Cómo viven los jóvenes ABC 1 la experiencia de irse a vivir solos. Cómo viven los jóvenes ABC 1 la experiencia de irse a vivir solos.
Por Deborah Maniowicz
Después de vivir 26 años con su familia, Iván decidió que ya era tiempo de independizarse. Eso sí: no estaba dispuesto a perder el nivel de confort que tenía garantizado en la casa de sus padres. El dinero no era un impedimento: tenía algunos ahorros y papá y mamá estaban dispuestos a ayudarlo con lo que hiciera falta. Contrató una empresa de mudanzas para que se ocupara de todo el trabajo, desde sacar la ropa del placard hasta colocar papel higiénico en el nuevo hogar, un chef que le cocinara a su antojo y un servicio de tintorería puerta a puerta. Recién después de tener asegurados los tres servicios, se decidió y dio el “gran paso”. “Creemos que llegar al nuevo lugar y tener la sorpresa de encontrarse con todo resuelto y ordenado, es algo inigualable”. Con esa frase se presentan Pilar Santucci y Carolina Delger, madre e hija, impulsoras de Mi Home Planners, una empresa de mudanzas premium que promete “reorganizarte la vida en tan sólo un par de días”. La firma nació en 2004 y ya llevan realizadas más de 450 mudanzas.La propuesta es tan tentadora como costosa: arranca en cinco mil pesos y no tiene techo. “El cliente nos deja la llave de su actual vivienda y de su nuevo hogar, y nosotras nos encargamos de todo: sacamos las luces, las cortinas, los libros y la ropa, y hasta separamos las prendas por color en el nuevo vestidor. La idea es que la persona pueda irse a dormir sin la necesidad de ordenar nada”, resume Delger. Pero no se quedan en esa idea y van por más: “Al llegar a casa tenía un incienso prendido, unas flores decorando la mesa, la ropa ordenada por color en el ropero, mis fotos colgadas en las paredes, la cama con las sábanas puestas, papel higiénico en el baño y la heladera llena”, cuenta Sol, una joven de 28 años que se alejó de la casa paterna hace un par de meses.Para la licenciada Adriana Guraieb, miembro de la Asociación de Psicoanálisis Internacional (API), el hecho de tener todos esos servicios a disposición dificulta el camino a la autonomía. “La madurez es un proceso que se va adquiriendo a lo largo de las experiencias personales. Es imposible madurar con experiencias ajenas. En el proceso de irse a vivir solo hay que atravesar carencias y alegrías. Es cierto que el mercado laboral y la devaluación de los sueldos hacen que los padres, necesariamente, tengan que ayudar a sus hijos en el alquiler, o en comprar una casa, pero es el joven quien debe afrontar los quehaceres domésticos. En estos chicos, el confort parece ser más importante que la autonomía. Si las cosas le vienen facilitadas, no las valoran de la misma forma que si tienen que conseguirlas por sí mismos”, explica Guraieb, aunque aclara que en el caso de que el joven se pague los gastos “la cosa cambia, ya que es él quien prioriza dónde invertir el dinero que obtiene trabajando”.Tal es el caso de Galo, de 28 años, que dejó la casa de sus padres en Martínez para irse a vivir solo a Palermo: “Desde hacía mucho tiempo tenía ganas de mudarme. Trabajaba y tenía los medios para hacerlo, pero por una cuestión de tiempo venía relegando el tema. Aparte, no quería hacerme cargo de nada. Contraté el servicio de mudanza y le pedí a mi mamá que les indicara qué debían llevar. A la noche, cuando llegué al departamento, estaba todo impecable. Incluso me dejaron unos chocolates en la mesa de luz para darme la bienvenida. Fueron los cuatro mil pesos mejor invertidos de mi vida. En el día a día, con la ayuda de una persona que viene dos veces por semana a limpiar, me manejo bien, pero no hubiera podido mudarme yo solo”.La realidad en la que se mueven Galo o Sol dista mucho de la del argentino medio, que aplaza la decisión de dejar el nido familiar por una cuestión económica y afila el lápiz para llegar a fin de mes. La diferencia en los precios también es notoria: los alquileres de dos ambientes, sencillos y con una antigüedad media, en la ciudad de Buenos Aires, rondan los 2.000 pesos, con expensas incluidas. En cambio, el importe a pagar mensualmente para departamentos de iguales dimensiones, a estrenar y en los principales barrios porteños, arranca en 3.000.Otra de las comodidades a las que acceden estos jóvenes ABC 1 es el servicio de “lavandería a domicilio”: retiran la ropa sucia del departamento y la devuelven, perfectamente doblada y perfumada, en menos de 24 horas. Si bien el servicio puerta a puerta es sin cargo, y el importe sólo depende de la cantidad de ropa (26 pesos cada canasto), la empresa que realiza el servicio –LavaYa– sólo cubre un radio de diez cuadras y está ubicada en Palermo, Recoleta y Martínez, tres de las zonas más costosas de Buenos Aires.Mónica Cruppi, psicóloga especialista en niños y adolescentes de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), disiente con Guraieb y explica que “el proceso de independencia está dado por el plano emocional y no físico. El hecho de no plancharse las camisas o no lavarse la ropa no implica que el chico siga siendo dependiente. La autonomía pasa por la libertad de elección, no depende del bolsillo o de los beneficios que puedas obtener por su clase social, aunque no está mal que los padres colaboren si el chico está volcado al estudio. La diferencia radica en quién contrata los servicios: si son los padres, genera dependencia”.El psicoanalista y miembro titular de APA Enrique Novelli, disiente con su colega al considerar que el dinero y el confort que facilita, influyen en la decisión de abandonar la casa paterna.Con la premisa de mantener la comodidad hogareña, la empresa de catering Punto Letra lanzó en 2009 la propuesta “freezer feliz”. “Nuestro objetivo es que el cliente pueda acceder a comida sana y casera sin la necesidad de vivir a base de delivery. Apuntamos a un público joven, que le gusta disfrutar de la comida pero no tiene tiempo de cocinar”, resume Valeria Erlich, chef e impulsora del proyecto. La propuesta comienza con una entrevista en el domicilio del interesado, en la cual se le pregunta por sus gustos y preferencias. Después, el equipo gastronómico redacta un menú de acuerdo con las indicaciones del cliente –puede ser con una base de carne, lácteo, vegetariano o celíaco–, y una vez por mes le alcanza el pedido a la casa del cliente. “Las comidas se pueden congelar, se entregan divididas en porciones y rotuladas. Todas las opciones se pueden regenerar en el microondas, aunque en el horno siempre queda más rico”, cuenta Erlich. El costo de cada plato va de 25 a 30 pesos y se puede acompañar con un postre por 5 pesos adicionales. La opción más económica, y en base a dos platos por día, arroja un total mensual de 1.500 pesos, sin postre ni bebidas.Gabriel, de 25 años, es un cliente habitual de la firma: “No tengo paciencia para cocinar y tampoco me gusta perder tiempo. Elijo desde milanesas y empanadas hasta un lomo Strogonoff o un pollo al limón. Destino más de 600 pesos mensuales al servicio, pero prefiero gastarlos así y no en comida chatarra”.Vivir inmerso en un permanente servicio de hotelería, sin resignar las comodidades del nido familiar y sin hacerse cargo de la totalidad de los quehaceres domésticos, parece estar a la orden del día en los jóvenes de los sectores sociales altos y medio altos a la hora de alcanzar la tan mentada independencia parental. Y así, hay que admitirlo, no es tan difícil.
la verdad que irse a vivir solo es muy complicado como vos contas, primero empezar a decidir vos un montón de cosas que antes estaban servidas. el tema de la cocina, la limpieza, y mas que nada el dinero que se te va en alquileres. todo empieza cuando te pones a buscar apartamentos en buenos aires. es una gran decisión y responsabilidad que hay que tener para auto mantenerse
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