jueves, 3 de mayo de 2012

BIOGRAFIA EN MARCHA

A casi diez años de su muerte, un anticipo del libro “Darío Santillán: el militante que puso el cuerpo”.

Lucha y esfuerzo, hoy homenaje, es la síntesis de los 21 años que intensamente vivió Darío Santillán, el militante cuya vida (y la de Maxi Kosteki) quedó trunca en el Puente Pueyrredón el 26 de junio de 2002.
Su cuna en el barrio Don Orione, y crecimiento en La Fe, una zona humilde en el partido de Lanús, marcó a este joven cuyo devenir se narra en Darío Santillán. El militante que puso el cuerpo una biografía intensa, signada por la pasión y el coraje.
Este libro escrito por Ariel Hendler, periodista de Clarín , junto a Mariano Pacheco (amigo y compañero de militancia de Darío) y Juan Rey, reúne testimonios de familiares, compañeros y amigos de Santillán. Según sus autores, la obra editada por Planeta evoca la lucha del joven y la de sus compañeros de ruta, otros chicos y chicas del suburbio, como él, por trascender las limitaciones y el porvenir acotado que les imponía una situación desfavorable en lo más profundo del conurbano.
Con sus aciertos y sus errores, el ímpetu juvenil de Santillán estuvo signado por su idolatría por el Che junto al respeto por Evita. Y en él quizás está la síntesis de una juventud militante que les puso el cuerpo a la necesidad.
En exclusiva, un adelanto de Amigos, amigas y algo más perteneciente al capítulo 2, 1998-1999 La Militancia secundaria .
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(...) Formalmente, la Agrupación 11 de Julio tenía su organización interna, con reuniones formales e informales y plenarios, casi siempre en la casa de Grillo o en la plaza frente a su casa. También comenzaron a organizar en San Francisco Solano algunas actividades que hasta entonces hacían sólo en Quilmes, como radios abiertas en la plaza para las fechas especiales. El 8 de octubre de 1999 volvieron a hacerlo, esta vez para recordar la muerte del Che en la selva boliviana. La consigna fue: “Con tu ejemplo, Guevara, por la patria liberada”. Otra actividad fue la del 20 de noviembre para reivindicar el Día de la Soberanía Nacional. Hubo “mates, guitarreada y ollita popular”.
Pero Leo Santillán, que para entonces había comenzado a participar más activamente de la 11 de Julio, cuenta que lo que más recuerda no son las reuniones formales ni los plenarios, ni las radios abiertas, sino las jodas de los sábados a la noche. A la vez que se realizaban las actividades de la agrupación, se iba consolidando un grupo al que los unía algo más que un proyecto político compartido. Se hicieron, además de compañeros, novios, en algunos casos, y amigos, en casi todos.
No iban a boliches ni a lugares por el estilo. Ni siquiera a bares. Se juntaban en las casas a charlar, a tocar la guitarra y a tomar algo, a pesar de que a la mañana siguiente tenían que estar temprano en el asentamiento 9 de Agosto para dar apoyo escolar. Leo cuenta que Darío era el que se levantaba primero, mientras que él, Noelia y el resto todavía estaban “fisurados” cuando él ya estaba listo para partir.
Grillo cuenta que nunca transitó una experiencia similar: “Éramos un grupo muy unido. Nos juntábamos a tomar cerveza, mucha cerveza, a escuchar música y a conversar. Toda la noche. Todos los fines de semana”. Noelia recuerda que en esa época se unió mucho más a Darío. Tal vez porque empezaban a compartir otras cosas que de chicos, al ser ella la única hermana mujer, se le había dificultado un poco compartir, tanto con él como con sus otros hermanos varones. “Para mí, Darío, más que un hermano, era un amigo”, dice Noelia. Al igual que ella, los demás también recuerdan con cariño lo realizado durante aquellos años. “Escuchábamos rock, un poco de punk, ‘cumbiancha’ a veces, para bailar. Comprábamos esos vinos horribles, en caja, que salían un peso. Cortábamos unas botellas de gaseosa, de esas también baratas, y mezclábamos todo ahí”, cuenta Grillo.
Una vez fueron a una “disco” llamada Reflex, en Solano, con Darío, Grillo y Mariano -que ya estaban de novios-, Daniela y otras compañeras de la escuela. Fueron porque tocaban Los Auténticos Decadentes, dice. También Grillo recuerda esa noche y concuerda en que Darío fue sólo porque tocaba esa banda. “Yo no lo podía creer, ¡Darío en un boliche! Pero fue así, vestido como siempre: con esos vaqueros y una remera medio rotosa. De hecho, cuando llegaron -porque fue con Mariano- en la puerta los miraban con una cara terrible … casi que no los dejan entrar”, recuerda Noelia (...).

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