lunes, 26 de noviembre de 2012

"EL HASHTAG TIENE TRADUCCION POLITICA"

Entrevista a Fernando Peirone. Ensayista. En su libro Mundo extenso sostiene que la emergencia de la sociedad “conexionista” tiene fuerza de paradigma.
      
Por Exequiel Siddig
 
Fernando Peirone es hijo de camionero. Nació en Venado Tuerto, al sur de Santa Fe, tierra de jóvenes jazzeros virtuosos, como el pianista Leo Genovese, pero más de hacendados y empresarios agropecuarios con mucho dinero. Cuando, a los 18 años, vio desde el umbral inquieto de su barrio cómo los hijos de los empresarios de la Sociedad Rural volaban a las universidades, él, sin dinero suficiente pero sin flaqueza, decidió no seguir los caminos del padre. Con una alegría áspera fundó con sus amigos una casa de estudios terciarios por fuera de la institucionalidad del Estado y de las lógicas mercantiles. Recobrando viejas experiencias universitarias de anarquistas venidos de Europa y obreros venidos de los confines peronistas, atrajeron la montaña hacia Mahoma.
La Facultad Libre de Venado Tuerto luego pasó a Rosario, donde pervive desde 1990. Cuando empezó, propuso a eminencias del campo de las ciencias sociales que hicieran la universidad que siempre hubiesen querido. Dijeron sí un seleccionado nacional. De extrañados a vivos: León Rozithcner, David Viñas, Fogwill, Yuyo Noé, Oscar del Barco, Héctor Schmucler, Rubén Ríos, Noé Jitrik, Beatriz Sarlo, Tomás Abraham, Josefina Ludmer, Ricardo Forster, Christian Ferrer, Alejandro Kaufman, Eduardo Rojas, Julia Solomonoff y un largo etcétera apabullante y libertario. El fin de semana pasado, con el seminario “Filosofía, política y estética” se sumó a la lista el filósofo francés de la emancipación, Jacques Rancière.
Resulta que Peirone, sin licenciatura colgadita de un cuadro, se convirtió en un intelectual del pensamiento vivo. Vive en Buenos Aires desde hace mucho tiempo y en Villa Crespo desde hace tres años. Es director académico del programa Lectura Mundi, de la Universidad de San Martín, y acaba de publicar, luego de seis años de martillar sinápticamente el mundo cada mañana, su séptimo libro. Mundo extenso. Ensayo sobre la mutación política global (FCE) es una indagación pulposa y heteróclita sobre la puja planetaria entre dos modelos de organización del ser y el saber. A una cosmovisión la describe con “la metáfora arbórea”, que remite a un tronco organizador y a un origen referencial que puede rastrearse desde el pensamiento presocrático. El correlato es un solo centro de poder, ya sean las ciudades-Estado griegas, los imperios o los Estados-nación, que garantiza el contrato social y organiza la vida y la muerte. Del otro lado, Peirone recobra la relectura de Jacques Derrida respecto de “la esfera Pascal”, que Borges escribió en Otras inquisiciones. Un hábitat desterritorializado donde el poder se disipa y donde los criterios de verdad ya no se anudan a la profundidad de una idea ni se sujetan a la dialéctica de los opuestos y los conflictos, sino a la capacidad de conocimientos divergentes de aliarse provisionalmente.
“La metáfora de la esfera de Pascal es tan vieja como la arbórea. Lo que pasa es que nunca estuvieron dadas las condiciones históricas para que pudiera expresarse en términos políticos o institucionales”, dice Peirone a Miradas al Sur. “Lo que siempre se consolidó fue la otra estructuralidad, el tronco desde donde proviene el sentido de lo profundo como aquello que designa lo que tiene un valor, un reconocimiento, una legitimidad. Y lo que se va por las ramas, se toma como que se desconecta del sentido. Esa estructura es la que ha prevalecido en Occidente a lo largo de la historia.
–Usted señala cierto desdén de los politólogos formados en una concepción “arbórea” de las ciencias sociales respecto de los nuevos movimientos políticos, como los que participaron en la Primavera Árabe.
–Sí. Por ejemplo, el hashtag es uno de los fenómenos conceptuales y uno de los emergentes de una nueva lógica relacional, que tiene una traducción política. Se puede percibir su importancia en todas las movilizaciones de todos los movimientos sociales ‘difusos’. George Siemens (investigador de la cultura digital) dice que es uno de los conceptos que van a impactar en las ciencias sociales con más fuerza. Cuando hablo con politólogos de más de 60 años, si no están negados les falta la experiencia. No tienen Twitter, no saben lo que es. Entonces, tenemos una dificultad: ¿cómo abordás los nuevos movimientos sociales desde la teoría política si no sabés cómo relacionarte con ese concepto? Durante la Primavera Árabe, eran fundamentales los tuits para poner en evidencia cosas que estaban ocurriendo en ese momento. Por ejemplo, decían, “no vengan por la diagonal Sur porque está la policía”. “Vengan con pañuelos mojados porque hay gases lacrimógenos.” El hashtag era, pongámosle”, #PlazaTahrir, donde se volcaba todo online. Entonces tenés una teoría política con una matriz moderna que concibe a lo social dentro de los parámetros del Estado y categorías que están en declive para dar cuenta del presente. Por otro lado, hay una experiencia que todavía no tiene conceptualización. La idea de este libro es justamente tratar de arrimar esos dos hemisferios, a mi juicio completamente vigentes. Conviven. Son dos cosmovisiones, ambas en plena vigencia.
–¿La noción de la violencia política llamada a resistir el poder cambió con este nuevo paradigma? ¿La Plaza Tahrir puede hilarse con el Mayo del 68?
–Lo que está en crisis es un sistema respecto de otro, que empieza a avanzar. Y no son manifestaciones de violencia. Lo que tienen de particular son dos o tres cosas diferenciales respecto de aquellos que enfrentaron al poder históricamente. Por un lado, no es que quieren tomar el poder. Dicen: “Somos el 99%”. Lo que ocurrió el 15 de octubre de 2011, la primera manifestación mundial de más de un millón y medio de personas en más de 1000 ciudades –congregadas bajo el hashtag #15º–, no tuvo un líder. Es decir, no ofrecen una identidad ni un (Daniel) Cohn Bendit a quien meter en cana. Escamotean, rehúyen ofrecer una identidad. Aparte, son movimientos multitudinarios que no tienen un lugar fijo, están dislocados. Eso creo que está manifestando un poder más que una violencia. Pero evidentemente tiene ribetes de una violencia posible. Quiero decir, cuando el pibe (tunecino, Mohamed) Bouazizi se prendió fuego a fines de 2010 y luego muere el 4 de enero de 2011, se inicia un efecto dominó por el que –estoy seguro– Kadafi jamás imaginó que eso terminaría con su muerte grabada y pasada por YouTube en el mundo entero. Estos movimientos tienen mayor poder destituyente que instituyente. No logran todavía conformar una propuesta ni darle forma a una posición política en términos clásicos. Pero solicitarles una propuesta en términos dialécticos es un error, porque no es su lenguaje. Es más parecido a una metamorfosis.
–¿Y a una transición?
–El origen de la Modernidad, que podríamos remontar al siglo XVIII, fue nombrado por primera vez como época por Baudelaire en 1863. Estamos en una proceso de transición, que bien puede consolidarse o ser derrotado, como tantas veces ocurrió. Lo que sí creo es que es mucho más complejo de rotar este emergente en el contexto relacional que facilitan las nuevas tecnologías. No quiero decir que por las nuevas tecnologías estamos arribando a una transformación social y política. Lo que facilitan es la expresión de una lógica relacional diferente a la que veníamos construyendo en torno de la estructuralidad arbórea. Esto habilita mucho más la incorporación de lo marginal y de lo des-naturalizado. Hay una dislocación muy difícil de controlar aún.
–¿Cuándo comprendió que la cultura colaborativa tenía un poder de convertirse en paradigma?
–Uno de los factores que para mí me confirman la intuición fue haber ido a Wikimanía en 2009, en Buenos Aires, donde vinieron Jimmy Wales (fundador de Wikipedia) y Richard Stalmann (fundador del movimiento de software libre). Me encontré con un Teatro Alvear lleno con gente de todo el mundo. Wales planteó un plan estratégico ¡mundial! Me dije: ¿Y este chabón? Encima con un bajo perfil… Porque todo el mundo ahí pretende disimular los liderazgos. Porque si vos subís los decibeles a tu protagonismo personal te sucede lo que le pasó a Julian Assange. Si en lugar de hacer lo que hace Anonymous –que es parecido a lo que hace WikiLeaks, hacés lo de Assange perdés, porque sos fácil de estigmatizar, sos una cabeza que puede rodar. Anonymous en cambio sale a la calle con una careta, se manifiesta, se pronuncia, interviene, pero nadie ofrece un nombre porque se arruinaría el proyecto. Jimmy Wales tiene un bajo perfil impresionante, saben exactamente lo que está en juego.
–¿No habría contraposición sino creación ad hoc, digamos?
–Como dicen Luc Boltanski y Ève Chiapello, el capitalismo organiza su hegemonía en función de la crítica, se nutre de ella. ¿Qué hacen estos movimientos sociales? No critican. Dicen: “Somos el 99%” No dicen nada, pero dicen todo. No son frentes opositores, de ataque, pero tienen una connotación política evidente. Así como el capitalismo se replegó durante la década del ’60 y salió fortalecido para la instrumentación del neoliberalismo en los ’70, ’80 y ’90, la cultura hacker/colaborativa –que nació con el hipismo– no se murió, sino que refinó sus procedimientos. Son implicaciones que no entregan flancos de ataque, ni una identidad, ni un líder, ni disputan el poder en un sentido clásico. Se está reconfigurando un concepto de lo político, que no es el concepto schmittiano de amigo-enemigo, ni el concepto marxista dialéctico. Empiezan a tallar otras variables en la constitución de un concepto y un sujeto políticos.
 
Fuente: Miradas al Sur

RECICLAJE: LA RUTA DE LA BASURA

Cada porteño genera a diario alrededor de un kilo de residuos. A falta de políticas de reciclado, la recolección informal de los cartoneros es fundamental. Historias de quienes viven de los desechos.
 
Por Melisa Miranda Castro

La puerta de Paraguay al 4700 está abierta, como quien invita a pasar. En la vereda hay un bolsón con botellas de plástico y cartones. Cada tanto un auto frena, deja más material y sigue su camino. La entrada da a un pasillo que está en obra, al fondo se deja espiar un patio. En otras épocas, este lugar supo ser punto de reunión después de una larga noche de cirujeo. Pero ahora es sólo un patio que alberga algunas herramientas de los albañiles que están refaccionando la vieja casa, que fue vivienda de Cristina Lescano y hoy es la cooperativa El Ceibo.

Son las 8.40, adentro, Maribel y Gastón toman mate con María Julia Navarro antes de salir a hacer la recolección por el barrio. Son pareja y no pasan los 25 años. De lunes a sábado se levantan a las 5 y viajan desde Merlo hasta Palermo para trabajar como recolectores en los edificios y casas de la zona. Aunque son los que más lejos viven, son los más puntuales. Por eso María Julia les legó sus manzanas, ya que desde que la operaron no puede hacer grandes caminatas y arrastrar los carros como lo hacía hasta hace poco. Ahora sólo se encarga de coordinar todo.

La ciudad de Buenos Aires es uno de los mayores generadores de basura del país. Según el informe "Megaciudad" presentado por la Fundación Avina a fines de 2011, el 40% de los residuos urbanos totales de la Argentina se genera en la Región Metropolitana de Buenos Aires, de los cuales 12.600 toneladas se producen diariamente como residuos domiciliarios. Es decir, que los porteños generan alrededor de un kilo de basura por habitante por día.

El informe que establece la agenda de los principales problemas de esta gran ciudad, advierte que la mayoría de los materiales consumidos se descartan sin ser pensados como potenciales recursos. Siguiendo el curso formal, el principal destino es el relleno sanitario de la CEAMSE. Algunos se desvían a basurales clandestinos, y hay un tercer flujo que los canaliza para el reciclaje. Se calcula que se recogen entre un 8 y 10 por ciento de residuos domiciliarios seleccionados a través del cirujeo.

"El nivel de reciclaje es malísimo. La Argentina tiene una ley nacional y la ciudad de Buenos Aires tiene una de las normas más de avanzada en el país, que es la de Basura Cero, pero los niveles de reciclado formal son casi nulos. Lo que hay son desvíos de determinados materiales reciclables a partir de la recolección informal que hacen cartoneros o los recuperadores urbanos", señala la directora de políticas de Greenpeace, María Eugenia Testa. Gonzalo Roqué, de la Fundación Avina coincide y agrega que "el mayor nivel de recupero del país es el de los cartoneros, pero eso no es una política del Gobierno".

Recolección

Son ya las 9, Maribel y Gastón salen apurados para visitar sus manzanas asignadas, antes de las 14, cuando pasa el camión que lleva lo que ellos juntaron hasta el Centro Verde de Salguero e Illía. Además, el transporte recorre "los grandes generadores", es decir, los edificios o empresas que dejan tal cantidad de residuos que no se pueden llevar en el carrito. Los vecinos los saludan y les abren las puertas de sus casas para que entren a sacar las bolsas que han sido separadas en origen. Esto es producto de una prueba piloto que hizo Greenpeace hace unos años con la cooperativa durante 6 meses, en los que trabajaron concientizando a los vecinos de Palermo.

Ahora El Ceibo sigue por su cuenta y tiene su historia en la zona. La organización surgió hace 25 años y fue fundada por siete mujeres, de las cuales sólo queda María Julia, que organiza la recolección desde la sede en la calle Paraguay, y Cristina Lescano que se encarga del Centro Verde. Se conocen de la época en la que ambas vivían bajo el puente de Juan B. Justo y Niceto Vega. Para subsistir hacían ollas populares y alimentaban a otros que vivían en el puente, y a la noche cirujeaban. Décadas después, las cosas cambiaron y la cooperativa les deja a ambas un sueldo que les permite alquilar departamentos cerca de la sede. Los recolectores también sacan un fijo, que es de 250 pesos semanales, además, tienen seguro y monotributo.

Casi son las 13, Maribel y Gastón ya hicieron varios viajes de descarga de los carritos. La cooperativa cubre el área entre Córdoba, Julián Álvarez, Godoy Cruz y Santa Fe, esas manzanas se reparten entre 7 recolectores, pero algunos están con suspensión por llegadas tarde, así que todo recae en la pareja. En total son 80 personas que integran El Ceibo. El gobierno de la ciudad, desde 2008, los empezó a ayudar con la logística y les dio folletos para que pudieran concientizar a los vecinos. Además, les entregó el galpón para el Centro Verde, pero la mayoría de las maquinarias las consiguieron ellos de donaciones o las compraron.

El sistema vigente en la Capital Federal es el de la recolección de residuos por medio de los camiones de las empresas privadas tercerizadas por el Estado, que depositan los residuos en la CEAMSE. Pero está en crisis, ya que hay tres rellenos operando, dos de los cuales tienen orden judicial de cierre por contaminación. "El relleno está al borde de finalizar su vida útil, se calcula que tiene entre dos y tres años más de vida y en todos aquellos lugares donde la CEAMSE quiere abrir uno hay una oposición abierta de las comunidades", explica María Eugenia Testa. El informe de Megaciudad indica que "en este modelo de funcionamiento el costo principal pasó a constituirlo el transporte, abriendo paso al negocio de mayor compromiso de las finanzas municipales: la recolección".

"El gobierno de la ciudad de Buenos Aires ha demostrado una política de gobierno bastante contraria a la Ley de Basura Cero y despreocupada con respecto al incremento de la basura. En 2010 se llegó al récord histórico de más de dos millones de toneladas de basura enterradas en relleno. En 2011 la cifra no está todavía cerrada, pero se presume que es superior", asegura la directora de Políticas de Greenpeace.

En el Centro Verde de El Ceibo, se trabaja de 7 a 12 y de 13 a 16. José es el encargado del galpón y les enseña el oficio a los nuevos. Monitorea todo el proceso desde que llegan los materiales hasta la venta de ellos. También fue cartonero y trabaja con la cooperativa desde hace 15 años. En el lugar predomina un olor que es mezcla de vinagre agrio con vino, que probablemente venga de los envases. Algunos trabajan con guantes y otros operarios ya tienen las manos acostumbradas. El que pica vidrio lo hace montado al conteiner usando sólo zapatillas de lona. "Nosotros estamos acostumbrados", dice José riéndose del asombro si se le pregunta por la seguridad.

Cristina Lescano, es la cabeza de todo el centro, cuando 7DÍAS llega la encuentra peleándose por teléfono porque la policía metropolitana le confiscó la camioneta que le entregó el propio gobierno porteño para las recolecciones. "Esto de insertarnos en la sociedad nos trae muchos problemas, porque es un trabajo nuevo, algunos no saben ni lo que es. No encajamos en ningún lado", cuenta Cristina, que es un poco la vocera de este proyecto y ha dado charlas en distintos países del mundo que se interesan por el fenómeno de las cooperativas de cartoneros.

Formalización del reciclado

Los cartoneros y trabajadores urbanos no terminan de encajar en el sistema. El gobierno porteño está a punto de cumplir el año del inicio del pliego de concurso público de recolección de residuos sólidos urbanos secos, la licitación de las 13 zonas en las que se dividió la Capital Federal para formalizar la tarea de los recuperadores urbanos. La idea fue separar la licitación de residuos reciclables (para darle la potestad a las cooperativas) y los húmedos. La falta de acuerdo en la última postergó el avance en las licitaciones. Las cooperativas presentaron propuestas técnicas para las zonas que ya manejaban y para nuevas zonas, se le dio prioridad a las preexistentes. Finalmente, a fines de 2011 el Gobierno decidió prolongar los contratos ya existentes de la recolección de residuos húmedos; y en teoría la licitación de los reciclables continúa en pie aunque todavía no se ha adjudicado ni puesto en marcha.

"Buenos Aires estaba bien encaminada, hacia donde estaba yendo el nuevo pliego, que separaba la recolección y otorgaba a las cooperativas el servicio de recolección, con logística y equipamiento. No hay antecedentes de esto y es mirado por otros países con mucha atención. Esto tendría que venir con una presencia muy fuerte del Estado. Se requiere un acompañamiento permanente, fortalecer el equipo técnico y aportar recursos", expone Gonzalo Roqué, de la Fundación Avina, que trabaja en conjunto con la cooperativa El Alamo para la integración social de los recuperadores urbanos y cartoneros.

Por su parte, propone que habría que "hacer un abordaje más integral, que tenga campañas de concientización con presupuesto y que sean permanentes. Las ciudades que más han avanzado son las que han hecho campañas continuas y fuertes como Curitiba. Esto es fundamental para que haya un cambio cultural, que facilite el servicio de los recolectores", explica. Y agrega que también habría que atender otros frentes de gestión integral de servicios, como los residuos electrónicos y eléctricos, los de construcción y los húmedos", concluye.
 
Fuente: 7 Dias

SEGUIR VIVIENDO SIN TU AMOR

Un recuerdo para Spinetta, uno de los grandes poetas de la música local y el creador de Artaud, el mejor disco de la historia del rock nacional, según sus propios colegas.
 
Por Denise Tempone

"Yo soy sólo un músico, Spinetta, un fenómeno de cantautor. Siempre me costó entender la poesía cantada. Soy de los que creen que la poesía tiene su propia música y la música su propia poesía, pero escucho cosas como las de él y me parece increíble. Le pone música apropiada a lo que crea. Busca la belleza en esa conjunción y la encuentra a su modo", con estas palabras Astor Piazzolla definió a "El Flaco" en marzo de 1985, cuando Antonio Carrizo le preguntó si rescataba a alguien, en esa famosa contienda entre rockeros y tangueros que se daba en el momento.

Tiempo después, Astor hizo una notable excepción cuando lo invitó a tocar junto con él. En un arranque de honestidad "El Flaco" decidió llamarlo y confesarle que realmente no se sentía a la altura de él: no sabía leer ni escribir música. Pero aunque no pudiera responder al academicismo del mayor desestructurador de la historia del tango, Spinetta tenía algo particular, único, personal que Astor veía con claridad: su manera de construir mundos a través de palabras y sonidos que juntos creaban algunas de las más exquisitas composiciones que dio el rock latinoamericano a lo largo de la historia. Música, palabras, imágenes y sensaciones, el cóctel Spinetta lo tenía todo. No hacía falta, para ser lo que él era, el academicismo o la rigurosidad intelectual. Ese llamado, esa invitación del prócer del tango, aun declinada, habían dejado en claro, habían legitimado su lugar en el firmamento artístico local. Un artista reconoce otro cuando lo tiene enfrente.

DESTINO. A decir verdad, hasta ese momento, nunca había sido un problema para "El Flaco" prescindir de una formación ortodoxa. No hacía falta un gran bagaje cultural para hablar con el mundo en el dialecto en que él lo hacía. "La música es un lenguaje que está en el cosmos como todo lo que nos rodea. El músico que se pone en contacto con el cosmos, que sabe indagarlo con amor, podrá apoderarse y utilizar ese lenguaje como si leyera una clave que pareciera indescifrable y hará su música, sin detenerse jamás. Sé que mi misión es hacer buenos discos. Y a mi misión la tengo que fundamentar con mi propia existencia", declaró alguna vez cuando se le preguntó por el motor de semejante poesía. Su creación estaba dictada por musas sí, pero capturada con el esfuerzo, la disciplina y el trabajo de quien sentía en su propuesta artística su razón de ser.

Spinetta nunca dudó de su destino, lo vivió con la alegría de quien se siente marcado. Primero, a través de su padre, Santiago, quien amaba cantar tangos y que lo introdujo al mundo de la música. Y luego a través de su tía Zsa-Zsa y su tío Mario que eran parte del equipo de prensa del mayor sello de entonces, Odeón. Ellos le traían discos gratis, las últimas novedades de manera inmediata en épocas donde los Napsters y los Megauploads eran impensados, por lo que la actualidad musical inmediata era un lujo para pocos.

El primer disco que se compró, ése que le tocó las entrañas y lo empujó a salir al mundo fue "For Sale" de Los Beatles. "La primera vez que escuché a Los Beatles fue en un baile en Estudiantes Norte, pasaron "Love me do" y le pregunté al disc jockey qué era eso. "Me parece que se llaman Los Escarabajos", me contestó. A partir de ese momento, cada vez que pasaban Los Beatles, me daba una especie de fiebre total". Fueron sus ganas de convertirse en uno de esos escarabajos, a quienes no entendía bien pero con quienes definitivamente conectaba, las que lo llevaron a intentar imitar el estilo de composición. "Toda esa etapa de mi vida fue mágica porque coincidió con los primeros enamoramientos, con las primeras calenturas de la pubertad. Al escuchar ‘Please, Please Me’ me tiraba a llorar al lado del Winco, ¡era un bochorno! En casa me decían: ‘Dejá eso, no ves que te va a hacer mal...’, pero había placer en tanta intensidad", explicaría años más tarde.

Ese sentimentalismo, esa conexión con el mundo y la necesidad de hablar el lenguaje de las cosas invisibles fue la que lo llevó a componer uno de sus himnos inmortalizados en el inconsciente popular. "Muchacha ojos de papel", expresó con una poesía absolutamente inusual para alguien que aún no había cumplido la mayoría de edad, la experiencia de un enamoramiento ordinario. Esa canción estaba hecha para Cristina, la hija del portero del edificio de la calle Arribeños en el Bajo Belgrano, donde vivía y su estreno no prescindió del dramatismo cinematográfico con el que vivía esa etapa de su existencia. En una anécdota clásica, Spinetta recuerda que la primera vez que la tocó, un domingo en el Teatro Coliseo, estaba pasando por una momentánea crisis con Cristina y que cuando empezó a cantar el tema, vio que su amada, todavía enojada, se levantaba de su butaca y se iba de la sala. "A medida que avanzaba, la gente se emocionaba y yo lloraba mientras veía que Cristina caminaba por el pasillo hacia la puerta, yo vivía en carne viva, y me gustaba expresarlo así", contó tiempo después, alejado definitivamente de aquella primera gran musa.

Aunque Almendra editó tan sólo dos discos de estudio más, es aún considerado uno de los grupos fundacionales del rock nacional. Fue su lirisimo, su vuelo, que contrastaba con la crudeza blusera de Manal o el estilo beat de Los Gatos lo que le dio un lugar único, inigualable en la escena local. Y todo eso era creación de la romántica e inquieta cabeza de "El Flaco" que aún tenía toneladas de talento para brindar.

OBRA CUMBRE. Después de la separación de Almendra, decidió formar Pescado Rabioso, junto con Black Amaya, Osvaldo "Bocón" Frascino y Carlos Cutaia. Fue una etapa de exploración de su identidad musical que terminó con un conflicto de banda y con la edición su trabajo más celebrado, "Artaud", aún considerado uno de los mejores discos de la historia del rock nacional y que marcó un parámetro fundamental para entender su obra. El título del álbum hace referencia al poeta francés Antonin Artaud, cuya creación, en especial "Heliogábalo, el anarquista coronado" y "Van Gogh, el suicidado por la sociedad", inspiraron a Spinetta a un nuevo nivel de líricas. Su presentación fue tan compleja como su creación. Se realizó en 1973 en el teatro Astral. En ese entonces se presentó solamente acompañado de una guitarra acústica, y en los intermedios del recital, mostró películas mudas como "Un perro andaluz", "El gabinete del doctor Caligari" y cortos de Hidalgo Boragno, musicalizado por lo más avanzado proveniente de Europa y Estados Unidos. Se trató de un momento cumbre en su carrera que logró conciliar de manera ágil y orgánica el gusto popular con información y propuestas estéticas de vanguardia. "Artaud" dejó en claro que la complejidad del discurso spinetteano no era una pose snob sino una manera genuina de entender el mundo, expresarlo y compartirlo con las masas. Era desafiante ante un público halagado por el desafío de acompañarlo en un viaje intenso y único. Nadie podía ser el sucesor de Spinetta, ni la competencia. Era demasiado único.

Su propuesta no tuvo altibajos y sus proyectos siguientes hicieron honor a su filosofía artística disco tras disco. Con sus siguientes bandas, Invisible, Jade, Los Socios del Desierto o en distintas etapas como solista, logró sostenerse sin vender su estilo y contaminar su mundo con tendencias comerciales. "La gente quiere que algunos artistas sean un McDonald’s de crear arte. No existe eso. No nos engañemos. ¿Qué le pedimos? ¿Qué somos capaces de darle?", se preguntaba. A medida que su propuesta se afianzó y su lugar en la escena se convirtió en incuestionable, Spinetta se convirtió en una personalidad cada vez más rebelde y esquiva con la prensa y los manejos de la industria y el medio. Aunque muchos lo consideraron arisco, él prefirió explicar que ponía limites. No aceptaba homenajes ni elogios exagerados, simplemente no compraba el juego de la prensa. "Me eligieron el artista más influyente, pero ése es Ricky Maravilla, o cualquiera de estos muchachos que hacen ese tipo de cosas. Dado lo que pasa con la música, hermano… No mientan, acá las influencias están siendo otras", declaraba indignado. Poco a poco, la lucidez de sus entrevistas y sus comentarios filosos lo convirtieron en una especie de analista cultural cuya sensibilidad captaba, desafiaba y burlaba los peores síntomas de los tiempos modernos.
 
Fuente: 7 Dias

LUTHIERS SUB 30

Tienen veintipico, construyen instrumentos musicales de forma artesanal y se abren paso en un terreno donde la trayectoria suele ser el mayor capital. Gajes de un oficio solitario y poco conocido.
 
Por Mariana Merlo

"Les Luthiers" es el genial quinteto que desde los ’60 apela con éxito al humor y la música en escenarios locales e internacionales. Pero "Les Luthiers" no son los luthiers únicos y universales; aunque el desconocimiento popular asocie el oficio a la propuesta artística de Marcos Mundstock y Daniel Rabinovich. Es luthier aquel que construye o repara instrumentos musicales; el que se inmiscuye en ese hueco que nadie ve de una guitarra o un violín para sentirse creador del sonido; el que escucha nacer la melodía desde el lugar más íntimo y puro.

Quizá se deba a una fantasía la idea de que un luthier sea un hombre huraño y que superó la barrera de los 50; tal vez porque le da una pizca de mística imaginarlo sentado en su taller desordenado con la espalda encorvada, los anteojos sobre una frente desde la que nace una cabellera blanca y con unos viejos zapatos de gamuza cubiertos de aserrín sobre el empeine. ¿Y si en la escena hubiera, en su lugar, un joven de 24 años? ¿Si el zapato de gamuza fuera, en cambio, una zapatilla de lona blanca y las canas, un montón de rastas?


EXPERIENCIAS. "La primera reacción cuando digo que soy luthier es preguntar acerca de qué es. La segunda es decir: ‘Ah, ¿sos un Les Luthiers?’ –cuenta entre risas Florencia Centurión, de 25 años- . Cuando yo era chica me imaginaba que un luthier era un viejo petiso con anteojos y camisa, no pensaba en otra cosa, y mucho menos me imaginaba a mujeres construyendo instrumentos".

Florencia es la única mujer del grupo de luthiers que se reunió para ponerle cara a la más joven generación de este oficio. Una real promesa de la que muchos veteranos se acuerdan al momento de contactar a este grupo sub 30. A los 19 años comenzó sus estudios en la Escuela de Luthería de Cafayate y los continuó a los 23 en la perteneciente a la Universidad Nacional de Tucumán. Sabía de artesanías y de trabajar con cueros y metales, pero la madera era una cuenta pendiente. "Era algo que me llamaba la atención, así que arranqué con la luthería y terminé dejando todo el resto de lo que hacía. El oficio me encontró", admite. A su lado, Jerónimo Mendoza Zelis (24) y Hernán Costa (25), la escuchan mientras tocan algunos acordes en sus instrumentos. A diferencia de ella que hace "un poco de ruido, pero no te toco ningún tema", ellos tienen otra cercanía con la música más allá de la construcción de la herramienta para generarla. Jerónimo es de La Plata y un poco escapándole al ruido de la ciudad y otro poco a la carrera de Sistemas de la universidad, viajó a Tucumán donde tiene una tía artesana que le había hablado de la escuela. "Yo tocaba la guitarra, pero no tenía una buena y tampoco me la podía comprar. Entonces dije: ‘de última, de esta experiencia me quedo con un buen instrumento’. Así caí. Y para cuando terminé la primera guitarra, ya estaba pensando en la segunda".

Para Hernán el camino fue más exploratorio. Empezó a estudiar música en el Conservatorio Nacional y la intriga por saber cómo funcionaban los instrumentos que aprendía a tocar, pudo más que él. Tenía 20 años cuando lo contactaron con algunos profesores y comenzó con sus estudios de luthería. "Empezó como un hobby, pero está bueno aprender con un luthier porque no sólo trabajás en lo tuyo sino que, si tomás confianza, te hace laburar en lo de él. Y ver trabajar a un profesional te enseña mucho", explica. Después del curso hizo instrumentos chicos como charangos y ukeleles hasta que el año pasado se juntó con un amigo para poder montar entre los dos un taller. "Es toda una experiencia porque este trabajo es muy solitario, y estar con otra persona hace más amena la situación. Si bien el laburo es hermoso llega un momento en el que querés ver a alguien, a veces te das cuenta de que en todo el día no pronunciaste una palabra".

Leandro Salzmann (27) y Exequiel Pinto (24) comparten sus tardes en El Virutero, una de las escuelas más importantes de Buenos Aires. El más veterano del grupo es músico –bajista- y técnico mecánico. "Me gusta desarmar cosas todo el tiempo, ensuciarme, meterme, ver cómo funciona todo, y la música. Sin saber que era un oficio, yo arreglaba mis instrumentos. Al principio, obviamente, uno busca la veta económica, pero después te das cuenta de que eso viene mucho más adelante", reconoce Leandro. Su compañero empezó a estudiar a los 17 años y desde los 20 que la luthería es su medio de vida. "Primero empecé jugando y también por necesidad porque quería tocar y no tenía con qué. Tenía un bajo destruido y empecé a arreglarlo. Quedó horrible", sentencia Exequiel riendo. Un amigo que estudiaba en El Virutero se lo recomendó y desde entonces que se convirtió casi en su segundo hogar. Aunque su educación estuvo enfocada en las guitarras clásicas, su pasión por el bajo pudo más y actualmente construye bajos eléctricos por encargo. "Se dio todo al revés, pero eso lo hizo más interesante –dice-. Primero porque es el instrumento que toco y lo comprendo más que a una guitarra. Segundo, al ser un instrumento ‘joven’, te da la posibilidad de jugar con el diseño; aunque haya cosas ya marcadas, en general el bajista no busca eso. Con la guitarra clásica es mucho más difícil porque tiene parámetros a respetar que si los cambiás el guitarrista te va a mirar raro, no le va a gustar. Al bajo le podés dejar una marca más personal".

Florencia también comenzó entendiéndose mejor con las guitarras, "pero después de haber hecho el primer violín siento que estoy en un viaje de ida, estoy como en un romance" (risas). Encontró en él el instrumento perfecto, al menos para ella. Dicen los varones que la rodean que la mano femenina se nota en sus trabajos, en las terminaciones detalladas, en la delicadeza. A pesar de eso, ella reconoce que "cuesta vender violines nuevos, más que nada a gente grande que tiene violines antiguos".

EXPERTOS VERSUS NOVATOS. El debate del prejuicio está planteado. ¿Están realmente abiertas las puertas de la luthería para la nueva generación? "Hay prejuicio cuando no se fijan en tu laburo –opina Jerónimo-. Te puede pasar con un músico que no sepa demasiado y se deje llevar por la imagen. Si el laburo es bueno, te lo van a reconocer tengas 20 o 60". Hernán es un poco más tajante en su pensar: "Si no llegás a mostrarles un instrumento, no te dan pelota". Aunque, según explica, parece que la excepción llega con la guitarra. "Ahí la cosa es más equilibrada. Hay quien busca guitarras de luthiers de renombre y de determinada época, pero también están los que ven una guitarra nueva, la prueban, les gusta y la llevan".

La mayoría de ellos trabajan por encargo, difícilmente tengan instrumentos en stock esperando encontrar su dueño. Se coordina la entrevista con el músico interesado, se conversa sobre qué espera del instrumento, el luthier trabaja sobre el diseño y las cuestiones técnicas, y entre idas y vueltas, todos deberían terminar contentos. "Generalmente yo lo que defino son cuestiones como las maderas, según lo que el músico necesite en cuanto a sonido, en cuanto a estética –explica Leandro-. Pero hay cosas en las que no se negocia, sin duda. Las maderas las decido yo. Me puede decir ‘me gusta un instrumento oscuro o clarito’, después yo veo qué madera oscura o qué madera clarita usar. Cada músico es diferente, y cuantas más certezas tenga de lo que quiere, es más fácil". Según Florencia, de todas maneras, "hay tanto público que, hagas el instrumento que hagas, le vas a encontrar un músico al que le vaya justo". Aun cuando cada instrumento de cada luthier tenga un sello único: "es como pintar una obra de arte, la ves y percibís absolutamente todo lo que le puso la persona a eso", agrega.

Tienen menos de 30 y, quienes no pudieron hacerlo aún, están viviendo esa etapa de la vida en la que buscan independizarse de sus padres. Pero eligieron un oficio en el que no es tan fácil hacerse de un nombre y prestigio. Aunque por los instrumentos bien hechos puedan cobrarse cifras interesantes, el comienzo de estos jóvenes luthiers es de pura inversión en materiales, maquinarias y herramientas. La recomendación es fundamental, coinciden los cinco. "Después -según Hernán-, es un segundo. El que sabe lo que quiere, prueba el instrumento y lo sabe. Es ése o no, punto".
 
Fuente: 7 Dias

OPAS URBANOS

Por Eduardo Blaustein         

En las estaciones de Retiro y Constitución, amuchados en defensa propia. Surfeando los pasamanos, en las escaleras mecánicas. Trepándolas a contramano, un módico gesto contra los buenos del mundo. Compartiendo el tetra alegre o el poxirán. Yertos sobre nada, en la vereda dura, como para que no sepamos si están vivos (es sólo para jodernos). Bajo los puentes de las autopistas, en sus dormideros. Rodeados de bolsas de polietileno y de sus curiosas pertenencias. Cuanto más estragados, más difícil asignarles edad; los ojos expresan más vacío que dureza. No hay recuperación económica que los haya rozado, ni Estado autoritario que haya podido esconderlos, ni política social que haya pretendido rescatarlos, ni empatía con la que pretender quererlos, ni lástima o compasión posible, ni amorosa oenegé que los acaricie.

No se trata de los indigentes ni de los puros chicos de la calle. Se trata de los más destruidos entre los hechos polvo: nuestros opas urbanos.
En literaturas de provincias y de la campiña uruguaya solía usarse esa palabra, que en nuestras ciudades también se emplea pero ya con pérdida de su sabor criollo: la palabra “opa”.
José Luis Landriscina, en relatos humorísticos que no tenían remate pero sí un bello modo de narrar, solía contar chistes de opas con una ternura que presumiblemente hoy no compensaría algún cargo por discriminación. Los opas que criban Buenos Aires y ofenden los presurosos ojos emanan con su sola presencia el grito más salvaje contra toda corrección política, la más dolorosa muestra de violencia cotidiana.
Son chicos-pibes-muchachos y también madres que puede que tengan 28 años pero que pintan de 55. Todos hechos recontra pelota. Recuerdan oscuros cuadros medievales o fantasmas de algún relato de ciencia-ficción en ciudad cataclismática. Son los muertos vivos de la historia económica y social de la Argentina. Si es arduo reconocer su edad, imposible rastrear o conocer sus historias, saber de quién son hijos, si lo son de tarados anteriores, si vienen del conurbano, si duermen en nichos invisibles, cómo se alimentan, con qué se papean si es que es eso, cuánto durarán sus vidas, cómo y cuándo morirán, quiénes recogerán, no sus almas, sus cuerpos.
Exteriormente puede que tengan algún rasgo del fierita argentino: el pelo rapado por algún sitio, el piercing intimidante, el gorro con la visera invertida, los pantalones raperos, el ademán lento o imperioso, el vocabulario corto, el hablar pastoso, la mirada perdida o lastimera o tierna o babosa o asesina. La violencia no proviene sólo de la elemental “situación de calle” en la que viven (es en la calle, por otro lado, donde se contienen, donde les pasa la vida) ni de la posibilidad de que se agarren a trompadas en el tramo peatonal de Lavalle. No es exclusivamente la violencia por injusticia de la que hablaban nuestros curitas villeros en los ’70. Tampoco es por si le arrebatan el celular y las monedas a la piba que viene de la clase de Educación Física. Es una violencia originaria, primitiva, nuestra, un horrible relato del presente, querer salir de acá.
Son las periferias perdidas del ejército infernal que laboriosamente comenzó a tejer nuestra sociedad desde hace tanto tiempo. Desde el Rodrigazo del ’75, desde la violencia del Proceso y Martínez de Hoz, desde los ’90, desde que se planificó la miseria.
Va de nuevo: no son simplemente los muy pobres, los NBI. Son entre ellos los que están peor, los que perdieron todo y la mitad del cerebro. No son los empeñosos cartoneros que empujan el carro que cruza Pueyrredón y Santa Fe a medianoche. No son los que piden guita o entregan una estampita a cambio de un beso en el subte.
Definitivamente no son aquellos linyeras de décadas remotas. Son como ultraveteranos de alguna guerra, infinitamente erosionados por el sufrimiento y la nada.
A un costado de la iglesia de Guadalupe hay tres de ellos. La mujer de edad indescifrable tropieza con la caja de tetra y la voltea y el vino se derrama. El más joven de los dos hombres le planta cara, mal. La caga a puteadas. El mayor se acerca. La abraza. Ella llora.
 
Fuente: Miradas al Sur

TECHO Y LIBERTAD

Hogar Monteagudo, un refugio distinto para personas en situación de calle.
Proyecto 7, una organización creada por gente sin techo, lleva adelante una propuesta integradora: entender, tolerar y convivir, además de cubrir las necesidades básicas. Las asambleas “sagradas” y la historia de su director.
 
Por Lucas Cremades
 
Las calles empedradas de Parque Patricios se pierden hacia el sur, bajando por la calle Monteagudo hasta la avenida Amancio Alcorta. En este rincón porteño y profundo en el que conviven conglomerados urbanos en asentamientos precarios –como la Villa 21 y la Zabaleta– con fábricas y casas de estilo de clase alta devenidas en hogares de clase media y baja, la realidad se rige por un mismo cielo. Mientras tanto, bajo un techo por el que millones de personas no quisieran pasar nunca, 115 personas laten en el minuto a minuto del Hogar Monteagudo. Llegaron por diferentes motivos y ahora no quisieran irse, después de haberse arrumbado durante años en las calles.

Proyecto 7 es una organización que nació en 2003 por iniciativa de siete personas en situación de calle, que dormían en las escaleras de la Biblioteca del Congreso de la Nación. Horacio Ávila fue uno de ellos. “Se llama así porque éramos siete y porque son siete las personas necesarias para obtener la personería jurídica. Individualmente no podíamos llegar a ningún lado por el boludeo gubernamental –explica Ávila, hoy a cargo de la conducción del Hogar Monteagudo–. No había una fuerza que nos permitiera acudir a los derechos más básicos y luego de las muertes de algunos compañeros, empezamos a organizarnos”.
Conformada por personas que estuvieron o están en situación de calle, Proyecto 7 llegó a la conducción del hogar hace un año. “Hoy encontrás 115 personas, pero a través de Proyecto 7 viene mucha gente de afuera a comer. Mujeres con hijos y demás. Tratamos de articular las necesidades y a aquel que quiere pegarse un baño, lo dejamos. Si hay ropa se les da. Aunque la prioridad la tienen los de adentro. Pero todo lo que esté a nuestro alcance hay que hacerlo. Trabajamos bajo el concepto de que este lugar es de la gente”.

Con un subsidio de parte del Ejecutivo porteño equivalente a 12 pesos diarios por cada habitante del hogar, las veinticuatro horas del día casi no alcanzan para atender semejante nivel de demanda. “Tuvimos un atraso en los pagos de más de un año que se solucionó dos meses atrás. Pero el 87 por ciento de ese presupuesto va para los sueldos de los profesionales y el equipo interdisciplinario: sin ellos no podríamos trabajar, ya que nuestros objetivos son la integración social y que la gente se pueda ir. Para darles una cama, un lugar para comer y una ducha caliente con reglas sumamente estrictas como en el resto de los lugares, me quedo en mi casa y lo manejo por teléfono. Con un programa expulsivo y reglas casi carcelarias, no se necesita mucho más”, explica Horacio, mientras de su oficina entran y salen algunas de las 15 personas que trabajan en el lugar.

El sistema de igualdad que rige en el Monteagudo lo hace diferente al resto. Al entrar nomás, la armonía reinante, la higiene, la hospitalidad y el respeto mutuo batallan cualquier prejuicio previo. “Tenemos abuelos a montones, discapacitados psiquiátricos, mentales, motrices. Gente que viene de las cárceles, adictos graves. No hay nada en lo que no puedas laburar. Gente con HIV, con diabetes y HIV. De modo que hay dietas alimenticias. Tenemos un pastillero enorme para que todos tomen la medicación. Nos ocupamos de seguirlos”.

El hogar, antes regido por el Servicio Interparroquial de Ayuda Mutua (SIPAN), cuenta hoy con la articulación del Hospital Penna, que envía a diario a dos médicas que se encargan de las derivaciones, recetas y curaciones. “Es un trabajo de 24 horas –dice Ávila mientras fuma su tercer cigarrillo y prepara el mate–. Tratamos de dividirnos. El mayor trabajo es diario. Mucha gestión y mucha articulación. Hay 115 personas con distintas problemáticas y hay que estar capacitado para asistir tanta demanda. Los encargados son gente del lugar. Muchos de ellos, a través del sueldo que reciben por este trabajo, pudieron alquilarse algo”.

Dice Ávila que era más feliz cuando cortaba calles durante el “frazadazo” del 2010 contra los desalojos del gobierno de Macri y para reclamar la plena vigencia de la ley 341: soluciones habitacionales, otorgamiento de créditos hipotecarios para el acceso a la vivienda. “Ahora estoy muy orgulloso de ser el responsable legal del lugar, aunque lamente esto de hacer muchísimos trámites. He estado sin irme durante tres meses hasta que encontramos el funcionamiento que estábamos buscando: la armonía, la convivencia”. Ahí radica la clave del éxito. “No tenemos muchas reglas: es un lugar con más libertades. Pero la libertad tiene un precio y el que está acá tiene que estar dispuesto a pagarlo. Si un compañero viene chupado o consumido, no lo echamos. Lo dejamos entrar, que se pegue una ducha y lo hablamos al otro día. Si quiere o puede restablecerse, si es necesario que vaya a centros de día o desintoxicación, o se le buscan actividades laborales. No hay cuestiones mágicas para dejar de consumir. El tema es contenerlo y no expulsarlo. Esa es una de las reglas de mayor libertad, que nos pesan y por las que corremos riesgos. Hasta ahora viene funcionando muy bien”.

Esta libertad, que en otros lugares no existe, se logra con asambleas semanales donde se discuten situaciones generales, jamás personales. Una pelea entre dos compañeros puede derivar en una charla de cinco horas que sólo concluye cuando ya no quedan rencores ni asperezas. Cuatro asambleas hicieron falta para decidir qué programas de televisión se verían. Estas asambleas resolutivas de los viernes con la coordinación de Horacio son sagradas para los habitantes del hogar. “Hay que buscarle la vuelta. De a poco a la gente le llega el mensaje y por eso el que se va, vuelve. Nos corremos del lugar del director y lo decidimos entre todos. Eso modifica la convivencia. Lo colectivo se refuerza. Para los abuelos, entender a un pibe que consume paco es muy complicado. Lo mismo, entender al pibe que no trabaja y por qué no trabaja. También he tenido gente con cuentas bancarias de 30 mil dólares. Tengo hijos de familias con tres propiedades en Barrio Norte, o gente de la calle que siempre fueron cartoneros. Tengo filósofos, médicos y analfabetos. Buscamos una convivencia en la que todos seamos iguales”, explica Ávila.

Nadie se sorprende al ver reuniones de un abuelo con tres pibes. Ni mucho menos, si un chico afeita a un abuelo o lo ayuda a abrocharse el pantalón. “Un compañero puede ayudar al otro a bañarse, literalmente. Tenemos varios homosexuales en un lugar de muchísima homofobia, que están conviviendo perfectamente con los demás. En un año, 39 personas se fueron en condiciones favorables. Muchos aún no se quieren ir porque esta es su casa, su lugar en el mundo”.

Alrededor de 15 mil personas viven en la calle en la ciudad de Buenos Aires, mientras que 330 mil lo hacen en todo el país. Santa Fe, Mendoza y Córdoba son algunas de las ciudades donde la problemática se vuelve evidente en las periferias de la ciudad.

Cuatro duchas, tres inodoros y cuatro mingitorios para 115 personas. Un afgano que llegó al país como refugiado político y duerme bajo el mismo techo que un filósofo italiano al que tratan de “latin lover”. Uruguayos, paraguayos, correntinos, entre otros acentos. El frío y la lluvia no distinguen nacionalidades. “La mayoría de los lugares tiene dos o tres policías de la Metropolitana y dos empleados de seguridad privada. Acá trabajamos nosotros con un concepto bastante fuerte de lo que queremos y lo que tenemos. Este es el lugar que nos toca hoy y hay que cuidarlo. Ojalá mañana nos toque algo mejor. Mientras tanto, tratamos de estar lo mejor posible. El respeto acá es una palabra muy importante”, cierra Ávila.

Al salir de la oficina, José, un ex adicto que ama el hogar y vivió en la calle más de veinte años, celebra estar por primera vez en un proceso de franca recuperación. Sufrió la pérdida de una pierna y un brazo, producto de gangrenas e infecciones. Lo que nunca ha perdido, dicen, es el sentido del humor. A su lado está Alejandro, uno de los más queridos del Monteagudo: aunque está en condiciones de irse a vivir a otro lado, elige ocupar una cama y ayudar a cientos de personas que duermen en las calles día tras día. Su oficio lo vuelve un ser feliz. Lo dice en voz alta. Horacio lo escucha. Su pasado en la calle es un código ganado entre los de su condición. Pero durante las noches, en el calor de su hogar y su familia, siente: “Hace diez años que trabajo con esto. Es muy difícil para mí, ahora que tengo casa y demás, un día que llueve no sentirme mal por la cantidad de gente que va a estar acurrucándose como puede para no mojarse en la calle. Es un dolor genuino. Sé lo que es dormir parado para no mojarse. No es culpa, yo sé que no soy el responsable. Pero siento que tengo una obligación y una cuestión muy utópica de pensar que lo voy a solucionar”

_______________________________________________________________________________
Con y sin hogar

115 hombres viven en el hogar, entre abuelos, adultos y jóvenes.

15 mil personas están en situación de calle en la ciudad de Buenos Aires.

7 fueron los que crearon la ONG Proyecto 7.

12 pesos diarios aporta el gobierno porteño por cada uno de los habitantes del hogar.
 
Fuente: Revista Veintitres

MAO, OBJETO DE CULTO EN EL PAIS DE LOS DOS SISTEMAS

Por Exequiel Siddig

Recorrer los mercados de Beijing es palpar las contradicciones de una nación socialista con reglas capitalistas. El rostro del líder de la Larga Marcha aparece en todos lados, mientras que la mentada apertura al mundo se evidencia en ferias similares a las de Once o La Salada.
 
      
Mao es hoy a los chinos lo que la Virgencita de Luján a los devotos católicos del sur sudamericano. En las calles de Beijing, se venden llaveros, pósters, minilibros de citas, remeras estampadas con su cara. Las óperas creadas por el líder de la revolución comunista se programan en las ciudades del interior. En los puestitos callejeros se venden esculturas del Gran Timonel junto al Buda. Al frente de la Plaza Tia'nanmen, en la égida de la Ciudad Prohibida, hay un retrato de Mao que –aseguran– nunca se sacará. Los billetes de 1, 5, 10, 20, 100 tienen la estampa de Mao Zedong, y la parábola de la dominación ejercida contra su país está representada en el segmento que duró su vida: “1893-1976”.
La historia de China unificada comienza en 1949 y la narrativa nacionalista tiene un solo nombre: en la paz firmada tras la Guerra del Opio (1840-1842), China tuvo que rubricar 745 tratados lesivos de su soberanía con 22 países occidentales. Hizo más de 30 concesiones territoriales. La aparición del estratega militar que iba de pueblo en pueblo prometiendo que la “Revolución será un éxito” significó el fin de la China sumisa.
Pero para la China de la “reforma y apertura”, el recuerdo de Mao es un objeto de culto. El hombre de la liberación del yugo japonés y las potencias colonialistas de Europa no es una referencia en las discusiones de café. Entre otras cosas, porque los bares, tal como los conocemos en el orbe latinoamericano, en China no existen. Pero también porque luego de superada la Revolución Cultural, como señala el profesor argentino de la Universidad del Pueblo Esteban Zottele, “China creció económicamente en 30 años lo que a otros países les llevó una centuria”. Y ni siquiera.
 
La Saladita de Sanlitún. La Oficina de Información del Consejo de Estado chino gentilmente nos ha invitado junto a 47 colegas y funcionarios de la prensa oficial de América Latina y Guinea Ecuatorial. Los que llegamos primero a la atestada Pekín (o Beijing) tenemos 24 horas libres para sacarnos el jet lag de encima, antes de que comience el curso. Hay una definición mínima de lo que es un viajero: bajo ningún concepto ir de shopping, menos el primer día. Pues bien, junto con periodistas bolivarianos de Venezuela y frenteamplistas del Uruguay no resistimos la tentación. Beijing es una invitación al turismo más impúdicamente consumista: el micro a nuestro entero servicio nos dejó en el Yashow Market, donde se venden prendas de las mejores marcas mundiales a precio de bicoca.
Lo que en Buenos Aires es prohibitivo, acá es un deme dos, una Miami de los años ’80, pero con malls colectivistas: hay uno que vende todo tipo de tés; hay otro que se llama Photographic City. El palacio de peregrinación mundial de los compradores de cualquier nacionalidad y color es el Mercado de la Seda.
Antes de ir a esa parafernalia de la compra-venta, caímos frente a un edifico cuyo frente se ufana en lo alto de ser Sanlitún “Soho”. El Yashow Market está en el barrio de Sanlitún, que por la noche se llena de mochileros y gente con ojos redondos. Congrega en pocas cuadras dos versiones del shopping: uno para bolsillos de champagne y otro para bolsillos de cerveza. El primero es una construcción modernista al estilo de los rastis de Lego: bloques de cemento encastrados en diferentes direcciones que van dejando lugar entre medio a espacios al aire libre. Allí están el Mac Store, el Starbukcs y el Adidas. Los oríshinal.
Doscientos metros en dirección al Estadio del Pueblo, se encuentra el Yashow Market, un molcito al estilo del barrio del Once porteño que, salteando las luces de neón, por fuera parece un santuario de oficinas y pequeñas fábricas de corte y confección. Adentro en cambio es una Saladita caliente, el políticamente-incorrectamente llamado “bolishopping”. Un murmullo incesante y políglota que cambia de idioma según el visitante: “Hey, my friend, take a look!” “Amigo, aquí balato, balato” “Beseder?” “Finito, finito: fifty yiuen.”
Cuando llegamos y vimos eso con el compañero español-panameño y el bolivariano, admitimos la necesidad de tomarnos un cafecito en un boliche de la puerta para tomar impulso. Sentados afuera, bebiéndonos un ristretto –servido más allá de nuestra voluntad, “perdidos en la traducción”–, una señora de la tercera edad se nos arrodilló, haciendo el gesto universal de la mano extendida. En un país socialista, a punto de ir de compras, me pregunté si tendríamos el valor de negarnos. En Beijing, al menos por lo que vi en esta ciudad de 12 millones de personas, no se ven niños pidiendo; en general son gente grande. La esperanza de vida es de 73,5 años. 8 años y medio menos que en Japón.
Según el parámetro del Banco Mundial (vivir con un dólar diario), en 2011 había en China cerca de 122 millones de indigentes que no llegaban a esa cifra. Pero en las últimas tres décadas, con el proceso de reforma y apertura, China sacó de la pobreza a diez Argentinas juntas: 400 millones de personas. Si en 1978 el ingreso per cápita era de 225 dólares, en 2011 llegó a 4700. La República Popular China es la responsable de la drástica caída de la tasa de pobreza a nivel mundial.
Todo comenzó algún tiempo atrás, lejos ya de la isla del Imperio del Sol.
 
El problema del socialismo almidonado. El “sistema teórico del socialismo con características chinas” ha establecido oficialmente que la Revolución Cultural de 1966 a 1976 fue un “error”, tal como lo dice Li Junrun en su libro ¿Conoce al Partido Comunista de China? (Ediciones de Lenguas Extranjeras, Beijing, 2011). En 1956, luego de que Nikita Kruschev destinara cuatro horas a fustigar el culto a la personalidad de Stalin en el XX Congreso del Partico Comunista de la Unión Soviética, Mao comenzó a desandar la doctrina marxista como si fuera una Biblia santificada y comenzó a adecuarla a un país que tenía historia y problemas propios. En 1966, detuvo el propio camino para intentar vencer con la temible Banda de los Cuatro a dirigentes e intelectuales del Partido que aparecían a sus ojos como adoradores del Capital, lo que le llevó una década en que sumiría al país en una sangría de espanto. “Fue un macartismo al revés”, dijo una fuente aquí que pidió reserva.
A fines de 1978, en los albores del gobierno de Deng Xiaoping –el vencedor al término de aquel proceso conocido como la “Revolución Cultural”–, China cambió su trama política. La III Sesión Plenaria del XI Comité Central del Partido Comunista Chino (PCCh)decidió modificar el ethos del Partido y del Estado y pasar de la lucha de clases como sínodo teórico al de la reconstrucción económica. Ese es el hito fundacional de la conocida “reforma y apertura” chinas.
Luego, durante el XII Congreso Nacional de PCCh de 1982, Deng Xiaoping retomó el viejo sueño del joven Mao: “Seguir nuestro propio camino y construir un socialismo con características chinas”. El cambio se nota en el terreno de la educación.
Según cifras provistas por el ex embajador Shen Yunao, si en 1978 el 80 por ciento de los 900 millones de habitantes de China eran analfabetos, con la institucionalización de la educación gratuita y obligatoria de 9 años, en 2011 el 99 por ciento de los 1347 millones de chinos sabe leer y escribir. En la década de la Revolución Cultural, las universidades cerraron. Incluso la Wenmin, la Universidad del Pueblo. “A principios de los ’80, el número de masters y doctores de esta universidad era cero; hoy quizás sean millones”, cuenta Zottele. Lo cierto es que en 2011 se contabilizaron en las aulas de nivel terciario 23 millones de estudiantes. Según la Unesco, en 2010 fueron a estudiar al exterior 440 mil estudiantes chinos y chinas. Y attenti: hoy en las escuelas chinas hay más alumnos estudiando inglés que estudiantes norteamericanos en las escuelas norteamericanas. No es broma.
La falla del sistema está en la gran disparidad que ha generado en la distribución de la riqueza. La señora que pedía en el Yashow Martket tiene subsidiado su seguro social en un 70 por ciento. El problema es que posiblemente no le alcance para llegar al treinta restante. El PBI per cápita de Shanghai es similar al de Portugal. Las ciudades más pobres de las ocho provincias más ricas de China, en el Oriente, es parecido al de Namibia.
“China está, y estará durante largo tiempo, en la etapa primaria del socialismo - escribió Li Junru, que es miembro permanente del Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino. En el libro, Li sostiene que Deng reconoció “que el socialismo puede aplicar también la economía de mercado, y que lo esencial del socialismo consiste en liberar la fuerza productiva, eliminar la explotación y polarización sociales y lograr finalmente la prosperidad común. Esas nuevas teorías son la base del socialismo con características chinas.”
Pronto tendremos los asistentes al curso la impresión de que el gobierno de Hu Jintao nos ha traído a los periodistas latinoamericanos y africanos para persuadirnos de la inmerecida impresión mundial de que China es una potencia. “Tenemos que fabricar 1000 millones de camisas para comprar un avión Boeing”, ilustró en la primera disertación formal del curso el profesor Qiming Sun, de la Universidad de Beijing. “Cultivamos algodón con aguas de las montañas nevadas de Xingjian. Utilizamos enorme cantidad de fertilizantes y pesticidas. Como la Provincia de Xingjian es pequeña, enviamos campesinos de otros lados para la cosecha. Pagamos un salario muy bajo para mantener el precio. Es decir, logramos tener un precio competitivo a nivel internacional utilizando recursos hídricos, contaminando el medio ambiente y explotando a nuestros trabajadores.”
En el Yashow Market, un traje Armani o Dolce&Gabanna –presumiblemente con la tela comprada por las firmas italianas a través del gobierno chino a los uigur de Xingjiang– puede regatearse hasta llegar a 40 dólares el conjunto de pantalón y saco. La teoría más creíble es que las marcas ponen el modelo y las empresas chinas aportan desde la materia prima hasta la mano de obra. Los sobrantes van a parar a lugares como el Mercado de la Seda o el Yashow. Los trajes tienen hasta el paño con el logo original, las etiquetas, los botones. En eso no se parece a La Salada: acá lo trucho es de primera calidad.
La señora de la puerta persiste, sin embargo, con la palma hacia arriba. Se espera para el 2025 un problema de envejecimiento poblacional tal como aqueja hoy a los países europeos. China comienza a pensar en importar jóvenes. Por lo pronto, el gobierno central ya permite tener dos hijos a los cónyuges que no hayan tenido la suerte de tener hermanos. La política de un hijo por familia logró que hubiera tan sólo un chino cada cinco seres humanos de este mundo.
 
Una sociedad de hijos únicos. En 1979, de los 900 millones de chinos y chinas, la tercera parte era pobre. Cada mujer paría en el término de su vida, un promedio de 6 hijos. “Si hubiéramos seguido creciendo a ese ritmo, hoy seríamos 1800 millones, es decir 7 veces Inglaterra. Hubiésemos llenado al mundo de inmigrantes”, nos dijo Yao Junmei, del 7° Buró de la Oficina de Información del Consejo de Estado. La señorita Junmei trabajó en la embajada china en Washington DC. Tiene una mirada de águila, sabe qué decir y cómo. Esbelta y elegante, no mira con los ojos, sino con una sonrisa altiva, como un cazador que antes de atrapar a su presa, juega a las escondidas sabiendo del final ineluctable. Junmei aparenta seguridad. “Hoy en China hay 100 millones de personas bajo la línea de pobreza. En Finlandia, por cada hijo posterior al primero, el Estado subsidia a la madre. Pero son sólo 5 millones. En China, no podemos darnos ese privilegio. Entonces, tanto sus políticas de estímulo de natalidad como las que hay en China de planificación familiar son morales, porque responden a cada situación nacional específica. La política de natalidad es una decisión dura y sacrificada, pero razonable. Si no hubiésemos tenido esta estrategia, hoy habría más chinos que estadounidenses en los Estados Unidos. Es una política responsable de China hacia el mundo que debería generar aplausos”. El curso escuchaba con atención, no volaba una mosca ante la soberbia manifestación de una lógica que no se refleja en medios globales como la CNN. “Sin embargo, hoy no he escuchado aplausos”, dijo Yunmei y el auditorio estalló batiendo palmas, tal vez encantado con el modo chino de ver las cosas, tal vez por miedo de ser regañados por la señorita maestra.
El lema de Beijing es “Patriotismo, innovación, inclusión, virtud”. Los chinos defienden la razón de ser de su país con la pasión de los cubanos. Innovan al calor ahogante de la competencia comercial con Estados Unidos. Anhelan romper con la desigualdad como los países lationoamericanos de la última década. Se esfuerzan en practicar la virtud gubernativa como los antiguos griegos. China, desagregada en partecitas, es comparable con cualquier país del mundo. China entera, con las mil trescientas millones de almas que la componen es igual a ninguna nación del mundo.
 
Fuente: Miradas al Sur

PAISAJES SOBRE EL PADRE

Por Exequiel Siddig        

¿Qué clases de paternidades construimos los argentinos? Los imaginarios sobre el tema han recorrido 200 años: desde “el Padre de la Patria” a los papás homosexuales.
 
 
      
El significado de las paternidades adquiere vetas originales en la Argentina. A veces trágicas, otras cómicas. Siempre difíciles. La paternidad se goza y se padece. En materia futbolística, es el resultado de un scoring. El club que ostenta el mayor número de partidos ganados respecto de un par del mismo status tiene derecho al escarnio público, a la burla. El padre con la pelota en la red del contrario, del hijo, enardece la gastada, la libera. La paternidad futbolística es vejatoria de la dignidad deportiva. La concepción de ser padre en esa cultura admite la tiranía de ridiculizar al vástago ante los demás.
La otra paternidad más genuina que ha dado el país, dolosa y dolorosamente, ha sido la del padre desaparecido. Una paternidad doliente no sólo por su ausencia, sino por la violencia militar de esconder los cuerpos. La figura de un padre que no está –ni se sabe dónde está– es producto, entre otras variables, de una concepción maniquea de la política latinoamericana, que propició la venganza y el exterminio desde que al rey Fernando VII se lo sacó del medio. El padre involuntariamente desaparecido es el resultado de una perversidad quirúrgica de los militares apostólicos del Cono Sur. Es el arrebato del timonel en medio de la mar, del eslabón –perdido– de una genealogía trunca. “Es muy difícil matar al padre cuando ya lo hicieron por uno” suele decir el cineasta Nicolás Prividera.
A lo largo de doscientos años, la figura paterna se ha modificado en los imaginarios populares. Si por un lado durante el siglo XX primó en el discurso más moralista la intención de ser “un buen padre”, autoritario y doméstico, siempre hubo contrainsurgencias mínimas que escaparon a la ética imperante. En esta nota, a propósito del Día Comercial del Padre, hoy, Miradas al Sur intentó reflexionar con algunos intelectuales de diferentes áreas del pensamiento y el arte qué clase de paternidades construyeron los argentinos a lo largo de su historia.
 
El origen culposo. La Wikipedia siempre acerca conocimientos express al tiro. Refiere que Pater Patriae es una noción latina de la Roma antigua. Es un título honorífico que el Senado asignaba a emperadores duraderos. “El primero en ser distinguido con él fue Marco Furio Camilo (386 a.C.), el general que había vencido a los galos que asediaban Roma. Posteriormente, se volvió a conceder el título a Marco Tulio Cicerón por evitar la conspiración de Catilina durante su consulado, en el 63 a.C.”
Diecinueve siglos después, José de San Martín, Padre de la Patria del sur americano, recibe el título honoris causa a fines de su siglo, post mortem. Tanto la Generación del ’80, como el peronismo, como el Ejército nefasto de la última dictadura reivindicaron su linaje. ¿Qué tipo de padre fue San Martín? O, en todo caso, ¿qué cualidad le atribuyeron las diferentes posteridades en cuanto al engendro de una nación?
Prividera estrena el jueves 28 de junio su segundo film, Tierra de los Padres, en la apertura de la I Semana del Cine Documental Argentino. Inspirado en los sucesos en torno de la Resolución 125 de 2008, la película indaga el cementerio de la Recoleta –donde están enterrados Sarmiento y Rosas, por ejemplo– para hacer una crítica sobre el “diálogo de muertos” que persigue a la cultura política argentina desde las guerras civiles de hace dos siglos.
“Se construye a San Martín como el padre de la patria porque se lo consideraba como alguien más allá de las antinomias. Es ese relato por el que el Padre de la Independencia Americana se va al exilio: ‘para no derramar sangre entre hermanos’. Es la figura que puede ser reivindicada por todos. Un padre raro, una excepción a la regla. Una especie de modelo culposo de la historia argentina. Según este arquetipo, el padre es un prócer irreprochable.”
Esa ecuanimidad paternal quizás fue heredada por los hombres sin caballo que pisaron suelo argentino. Esa severidad fue consumada tanto por los inmigrantes como por sus hijos.
 
Animal laborans. Isabella Cosse es docente de la Maestría en Estudios de Familia de la Universidad de San Martín. Esta semana recibió la distinción de la Latin American Studies Association (Lasa) al Mejor Libro en Historia reciente y memoria por Pareja Sexualidad y Familia en los años 60. “A comienzos del siglo XX, se constituyen mandatos, expectativas y representaciones respecto de lo que significa ser padre –explica–. Sobre todo, se destaca al varón como proveedor, como jefe de hogar, como pater familias, que supone concebirlo como una figura que tiene sus responsabilidades en el hogar: dar educación, ordenar, imponer la autoridad. Sobre todo para las elites, la masculinidad suponía un rol central para garantizar el adecuado desarrollo y la estabilidad no sólo de la familia, sino del país.”
Esa figura acartonada se empieza a resquebrajar hasta que en los años ’60 eclosiona, lo que de ningún modo significó la defunción de aquel tipo ideal centrado en el trabajo sino la aparición de padres híbridos. Todavía en los años ’70 había padres de clase media que elegían trabajar todo el día para dar educación privada a sus hijos, o sostener una vida acomodada en un barrio prestigioso, antes que ir a jugar a la plaza.
El libro de Cosse estudia las publicidades de la época. Hay una notable, de la máquina de escribir Olivetti, que sintetiza el discurso democratizante de la figura paterna. “Para padres que están en el diálogo… El establecimiento de la adulta paridad”, decía. Hoy, en los diarios más vendidos del país, la seducción del discurso comercial en torno del regalo para los papis se concentra sólo en menúes y descuentos. “25% de ahorro con tarjetas del Banco Galicia y hasta 12 cuotas sin interés.”
 
Paternalidades. Micaela Gibson es doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. El año pasado presentó su tesis sobre paternalidades gays y lesbianas. “Una de las primeras sorpresas que encopntré en mi estudio fueron los textos de la escuela francesa, lacaniana, que hablaban de la homoparentalidad, como si hubiera una sola forma de ser padres. Sin embargo, cuando estudié los 22 casos de madres y padres lesbianas y gays me encontré con mucha diversidad. Hay diferentes rutas de entrada a la parentalidad. Es muy diferente la coparentalidad –que implica el privilegio de un valor político de la orientación sexual–, la paternidad por vía tecnológica, la procreación asistida por donación de semen o alquiler de vientre –todavía no legalizado en nuestro país–, o la paternidad por vía adoptiva. Todas esas formas determinan experiencias distintas. Estas parejas reivindican un mandato más tradicional de ser padres en contra de la primera tradición de los movimientos de gays y lesbianas que eran antifamiliaristas burguesas. Allí hay un valor político en la parentalidad.”.
 
Fuente: Miradas al Sur

1982: CUANDO DIOS ERA ARGENTINO

Por Eduardo Blaustein        

Las 31 horas durante las cuales el papa Juan Pablo II estuvo en suelo argentino, entre el 11 y 12 de junio de 1982, le permitieron mantener tres encuentros con el dictador Leopoldo Galtieri y otros miembros de la Junta Militar, asistir a una nutrida reunión en la Curia Metropolitana con cardenales y obispos, más los presidentes de las conferencias episcopales de Latinoamérica, liderar dos convocatorias multitudinarias a las que asistieron 700 mil y dos millones de personas, mencionar 14 veces la palabra “paz” en su segunda intervención ante el monumento a los Españoles y declinar los pedidos de entrevistas de los organismos de derechos humanos. 48 horas después de su visita, el general Mario Benjamín Menéndez se rendía lejos de todo, en Puerto Argentino.

La visita papal le permitió al Vaticano zafar de la incomodidad de concretar otro viaje previsto mucho antes a Londres y un posterior encuentro con Ronald Reagan. Pero de ninguna manera hubo intención seria de mediar en el conflicto. Una primera explicación es que resultaba imposible e indeseable para el Vaticano quebrar la alianza cultural y estratégica entre las Fuerzas Armadas y la Iglesia argentina, aún con sus matices internos. Otra: Gran Bretaña comenzó a ganar la guerra ni bien nuestros generales la diseñaron. A Margaret Thatcher la aventura dictatorial le vino de perillas para remontar su situación política. Aún abogando por la paz, exaltados por la novedosa “unión espiritual del pueblo argentino” que parecía oxigenar a la dictadura, una vez iniciado el conflicto la mayoría de los obispos apostó más a la espada que a la cruz. Contribuyeron a su modo al retroceso medible en décadas de la posición argentina.
Ni bien las tropas argentinas tomaron Puerto Argentino el episcopado, con la firma del cardenal Raúl Primatesta, emitió un primer comunicado que decía: “En este momento crucial en que la patria, guiada por sus autoridades, ha afirmado sus derechos, buscando asegurar su mantenimiento, la Conferencia Episcopal Argentina exhorta vivamente a todo el pueblo de Dios a expresar su unión en una permanente y constante súplica, para que el Señor abra muy pronto aquellos caminos de paz que, asegurando el derecho de cada uno, ahorren los males de cualquier conflicto”. Las autoridades eclesiásticas sostuvieron permanentemente la invocación a la paz. El problema es que también proponían una solución negociada (“la paz auténtica”, decían) en la que la posición argentina saliera airosa, con “justicia” y con “honor”. Esa salida justa y honrosa en los hechos resultaba imposible y los obispos lo sabían, con lo cual, en la práctica, no quedaba otra que seguir disparando.
Las palabras fueron acompañadas por gestos fuertes y liturgias. El cardenal Aramburu y el provicario del Ejército, monseñor Victorio Bonamín, dispusieron el envió de 10.000 rosarios para los soldados. Cuando el general Menéndez juró sobre una Biblia en Puerto Argentino, lo hizo sobre un ejemplar especialmente dedicada por el obispo de Lomas de Zamora, Desiderio Collino, quien antes había bendecido ocho crucifijos y una imagen de la Virgen de Luján. Los obispos argentinos venían empleando el lenguaje de la muerte desde hacía años. Hacia agosto de 1976 monseñor Adolfo Tortolo –quien en julio de 1975, había sido nombrado por el papa Vicario General Castrense de las Fuerzas Armadas– cerraba un libro titulado El Ejército de hoy, escribiendo: “La sangre aún tibia de nuestros mártires será el plasma vital de esta Argentina renovada”.
 
Dios es argentino. Como sucedió en tantas naciones del mundo desde los orígenes de la Historia, nuestra Iglesia no olvidó destacar que, contra Gran Bretaña, Dios estaría de nuestro lado. Desde La Plata, monseñor Antonio Plaza, quien había sido capellán mayor de la Policía de la provincia y encubridor de torturadores, ya había dicho que Dios estaba a favor de la guerra contra la subversión. Con el Ejército en Malvinas, aseguró que “no puede haber ningún argentino que no piense en estos momentos que la recuperación de las Malvinas no solamente es un acto de justicia, sino también un acto que servirá para unir al pueblo en busca del destino feliz para el cual Dios ha creado a la patria argentina”. Otro monseñor, Guillermo Bolatti, arzobispo de Rosario, reiteraba a mediados de abril del ’82 que “Dios defenderá nuestra causa, la causa que ha sido motivo de este acto de las Fuerzas Armadas argentinas al ocupar territorio que era y es nacional, parte integrante de nuestra patria”.
Difícil conciliar estos posicionamientos con la invocación simultánea al valor de la paz y los horrores de la guerra. Pero esto es lo que hacía la enorme mayoría de los obispos. Una figura relativamente excepcional fue Vicente Zazpe, quien desde Neuquén habló de la soberanía en Malvinas para referirse también a la necesidad de “mantener la soberanía de una industria expuesta a la expoliación por un sistema contrario a los intereses de la Patria”. Dijo también que “la mayor riqueza y soberanía de la Argentina es nuestro pueblo, al que se le hace padecer las consecuencias de una economía que lo empobrece y se lo reprime violentamente cuando quiere hacer sentir su descontento”.
Esta y otras citas anteriores, tomadas del diario La Nación, corresponden a un artículo de un especialista en la historia de la Iglesia católica durante la dictadura, Martín Obregón, de la Universidad Nacional de La Plata. En ese artículo, publicado en Cuadernos Argentina Reciente, Obregón recuerda de qué presuroso modo el Vaticano acordó la visita papal al país, siendo que el viaje previsto (desde dos años atrás) era en dirección al Reino Unido, más una eventual audiencia en Roma con el máximo aliado británico: Ronald Reagan. Ya algunos miembros de las Fuerzas Armadas habían expresado su malestar por esas movidas vaticanas. Juan Pablo II empezó su visita al país sin pisarlo, enviando desde Roma un mensaje ambiguo acerca de encontrar, de nuevo, “una solución honrosa por medio de una negociación pacífica”. Todavía hoy puede leerse por internet lo que dicen las páginas de la agencia católica Aica: “Es entonces cuando Juan Pablo II, con paternal delicadeza, decide efectuar fuera de todo programa y sin preparación alguna, una visita fugaz a la Argentina”. Un viaje, decía el Papa, “de amor, de esperanza y de buena voluntad, de un Padre que va al encuentro de los hijos que sufren”.
 
Toco y me voy. El Santo Padre llegó minutos antes de las 9 de la mañana del 11 de junio. Galtieri fue a recibirlo. Ya la Nunciatura y los obispos habían descartado la posibilidad de un encuentro con organismos de derechos humanos “en razón de la brevedad de la visita”. Al día siguiente, viajando en papamóvil, eran dos millones en torno del altar erigido en el Monumento de los Españoles. El 28 de mayo ya se había producido la victoria británica en Ganso Verde y comenzaba el avance sobre Puerto Argentino. Acaso eso explique lo que se dice sobre el clima que se percibía en las misas papales: ya no era el belicismo patriotero como un angustioso pedido de paz. Entre los dos millones, descollaban las figuras de los tres comandantes en jefe de la dictadura, Galtieri, Jorge Anaya y Basilio Lami Dozo. Habría tiempo para un tercer y último encuentro entre Juan Pablo II y Galtieri.
Dos días después de que el Papa se tomara el vuelo de regreso, llegaría la rendición en Malvinas, esa que Crónica tituló en cuerpo catástrofe “¡TREGUA!”, La Razón 5ª: “Cesó la lucha y se retiran las tropas”, y Clarín: “Cesaron los combates”. La operación discursiva inmediata de la Iglesia católica, que previó lúcidamente lo que sería la reacción popular ante la derrota, fue intentar compensar la implosión de la dictadura ayudando a construir su retirada a salvo. Uno de los primeros comunicados de la Conferencia Episcopal tras la rendición resaltaba “el valor y la pericia de quienes defendieron a la Patria”, así como el “sentimiento de unidad nacional”. No puede sorprender, pero es notoria la coincidencia entre esas palabras y las de un editorial escrito por Mariano Grondona el 23 de junio del ’82, con el seudónimo Guicciardini, en El Cronista: “Todos los analistas, desde Clauswitz hasta Churchill, coinciden en señalar el momento de la derrota en una gran batalla como la máxima prueba para un gobierno, un ejército y un pueblo… Los argentinos, que nos habíamos portado tan bien durante la guerra de Malvinas, no hemos sabido hacerlo, sin embargo, después de la derrota”. Hoy, Grondona es de los que hablan de patrioterismo.
 
Fuente: Miradas al Sur

PIBES, BOTIJAS, BAMBINI Y ENFANTS

En San Juan se realizó el Quinto Congreso Mundial por los Derechos de la Infancia y la Adolescencia con más de 10 mil asistentes de todo el planeta que debatieron las principales políticas públicas que amparan a la niñez.
 
Por Soledad Lofredo
 
Preguntas como cuál es el rol y la ubicación de los niños en los medios de comunicación, quiénes garantizan su libertad de expresión, en qué países les dan espacio mediante políticas públicas, o cuál es la legislación vigente en las diferentes naciones fueron algunos de los debates del Quinto Congreso Mundial por los Derechos de la Infancia y la Adolescencia, celebrado en San Juan hace unos dias. Más de 10 mil participantes de todo el país y el mundo junto a expertos nacionales e internacionales intercambiaron experiencias en 15 conferencias, 18 paneles y 22 foros de discusión llevadas adelante en 14 sedes.
“En este Congreso se intentará abrir caminos con una nueva interpretación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, que ya lleva 20 años”, dijo en la apertura la ministra de Desarrollo Social de la Nación, Alicia Kirchner.
El gobernador sanjuanino, José Luis Gioja, dijo que con la realización del Congreso “se hace realidad el federalismo en la Argentina, y se puede llevar adelante porque la infancia y la adolescencia están presentes en las agendas políticas del Estado nacional y en el de la provincia”.
 
Grandes noticias. A lo largo de todo el Congreso, el Plan Nacional de Acción por los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes 2012-2015 estuvo en boca de todos los participantes. Entre 27 puntos del programa, se destacan los enfocados a la adecuación del 100 por ciento de las normas provinciales a los principios de la protección integral; el garantizar el derecho a la identidad mediante el Documento Nacional de Identidad y el acceso a la asignación universal, promoviendo acciones destinadas a incluir a todos aquellos grupos con dificultades para su acceso; fomentar acciones para la prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades, prestando especial atención a la tuberculosis, el chagas y el VIH, y promover acciones que contribuyan a la erradicación del trabajo infantil.
El secretario nacional de Niñez, Adolescencia y Familia del Ministerio de Desarrollo Social, Gabriel Lerner, participó del panel “Acceso a la Justicia”. “Estamos construyendo un sistema judicial que sea capaz de receptar el espíritu de la Convención de los Derechos del Niño, que sea capaz de adaptarse al paradigma de los Derechos Humanos”, aseguró. “Probablemente una de las mejores formas que tengamos de mejorar el acceso a la Justicia sea limitando la acción del Poder Judicial, ampliando la intervención de otros organismos, que permitan resolver a nivel de la comunidad, más cerca de donde los chicos viven. La intervención judicial debería aplicarse para aquellas situaciones que ameritan la intervención de un juez. Para las restantes, tratemos de resolver todo lo que podamos con otro tipo de instrumentos que contribuyan a mejorar el acceso a la Justicia”, aseguró. “Nuestras leyes de protección van en esa dirección. Más intervención de órganos descentralizados de los gobiernos con control de legalidad judicial.”
Lerner agregó que “desde hace cuatro meses se acabaron las detenciones de menores en comisarías. Cada vez que un chico está imputado de un delito o es detenido en situación de flagrancia, va a un centro especializado que depende de la Secretaría Nacional de Niñez en un convenio con el Ministerio de Seguridad. Los chicos no pasan ni un minuto en una comisaría”.
 
Fuente: Miradas al Sur

LA UNIVERSIDAD METE LAS PATAS EN EL BARRO

Por Soledad Lofredo

A partir de 2013, los estudiantes de la UBA deberán realizar 40 horas de trabajo solidario vinculadas a su carrera para poder recibirse.
        
La idea es que todos los alumnos que pasan por la Universidad realicen una práctica solidaria educativa, que no es un mero asistencialismo”, aseguró Rubén Hallú, rector de la UBA. Las cuarenta horas de trabajo comunitario en zonas vulnerables de Buenos Aires entrarán en vigencia y serán obligatorias para aprobar la carrera a partir del inicio del ciclo lectivo 2013, y será optativo para los que ya estén cursando.
Hallú defendió la decisión –aprobada por el Consejo Superior en mayo de 2010– de que los estudiantes de todas las carreras realicen tareas solidarias como parte de los requisitos para recibirse porque la práctica “debe desarrollarse en contacto con el medio social y los sectores populares”.
Para el rector, el objetivo de la nueva disposición “es una manera de devolverle a la sociedad algo de todo lo que nos da, especialmente en los sectores más vulnerables”, explicó. “Queremos que los estudiantes apliquen el conocimiento que adquieren y a la vez aprendan de esa experiencia. Porque la producción de saberes de la universidad debe contemplar las particularidades de la sociedad en la que está inserta, detectar los problemas y desafíos, ofrecer respuestas, realizar acciones directas y retroalimentar el desarrollo de nuevos contenidos.”
En el lapso que transcurrirá hasta su implementación el año próximo, las trece facultades de la UBA modificarán sus programas de Extensión Universitaria. En algunos casos, crearán nuevos “para que la sociedad perciba en esta práctica que los estudiantes se forman y trabajan para todos los sectores sociales”.
El encargado de esa secretaría, Oscar García, especificó que las materias “pueden depender de una materia o de varias. El estudiante va a completar estas actividades fuera del aula y el requisito elemental es que deben tener impacto curricular. Este concepto es lo que diferencia estas prácticas de cualquier iniciativa solidaria”.
Para verificar y llevar control del cumplimiento de las tareas comunitarias, cada facultad podrá centralizar la información de cada alumno en una oficina para su evaluación o bien cada cátedra podrá manejar su propio proyecto. “Y como ocurre con cualquier materia optativa, una vez completada la cuota horaria, el profesor va a certificar que las horas fueron cumplidas y están aprobadas”, dijo García.
Los proyectos presentados estarán a cargo de un profesor y un equipo de docentes auxiliares que supervisen las actividades de los estudiantes. “Un estudiante avanzado de Medicina podría asistir en la rehabilitación de pacientes”, ejemplificó el secretario, asegurando que “no se trata de una reforma curricular, porque no se está modificando el plan de estudio. Simplemente, es un requisito más, como podría ser el examen de salud”.
Hallú defendió los beneficios de la medida y sostuvo que la Extensión permite generar una forma muy efectiva “de relación entre la universidad y la sociedad” y convertirse en un medio de acercamiento a los sectores menos favorecidos para “ayudar a promover su desarrollo”.
Itai Hagman, ex presidente de la Federación Universitaria de Buenos Aires (Fuba), explicó a Miradas al Sur que “el espíritu del proyecto es interesante y servirá para que la universidad realmente cumpla con su rol social. El problema es que todo lo que está dentro de la política de extensión –lo que significaría el laburo de cara a la sociedad–, es que son todos negocios, como las pasantías, por ejemplo. Ese es el peligro, que la resolución dicta que las 40 horas serán en cualquier organización con que la universidad tenga convenio. No está claro si es dentro de lo público o lo privado. Yo lo acotaría sólo a ONG, a organizaciones que laburen en contra de esa vulnerabilidad social que se intenta cambiar”.
“Si bien en medicina ya existía la posibilidad de realizar trabajos voluntarios en zonas carenciadas, la institucionalización de esa práctica es muy favorable”, asegura Sergio, estudiante de 3º año de Medicina. “Lisa y llanamente nos permitirá tomar contacto real con la práctica de aquello que estudiemos y seguramente contribuirá a que nos formemos como mejores profesionales. Además, es una forma de devolverle al Estado apenas una diminuta fracción de lo que nos otorga, nada menos que educación universitaria gratuita. Me encantó la noticia y seguramente es una medida ejemplar.”.
 
Fuente: Miradas al Sur