olor: la casa de un amigo que olía de tal manera, el aula del cole, tu comida preferida.
–¿Cuál fue el mayor desafío?
–El texto. Sin texto se pueden crear escenas pero el que lo ve puede elucubrar de acuerdo al estado de ánimo que tenga. En cambio, aquí queríamos que la gente siguiera el hilo de la tragedia, con sugerencias visuales para que se entendiera, pero que el lenguaje corporal solo no decía. Por eso, tuvimos que escoger una serie de versos que pudiera seguir el hilo del relato. Si no entiendes, vas perdiendo el interés. Entonces hicimos esta guía de texto, que nos ha desacelerado la rapidez de las acciones pero, por otro lado, creó una conexión para poder explicar una cosa y que la gente la vaya entendiendo. Los actores no son de texto, algunos han hecho algunas cosas, sí, pero en general fue la primera vez. Además, necesitábamos una serie de actores que sepan andar en cochecitos a motor, que sepan manejar para pasar entre la gente. Agrupamos personas de todas las edades, se van renovando, la sangre nueva siempre es bienvenida, no sólo en actores, sino en iluminadores, sonidistas.
–¿Es una manera de decir que La Fura va mutando?
–La Fura se recicla a sí misma. Creo que nuestra curiosidad de meternos en diferentes disciplinas es muy importante, provoca que nos contaminemos. Invitamos a mucha gente a que nos acompañe, y es muy rico. Siempre definimos que el teatro es un sacramento entre los actores y el público, y si puedes tenerlos más cerca, mejor. Y si puedes tocarlos, mirarlos, mejor. Es por eso que el espectáculo está pensado así. Es más allá del cine, más allá del museo. En cualquier lugar común hay sillas, y al final estás viendo un espectáculo en dos dimensiones. Nuestros espectáculos siempre son en 3D, reales. Es decir: tu puedes elegir si ver el culo de la actriz, o por delante a los actores, de lado, si aprovechas puedes ver al público y a los actores juntos desde afuera, ver todo en primer plano. Celebramos esta otra dinámica del espectador.
–¿Cómo arrancó esta gira?
–La situación que se vive en España y en toda Europa no nos bajó la energía, porque eso al estar trabajando no pasa. Pero estamos a medio gas. Normalmente, hubiéramos hecho el doble de presentaciones, pero la crisis sí ha hecho que muchos festivales no se hagan, o se hayan postergado o desaparecido. No hay presupuestos, aunque se pueda hacer, se tiene que bajar mucho el caché de lo que se hace, y hay muchos grupos que, directamente, han dicho que no, al ser tanta gente en escena.
–Con esos condicionantes, ¿cómo idearon esta nueva puesta en escena?
–Hemos tenido dos retos nuevos: uno, hablar en lenguaje furero explicando una historia. Ahora tenemos texto, porque siempre la sugerencia visual la puedes interpretar como tu quieras; aquí no. Y nosotros queríamos juntar la gastronomía al teatro. Nos interesaba mucho esa idea, no habíamos incluido nunca el quinto sentido, que es darle de comer a la gente. Es un acto de fe eso de que venga alguien y te dé de comer. Nosotros tenemos un currículum muy malo para hacer esto porque pensábamos en hígado, pulmones; siempre hemos tirado esto abajo, y la gente ya no se imaginaba comer con nosotros. Entonces, dijimos: tenemos que juntarnos con un gastrónomo bueno para que a la gente le dé gusto. Esta es una de las primeras cosas que queríamos hacer, pero que estuviera metido en el teatro de manera natural. Entonces, Shakespeare nos sirvió en bandeja su Titus Andronicus, que tenía un final en donde hay un banquete caníbal; más que nada, por eso lo elegimos. Además, tiene una arquitectura dramática particularmente buena. Fuimos a hablar con el gastrónomo y le explicamos más o menos cómo queríamos adaptar todo esto. Nosotros ya teníamos solucionado el tema video, actores, puesta en escena, banda sonora. Lo único que no sabíamos era cómo funcionaba el mundo de la cocina, cómo preparar los platos. Y no sólo la puesta en escena, sino la logística que esto lleva, la sanidad. Estas personas que cocinan no sólo dan de comer, sino que se plantean más cosas, como crear momentos especiales en la vida de alguien. Hay todo un proceso, antes de llegar a un plato, que no vemos, o sea, es más que te pongan algo, te lo comas y punto.
–Y llegaron a plasmar esa ceremonia...
–Lo más interesante es todo el proceso antes de llegar al plato. Nos entendimos muy bien con lo que queríamos hacer. Pero lo más dificultoso no era hacer el plato, eso los cocineros lo tenían en claro cuando les explicamos la obra. La dificultad que llevaba era la medida que tenían que poner, qué nivel tenían que tener dentro de este compendio de disciplinas, eso ha sido lo más difícil: saber hasta qué punto llegar. Y hemos decidido en esta primera vez que sea bastante sutil, pero siempre nos hemos organizado así. Nos pasó con el video también, y ahora las pantallas están en su justa medida, rodeando todo el espectáculo. Tenemos 75 metros de imagen, y durante una hora y medio no paran. Una de las cosas que nos encantaron es que al tener una cocina trabajando durante una hora y media genera una actividad constante y produce una serie de olores que no habíamos pensado: una cebolla cuando la empiezas a cocinar tiene un aroma, en la mitad otro. Por eso pensamos que los olores en lo dramático pueden ir a favor o en contra, entonces jugamos con eso.
–¿Qué complicaciones tuvieron?
–Apareció un problema importante: en una parte del espectáculo hay personas del público que se desmayan. Algunos han considerado que hay una escena muy fuerte, ¡pero vamos! Vemos cosas peores todos los días en todos lados, mutilaciones en televisión. Estamos muy acostumbrados como para que haya gente desmayada. Por eso, no entendíamos qué pasaba, incluso hablamos con médicos, les contamos la historia, y preguntamos por qué se nos desmayaban siempre en ese acto. Resulta que hay una escena que te cierra el estómago, y es cuando aparece una mujer mutilada mientras al mismo tiempo están cocinando algodón de azúcar. Esa golosina despierta la memoria de fiesta, de estar con papá, de niñez, y te transporta directamente a ese momento, aunque no quieras. Es un rompimiento interno muy sutil, que no se nota por fuera, sino por dentro. Hemos trabajado con los olores y ahora queremos seguir con otras sensaciones, queremos seguir trabajando en esas contradicciones. Los olores son geniales, recuerdas muchas cosas a través del olor: la casa de un amigo que olía de tal manera, el aula del cole, tu comida preferida.
–¿Cuál fue el mayor desafío?
–El texto. Sin texto se pueden crear escenas pero el que lo ve puede elucubrar de acuerdo al estado de ánimo que tenga. En cambio, aquí queríamos que la gente siguiera el hilo de la tragedia, con sugerencias visuales para que se entendiera, pero que el lenguaje corporal solo no decía. Por eso, tuvimos que escoger una serie de versos que pudiera seguir el hilo del relato. Si no entiendes, vas perdiendo el interés. Entonces hicimos esta guía de texto, que nos ha desacelerado la rapidez de las acciones pero, por otro lado, creó una conexión para poder explicar una cosa y que la gente la vaya entendiendo. Los actores no son de texto, algunos han hecho algunas cosas, sí, pero en general fue la primera vez. Además, necesitábamos una serie de actores que sepan andar en cochecitos a motor, que sepan manejar para pasar entre la gente. Agrupamos personas de todas las edades, se van renovando, la sangre nueva siempre es bienvenida, no sólo en actores, sino en iluminadores, sonidistas.
–¿Es una manera de decir que La Fura va mutando?
–La Fura se recicla a sí misma. Creo que nuestra curiosidad de meternos en diferentes disciplinas es muy importante, provoca que nos contaminemos. Invitamos a mucha gente a que nos acompañe, y es muy rico. Siempre definimos que el teatro es un sacramento entre los actores y el público, y si puedes tenerlos más cerca, mejor. Y si puedes tocarlos, mirarlos, mejor. Es por eso que el espectáculo está pensado así. Es más allá del cine, más allá del museo. En cualquier lugar común hay sillas, y al final estás viendo un espectáculo en dos dimensiones. Nuestros espectáculos siempre son en 3D, reales. Es decir: tu puedes elegir si ver el culo de la actriz, o por delante a los actores, de lado, si aprovechas puedes ver al público y a los actores juntos desde afuera, ver todo en primer plano. Celebramos esta otra dinámica del espectador.
• Cocinando con Shakespeare
La acción, la imagen, la música y el espacio escénico compartido con el público es una breve síntesis del lenguaje furero. De la venganza al perdón, del amor al odio y del bien al mal; esa es la velocidad que muestra Degustación de Titus Andronicus. Es difícil explicar lo que se vive en esa puesta en escena, porque todos los sentidos están alertas durante la hora y media que dura el espectáculo. Entonces, todo el que vaya a participar –y de eso se trata– de Degustación... deberá despojarse de los prejuicios.
La historia se desarrolla durante los últimos días del Imperio Romano y cuenta la tragedia de Titus, un general del ejército que vuelve de la guerra contra los godos y se encuentra en medio de luchas de poder, amores, intrigas de palacio y asesinatos que lo involucran.
Hacer recordar a través de la comida es la premisa, y la línea que marcará de principio a fin esta puesta en escena: desde caramelos y especias a torrejas y pollo relleno como banquete final.
El espacio único compartido por un público de pie deja a elección que cualquiera pueda transitar la sala junto a los artistas; el lenguaje prioriza tanto el texto como las imágenes, la escenografía incluye plataformas móviles, pantallas gigantes que proyectan escenarios reales y simbólicos, y dos cocineros que interactúan con el drama mientras preparan el banquete final, al que convidarán a 28 personas del público. El chef Andoni Luis Adúriz, del restaurante vasco Mugaritz –considerado uno de los mejores del mundo– cocina diversos platos inspirados en recetas de la antigua Roma. Todo el espacio es olor. “En el caso de los aromas –dice Gatell–, actúan de una forma muy subliminal. Con la música te podés tapar los oídos si no te gusta, y con las imágenes podés taparte los ojos para no verlas, pero con los olores siempre se llega tarde.” El desenlace es la tragedia, que “sucede a nuestro alrededor pero seguimos comiendo. Buen provecho”, se despiden.
La acción, la imagen, la música y el espacio escénico compartido con el público es una breve síntesis del lenguaje furero. De la venganza al perdón, del amor al odio y del bien al mal; esa es la velocidad que muestra Degustación de Titus Andronicus. Es difícil explicar lo que se vive en esa puesta en escena, porque todos los sentidos están alertas durante la hora y media que dura el espectáculo. Entonces, todo el que vaya a participar –y de eso se trata– de Degustación... deberá despojarse de los prejuicios.
La historia se desarrolla durante los últimos días del Imperio Romano y cuenta la tragedia de Titus, un general del ejército que vuelve de la guerra contra los godos y se encuentra en medio de luchas de poder, amores, intrigas de palacio y asesinatos que lo involucran.
Hacer recordar a través de la comida es la premisa, y la línea que marcará de principio a fin esta puesta en escena: desde caramelos y especias a torrejas y pollo relleno como banquete final.
El espacio único compartido por un público de pie deja a elección que cualquiera pueda transitar la sala junto a los artistas; el lenguaje prioriza tanto el texto como las imágenes, la escenografía incluye plataformas móviles, pantallas gigantes que proyectan escenarios reales y simbólicos, y dos cocineros que interactúan con el drama mientras preparan el banquete final, al que convidarán a 28 personas del público. El chef Andoni Luis Adúriz, del restaurante vasco Mugaritz –considerado uno de los mejores del mundo– cocina diversos platos inspirados en recetas de la antigua Roma. Todo el espacio es olor. “En el caso de los aromas –dice Gatell–, actúan de una forma muy subliminal. Con la música te podés tapar los oídos si no te gusta, y con las imágenes podés taparte los ojos para no verlas, pero con los olores siempre se llega tarde.” El desenlace es la tragedia, que “sucede a nuestro alrededor pero seguimos comiendo. Buen provecho”, se despiden.
Fuente: Miradas al Sur
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