lunes, 31 de enero de 2011

EL ROCK PERDIDO (Sergio Marchi)


Mi libro del mes...



Este libro es un apasionante recorrido por el mundo del rock. El autor, profundo conocedor de las entrañas de ese fenómeno artístico y social, va desmenuzando las cuatro décadas de la historia de la música que conquistó a la juventud a tal punto de incorporarla como marca de identidad nacional, sin eludir la imprescindible toma de posición. Quien se adentre en la lectura de esta obra sentirá una extraña sensación donde la nostalgia, la alegría y la indignación jugaran su propio partido. Es así, simplemente, porque despejar los ciclos de vida del rock es una forma de intorrogarse sobre la vida misma de esta país llamado Argentina. Marchi no hace un ejercicio para consumo de una "tribu". Por el contrario, abre las compuertas para que cualquier persona interesada comprenda que, entre aquellos primeros acordes que sonaban en cuevas desbordantes de creatividad, los sueños de amor y paz, y la era de las bengalas -cuya más espantosa expresión fue la tragedia de Cromañon- hay un hilo conductor: nuestra desgarradora historia nacional.

LOS HOMBRES EBRIOS DE DIOS


Rara vez uno se encuentra con temas como éste: los monasterios son, casi en su totalidad, cerrados y sólo definen un “afuera” para que se los comprenda. Pero puertas adentro, se producen fenómenos de evolución y resignificación religiosa. De eso hablaremos con Gustavo Ludueña, doctor en antropología e investigador.

Por Leonardo Moledo

–Mire: yo siempre empiezo estos diálogos preguntando qué es lo que investiga, así que, por lo menos hoy, no le voy a preguntar qué es lo que investiga. Cuénteme qué es lo que investiga.
–Trabajo sobre dos grandes áreas. En realidad, desde que me gradué hasta la fecha mi tema central es la antropología de la religión. Originalmente comencé estudiando comunidades monásticas, de clausura, básicamente de hombres (aunque también hice algunas incursiones en monasterios femeninos).
–¿Hay muchas comunidades monásticas?
–Hay varias, y sobre todo de mujeres. En mi caso, por una cuestión de accesibilidad, trabajé con hombres, aunque en cantidad las comunidades monásticas de mujeres doblan a las de hombres. Y aquí trabajé sobre el lugar del silencio en estos monasterios como práctica corporal, simbólica y religiosa. Y para la tesis de doctorado incluí varias comunidades para intentar elucidar los cambios que habían sucedido en cuanto a la forma de vida religiosa en un período de prolongado.
–Mmmmm... las comunidades monásticas no suenan mucho a siglo XXI... ¿Y a qué conclusión llegó?
–Mi trabajo incluyó una parte de trabajo etnográfico y una parte de análisis de fuentes: tanto de documentación producida en las mismas comunidades como otro tipo de fuentes alternativas. En general el material empírico que empleé fueron publicaciones tipo revistas, boletines, fotografías, y las crucé con datos estadísticos de los monasterios. Y el período que abordé es desde la llegada de las primeras comunidades, hacia 1899, hasta la fecha. Dado que lo que a mí me interesaba era explorar y analizar los cambios en la experiencia religiosa, llegué a reconstruir tres grandes modelos de experiencia religiosa. Lo que me llevó a esto fue una discusión con ciertas perspectivas norteamericanas que trabajan la experiencia religiosa desde un punto de vista básicamente individual. Lo que yo quise hacer es analizar la dimensión social de la experiencia religiosa. Para mí la experiencia religiosa es una experiencia social, que se construye de manera colectiva y se traduce de distintas maneras. Se traduce en el orden simbólico (por ejemplo, en el rol del silencio), se traduce en usos discursivos. Una de las cosas que yo empecé a notar es que en los discursos que en cada período cada comunidad construía acerca de la experiencia religiosa, aparecían ciertos elementos comunes y característicos de cada uno de estos regímenes.
–¿Por ejemplo?
–Si hablamos de la experiencia monástica a principios del siglo XX en la Argentina, podemos advertir que en ese momento era muy común la participación de monjes y monjas en obras de tipo apostólico, que en cierta manera relativizaban lo que es la vida de clausura tal como la concebimos hoy. Cada una de estas personas cumplía un rol fuera de la comunidad, fuera del monasterio o del convento. Esto me llamó muchísimo la atención, porque hoy por hoy lo que cada uno de los integrantes destaca es el rol de la vida comunitaria, aislada del resto de la sociedad. Es una experiencia que apunta siempre hacia el interior de la comunidad. Por eso es muy común encontrar la metáfora de la familia. Es uno de los significantes discursivos novedosos respecto de lo que sucedía a principios de siglo. El silencio es otra de las cosas que no aparecían a principios de siglo y sí aparecen hoy.
–¿Qué se dice sobre el silencio?
–Se lo define como una característica determinante de lo que constituye la vida monástica. Originalmente, en el cristianismo primitivo, encontramos dos grandes modelos de vida religiosa. Una es la experiencia de tipo religiosa más ligada a lo urbano, y la otra (que va a ser fortísima en los primeros momentos del cristianismo) es la ligada al desierto. Es este segundo modelo el que las comunidades destacan y tratan de resignificar.
–¿Hacen voto de silencio?
–De silencio, de castidad, de pobreza y de obediencia. En mi caso, siendo que tomé una perspectiva tanto antropológica como histórica, era ver de qué manera se producían estas transformaciones. Me basé sobre la orden benedictina, básicamente, aunque incluí también monjas carmelitas y trapenses. El primer modelo, que yo denominé modelo ministerial (porque estaba basado en la práctica de ministerio sacerdotal fuera de los conventos, con el objetivo de contribuir a una Iglesia Católica que en este período estaba en pleno período de constitución). La forma definitiva con que conocemos la Iglesia hoy termina de configurarse en la década del ’30. Hacia la década del ’50, como resultado de procesos que se daban en la Iglesia universal y como parte de procesos políticos que se daban en nuestro país y en América latina, se experimentan nuevas formas de vida religiosa. Este primer régimen, entonces, va a comenzar a tomar otras aristas. Surge un segundo modelo, que denomino “patrístico” porque vuelve la mirada hacia atrás: toda la simbología que va a construir se va a referir a los primeros momentos del cristianismo primitivo; y paralelamente a este surge otro modelo que yo denomino “social”.
–¿Qué es el modelo social?
–Un modelo que intenta combinar la vida religiosa de clausura y la incorporación de elementos que tuvieran que ver con la pobreza. En este momento la figura de Jesús va a ser cargada de nuevos significados. Por eso es importante explorar cuáles son los cambios que se dan en el discurso que traducen estos nuevos sistemas simbólicos. En el caso de la figura de Jesús, lo que se va a intentar es resaltar su condición de pobre, lo cual va a permitir un acercamiento de los sectores postergados. Vamos a comenzar a advertir la formación de nuevas comunidades en sectores marginales: barrios de emergencia, villas miseria, que se van a rodear de todo este aparataje conceptual.
–¿Pero cómo se da la conexión con lo marginal si son comunidades cerradas?
–Muchas de estas comunidades, que se iniciaron como nuevas experiencias monásticas dirigidas a una proximidad con la pobreza, terminaron fracasando. Prácticamente todas desaparecieron.
–¿Por qué?
–Porque la vida de pobreza resultaba demasiado dura para soportarla como experiencia religiosa. El modelo que terminó imponiéndose fue el patrístico, por lo menos en el caso de las órdenes religiosas que yo estudié. Son los que retoman la experiencia de los Padres del Desierto.
–“Los hombres ebrios de Dios”.
–Bueno, veo que conoce ese libro magnífico. Y claro. Los que se escapaban al desierto con el objeto de vivir de manera aislada, en silencio, con prácticas ascéticas que implicaban en muchos casos la falta de alimentación, la flagelación... El Jesús que se rescataba era el Jesús del martirio, y lo que se intentaba era purificar el espíritu con el objeto de asegurar la entrada al cielo. En este momento el cuerpo va a ser asociado a lo demoníaco, por lo cual era necesario “domarlo”. Las prácticas ascéticas que hoy por hoy se desarrollan de alguna manera retoman todo esto aunque no con el grado de rigurosidad que se tomaba entonces.
–¿Y cuáles son las prácticas ascéticas de ahora?
–El celibato, el ayuno, el silencio, la oración...
–¿Cuánta gente está en esa situación?
–Las órdenes con las que yo trabajé, que se autodefinen como monásticas, podrían rondar en 120 personas; en el caso de las mujeres podemos duplicar ese número. No obstante, hay otras formas de vida religiosa no estrictamente monásticas pero sí conventual, que ostentan un número mayor. Me refiero, por ejemplo, a los jesuitas, franciscanos, dominicos, etc.
–La verdad, todo esto resulta raro. ¿Por qué no me cuenta la teoría que subyace?
–Foucault, Bourdieu, Ricoeur. Uno de los conceptos centrales con los que trabajé es la idea de “imaginación simbólica”. Creo que es una idea no suficientemente trabajada hasta el momento. Lo que intenta este concepto es analizar de qué modo las personas construyen imaginarios acerca de distintas cosas. Como sujetos sociales, nosotros tenemos ideas acerca de distintos sucesos. El problema con la idea de “imaginario” es que a menudo parece demasiado amplia y difusa. Por eso en mi trabajo yo la articulo con ciertas nociones de la teoría del discurso y con ciertas herramientas de la antropología cognitiva. Cada uno de los imaginarios aparece vinculado por un conjunto de categorías simbólicas (por ejemplo, como le dije, la idea de Jesús, la metáfora de la familia).
–¿Y cómo cambia el imaginario?
–Yo diría que el imaginario se transforma a través de la intervención de distintas variables, que no son puramente endógenas. Aun cuando el grupo se pretenda aislado, no está aislado. El grupo está inserto en una trama de relaciones sociales. Es a través de estas relaciones con el entorno exterior que nuevas formas de ver la realidad pasan a formar parte de los procesos cognitivos endógenos de cada una de estas comunidades. Los imaginarios comienzan a ser sacudidos. Estos cambios de imaginarios no siempre son pacíficos: muchas veces involucran un grado de violencia, aunque no física, sí simbólica. Por ejemplo: la marginación de sujetos que quedaron atados a regímenes simbólicos que quedaron viejos. Eso ocurrió con los sacerdotes que adhirieron a la Teología de la Liberación. En las comunidades cerradas, lo que ocurrió es que quienes persistían en experiencias anteriores eran forzados a irse, o permanecían en la comunidad en lugares marginales.
–Usted, que se dedica a estudiar grupos religiosos, ¿es religioso?
–No.

PRENDAS CON MENSAJES VIOLENTOS


El Inadi interviene en el caso de una línea de remeras con estampados discriminatorios, que en algunos casos promueve en forma “divertida” la violencia contra las mujeres. “El mensaje incita al odio y a la violencia de género”, dijo Rachid.

Por Mariana Carbajal


Si una mujer habla y plantea un problema, hay que darle una trompada tan fuerte como para knockearla y asunto solucionado. Este es el mensaje que transmite la imagen estampada en una remera que se vende en locales de indumentaria masculina para jóvenes en distintas ciudades del país. Al tomar conocimiento del hecho, a través de Página/12, el Inadi inició ayer un expediente de oficio contra los fabricantes por incitación al odio contra las mujeres y a la violencia de género. “Vamos a iniciar gestiones con la fábrica para que dejen de comercializarla. En caso de que se nieguen, recurriremos a la Justicia. Es sumamente grave además porque se trata de un producto dirigido a un público joven”, indicó a este diario la vicepresidenta del organismo, María Rachid. “Reafirman los peores prejuicios que anidan en nuestra sociedad. Y se lo hace de manera superficial y supuestamente ‘divertida’”, cuestionó el abogado platense, especialista en derechos humanos, Aníbal Hnatiuk, que se sorprendió al ver el modelo exhibido en una vidriera de un comercio céntrico de la ciudad de La Plata.
La remera es ofrecida a nivel mayorista por la firma Eikeel, con sede en la calle Avellaneda 3801, en el barrio porteño de Flores, que también comercializa trajes de baño, bermudas y boxers, entre otras prendas. Eikeel tiene el modelo de la polémica remera en su catálogo de ropa de esta temporada estival, según informa en su página web. “Es una remera muy graciosa, nada más. No incentiva la violencia contra las mujeres: incentivar la violencia es lo que hace el boxeador La Mole Moli por televisión, que dice que le pega a su esposa y lo sigue todo Córdoba y el país. Al lado de eso, nuestra remera es una flor”, replicó Victoria Agüero, encargada del local mayorista, al ser consultada por Página/12. Fabio “La Mole” Moli fue el campeón del Bailando por un Sueño 2010, el exitoso programa conducido por Marcelo Tinelli. “Si no tenemos que venderla, no la vendemos más”, se atajó Agüero.
El alerta sobre la remera machista lo dio el abogado de derechos humanos platense Aníbal Hnatiuk en su Facebook, donde escribió unos días atrás su indignación, luego de ver la prenda en la vidriera de un negocio de ropa para surfers de la céntrica Galería Rocha, en la ciudad de La Plata. “Yo ya había visto remeras de corte netamente machista, pero lo que encontré ahora es una marca de ropa y un local que lo vende y lo promueve, y por tanto convoca, lisa y llanamente a la violencia contra la mujer”, señaló Hnatiuk. “Estas remeras son un claro llamado a humillar, golpear o insultar a las mujeres. No me explico cómo alguien se la pone, o la compra, la fabrica o la exhibe impunemente en una vidriera de cualquier ciudad. Lo primero que pensé es en ese nuevo concepto que utiliza Raúl Zaffaroni, llamado ‘autoritarismo cool’, por el cual se banaliza y reafirman los peores prejuicios que anidan en nuestra sociedad. Y se lo hace de manera superficial y ‘divertida’”, comentó Hnatiuk a este diario.
La remera en cuestión muestra dos cuadros. En el primero, arriba de la leyenda “problem” se ven dos siluetas, una de un varón y otra de una mujer que le está hablando. En el segundo cuadro, la leyenda que se lee debajo es “no problem” y se ve al varón extendiendo su brazo como habiendo dado un puñetazo y la mujer, del golpe, caída fuera del cuadro. “El mensaje es más que claro –apuntó Hnatiuk–: si la mujer habla, hay que pegarle, y mucho, como para sacarla del cuadro.”
Las remeras también se venden en locales en la provincia de Córdoba, entre otros lugares.
“El mensaje no es sólo discriminatorio contra las mujeres sino que incita al odio y a la violencia de género”, analizó Rachid, vicepresidenta del Inadi. Y precisó que el organismo inició ayer un expediente de oficio, para gestionar, por un lado, que se dejen de fabricar y por el otro dará curso a una denuncia que terminará en un dictamen, con un pronunciamiento del organismo.
En el mismo local platense de la Galería Rocha, informó Hnatiuk, había otros modelos de remeras con leyendas machistas: “Una tenía un varón con una cabeza de mujer a modo de pelota de fútbol, bajo la suela de su zapatilla, con una consigna en inglés que decía ‘único uso’ o una frase similar. Y otra, dice ‘ponérselo y que se calle’, refiriéndose al cinturón de seguridad de un auto, pero cruzado sobre la boca de una mujer”, denunció.
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ILUSIONES SONORAS, EL CHOQUE URBANO


El grupo que desde hace ocho años les saca música hasta a las piedras le tomó la mano al clima de fiesta global sin perder su toque argentino. La versión “veraniega” de La Nave es, según sus integrantes, “un concierto renovado, con nexos actuados y toques de humor”.

Por Facundo García


Terminan exhaustos, con el público bailando afuera de la sala y los instrumentos calientes de tanto vibrar. Son los integrantes de El Choque Urbano, que están otra vez en Mar del Plata, todos los lunes de enero y febrero a las 23.30, en el Teatro Colón (Hipólito Yrigoyen 1665). Para quien no los haya visto últimamente, el show es un baldazo de sorpresas: la banda de los tachos, los caños de PVC y las bolsas de nylon viene cebada con su disco La Nave, una frenética colección de ilusiones sonoras que moviliza a los espectadores como lo hacen muy pocos shows en esta temporada, por no decir ninguno.
Los tracks que integran La Nave derivan de una obra teatral de idéntico nombre que el grupo viene difundiendo desde 2008. Sin embargo, este formato “veraniego” –que se estrenó en Buenos Aires en octubre de 2010– pone mayor énfasis en la música. Sebastián Ablin comenta que “es un concierto con nexos actuados y toques de humor; renovado y en mutación permanente”. Sebastián Iglesias, otro miembro de staff, subraya la importancia de la dinámica grupal en esos procesos: “Por detrás de lo que se ve y se escucha, hay músicos y actores que tuvieron que trabajar duro para ir emparejando destrezas. Los que veníamos de la actuación aprendimos a tocar, y los que se dedicaban a la música se entrenaron en teatro. Ahora todos tocamos, todos actuamos, todos hacemos un poco de todo”.
Respiran hondo después de decir un par de oraciones. Acaban de ofrecer una función explosiva, y los restos de maquillaje que quedan en las caras se licuan en un panorama de plomos que cargan instrumentos y desatornillan atriles. Fuera de las tablas, el colectivo divide tareas entre quienes se dedican a la dirección general, la composición, el armado de los temas y el perfeccionamiento de las coreografías. De la mélange sale un engrudo que define su contorno a través de lo que podría denominarse una “estética de lo plebeyo”: al igual que en los barrios más pobres del país, en las escenas los jóvenes son mayoría, y no exhiben cuerpos tallados por los moldes publicitarios. Hay un gordo, dos mujeres, un flacucho, uno que parece loco. Cada cual con sus coqueterías y orgullos, sin que ninguno monopolice la autoridad ni el centro. La lucha entre armonía y desequilibrio motoriza las tensiones, hasta que el público también se constituye en personaje y se disuelve en el barro que amasaron los artistas. En este choque, a diferencia de lo que ocurre en otros, la colisión es gozosa y compartida.
María Paz Cogorno lo analiza desde su punto de vista. “Nuestro objetivo –revela– es que veas cómo se puede hacer música con lo que te rodea, y proponerte que el artista no tiene por qué estar dos metros por encima tuyo, porque de hecho forma parte de tu mismo grupo humano.” Con esas premisas se entienden mejor los motivos que hicieron nacer el proyecto en 2002, cuando el país se caía a pedazos y el interés de las grandes mayorías era la supervivencia. En cierto sentido, los Choque sintonizaron con ese retorno a lo básico; con la vuelta a la raíz –en este caso, del hecho artístico– para dar, desde ahí, magia a lo que se veía opaco o inservible. Casi una década después han conseguido construir un cosmos semificcional que es imposible no vincular con los bordes de Buenos Aires y el conurbano. Es como si los Les Luthiers se hubieran mudado a La Matanza.
RAVE Y POESIA
Pero quizá sirva retroceder en el tiempo para ilustrar con situaciones concretas. Una hora y pico hacia atrás, por ejemplo, cuando la charla con Página/12 no había sucedido y sonaban las notas de “A bordo”, el primer tema. Lo primero que llama la atención es la presencia de unos enormes caños de PVC de distinto diámetro que se tocan en altura. Trepadas en un andamio de cinco o seis metros, dos personas golpean con manoplas en los agujeros y se oyen timbres graves, similares a los de un bajo eléctrico. Más cerca del suelo, en cambio, deambulan las cacerolas, los tachos y otros fragmentos del paisaje diario que adquirirán barniz de magia a medida que avance la pieza. Ya en el arranque es notorio el crecimiento que ha experimentado El Choque desde la época de Fabricando Sonidos (2003). Ganó en potencia y le agarró la mano al clima de fiesta global sin perder su toque argentino. Así, el drum & bass convive con los zapateos, y los ritmos de chacarera repiquetean gracias al juego con pelotas de básquet.
Para que la serie no resulte agotadora, hay interludios actorales y zonas de fusión entre drama y sonido. Eso permite el deslizamiento de la locura rave a las emociones sutiles sin tener que recurrir a cortes abruptos. Los personajes –vestidos con lo que bien podría ser el atuendo de cualquier cartonero– hablan entre sí en una lengua desconocida: la lengua de los que ya no son capaces de comunicarse fácilmente con los demás. El desafío para los espectadores, en consecuencia, es tender puentes y hacer un esfuerzo por entender.
Es más, uno de los momentos más poéticos de La Nave germina a partir del silencio. A media luz, lentamente, los intérpretes hacen sonar bolsas de nylon hasta que van delineando el retrato auditivo de la lluvia. El siseo es exactamente el que causaría un chaparrón, y los seres se van aproximando para disfrutar juntos de las gotas imaginarias que caen desde el techo. Ablin: “Una de las ideas que pretendemos transmitir es que se puede hacer música con la mínima partícula que le puedas arrancar al sistema. Puntualmente con las bolsas –y por eso muchas veces hacemos ese número al aire libre– queremos indicar que también pueden servir para hacer arte, y no solamente para jalar pegamento o contaminar el ambiente”.
Esa perspectiva afecta cada detalle. El PVC se metamorfosea y va de amenaza ecológica a dispositivo para incitar al baile. Las cacerolas viejas y los bidones de plástico, que tardan siglos en biodegradarse, emergen como instrumentos musicales de excepcional durabilidad. Y llevando el concepto todavía más allá, las derivaciones se vuelven infinitas. Si lo que comúnmente se considera “basura” se deja convertir en arte, entonces los que han sido expulsados de la sociedad también pueden devenir artistas. En un sitio como Mar del Plata –que como todo polo turístico pretende resaltar su condición de ciudad-espectáculo por sobre sus conflictos sociales–, un enfoque así merece ser bienvenido.
SONIDO ORGANICO
Hace mucho que El Choque transita esa senda. En una entrevista que les hizo este diario en 2006, confesaban que “al no tener vacas para sacarles el cuero ni maderas de árboles que cortar”, se habían inclinado por el metal y el plástico. En aquella oportunidad, Manuel Ablin –hermano de Sebastián– declaró que querían demostrar que el arte podía asentarse “en cualquier barrio para generar un ingreso económico o un festejo”, y que para confeccionar sus herramientas simplemente habían recolectado entre los desperdicios que abundan en cualquier urbe. “De algún modo –sentenciaba el joven– nos salimos del circuito de consumo, y eso tal vez sea un gesto interesante.” En el site oficial lo reformulan sin pelos en la lengua. “El impacto de los elementos –dicen– produce un sonido residual, un ruido. Con la voluntad de transformación como base del acto creador, esos ruidos pueden ser música, resignificando la utilidad de los objetos y creando la forma más pura y primitiva de expresión musical: la percusión.” De ahí que uno de los lemas de la banda sea “música en todos lados”.
La puesta orbita entre la electrónica y la world music; con una variable que introduce alteraciones profundas: no hay sintetizadores. Los encantamientos se generan con espíritu artesanal, y las canciones bailables tocadas a sangre y piel revelan cuánto se pierde al reemplazar los instrumentos reales por secuencias de bits. “Nosotros tuvimos una época de actuar en fiestas electrónicas y nos enganchamos muchísimo. Por lo tanto la meta no es rechazar lo que viene, sino digerirlo mediante la propia identidad. Reflexionamos mucho sobre la presencia o no de máquinas en lo que hacemos. Y hasta aquí venimos prefiriendo ‘lo analógico’. Es como si fuéramos un DJ capaz de dividirse en diez tipos y de sacar sonido no ya en unos pocos canales sino en cuarenta o más, sin utilizar un solo sampler”, remata Ablin.
En el final de La Nave, los protagonistas bajan a la zona de butacas y arrean a la asistencia para que salga con ellos. Si pueden, llegan hasta la calle. De lo contrario se quedan en el hall. Como sea, siempre forman una ronda y continúan contagiando las ganas de seguir. Ya se ha dicho que es tentador establecer asociaciones entre lo que hace El Choque y el contexto de crisis que le dio nacimiento. Más sugerente aún es comprobar que, en la despedida, sujetos que hace un rato no se saludaban se funden en el baile. Como si una parte de los lazos perdidos empezara a recuperarse.

"VILLA SALIÓ A LA CALLE, PERO NO HUBO UNA VANGUARDIA QUE CONDUJERA A LOS OBREROS"


La represión en Villa Constitución, poco antes del golpe del ’76, dejó un saldo de miles de despedidos, decenas de desaparecidos y numerosos presos. Carlos Sosa era dirigente ferroviario y acompañaba el proceso combativo que se había producido en esa localidad.

Por Adriana Meyer


Esa luz que demora el atardecer de verano se mezcla con el alumbrado y las marquesinas recién encendidas en Villa Constitución. Carlos Sosa abre la puerta del Centro de Jubilados que armó en un local arrebatado al dirigente ferroviario José Pedraza. “Lo de ahora no es nuevo, el drama nuestro es que vuelve a reciclarse la historia”, afirma el histórico dirigente sindical, y el concepto volverá una y otra vez en los relatos de sus vivencias y en el análisis de la actualidad que compartió en diálogo con Página/12. Protagonista del “Villazo” y sobreviviente del denominado Operativo Serpiente Roja del Paraná –en 1975, cuando trabajadores sindicalizados de Acindar fueron secuestrados, asesinados y desaparecidos–, Sosa acaba de presentar una denuncia penal contra los represores que lo ejecutaron material e ideológicamente: el ex ministro de Economía y ex miembro del directorio de esa empresa, José Alfredo Martínez de Hoz, la ex presidenta María Estela Martínez de Perón y las autoridades del Consejo Empresario Argentino (CEA). “Buscamos justicia contra los beneficiarios del genocidio, que intentó terminar con el espíritu y el activismo obrero que afectaba los intereses empresariales”, resume.
El tranquilo barrio ferroviario contrasta con el ruidoso centro de Villa, y refleja emblemáticos momentos de la historia del movimiento obrero. “Acá se robaron 30 kilómetros de vías, y la estación está en pie porque la ocupamos durante 40 días y la convertimos en una huerta comunitaria. Aquellos años (los ’90) fueron difíciles”, recuerda. Sosa –71 años, jubilado, casado, una hija y dos nietos– es de baja estatura, fornido y lúcido, sigue afiliado a la Unión Ferroviaria “a pesar de todo” y es hincha de San Lorenzo. “Entré al ferrocarril en 1961 como changarín, que en realidad es la tercerización de ahora. Cambiaron los nombres pero ya los ingleses tenían ese sistema. Al principio uno hacía changas, pero la diferencia es que con lo que ganabas vivías una semana. Y nos quedaba tiempo para leer y militar.” Luego pasó a Vías y Obras, donde realizaba la dura tarea de impregnar durmientes. A quienes trabajaban allí les decían “catangos”. Ubicado en la parte superior de la caldera de impregnación leía a Carlos Marx. “Había una escuela nocturna de La Fraternidad donde estaba Tito Martín, maquinista, profesor y dirigente comunista, y estudiábamos ahí con (Alberto) Piccinini y otros compañeros que salieron después delegados.” Aunque su inquietud había empezado en su pueblo, Santa Isabel, cuna de la oligarquía terrateniente, con su trabajo junto a un librero muy politizado y antiperonista, y en su casa con el clima opuesto, proletario y peronista. “Al librero lo llevaban en cana porque hacía reuniones donde conspiraban contra el peronismo, y en el patio de mi casa mi abuelo, que era peón rural o croto, como le decían, armaba fogones donde escuchaba canciones anarquistas y los relatos de la Patagonia, que luego leí en los libros de Osvaldo Bayer. Esos fueron los dos ejes de mi juventud.”
–¿De esa mezcla derivó en el comunismo?
–Esta era una zona de lucha, creo que lo decisivo fue eso. A poco que entré en el ferrocarril se desata la huelga de cuarenta y pico de días, yo tenía 21 años. Fue un proceso de lucha para que la Unión Ferroviaria (UF) nos cubriera, que aun siendo changarines pudiéramos ser afiliados. En el ’65 fui propuesto para la comisión directiva de acá, a pesar de que no era del ambiente ferroviario, era un negrito que había venido de afuera. Pero justo cuando iba a haber elecciones intervienen la UF, con Lorenzo Pepe, Víctor Vázquez, que está desaparecido, y otros forman una comisión al margen. La CGT decretó un paro parcial y nosotros lo hicimos por 24 horas. La empresa nos castigó con una suspensión de 60 días. Llegamos a tener una conducción militar en Ferrocarriles Argentinos, que hicieron un negociado con la empresa Alba, y nos suspendían por cualquier cosa.
–¿Usted participó de la creación de la CGT de los Argentinos?
–Sí, la constituimos en el ’68 con La Fraternidad, el compañero Tito Martín, y otros sindicatos. Durante el Cordobazo y el Rosariazo acá propusimos hacer paro, pero hubo enfrentamientos. Me designaron para representarnos en la CGT de Rosario, fue un duro proceso con enfrentamientos con los carneros. Creo que ante determinadas situaciones no hubo una alternativa obrera, popular, con una visión de poder propio. Con la huelga y Tosco en Córdoba daba para dar un salto político cualitativo, y no fue por una de las fallas de la izquierda. Lo mismo pasó en 2001, si la CTA declaraba el paro general, otra hubiera sido la historia. Y ahora encima rompen la CTA. Así es el drama de los argentinos, pasó en el ’55 cuando Villa salió a la calle pero no hubo una vanguardia o centralidad que condujera a la clase obrera a la toma del poder. Entonces seguimos siempre detrás de proyectos de la burguesía, incluso la visión que tiene este gobierno de generar una burguesía para un proyecto nacional y popular no sirve porque esa burguesía no le responde, lo vemos acá en Paraná Metal con Cristóbal López. Es una burguesía rapaz que no trepida en matar, lo hemos vivido en el ’76.
–¿Usted estuvo preso antes del inicio de la dictadura?
–Sí, el 20 de marzo del ’75 que se desata el Operativo Serpiente Roja.
–De aquella Unión Ferroviaria a la actual, ¿qué pasó?
–Hubo una involución. En aquel momento que desafiamos a la intervención fue un período de conquistas y realizaciones. Lo mismo pasó en el movimiento obrero de Villa y había que cortarlo. Por eso el operativo del 20 de marzo, donde se unieron la pata sindical de Lorenzo Miguel, (Alberto) Rocamora (ex ministro del Interior) como la parte política, y Acindar, Isabel y Martínez de Hoz con el CEA, que representaba la alianza del sector terrateniente con el sector industrial. Fue una respuesta al Villazo que había sido un triunfo de los trabajadores, una epopeya obrera y popular. Acá la semilla la sembró el anarquismo entre los obreros portuarios y ferroviarios, que se acostumbraron a defender lo local. De acá salieron cuadros brillantes, que tuve la suerte de conocer. Acindar tomó auge a partir del ’47, y ya entonces los trabajadores luchaban por una adecuada atención médica. En marzo del ’74, durante siete días se tomó Acindar, unidos con los metalúrgicos, por la democracia sindical y aumento de salario, y que concluyó con la marcha hacia Villa que se denominó Villazo.
–¿En qué consistió el Operativo Serpiente Roja del Paraná?
–Teníamos el pelo largo, creíamos que la revolución estaba a la vuelta de la esquina, fuimos ingenuos. Teníamos el dato preciso sobre el operativo y no le dimos bola. Se discute en la UOM y luego cada uno se va a dormir a su casa. Detuvieron a dirigentes metalúrgicos y ferroviarios, activistas y a otros que no tenían nada que ver. Estábamos peleando por la reapertura del matadero municipal. En Villa siempre privilegiamos la unidad, por eso acordábamos con la parte dura del PJ, con Montoneros, por ejemplo. Eso fue el 19 de marzo de 1975 y esa asamblea la filmaron, tenían infiltrados elementos de inteligencia. Lanzan el operativo con la Federal, la Prefectura, todo coordinado. Llegan los Falcon y paraban gente a la entrada de Villa. Hubo 300 detenidos. A mí me detuvieron en mi casa, también se llevaron a Tito Martín, Alberto Piccinini y a Juan Jesús Actis. Nos dejaron en camiones de la policía al sol, y en la jefatura nos golpearon, mientras el cura (Samuel Martino, ya fallecido) tocaba la campana (N. de R.: Historiadores locales describen que pudo haber sido para tapar los gritos de los detenidos o para festejar el operativo, pero en cualquier caso el hecho evidencia la participación de la Iglesia). Luego nos llevaron a Rosario, y ahí largaron a algunos pero a otros nos llevaron a la cárcel de Coronda. Ahí estalló una huelga de 60 días por la libertad de los compañeros y en repudio a la represión. Los ferroviarios paramos 20 días, que no fue fácil, se debatía en este salón, eran asambleas calientes. No es mérito de uno, yo tenía compañeros que fueron secuestrados y asesinados, que se mantenían y ganábamos la asamblea. Eran paros políticos, no por aumento de sueldo. Acá funcionaba el comité de solidaridad de los metalúrgicos. El 23 de abril se movilizan 15 mil personas, y ellos hacen una contraofensiva represiva, con helicópteros, bombas, de todo. Hubo muertos y heridos. La gente resistía a ese terror estatal. Nos pusieron una bomba en esa puerta (la señala), y tuvimos que canalizar toda la resistencia del comité de lucha y solidaridad en la clandestinidad. Los compañeros tuvieron que levantar la huelga, hubo una ofensiva contra algunos trabajadores, que eran marcados y despedidos. La lucha continuaba, seguía el espíritu de resistencia, cuando fue el Rodrigazo acá se paró. Pero seguían los fachos funcionando.
–¿Todo eso fue parte del operativo?
–Fue una secuencia. Se establecieron en Acindar, en el albergue de solteros y trabajadores temporarios donde funcionaba un comando represivo de milicos, policías y los Pumas, una guardia rural creada en la época de La Forestal (N. de R.: habría sido el primer centro clandestino). Se dice que Acindar les pagó a los represores. El 16 de octubre secuestraron al delegado metalúrgico (Julio) Palacios, a la doctora De Grandi y a un pastor, (Carlos) Ruesca. Los fusilaron y aparecieron los cuerpos mutilados, a la doctora le cortaron los senos, a los hombres los testículos, y los tiraron en Albarellos para que todos lo vieran. También secuestraron a un colectivero que se había negado a llevar a unos carneros. La gente resistía desde los techos de las casas en solidaridad con los presos.
–¿Cuál es el sentido de la denuncia?
–Acá los milicos ejecutaron el plan de exterminio y represión, pero hay que preguntarse quiénes se beneficiaron y quiénes armaron el plan. Los de Acindar querían quedarse con el monopolio y destruir a Somisa. La deuda de Acindar la terminamos pagando todos cuando (Domingo) Cavallo estatizó la deuda. Tiene que haber justicia contra los beneficiarios del genocidio, que querían terminar con el activismo de aquella época porque afectaba a las grandes empresas. Nosotros participábamos del 50 por ciento del producto bruto interno, en el ’74 en el ferrocarril teníamos el mejor convenio, habíamos logrado una serie de conquistas. Así que tenían que parar esto. A Córdoba la habían volteado, faltaba Villa. Hay que replantearse que no fuimos muy políticos en la organización, y no previmos lo que se venía.
–¿Qué lo llevó a hacer la denuncia ahora?
–La impulsamos con la Liga Argentina por los Derechos del Hombre (LADH) y los compañeros Piccinini y Actis porque es una deuda que tenemos, no es por venganza ni por tener protagonismo. Los trabajadores de Villa y el pueblo necesitamos que se esclarezca este genocidio, que se juzguen los responsables. En el ’84, recuperada también la UOM, y con la Conadep, hicimos un informe de todo pero un comando se lo llevó de los tribunales de Rosario. Ahí estaban las pruebas, por eso lo volvemos a hacer ahora. Además, ahora el contexto es más favorable, Martínez de Hoz ya ha sido juzgado, pero no se trata sólo de Martínez de Hoz sino de todos los empresarios y grandes multinacionales que se beneficiaron con el genocidio. Quedaron unos 20 compañeros asesinados y desaparecidos en aquellos días.
–Usted dice que la historia se repite. ¿Por eso una patota de la burocracia sindical ferroviaria produjo el ataque en el que mataron a Mariano Ferreyra?
–Antes estaba la Triple A, cambian los nombres pero los grandes empresarios siempre buscan seguir acumulando ganancias, como ahora que están ganando guita como nunca, y por eso recurren a la violencia y el exterminio. Lo de la Unión Ferroviaria es patético, por el negocio de los subsidios. Nos acusaban que impedíamos la privatización con el argumento de que con el millón de pesos que se perdía se podían hacer hospitales y escuelas. Y ganaron la cabeza de algunos trabajadores. Hubo una política de negociados y corrupción que generó desaliento. La única huelga fuerte que tuvo (Carlos) Menem fue la nuestra, llevada por afuera de la Unión Ferroviaria, en el ’91 y el ’92. Pedraza se inició como catango acá en Villa Gobernador Gálvez, y con él éramos el núcleo duro con el que conseguimos el mejor convenio. Hay un Pedraza combativo que era de la Juventud Trabajadora Peronista, que hizo los paros con (Saúl) Ubaldini, que se jugó por Cafiero contra Menem, y otro que apenas perdió Cafiero se fue con Menem, y se fue desmoronando hasta perder esos atributos para llegar a lo que es hoy, que además de un burócrata es un empresario. Lo de Mariano puso en el centro la política de subsidios, que reciben las empresas concesionarias. Si a los tercerizados, que son como los chagarines de mi época, los incorporan como efectivos se reduce la ganancia. Fue un proceso doloroso para los que hemos sido ferroviarios, algunos compañeros se enfermaron, murieron de angustia y de estrés. Vimos el saqueo y la destrucción. Teníamos más de 30 mil kilómetros de líneas férreas y ahora hay 8 mil. Quedaron cesantes 80 mil trabajadores y quedaron aislados cientos de pueblos, siendo que es el medio más sustentable para el medio ambiente y el más económico. Pedraza montó una organización que vació de contenido a la vieja Unión Ferroviaria, de todas las luchas, con compañeros que dieron la vida como en Laguna Paiva, desaparecidos como Víctor Vázquez. Tiene que ser juzgado como responsable de lo que está sucediendo y que costó la vida de un militante. Y los ferrocarriles deberían volver al Estado.
–¿Cómo evalúa la política de las listas de izquierda opositoras a Pedraza?
–Es importante la lucha de estos compañeros, pero les está faltando mayor amplitud y acuerdos. No encasillarse en que hay que tumbar a este Gobierno, que hizo todo mal. A este Gobierno le falta mucho, no ha roto la matriz neoliberal, pero tiene aspectos positivos. No es posible oponerse a la Asignación Universal o a la estatización de las AFJP, la ley de medios, la política de los derechos humanos. Pero este gobierno radicaliza ese proceso o se va, porque la derecha quiere una restauración conservadora peor que en los ’90.
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DURANTE 2010 MÁS DE MIL PACIENTES FUERON EXTERNADOS DE MANICOMIOS


Ahora reciben tratamiento ambulatorio. La ocupación de camas del sector público destinadas al área se redujo un 9,7%. Se trata de un avance en el proceso de desmanicomialización previsto por la Ley de Salud Mental, sancionada en noviembre pasado.

Un relevamiento del Ministerio de Salud de la Nación demostró que en 2010 la Argentina redujo un 9,7% la ocupación de camas del sector público destinadas a la atención de salud mental. Esto significa que los pacientes de manicomios pasaron de 10.465 a 9.455 entre mayo y diciembre, consolidando así el proceso de desmanicomialización que exige la nueva Ley de Salud Mental, sancionada en el mes de noviembre del año pasado.
Según el estudio, realizado en 16 provincias por la Dirección de Salud Mental y Adicciones, que depende de la Secretaría de Determinantes de la Salud y Relaciones Sanitarias de la cartera nacional, la mayoría de los 1010 pacientes siguen en la actualidad su tratamiento a través de externaciones domiciliarias o dispositivos ambulatorios comunitarios, como casas de medio camino, residencias, hogares y pensiones.
Los funcionarios interpretaron este relevamiento como muestra de una tendencia positiva en los procesos de tratamientos y atención de estas personas. “Es una muy buena noticia que se da en el marco de una política de articulación entre el Gobierno Nacional y las provincias, que está generando instancias de fortalecimiento y asistencia técnica para el tratamiento de las personas con sufrimiento mental y adicciones”, evaluó el ministro de Salud de la Nación, Juan Manzur, y agregó que “la meta a alcanzar es que no haya más manicomios en 2020, conforme a las proyecciones de la Organización Panamericana de la Salud (OPS)”.
La desmanicomialización es un paradigma para entender la salud mental que avanza en distintos lugares del mundo y es promovido por organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS). Fundamentalmente, se basa en el desplazamiento del eje de la atención brindada en el hospital psiquiátrico hacia estrategias de atención primaria de la salud con base en la comunidad, promoviendo el tratamiento de pacientes con padecimientos mentales en hospitales generales. Sus principales antecedentes son la Declaración de Caracas (OPS, 1990), los Principios de Brasilia (OPS, 2005) y el Consenso de Panamá (OPS, 2010). <

LA HISTORIA DEL VINO MARIANI


La cita pertenece al Indio en el tema homónimo del disco "El perfume de la tempestad", donde en el título mismo del tema nombra al conocido Vino de Coca, popularizado como Vino Mariani.


La historia del Vino de Coca se remonta a finales del s. XIX y principios del XX cuando la lista era verdaderamente extensa y aunque casi todos los vinos de coca proclamaban efectos medicinales, es indudable que también se consumían con fines lúdicos o recreativos. La COCA des Incas, de fabricación francesa, se anunciaba como el mejor aperitivo. El WINE OF COCA elaborado por BULLARD & SHEDD en Keene (New Hampshire, EEUU)) se postulaba como eficaz curando el "dolor de cabeza, la gastralgia, anemia, neuralgia y la enfermedad del mar". También era recomendado para curar el "hábito del opio o del alcohol". El COCA WINE de AMBRECHT, NELSON & CO., se fabricaba en Londres y venía especialmente recomendado para la "fatiga de la mente y el cuerpo". También estaba indicado para la "neuralgia, insomnio, abatimiento". La MALTINE WITH COCA WINE, era elaborada en Nueva York con extracto de malta y vino de coca y venía avalada con "diez medallas de oro". Para adultos, se recomendaba un vaso entre o después de las comidas; también era aconsejada proporcionalmente para niños. El COCA WINE de METCALF, fabricado en Boston con "hojas frescas de coca y vino puro" por THEODORE METCALF & CO. también se recomendaba para la "neuralgia, insomnio, desaliento". Más vinos de coca: COCA WINE de CASWELL HAZARD & CO., COCA WINE de MAGEE MARSHALL & CºLº, para la "fatiga de la mente y del cuerpo", FRENCH WINE COCA, sin alcohol y "estimulante"....


Vino de Coca Mariani


El químico corso Ángelo Mariani (1838-1914) logró fama sobresaliente y una inmensa fortuna a finales del siglo XIX gracias a un vino de coca de elaboración propia, que comenzó a fabricar en 1863 y pronto se convirtió en el favorito de muchas celebridades de la época: William McKinley, Émile Zola, Paul Verlaine, Sigmund Freud, Louis Blériot, José Martí, Ulises Grant, Jules Verne, Thomas A. Edison, Alexandre Dumas, Louis y Auguste Lumiére, Henrik Ibsen, Sarah Bernhardt, Robert L. Stevenson, Anatole France, Zadoc Khan, Jean Charcot, el Príncipe de Gales, la reina Victoria, el zar Alejandro II, Alfonso XIII, el Sha de Persia, etcétera.
El papa León XIII (1810-1903) resultó ser finalmente uno de sus principales valedores, ya que, en agradecimiento al tónico, llegó a prestar su efigie para la etiqueta y concedió una medalla de oro al inventor, en reconocimiento a la capacidad de esa bebida para "apoyar el ascético retiro de Su Santidad". Mariani siempre insistió en que la diferencia entre coca y cocaína no es la que existe entre cierta sustancia y su concentrado, sino la que hay entre un conjunto de sustancias y una sola. Según decía, las propiedades de la coca se desvirtúan cuando es reducida al alcaloide de la cocaína. Mariani para su Vino de Coca usó hojas de diversa procedencia y de calidad y un generoso vino de Burdeos. Logro así, según él mismo escribe, "ese gusto particular y ese aroma delicioso" que lo hizo tan grato a los enfermos y a los más finos gourmets.
Es verdad que había, por entonces, muchos vinos medicinales en el mercado, pero el éxito del suyo, fue abrumador, no sólo en Francia, sino también en Inglaterra y en los Estados Unidos. Y si bien no fue tal vez el primero en concebir la combinación de la coca y el vino, sí fue el primero en llevarla a la práctica.


EL VINO DE COCA MARIANI al que se le atribuía cualidades tónicas y estimulantes, y se lo consideraba un excelente medicamento para las enfermedades del estómago y el aparato respiratorio, el insomnio y la melancolía, la debilidad y el nerviosismo, efectos que se debían, según el corso, a que se trataba de un "tónico difusible" de acción inmediata, "que lejos de localizarse en un solo órgano, en el estómago, se extiende a todo el cuerpo. Conducido por el sistema circulatorio, despierta a su paso las retardadas funciones de todos los órganos." Se podía tomar a cualquier hora del día, antes o después de los alimentos, solo o en forma de coctel. También podía servirse a la hora del té. Pero no más de un vasito dos o tres veces al día.
¿Qué decían las celebridades? Veamos algunos ejemplos. Anatole France escribió: "Es verdad que el vino de coca Mariani es excelente y difunde un fuego sutil por todo el cuerpo". El novelista belga Camille Lemonnier anotó: "Coca Mariani, sangre negra de una viña en que bebo la embriaguez de las metáforas." El poeta Barbier le dedicó un poema, en el que la llama: "Vino de terciopelo, licor de cálida caricia, / Íntimo amigo que se prodiga en alegre plática, / Néctar de sortilegio, consejero de ternura, / mago que apresta el espíritu del poeta." Y Edmond Rostand, autor, entre otras obras famosas, de "Cyrano de Bergerac", aseguró, en un poema intraducible, que “de todos los elixires el mejor era esa rara mezcla de vino y de coca". En un relato de J. Claretie y dibujos de Albert Robida, encontramos que se atribuía las hazañas de Hércules a la coca del Perú, cuya existencia le fue revelada por Quirón, y en cuya búsqueda viajó el héroe hasta nuestras tierras. Un artículo de "Le Figaro" firmado por Emile Gautier resume la fama inmensa de que gozó el producto, incluso muchos años después de la desaparición de Mariani: "He aquí un licor exquisito, un cordial a la vez incomparable y un regalo digno de los dioses, algo semejante -¿quién sabe?- al viejo néctar olímpico, cuya receta, extraviada desde hace muchos siglos, habría sido encontrada en los archivos de los incas de la prehistoria por un sabio que es al mismo tiempo un poeta".


León XIII: El Papa que publicitaba Vino de Coca


Angelo Mariani era un farmacéutico de Córcega que empeñó gran parte de su vida en el desarrollo de tónicos y bebidas con el fin de hacerse millonario. Tras un golpe de suerte entabló una amistad y frecuente contacto con un comerciante que viajaba a Perú constantemente y pronto comenzó a experimentar con una nueva planta denominada coca. Tras varios prototipos la versión final consistiría un “vino de coca tratada” de nombre Vin Mariani. El vino traería gran fortuna al farmacéutico ya que se volvería extremadamente popular. Siendo uno de sus más frecuentes degustantes el mismísimo Papa León XIII. Tal sería la afición por ésta “bebida” que sus allegados llegaron a comentar que llevaba siempre consigo una petaca de Vin Mariani, a la cual, “le tenía más aprecio que a todo su equipaje personal y asistentes juntos”.
También cuentan que siempre que se sentía cansado o sin vigor bastaba con unos tragos de Vino Mariani para volver al ritmo. Tal fue su afición por este vino que citó al mismo Angelo Mariani al Vaticano y allí le entregó una medalla de oro por su servicio y felicitó ante toda la comitiva. Mariani que no era ningún tonto pero si era un adelantado a su tiempo, entendía que una cara famosa publicitando su producto equivalía a muchas ganancias. Por esta razón en la reunión privada que ambos compartieron Angelo le pide al Papa posar para un aviso publicitario. El Papa, agradecido por haber inventado su bebida preferida, aceptó sin problema alguno. De esta manera el Papa León XIII pasa a la historia como el único Papa en haber publicitado un producto de éstas características. Tras esta publicidad las ventas del producto de Mariani treparon hacia las nubes y no solo comenzó a ser distribuido en cócteles y fiestas sino que también se utilizó como estimulante en hospitales y vigorizante en los ejércitos.


Vino de Coca Andante


Ya en el siglo XXI, en el Perú luego de conocer las propiedades nutritivas y energéticas de la harina de coca, el ingeniero Ignacio López (gerente de Home Power, fabricante del vino) se preguntó de qué otra manera podría difundir el consumo de esta planta ancestral. Por eso en el 2006 elaboró un vino tinto semiseco macerado en hoja de coca y otras hierbas aromáticas. "Lo llamamos Vino Andante porque gracias a sus propiedades antifatigantes y reguladoras del ánimo es una bebida que te pone pilas, te hace andar". De acuerdo con los análisis realizados, este vino tiene propiedades tonificantes y vigorizantes, combina naturalmente el vino tinto semi-seco con las cualidades de la hoja de coca del Perú.


Por SEBASTIAN RIVOIRA/CARLOS LA BANCA

domingo, 30 de enero de 2011

"HACEMOS UN TRABAJO SOCIAL A PARTIR DE LA MÚSICA"


Entrevista: Nonpalidece. Es una de las bandas referentes del reggae argentino, género que ayudaron a consolidar en sus más de 15 años de carrera. Luego de un 2010 intenso, con más de 100 presentaciones, estarán de gira en el verano por Mar del Plata, Jujuy y Cosquín.
Por Renata Pesci y Ana Guisado


El término “nonpalidece” viene del slang –el lunfardo anglosajón– y significa “no palidecer”, una reivindicación de la actitud guerrera, de estar siempre alerta y al frente. Desde 1996, esta banda de Tigre viene batallando pacíficamente por la consolidación, con una impronta bien criolla, de un género originario de Jamaica: el reggae. Y lo lograron.Con cinco discos editados – Dread al Control (2000), Nuevo día (2004), Hagan correr la voz (2006), Nonpalidesenchufado (2008) y El fuego entre nosotros (2009)–, la banda liderada por Néstor Ramljak transitó un 2010 consagratorio en el ámbito local e internacional. Debutaron en el Luna Park, estuvieron de gira con los legendarios Skatalites, llevaron su música desde Miami hasta Tierra del Fuego y siguen de tour junto a Kenyatta Hill, actual líder de la histórica banda jamaiquina Culture y productor del último disco del grupo.Lejos de cualquier cliché de misticismo rastafari y a punto de salir al escenario de Groove, el frontman de Nonpa hace un balance del camino recorrido y comparte con entusiasmo los planes de la banda para este año, siempre orientados a mantener la tensión armonizada entre la masividad (acaban de juntar más de 20 mil personas en un recital gratuito en Mar del Plata) y el barrio que les dio origen, equilibrio que asumen con responsabilidad y predisposición política.–Terminaron 2010 con más de 100 recitales. ¿En 2011 seguirán con el mismo ritmo?–No, 2010 fue un año donde se tocó mucho: lugares a los que no habíamos ido nunca, ciudades nuevas, países nuevos. Haber presentado el disco en el Luna Park fue la cereza de la torta. Este año queremos hacer menos shows pero trabajar en otras áreas del espectáculo como las visuales. La idea es tomarnos el tiempo necesario para conceptualizar el show en el escenario.–¿Se viene un disco nuevo?–Este será un año para nutrirnos de experiencias y empezar a decodificar todo lo que pasó en 2010. Espero que sea un año para salir de paseo sin tocar, para leer, para inspirarse, ir demeando cosas, escribiendo, grabando ideas. Más tranqui.–¿Cómo idearon los shows con Kenyatta Hill?–El nos pidió que hiciéramos algunos shows de ghetto: más precarios. Kenyatta se siente cómodo con eso y para nosotros es una experiencia fuerte. Estamos embarcados en la gira, que termina el 26 de febrero en Costa Rica, pasando por el Cosquín Rock. Ahora tocamos en el Parque Roca, vamos también al Puerto Madryn Rock y después volvemos a Mar del Plata.–¿Qué significa para ustedes trabajar con el líder de la legendaria Culture?–Kenyatta vino a hacer un tour por Argentina en 2008. Hicimos 9 shows y ahí nació la amistad. Él es ingeniero de sonido y nosotros estábamos por grabar el disco. Queríamos hacer un disco diferente y para eso trabajar con un jamaiquino era perfecto. Implicó investigar más sobre las raíces del reggae. Desde ahí quedó una relación copada y lo llamamos para hacer la gira en 2010. El había quedado enganchado y sorprendido con la banda. Y hoy nos dice que está orgulloso de estar tocando con nosotros.–En el Cosquín Rock comparten escenario con otras bandas reggae. ¿Cómo se llevan detrás de escena?–Hay respeto con todas las bandas. Con algunas, además, tenemos una relación de amistad. Son las bandas con las que venimos compartiendo festivales o encontrándonos como público en shows internacionales. No hay pica ni divisiones: hay camaradería. Es más, con algunas nos juntamos a comer y a hacer una zapada en la sala, como Naty Combo, Resistencia Suburbana o Dread Mar I.–En 2010 salieron de gira bajo el eslogan “El reggae por el barrio hace bien y es necesario”. ¿Qué quisieron decir?–Se me ocurrió siguiendo una idea que tuvo Luis Alfa, de Resistencia Suburbana, con el festival que organizaba en Ciudad Oculta, “La música del guetto vuelve al guetto”. Quisimos seguir esa línea de llevar la música al lugar donde nació, que vuelva a los barrios y poder ofrecerle a la gente con entradas más económicas el mismo espectáculo. Es consecuente con lo que cantamos y con lo que pregona el reggae.–Hace poco dijeron que había que “descubrir tu función y llevarla a cabo con alegría”. ¿Cuál es la función de Nonpalidece?–La música en sí. Y eso después se transformó en una misión. Mucha gente que nos viene a ver se identifica fuertemente con las letras y con la energía de la banda. Nos dicen que les damos paz, alegría y que les hacemos olvidar los problemas. Hacemos un trabajo social a partir de la música.–¿Qué fue lo que cambió en estos últimos años para que el reggae se consolidara como género en la Argentina?–Se le abrió el oído a la gente. Era un estilo que estaba olvidado. Pero desde abajo venían surgiendo bandas con propuestas musicales muy radiales. El gran desafío es hacer canciones que tengan facilidad para entrar en el oído del otro, pero con una contundencia y un mensaje claro. Argentina siempre miraba más para el rock de Inglaterra y Estados Unidos. Pero se fue mixturando y hubo un recambio de bandas. Ahí entramos nosotros.–¿Cómo conviven con la masividad y el éxito?–Lo tomamos bien. Esto hay que llevarlo a un lugar positivo y no quedarse con lo más frívolo de la popularidad. Hay que aprovechar este canal de comunicación para hacerlo con responsabilidad y alegría y meterle una pizca de conciencia y baile. Ésa es la idea. Yo soy músico, nada más, no soy una personalidad ni quiero ni me siento glamoroso.–El reggae nació como un movimiento de denuncia. ¿Qué vínculo tienen con la política?–No sé si nosotros tomamos esa posta directamente. Vivimos en una realidad muy diferente a la de Jamaica en la década del ’70. Tenemos que hablar de problemáticas que nos afectan a nosotros. Y aunque no seamos una banda muy politizada desde el mensaje, buscamos tener nuestra personalidad. Nuestro mensaje más claro es: “Hacelo por vos mismo”. Con la muerte de Kirchner hubo un cimbronazo fuerte en la militancia de la juventud involucrada en la política. Ahí hay algo para reflexionar, estudiarlo, acercarse, llevar la banda, no sé si a politizarla, pero sí a que tome partido.–En relación con eso, 2011 va a ser un año muy movido políticamente, hay elecciones…–Sí, por eso estamos planeando una serie de conciertos con audiovisuales para concientizar cívicamente al público. Estamos teniendo un caudal de gente cada vez mayor y mostrar a los principales candidatos y lo que representan puede servir para que la gente se involucre y sepa lo que está pasando. De todas formas, hay posiciones encontradas dentro de la banda: algunos prefieren seguir un camino cultural y musical y no involucrarse con los políticos, pero sí con la política.–¿Y por qué proyecto tomarían partido? –No puedo hablar por boca de todos. Pero yo estoy cada vez más cerca de tomar partido público. Lo más positivo es leer, informarse un poco. Y, a partir de eso, formar tu discurso.

LA BELLEZA HEGEMÓNICA


Los mass medias diseñan la arquitectura del cuerpo perfecto de acuerdo a las leyes del mercado. Bisturí, dietas, gimnasio y consumo cosmético compulsivo para ser como la de la tele.


Por Jimena Arnolfi.



Los mass medias diseñan la arquitectura del cuerpo perfecto de acuerdo a las leyes del mercado. Bisturí, dietas, gimnasio y consumo cosmético compulsivo para ser como la de la tele
Están en todos lados. En la televisión. En el cine. Los diarios. Las revistas. Internet. En los carteles publicitarios sobre avenidas y autopistas. En cualquier centro comercial. En los tachos de basura, en las paredes, en los postes de la luz, en las cabinas de los teléfonos públicos, en las bocas de los subterráneos. Ahí también están los papelitos de la prostitución, esa lluvia de volantes con ofertas de comercio sexual en la ciudad. No teman. Los cuerpos desnudos, mutantes y prostitutos están en todos lados. Comercio. Esa es la palabra. Los objetos se humanizan y la mercancía se transforma en el devenir de los cuerpos. Nosotros, los cuerpos. Objetos obscenamente sometidos a las leyes del mercado. Esta nota se trata de eso: El cuerpo diseñado como arquitectura representativa de la belleza hegemónica. El ideal y la meta más preciada. La belleza que refriegan noche y día los mass medias.
El cuerpo de la muñeca inflable. Para lograr la obra terminada y quedar como la chica de la publicidad de bombachas y corpiños hay que someterse a un sin fin de productos, bisturís y recetas que prometen belleza (¿y felicidad?). Las góndolas están llenas de opciones para lograrlo y tener el cuerpo que tiene la participante de Gran Hermano, la de los falócratas Tinelli/Sofovich o la de la chica del Bikini Open en Carlos Paz. Para ser un cuerpo perfecto hay que ser así, vestir así, oler así, saber así, comer así. Ser apetecible para el mercado es la cuestión.El que quiere celeste, que le cueste, declaran estos cuerpos de diseño a la hora de explicar cómo fue que se construyeron en cualquier móvil de programa de chimentos de la tarde. El cuerpo perfecto sale plata (cirugías y consumo cosmético compulsivo), esfuerzo (gym, aerobics, spinning) y sacrificio (no comer nada, las dietas más cruentas). Así es como el cuerpo mercancía está listo para ser vendido, explotado, exhibido y refaccionado cuantas veces sea necesario.
“Somos construidos socialmente como sujetos supermercado, formateados por un amplio reservorio de deseos que satisfacemos para que vuelvan a surgir otros. Vivimos en un mundo donde todo es considerado mercancía (posible de comprar y vender) incluso nosotros mismos, valorados como objetos participantes del supermercado de identidades.”Colectivo Iconoclasista.com.ar
Belleza de supermercado. La lógica del mercado estrangula el corazón de la sociedad narcisista. Ya lo dijo el filósofo Jean Baudrillard: el cuerpo está para invertir narcisísticamente. El cuerpo vende, es capital social. La belleza es rentable. La sociedad de las representaciones se caracteriza por la total influencia del aspecto visual. Es importante sólo lo que se observa. Como sólo existe lo que veo, y en definitiva somos lo que vemos –parafraseando a Marshall Macluhan–, la imagen es la que más factura. De esta forma, como postula el comunicólogo Vicente Verdú, el cuerpo además de ser la vía de identificación con nosotros mismos, aparece como la única forma de transacción con los otros.Es el pajarito de la propaganda que taladra el cerebro con todo el conjunto de saberes y tecnologías que convierten la capacidad biológica de cualquier fulano en la vía para que el sistema alcance su objetivo. He aquí los mass medias, artífices de la belleza hegemónica, y eximios fijadores y divulgadores de las recetas que sostienen dicho ideal. El sistema y los elementos económicos que lo apoyan -o lo utilizan- se esfuerzan por potenciar las capacidades físicas e intelectuales que consideran valiosas, así logran sus propósitos. Es la biopolítica. La discusión ausente en el trabajo periodístico. La crítica de los cuerpos.
“No había hombres menores de treinta y cinco años, y eran pocos los que no superaban los cuarenta. El tipo de mujer que no estaba representado era el de las que no son ni muy jóvenes ni muy viejas, las que ya han producido su primera capa de grasa subcutánea, las que relucen con una rotundidad rolliza y una tez sonrosada...”Tom Wolfe
“Te gusta William Burroughs, sale por televisión, lo grabás y lo tenés en tu casa cuando quieras, siempre. Así que sin dudas forma parte de tu sistema nervioso, está a tu alcance, podés tocarlo.”David Cronenberg
La manipulación de los cuerpos. Léanse estas líneas con un clin caja de fondo. El Mar del Plata Moda Show reunió 7 mil personas en el hotel Costa Galana engalanando la dictadura de la estética personal. “Y ahora, la familia argentina, representada por Pampita y Tommy Dunster”, chillaron los altoparlantes en un momento dado del desfile. Que se entienda: el prototipo de familia argentina tiene padres carilindos, delgados, blanquitos, hijos rubiecitos, etc.Los participantes de los reality shows de turno, exhiben en el mostrador cuerpecitos desnudos perfectamente modelados, en la pileta, en el boliche, en el gimnasio. El “estalló el verano” de Crónica TV y el movilero libidinoso y la cámara violadora de mujeres en malla en los parques y piletas de la ciudad. Mostrar la mujer cosificada cual pedazo de carne lista para la mirada de un otro engañado como potencial consumidor no deja de ser un hecho esencialmente político.Brutalmente explícito es el caso de los reality shows que promueven la cirugía estética a través de la pantalla. Existente en la Argentina hace unos años, fuertemente promovido por la sociedad estadounidense. A través de la cadena televisiva E! se puso en el aire un reality llamado Bridalplasty, donde un grupo de novias compiten por ganarse la boda y la cirugía de sus sueños. Entiéndase. Para que una mujer logre casarse debe someterse a una belleza sólo existente cuchillo en mano. En este punto recordar a Goffman, quien decía que la persona se presenta y hace su entrada en la vida cotidiana a través de su cuerpo. La ogra Fiona novia de Shrek transformada en princesa gracias al bisturí. Otra vez. Absurdo, pero político.La enumeración es agotadora y los límites son impensados. Si se sigue con el modelito yanqui, ¿cuánto tardará en llegar el banco nacional que financie las cirugías? El anuncio con el lema “Usted obtiene el crédito, otro paga por ello” fue realizado por la agencia Gram Stanbul (Turquía) para el banco Fortis. La imagen se divide en dos, el antes y el después. En primer lugar, se ve una gordita de lentes tirando a nerd con cara de naipe. En segundo lugar, una morocha de pelo al viento y sonrisa ganadora. La cirugía estética logra hasta un cambio de actitud reforzando la idea de que un buen aspecto es una buena inversión ya que permite conseguir trabajo, pareja, todo.
“El individuo desaparece. Queda completamente enajenado. Está programado por los principios de la máxima producción, el máximo consumo y el mínimo roce. Y trata de aliviar su aburrimiento con toda clase de consumo, comprendido el consumo de sexualidad y estupefacientes. Y de esto ha servido la tentativa de dar un buen funcionamiento al hombre, como parte de la megamáquina, junto con la posibilidad de utilizar la neurología y la fisiología para hacerle cambiar de sentimientos, además de manipular su pensamiento mediante las técnicas de sugestión.”Erich Fromm
Cuerpos de diseño. En la historia de la humanidad, el cuerpo siempre fue ese espacio sobre el cual se infligieron los mayores castigos a las personas. Foucault señala que es la forma de mantener la dominación, la obediencia y la humillación del ser humano por parte de quienes obtienen cierto placer en la aplicación de tales tormentos. Ya no se castiga más con garrotes sobre el cuerpo. Ahora el castigo aparece mediante el rechazo del sujeto sobre sí mismo por no cumplir al cien por cien con la belleza hegemónica impuesta por los medios, las modas y el consumo.El ideal de belleza hegemónica se promociona en gran parte a través de los cuerpos femeninos. Las tapas de revistas amontonan más mujeres que hombres desnudos. Claro que con la mujer alcanza para demostrar que se puede, que así como ellas consiguieron la aparente perfección de los cuerpos de diseño, las mujeres reales también pueden lograr un cuerpo codiciado por hombres y mujeres. Al ser enajenado, no queda ni el propio cuerpo: curiosamente, la subjetividad que anima estos cuerpos de diseño resulta ser pobre. Las fronteras de ese ser acaban donde acaba la carne.Triste paradoja la de estos tiempos. Cada vez se es más libre para diseñar el cuerpo. Mucha liberación corporal, mucho empeño en deshacerse de las ataduras morales para terminar siendo abanderados del más feroz sistema mercantil. La verdadera liberación sucederá cuando por fin se olviden los cuerpos.

"RESPETO MUCHO LA PALABRA MILITANCIA, TÉRMINO QUE AHORA PARECE RECUPERADO"




Ricardo Piglia nació en Adrogué en 1940. Tiene publicadas cuatro novelas (Respiración artificial, La ciudad ausente, Plata quemada y Blanco nocturno), tres libros de cuentos (Nombre falso, La invasión y Prisión perpetua) y textos teóricos: Crítica y ficción, Formas breves y El último lector. Es profesor de literatura latinoamericana en Princeton. El origen de sus ficciones, sus compromisos políticos y la visión apasionada de la actualidad.


Por Miguel Russo.

Palermo, lo que Ricardo Piglia llama Palermo y cualquier otro denominaría Recoleta o Barrio Norte, es, a las 3 de la tarde, un hervidero de gente que va de un lado al otro deteniéndose un segundo en una y en todas las vidrieras. Cuando abre la puerta de calle y, luego, diez pisos más arriba, la de su estudio, se comprende por qué Piglia dijo “Palermo”. Es el mismo Palermo de décadas atrás, de la charla con tiempo, sin poses ante supuestas cámaras de televisión ni falsas expectativas. Es Piglia, un plato de cerezas, dos vasos y una jarra con agua helada. Y una disposición a contar que, tomando como excusa la salida de su última novela, Blanco nocturno, dispara todas las historias.
–Usted dijo que en Respiración artificial quería escribir la historia de un tío y que en Blanco nocturno contó la historia de un primo. O es un enorme mentiroso o tiene una familia fantástica.
–Todas las familias son fantásticas si uno lo piensa un poco. Mi madre tenía 12 hermanos. Y allí se repetían cosas que uno encuentra en cualquier familia: el tío que se va, la muchacha rara, figuras que el propio relato familiar construye. La familia es también como una especie de microsociedad donde siempre hay historias épicas. De manera que si tuviera que contar todas las historias que circulan en mi familia no me alcanzarían varias reencarnaciones. Claro que algunas de esas historias son miscroscópicas.
–¿La del tío que se va, por ejemplo?
–Exacto, Respiración artificial . Yo tenía un tío que había tenido una historia con una muchacha y había dejado a la mujer. La cosa es que después, al escribirlo, el personaje va cambiando. Pero para mí el punto de partida de una novela es un personaje.
–¿Sin principio, sin frase final?
–Nada, ni siquiera tengo trama. Tengo un personaje, en Respiración..., mi tío: alguien que hacía un corte y no se sabía más de él. Blanco nocturno es la historia de un primo por parte de mi padre. El tipo puso una fábrica y la cosa no funcionó, pero él no lo aceptó y se quedó ahí adentro. Siempre pensé que tenía que escribir alguna historia con él. La cosa es que la novela va hacia él, es al revés de lo que uno puede imaginar. Hubo varias versiones. En algunas, la historia empezaba con él. Pero en la definitiva, terminé por ir a buscar la historia que quería contar. Como si fuera construyendo un relato que avanza hacia donde me parece a mí que se concentra la historia.
–¿Por qué?
–No sé, no lo hice de forma deliberada, son modos. A mí me interesa mucho que el relato tenga una dirección, porque como después prolifera, interiormente me interesa que el relato vaya hacia algún lado, aunque sea de un modo hipotético.
–Usted anunció esta novela hace varios años, pero la escribió en poco tiempo. ¿Qué ocurrió en el medio?
–Yo tomo siempre muchas notas, muchas pequeñas investigaciones, cosas que voy anotando a medida que imagino que estoy escribiendo una novela. Hasta que después empiezo a escribirla de verdad. Escribo una versión, la dejo, la retomo. Son modos, métodos de trabajo que ni siquiera planeo y son muy difíciles de cambiar.
–¿Es consecuente con sus métodos?
–Totalmente, se me impone un hábito, una forma de escribir. Mejor dicho, me doy cuenta de que en un personaje, en una historia o en una situación hay algo que me interesa. Si no, no tendría sentido decidirse a escribir un libro. Tiene que haber algo que uno no entiende bien. Ese enigma que a uno le produce un efecto sentimental.
–El primo de la fábrica...
–En este caso había una relación de mucho afecto y mucha admiración por mi primo. Claro que son cuestiones que después en la novela se diluyen; pero son importantes en el arranque. La familia como una especie de laboratorio de historias.
–¿Lo divierte su familia?
–Mucho. Mi familia es como una especie de modo de narrar que consiste en que todo se justifica. Por ejemplo, si hubiese un asesino serial en la familia mi madre diría “y bueno, siempre fue un poco nervioso”. Nunca se juzga a nadie, incluso en situaciones muy extremas. Es una especie de código narrativamente fantástico. Nunca nadie es condenado, siempre hay algo que lo explica, que justifica las peores canalladas.
–¿Por eso en sus novelas nunca hay grandes culpables?
–Puede ser, no lo había pensado. Pero es que hay flujos, fluidos, cosas que se construyen desde el imaginario de cada uno. Y eso le pasa a todos, no sólo a los escritores: todos vivimos en un mundo de historias. Y esas historias muchas veces tienen que ver con esos nudos que están ligados a la infancia. De allí sale el personaje de Luca, ese primo que en la familia llamaban “Chiquito” y medía como dos metros. Un personaje con una serie de elementos enigmáticos.
–Enigmáticos y desaforados: escribe los sueños en las paredes de la fábrica. Algo que hasta podría tildarse de exageración narrativa.
–Y era así: escribía los sueños en las paredes. Y más: también es cierto que tenía un patio interno que llenó de yerba usada que iba vaciando de los mates y que el patio terminó pareciendo un prado. Pero la novela transforma todo ese nudo real. Por eso creo que fui hacía ahí: era muy difícil narrativamente empezar tan arriba.
–Otro que entra tarde en la novela es Emilio Renzi, su alter ego.¿Es posible pensar una narración suya sin ese personaje?
–Al principio no pensaba meterlo. Pero siempre me siento narrativamente más cómodo si aparece una perspectiva que da una versión diferente de lo que se está narrando. Renzi aterriza en la trama como si no tuviera que ver con la construcción de la historia. Es como un segundo narrador.
–Un narrador que nunca envejece...
–Es cierto.
–¿En qué edad Emilio Renzi es Ricardo Piglia?
–En esa edad en que está siempre, ese momento en que todavía no sabe qué va a hacer, 25 ó 30 años, un momento de mucha circulación, de muchas pasiones simultáneas, de muchos intereses. En realidad, casi todos los personajes narrativos importantes de las novelas que leemos son de esa edad. En el caso de Emilio Renzi, viéndolo así, sería un personaje que se quedó en los ’60, digamos.
–Bueno, zafó de la consabida consigna “se quedó en el ’45”...
–Avanzó unos quince años, sí, muy bien el tipo.
–¿Prefiere los ’60 a los ’70?
–Sí. Los ’70 son un efecto múltiple y no previsto de la manera en que eso sucedió.
Recién arrancada Blanco nocturno, en la cuarta página, el comisario Croce (uno de sus personajes) dice, hablando del asesinado Tony Durán: “...era distinto, aunque no fue por eso que lo mataron, sino porque se parecía a lo que nosotros imaginábamos que tenía que ser”. Palabras más, palabras menos, el planteo de la otredad que hace Sartre en el prólogo a Los condenados de la tierra, de Frantz Fanon. Tomar los ’60 como paradigma, ¿es tomar como modelo el rol de un intelectual como Sartre?
–Por supuesto. Ahora, ¿en qué consistiría ser ese intelectual? Escribir sin buscar el reconocimiento inmediato ni un efecto de celebración instantánea. Escribir sabiendo que allí hay algo de ruptura. Eso supone relaciones con la tradición literaria, con la política, con ciertas estructuras definidas. No creo que ese tipo de intelectual haya desaparecido, más allá del cambio en los contenidos de intervención.
–¿No sería mejor del cambio en el mercado que busca otro tipo de intelectuales?
–En la escena general, los intelectuales parecen estar en una situación de repliegue extremo o de sustitución por los periodistas. Muchos intelectuales van a parar a ese lugar que se llama “opinión” en las secciones de los diarios. Antes, esas posiciones eran más autónomas.
–¿Más militantes?
–Yo respeto mucho la palabra “militancia”, palabra que ahora parece haber sido recuperada. Aunque nunca tuve una relación orgánica con los grupos políticos, tenía relaciones, conversaciones muy interesantes. Y, habitualmente, volcaba mi militancia en hacer revistas. Antes de la aparición de ERP y Montoneros, los intelectuales eran convocados para hacer política en su ámbito. Y es algo que sigo defendiendo. La política estaba ligada a prácticas específicas de los individuos, no se trataba de que todos, como pasó luego, se proletarizaran o tomaran las armas. En esa época, el tipo de relación que podía tener un intelectual o un escritor con la política era siempre mucho más respetuosa de la especificidad. Después, claro, en la especificidad había mucha discusión. Miro mis libros y no veo signos de lo que podía estar de moda en la discusión de izquierda en el momento en el que los escribía.
–¿Entonces?
–Escribía lo que me parecía que tenía que escribir y me divertía. Ellos me decían hay que escribir “una” novela y yo les decía que me la trajeran, así la copiaba. ¿Cómo sería esa novela?, les preguntaba. Y no me podían encontrar ninguna. ¿Que podían traer, La condición humana, de Malraux; la primera novela de Semprún donde ese mundo de la militancia política revolucionaria aparece con fuerza; algunos cuentos de Andrés Rivera? No era necesario ser comunista para escribir una novela como La condición humana, había que ser Malraux. Aclarado esto, yo tuve al principio, cuando llegué a la Universidad, relaciones con el grupo Praxis, que estaba ligado a Silvio Frondizi. Allí hice, en 1963, la revista Liberación. Estaba cerca de Carlos Astrada, la dirigía Speroni que era un dirigente sindical de la época del entrismo del trotskismo. Le hice entrevistas a Portantiero, a Sebreli, a Rozitchner, aquellos con los que me parecía que una revista tenía que tener conversaciones. Trataba de llevar a la discusión política cuestiones que también tuvieran que ver con discusiones culturales específicas. Eso fue una etapa, después estuve sin una conexión directa y entonces apareció el maoísmo. Un tipo de crítica a la construcción siniestra del stalinismo que no venía de las posiciones trotskistas, siempre un poco voladoras, ni venía de la crítica de los ex comunistas que eran tipos muy respetables pero con los cuales uno no terminaba de entender para quién jugaban. La caracterización de Mao sobre los soviéticos como imperialistas abrió un espacio de discusión nuevo. En ese momento, entro en conversaciones con la gente de Vanguardia Comunista: Elías Semán, Rubén Kriskautsky, a quienes les dediqué Respiración artificial , hoy dos detenidos desaparecidos. Primero hicimos una revista que se llamaba Desacuerdo, porque estaba contra el Gran Acuerdo Nacional de Lanusse. Después hicimos Los Libros, que en un principio tenía más autonomía. Luego, la política la cruzó de tal manera que empezó a cambiar su perspectiva y al final sí terminó muy comentada con grupos básicamente maoístas y del Peronismo. Y mi intervención termina con la primera etapa de Punto de vista.
–Pero todo arrancó con Silvio Frondizi...
–En La Plata. Silvio Frondizi iba a enseñar ahí, daba un curso de Historia Moderna. Y hacía unas intervenciones en la discusión histórica junto a Milcíades Peña, ligados a lo que había sido el trotskismo originalmente en la Argentina. Y también la ligazón con el cambio de perspectiva de los modelos revolucionarios que pasaron de clase contra clase a las luchas anticoloniales. El maoísmo, los vietnamitas y los cubanos le dieron un viraje a la discusión de la izquierda. Y ése es un poco el marco de los ’60. Un marco de discusiones donde cultura y política estaban planteadas de muchos modos. Uno de esos modos reflejaba que el intelectual no era un tipo que hablaba de cualquier cosa. Sartre intervenía en la discusión y en el plano donde él podía intervenir. Eso funda una tradición importante: la de cómo llevar adelante una producción literaria manteniendo una relación que no aparecía afectada directamente por los encargos de la historia. Una vez, yo estaba dando un seminario sobre Borges en la Facultad, en Puán, y un chico del trotskismo dijo “vamos a parar la clase porque aquí hay una elección y nosotros queremos que nuestro partido...”, etcétera. Y yo le dije que no tenía ningún problema si me decía que opinaba su partido sobre Borges. El pibe salió corriendo. Por supuesto que era una provocación mía como diciendo “ustedes vienen a hablar de qué, ¿de lo que ya sabemos?”. Esa relación tiene mucho que ver con los distintos modos de entender el proceso político entre 1960 y 1982.
–Nuevamente el rol del intelectual...
–Un rol que estaba sintetizado en la frase de Guevara cuando le preguntaron qué tenía que hacer un intelectual y él dijo “yo era médico”. Es decir, el intelectual tenía que agarrar el fusil. Aún hoy cuesta entender que se entrara en esa onda sin una capacidad crítica respecto de cómo había que discutir esos problemas y cómo había ámbitos de discusión que no tenían por qué resolverse, exclusivamente, de ese modo.
–¿Es un pase de factura a tipos como Rodolfo Walsh?
–No, no es un pase de factura, es un enigma, como ocurre con Gelman. Primero, es un enigma la peronización. Fue muy sorpresiva la peronización sin una actitud crítica, poniendo blanco sobre negro lo que verdaderamente debemos valorar del peronismo. En el caso de Walsh, me parece que él trato siempre que su práctica fuera lo que lo identificaba: hizo el periódico de la CGT y después conformó los grupos de información alternativa. Esos son grandes aportes. Y la Carta Abierta a la Junta, claro. Esa carta es lo que es porque está escrita cómo está escrita. Es un ejemplo de la inutilidad de la retórica de izquierda. Un ejemplo de cómo hay que escribir un discurso político. Es una intervención sobre las mentiras del periodismo, sobre las mentiras de los medios, pero también es un ejemplo para saber cómo hay que probar lo que uno dice. Tratemos de estar a la altura de lo que es decir algo por escrito para decirlo como Walsh. El caso de Walsh me parece muy complejo: es alguien que siempre estuvo muy atraído por la acción en el sentido más pleno. En ningún sentido es un pase de factura.
–¿Hay ecos de aquella peronización en esta vuelta a la militancia?
–Miro con mucha atención la reivindicación de ciertas tradiciones, la presencia de la gente joven participando. Pero una cosa es tomar al peronismo como un cuerpo político en la disputa de los sectores tradicionales, un punto de referencia importante en los conflictos que se dan en el interior de los modelos posibles de construcción y otra asumirlo como un modelo revolucionario que todo el mundo debe seguir y, además, entusiasmarse con la idea de que Perón los está guiando o siguiendo. Es muy fácil decirlo ahora, pero eso es lo que me parecía inocente desde el punto de vista político en los primeros ’70. Dicho esto, no me parece el mismo asunto. En aquel momento ir hacía el peronismo estaba conectado con la idea de que allí estaba el verdadero movimiento. Cualquiera que tuviera un poco de experiencia política sabía lo difícil que era convencer de que la cuestión de la estrategia guerrillera era muy contraria a la lógica del peronismo de movimientos sindicales y luchas obreras.
–Exactamente desde el 3 de marzo de 1957, usted lleva un diario personal. ¿Va volcando todas estas cosas allí o son anotaciones con sus perplejidades como narrador?
–No, son perplejidades, sí, pero con respecto al presente y señales o rastros que dejo para adelante. El diario es un registro muy aleatorio de algunas discusiones en las cuales intervenía y que, en su momento, fueron muy intensas. Tengo la formación política de aquella época y aquella tradición: la idea de pensar que nuestra alternativa era la verdad en lo que pretendíamos como política y que lo demás era una especie de confusión a la que nosotros mirábamos con cierta distancia irónica. Y también con imposibilidades, porque eso disfrazaba el hecho de que teníamos escasa intervención. Estos grupos caminaban paralelamente a lo que estaba pasando y construían una teoría diciendo que eso era muy importante. En aquel momento había como un horizonte de posibilidades que hacía posible que un intelectual de izquierda viviera todo el tiempo hablando de política y nunca refiriéndose a lo que estaba pasando en lo cotidiano ni a saber quién era el intendente.
–¿Y ahora?
–Me parece que lo que está pasando ahora es una prueba de que se puede intervenir en la política con posiciones que podríamos llamar de izquierda o progresistas y negociar con individuos con los que uno no tiene ningún interés en negociar y que eso forma parte de la política práctica de alianzas.
–Pero hay una diferencia profunda, al menos con los ’90, donde era muy fácil pertenecer al progresismo y allí, en ese espacio, se daban cita quienes hoy se transformaron en irreconciliables....
–No es diciendo “el enemigo” que aparece el enemigo. Pensando en el viejo estilo, me parece que 2001 fue un punto de transformación importante; creo que es una tradición de políticas y economías que desde 1955 hasta 2001, con breves intervalos, trataron de arrasar este país. 2001 supuso una crisis grave y esa crisis grave creó condiciones para situaciones impensables en otro momento. Si uno mira los conflictos políticos en la Argentina con los criterios de larga duración puede decir que en 1955 se produjo un corte que tenía como objetivo poner a la Argentina en otro sistema, en otro plan, en otro tipo de experiencia política y económica. Y que eso persistió con distintos tipos de manifestaciones políticas hasta 2001, donde se produjo un quiebre profundo. Esa crisis generó condiciones que yo entiendo mejor en el plano cultural. Allí veo cómo esas crisis produjeron en el ámbito cultural muchos modos alternativos. Me parece que se terminó con la idea de una cultura que solamente puede funcionar en condiciones de riqueza. Eso no quiere decir que no haya que insistir en las necesidades de financiación, pero lo mejor de la cultura argentina empezó a funcionar por afuera de esa lógica, arreglándonos con lo que hay y fue y es muy productivo todo eso. Lo mejor de la cultura se construyó en el interior de “hacemos lo que podemos”, la gente de Eloísa Cartonera, las chicas de Belleza y Felicidad o el grupo de Jacobi, cosas que empezaron a funcionar con una lógica que no era la de estar en la línea central de la cultura, sino de estar donde se está, a la intemperie.
–¿Y en el terreno político?
–Me parece que en la política también se produjo algo que, quizás, explique ese hecho extraordinario de que Néstor Kirchner fuera elegido presidente en 2003. Escuché su primer discurso, al asumir, cuando yo estaba visitando a mi madre en Mar del Plata. Y me impresionó mucho lo que estaba diciendo. Él empezó a decir cosas que eran nuevas, “somos hijos de las Madres de Plaza de Mayo”, cosas que no se decían y que no decía un presidente. Y eso creó un cierto interés en el desarrollo de esta cuestión. Eso fue como un renacimiento de la política entendida como algo que no es solamente un mundo de canallas que buscan la especulación.
–Se toma un año sabático y lo vivirá en el país. Es un año duro, con elecciones, con una pelea fuerte por uno u otro modelo. Un año donde no parece que un cuaderno o dos le alcancen para anotar cosas en su diario. ¿Piensa publicarlo en algún momento?
–Puede ser, pero en realidad yo prefiero intervenir en modo menos inmediato, no me gusta el tipo de intervención al boleo. Posiblemente empiece a publicar lo que estoy volcando ahora en mis diarios personales. No quiero repetir una experiencia que valoro en otros pero que no me interesa mucho que es escribir una columna y tener que estar atento a ella. La intervención tiene que partir de lo propio para que tenga sentido. Me gusta la gente que habla de lo que sabe, sean pescadores, jugadores de fútbol o albañiles. Después, hay discursos colectivos generales que están muy bien y que tienen otra función. Pero hay que escuchar a los que hablan de cosas que conocen porque las hacen. Es por ahí por donde la cosa empieza a tener sentido.

LA REVOLUCIÓN CULTURAL VIENE DE FUERTE APACHE Y LA CARLOS GARDEL




Un grupo de chicos que vivía en la calle o en hogares para pibes con causas penales, abrió un centro cultural autogestionado en Ciudadela y da cátedra a todo el barrio.

Cuando recién Gorrita cruzó al playón de estacionamiento del supermercado Día a repartir volantes sobre la inauguración de ¿Será?, un vecino se frenó, leyó las actividades y dijo:
–¿En serio?, no me jodas… dale che. ¿Un centro cultural por acá?
Gorrita lo cuenta delante de sus compañeros y de la fila de personas que esperan comer un choripán en la parrilla que está en la puerta, después de la proyección de Alicia en el país de las maravillas para los nenes, y antes de Rati horror show, la última película de Enrique Piñeyro, que verán y debatirán los pibes más grandes.
Para los vecinos de esta calle medio muerta de Ciudadela, un centro cultural suena tan o más raro que un comedor infantil en Barrio Parque. Y si en la fachada de ese centro cultural no se lee ninguna leyenda política, no se ven escudos o banderas de un partido, ni hay militantes sacándose fotos con los chicos para subir a Facebook, y quienes lo organizan, mantienen y ofrecen talleres usan gorritas como la de Gorrita y responden, cuando se les pregunta por el protagonista del lugar, dándose media vuelta y señalando a los nenes, entonces es entendible que nadie entienda nada.
Además se escuchan preguntas como “¿hay que pagar algo?”, de una mamá a su hijo cuando sale de ver la película del cine debate para pibes. O cosas como “¿por qué lo hacen?, ¿cómo puede ser que no ganen dinero?”.
–Yo no veía nada que no sea político. Y si los chicos, teniendo talleres organizados por la Intendencia o por Cáritas, deciden venir acá es porque están cansados de política, de religión, de institución. Yo quería que ¿Será? fuera una residencia en la que si tiene que vivir gente que viva, en la que si tiene que trabajar gente que trabaje.
El que habla se llama Gabriel Storino y le dicen Cabeza, y es el que cuando preguntan por un protagonista, responde con la mirada hacia los chicos. Tiene 24 años y es junto a un grupo de pibes el que organiza la vida del centro cultural, que define como “autogestionado”. Autogestionado significa que no hay subsidio, no hay sueldos, no hay propaganda política. Los 700 pesos mensuales que se pagan de alquiler se recaudan con rifas, guita del bolsillo propio o de amigos y de la parrilla que está en la puerta. “El otro día me nombraron a un puntero político. Me dijeron de llamarlo, que el tipo ayudaba, y aclaramos que no queremos que se acerque nadie de la política, queremos que sea nuestro, de los nenes y de los pibes que necesiten hacer algo distinto”, dice Gabriel al referirse a leer un libro, debatir sobre política, pensar cosas que uno no suele ponerse a pensar muy seguido, dibujar, escribir, hacer malabares.
El nombre de ¿Será? se debe a la canción del brasileño ensayista, poeta, músico y compositor Chico Buarque, y queda sobre la calle Castelli, a metros del Día de la avenida Alvear, uno de los tantos comercios saqueados por los vecinos en 2001. En la misma vereda hay un kiosquito y una carnicería; a la vuelta una terminal de colectivos con colectiveros en huelga, y a tres cuadras, yendo por Castelli derecho, los monoblocks de Fuerte Apache.
De la parrilla de la puerta “viven” tres personas. Guille, Gorritay Matías. Un día a la semana lo recaudado es para el centro cultural. El primero es el cuñado de Gabriel, que conocía a Gorrita de la calle, y que lo veía siempre en el auto abandonado en el que vivía dentro de los monoblocks. Un día, a la salida de su trabajo en una fábrica de la zona, lo invitó a la pensión en la que paraba. Ahí empezaron a leer juntos. Guille un día decidió renunciar al laburo, harto de hacerse mala sangre para llegar a fin de mes y no tener un peso, y de tener patrón. Al otro día le comentó a Gabriel que quería ponerse una parrillita, y él le dijo que por qué no ponerla en la puerta de lo que sería el centro cultural que tenía en mente. Hoy Guille y Gorrita viven en ¿Será?, tiran los colchones y duermen rodeados de libros. Matías también supo vivir en la calle, en la zona de Liniers. Hace casi un año que salió de un hogar para pibes con causas penales, donde conoció al poeta de la villa Carlos Gardel Camilo Blajaquis, a quien ya lo entrevistaron en este diario hablando sobre su libro y la situación de los sectores marginales. Por él empezó a leer y a escribir. En la revista de cultura marginal ¿Todo piola? –dirigida por Blajaquis–, Matías escribe sus letras de rap en la página doble central. Hace poco que sus padres lo echaron de su casa, a pocas cuadras de ¿Será?, y perdió sus trabajos lavando autos y repartiendo volantes. Entonces Gabriel, que también escribe en ¿Todo piola?, lo invitó a vivir a ¿Será? Los tres, Guille, Gorrita y Matías preparan el fuego al mediodía y después se la pasan leyendo y participando de los talleres.
–La otra vez la consigna fue buscar datos o episodios en libros que hablaran del carnaval –cuenta Gabriel–. Gorrita se había tomado unas cervezas y fue a la biblioteca a releer El ángel gris, de Alejandro Dolina. Matías buscó La voluntad, de Martín Caparrós y Eduardo Anguita, porque había leído sobre los decretos del carnaval. Pero están fanatizados con el anarquismo. Ya odian el consumismo, andan siempre con la misma ropa. Gorrita anda de acá para allá buscando sinónimos en el diccionario.
“Yo desde que leo que me siento identificado con el anarquismo –dice Guille–, pasa que uno siempre tiene miedo a tomar decisiones. Se cerraba el portón de la fábrica y me dolía todo. Era de noche y la estaba pasando bien y me tenía que acostar para ir temprano a laburar. Me volvió loco la rutina, vivir cansado, no tener un mango a fin de mes y mandé todo al carajo. Ahora no dependo de nadie, ya no tengo que sacar cuentas y tengo tiempo y ganas para leer y hacer cosas, porque aunque parezca que todo va a seguir igual, tenemos que laburar y unir a los chicos de Ciudadela con los de Fuerte Apache”.
Gorrita, Guille, Matías y Gabriel –que estudió para ser profesor de Historia–, participan y dictan los talleres de biblioteca didáctica en los que leen en voz alta, el de literatura y el de comunicación. También hay de malabares y de dibujo. Ellos deciden las películas que se pasan en el cine debate. El último jueves les mostraron a los nenes los derechos del niño. Los jueves de cine son los más convocantes. Hay un promedio de 30 chicos que se acercan. Después de la peli hay chocolatada y galletitas. Se compra del bolsillo de los pibes.
–El otro día vino al de literatura una mina que se le había muerto un hijo, y ¿sabés cómo se puso a escribir? Somos de plantear temas como la discriminación, cómo se maneja la política. No quedarse con que está todo podrido; plantear que el mundo ideal puede ser éste, y no cuando los chicos cruzan General Paz para ir a caminar a Devoto –comenta Gabriel.
Gabriel debe ser la única persona que dice que fue un crecimiento mudarse de Devoto a Ciudadela, separados por una avenida que sabe de diferencia de clases. Gabriel cuenta que la mudanza lo hizo pensar de otra forma, y que la muerte de su hijo justifica que no le importe la guita. Porque dice que si no murió de tristeza, tampoco podría morir de hambre. A partir de ahí renunció a su trabajo en una juguetería porque cobraba en negro y sentía que trabajar así era cagarse en las luchas de los laburantes.
–Yo no quería que todo fuera dolor, sino que haya enseñanza. Siempre que estamos todos juntos en ¿Será? digo que cuidemos el lugar, porque estamos haciendo lo que nos gusta, nos queremos entre nosotros, pasamos por mil quilombos cada uno y estamos acá por una causa social.
Gabriel ahora está sin trabajo. Cada tanto le salen changuitas para repartir pizzas. Hace poco un conocido habló para que con Matías dictaran un taller de revistas –por su trabajo en ¿Todo piola?– en una entidad que supuestamente trabaja para chicos marginales y la respuesta fue que los maestros debían ser clase media. “No les entraba en la cabeza que nosotros podamos dictar un taller. Entonces podés saber un montón, haber leído muchísimo pero el pasado o la vivienda te condenan”.
Ayer se realizó el primer festival de arte marginal. Fue en la puerta del lugar que los condena y a la vez los hace sentir bien. Después de tanto insistir, el supermercado Día prestará el playón para que toquen en vivo, y gratis, las bandas de rap Clan Oculto y F.A!, de Ciudad Oculta y Fuerte Apache. Camilo Blajaquis, de La Gardel, presentará su libro de poesías La venganza del cordero atado, escrito en sus años de celda. La gente de ¿Todo piola? leerá los textos publicados por personas privadas de su libertad con talento para escribir. También se presentarán bandas de regaae de la zona. Semejante cantidad de arte y de gente laburando gratis por los pibes del barrio, en una calle medio muerta de Ciudadela, esta vez sí que justificará la sorpresa de cualquier vecino que pase por allí, o que lo cruce a Gorrita, con su gorrita blanca que parece tener pegada, entregando afiches durante la semana que anuncian las actividades del centro cultural.