viernes, 29 de octubre de 2010

LAS MADRES DE SOACHA Y LAS DAMAS DE BLANCO


Cuba, Colombia: comparaciones que gritan Verdad.


Por Azalea Robles



· Capitulo 1. Elegancia, caminatas, y cámaras





Las Damas de Banco se visten de blanco y muy elegantes llevan flores, y caminan en protesta de un malvado gobierno y sistema social que le garantiza a toda la población de Cuba el acceso a la vivienda, a la educación gratuita, a la salud gratuita, a la salubridad urbana y rural, a la cultura, al desarrollo humano, intelectual y artístico pleno de cada persona; ya que el malvado sistema cubano estima que la salud, la vivienda, la educación, la cultura y la sanidad no son un lujo o una mercancía, sino un derecho humano de todas y todos. Las Damas de Blanco caminan siempre muy elegantes, porque saben que las cámaras y espacios mediáticos mundiales van a captar y difundir cada una de sus marchas, cada uno de sus pasos.


Las Madres de Soacha no se visten de blanco, se visten con ropas variopintas y a veces dispares, remendadas y lavadas a mano en el agua gélida de un grifo popular, ya que muchas de ellas no tienen agua en sus casuchas de madera, plásticos y zinc. Las Madres de Soacha también caminan, pero no sólo en el sitio en que las cámaras internacionales las van a captar, como lo hacen las Damas de Blanco; de hecho las cámaras internacionales no suelen captar a las Madres de Soacha…


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Las Madres de Soacha sortean miles de preocupaciones básicas mientras llevan en el alma y en el llanto el recuerdo de sus hijos: caminan kilómetros y kilómetros al día, para ir a ofertar su fuerza de trabajo en casas de ricos, como “empleadas de servicio” a cambio de míseras sumas y de esas ropas variopintas y gastadas que tienen el mal gusto de ponerse. Caminan kilómetros a diario ya que muchas de ellas viven en zonas a las que no llega el transporte público, y menos se “atreve” a llegar un taxi, debido a la inseguridad que causan las condiciones paupérrimas del lugar en el que habitan.


Las Damas de Blanco no se preocupan por los básicos de la supervivencia cotidiana, ellas están a otro nivel, más filosófico; no se preocupan por su vivienda, ya que en Cuba la vivienda es un derecho básico que cada cual tiene, y no una mercancía, con lo cual ellas no conocen la preocupación del alquiler, el desahucio, los cortes de luz por impago, y todas esas preocupaciones terrenales que las alejarían de la escenificació n y brillo que les corresponden, y de la difusión de la “necesidad de establecer en Cuba la Libertad”; la libertad de comprar como en Miami, y de morirse por falta de diálisis, como en Miami.


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· Capitulo 2. Hijos, comodidad y riesgos



Las Madres de Soacha han criado a sus hijos milagrosamente: solas, sin ayuda del estado, sin guarderías infantiles, sin salubridad, viviendo en medio de cloacas, y en casuchas que pueden caerse de la loma a la primera lluvia… Siempre nerviosas por el niño o la niña mientras iban a trabajar; algunas debiendo optar por dejarlos solitos con escasos 3 o 4 años de edad, a la merced de los accidentes mortales del hogar. Las Madres de Soacha han criado a sus hijos haciendo equilibrismo entre el agua con sal, el agua con azúcar, y el indispensable par de zapatos para el hijo al momento de mandarlo a la escuelita, si es que había alguna no muy lejos, cuya cuota de inscripción fuera accesible. Muchas han conocido desplazamientos forzados, en el segundo país con más desplazados del mundo… (1) En Colombia hay más de 4,5 millones de personas despojadas y desplazadas de sus tierras y hogares mediante el terror para beneficio de la oligarquía colombiana y de las multinacionales del agro-industrial o de la extracción.


Las Damas de Blanco han criado a sus hijos con todas las necesidades cubiertas, y además con acceso a la cultura, a los deportes y a una sociedad sana. Nunca se han preocupado por el asunto de las guarderías infantiles, ya que en Cuba las guarderías infantiles son un derecho básico, y las hay en todos los barrios. Nunca se han preocupado de accidentes de sus niños obligados a estar solos en el hogar… Nunca se han preocupado de deslaves, e incluso en las catástrofes naturales, como los ciclones que azotan periódicamente a Cuba, han gozado de un eficaz plan de evacuación, de asistencia social, de salubridad, que hace que Cuba, gracias a su sistema, sea el único país de la región en el que esos ciclones no dejan centenares o miles de muertos, como sí es el caso en Haití, Republica Dominicana, Honduras, USA (Nueva Orleans), Nicaragua, etc.…


Las Damas de Blanco nunca se han preocupado por la insalubridad, ya que en Cuba la salubridad es un básico resuelto en el que la desarrollada medicina preventiva cubana pone mucho énfasis.


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· Capitulo 3. Libertad





Las Damas de Blanco claman “Libertad y Justicia”, según unos conceptos que estipulan que la Libertad es la libertad a la propiedad privada, y la “Justicia” significa que ellas, sus allegados y sus familiares puedan poner bombas en hoteles o cines de Cuba, puedan delinquir y asesinar, pagados por la CIA, y que se les aplique la “justicia” de dejarlos en libertad (2).


Las Madres de Soacha y las madres de los 7.500 presos políticos en Colombia claman “Justicia y Libertad”. Las madres de Soacha piden que no haya impunidad para militares, generales y planificadores de algo llamado “falsos positivos” (3); las madres de los presos políticos en Colombia piden la Libertad de sus hijas e hijos, encarcelados bajo montajes judiciales (4), (5): estudiantes, sindicalistas, campesinos, indígenas, afro descendientes, líderes feministas, sociólogos, maestros, algunos condenados a penas que rondan los 40 años de cárcel, por su pensamiento crítico y reivindicació n social.


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· Capitulo 4. Sobrevivientes





Muchas de Las Madres de Soacha son sobrevivientes de las masacres perpetradas por la Herramienta paramilitar y militar del estado colombiano y de las multinacionales (6); masacres perpetradas para desalojar a campesinos, indígenas y afro descendientes. Con estos traumas sicológicos a cuestas viven en Bogotá, o más bien en sus barrios periféricos, aquellos reservados a los más empobrecidos, como lo es Soacha. Sus rostros envejecidos por el terror y la miseria son marginados de difusión mediática: mujeres valientes, golpeadas, avanzan invisibles en el trasegar de los pueblos.


Las Damas de Blanco llegan a sus casas, después de una marcha, como “sobrevivientes”… sobrevivientes al calor habanero multiplicado por las cámaras múltiples, e intensificado por la multitud que siempre se aglutina en torno a ellas cuando salen a hacer sus mediatizadas marchas: con el fin de abuchearlas, no de aplaudirlas (7). La multitud les grita que el pueblo cubano no se cree sus mentiras, que no alienten las políticas del bloqueo genocida de USA contra Cuba… Las Damas de Blanco, visiblemente desacreditadas por la pasión con la que el pueblo cubano sale a las calles a recriminarles su mercenariato, caminan disgustadas por lo que ellas más tarde llamarán ante los mass-media mundiales: “el lavado de cerebro castrista”, pues ellas no pueden entender que el pueblo cubano prefiera defender a Cuba revolucionaria y no caer en un sistema de privilegios para pocos y exclusiones correlativas para las mayorías, como lo es el capitalismo. No obstante el ostensible repudio popular que suscitan las Damas de Blanco en Cuba, los mass-media ocultan y deforman sin cesar la realidad. Las arregladas caras de las Damas de Blanco, ofuscadas por el oprobio de no poder hacer de Cuba un país capitalista, llenan las pantallas del mundo entero.




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· Capitulo 5. Traumas





Las Madres de Soacha viven cotidianamente con imágenes de horror estampadas en el alma: imágenes de las masacres con moto-sierra que acabaron con la vida de sus familiares; las imágenes del horror inyectado por la Estrategia paramilitar del estado colombiano y sus militares (8)… Estas Madres deben acostarse y levantarse cada día, y avanzar sorteando el miedo y la angustia, con un corazón de praderas irreales. Estas Madres han sobrevivido sin embargo a las masacres, y han “echa´o pa´lante” para la ciudad a criar a sus hijos…


Las Damas de Blanco viven cotidianamente traumatizadas por “la dictadura castrista” que les impide acumular tierras y lujos, que les impide desposeer a otros cubanos, para tener sobre ellos un privilegio feudal. Con estos traumas sicológicos a cuestas viven las Damas de Blanco, como habaneras en La Habana… o mejor dicho viven en la Habana como estadounidenses- habaneras, ya que gozan de una paga en dólares suministrada por la “Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba”. Se duermen y se despiertan con la omnipresencia de las imágenes de los grandes shopping-centers de Miami, en el alma, estilizada y plastificada; siempre listas para influenciar a sus hijos y a otros jóvenes con la propaganda de “lo maravilloso que es vivir en el capitalismo”, al que ellas llaman “Mundo Libre”.




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· Capitulo 6. En la Guerra mediática unas apuñalan y otras son apuñaladas



Entre lo superfluo “útil” sobre-mediatizado y lo macabro “útil” escondido… 35 000 niños muriendo por causas evitables cada día son un “detalle”; la parábola de la uña rota frente al hospital devastado…




Las Damas de Blanco apuñalan propaganda; son parte de una maquinaria de guerra mediática adelantada por la ex oligarquía que había en Cuba antes de la revolución y por el gran capital transnacional. La propaganda inyectada a través de los mass-media mundiales y los grupúsculos financiados en Cuba por la CIA, busca acabar con la revolución cubana, preparando internacionalmente una matriz de opinión en la que se presenta a Cuba como un sistema nefasto, lleno de pobreza e injusticia, y a su gobierno como un régimen despótico. En Cuba, esta propaganda busca convencer de “las maravillas del capitalismo”, obviando que en el “Mundo Libre” cada 7 segundos muere de hambre un niño de menos de diez años. Ninguno en Cuba.




En el “mundo Libre”, 200 millones de niños viven y duermen en las calles; ninguno en Cuba.




1.020 millones de personas sufren de malnutrición crónica en el mundo (FAO) (9). Ninguna de ellas es cubana.




Cada día mueren en el mundo por causas totalmente evitables unos 35 000 niños (10), ninguno de ellos en Cuba. Cuba, a pesar de ser un país bloqueado, posee índices de salud iguales a los del “primer mundo” (“una tasa de mortalidad infantil de 4,7 por cada mil nacidos vivos y 26 de los 169 municipios cubanos presentan mortalidad cero» (UNICEF))… esto porque hay voluntad, decisión política, y sobre todo porque el sistema cubano no permite la libertad de acumular y capitalizar en grandes monopolios. Es esta capitalizació n la que excluye a las mayorías del acceso a suplir sus necesidades más vitales, como pasa en el “Mundo Libre”.




En América Latina y el Caribe hay 228 millones de pobres, 102 millones de indigentes, o sea el 42% de la población en la pobreza y el 20% en total indigencia. Ninguno de ellos es cubano. (CEPAL). (11)


En América Latina mueren decenas de miles de personas, cada año, por falta de atención médica; salvo en Cuba: Cuba es el país del mundo que tiene la más alta cifra de médicos por habitante, y la medicina en Cuba no es una mercancía, sino un derecho humano.


Actualmente mueren casi dos millones de niños al año en el mundo, sólo por falta de agua potable y saneamiento adecuado… Ninguno de ellos en Cuba. (12)


Pero las Damas de Blanco, muy a la par de los Menticientes de Miami, no toman en cuenta estas cifras, estos “detalles” acerca de la vida y la muerte de millones de personas; ellas tienen una jugada política que hacer, y es para lo cual les pagan. Una jugada política amplificada por los mass-media de propiedad de los mismos que las financian, para que funjan de “víctimas” del único sistema social que antepone el beneficio del ser humano al del gran capital. Sus financistas, acumuladores de riquezas y de patrañas, tienen en las Damas de Blanco y en demás grupúsculos desprovistos de ética, la base idónea para sus montajes mediáticos.




Las Madres de Soacha fueron apuñaladas por la propaganda; han sido molidas por la perversión de una maquinaria de guerra adelantada por la oligarquía colombiana y el gran capital transnacional. La propaganda inyectada mediante los mass-media busca presentar una realidad virtual de Colombia que no corresponde con la realidad objetiva, creando internacionalmente una matriz de opinión en la que se presenta al Estado colombiano como un Estado “desbordado” entre “bandas de extrema izquierda y bandas de extrema derecha”: tapando la realidad de que el Estado colombiano es un Estado-instrumento de la oligarquía colombiana y de las multinacionales para viabilizar el saqueo de los recursos, acallando mediante la represión atroz toda reivindicació n social. La propaganda busca ocultar que es en ese este marco de Terrorismo de Estado al servicio del gran capital, que se desarrolla la Estrategia paramilitar.


La propaganda busca presentar a la Estrategia Paramilitar del Estado colombiano y las multinacionales, como “bandas de extrema derecha” de surgimiento “espontáneo” “frente a las bandas de extrema izquierda”; cuando en realidad no hubo tal “surgimiento espontáneo en respuesta a”: el Paramilitarismo fue, y es, una herramienta del terror del Estado y las multinacionales (13) para asesinar sindicalistas, comunistas, ecologistas y todo aquel que reivindique los derechos económicos, sociales, ecológicos y culturales del pueblo de Colombia (14) . La Herramienta Paramilitar es coordinada por los militares, por los asesores USA y del Mossad; y en pago por su “labor” de asesinar comunistas y opositores, le han dado parte de la gestión del narcotráfico a algunos capos paramilitares: éstos comparten la gestión del narco con la oligarquía secular, bajo la supervisión de la CIA, que gestiona los dineros del narco a nivel internacional. La mayoría del dinero del narcotráfico termina en las plazas financieras de USA y UE, quedándose una parte sustancial en manos de la CIA para financiar sus operaciones encubiertas en toda América: golpes de Estado (el caso más reciente es el de Honduras), desestabilizació n y financiación de paramilitarismo contra el proceso de emancipación de Venezuela, paramilitarismo contra la resistencia en Honduras, reactivación de terror paramilitar en Perú (particularmente en las zonas de alto interés para las empresas mineras), paramilitarismo y terror en México (otro país clave), fomento de las Maras y otras estructuras destinadas a la desintegració n social en Centro-América, coordinadas en Guatemala por las sanguinarias PAC de Ríos Montt, operaciones contra Cuba, etc.…


La Madres de Soacha han visto cómo sus hijos eran asesinados y sus cadáveres usados para los siniestros montajes militaro-mediá ticos del Estado colombiano: conocidos como “falsos positivos”.


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· Capitulo 7. Montajes mediáticos: Cómo ocultar un genocidio y sus causas en Colombia, y cómo inventarse disidentes en Cuba



Guerra mediática y sus insumos: miles de asesinatos perpetrados por el Estado colombiano, y Damas de Blanco caminando mientras los Damos ponen bombas…



La Madres de Soacha tienen las vidas atravesadas por los Montajes mediáticos. En los barrios periféricos donde viven, el Estado busca a sus víctimas para los “falsos positivos”. Los militares del ejército de Colombia secuestran niños y jóvenes pobres en barrios como Soacha, se los llevan, los asesinan y los presentan como “guerrilleros dados de baja en combate”. La ONU ya ha reconocido al menos 2000 casos de niños y jóvenes asesinados por el ejército colombiano para la fabricación de sus “falsos positivos”, y la cifra adelantada por las organizaciones de derechos humanos supera los 5000 asesinatos: y esto es sólo la punta del iceberg de lo que es una política estatal, determinada por la directiva presidencial 029, que incentiva estos crímenes mediante un perverso mecanismo de recompensas (15).


Los “falsos positivos” benefician al Estado pues este aduce que su política contra-insurgente arroja “resultados reales”. El disfrazar de guerrilleros a los civiles asesinados, le permite también al Estado asesinar sindicalistas, estudiantes, campesinos, y hacerlos pasar por “guerrilleros muertos en combate”. Colombia es el país más peligroso del mundo para ejercer el sindicalismo, y eso no parece “ameritar” ser noticia mundial. Miles de sindicalistas han sido asesinados y el genocidio sigue en medio del más absoluto silencio internacional que beneficia al Estado y su estructura militar-paramilitar .


La práctica de montajes de todo tipo es uno de los caballos de guerra más desarrollados del Estado colombiano. Es un Estado que practica incluso el auto-atentado (16), (17) con tal de provocar muertos para poder sustentar su guerra mediática, como ha sido corroborado por funcionarios del propio DAS, y recientemente incluso por documentos escritos del DAS: “Montajes (…) Sabotaje, Terrorismo: explosivos incendiarios servicios públicos, tecnológico (…)” (17). Entre los raptados por el ejército y sus paramilitares para posteriormente asesinarlos y disfrazarlos en sus “falsos positivos”, hay varios niños… Presentarlos como “guerrilleros muertos en combate” potencia la campaña de desprestigio contra la guerrilla que adelanta el Estado (documentos DAS) (17). El Estado es experto en fabricar “pruebas”, poco importa que eso implique asesinar.


En Colombia la guerra física y la guerra mediática adelantadas contra el pueblo por el gran capital, mediante las estructuras del Estado (militares y paramilitares) , han llegado al paroxismo absoluto: se habla de “Guerra mediática y cadáveres útiles al Estado”


El Terrorismo de Estado en Colombia ha desaparecido a más de 200.000 personas (18), El Terror Estatal ha desplazado de sus tierras a más de 4,5 millones de personas (1), mediante sus militares y su Herramienta paramilitar, ofreciendo así las tierras vacías de habitantes y reivindicaciones a latifundistas y multinacionales. El régimen colombiano tiene más de 7.500 presos políticos encarcelados mediante montajes judiciales (4).
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La Damas de Blanco tienen las vidas atravesadas por los montajes mediáticos: son financiadas por la mafia de Miami y la CIA, vinculada con Damos como Posada Carriles, responsable del atentado contra el avión de Cubana de Aviación en 1976, en el que murieron 73 personas (19). Estos grupúsculos son la minúscula y terrorífica base social mercenaria, que le ha causado a Cuba muchos muertos y lisiados, y que además adelantan permanentemente una campaña de mentiras contra la Isla. Esta minoría mercenaria es la que, a través de la lupa y deformación de los mass-media, se proyecta como multitudinaria. Los mass media adelantan la conquista de la opinión pública contra Cuba. Las acciones de las Damas de Blanco sirven de sustento a los montajes mediáticos, ya que, a nivel mundial, cualquier caminata de las Damas de Blanco es sobre-mediatizada, con una lectura del asunto completamente descontextualizada, distorsionada y mentida… de un puñado de “Damas” los mass-media fabrican titulares como: “Pueblo cubano protesta contra la dictadura castrista”, y de una evacuación popular de las Damas de Blanco, los mass-media mundiales titulan “Los Castro revientan a golpes la protesta de las Damas de Blanco” (20). Todos los diarios del grupo español Vocento titulaban hace poco: “Castro se ensaña con la protesta pacífica”, y afirmaban que “la protesta pacífica “fue “desbaratada a golpes por la Policía cubana” (20). Los ejemplos de desinformació n y mentiras, en los que se transforma a un puñado de asalariadas de Estados Unidos en “una multitud”, y en los que se transforma a las mujeres policías cubanas (que curiosamente llevan tacones para “reprimir”) en agresivas fuerzas de represión abundan… Se impone la comparación entre lo que los mass-media nombran “la brutal represión” refiriéndose a la policía cubana, y las verdaderas represiones brutales que nunca tienen cabida para ser denunciadas por los mass-media… En México, Colombia, o Nigeria son con frecuencia asesinadas personas por la policía, que Sí reprime brutalmente las manifestaciones… Y sin salir de Europa: los policías anti-manifestacione s parecen más Robocops que seres humanos (21).


José Manzaneda relata así la realidad de las marchas organizadas en Miami en contubernio con las realizadas por las Damas de Blanco en La Habana (22): “El pasado 25 de marzo, una marcha recorría las calles de Miami en favor de las llamadas Damas de Blanco, grupo de familiares de presos que cumplen condena en Cuba por colaboración con el gobierno de EEUU. La manifestación fue convocada por la cantante Gloria Estefan, quien pertenece a una de las familias que huyeron a Miami por sus vínculos con la dictadura de Fulgencio Batista, a cuya guardia personal perteneció su padre. El acto fue secundado por organizaciones que apoyan no sólo el bloqueo, sino la intervención militar en Cuba, y contó con la presencia de Posada Carriles, terrorista protegido por el gobierno de EEUU y autor confeso, entre otros muchos atentados, de la voladura de un avión de Cubana de Aviación en pleno vuelo en 1976, que causó 73 víctimas mortales. La persona que introdujo refugiado en EEUU a este criminal, en el interior de su propio yate, es Santiago Álvarez Fernández-Magriñá , uno de los financiadores de las Damas de Blanco, a través de la asociación que preside, Rescate Jurídico (23)


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· Capitulo 8. el Drama silenciado y el Teatro vociferado



Las Madres De Soacha y sus familiares han conocido de lleno el Terrorismo de Estado en Colombia por reclamar que sean condenados los asesinos de sus hijos, y que se castigue la criminalidad del Estado. Han sufrido la desaparición y asesinato de otros de sus hijos y familiares, amenazas por denunciar, han visto la liberación e impunidad para los militares autores materiales de los crímenes, así como la libertad e impunidad para los autores intelectuales de los crímenes (que ni siquiera fueron imputados)… Las Madres de Soacha han sido criminalizadas, y muchas deben esconderse, ya que varios testigos y denunciantes en los casos de los “falsos positivos” han sido asesinados para asegurar la impunidad dentro del marco de una estrategia estatal (24). Si de su sufrimiento hay que hablar… la voz misma se quiebra de angustia ante el genocidio y la indiferencia internacional que se abate sobre el pueblo colombiano. El llanto largo e invisibilizado de las Madres de Soacha no goza de la solidaridad de “intelectuales y artistas” a nivel mundial. Los mass-media internacionales guardan silencio acerca de este drama.


Las Damas de Blanco y sus familiares han conocido de lleno las embajadas de varios países europeos, cuyos funcionarios también atizan el odio contra Cuba y su sistema social. Ninguna Dama de Blanco ha sido desaparecida o asesinada. Si de su “sufrimiento” hay que hablar… tal vez han sufrido sus trajes de lino blanco por marchar en los calores habaneros… El perpetuo martilleo mediático de cualquier ademán de las Damas de Blanco goza de la solidaridad de “intelectuales y artistas” a nivel mundial. Los mass-media internacionales han hecho gran alboroto con esta farsa.


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· Capítulo 9. Dos realidades mentidas y ocultadas: Antípodas cuya comparación desvela la manipulación de los medios de comunicación



El que se haya descubierto en Colombia la mayor fosa común del continente americano, con 2000 cadáveres, producto de desapariciones y asesinatos de la Fuerza Omega del ejército, no es noticia mundial (25), cuando debería ser un escándalo mayúsculo, dada la dimensión del crimen, sólo comparable a las fosas nazis. Para buscar información acerca de este hecho dantesco hay que convertirse en un arqueólogo de los archivos, mientras que basta con teclear “Damas de Blanco”, y aparece toda la falsimedia contra Cuba, que, obviamente, también oculta a Cuba. Colombia y Cuba son dos realidades mentidas y ocultadas: la primera es la realidad del pueblo que mayor genocidio y dictadura conoce de todo el continente americano, y la segunda es la realidad del pueblo que goza de mayor respeto a los derechos humanos y mayor libertad de todo el continente americano, la realidad que le da al ser humano vitamina de esperanza… Pero la falsimedia muestra de Colombia un “Estado democrático”, ocultando de un plumazo a los 200.000 desaparecidos… y de Cuba muestra a “un Estado irrespetuoso de los derechos humanos”… ¡Qué cinismo macabro!


miércoles, 27 de octubre de 2010

NOS QUEDA LA PALABRA




Defensa de la palabra



Por Eduardo Galeano

1.
Uno escribe a partir de una necesidad de comunicación y de comunión con los demás, para denunciar lo que duele y compartir lo que da alegría. Uno escribe contra la propia soledad y la soledad de los otros. Uno supone que la literatura transmite conocimiento y actúa sobre el lenguaje y la conducta de quien la recibe; que nos ayuda a conocernos mejor para salvarnos juntos. Pero “los demás” y “los otros” son términos demasiado vagos; y en tiempos de crisis, tiempos de definición, la ambigüedad puede parecerse demasiado a la mentira. Uno escribe, en realidad, para la gente con cuya suerte, o mala suerte, uno se siente identificado, los malcomidos, los maldormidos, los rebeldes y los humillados de esta tierra, y la mayoría de ellos no sabe leer. Entre la minoría que sabe, ¿cuántos disponen de dinero para comprar libros? ¿Se resuelve esta contradicción proclamando que uno escribe para esa cómoda abstracción llamada “masa”?



2.
No hemos nacido en la luna, no habitamos el séptimo cielo. Tenemos la dicha y la desgracia de pertenecer a una región atormentada del mundo, América Latina, y de vivir un tiempo histórico que golpea duro. Las contradicciones de la sociedad de clases son, aquí, más feroces que en los países ricos. La miseria masiva es el precio que los países pobres pagan para que el seis por ciento de la población mundial pueda consumir impunemente la mitad de la riqueza que el mundo entero genera. Es mucho mayor la distancia, el abismo que en América Latina se abre entre el bienestar de pocos y la desgracia de muchos; y son más salvajes los métodos necesarios para salvaguardar esa distancia.



El desarrollo de una industria restrictiva y dependiente, que aterrizó sobre las viejas estructuras agrarias y mineras sin alterar sus deformaciones esenciales, ha agudizado las contradicciones sociales en lugar de aliviarlas. La habilidad de los políticos tradicionales, expertos en las artes de la seducción y la estafa, resulta hoy insuficiente, anticuada, inútil; el juego populista que permitía otorgar para manipular ya no es posible, o revela su peligroso doble filo. Las clases y los países dominantes recurren a la maquinaria represiva. ¿De qué otra manera podría sobrevivir sin cambios un sistema social cada vez más parecida a un campo de concentración? ¿Cómo mantener a raya, sin alambradas de púas, a la reciente legión de los malditos? En la medida en que el sistema se siente amenazado por el desarrollo sin tregua de la desocupación, la pobreza y las tensiones sociales y políticas derivadas, se abrevia el espacio disponible para la simulación y los buenos modales: en los suburbios del mundo el sistema revela su verdadero rostro.



¿Por qué no reconocer un cierto mérito de sinceridad en las dictaduras que oprimen, hoy por hoy, a la mayoría de nuestros países? La libertad de los negocios implica, en tiempos de crisis, la prisión de las personas.



Los científicos latinoamericanos emigran, los laboratorios y las universidades no tienen recursos, el “know how” industrial es siempre extranjero y se paga carísimo, pero ¿por qué no reconocer un cierto mérito de creatividad en el desarrollo de una tecnología del terror? América Latina está haciendo inspirados aportes universales en cuanto al desarrollo de métodos de torturas, técnicas del asesinato de personas e ideas, cultivo del silencio, multiplicació n de la impotencia y siembra del miedo.



Quienes queremos trabajar por una literatura que ayude a revelar la voz de los que no tienen voz, ¿cómo podemos actuar en el marco de esta realidad? ¿Podemos hacernos oír en medio de una cultura sorda y muda? Las nuestras son repúblicas del silencio. La pequeña libertad del escritor, ¿no es a veces la prueba de su fracaso? ¿Hasta dónde y hasta quiénes podemos llegar?



Hermosa tarea la de anunciar el mundo de los justos y los libres; digna función la de negar el sistema del hambre y de las jaulas visibles o invisibles. Pero, ¿a cuántos metros tenemos la frontera? ¿Hasta dónde otorgan permiso los dueños del poder?



3.
Mucho se ha discutido en torno de las formas directas de censura bajo los diversos regímenes sociales y políticos que en el mundo son o han sido, la prohibición de libros y periódicos incómodos o peligrosos y el destino de destierro, cárcel o fosa de algunos escritores y periodistas. Pero la censura indirecta actúa de un modo más sutil. No por menos aparente es menos real. Poco se habla de ella; sin embargo, en América Latina es la que más profundamente define el carácter opresor y excluyente del sistema que la mayoría de nuestros países padece. ¿En qué consiste esta censura que nunca osa decir su nombre? Consiste en que no viaja el barco porque no hay agua en el mar: si un cinco por ciento de la población latinoamericana puede comprar refrigeradores, ¿qué porcentaje puede comprar libros? ¿Y qué porcentaje puede leerlos, sentir su necesidad, recibir su influencia?



Los escritores latinoamericanos, asalariados de una industria de la cultura que sirve al consumo de una elite ilustrada, provenimos de una minoría y escribimos para ella. Esta es la situación objetiva de los escritores cuya obra confirma la desigualdad social y la ideología dominante; y es también la situación objetiva de quienes pretendemos romper con ellas. Estamos bloqueados, en gran medida, por las reglas de juego de la realidad en la que actuamos.



El orden social vigente pervierte o aniquila la capacidad creadora de la inmensa mayoría de los hombres y reduce la posibilidad de la creación – antigua respuesta al dolor humano y a la certidumbre de la muerte – al ejercicio profesional de un puñado de especialistas. ¿Cuántos somos, en América Latina, esos “especialistas”? ¿Para quiénes escribimos, a quiénes llegamos? ¿Cuál es nuestro público real? Desconfiemos de los aplausos. A veces nos felicitan quienes nos consideran inocuos.



4.
Uno escribe para despistar a la muerte y estrangular los fantasmas que por dentro lo acosan; pero lo que uno escribe puede ser históricamente útil sólo cuando de alguna manera coincide con la necesidad colectiva de conquista de la identidad.



Esto, creo, quisiera uno: que al decir: “Así soy” y ofrecerse, el escritor pudiera ayudar a muchos a tomar conciencia de lo que son. Como medio de revelación de la identidad colectiva, el arte debería ser considerado un artículo de primera necesidad y no un lujo. Pero en América Latina el acceso a los productos de arte y cultura está vedado a la inmensa mayoría.



Para los pueblos cuya identidad ha sido rota por las sucesivas culturas de conquista, y cuya explotación despiadada sirve al funcionamiento de la maquinaria del capitalismo mundial, el sistema genera una “cultura de masas”. Cultura para masas, debería decirse, definición más adecuada de este arte degradado de circulación masiva que manipula las conciencias, oculta la realidad y aplasta la imaginación creadora. No sirve, por cierto, a la revelación de la identidad, sino que es un medio de borrarla o deformarla, para imponer modos de vida y pautas de consumo que se difunden masivamente a través de los medios de comunicación. Se llama “cultura nacional” a la cultura de la clase dominante, que vive una vida importada y se limita a copiar, con torpeza y mal gusto, a la llamada “cultura universal”, o lo que por ella entienden quienes la confunden con la cultura de los países dominantes. En nuestro tiempo, era de los mercados múltiples y las corporaciones multinacionales, se ha internacionalizado la economía y también la cultura, la “cultura de masas”, gracias al desarrollo acelerado y la difusión masiva de los medios. Los centros de poder nos exportan máquinas y patentes y también ideología. Si en América Latina está reservado a pocos el goce de los bienes terrenales, es preciso que la mayoría se resigne a consumir fantasías. Se vende ilusiones de riqueza a los pobres y de libertad a los oprimidos, sueños de triunfo para los vencidos y de poder para los débiles. No hace falta saber leer para consumir las apelaciones simbólicas que la televisión, la radio y el cine difunden para justificar la organización desigual del mundo. Para perpetuar el estado de cosas vigente en estas tierras donde cada minuto muere un niño de enfermedad o de hambre, es preciso que nos miremos a nosotros mismos con los ojos de quien nos oprime. Se domestica a la gente para que acepte “este” orden como el orden “natural” y por lo tanto eterno; y se identifica al sistema con la patria, de modo que el enemigo del régimen resulta ser un traidor o un agente foráneo. Se santifica la ley de la selva, que es la ley del sistema, para que los pueblos derrotados acepten su suerte como un destino; falsificando el pasado se escamotean las verdaderas causas del fracaso histórico de América Latina, cuya pobreza ha alimentado siempre la riqueza ajena: en la pantalla chica y en la pantalla grande gana el mejor, y el mejor es el más fuerte. El derroche, el exhibicionismo y la falta de escrúpulos no producen asco, sino admiración; todo puede ser comprado, vendido, alquilado, consumido, sin exceptuar el alma. Se atribuye a un cigarrillo, a un automóvil, a una botella de whisky o a un reloj, propiedades mágicas: otorgan personalidad, hacen triunfar en la vida, dan felicidad o éxito. A la proliferación de héroes y modelos extranjeros, corresponde el fetichismo de las marcas y las modas de los países ricos. Las fotonovelas y los teleteatros locales transcurren en un limbo de cursilería, al margen de los problemas sociales y políticos reales de cada país; y las series importadas venden democracia occidental y cristiana junto con violencia y salsa de tomates.



5.
En estas tierras de jóvenes, jóvenes que se multiplican sin cesar y que no encuentran empleo, el tic-tac de la bomba de tiempo obliga a los que mandan a dormir con un solo ojo. Los múltiples métodos de alienación cultural, máquinas de dopar y de castrar, cobran una importancia cada vez mayor. Las fórmulas de esterilizació n de las conciencias se ensayan con más éxito que los planes de control de la natalidad.



La mejor manera de colonizar una conciencia consiste en suprimirla. En este sentido también opera, deliberadamente o no, la importación de una falsa contracultura que encuentra eco creciente en las nuevas generaciones de algunos países latinoamericanos. Los países que no abren a los muchachos opciones de participación política – por la petrificación de sus estructuras o por sus asfixiantes mecanismos de represión – ofrecen los terrenos mejor abonados para la proliferación de una presunta “cultura de protesta”, venida de afuera, subproducto de la sociedad del ocio y el despilfarro, que se proyecta hacia todas las clases sociales a partir del anti-convencionalis mo postizo de las clases parasitarias.



Los hábitos y símbolos de la revuelta juvenil de los años sesenta en Estados Unidos y en Europa, nacidos de una reacción contra la uniformidad del consumo, son ahora objeto de producción en serie. La ropa con diseños psicodélicos se vende al grito de “¡Libérate!”; la música, los posters, los peinados y los vestidos que reproducen los modelos estéticos de la alucinación por las drogas, son volcados en escala industrial sobre el Tercer Mundo. Junto con los símbolos, coloridos y simpáticos, se ofrece pasajes al limbo a los jóvenes que quieren huir del infierno. Se invita a las nuevas generaciones a abandonar la historia, que duele, para viajar al Nirvana. Al incorporarse a esta “cultura de la droga”, ciertos sectores juveniles latinoamericanos realizan la ilusión de reproducir el modo de vida de sus equivalentes metropolitanos.



Originada en el inconformismo de grupos marginales de la sociedad industrial alienada, esta falsa contra-cultura nada tiene que ver con nuestras necesidades reales de identidad y destino: brinda aventuras para paralíticos; genera resignación, egoísmo, incomunicació n; deja intacta la realidad pero cambia su imagen; promete amor sin dolor y paz sin guerra. Además, al convertir a las sensaciones en artículos de consumo, encaja perfectamente con la “ideología de supermercado” que difunden los medios masivos de comunicación. Si el fetichismo de los autos y las heladeras no resulta suficiente para apagar la angustia y calmar la ansiedad, es posible comprar paz, intensidad y alegría en el supermercado clandestino.



6.
Encender conciencias, revelar la realidad: ¿Puede la literatura reivindicar mejor función en estos tiempos y estas tierras nuestras? La cultura del sistema, cultura de los sucedáneos de la vida, enmascara la realidad y anestesia la conciencia. Pero, ¿qué puede un escritor, por mucho que arda su fueguito, contra el engranaje ideológico de la mentira y el conformismo?



Si la sociedad tiende a organizarse de tal modo que nadie se encuentra con nadie, y a reducir las relaciones humanas al juego siniestro de la competencia y



el consumo – hombres solos usándose entre sí y aplastándose los unos a los otros -¿qué papel puede cumplir una literatura del vínculo fraternal y la participación solidaria? Hemos llegado a un punto en el que nombrar las cosas implica denunciarlas: ¿ante quiénes, para quiénes?



7.
Nuestro propio destino de escritores latinoamericanos está ligado a la necesidad de transformaciones sociales profundas. Narrar es darse: parece obvio que la literatura, como tentativa de comunicación plena, continuará bloqueada de antemano mientras existan la miseria y el analfabetismo y los dueños del poder sigan realizando impunemente su proyecto de imbecilizació n colectiva a través de los medios masivos de comunicación.



No comparto la actitud de quienes reivindican para los escritores un privilegio de libertad al margen de la libertad de los demás trabajadores. Grandes cambios, hondos cambios de estructura serán necesarios en nuestros países para que los escritores podamos llegar más allá de las ciudadelas cerradas de las élites y para que podamos expresarnos sin mordazas visibles o invisibles. Dentro de una sociedad presa, la literatura libre sólo puede existir como denuncia y esperanza.



En el mismo sentido, creo que sería un sueño de una noche de verano suponer que por vías exclusivamente culturales podría llegar a liberarse la potencia creadora del pueblo, desde temprano adormecida por las duras condiciones materiales y las exigencias de la vida. ¿Cuántos talentos se extinguen, en América Latina, antes de que puedan llegar a manifestarse? ¿Cuántos escritores y artistas no llegan ni siquiera a enterarse de que lo son?



8.
Por otra parte, ¿puede realizarse cabalmente una cultura nacional en países donde las bases materiales del poder no son nacionales, o dependen de centros extranjeros? Si esto no es posible, ¿qué sentido tiene escribir? No hay un “grado cero” de la cultura, así como no existe un “grado cero” de la historia.



Si reconocemos una inevitable continuidad entre la etapa del dominio y la etapa de la liberación en cualquier proceso de desarrollo social, ¿por qué negar la importancia de la literatura y su posible función revolucionaria en la exploración, revelación y difusión de nuestra verdadera identidad o de su proyecto? El opresor quiere que el espejo no devuelva al oprimido más que una mancha de azogue. ¿Qué proceso de cambio puede impulsar un pueblo que no sabe quién es, ni de dónde viene? Si no sabe quién es, ¿cómo puede saber lo que merece ser? ¿No puede la literatura ayudar, directa o indirectamente, a esa revelación? En gran medida, pienso, la posibilidad del aporte depende del grado de intensidad de la comunidad del escritor con las raíces, los andares y el destino de su pueblo. También de su sensibilidad para percibir el latido, el sonido y el ritmo de la auténtica contra-cultura en ascenso. Muchas veces lo que se considera “incultura” contiene semillas o frutos de “otra” cultura, que enfrenta a la cultura dominante y no tiene sus valores ni su retórica. Se la suele menospreciar, por error, como a una mera repetición degradada de los productos “cultos” de la élite o de los modelos culturales que el sistema fabrica en serie, pero a menudo es más reveladora y valiosa una crónica popular que una novela “profesional”, y el pulso de la vida real se siente con más fuerza en ciertas coplas anónimas del cancionero nacional que en muchos libros de poesía escritos en el código de los iniciados; los testimonios de la gente que de mil modos expresa sus lastimaduras y sus esperanzas frecuentemente resultan más elocuentes y bellos que las obras escritas “en nombre del pueblo”.



Nuestra auténtica identidad colectiva nace del pasado y se nutre de él – huellas sobre las que caminan nuestros pies, pasos que presienten nuestros andares de ahora – pero no se cristaliza en la nostalgia. No vamos a encontrar, por cierto, nuestro escondido rostro en la perpetuación artificial de trajes, costumbres y objetos típicos que los turistas exigen a los pueblos vencidos. Somos lo que hacemos, y sobre todo lo que hacemos para cambiar lo que somos: nuestra identidad reside en la acción y en la lucha. Por eso la revelación de lo que somos implica la denuncia de lo que nos impide ser lo que podemos ser. Nos definimos a partir del desafío y por oposición al obstáculo.



Una literatura nacida del proceso de crisis y de cambio y metida a fondo en el riesgo y la aventura de su tiempo, bien puede ayudar a crear los símbolos de la realidad nueva y quizás alumbre, si el talento no falta y el coraje tampoco, las señales del camino.



No es inútil cantar al dolor y la hermosura de haber nacido en América.



9.
No siempre los datos de tiraje o venta dan la medida de la resonancia de un libro. A veces la obra escrita irradia una influencia mucho mayor que su difusión aparente; a veces responde con años de anticipación a las preguntas y necesidades colectivas, si el creador ha sabido vivirlas previamente como dudas y desgarramientos dentro de sí. La obra brota de la conciencia herida del escritor y se proyecta al mundo: el acto de creación es un acto de solidaridad que no siempre cumple su destino en vida de quien lo realiza.



10.
No comparto la actitud de los escritores que se atribuyen privilegios divinos no otorgados al común de los mortales, ni la actitud de quienes se golpean el pecho y rasgan sus vestiduras clamando el perdón público por vivir al servicio de una vocación inútil. Ni tan dioses ni tan insectos. La conciencia de nuestras imitaciones no es una conciencia de impotencia: la literatura, una forma de la acción, no tiene poderes sobrenaturales, pero el escritor puede ser un poquito mago cuando consigue que sobrevivan, a través de su obra, personas y experiencias que valen la pena. Si lo que escribe no es leído impunemente y cambia o alimenta, en alguna medida, la conciencia de quien lee, bien puede un escritor reivindicar su parte en el proceso de cambio: sin soberbia ni falsa humildad, y sabiéndose padecido de algo mucho más vasto.



Me parece coherente que renieguen de la palabra quienes cultivan el monólogo con sus propias sombras y laberintos sin fin; pero la palabra tiene sentido para quienes queremos celebrar y compartir la certidumbre de que la condición humana no es una cloaca. Buscamos interlocutores, no admiradores; ofrecemos diálogo, no espectáculo. Escribimos a partir de una tentativa de encuentro, para que el lector comulgue con palabras que nos vienen de él y que vuelven a él como aliento y profecía.



11.
Sostener que la literatura va a cambiar, de por sí, la realidad, sería un acto de locura o soberbia. No me parece menos necio negar que en algo puede ayudar a que cambie.



La conciencia de nuestras limitaciones es, en definitiva, una conciencia de nuestra realidad. En medio de la niebla de la desesperanza y la duda, es posible enfrentar las cosas cara a cara y pelearlas cuerpo a cuerpo: a partir de nuestras limitaciones, pero contra ellas.



En este sentido, resulta tan desertora una literatura “revolucionaria” escrita para los convencidos, como una literatura conservadora consagrada al éxtasis en la contemplación del propio ombligo. Hay quienes cultivan una literatura “ultra” y de tono apocalíptico, dirigida a un público reducido y que está de antemano de acuerdo con lo que propone y trasmite: ¿cuál es el riesgo que asumen estos escritores, por más revolucionarios que digan ser, si escriben para la minoría que piensa y siente como ellos y le dan lo que espera recibir? No hay, entonces, posibilidad de fracaso; pero tampoco de éxito. ¿De qué sirve escribir si no es para desafiar el bloqueo que el sistema impone al mensaje disidente? Nuestra eficacia depende de nuestra capacidad de ser audaces y astutos, claros y atractivos. Ojalá podamos crear un lenguaje entrador y más hermoso que el que los escritores conformistas emplean para saludar al crepúsculo.



12.
Pero no es solamente un problema de lenguaje. También de medios. La cultura de la resistencia emplea todos los medios a su alcance y no se concede el lujo de desperdiciar ningún vehículo ni oportunidad de expresión. El tiempo es breve, ardiente el desafío, enorme la tarea: para un escritor latinoamericano enrolado en la causa del cambio social, la producción de libros forma parte de un frente de trabajo múltiple. No compartimos la sacralización de la literatura como institución congelada de la cultura burguesa. La crónica y el reportaje de tirajes masivos, los guiones para radio, cine y televisión y la canción popular no siempre son géneros “menores”, de categoría subalterna, como creen algunos marqueses del discurso literario especializado que los miran por encima del hombro. Las fisuras abiertas por el periodismo rebelde latinoamericano en el engranaje alienante de los medios masivos de comunicación, han sido a menudo el resultado de trabajos sacrificados y creadores que nada tienen que envidiar, por su nivel estético y su eficacia, a las buenas novelas y cuentos de ficción.



13.
Creo en mi oficio; creo en mi instrumento. Nunca pude entender por qué escriben los escritores que mientras tanto declaran, tan campantes, que escribir no tiene sentido en un mundo donde la gente muere de hambre. Tampoco pude nunca entender a los que convierten a la palabra en blanco de furias o en objeto de fetichismo. La palabra es un arma, y puede ser usada para bien o para mal: la culpa del crimen nunca es del cuchillo.



Creo que una función primordial de la literatura latinoamericana actual consiste en rescatar la palabra, usada y abusada con impunidad y frecuencia para impedir o traicionar la comunicación. “Libertad” es, en mi país, el nombre de una cárcel para presos políticos y “Democracia” se llaman varios regímenes de terror; la palabra “amor” define la relación del hombre con su automóvil y por “revolución” se entiende lo que un nuevo detergente puede hacer en su cocina; la “gloria” es algo que produce un jabón suave de determinada marca y la “felicidad” una sensación que da comer salchichas. “País en paz” significa, en muchos lugares de América Latina, “cementerio en orden”, y donde dice “hombre sano” habría que leer a veces “hombre impotente”.



Escribiendo es posible ofrecer, a pesar de la persecución y la censura, el testimonio de nuestro tiempo y nuestra gente – para ahora y después -. Se puede escribir como diciendo, en cierto modo: “Estamos aquí, aquí estuvimos; somos así, así fuimos”.



Lentamente va cobrando fuerza y forma, en América Latina, una literatura que no ayuda a los demás a dormir, sino que les quita el sueño; que no se propone enterrar a nuestros muertos, sino perpetuarlos; que se niega a barrer las cenizas y procura, en cambio, encender el fuego. Esa literatura continúa y enriquece una formidable tradición de palabras peleadoras. Si es mejor, como creemos, la esperanza que la nostalgia, quizás esa literatura naciente pueda llegar a merecer la belleza de las fuerzas sociales que tarde o temprano, por las buenas o por las malas, cambiarán radicalmente el curso de nuestra historia. Y quizás ayude a guardar para los jóvenes.

lunes, 25 de octubre de 2010

"PARA UN SER HUMANO, LA DESAPARICIÓN ES UNA DIMENSIÓN INALCANZABLE"


La historia de Laura Bonaparte, una Madre de Plaza de Mayo que perdió a tres de sus hijos fue escrita primero por la periodista francesa Claude Mary para el diario francés Libération. Esta nueva versión en castellano de la vida de una Madre, que además es psicóloga y feminista, lleva prólogos de Tununa Mercado y Marta Vasallo. Página/12 publica este capítulo como adelanto del libro de la editorial Marea.


Por Claude Mary


La Plaza


Los jueves a la tarde nos encontramos en la Plaza de Mayo. A medida que pasa el tiempo, alguna de nosotras falta a la cita. Casi todas hemos superado los ochenta años. Los empleados de ese barrio de ministerios y de bancos cruzan la Plaza en forma rápida, ya acostumbrados a nuestra presencia.


Siempre nos acompañan personas solidarias, ya sean militantes de la agrupación HIJOS, algún periodista extranjero, o turistas que no dejan Buenos Aires sin pasar por la Plaza. También llegan del interior del país familias que les explican a sus hijos el significado de las siluetas blancas pintadas en el piso.


En la Plaza, la ronda empieza a las 15.30. Yo tomé como costumbre llevar mi pañuelo blanco y el cartel sobre el cual pegué las fotos de mis hijos, de sus parejas y del padre de mis hijos.


Nuestro movimiento tiene una trayectoria muy amplia. Pero siempre insisto en recordar que los protagonistas de la historia, los que lucharon, pagando el precio con su vida, a favor de la justicia legal y social, son los desaparecidos. Fueron ellos quienes sembraron las semillas de cómo pueden desarrollarse las luchas populares en nuestro país. Preservar sus nombres, sus historias de vida, es lo que más importa.


A medida que pasaba el tiempo, me fui preguntando dónde nos ubicó la sociedad. Algunos argentinos dicen que no se atreverían a dirigirles la palabra a las Madres, que no sabrían qué decirles. Como si hubieran delegado en nosotras la tarea de “hacer algo a favor de los desaparecidos”.


En definitiva, ¿no habrá sido más sencillo hacer recaer todo sobre nuestras espaldas? Como si acaso esta tragedia concerniera solamente a las Madres, a las Abuelas, a los Familiares, a los jóvenes de HIJOS.


Madres de la Plaza


Quedan vacíos enormes en la historia de nuestro país. Un solo desaparecido es una pérdida irreparable para la sociedad en su conjunto.


Pero al mismo tiempo, me pregunto si las Madres no nos apresuramos en ocupar ese primer plano. Cuando volvió el régimen democrático, tomamos conciencia de la notoriedad que fuimos adquiriendo: tuvimos acceso a un lugar de poder, después de haber sido la esposa de, la madre de... Resulta que todo lugar de poder transforma las actitudes, el modo de actuar, de pensar, de hablar.


De la misma forma que la Virgen María ha trascendido por la inmolación de su hijo, la muerte de sus hijos arrancó a las Madres del anonimato, del modo más brutal. La mayoría de ellas no poseía otra identidad social que aquella que la relacionaba con los comerciantes del barrio, sus amigas, sus vecinas.


Al principio, cada una salió a la calle, sola, para buscar un hijo, una hija. En la mayoría de los casos, no estaban al tanto de las actividades de sus hijos. Una le creyó a su hija cuando le dijo que “enseñaba el catecismo” en una villa. Pero se fue dando cuenta de que se trataba de otra cosa, que sus hijos estaban comprometidos en una lucha política. Otras aseguraban que sus hijos “no tenían nada que ver”. Otras esperaron meses antes de presentar un habeas corpus, porque tenían la impresión de que hacerlo era una manera de denunciar a sus hijos, o de acusarlos. Cuando viajaban al exterior, algunas madres se sentían paralizadas por el miedo a las represalias si hablaban de lo que ocurría en la Argentina.


Otras creyeron el rumor según el cual las Madres en el exilio escondían a los desaparecidos. Otras fueron víctimas de alucinaciones. Me pasó a mí también, en Suiza, cuando vi a una jovencita muy alta y flacucha, atrás de quien salí corriendo. Durante algunos segundos, me pareció reconocer la silueta de Irene. Hace poco tiempo hablé con madres que me dijeron que habían pasado por experiencias parecidas.


A pesar de esas similitudes, nos cuesta mucho hablar entre nosotras. Algunas madres lo justificaban diciendo que no pueden pensar solamente en la muerte. Cuando pensaban en su hijo, su hija, los imaginaban vivos, felices, y ponían un cubierto en la mesa para su cumpleaños. Será amor, o la consecuencia de la ausencia; tan insoportable que se termina inventando un fantasma con quien hablar.


Nosotras, que luchamos para que por fin se conozca la verdad, ¿no tendríamos que empezar por hacer conocer nuestra propia verdad? La verdad de nuestra lucha, por supuesto, pero sin ocultar nuestras dudas, nuestras debilidades, nuestros temores. Eso nos haría más humanas. Poco importa si éramos ricas, pobres, católicas o ateas, si estábamos de acuerdo o no con nuestros hijos, si teníamos o no un compromiso político.


Conozco muy bien las dificultades de ese camino, que mi formación y mi profesión me han ayudado a transitar durante tantos años. Quizá algunas madres, solas, no lo pueden hacer.


¡Conozco tanto la alteración que conlleva una desaparición! Cada madre reacciona según lo que ha vivido. Muchas veces, nos ponemos a hablar de los hijos como si fueran chiquitos. ¡Cuántas veces me pasó! Y cuando me doy cuenta, me digo a mí misma: “¿Pero por qué no hablé de otra cosa?”.


Y resta también esa dificultad de todas las madres del mundo para separarse de los hijos. Esa ambivalencia entre dos metas: que despliegue sus propias alas, o que ese tesoro tan precioso nos pertenezca para siempre.


¿Por qué seríamos nosotras, Madres de la Plaza de Mayo, la excepción a esa tendencia? Infelizmente, con el pasar del tiempo, puede ocurrir que ese deseo de posesión crezca. Y a veces, la Madre no resiste la tentación de transformarse en la última heroína. Al dolor de la desaparición del hijo se contrapone el goce del papel de Madre, del deber de la Madre de alzarse al máximo de su omnipotencia, al punto de dejar más allá, en la sombra, a los hijos desaparecidos.


Genealogía de una Madre


Trascender el mundo de la familia o del barrio siendo arrasada por la muerte de un hijo, de una hija, lleva consigo consecuencias negativas para la mujer, en ese entonces llamada “madre de de-saparecido”.


“Desaparecido”, “madre de desaparecido”, son expresiones completamente ambiguas, inventadas por la crueldad de esos criminales.


La desaparición para un ser humano es una dimensión inalcanzable. Más allá de toda comprensión. Algo impensable, que alude a la invisibilidad. En la vida, nada se pierde completamente. Todo lo real se gasta, se deshilacha, se rompe, pero nada de lo real de saparece.


¿Qué queda de la identidad de una madre cuando sus hijos de saparecen? Algunas tuvieron el dolor de padecer la desaparición de todos sus hijos. Es el caso de René Epelbaum, fallecida sin nunca haber sabido algo del destino de sus tres hijos secuestrados.


¿Puede desaparecer la genealogía?


En mi caso, ¿me considero madre porque Luis está vivo? Pero ¿cuál es mi papel de madre con respecto a mis otros hijos desaparecidos? Quiero que me entiendan bien, estoy hablando de una función materna, y no de la lucha que llevaré hasta mis últimos días para aportar mi testimonio, para intentar saber cuál fue el destino de mis hijos y el de los treinta mil desaparecidos.


Sé que cuesta mucho escucharlo, pero no hay madre si no viven más el hijo o la hija.


Es el/la hijo/a quien significa a la madre. La madre cuyos hijos desaparecieron se encuentra expulsada del significante. Se vuelve el espectro de lo que ha sido. Se la llama “madre del desaparecido” en un lenguaje que la nombra al mismo tiempo que la despoja. Un lenguaje que borra lo que fue y la nombra por lo que ya no es.


Es el motivo por el cual hablo de la crueldad que esos canallas han incrustado hasta en el lenguaje.


Recuperar nuestra capacidad de pensar en medio de tanta brutalidad quiere decir recuperar nuestra dignidad.


Quisiera que estas palabras lleguen a las mujeres que en todo el mundo están viviendo situaciones parecidas a las nuestras. El surgimiento del movimiento de las Madres de Plaza de Mayo, su fenomenal continuidad hasta hoy en día no se deben a heroicas cualidades propias, de nosotras, madres argentinas.


La solidaridad de las Madres


En julio de 1996 fui invitada por el Partido Verde y el Parlamento Europeo a participar en Tuzla, Bosnia, en un encuentro de Mujeres solidarias con las mujeres de Srebrenica. Las similitudes eran asombrosas.


Una noche de 1995, soldados y policías serbios –y algunos bosnios– irrumpieron en la ciudad de Srebrenica y se llevaron a todos los hombres. Del mismo modo que las Madres, esas mujeres fueron golpeando las puertas de las comisarías, de los tribunales, del Parlamento Europeo, hasta de las Naciones Unidas.


Igual que nosotras, se encontraban y pronunciaban las mismas palabras: “¿A usted también?”. En el Tribunal Internacional de La Haya fueron recogidos numerosos testimonios siguiendo el fundamento del artículo, “la voz de las víctimas”. Esas voces revelaban los crímenes atroces cometidos y reclamaban que nunca se olvidara Srebrenica.


En Tuzla, una tarde me encontré con un grupo de enfermeras y de médicos catalanes. Estábamos con una mujer bosnia que se negaba a hablar. Lo único que hacía era tejer. Con la ayuda de una intérprete, le pregunté si quería enseñarme cómo se hacía su trabajo. Me senté en un banquito, cerca de ella, con la precaución de no tocarla. Me mostró cómo se pasaba la aguja entre los hilos de la trama. Fue mi turno de probar, pero no lo logré en el primer intento. De repente, la mujer se dio vuelta y con rudeza me trató de torpe, y de repente se puso a sollozar sin poder parar. Lo único que hice fue tomarle la mano. Algo en ella se soltó. Creando esta situación, la ayudé a salir de su “lugar” de víctima a buscar el “tercer lugar”, el que permite seguir viviendo.


La vida es más fuerte


Nosotras, madres de desaparecidos, somos muy similares a todas esas mujeres. No queremos ser reconocidos como madres míticas. No somos seres de excepción, solamente mujeres desesperadas que llegaron a los derechos humanos por sufrir un dolor sin nombre. En la historia de la humanidad no hay una madre que se haya consolado de la muerte de un hijo. ¿Acaso las representaciones de la muerte de Cristo no muestran a María sollozando, desconsolada?


Somos parecidas, y también distintas unas de otras. Las diferencias son las características de todo grupo humano y no resulta fácil hermanarlas. Nuestro grupo tampoco es una excepción en este sentido. Porque somos distintas, la organización de Madres tiene un modo de funcionamiento horizontal. Cada una tiene su propia palabra y su propia voz, sin una presidenta que tenga autoridad sobre las demás. Cada una tiene su conciencia por guía.


Quisiera remarcar que, de modo absoluto, uno quisiera defender los derechos humanos las veinticuatro horas. Pero debemos autorizarnos –sobre todo las personas directamente afectadas– a hacer otra cosa.


Y si bien nunca dejaré de ser una víctima del genocidio que devastó mi país, si bien mi duelo se apagará conmigo, nunca lograron encerrarme en ese espacio donde la muerte ronda la derrota.


Quiero recordar que nunca estuvimos completamente solas. Familiares, esposos, hermanos, colegas estuvieron a nuestro lado. Personalmente, tuve el inestimable apoyo recibido en México, que me salvó de la locura. Obviamente, aquí, en Buenos Aires, las condiciones eran distintas. Los partidos políticos les dieron la espalda a las Madres, pero hubo personas, abogados valientes, periodistas extranjeros dispuestos a testimoniar. Hay que recordar que las Madres fueron recibidas en el exterior donde dieron su testimonio. Y sin la Conadep y el Nunca más quizá no hubiéramos resistido tanto hasta hoy en día.


Que nuestro pañuelo blanco adquiera un sentido depende de nosotras, de nuestra capacidad de pasarlo a otras manos, como un símbolo de una lucha más amplia, para una vida mejor, más justa.


Nada se hace solo. La solidaridad, inestimable conducta humana, se construye con múltiples gestos, raramente con grandes frases. No hace falta idealizar a los que toman este camino. Todos somos capaces, con nuestros medios, sean cuales fueren nuestra religión, nuestro rango social, nuestro modo de ver el mundo. Defender los derechos humanos es acceder a la posibilidad de compartir, con otros seres humanos, la generosidad que está adentro de cada uno.


LA CALLE YA ES UN HOGAR PARA UNA MULTITUD


Un informe de Médicos del Mundo revela que son 15.523 las personas que viven en la calle. El 30 por ciento son porteños y el 19 proviene del exterior. El 44 por ciento no acepta vivir en paradores por problemas de “convivencia o maltrato”.


Por Gustavo Veiga

La cifra de 15.523 personas que viven en las calles porteñas se consolida como una problemática irresuelta en un nuevo estudio de la organización Médicos del Mundo. El informe también arroja datos sociales alarmantes sobre esta población desprotegida. Un equipo interdisciplinario relevó una muestra de 1006 casos a lo largo de 2009. El estudio permitió comprobar que un 79 por ciento del total ocupa la franja de 21 a 60 años, el 52 por ciento lleva más de un año viviendo a la intemperie, el 41 por ciento de los atendidos por la unidad móvil de la organización sufre algún tipo de adicción y el porcentaje más elevado de indigentes que duermen en las calles se concentra en el barrio de Flores. En la introducción al trabajo, el coordinador de la ONG, Gonzalo Basile, se pregunta: “¿Por qué la destrucción ecológica y la construcción desprotectora de un espacio público deshumanizado en la ciudad más opulenta y rica del país?”.


El número que ya supera las 15 mil personas en situación de calle ha sido denunciado por otras organizaciones como Proyecto 7 y le dio más fuerza a la iniciativa legislativa que presentaron varios diputados porteños a mediados de junio último. La contracara es la información que difunde el gobierno de Mauricio Macri: según sus datos del año pasado, en Buenos Aires hay sólo 1400 personas que no poseen ningún tipo de hogar.


El informe, denominado “Salud en la calle”, releva a todos aquellos que no tienen techo, desde los que duermen en plazas, parques o debajo de las autopistas hasta a quienes son alojados en albergues, hoteles o paradores en tránsito. No distingue límites entre unos y otros, ya que se trata de una población muy móvil, que puede acceder a un subsidio para pagar una pequeña pieza, pero también regresar al poco tiempo a la calle cuando se lo niegan.


“Las condiciones sanitarias sufridas por la población en situación de calle (chicos-adultos) en la ciudad de Buenos Aires son sumamente preocupantes y van empeorando con un número cada vez mayor de personas, que por motivos de procesos de exclusión y marginación social encuentran en la calle su única opción”, denuncia Médicos del Mundo.


El 79 por ciento de la población en esta situación tiene entre 21 y 60 años (34,6 por ciento de 21 a 40 y 44,4 por ciento de 41 a 60) y de los indigentes que atendió la ONG por distintos problemas de salud, el 79,9 por ciento son hombres y el 20,01 mujeres. También detectó que en 2009, con relación a 2008, aumentó un 4 por ciento la cantidad de consultas femeninas en atención de salud. El dato indicaría que ahora son más las que viven en la calle.


Contra lo que podría suponerse, no es mayoritaria la gente que proviene del Gran Buenos Aires y permanece en la ciudad durmiendo a la intemperie. El 29 por ciento tenía como último domicilio uno de la Capital Federal y el 12 por ciento sí llegó desde el conurbano. Cuando se les requirió a las 1006 personas relevadas que dijeran su lugar de nacimiento, también el mayor porcentaje correspondió a los porteños. Unos 288 casos, el 29 por ciento del total. Del territorio bonaerense son 125 (el 12 por ciento) y del resto del país, 323 (el 32 por ciento). Tucumán, Chaco, Jujuy, Santa Fe y Corrientes son, en ese orden, las provincias con más afectados por la problemática de situación de calle.


Del informe además se desprende que el 19 por ciento de los sin techo provienen del exterior, unos 192 casos. La mayoría holgada son bolivianos (60), y después peruanos (38), paraguayos (27) y uruguayos (22). Constituyen una rareza los ciudadanos iraquíes, armenios, cubanos, estadounidenses, canadienses y franceses que contabiliza la investigación. En cambio, no llama tanto la atención que todavía aparezcan ucranianos o rusos, como consecuencia de un proceso de inmigración que se produjo a partir de la crisis del 2001 y que, en varios casos, los arrojó a la calle.


El 30 por ciento de esta población en situación de riesgo no tiene DNI, por lo que se topa con dificultades para acceder a programas sociales y subsidios habitacionales donde se les requiere el documento de identidad. El 41 por ciento sufre algún tipo de adicción (alcoholismo, consumo de marihuana, paco, cocaína y psicofármacos) y entre ellos hay una cuestión que provoca elevado rechazo: los paradores que ofrece el gobierno de la ciudad. El 44 por ciento se niega a dormir en ellos por motivos como problemas de convivencia o maltrato, los horarios que tienen y que deben dividirse las familias para poder pernoctar, ya que la mayoría funcionan para hombres y mujeres por separado. Un 22 por ciento sí acepta concurrir, aunque las 1100 camas de que dispone el gobierno, tanto en lugares públicos como privados, resultan insuficientes.


Las personas sin hogar se concentran por las noches en zonas como Flores (13,6 por ciento), Congreso (8,3), Parque Lezama (5,3) y Once (4,7). Quienes duermen en la calle viven de la venta ambulante, de hacer servicios para el hogar, el cartoneo o el cada vez más extendido rebusque de limpiar vidrios, cuidar coches o repartir volantes. El 55,4 por ciento, no obstante, está desocupado y sólo el 37,7 dice recibir algún ingreso por aquellas actividades.