domingo, 28 de febrero de 2010

COLDPLAY EN RIVER: LA VIDA EN TECHNICOLOR


La banda de Chris Martin desembarcó en el Monumental con un show festivo y lleno de golpes de efecto emocional.

Por Pablo Plotkin

Cerca del final, cuando Chris Martin se bamboleaba de felicidad como un saltimbanqui yogui del planeta de los salvados y mientras en la pantalla del fondo se sucedía una serie de imágenes chillonas de las calles de Tokio al ritmo de "Lovers in Japan", una tormenta de mariposas de papel estalló desde el mentón del escenario. Miles de maripositas de colores que caían sobre las cabezas perfumadas del campo vip y volaban alegremente hacia la mitad de la cancha, ahí donde habitualmente se planta el volante tapón, y las plateas bajas. Para ese entonces Coldplay ya había cantado "Viva la vida" y "Death Will Never Conquer". No había lugar para pensamientos oscuros. Esto era la vida en technicolor según Chris Martin y se sentía así: liviana, flotante y tornasolada como un cielo de barriletes.

La segunda visita del cuarteto inglés a Buenos Aires tuvo la escala real de su estatus. En el verano de 2007, sus shows en el Gran Rex habían sido una especie de globo de ensayo para ellos y para los privilegiados que consiguieron un ticket. De todas formas, ciertos esquemas de aquellas presentaciones teatrales se repitieron en la noche de River (¿el último show acá?). La idea de una banda móvil que genera distintos espacios emocionales en diferentes lugares del escenario, por ejemplo. Y así como en el Rex los Coldplay se apiñaban en las escaleras laterales para cantar serenatas acústicas en un tono relajado y algo jocoso, acá montaron una sucursal del stage principal en la que atacaron con la folkie "Death Will Never Conquer" (con el batero Will Champion en guitarra y voz), una linda versión de "Billie Jean" de Michael Jackson, y un estreno: "Don Quixote" (sic), un corte medio country basado en el primer viaje latinoamericano de la banda que, según contó Chris Martin, fue estimulante y revelador (y de hecho inspiró algunos guiños hispanos del álbum Viva la vida, y las guitarras criollas que usan tuneadas al estilo Frida Kahlo). En ese tramo del show, Martin, en plan director de efectos especiales, le pidió a la gente de las bandejas que levantara sus teléfonos y que hiciera "la ola". El resultado fue la primera ola lumínica coordinada de la que se tenga memoria por acá. Y un prólogo para el último tramo del concierto: un remix de "Viva la vida" para musicalizar el regreso al escenario central, la base bolichero-tribal de "Politik", "Death and All His Friends", las estrofas rompecorazones de "The Scientist" y "Life in Technicolor 2" para terminar bien arriba.

La primera vida en technicolor, eminentemente instrumental, había abierto el show con las guitarras de Jon Buckland y Martin estableciendo la tónica melódica de lo que se venía. Después de "Violet Hill", Coldplay madruga una pierna de viejos éxitos para calmar cualquier posible ansiedad ("Clocks", "In My Place" y "Yellow", de los dos primeros álbumes, Parachutes y A Rush of Blood to the Head). El grupo alterna canciones del último disco ("Cemeteries of London", "Strawberry Swing") con baladas de piano como "Fix You" y una versión despojada de "Hardest Part" ("esta va para mi papá", dijo el cantante). La versión remixada de "God Put a Smile upon Your Face" (con una coda de "Talk") termina siendo una madeja aplanada en la que la aceleración del tempo y la prepotencia de la melodía original se neutralizan e impiden cualquier contraste. La irrupción triunfal de "Viva la vida", un hit en estado de gracia, salvó las papas de la sección intermedia del show, que a partir de ahí iba a ir creciendo en sus formas y en su espíritu festivo. Los globos amarillos, las mariposas de papel, la pirotecnia, la ola luminosa y esa relectura cosmética de las grandes conquistas libertarias (la pintura de Delacroix, los uniformes filo-legionarios) funcionan como elementos visuales para algo que parece flotar todo el tiempo en el aire, en la sonrisa dibujada de Martin y en las melodías épicas de Coldplay: ¡la puta que vale la pena estar vivo!

sábado, 27 de febrero de 2010

"LOS POLICÍAS BONAERENSES LES DAN ARMAS A LOS CHICOS"


Nelly Baldano, docente de la escuela de la villa Puerta de Hierro, dice que "es un secreto a voces que son los uniformados los que reclutan pibes".


“La gente tiene mucho miedo de hablar y contar lo que sabe sobre la connivencia entre la policía y los pibes de la villa, pero ya estamos cansados de tanta impunidad”, aseguró Nelly Edith Baldano, docente de la Escuela 162 de la villa Puerta de Hierro, donde estudiaba Brian, uno de los menores detenidos por el asesinato del ingeniero Ricardo Barrenechea. Por el crimen fueron detenidos otros dos menores, Kitu y Jonatan, y permanece prófugo Chuna, a quien todos refieren como el “cerebro” de la banda.

“Es un secreto a voces que son policías los que reclutan a pibes de diferentes villas, los arman y después les liberan zonas para que puedan robar y huir sin inconvenientes”, agregó la docente en diálogo con Crítica de la Argentina.

“El viernes a las 7.20 de una Cross Fox se bajó corriendo un chico de 11 años y detrás se bajó otra persona que lo alcanzó, lo molió a palos y dejó tirado un buzo en medio de la avenida Crovara, justo frente a la escuela. Esto es un claro mensaje mafioso para la gente del barrio de que queremos vivir en paz”, relató Valdano.

“¿Cómo es posible que la policía no detenga al Chuna, que todos saben que nunca salió de la San Petesburgo y sigue operando como si nada hubiera ocurrido? Está claro que alguien lo protege”, afirmó la maestra. Y agregó: “Lamentablemente, creo que esta situación se agrava porque hay fiscales y jueces corruptos que garantizan la impunidad”.

LA HISTORIA DE BARDITO. Valdano envió una carta a este diario donde relata la historia de un menor que va a la escuela y que goza del beneficio de la protección policíaca.

“Bardito es un menor en riesgo que habita en la Villa de Puerta de Hierro de La Matanza y que fue descubierto por las cámaras de C5N. Como tantos otros que hay en nuestro país, está destruyéndose a costa del consumo de paco. Frente a la escuela, en la calle, suelen estar estacionados los automóviles de algunos docentes. El viernes 5 de diciembre, alrededor de las tres de la tarde, Bardito ingresó por el baúl de uno de los autos, tomó algo y volvió a salir corriendo. Inmediatamente salimos a la calle. Bardito ya no estaba, pero un grupo de personas que pasaba por la escuela nos comentó que les había llamado la atención lo sucedido porque el chico descendió de un patrullero, corrió hacia el auto, lo abrió, se llevó algo y volvió a subirse al vehículo policial. Otra compañera llamó al 911 para informar el hurto y narrar lo que los vecinos habían dicho. Nadie se acercó al establecimiento ni se vieron más móviles en la zona. Considero que en todos los ámbitos sociales y laborales hay personas decentes y comprometidas. Evitemos que personas corruptas de la policía capten a menores para su exclusivo beneficio personal y el perjuicio de todos los que integramos esta sociedad”.

CAMBIO
. En tanto, ayer se supo que el Ministro de Seguridad bonaerense, Carlos Stornelli, realizó cambios en cinco jefaturas distritales y siete comunales. Los cambios se realizaron en San Isidro, Lomas de Zamora, Morón, San Martín, Olavarría, Ayacucho, Benito Juárez, Gral. La Madrid, Puán, Pinamar, Balcarce y Coronel Suárez.








LA FAVELIZACIÓN ANUNCIADA


Las villas de emergencia se multiplican en la ciuidad de Buenos Aires.


“–¿Por qué durante los últimos cinco años, un período de recuperación económica, crecieron las villas?

–El boom inmobiliario que vivió Buenos Aires terminó perjudicando a las personas de menos recursos. Los más pobres no pueden acceder a un crédito y tampoco llegan a pagar un alquiler, o muchos vienen del interior, o son extranjeros y no tienen garantía en Capital. Están condenados a vivir en la informalidad de la casa tomada, de la villa, de los hoteles sociales, que cada vez son menos y más caros”.
Facundo Di Filippo, legislador de la Coalición Cívica, presidente de la Comisión de Vivienda.

“El progresismo y el conservadurismo son indistintos porque para entender las villas hay que caminarlas y si no las caminan nada podrán cambiar”.
Padre José María Di Paola (“Padre Pepe”), de la Parroquia Nuestra Señora de Caacupé, en la Villa 21-24.

“Hoy la villa es rica, es una inmobiliaria. ¿Por qué una familia tiene toda la casa rentada y vive en un sucucho? Están durmiendo hasta las seis de la tarde y tienen 20 habitaciones alquiladas a 200 pesos cada una. Fijate cuánto es”.
Norma Gutiérrez, puntera vinculada con
el PRO, en el diario Clarín.

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hay 21 villas de emergencia o asentamientos: el asentamiento Morixe, el ex AU7, el de la Reserva Ecológica, Los Piletones, Calacita, calle Zabaleta, Av. Eva, Perón la Villa Dulce y las villas 1-11-14, 3, 6, 13 bis, 15 Ciudad Oculta, 16, 17, 19, 20, 21-24, 26, 31 y 31 bis Saldías. A esta lista tradicional se sumaron, en 2006, 24 nuevos asentamientos precarios con una población estimada en 12 mil personas, mientras que el total de habitantes de villas en la Ciudad Autónoma ascendió de 108.056 en 2001 a 167.500 en 2008, según estadísticas de la Defensoría del Pueblo local. Una población comparable con toda la ciudad capital de Catamarca, por ejemplo, o 20.000 habitantes menos que la capital de Neuquén. “Desde el punto de vista urbano social –escribe María Cristina Cravino en Las villas en la ciudad, editado por la Universidad Nacional de General Sarmiento–, cuatro son los grandes fenómenos que caracterizan la cuestión habitacional en Buenos Aires: en primer lugar las villas; en segundo, las casas o edificios (en varios casos fábricas) ocupados (localizados particularmente en la zona Centro, Abasto, San Cristóbal y Villa Urquiza); en tercer lugar, la población que se alojaba en los hoteles pensión (a cargo del mismo Estado que derivó allí a quienes estaban en emergencia habitacional); y por último aquellos que viven literalmente en la calle”.

La evolución demográfica de las villas de emergencia marca un quiebre evidente durante los años de la dictadura: en 1976 había 28 villas y seis barrios precarios que albergaban a 220.753 personas que fueron erradicados compulsivamente con el proyecto militar de “embellecer” la ciudad. En 1980, la Comisión Municipal de Vivienda sólo registraba 34.554 personas en situación de precariedad.

Según el último “Diagnóstico de la situación social en la Ciudad de Buenos Aires” elaborado por el Ministerio de Desarrollo Social del gobierno porteño:

–El 8,4% de la población es pobre (unas 257.930 personas, de acuerdo con la encuesta permanente de hogares, EPH, del INDEC).

–El 3,6% vive en la indigencia: 110.541 personas.

–El 14,6% de los menores es pobre, casi cien mil niños y adolescentes.

Las cifras no bajan y conviven, sin embargo, con un período de crecimiento de la economía y el empleo: coexisten aún en la ciudad situaciones de extrema pobreza con altos niveles de riqueza. El “derrame” es insuficiente, aseguran los economistas; los guarismos de la grieta son superiores a los de los noventa, lo que muestra que la recuperación económica no se tradujo en una recuperación social. El propio ministerio del área concluye en su informe que “el problema de la pobreza no puede ser resuelto exclusivamente con políticas de empleo: con el nivel salarial actual, aun con pleno empleo la pobreza persistiría. Con respecto a la salud, el 22,2% de los porteños no cuenta con ninguna cobertura: ni obra social, ni PAMI, ni prepagas. Los sectores más desatendidos se encuentran geográficamente en el sur de la ciudad, donde también se ubica el 72% de las villas de emergencia.

Segmentada por edades, la pobreza afecta más a los jóvenes: el estudio “La geografìa de la infantilización de la pobreza”, escrito por Claudio Lozano, Tomás Raffo y Ana Rameri, muestra que mientras en la ciudad la pobreza es del 12,5% y la indigencia del 4,9%; en los menores de 18 años la pobreza llega al 23,9% y la indigencia al 10,1%; esto es 342.220 chicos pobres menores de 18 y 147.459 pibes indigentes. Quienes se preguntan por el auge del delito no encontrarán aquí todas las causas pero sí algunas de ellas. En la denominada Zona C de la ciudad (Comunas 4 y 8 La Boca, Barracas, Soldati, Lugano), el 38,6% de los menores es pobre y en la Zona E (Almagro, Boedo, Caballito, Flores, Parque Chacabuco, Villa Crespo, Paternal, Villa Ortúzar, Agronomía y Parque Chas) el 26,6 por ciento.

La tasa de desempleo entre los adolescentes es del 27 por ciento. La desigualdad en los ingresos el ancho de la grieta es atroz: mientras que el promedio de los ingresos familiares per cápita para los hogares con jefatura masculina en la ciudad ascendía en 2006 a $1.155, para el mismo tipo de hogar residente en villas el promedio es un 80% inferior:$229,4.

TODO LO TRANSITORIO SERÁ DEFINITIVO. Al panorama “normal” de las villas instaladas hace décadas se suma el de los eufemísticos “centros transitorios” hoy devenidos en permanentes: el Núcleo Habitacional Zabaleta de Barracas, por ejemplo, nacido durante la dictadura de Onganía para “relocalizar” a los habitantes de diversas villas durante doce meses se transformó en cuarenta años. Allí viven ahora unas 3.000 personas. Algo similar ocurre en el Parque Roca, donde fueron mudados los habitantes de la Villa El Cartón después del incendio de febrero de 2007. Entonces se les prometió una solución definitiva en 120 días.Hoy viven allí más de 1.500 personas.

En Lugano, la Villa 20 convive hace tres décadas con un basurero de chatarra tóxica; está asentada en un predio de 120.000 metros cuadrados que la Policía Federal usa para arrumbar autos viejos. El ingenio popular supo cómo describirlo: lo llaman “El cementerio”. Allí vivían hace tres años unas 17.000 personas, y ahora la cifra supera los 21.000. La misma población que, por ejemplo, habita Pinamar. Los casos por intoxicación se multiplican hace años: el 35,5% de los chicos presenta valores al límite de la sobredosis de plomo en sangre, y el peso de nacimiento es en el 15% de los niños inferior a los dos kilos y medio.

La villa 1-11-14 se llama así por la fusión de las tres villas originales y es una de las más grandes de la ciudad, frente a la cancha de San Lorenzo de Almagro, en el Bajo Flores. La mitad de sus habitantes son extranjeros.

La Villa 31, origen del debate de alto nivel protagonizado esta semana por los estadistas Mauricio Macri y Aníbal Fernández, es una de las más antiguas de la Capital: nació en la década del treinta como Villa Desocupación y ya en el censo de 1934 registraba 2.903 habitantes que se asentaron buscando la cercanía del puerto y las terminales ferroviarias. Allí militó y murió el padre Mugica, y llegó a ser una de las villas más organizadas de la ciudad. Cada uno de sus seis barrios tenía una comisión vecinal (Saldías, Laprida, Comunicaciones, YPF, Güemes e Inmigrantes) y estaban organizados por manzanas y pasillos. La Villa 31 bis está asentada en suelo de Ferrocarriles Argentinos gestionado por el Onabe y la 31 tiene múltiples dueños: la Administración de Puertos, Repsol YPF y la Armada.

El debate ontológico Macri-Fernández comenzó con un espía: el arquitecto Juan Carlos Poli, quien se hizo pasar por fumigador y visitó 26 veces la Villa 31 para hacer un relevamiento y, eventualmente, frenar las construcciones en altura. Poli le cobró 40.000 pesos al ministro de Espacio Público por su trabajo undercover y descubrió unos 600 casos de viviendas con varias construcciones en los pisos superiores.

Muchas de ellas –dijo Poli en su informe– han crecido ocupando zonas de calles y hasta los postes de iluminación pública han quedado dentro de las viviendas. Aunque subrepticia, era la primera intervención del Estado en el caso después de décadas, pero no entraba para instalar servicios públicos, para proveerlos de gas, agua corriente o teléfonos, siquiera para mudarlos a un sitio más humano, sino para destruir su precariedad.

INVESTIGACIÓN: J.L. / LUCIANA GEUNA/ JESICA BOSSI/ CLAUDIO MARDONES

"EN AMÉRICA LATINA PODEMOS RESUCITAR EL PROYECTO SOCIALISTA"


Entrevista a Leonardo Boff, teólogo de la liberación y ambientalista. Dice que sigue creyendo en Lula, pero también en la necesidad de un cambio brusco en Brasil. Amigo del Movimiento Sin Tierra, reclama la reforma agraria integral, advierte sobre futuros desastres ambientales, cree en un nuevo socialismo de raíces latinoamericanas y, por supuesto, critica a la Iglesia.

Por Darío Aranda

Aún cree que Lula, en su segundo mandato, dará un volantazo a la izquierda, que volverá a su vieja alianza con los movimientos sociales y que dejará de gobernar para el sistema financiero. Afirma que de América del Sur debe surgir un socialismo de nuevo tipo, lejano al europeo, inspirado en pensadores latinoamericanos e impulsado por indígenas, campesinos y negros. Resalta el crecimiento económico argentino, pero remarca que no existió ni una mínima distribución de riqueza. Volcado desde hace años a la problemática ambiental –visitó Argentina, invitado por la organización Nueva Tierra, para disertar sobre el tema–, denuncia a las empresas de agronegocios y compara los próximos desastres ambientales con las actuales guerras. Y también habla, claro, de la Iglesia: asegura que el establishment eclesial sólo piensa en los ricos, y explica cómo sobrevive hoy la Teología de la Liberación.

–¿Qué le espera a Brasil en los próximos cuatro años de gobierno de Lula?

–Espero que Lula radicalice los programas sociales, porque la intención es hacer el tránsito de un estado neoliberal clásico, privatista, de la burguesía, hacia otro más republicano, que pone énfasis en la cosa pública, la centralidad en los pobres, las familias, el hambre cero. Entonces hay una tensión interna porque el proyecto de la macroeconomía no está muy adecuado a la razón social. Entonces esperamos que Lula radicalice la cuestión social, que haga, por ejemplo, la reforma agraria que había prometido y nunca hizo. Si no hace esa profundización, hay riesgo de que se vaya hacia un asistencialismo del Estado hacia los pobres.

–¿Hay indicios para esperar un cambio radical como el que usted menciona?

–Si él quiere completar bien el mandato y realizar las promesas que ha hecho, ésta es su última posibilidad. Y tiene muchas razones para radicalizar, además la situación económica está más estabilizada. Hay indicios de que él va a cambiar, va a asumir una política más desarrollista porque antes era más equilibrista. Y además están las presiones de los movimientos sociales, que apoyan a Lula porque dicen “Lula es el candidato nuestro”, pero no le perdonan que no haya tenido la valentía suficiente para enfrentar a los terratenientes.

–Entre los movimientos sociales, entre ellos los Sin Tierra, plantean que Lula llegó al gobierno con su apoyo, con un trabajo conjunto de décadas, pero que gobernó para los mismos de siempre y se olvidó de las promesas.

–Yo considero un error que Lula haya buscado apoyo parlamentario en partidos de alquiler y se haya distanciado del movimiento social. Incluso el Partido de los Trabajadores (PT), la dirigencia, ha perdido la organicidad de los movimientos sociales, de donde obtenía la vitalidad y la creatividad. Y ahora ha prometido que quiere recuperar el vínculo con los movimientos sociales y va a incluirlos más en lo social.

–¿Y qué puede pasar si no los incluye?

–Los movimientos observan a Lula. Dicen que no entregarán a Lula a la burguesía, dicen “Lula es lo que hemos creado en una acumulación histórica, pero lo vamos a presionar y criticar para que cumpla”. Lula ha hecho promesas al pueblo y debe cumplirlas. Y él tiene muy claro eso porque él es hijo de ese pueblo, hijo del hambre y no olvida sus raíces.

–¿Cómo evalúa los primero cuatro años de gobierno de Lula?

–En lo económico ha obedecido a los principios del neoliberalismo, con superávit alto, tasas de interés altas, las riquezas hacia el sector financiero. Fue la condición de mantener una estabilidad en Brasil. Pero en lo social sí hubo cambios, ruptura. Nunca en la historia de Brasil se ha hecho tanto por los pobres, políticas sociales articuladas, se ha creado esperanza en hermanos que comían una vez al día y ahora pueden comer bien.

–Por esos programas también hay críticas de asistencialismo. Por ejemplo con las bolsas de alimento y su utilización en las elecciones.

–Esa es una crítica desde afuera, porque desde adentro se ven esos cinco o seis programas sociales articulados, con fomento de la educación, la salud, rehabilitación profesional, economía solidaria, agricultura familiar.

–Recientemente usted dijo que Lula fue una oportunidad desperdiciada.

–Creo que él ha desperdiciado algunas cosas. Por ejemplo no ha sabido negociar con el sistema financiero, como sí hizo Kirchner, que no ha dicho “no voy a pagar”, que sería una herejía que el sistema no perdonaría, dijo “voy a pagar pero una parte”. Lula no ha sabido negociar con el sistema financiero nacional e internacional. Creo que él quería deshacer la idea general de que su gobierno iba a crear una crisis sistémica, que sería el gran riesgo de Brasil, y él internalizó eso y quiso demostrar que no era así. Pero creo que debería cambiar, porque hace a la soberanía del país, y él ya ha desperdiciado una oportunidad. Y también Lula ha desperdiciado un diálogo más orgánico y hondo con los movimientos sociales, para sustentar cambios profundos como la reforma agraria, que estaba toda muy estudiada y detallada para su implementación. La opción que Lula ha hecho es para obtener una base parlamentaria, con legisladores que son los grandes latifundistas, que le iban a bloquear todos los proyectos y creyó que sería una guerra perdida. Prefirió hacer reformas inconclusas. Lula fue un reformista. Pero también él logró que la desigualdad disminuyera cinco por ciento y hubo una repartición de bienes distinta.

–¿Esas perspectivas pueden repetirse en América latina con los nuevos gobiernos?

–Creo que en América latina se ha reintroducido una democracia con un acento social muy fuerte. Será porque las bases presionan, hay movimientos sociales fuertes, se ha creado conciencia de que es función del Estado disminuir las desigualdades, crear empleo. Salvo excepciones represivas y de derecha como Colombia, son democracias que dan espacio a la participación, con experiencias que dejan de lado la sola democracia representativa, delegativa, se abre a lo social y surgen líderes como Evo Morales y Hugo Chávez, que es una figura única en América latina, que es uno de los pocos, junto a los musulmanes, que se enfrentan al imperio. En cuanto a Argentina tengo una mirada muy desde afuera, sé que no es tan profunda, pero considero que Kirchner es una figura interesante para Argentina, que se ha enfrentado con los militares y encabeza un gran crecimiento económico, pero claro que es un crecimiento con pobreza, sin distribución, sin quitarles a los ricos y pasar a los pobres. Ahora debiera pensar en un proyecto de distribución.

–¿En América del Sur se está dando un proceso de cambio o para usted es solo un reformismo neoliberal?

–Tengo la impresión de que desde América latina se puede replantear el proyecto socialista que en Europa ya no existe. Aquí tenemos la posibilidad de resucitar el proyecto socialista, pero no como el viejo del Este europeo, sino como una radicalización de la democracia, como inclusión de masas, con el pueblo, respetando a los pueblos indígenas, con las diferencias culturales, socializando las riquezas. Y teniendo en cuenta que en la base de ese continente está la más rica biodiversidad del planeta, que será la riqueza más valorada de las próximas décadas. Este nuevo socialismo podría ser guiado por un gran pensador como Mariátegui: son nuestras ideas, valora las culturas, la dimensión religiosa mística, una mirada utópica. Eso casi no se encuentra en los clásicos europeos. Sería un socialismo criollo, latinoamericano. En este sentido, creo que los sujetos históricos portadores de proyectos de cambios profundos no son los estados, son los movimientos sociales, el MST, la Vía Campesina, grupos de negros, indígenas. Todos ellos se plantean el socialismo, pero no una socialdemocracia, una democracia social, una democracia incluyente, participativa, distributiva. Y el socialismo sería el marco teórico para ese anhelo. A nivel mundial, está claro que dividimos lo que tenemos o no habrá los suficiente para nadie.

–¿Cuál es el papel de los movimientos campesinos e indígenas en este momento de América?

–Se está elaborando un nuevo estado de conciencia social de los movimientos. Ellos ya no luchan sólo por sus derechos negados, ahora plantean qué sociedad quieren y van hacia allí. Ya piensan un proyecto de mundo nuevo, con articulaciones con otros movimientos de otros países, con reflexión, conciencia fuerte, que van a impedir gobiernos autoritarios. Creo que los movimientos campesinos e indígenas son la base para sustentar proyectos sociales más cercanos al pueblo.

–¿No hay peligro de que estos gobiernos de América latina con algunas vetas sociales terminen cooptando y debilitando las luchas?

–Creo que los gobiernos deben tener una relación orgánica con los movimientos sociales: las grandes decisiones no deben ser sólo debatidas en los parlamentos. Por ejemplo: en Brasil no se puede discutir nada referido a la tierra, a los efectos de los agronegocios, sin hablar con el MST. Porque ellos crean opinión, son actores fundamentales. Entonces los gobiernos tienen que estar atentos a esa fuerza porque son una fuerza política más allá de los partidos.

–¿Pero no hay peligro de cooptación?

–Siempre hay peligro de cooptación, pero depende mucho de los líderes sociales, que siempre deben estar articulados con sus bases. Los dirigentes no deben tener diálogo personal con los partidos, sí diálogos colectivos. En Brasil, el referente máximo de los Sin Tierra (Joao Pedro Stedile) nunca va solo a reuniones con el gobierno, van como 20 compañeros más y dialoga sólo después de haber consensuado con las bases. Ahí está la fuerza del movimiento, no de los líderes. Así no sufren tanto riesgo de cooptación.

–Usted está trabajando desde hace años el tema ambiental, ¿cómo ve la situación de América latina y el papel del sector privado?

–Nosotros somos víctimas de las empresas de agronegocios. Los gobiernos necesitan de dólares para hacer frente a la deuda externa, entonces permiten que se saquen montes, se venda el Amazona, se devasten sistemas en nombre de la soja y de otros monocultivos. Y no hay mucha conciencia social ecológica y los gobiernos centrales no favorecen una conciencia porque ven la contradicción entre los objetivos económicos y la conservación del ambiente. Otro gran problema, ya mundial, es la escasez de agua y no hay una cultura del cuidado del agua. Entonces el agua es riqueza y los gobiernos no negocian con ello. Todo pasa por un proceso de concientización. San Agustín decía que los grandes cambios vienen por un gran amor o un gran dolor. Yo creo que, lamentablemente, alguna gente no ha sufrido lo suficiente para ver que hay que cambiar. Este sistema, esta máquina mundial, producirá grandes desastres ambientales si no lo detenemos. O empezamos ahora o en 50 años la Tierra será espacio de grandes devastaciones. Pero claro, todos lo que decimos esto somos tomados como locos, pero puede ser un futuro dramático.

–¿Qué es hoy la Teología de la Liberación?

–La Teología de la Liberación nació escuchando el grito del oprimido: el negro, el pobre, la mujer, el grito de la tierra, de todos los oprimidos. Y los pobres del mundo han crecido. Y creo que uno de los problemas del sistema es que antes podía ocultar a los pobres. Hoy la desgracia es tan terrible que ya no se puede ocultar esa realidad, el drama de los pobres del mundo: miles de millones de personas pasan hambre y sed. Eso es un reto a la conciencia humana y la Iglesia Católica no escucha ese grito. Esa Iglesia tiene poco conocimiento de esa situación de injusticia. La Iglesia actual, de Benedicto XVI, es la opción por los ricos y no por los pobres. Entonces la Teología de la Liberación insiste, hace hincapié en que el problema es el sistema y sigue viva fundamentalmente en las iglesias más chicas que toman en serio el reto de los pobres y la justicia. Y la Iglesia, que está más preocupada por la liturgia y la catequesis, no es muy sensible a esos tema, ve a la Liberación como algo malo, peligroso, porque politiza a la gente. Después de 40 años de Teología de la Liberación, se puede celebrar este aporte de América latina al mundo, un aporte cultural y de ideas en busca de justicia.

–Dentro de la Iglesia Católica, ¿qué espacio existe hoy para la Teología de la Liberación?

–El cristianismo tiene que tener una matriz abierta, donde cada cultura tome el cristianismo y le sume su cultura, como nosotros hicimos en América: intentamos darle al cristianismo un rostro negro, indígena, latinoamericano. Con ritos nuestros, celebraciones, y lentamente se fue formando una iglesia latinoamericana que es muy diferente de la de Roma. Es un catolicismo popular, que fue una creación de los pueblos. Pero si uno ve el establishment romano, la curia, es una iglesia muy conservadora, que se construye sólo hacia adentro, donde no hay espacio para hacer algo. Pero si uno mira las iglesias periféricas, porque el cristianismo es una gran multinacional con diferentes niveles de concientización, se ve que hay espacios para que la teología discuta temas, cuestione al neoliberalismo. Entonces es una teología viva, pero en las iglesias de grupos que son sensibles. Entonces, la Teología de la Liberación tiene la hegemonía moral, pero no tiene la hegemonía política, que sin duda tiene Roma.

EL CAMPO LE DA TRABAJO A LOS NIÑOS


La Justicia de Mendoza investiga el delito de trata de personas en chacras donde explotan a niños. La Fundación La Alameda se moviliza hasta la sede de la Sociedad Rural para reclamar sanciones a los productores que infringen la ley.

Por Eduardo Videla

La denuncia sobre trabajo infantil en chacras de la provincia de Mendoza llegará hoy a Buenos Aires. Organizaciones que luchan contra el trabajo esclavo, como la Fundación La Alameda y el Movimiento de Trabajadores Excluidos, entregarán en las oficinas céntricas de la Sociedad Rural Argentina (SRA) un reclamo dirigido a la Mesa de Enlace para que se excluya de esa organización a “los productores agropecuarios denunciados por reducción a la servidumbre y trata de personas”. El reclamo se apoya en la denuncia realizada por La Alameda en febrero último, tras una investigación realizada en fincas mendocinas que incluyeron grabaciones de videos, en los que quedó registrado el trabajo de niños y adolescentes en edad escolar y que dio pie a una causa judicial. La directora de una escuela de El Carrizal, departamento de Luján de Cuyo, confirmó a Página/12 que decenas de chicos han faltado a clase semanas enteras para participar en la cosecha y otras tareas rurales.

La nota, que será presentada hoy a las 19 en la sede de la Sociedad Rural, en Florida al 400, considera que “la Mesa de Enlace debe ser anoticiada formalmente acerca de la existencia de formas contemporáneas de esclavitud y de trata de personas, que son practicadas por productores de Mendoza en perjuicio de los sectores más vulnerables”. Y pide que el tema sea tratado en las reuniones con el gobierno nacional, en las que se discuten reivindicaciones del sector.

“Reclutan a chicos y a adolescentes porque sus manos más chiquitas son más aptas para manipular el ajo”, relata a este diario Patricia Farina, orientadora psicopedagógica de la escuela media de El Carrizal, una localidad rural ubicada a unos 70 kilómetros de la capital mendocina, donde concurren unos 400 chicos que cursan entre 8º grado y tercer año del polimodal. Farina explica que, con gran esfuerzo, en esa escuela han logrado que la retención de alumnos llegue al 89 por ciento el año pasado. “Los vamos a buscar a las casas, tenemos un equipo de trabajadoras sociales que hacen ese trabajo. Y contamos con un régimen flexible de asistencia que permite que los chicos no queden libres”, relata. Es que muchos alumnos “comienzan las clases recien en abril, cuando termina la vendimia, pero en octubre empieza el trabajo manual fuerte con el ajo y entonces dejan de venir o no rinden las evaluaciones globales”. Y advierte que otras escuelas no cuentan con ese régimen de flexibilidad.

A mediados de febrero, una cronista de Página/12 recorrió chacras del departamento de Godoy Cruz y Guaymallén y comprobó cómo los niños son cargados junto a sus familias en camiones y trasladados a las fincas, donde trabajan en la separación y limpieza del ajo. Las grabaciones con una cámara oculta que obtuvo un trabajador de La Alameda registraron esas escenas que fueron presentadas en la Justicia federal de Mendoza.

El juez federal Walter Berto inició un sumario en el que investiga el posible delito de “trata de personas” que, de acuerdo con la ley 26.364, consiste en “la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de un niño con fines de explotación”. “En esa causa hay mucha prueba, videos, fotos y declaraciones de testigos, entre ellas las del actual ministro de Gobierno, Mario Adaro, quien asegura que cuando se desempeñaba como subsecretario de Trabajo detectó numerosos casos de trabajo infantil”, dijo a Página/12 el abogado Pablo Salinas, de la Fundación Liga por los Derechos Humanos.

En esa misma causa, los abogados Rodolfo Yanzón, Alfredo Guevara, Rodolfo García y Salinas presentarán una ampliación de la denuncia con nuevos casos, registrados entre abril y mayo en los mismos lugares denunciados en febrero, como la plaza de Rodeo del Medio, donde son reclutadas las familias, con sus niños, y trasladadas en camiones. Un nuevo video incluye además los testimonios de la directora de la escuela y de numerosos niños que trabajan o trabajaron en las plantaciones de ajo.

Esta vez, la cámara oculta que portaba una militante de La Alameda que logró ser reclutada para el trabajo rural registra imágenes en plantaciones de cebolla y calabaza. “La denuncia original tuvo la suficiente repercusión pública como para esperar que el fenómeno denunciado hubiera mermado”, cosa que “no ha ocurrido: todo continúa como antes, lo que revela el grado de impunidad con el que pueden actuar los productores frente a la inocua actividad gubernamental”, expresa la denuncia.

En la presentación ante la Justicia se incluye un informe del gobierno mendocino sobre “Erradicación del Trabajo Infantil”, donde consta que las autoridades provinciales han detectado niños y adolescentes trabajando en cosecha de uva, manzana, tomate, galpones de empaque, pero además en aserraderos y hornos de ladrillos. “No surge que el gobierno haya dispuesto la formulación de las correspondientes denuncias contra los patrones por los graves delitos contra la libertad de las personas en perjuicio de los trabajadores.”

Las organizaciones denunciantes resolvieron además reclamarle a la Mesa de Enlace de productores agropecuarios que “excluya a los empresarios de la provincia de Mendoza que están denunciados por reducción a la servidumbre y trata de personas”, reveló a Página/12 Gustavo Vera, presidente de la Fundación La Alameda.”

La nota sostiene que muchas de esas empresas, en distintos departamentos mendocinos, recurren a una práctica “fraudulenta” que consiste en “presentar a los trabajadores como integrantes de presuntas cooperativas de trabajo que contratan con los productores la recolección”, lo que les permite “eludir sus obligaciones respecto de los trabajadores”.

De acuerdo con el documento, esos productores “recurren al expediente de contratar familias y ubicarlas en fincas de su propiedad o alquiladas donde desempeñan su trabajo en condiciones más que precarias y sin la protección de las leyes”. De esa manera “se reclutan los niños, que colaboran con sus padres en el trabajo, sin percibir ninguna clase de remuneración”. “Los niños están sometidos a servidumbre a través del cabeza de familia varón y no se les otorga la consideración de trabajadores como tales.”

Esos trabajadores, según el reclamo, “no son provistos de lo básico y necesario para un ser humano, como la provisión de agua potable y baños. Deben concurrir a comprar bebidas o alimentos a lugares que son de propiedad de los productores y lo adquirido para su consumo es descontado cuando se les hace la liquidación semanal”. Para eliminar el trabajo infantil, La Alameda propone “otorgar a las familias un subsidio para que los niños vayan a la escuela en lugar de trabajar”.

viernes, 26 de febrero de 2010

DEMAGOGIA DE LA POBREZA


Por Alfredo Zaiat

El análisis sobre la evolución de la pobreza tiene un poco más de complejidad que la manifestación sentida por los excluidos, que en ciertos sectores y expositores se expresa como simple demagogia sin ninguna intención de cambiar las raíces estructurales que la originan. La administración kirchnerista ha mostrado iniciales éxitos en su reducción, pero luego ha revelado debilidad para avanzar en ese imprescindible proceso si el objetivo es reconstruir el tejido social de una población castigada. El reemplazo del régimen cambiario que implicó la megadevaluación exteriorizó los efectos devastadores de la convertibilidad en el mercado laboral y en el campo social. La recuperación económica permitió mejorar sustancialmente los indicadores de empleo, pero no tanto los de pobreza e indigencia. Esa supuesta paradoja de un modelo con más empleo pero aún con elevados niveles de pobreza por ingresos resulta un desafío interesante para los especialistas. El escenario se vuelve aún más difícil en un período donde la crisis internacional se presenta como una amenaza sobre el mundo del trabajo. Y donde se plantea el dilema entre empleo y pobreza en el orden de prioridades de las políticas preventivas. La respuesta a esa tensión se encontraría en el diseño de una política integral que abarcara ambos campos, pero se enfrenta a limitaciones conceptuales y presupuestarias en el actual contexto político y económico.

La propuesta de universalizar una asignación monetaria tiene la mayor virtud en el reconocimiento de derechos a los excluidos, además de una justa reparación social por décadas de neoliberalismo. Esta iniciativa de indudable relevancia, que para los sectores más postergados significa tener más dinero en sus bolsillos, no implica necesariamente que por arte de magia se borrarán de las estadísticas las cifras de indigencia. O que disminuirá fuerte el índice de pobreza. Desde comienzos de 2007 ha quedado demostrado que ante el comienzo de una firme rehabilitación de la demanda, la respuesta empresaria, donde tienen una posición dominante en mercados sensibles, ha sido la de ajustar precios. Así el avance que se produce por el lado de los ingreso es neutralizado por el frente de los precios, en un proceso que el Gobierno no ha mostrado pericia para manejar. Pero tampoco se han expresado respuestas más convincentes para enfrentar esa puja en gran parte de la oferta política con mayor presencia mediática.

El cuadro socioeconómico de la pobreza tiene varias capas para ser abordado, y si no se incluye a cada una de ellas se terminará analizando en forma tuerta una situación bastante compleja. La crisis de los ’90 y la de 2001-2002 enseñó que la base para empezar a reconstruir el tejido social es la creación de empleo. Sin trabajo no hay posibilidad de empezar a evaluar niveles de ingresos, el umbral de la pobreza y las condiciones para mejorar el panorama de los excluidos. Por eso resulta llamativo que sectores del denominado progresismo hayan advertido sobre medidas para preservar el empleo, incluso en mercados dominados por multinacionales. Esos trabajadores difícilmente puedan sentirse representados por dirigentes políticos o sindicales que menosprecian su peso relativo en la economía. La preservación de los puestos laborales es la condición básica para poder avanzar en disminuir la pobreza. Y por ese motivo es fundamental una política de defensa del trabajo con todas las herramientas disponibles frente a un escenario de crisis global.

En esa instancia, con ese consenso básico, aparecen aspectos múltiples como las condiciones laborales, el empleo en negro y la discusión salarial que actúan como factores que reproducen la marginalidad por ingresos. La apuesta al crecimiento económico y más empleo como principal estrategia, esperando el derrame natural para abordar esas problemáticas, ha mostrado su fracaso. Se requiere de políticas activas por parte del Estado para enfrentar esas cuestiones que, por los temas involucrados, implican tensiones con el sector privado. En ese sentido, la discusión salarial que se avecina será una prueba de fuego en un panorama relativamente novedoso para las últimas décadas, que consiste en pelear simultáneamente por ingresos y por la preservación de la plantilla en medio de una crisis internacional. En las pasadas experiencias recientes, el despido de personal era la inmediata variable de ajuste, que por ahora es resistido por el frente conformado por la cartera laboral y los sindicatos, que en los últimos años han tenido una recomposición relativa de su poder.

Pero para una amplia comprensión de las condiciones que mantienen a un tercio de la población en la pobreza no se puede ignorar el comportamiento predatorio de la burguesía local y las multinacionales que operan en el país. Los aumentos de precios, y en especial los del rubro alimentos y bebidas, erosionan con intensidad el ingreso de los sectores más vulnerables, que tienen como correlato tasas de ganancias extraordinarias de las compañías que dominan esos mercados sensibles al bolsillo. El Gobierno puede mostrar que defiende el empleo y las condiciones para discutir salarios, pero esa política es insuficiente si la acompaña con una errática y deficiente en el control de precios por parte de la Secretaría de Comercio Interior. También es cierto que las estrategias de intervención en la formación de precios han sido duramente criticadas por el discurso hegemónico y su expresión en el espacio político-mediático. Una muestra fue el debate por las retenciones móviles a cuatro cultivos claves y el que se está registrando en la actualidad sobre esos derechos de exportación, con una corriente cada vez más intensa para disminuirlos o directamente para eliminarlos. Para aquellos que proponen esa medida sería interesante que luego expongan sobre lo que estiman pasará con la evolución futura de los precios de los alimentos, de los ingresos de la población y de la pobreza.

En ese marco, la problemática de la pobreza se hace más compleja porque a la debilidad por no haber podido conseguir legitimidad para la intervención estatal en la formación de precios se le sumó la ineficacia oficial para realizarla. Esa dinámica perversa quedó en evidencia con el aumento del boleto de colectivos, trenes y subtes. Por derecha e izquierda se ha cuestionado por diferentes motivos la política de subsidios al autotransporte de pasajeros. Esos fondos públicos, que requieren indudablemente mayor transparencia y control en su asignación al sector privado, actúan como salario indirecto para los trabajadores. Disminuir esos subsidios, reclamo que ha reunido con igual énfasis a ortodoxos y heterodoxos, tiene como resultado un fuerte aumento del boleto, que implica un descenso del ingreso disponible de los usuarios, que en su mayoría son trabajadores y pobres.

Abordar la cuestión de la pobreza es aún más complicado porque su análisis a través de mediciones realizadas exclusivamente vía ingresos ha sido discutido. El Premio Nobel de Economía Amartya Sen ha criticado esa visión señalando que la conversión de ingresos en bienes de una canasta básica varía entre los individuos de acuerdo con su edad, sexo, localización geográfica, tipo de vivienda, posibilidad de ser afectado por determinadas enfermedades, entre otros factores. En ese espacio surge como fundamental la asistencia social y la inversión pública en infraestructura en el rubro vivienda, caminos, servicios básicos y educación para mejorar las condiciones de vida de los postergados.

Frente a la necesidad de una amplia y efectiva intervención del sector público en varios frentes, para entender ese cuadro de situación, si lo que se quiere es cambiarlo, hay que eludir el camino de la demagogia de la pobreza.

DIOS, LA RELIGIÓN Y LA FÉ


Por Fernando Ortega *

En su interesante nota del pasado 12 de febrero, Enrique Bianchi retoma la crítica de la religión, basada paradójicamente -como él afirma- en su promesa de colmar nuestras aspiraciones, de calmar nuestras angustias, de hacer posible lo que todos deseamos, de satisfacer nuestra sed de sentido y de eternidad. Todo ello encontraría su formulación más lapidaria en la frase de Andrés Comte-Sponville: "Una creencia que responde tan exactamente a nuestros deseos hace temer que haya sido inventada, justamente, para satisfacerlos". Me propongo aquí prolongar la reflexión, abordando un aspecto de la vivencia religiosa menos tenido en cuenta, a saber, el de la fe.

Ghislain Lafont, en su libro Dios, el tiempo y el ser, aborda la cuestión de la experiencia bíblica de Dios. Allí señala que, en su etapa inicial, Dios es concebido a partir del humano -"demasiado humano"- deseo de felicidad: Dios bendice, Dios da, Dios protege, Dios acompaña, Dios cuida, Dios está presente. Y el hombre se siente bien con El; le resulta provechoso y natural relacionarse con ese ser benéfico que tan perfectamente se acomoda a su deseo de felicidad y lo garantiza. Al menos, para la vida en este mundo, que para el hombre bíblico será por mucho tiempo el único que cuente, ya que la esperanza en la vida eterna nace sobre el final del Antiguo Testamento.

El Dios bíblico no rechaza este modo "demasiado humano" de ser buscado y encontrado por el hombre. Es más: parecería alegrarse -como el padre de la parábola del hijo pródigo- en ser reconocido así por el humano, es decir, en función de la felicidad a la que éste aspira.

Si la aventura religiosa terminara allí, ¿cómo no darles la razón a Freud, a Comte-Sponville y a tantos otros que en esa figura de un padre bueno y todopoderoso han visto una mera ilusión o una proyección o un invento del corazón humano, herido por frustraciones de todo tipo, comenzando por la muerte?

Pero para el relato bíblico, eso es sólo el inicio de un itinerario, el de la vida de la fe. La religión debe madurar en la fe. Será Dios mismo quien, una vez que el hombre haya reconocido su presencia anticipada en el don, en la bendición, en la protección, se distancie -a veces brutalmente- de esa imagen primera -religiosa, muy humana, a veces hasta idolátrica- que El mismo ha favorecido: ahora, el Dios bueno prohíbe (Adán); el Dios de la vida pide el sacrificio (Abraham); el Dios que colma de bienes permite la ruina total (Job); el Dios que dice amar a su Mesías lo abandona en el suplicio espantoso de la cruz (Jesús). Se podría pasar del texto bíblico a la experiencia de los que llamamos santos, y encontraríamos una continuidad esencial. Pensemos tan sólo en Teresa del Niño Jesús o en Teresa de Calcuta? El término "noche oscura", amado por los místicos, no dice ni de lejos el horror y el dolor de la muerte espiritual padecida por ellos ante la "desaparición de Dios" (Bellet).

¿Sigue siendo este Dios -y la consecuente religión- algo que "responde exactamente a nuestros deseos", algo que "asegura plenitud allí donde hay carencias"? Este Dios no es sólo la perfecta respuesta a medida de nuestros deseos infantiles. Los acepta como punto de partida de una relación, pero los cuestionará amorosa e implacablemente. Porque lo que Dios quiere ofrecer al hombre es su propia felicidad infinita, sin común medida con lo que la mente y el corazón humanos pueden concebir o imaginar.

Pero deberemos cuidarnos de no intentar recuperar este momento negativo de la "desaparición" de Dios dentro de la lógica de un "sistema", donde ella podría encontrar, finalmente, un sentido, una explicación, una justificación de tipo racional, por ejemplo, como etapa necesaria en el itinerario hacia una reconciliación última. Volveríamos al "demasiado humano" punto de partida y ofreceríamos un nuevo argumento a la crítica de la religión. Pero la "desaparición de Dios" en la cruz excede toda posibilidad de ser integrada o recuperada desde una estetizante religiosidad racional al modo de un Viernes Santo especulativo, de la misma manera que no lo pueden ser los abismos de destrucción causados por el hombre. En uno de sus últimos libros (Achever Clausewitz), René Girard plantea que Hegel no habría visto la profundidad última, abismal, de la violencia extrema que puede desencadenar el hombre; de allí que pudo incluir, en su lectura racional de la historia, el momento de la reconciliación. "El pensamiento hegeliano -dice Girard- tiene aspectos trágicos, pero no es catastrófico. Pasa de la dialéctica a la reconciliación, de la reciprocidad (violenta) a la relación (pacífica) de manera muy confiada, y da a menudo la impresión de olvidar de dónde viene. Viene de lo religioso, del sacrificio, de la muerte y resurrección de Cristo [?]. Habiendo partido de la antropología cristiana, Hegel la abandona en el camino."

Los interrogantes que abre la fe parecen más inquietantes que las sospechas que despierta la religión. Sin embargo, a pesar del mayor riesgo que supone, es a partir de un planteo de la cuestión religiosa en estos términos -más que en los que entienden la religión como invento en pos de una ilusoria satisfacción de nuestros deseos- por lo que prefiero seguir pensando la "apuesta" de Pascal.

* Teólogo, por la Universidad Católica Argentina

EL ABANDONO


Uno de cada cinco chicos argentinos deja el colegio secundario. Se van por motivos económicos, aburrimiento y porque la educación media no parece aportarles información “relevante”. Algunos trabajan. Otros ni siquiera. Radiografía de una generación que ya no piensa en “formarse para el futuro” y que en países como Estados Unidos alcanza a uno de cada tres jóvenes.


Por Josefina Licitra


A lo largo del año pasado, había días en los que Lourdes Dorronsoro se despertaba a las seis de la mañana en Béccar, tomaba el colectivo, llegaba a las nueve a Berazategui, se detenía frente a la casa de Brian y tocaba el timbre. Lourdes es trabajadora social de Cimientos —una organización no gubernamental (ONG) que aborda el problema de la deserción escolar— y Brian es un chico de catorce años y diez hermanos que, durante 2008, faltó más de setenta veces al colegio.

Cada vez que Lourdes se enteraba de que Brian no estaba concurriendo a clases, cruzaba el conurbano, llamaba a la puerta con el temple de un testigo de Jehová y se ponía a explicar eso de la educación.

—Te conviene estudiar, Brian —decía.
—Pero si yo no dejé la escuela.
—Bueno, Brian, vas una vez por semana. Tenés que ir a la escuela para…
—… sí, ya sé, para ser alguien.
—No: vos ya sos alguien. Pero vas a ver que ir a la escuela tiene sentido.

Gracias a estos diálogos —y a tantas otras cosas: talleres, programas, becas— Brian sobrevivió al año pasado, arrancó 2009 como alumno regular y empezó a sentir eso que cada vez sienten menos chicos: que la escuela tenía algo que ver con él. Que el colegio secundario servía para algo.

—Hay un taller de música que me da ánimos para venir —cuenta ahora—. Me siento con más pilas, porque la verdad es que antes no me levantaba de la cama. Pero me di cuenta de que tenía que cambiar, de que yo ya era grande.

Brian es uno de los 10.697.681 alumnos argentinos que todos los días se despegan de la cama para ir a estudiar. Pero, hasta el año pasado, formaba parte de una estadística menos épica y más dura: en el país, 27 de cada cien jóvenes no estudian, y un 20 por ciento de alumnos empiezan pero no terminan la escuela media (una cifra que en la ciudad de Buenos Aires, el conurbano y el resto de la provincia trepa al 23,9 por ciento).

El problema ni siquiera es nacional: en Estados Unidos, donde uno de cada tres alumnos que asisten a secundarios públicos deja el estudio, ya se está hablando de “dropout nation” (un término cuya traducción —mucho menos simpática— podría ser “la nación del abandono escolar”).

¿Por qué se van los que se van? Por motivos económicos. Por aburrimiento. Porque no creen estar perdiéndose de nada. Y porque la escuela parece haber dejado de ser un lugar donde se “forma la subjetividad” —así lo plantean los especialistas— para transformarse en un espacio que capacita para buscar trabajo y ganar plata. Y, francamente, si el objetivo es ganar plata, hay más de una forma de llegar a eso: en Estados Unidos, por ejemplo, ya existen chicos como Blake Peebles, un adolescente que dejó la escuela para dedicarse a jugar concursos “profesionales” de Playstation (cuando los padres vieron que su hijo sólo ganaba sándwiches de pollo, contrataron un maestro particular). Y en nuestro país hay chicas como Lali Espósito, estrella teen de la serie Casi Ángeles, que dejó quinto año para dedicarse a la actuación (aunque igual se irá de viaje de egresados con sus amigas).

Para Juan Vasen, psicoanalista y autor del libro Las Certezas Perdidas —que trata sobre los dilemas de la educación en el reino del mercado— este tipo de ejemplos ayuda a entender que el abandono escolar no es un problema de clase baja, sino de época: los chicos, no importa su extracción social, sienten que la escuela los educa para estar en la escuela, pero no en la vida. “Hay un proceso de época que impacta de distinto modo en las distintas clases sociales —advierte—. En general, lo que se ve es que los medios y la informática le están disputando el monopolio del saber a la escuela.

Ahora la vocación no es importante: lo importante es engancharte un trabajito que te permita acceder a cierto nivel de consumo. Y cuando el planteo es ese, la ‘salida laboral’, la verdad es que te empieza a sobrar mucho de lo que enseñan en la escuela. En mi consultorio es muy común que los pibes de quince o dieciséis años transmitan una sensación de absoluta futilidad. Lo único que los alienta a terminar es la cosa protésica del viaje de egresados. El viaje cumple una función de ‘Okey, todos queremos irnos a la mierda, pero mantengámonos unidos hasta el final porque ahí se pone bueno’.”

El año pasado Brian no pensaba en viajes, ni en Playstations, ni en la fama de la televisión.

—Yo era un vago —sintetiza. Porque Brian tenía fiaca para todo, incluso para pensarse un sueño a medida. Cada vez que faltaba, sus padres —él hace changas, ella trabaja para una fábrica de termos— se preocupaban, lo retaban, lo obligaban a hacer algo: un mandado, la limpieza de la casa. Sus hermanos, todos mayores que él, le hablaban de la importancia de insistir con la escuela. Hasta que finalmente Brian volvía; a su modo, volvía.

En Argentina, hay chicos que dejan la escuela y ni siquiera lo saben. “Es llamativo: muchos te dicen ‘pero si yo nunca dejé la escuela’, porque para ellos es normal ir una vez por semana”, explica Dorronsoro, la trabajadora social de Cimientos (www.cimientos.org.ar ): una ONG que se dedica al área de la educación desde hace doce años, y que desde hace tres estableció un programa de inclusión escolar para promover la permanencia y el reingreso de los jóvenes al colegio. Cimientos —que no cuenta con financiamiento estatal— tiene este proyecto piloto en cuatro escuelas de Berazategui —entre ellas la de Brian— y otorga becas de 135 pesos a 120 chicos que están en situación de vulnerabilidad escolar (esto es, que dejaron la escuela o tenían más de 60 inasistencias). Para retenerlos, además, establece talleres de apoyo en Lengua y Matemáticas, instancias de capacitación y acompañamiento de los docentes, y talleres de expresión cultural como música, muralismo y teatro.

Gracias al taller de música, Brian tiene ganas de ir a la escuela.

LA "PESADILLA AMERICANA" DE VIVIR SIN TRABAJO POR AÑOS


En EE.UU., unas 15 millones de personas no tienen empleo. Y la perspectiva de hallar uno parece difícil.

Aun cuando la economía de EE.UU. muestra algún signos de rebote, el costo humano de la recesión crece y millones de estadounidenses continúan sin empleo, sin ahorros y acercándose al término de su subsidio por desempleo. Son los nuevos pobres: personas acostumbradas a las comodidades de la clase media que ahora dependen de la asistencia pública por primera vez en su vida, y posiblemente por varios años.

La red de seguridad social ya está evidenciando graves tensiones. Alrededor de 2,7 millones de desocupados perderán su subsidio por desempleo antes de fines de abril si el Congreso no aprueba la propuesta de Barack Obama de extender el pago.

Hoy hay 6,3 millones de estadounidenses sin empleo desde hace 6 meses o más, la cifra más alta desde que se comenzó a llevar estadísticas en 1948. Los especialistas en trabajo dicen que la economía necesita 100.000 nuevos empleos por mes sólo para absorber a quienes ingresan a la fuerza laboral. Con más de 15 millones de personas desocupadas, es probable que hasta una recuperación vigorosa deje a una enorme cantidad de habitantes sin trabajo durante años.

Algunos especialistas dicen que el funcionamiento básico de la economía de EE.UU. se ha modificado de formas que hacen escasear los puestos de trabajo, en particular para las personas de más edad y menor nivel educativo.

Cada vez más, las grandes empresas son propiedad de inversores institucionales que buscan ganancias rápidas, algo que con frecuencia se logra recortando personal. La menor influencia de los sindicatos ha facilitado que los empleadores trasfieran el trabajo a empleados a tiempo parcial. En los últimos años, los trabajos fabriles e incluso los de oficina se han trasladado a países de bajo costo. La automatización ha hecho desaparecer 5,6 millones de puestos de trabajo desde 2000.

Tradicionalmente, tres sectores han encabezado la salida de la recesión: el automotor, la construcción y la banca. Pero las automotrices se están reduciendo desde hace tiempo porque los hogares, con serias dificultades económicas, tienen menor poder adquisitivo. La construcción se ve limitada por los temores que suscita el exceso de propiedades ejecutadas. La banca está creciendo pero por un apoyo gubernamental que ahora comienza a ser retirado. "El sistema no estaba preparado para la realidad del desempleo de largo plazo", dijo Maurice Emsellen, director del Nacional Employment Law Project. "Ahora, sumamos una profunda recesión y hemos creado una crisis de proporciones históricas". Timothy M. Smeeding, director del Instituto de Investigación de la Pobreza de la Universidad de Wisconsin agrega: "Las personas con más educación y habilidades tal vez encuentren alguna solución cuando la economía se recupere. El problema son los que tienen menos educación y habilidades: ellos son los nuevos pobres".

jueves, 25 de febrero de 2010

LOS PEORES MONSTRUOS INTERIORES


El notable Capusotto acierta nuevamente con su sketch “¿Hasta cuando?” y su personaje Arnaldo Pérez Manija.

Por Carlos Ulanovsky


Seguramente inspirado en una clase de oyente radial fundamentalista y autoritario, el notable Capusotto acierta nuevamente con su sketch “¿Hasta cuando?” y su personaje Arnaldo Pérez Manija. Así como la legión de llamadores fieles suele apuntalarnos con frases como “Sigan así” o “Siempre los escucho”, hay muchos otros intolerantes que todo el tiempo se hacen presentes con propuestas de furiosas soluciones finales, de cortes de cabezas y de echar más leña a la calentura de todos los días. Vaya uno a saber de qué usinas despóticas proceden; si se cortan solos (de puro fachos que son) o si actúan como mandaderos de oscuros intereses, como representantes auténticos del PCPM (Partido Cuanto Peor Mejor). Esa clase de oyente existe: se aprovechan de la gran libertad expresiva que supimos conseguir, pero también del relativo anonimato que supone dejar un mensaje en un contestador con sólo decir “Juan de Palermo”.

En esta caricatura descansa el enorme hallazgo de observación del humorista y su libretista. Pero ese hallazgo se agiganta todavía más cuando presenta a la otra cara de la misma moneda, el conductor, el periodista, el locutor que consiente, el emisor troglodita que, por un puñado de rating, elige como eje casi único de su comunicación diaria todo lo que nos conduzca a la frustración y al caos. En un punto, oyente agorero y conductor estimulador de catástrofes cotidianas son simétricos. Hay un “todo mal” mediático que termina por contagiar y que nos conduce al bajoneo, a la falta de salidas, al miedo generalizado. La nueva y provocadora ficción de Capusotto y Saborido acierta también en caracterizarnos a todos. Porque, con una mano en el corazón, ¿quién no pensó o dijo, alguna vez, “si éste fuera un país en serio”?, ¿quién no cayó en la estigmatización con el sambenito de que “éste es un país de mierda”?; ¿quién, en un momento de desborde, no apeló al “¿Hasta cuándo?”?

En un momento del blooper capusottiano las noticias terribles inventadas del “¿Hasta cuándo?” empiezan a parecerse a algunas cuestiones de la realidad. Al pie de un mensaje horrible los oyentes –en un nivel de inconciencia temible– se despiden con un infaltable: “Muy bueno el programa”. Mientras tanto, Pérez Manija “manijea”: reporta más muertos, bancos que congelan sus depósitos, políticos corruptos y toda la gama de malestares posibles. El mundo que nos toca, la radio, que supo ser territorio de la magia, hoy es teatro de otros monstruos interiores. Y en cualquier jornada, a la vez número 150 que uno escucha la noticia de un robo, de un atropello, de una violación o del avance del dengue o de la gripe A, uno se siente un poco robado, atropellado, violado o enfermo. No digo negarlo, porque todo eso sucede, y más de lo que nos gustaría, pero a lo mejor no nos vendría del todo mal un poco menos de esta clase de –“¿Hasta cuándo?” dixit– “información que no sirve para nada pero te taladra la cabeza”. Al menos a mí.

MONSTRUOS


Los no-monstruos exoneran sus males señalando a los Otros. A mí, en cambio, me gusta imaginar cuánto tienen de vampiro los empresarios, cuánto de asesinos los ciudadanos asustados y cuál es el precio de los que “acusan a la mujer sin razón”.

Por Hernán Brienza.

Hay a lo largo de mi vida una constante: siempre sentí cierta compasión por los “monstruos”. Siento placer en leerlos, en defenderlos, en apiadarme de ellos. Desde mi más tierna infancia odié a los “rubios” de la primaria y me puse del lado de los feos, los tontos, las gordas y las anteojudas. En mi adolescencia me gustaron los amores difíciles, las desconsoladas, los perdedores, los frikis, los giles, me junté con todo tipo de desangelados. Mis ídolos eran Darth Vader, el Conde Drácula, Freddy Krueger. Prefería a Gargamel y a Azrael antes que a los insípidos y ascéticos Pitufos (tal vez el bromista gozara también de mi simpatía), elegía a Tom antes que a Jerry; en el poliladrón quería ser ladrón y lloraba cuando el pobre Coyote no podía atrapar al vanidoso y estúpido Correcaminos.

Siempre vi a los monstruos de manera enrevesada. Allí donde todos veían en Drácula a un temible vampiro chupasangre, yo no veía otra cosa que el último personaje romántico: el protagonista de un amor que trasciende la vida y la muerte, que es capaz de superar todos los obstáculos y que sólo puede ser apagado con una estaca en el corazón. Ésos son mis héroes: señores que están dispuestos a cenar toda la sangre de un continente para poder volver a ver a su amada, aunque sea –como diría Calamaro– “por cinco minutos más”.

Allí donde todos veían un monstruo espeluznante en Frankenstein, por ejemplo, yo veía ese desmesurado esfuerzo de la carne por mantenerse viva, por ganarle aunque sea un partido de tatetí a la muerte. Mary Shelley lo sabía y así lo escribió en su libro, pero la campaña de prensa en contra del resucitado lo condenó al ostracismo moral por los siglos de los siglos. Mientras los demás celebraban, yo sufría por la vida que se apagaba en esa pira suicida. Después de todo, Frankenstein con su existencia no hacía otra cosa que desafiar a Dios –otro friki si los hay– y esa actitud bien valía toda mi admiración de pibe.

Algo similar me pasó con Freddy Krueger. Mientras mi novia de la adolescencia saltaba horrorizada del asiento del cine, yo tomaba nota de la titánica acción concientizadora que llevaba adelante el hombre del sombrero, la cara quemada y las manos filosas: los sueños son peores que la realidad y siempre es preferible despertarse a tiempo de cualquier utopía que no poder salir de la peor de las pesadillas. Freddy estaba en concordancia con el pintor español Francisco de Goya, quien ya había anunciado que “el sueño de la razón engendra monstruos”.

Con los años leí un cuento de Edgar Allan Poe que sirvió para comprenderme a mí mismo. El escritor bostoniano explicaba que todos llevamos dentro el demonio de la perversidad y actuamos bajo el influjo de un “motivo no motivado”, “por la simple razón de que no deberíamos actuar” como actuamos. Y habla de una “invencible tendencia a hacer el mal por el mal mismo”, como “un impulso radical, primitivo, elemental”. En mi caso, mi grado de perversidad sólo se limita a hacer y decir lo que nunca me conviene.

En la novela de Italo Calvino El vizconde demediado –un hombre dividido en dos por una bala de cañón que está obligado a vivir con su costado absolutamente bueno escindido de su parte absolutamente mala–, la mitad perversa de Medardo es condenada a vivir en los bosques de Torralba, fuera de la aldea. Y es un lugar común el bosque –que en la Edad Media significaba lo desconocido, lo inhabitado– para los monstruos de toda clase y especie –la mitología grecorromana bien lo sabía con sus faunos, sátiros y centauros–. El bosque es el margen, la frontera, el más allá. Es el lugar donde los hombres de a pie condenamos a lo Otro, a lo que no queremos ver, lo que queremos ocultar de nosotros mismos. Así, los monstruos funcionan como espejo: son el Aleph de nuestras propias miserias. Están ahí para recordarnos lo miserables que somos.

En los últimos años se ha acentuado la costumbre argentina de ver monstruos en todas partes: políticos, conductores de televisión, periodistas, pibes chorros, vedettes, o Zulmas Lovatos, funcionan como expiatorios de lo vergonzante de la sociedad. Los no-monstruos exoneran sus males señalando a los Otros. A mí, en cambio, me gusta sonreír. Pensar cómo se verían ellos mismos desde el bosque. Imaginar cuánto tienen de vampiro los empresarios, cuánto de asesinos los ciudadanos asustados y cuál es el precio de los que “acusan a la mujer sin razón”. E imaginar que miedo da el minuto a minuto de los que se sientan frente al televisor y leen los diarios con la desazón de un Coyote frustrado, soñándose Correcaminos.

INTERVIENEN UNA CÁRCEL DE MENORES EN LA PLATA


Se trata del Instituto Almafuerte, dónde están alojados dos menores acusados por el crimen del ingeniero Barrenechea. Acusan a directivos por torturas.


La subsecretaría de Minoridad bonaerense dispuso la intervención de un instituto de menores de máxima seguridad luego de que los adolescentes alojados allí denunciaran que son maltratados.

Se trata del instituto Almafuerte, ubicado en las calles 520 y 183 de La Plata, que aloja a más de 40 adolescentes de entre 16 y 18 años, entre ellos a dos menores acusados de participar en el crimen del ingeniero Ricardo Barrenechea.

Uno de ellos es Brian, que sigue detenido acusado de participar del asesinato del ingeniero de San Isidro. Crítica de la Argentina habló con la maestra del chico, Nelly Baldano, quien acusó a la policía de proteger a los chicos que roban.

“La gente tiene mucho miedo de hablar y contar lo que sabe sobre la connivencia entre la policía y los pibes de la villa, pero ya estamos cansados de tanta impunidad”, aseguró la mujer que da clases en un colegio de la villa Puerta de Hierro en La Matanza.

Por el crimen de Barrenechea, además, fueron detenidos otros dos menores, Kitu y Jonatan, y permanece prófugo Chuna, a quien todos refieren como el “cerebro” de la banda.

“Es un secreto a voces que son policías los que reclutan a pibes de diferentes villas, los arman y después les liberan zonas para que puedan robar y huir sin inconvenientes”, agregó la docente en diálogo con Crítica de la Argentina.

Ahora, el instituto Almafuerte fue intervenido luego que el Comité contra la Tortura de la Comisión Provincial por la Memoria realizara una inspección en el lugar y constatará diversas "irregularidades".

Los menores alojados allí denunciaron que son maltratados por empleados y funcionarios del establecimiento, por lo que la cartera bonaerense resolvió separar de sus cargos a los directivos de la institución.

A su vez, los directivos separados denunciaron falta de presupuesto y carencia de abordajes terapéuticos para contener a los menores que son adictos a las drogas y viven allí.

MERCOSUR RELIGIOSO


El presidente paraguayo y ex obispo Fernando Lugo aprovechó el Foro Social Mundial para proponer un Mercosur religioso. “No queremos que el Mercosur sea sólo una reunión de jefes de Estado”, explicó el mandatario, que participó junto a sus colegas de Venezuela, Brasil y Ecuador en el cierre del encuentro de movimientos sociales que se realizó esta semana en Belém, en el selvático noreste brasileño. El referente brasileño de la Teología de la Liberación Leonardo Boff, a quien Lugo calificó como su “padre espiritual”, celebró el llamado de su colega. “Pongámosle un fin a la cultura del consumo y creemos una del vivir simplemente, para que simplemente todos puedan vivir”, sugirió.

Lugo dedicó gran parte de su tiempo a explicar su proyecto. Fiel a su propia experiencia, el ex obispo de San Pedro defendió la necesidad de incluir a la religión en el diálogo social. “El Mercosur necesita de diálogos entre trabajadores, entre campesinos y entre jóvenes y en eso no puede faltar el diálogo de la religiosidad que es tan importante para los países de la región”, aseguró el hombre que puso fin a 60 años de reinado del Partido Colorado en Paraguay.

Ansioso de poner en marcha su propuesta, Lugo, que durante los próximos seis meses ocupará la presidencia temporaria del bloque, adelantó que invitó a los teólogos de la Liberación Boff y Frei Betto al encuentro ecuménico regional que se celebrará en Asunción los próximos 12 y 13 de marzo. El objetivo, explicó, es abrir el encuentro a los temas sociales, económicos y políticos que en este momento se están discutiendo en Sudamérica.

El mandatario paraguayo, Boff y Frei Betto recordaron que la Teología de la Liberación aún está prohibida en los seminarios católicos. “Jesús fue detenido, sometido a un juicio político, torturado y condenado a muerte. Siguiendo ese ejemplo, los cristianos siempre han hecho política, aunque algunos en favor de los oprimidos y otros en favor de los opresores”, aseguró Frei Betto. El brasileño propuso que la región, con Lugo y el Mercosur a la cabeza, se vuelquen hacia el primer grupo. “Hoy más que nunca es preciso construir el reino desde abajo hacia arriba”, aseguró.

Boff se sumó a su pedido. “Mientras los poderosos buscan soluciones para salvar su propio futuro, excluyen a los más pobres y sólo quieren salvar al sistema, para salvar sus riquezas –cuestionó el teólogo–. El problema es que vivimos en una cultura planetaria que dejó de amar a la vida y la convirtió en un objeto de mercado.”

Para los teólogos, la introducción de la religión al debate político, social y económico permitiría, por ejemplo, empezar a priorizar el cuidado del medio ambiente, un reclamo que estuvo presente durante todo el foro. “La Tierra es la única casa que tenemos para vivir, que fue hecha por Dios y fue hecha para todos”, recordó Boff.

RELIGIÓN Y FFAA


Por Héctor Polino

La adopción de los principios y valores del laicismo en la Argentina a partir de 1880 constituyó un salto fundamental en términos de avance hacia una sociedad democrática, pluralista e inclusiva. La construcción de un Estado laico, al servicio de todos los ciudadanos, con independencia de su confesión religiosa –o de la ausencia de ella– fue una de las bases de LA NACIONalidad argentina.

Se conformó, así, una sociedad pluralista que, más allá de algunos resabios de intolerancia e intentos de volver hacia atrás en esta senda –como la instauración de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas bonaerenses, en la década del 30–, se caracterizó por la convivencia pacífica de hombres de todos los credos religiosos o no pertenecientes a ninguno de ellos. Este proceso de integración ha sido tomado como ejemplo en el mundo. En 1918, con la reforma universitaria, el laicismo arribó a los claustros y abrió las casas de altos estudios a todos los argentinos.

Desgraciadamente, esta laicización del Estado no llegó a todos sus niveles. No pudo penetrar en la Justicia, donde sólo en los últimos años se observa un proceso de mayor pluralismo en la selección de los jueces, ni en las Fuerzas Armadas y de seguridad. Como producto de una visión conservadora, que asociaba a la Patria con el Ejército y la Iglesia Católica, las FF.AA. continuaron practicando la liturgia católica en sus actos públicos, como si ésta fuera la religión del Estado, pese a que éste es, por mandato constitucional, laico.

El artículo 2 de la Constitución establece: “El gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano”, pero no dice que lo adopta. A renglón seguido, garantiza la libertad religiosa de todos los habitantes (artículos 14, 20, etc.). La reforma de 1994 afianzó esta senda al suprimir el requisito de pertenecer a la comunión católica para ser presidente de la Nación (art. 89), eliminar la obligatoriedad de toda referencia a los Evangelios en el juramento (art. 93) y suprimir también el antiguo régimen del patronato (art. 75, inc. 22).

Pese a ello, en los cuarteles existen iglesias y capillas, se practican oficios religiosos y se impone a todo el personal militar una suerte de religión oficial en detrimento de quienes no la practican.

El vicariato castrense – desde 1992, obispado– tiene una nefasta historia en nuestro país. Surgió de un acuerdo entre el gobierno de Aramburu y el Vaticano en 1957, para “proveer de manera conveniente y estable a la mejor asistencia religiosa de las Fuerzas Armadas de la tierra, mar y aire, según su tradición desde los orígenes y sus anhelos”. La expresión usada ya nos indica la ideología que animó el acuerdo: las Fuerzas Armadas son, por tradición, católicas, cuando en realidad en un país laico deben ser laicas.

Teniendo en cuenta la actuación de los anteriores vicarios castrenses, íntimamente ligados a las dictaduras más sangrientas –como los casos de monseñor José Miguel Medina y su secretario privado, el capellán Emilio Graselli, ambos señalados por la Conadep como encubridores y colaboradores de la represión–, resulta casi natural que el ex obispo castrense monseñor Antonio Baseotto se haya manifestado partidario de arrojar al mar con una piedra de molino atada al cuello a quienes propicien la despenalización del aborto, el mismo método usado por la Armada Argentina para hacer desaparecer a sus víctimas.

Si algo define a Occidente como tal es el proceso de secularización iniciado a fines de la Edad Media y que tuvo como resultado la separación de la Iglesia del Estado, del poder espiritual y del poder temporal, como se decía en aquel entonces. Como contrapartida, el rasgo característico de las sociedades cerradas y de todos los fundamentalismos es la identidad entre el Estado y una determinada fe religiosa que se impone a todos los individuos. Sólo se admite la convivencia con otras religiones como un acto de tolerancia y no como un derecho de los súbditos de ese Estado a profesar libremente su culto.

Al contrario de la posición integrista o fundamentalista en materia religiosa, la adopción del laicismo en la sociedad garantiza la más plena libertad religiosa, ya que elimina el elemento de coacción que surge de considerar la fe una cuestión de Estado. Por ello, la mejor forma de garantizar la más plena libertad religiosa a los miembros de las FF.AA. es suprimir todo elemento de coacción, que de por sí se plantea cuando la institución asume una confesión determinada como religión oficial o de Estado.

Por ese motivo, el 16 de marzo de 2005 presenté el proyecto de ley Nº 899, de mi autoría, que acompañaron diputados de distintas bancadas, por el cual se denunciaba el acuerdo con la Santa Sede del 28 de junio de 1957, aprobado por decreto 7623/57, y sus modificaciones aprobadas por decreto 1526/92 sobre jurisdicción castrense y asistencia religiosa a las Fuerzas Armadas.

Dicho proyecto constituye hoy el antecedente inmediato por ser tenido en cuenta para que se suprima el obispado castrense y que en ningún caso se requiera a los integrantes de las Fuerzas Armadas y de seguridad, sean oficiales, suboficiales, soldados o personal civil, la declaración o manifestación de sus creencias religiosas o la ausencia de ellas.

LAS ABUELAS Y SU NIETO RECUPERADO NÚMERO 101


En rueda de prensa, Francisco Madariaga Quintela contó junto a Abel, su padre, como recuperó su identidad después de 32 años y mostraron su alegría por el reencuentro. Francisco dijo que “no tener identidad es como ser un fantasma”. Su padre, el hombre que se sumó a la búsqueda de Abuelas, comentó: “Es un tigre, como su madre”. Silvia Quintela está desaparecida.

Por Laura Vales

Tienen la misma nariz –grande y carnosa–, la misma frente ancha y los pómulos idénticos, marcados y altos. Viéndolos juntos, uno sentado junto a otro, es imposible no pensar con el primer vistazo que son padre e hijo. Ayer, Abel y Francisco Madariaga contaron en una conferencia de prensa cómo se encontraron después de tres décadas. Abel, el papá, es secretario de Abuelas de Plaza de Mayo y buscaba a Francisco desde 1983. Pero fue el chico el que, ya crecido y convertido en un adulto, finalmente terminó encontrando al padre. A los 32 años, tras haber sido apropiado y criado por un oficial de inteligencia de Ejército, se presentó en Abuelas con la sospecha de que era hijo de desaparecidos, para hacerse los análisis de ADN.

Así se convirtió en el nieto recuperado número 101. En su caso, con la suerte extra de tener vivo a su papá, integrante de la dirección del organismo de derechos humanos –único hombre en un círculo de mujeres– y uno de los responsables de diseñar la estrategia de comunicación para que los jóvenes que sienten dudas sobre su filiación se acercaran a la entidad.

En la sede de Abuelas, donde se realizó la conferencia, Francisco estuvo acompañado por dos amigos, Cristian y Juan, treintañeros como él y que, según contó, fueron claves en la historia (“quiero agradecerles porque me obligaron a venir”, les dijo públicamente). Mezclada entre el público, también estuvo Lucía, su ex novia, que también lo apoyó en el proceso.

Francisco había llegado a Abuelas el 3 de febrero para hacer la consulta. Después, todo fue rápido. El día 4 fue a sacarse sangre para el análisis, y a las dos semanas la Justicia le informó sobre los resultados y le ofreció ponerlo en contacto con su verdadera familia. Resultó que además del padre había un tío (Daniel Quintela) y dos primas (Elena y Mariana) que también lo buscaban.

–Que nuestro encuentro haya sido tan natural va a darles fuerza a otros pibes –vaticinó ayer Abel, el papá–. Es un efecto de siembra; nos llevó tiempo sembrar, pero la cosecha viene cada vez más rápida.

“Un premio”

La historia sobre el nacimiento de Francisco fue relatada por Estela de Carlotto, la titular de la entidad. El joven nació en el hospital militar de la guarnición de Campo de Mayo, en julio de 1977. Su madre, Silvia Mónica Quintela, era, como Abel, militante de la organización Montoneros. Silvia había estudiado medicina en la Universidad de Buenos Aires y estaba haciendo la residencia como cirujana en el hospital municipal de Tigre cuando el 17 de enero de 1977 un grupo de tareas de la dictadura la secuestró. Tenía 28 años y estaba embarazada de cuatro meses.

La llevaron al centro clandestino de detención El Campito, donde la vieron varios sobrevivientes. En julio de 1977 fue trasladada al Hospital Militar, donde le hicieron una cesárea. Silvia dio a luz a un varón al que le puso de nombre Francisco, como quería su compañero.

Fueron las abuelas del recién nacido Sara Elena de Madariaga y Ernestina “Tina” Dallasta de Quintela las que iniciaron su búsqueda y la mantuvieron en los años de la dictadura. Abel, que tras el secuestro de su mujer se había exiliado en Suecia y más tarde en México, volvió a la Argentina en 1983 y se encargó activamente de la búsqueda; así se sumó al trabajo de las Abuelas. Con los años, se convirtió en el coordinador de los equipos técnicos de la entidad, y después pasó a ser parte de su mesa directiva.

“Todos los nietos son queridos, pero éste es un premio para un padre que luchó toda la vida”, definió Carlotto, que en la presentación estuvo acompañada por el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde.

Mentiras y violencia

En la conferencia de prensa, como era de esperar, hubo lágrimas de emoción. Lloraban los amigos de Francisco, lloraban varios integrantes de Abuelas, lagrimeaba aproximadamente la mitad de los que estaban en el salón mientras la otra mitad respiraba hondo y aguantaba. Abel contestó las preguntas de todos los medios con la voz firme, pero le temblaban las manos. En cambio, Francisco parecía totalmente aplomado: se lo veía alegre, pura sonrisa.

El padre, orgulloso, dijo que el hijo era “un tigre, como la madre”. Y aseguró que físicamente era “muy parecido” a ella “aunque, pobrecito, con algunos rasgos míos”. Francisco relató a su vez que, después de conocerlo, lo primero que hizo fue pedirle una foto de su madre.

Francisco contó, además, su vida con los apropiadores. Fue anotado como hijo propio por un oficial del Ejército, Víctor de Alejandro Gallo, al que describió como un hombre “muy violento”. “Fueron años oscuros, feos”, dijo sobre su infancia. En la familia, integrada por la mujer del militar, Inés Susana Colombo, y dos hermanos, nunca le dijeron que no era hijo biológico, y en su documento de identidad figuraba con el apellido del militar, con el nombre de Alejandro Ramiro, pero aun así, con los años fue acumulando dudas. “No me veía parecido a nadie, y además era una familia violenta, no me dejaban avanzar. No tenía ayuda familiar... por eso pensaba que una familia no podía hacer eso con un hijo propio.”

Así empezó a dar los pasos que lo llevarían a recuperar la identidad. “Lo busqué diez años”, resumió ayer, hablando del padre, pero sugiriendo que ese fue el tiempo que vivió con dudas y sin poder resolver la situación. Finalmente, cuando ya estaba muy avanzado en su búsqueda, la mujer de Gallo le confesó que, como él sospechaba, podía ser hijo de desaparecidos. Le dijo que “lo habían traído de Campo Mayo”, en julio del ’77, y que Gallo “le había dicho que se trataba de un niño abandonado”.

El militar era oficial de Inteligencia del Ejército; durante la dictadura integró el Batallón 601. Recuperada la democracia, Gallo acumuló antecedentes delictivos. En los ’80 participó del robo de una financiera y luego de la Masacre de Benavídez, donde fue asesinada una familia, hechos por los que estuvo detenido. En la actualidad es dueño de la agencia de seguridad Lince. Lo detuvieron el jueves, junto con su ex mujer (ver aparte), acusados de la apropiación. Se sospecha además que, en las últimas semanas, pudo haber estado detrás de dos incidentes que sufrió Francisco.

Antes de terminar la rueda de prensa, Abel pidió hacer dos agradecimientos, “a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) y al Poder Ejecutivo, porque desde que la apropiación de niños pasó a ser un problema de Estado, hemos resuelto más de treinta casos”.

Le pidieron a Francisco que hablara a los que están en una situación similar a la que él pasó. “No tener identidad es como ser un fantasma”, contestó, “pero encontré una familia gigante, con amor y contención. Eso es lo que buscaba: para mí, es un regalo”.