jueves, 26 de agosto de 2010

UN TALLER DE TEATRO DA VIDA A LOS SUEÑOS DE LOS PIBES DE LA VILLA 21


Por Florencia Halfon-Laksman

Lo dicta un docente de 30 años que nació en ese asentamiento del barrio de Barracas y que estuvo en rehabilitación por su adicción al paco. Los adolescentes que asisten a las clases dicen que actuar los hacen sentir más seguros.

"¿Mi sueño? Nunca pensé cuál era mi sueño.” Carolina lleva 19 años de vida, y de habitante de la Villa 21 de Barracas. Está terminando el 5º año en el Instituto Zacarías y planea ser odontóloga. Desinhibida, algo escéptica, esconde su belleza pero refleja su costado lúdico como integrante del grupo de 13 jóvenes que cada sábado a la mañana asiste al taller de teatro que se dicta en esa villa porteña. “Es que esto nos ayuda a sentirnos más seguros”, dice Carolina.
La clase está pautada para las 11, pero empieza media hora más tarde, cuando los estudiantes logran despegar la cara de sus almohadas. “Loco, yo decidí no salir anoche y acá estoy, bien puntual”, se jacta Sergio, el único varón adolescente del grupo. Con apenas 15 años, ya tiene heridas de las que se está recuperando: “Cuando tenía 13, creía que tenía que hacer lo mismo que mis amigos para estar piola. Por eso tomé cocaína y salí a robar. Estaba reconfundido. Ahora hago teatro, boxeo y fútbol y estoy muy contento”, relata “el galán del grupo”, tal como lo llama Julio Zarza, su profesor.
Evelyn tiene un año menos que Carolina, cursa el CBC para ser contadora y es la contracara de su compañera: “Ay, yo soy tan soñadora”, dice, casi lamentándose. No parece tener conciencia de su cuerpo de modelo, sus ojos claros y su sonrisa de comercial de dentífrico, pero sí se hace cargo de su costado artístico: “Siempre me gustó, pero nunca había tenido la posibilidad de estudiar. Esta es una oportunidad que nos ayuda a distraernos de lo que pasa dentro de la villa”, reconoce, después de lucirse como abuela de Caperucita Roja en una adaptación libre e improvisada en cinco minutos para la clase del día: “¿Ya no la querés a tu abuela?”, carraspea.
Llega uno de los momentos clave de la clase: de a uno pasan al frente y cuentan una anécdota para luego someterse a la opinión de sus compañeros, quienes deben adivinar si el relato es verdadero o falso. “Si yo me creo lo que estoy contando, todos me lo van a creer. En el escenario, modificar la visión del otro depende de mí”, les explica Zarza. Además de apuntar a la improvisación, el profesor quiere estimular la imaginación de sus alumnos. Entonces pide a la mitad de ellos que se queden congelados en una acción determinada, para preguntarle a la otra mitad qué es lo que ven. Así registra el surgimiento de las visiones más variadas. “Ellos le están rezando a ella, que es un santo”, opina Mayra, mientras que para Ani la escena muestra a “dos hombres pidiéndole perdón a una mujer”.
Jorge mide una cabeza menos que el más bajo de sus compañeros, pero consiguió, con sus 11 años, ubicarse a la misma altura actoral de los demás. “Me gustaría ser protagonista de una película de terror, es con lo único que no me duermo cuando veo la tele”, se entusiasma. En un ejercicio de improvisación, se atreve a hacer de policía y ladrón al mismo tiempo, sin confundir a la platea en ningún momento. “¿Quién no tiene pánico escénico?”, se pregunta, muy relajado, antes de empezar su propia función. <

EL PODER Y PAPEL PRENSA





No dudo que haya un ‘poder’ más poderoso que el ‘poder’ del Estado. Si puede verse a Clarín destituyendo jueces federales, concitando voluntades legislativas, deponiendo o debilitando presidentes, no dudo que Magnetto sea más poderoso que el gobierno. Y aplaudo todo lo que contribuya a debilitarlo, sin que eso me transforme en oficialista. El gobierno pasa, y hasta ahora Clarín permanece.

Al leer el interesante estudio Pablo y la dinámica del poder de Kathy Ehrensperger, pude introducirme en las distintas teorías acerca del inquietante tema del “poder”. Max Weber lo define como la “probabilidad para hacer la propia voluntad”, Hannah Arendt como “poder para obrar en concierto”, P. Morris refiere al “poder sobre” otros y, por tanto, dominación, pero también a la “capacidad de”, por lo que no debe entenderse uniformemente en el primer sentido. Entonces, no debería pretenderse –afirma Habermas– que uno de los dos sentidos (esto es, “poder para” y “poder sobre”) subsumiera al otro. La imagen de “poder sobre”, que también sostienen Lukács y Foucault, destaca la capacidad de la “estrategia”, por lo que no debe dejarse de lado este tema en el análisis de las sociedades. Acentuando el “poder para” –según el esquema “mandato-obediencia”–, Hannah Arendt lo distingue de “violencia” y señala que “el poder está en la esencia de todo gobierno, la violencia no”, tanto que son opuestos y cuando uno rige, el otro está ausente. La necesidad de respetar el pluralismo está, también, en el núcleo de su mirada. Habermas mantiene que entender la dinámica del poder sólo como “comunicación” es muy limitado. La “comunicación” no es un sentido en sí mismo, sino “estratégica”. La perspectiva de Arendt corre el riesgo evidente de ser “rosada”.
Pasando del esquema mandato-obediencia al de dominación-subordinación, algunas corrientes feministas (A. Allen) rescatan elementos de Arendt en orden a la acción conjunta de “víctimas impotentes”, a “empoderarse”; en este caso, la característica es la “solidaridad”, acentuando –en diálogo también con Foucault– el “poder con”. T. Wartenberg propone el ejemplo de la paternidad en la que se supone que los hijos tienen la necesidad de ser guiados y tener límites por parte de sus padres, teniendo en cuenta que no son capaces por sí mismos de juzgar lo mejor para ellos. Ese “poder sobre” es calificado como “transformativo”. Así, destaca que hay actitudes “paternalistas” que buscan ser “estables”, mientras que las propiamente transformativas son “dinámicas” y se vuelven obsoletas a medida que el destinatario se empodera. Pero, en este caso, emerge la necesidad de la confianza por parte de la parte “débil” de la relación; mientras no haya “confianza” hacia la parte “fuerte”, no emerge la relación transformativa del poder. Es la confianza la base transformadora del poder, relación que se va transformando a medida que la parte “débil” se empodera hasta ser “igual”, y el “poder sobre” y “poder de” se transforman en “poder de” y “poder con”. En realidad, esta introducción pretende iluminarme acerca del “poder” en nuestra sociedad contemporánea.
Resulta que el “poder” Ejecutivo propone una ley al “poder” Legislativo, y a su vez pide investigación al “poder” Judicial –acerca de Papel Prensa– y algunos sectores hablan de “abuso de poder”, de “autoritarismo”, o de “régimen”. Pareciera que para la oposición es preferible que un monstruo bicéfalo se “autocontrole” en la distribución de la materia prima indispensable para el funcionamiento del “cuarto poder”, antes que sea algo “controlado” por los tres poderes del Estado. Aquella frase de Perón: “los hombres son buenos, pero si se los controla son mejores”, no parecen recordarla algunos supuestos “peronistas”.
Entiendo que algunos radicales, perfecta “licuadora” de poder, vean con preocupación que quien gobierna pretenda “tener poder” y “ejercerlo”. Alfonsín supo mostrar cómo perdía poder semana tras semana, a pesar de haber asumido con altísima credibilidad (= confianza), por no hablar de la Alianza, que “eligió” perderlo día a día.
Una de las experiencias que nos dejó la dictadura es el “poder” que tienen los que lo ejercen en las sombras. Es sabido que fueron estos antes que los militares los que gestaron el golpe genocida, para lo que lograron (con el invalorable apoyo del “cuarto poder”) la creación de un clima favorable en la siempre voluble “clase media”. Inseguridad y desabastecimiento fueron armas letales para el inepto gobierno de María Estela Martínez. No es casual que al día siguiente que el genocida Videla asumiera el “poder”, desapareciera instantáneamente el desabastecimiento, desaparecieran los paramilitares de la Triple A y el FMI otorgara un crédito a la Argentina. Cuando se lee a Gustavo Grobocopatel decir que si bajaran las retenciones, podría haber más inversiones, no puedo menos que reír y recordar la frase antedicha de Perón. Cuando la década infame menemista bajó los aportes patronales, estos no sólo no invirtieron más sino que empobrecieron al país. Sinceramente, entre que un empresario invierta (cosa que dudo seriamente que haga, o que lo haga de modo que sirva al país, como es evidente en Corrientes con la represa de Ayuí) o que el gobierno destine fondos a la Asignación Universal por Hijo, opto por esta última.
Pero no dudo que haya un “poder” más poderoso que el “poder” del Estado. Si se puede ver a Clarín destituyendo jueces federales, concitando voluntades legislativas, deponiendo o debilitando presidentes, no dudo que Magnetto sea más poderoso que el gobierno. Y aplaudo todo lo que contribuya a debilitarlo, aunque eso no me transforma en oficialista. El gobierno pasa, y hasta ahora Clarín permanece.
Cuando veo la comida chez Magnetto y la sumisión del quinteto opositor, me recuerda aquellas comidas organizadas por Triaca en el Jockey Club o las de los cuarteles donde se “cocinaba” nuestro futuro. En lo personal, debo felicitar a los asesores de Mauricio Macri, ya que no sólo han logrado transmitir su imagen como la de un “ejecutivo” –¿qué ejecutó?, hospitales y escuelas, además de teléfonos– sino que, además, han logrado hacer que parezca inteligente, cosa que hasta él mismo parece haber creído. Notable logro de la psicología aplicada. Y ahora tenemos una comida alla Carrió, donde otros sectores se reunieron a comer pastas, para escuchar tanto a la gurú de cuestiones apocalípticas, a la empleada de Clarín en diputados y a la coherente Patricia Bullrich (¿o no es coherente una persona que está cada año en un lugar distinto?). En lo personal, entiendo y estoy de acuerdo con que el/la presidente/a busque acumular “poder”. Claro que después habrá que ver “poder para qué” o “para quién”. Entiendo, también, que la oposición busque socavar ese “poder”, aunque quisiera que fuera en orden a empoderar a las víctimas allí donde el gobierno no lo hace. Pero someterse a un poder mayor me parece suicida (¿o creen que si Clarín los ayuda a alcanzar el poder no será él mismo el que mañana los deconstruirá?), me parece políticamente torpe y de dudosa actitud democrática, aunque pretendan mostrarse así.
Y una última nota sobre “algunos”. Me permito una analogía con algunos colegas curas. Conozco decenas de curas honestos, dedicados y generosos, pero que terminan tan encerrados en la burbuja eclesiástica que no pueden mirar más allá (¡y hay un “más allá” de la institución eclesial!), y terminan creyendo –por ejemplo– que la condena pública a los pedófilos es persecución a la Iglesia. Escuchando a “algunos” miembros del “cuarto poder” me parece que también se han metido en la “burbuja”, sea esta “corporación periodística” o, peor aun, “Grupo Clarín”, y se han vuelto incapaces de mirar fuera; ¡y también hay un “más allá” de Clarín! Y sabiéndolo o no, no sólo son funcionales a un poder mayor, sino que –aunque no lo crean– me parece que pierden libertad, porque no pueden morder la mano que les da de comer. <







miércoles, 25 de agosto de 2010

MIRADAS DESDE ABAJO

Seis fotógrafos gestionan su trabajo en forma cooperativa. Comparten los equipos, la firma de sus fotografías y las ganancias, moviendo el tablero del fotoperiodismo local.

Entre las corridas de ese 20 de diciembre de 2001 hubo algunos fotógrafos que se encontraron y unieron tratando de retratar de manera completa aquel momento. Los meses posteriores hicieron necesario seguir juntos para mostrar las realidades que los grandes medios no miraban o decidían no ver.
Necesitaron organizarse. Con el tiempo, aprendieron de los trabajadores de las fábricas recuperadas a constituirse horizontalmente en el trabajo. De las organizaciones sociales tomaron el impulso para autogenerarse el empleo a través de un nuevo emprendimiento. Se movían entre ellos, por lo bajo, buscando un buen retrato de aquella historia. Entendiendo también cómo era esto de dejar el ser individual para cultivar juntos un ser colectivo. Entre las corridas de aquel diciembre de 2001 nacía un grupo de fotógrafos que años más tarde se llamaría Sub. En el 2004 adoptaría la legal forma de una cooperativa.
“Creo que el trabajar de forma cooperativa se dio naturalmente” –dice un miembro de Sub–. “Nosotros veníamos de un proceso de trabajar en forma colectiva en medios alternativos, en particular en Indymedia. Estábamos muy influenciados por todas las prácticas de esa época. Estaba lleno de fábricas recuperadas, los movimientos sociales que estaban trabajando con microemprendimientos de forma comunitaria y el trabajo alternativo era parte de nuestra práctica cotidiana.”
Hoy, Sub es un reconocido colectivo de fotógrafos, tanto en el ámbito local como en el internacional. Para llegar a serlo debieron dejar de lado mezquindades, compartir el equipo fotográfico y los contactos que cada uno tenía dándole mayor profesionalidad al trabajo conjunto. Desde entonces, asumen que el trabajo del grupo es más importante que el individual y renuncian a firmar las fotos más que como Sub Cooperativa.
Apuestan a trabajar codo a codo con sus pares, en colectivo. Toman decisiones en asamblea y participativamente. Comparten las ganancias en partes iguales entre todos sus integrantes, independientemente de quién haya tomado la foto. Patean contra la visión individualista del fotógrafo como cazador solitario. “Ya no buscamos el arquetipo del fotógrafo que trabaja solo y firma solo, que sólo se lo encuentra cuando busca su premio. Entendimos que nos interesaba crecer juntos laburando”, dicen.
Eligen trabajar sin patrón. Eligen vivir de la fotografía sin los sobresaltos y los malestares que la flexibilización del mercado periodístico local ofrece a sus colegas.
Afirman que “en los medios hay regímenes muy duros y el trabajar en cooperativa te deja mejor parado. Nosotros tenemos la ventaja de que somos un grupo y eso te da un poco más de fuerza”.
Este tipo de gestión tuvo sus resistencias tanto desde adentro como desde afuera de la cooperativa. Internamente algunos compañeros no lograron abrazarse al proyecto colectivo y lo terminaron abandonando. Se sumaron otros nuevos que sí se adaptaron a esta forma de construir fotoperiodismo. En el ámbito local, su forma de trabajar fue, en muchos casos, mal vista por otros fotógrafos. Los medios nacionales tardaron en abrirles las puertas, en prestarles atención, y cuando fue así, los identificaron más por su forma de organización que por su trabajo. “Acá pensaban que sólo éramos fotógrafos militantes”, contestan. Una suerte de estigma que lograron superar a partir del reconocimiento de medios del exterior.

La puerta internacional. Un punto de quiebre a nivel profesional para Sub fue participar de encuentros internacionales de fotoperiodismo como el Visa pour l’Image. Este festival, que tiene lugar cada año en la francesa ciudad de Perpignan, le presentó a la cooperativa un panorama más que alentador. Fueron a ese encuentro primero como espectadores y luego como participantes.
El festival tiene la particularidad de dedicar un piso entero al trabajo de colectivos de fotógrafos de todo el mundo. Se estimula allí el intercambio de experiencias entre los distintos grupos. Para los miembros de la cooperativa esto significó dejar de sentirse en soledad. Encontraron un movimiento de colectivos de fotoperiodistas entre quienes enriquecerse y mostrarse. También encontraron que algunos medios internacionales veían en estas pequeñas organizaciones un plus que no tenían las agencias periodísticas y sus fotógrafos.
Se les abrieron dos posibilidades: una, la de seguir participando de festivales, presentándose a premios o concursos, construyendo cierto renombre. La otra, la de hacerse conocer por medios de comunicación de otros países que comenzaron a comprar su trabajo. Estas dos patas son las que más sostienen a Sub hoy. Se sumaron luego los trabajos de prensa haciendo coberturas para medios locales y la venta de fotorreportajes hechos en sus propios y particulares términos. “Vamos vendiendo laburos que nos piden hagamos y otros que hacemos por propia iniciativa. Aquellos que no se venden terminan siendo exhibidos y a partir de eso transciende lo que hacemos. Aparece así gente que piensa en nosotros para hacer tal o cual producción”, explican.

Formas de trabajar. Es difícil comprender cómo, en un trabajo tan personal como la fotografía, la cooperativa Sub forjó una identidad estética que le dio espacio suficiente como para permitir a sus miembros vivir de lo que hacen. Al parecer fue sencillo. Tienen claro que las ideas se van enriqueciendo desde el compartir y apuestan fuerte a ello cada vez que encaran un trabajo.
Primero se reúnen y tienen una intensa preparación de cómo llevarlo adelante. Se proponen formas poco convencionales, como realizar un reportaje entre 5 fotógrafos pero con una sola cámara o trabajar cada uno con una técnica totalmente distinta a la del otro. “Laburar en colectivo te permite que muchas miradas se fundan, pero a la vez te abre la puerta de conversar y discutir y repensar lo que hacés. Editar, elegir y elaborar el camino que querés caminar desde otro lugar que, invariablemente, es más pensado”. Eso les da el plus de riqueza que suma valor a sus fotografías. Les permite superar la perspectiva de la mayor parte de los medios alternativos, proponiendo otras miradas de las realidades que quedan fuera de los grandes medios de comunicación.
“Sub” es el prefijo que significa “bajo de”, “por debajo”. Para ellos se refiere justamente a mostrar todo aquello que sucede por debajo de la realidad que sí muestran los diarios, revistas, la televisión o los diarios. Cooperativa refiere a esta particular forma de gestionarse colectivamente, trabajando horizontalmente entre colegas, compartiendo las ganancias. En la actualidad argentina ninguno de los dos detalles es menor. En su mixtura la cooperativa Sub ha logrado su éxito.


HABLAR DE EVA

¿Desde dónde hablar de Eva? ¿Desde su muerte en días en que se juzga a los dueños de la muerte? Al cumplirse el 58º aniversario de la muerte de Eva Perón, su recuerdo en la palabra del poeta Vicente Zito Lema.

¿Desde dónde hablar de Eva? ¿Desde un sueño en el principio de nuestra juventud, ella con su pelo en el aire sobre la cresta de las nubes, sosteniendo una espada gigantesca y sin dejar de sonreír, o sea con toda la gracia, embiste ella que no es más que una frágil muchacha de pechos diminutos, embiste y embiste contra ese buitre de penacho negro, hábil para el desguace, terco y paciente, que al fin hunde su pico de navaja entre sus ojos y ella cae, y todo se llena de sangre, y el aire bulle, el aire ya no es aire, pesa, y el buitre levanta vuelo y sube a la montaña y desde allí vigila a los que avanzan penosamente por el camino?

¿Desde sus sueños de infancia pobre, en Los Toldos, tapada su cabeza con una frazada para escapar de la mirada fija de ese padre que recién conocerá en un cajón de muerto; desde su cuerpo tapado con papeles que no engañan al frío mientras escucha el tropel de potros y tiembla ante los alaridos de la indiada que nacen desde abajo de la tierra como nacen una y otra vez los huesos de los vencidos?

¿Desde la mansa Junín, cuando ella se sentaba a contemplar las danzas del cielo y recitaba sonetos de amor y hacía con sus manos sombras chinas y todas las ceremonias del teatro, hasta el día que llegó un cantor de tangos que la sedujo con su voz de hombre triste, con la promesa de esa llave que le abrirá las puertas de la ciudad lejana, donde los folletines de radio se cumplen siempre con final feliz?

¿Desde su desamparo vulgar de muchacha provinciana en la Buenos Aires de las seis terminales de trenes a vapor y de las grandes marquesinas tan próximas y tan lejanas por donde bajan las estrellas de las broadcasting con sombreros de plumas y zorros plateados sobre los hombros ligeramente perfumados, rumbo a ese palacio de músicas y bailes donde ella no va, porque todavía la cenicienta del cuento no ha encontrado al hombre poderoso que la besa y redime de la bastardía y de cada hora de hambre y de cada caricia que no fue legítima, porque sólo los ángeles tienen el derecho de acostarse a nuestro lado desnudos y sin amor?

¿Desde el amor, desde qué amor; el amor que gratifica y repara a la hora de los lobos cuando suena el teléfono y una voz extraña nos dice que nuestra madre ha muerto; el amor que se frustra y engendra el odio, ese pájaro perverso que se mete en el alma y la transforma en cueva; el amor que se sabe frágil y se pretende eterno; el amor en donde se confunden para la suprema edificación del hombre, las obsesivas ideas de salvación y perdición del espíritu; el amor que se evade de sí y busca su recinto allí donde están los otros hombres con sus historias pequeñas y diarias, únicas; el amor que destruye al mundo del no amor para crear en el amor el único cielo que está en la tierra; o acaso ella quiso ser algo más que la plena luz del amor?

¿Desde dónde hablar con Eva, o Eva Duarte, o Eva de Perón, su negrita –¡que se casen, que se casen!, les gritaron sin camisa, frente a la casa, o sea sus hermanos que pedían para ella un final con Libreta del Civil y fiesta–, o Evita la de todos, que es decir la que fue y puso el cuerpo para que muchos años después, años que acaso no alcancen a ver nuestros ojos, cuando tanta obstinación se cruce de una vez y para siempre con la historia, alguien con aire doctoral pueda decir: en los antecedentes de nuestra revolución hay una mujer, y muestre su retrato, y otra generación se enamore como nos enamoramos nosotros cuando éramos jóvenes y la muerte tocaba su tambor en la casa de enfrente?

¿Desde la actriz en giras dudosas por teatros dudosos y hoteles también dudosos; la de Betty, Peggy, Mary, July, dulces y adoradas rubias de New York, estrellita Eva sin mayor estrella?

¿Desde el terremoto de San Juan, cuando entre lutos y beneficios por los que lo perdieron todo se cruza con el Coronel y comienza la leyenda de dos, como un canto de muchos que se bifurca hacia el infinito?

¿Desde un Octubre 17, y ella que sale y ella que no sale, ella heroína o temerosa soñadora; ella que va en busca de los que hacen la historia o los que hacen la historia cruzan los ríos, cruzan los puentes, y la hacen a ella, quieren tener algo dulce y bello para luchar con más ganas, o para morir con menos miedo, igual que un corazón en el medio del tiempo?
¿Desde todo lo que quitó con odio cantando como una niña: el que le quita a un ladrón tiene cien años de perdón; desde lo que dio con amor, o sea desde ella y por ella, porque de ella eran el hambre de muchos que mitigó, las heridas que cerró, las humillaciones que lavó, las bocas enfermas que besó; esa boca crispada que lanza las señales a la multitud, esa boca convertida en llamarada que anuncia: vendrán por la revancha, vendrán otra vez para humillarnos, vendrán por la noche con sus cuchillos del degüello, y quién será vigía cuando no esté yo?

¿Desde su rostro de bella porcelana de Limoges, sus aires de señora, su peinado de rizos, sus vestidos largos de Jaumandreu y ese rubí y esa perla y todos los juegos de cortesana y todas las mascaras del ceremonial que probó y dejó, porque no eran de ella, sino que pasaban por ella purificados como en un capítulo más de la gran novela, porque quienes en verdad estaban allí eran miles de muchachas de barrios y provincias con sus boquitas rojas y felices, al menos por unas horas, y salvadas, al menos por unas horas, de la fealdad y la pena; porque donde ella estaba era en la fuente, lavándose los pies con un gran movimiento sensible por medio del cual los pies lastimados de los otros llegan a ser sus pies de bailarina que corre por las calles y danza entre nubes como si fuera la aurora?

¿Desde el poder que tuvo en sus manos y dejó escapar como lluvia entre los dedos y no como oro que no se repite, porque el poder que llevó al país por donde el país anda tiene dioses, a los que ella no adoró, y tiene reglas para subvertirlo de cuajo que ella no cumplió, son reglas duras las de la revolución, y no se olviden que ella era una muchacha romántica movida como todos saben por el amor, o por el odio, que también se sabe vive bajo el mismo lecho y usa la misma sábana?

¿Desde dónde hablar de ella ahora que como nunca hace falta; ahora que el cansancio y la desesperanza nos amenazan, nos invaden; ahora que la otra cara de su belleza es la fealdad de esos hombres que saltan del folletín y buscan instalarse en el poder con sus muecas y sus risas y sus manos que no olvidan de apretar la soga que nos anuda la garganta?

¿Desde la conciencia de clase que tuvo y los enemigos de clase que se ganó, porque se cosecha lo que se siembra y ella ¡vaya que sembró!, a manos llenas sembró?

¿Desde las milicias obreras que deseó hasta poner el deseo en la punta de sus dedos, que nadie antes que ella tuvo tan claro en este siglo, en estas tierras perdidas del sur, de qué manera se ganaba o se perdía la partida?

¿Desde la justicia como el esplendor de un delirio que la quemó en la hoguera?

¿Desde el hierro de su mano con que marcó la frente del traidor?

¿Desde la mujer que votó; desde la mujer que puso su pie en la política para poner sentimientos donde sólo había impiedad y negocios; desde la mujer que se quedó en la Plaza de las grandes fiestas y allí enterró a sus muertos y allí tuvo sus hijos que ahora busca los jueves en la misma Plaza, de espaldas al río, a despecho de olvidos y perdones?

¿Desde su enfermedad, pobrecito su cuerpo; ella sin otro hijo que el cáncer en las entrañas; ella de 33 y ya santa; ella orada, ella con flores, ella pedida como se pide que venga la luz después de la tormenta que parece eterna y aterra?

¿Desde su renunciamiento, o sea la caída de un proyecto, o sea la derrota de ese gran salto hacia adelante que pudo ser y no fue, porque sólo fue el comienzo de la gran marea que levantó los cuerpos por las alturas y los estrelló contra las piedras y los convirtió en nada de vida, apenas jirones de rostros y de hombres que el viento trae y lleva, ni siquiera hojas para la tierra, tumbas como cántaros para recoger las lagrimas?

¿O debemos hablar desde su muerte en días en que se juzga a los dueños de la muerte? ¿O desde su vida, ella saqueada hasta en sus últimas palabras pero viva?
Viva y erguida con su dedo acusador dividiendo las aguas. Anunciando en nuestro silencio herido sin ángeles ni profetas que la muchacha del gran amor volverá blandiendo su espada y será millones.


TELE VILLA EN VIVO Y EN DIRECTO

Vecinos de la 31 y la 31 Bis de Retiro lanzaron un canal hecho por ellos mismos: Mundo Villa TV.
El principal estudio del canal funciona en una casa que además de hogar de familia es salón de fiestas y sede del correo. Hasta que el canal salga al aire, pibes del barrio aprenden planos de televisión. A la tarde, el picadito en la canchita nunca falta. (ESTEBAN WIDNICKY)

Abajo hay una canchita de tierra con un arco que tiene más centímetros de alto que de largo, una placita con juegos y sin chicos, una jauría de ocho perros que no dejan de ladrar, vecinos que se saludan, el olor a fritura de comida para vender y un cartel blanco con letras góticas en azul que dice “Mundo villa tv”.
Arriba están los autos, la curva, los pisos y las piezas nuevas casi a la misma altura de los autos.
Segovia quiere que los automovilistas que pasan por la autopista que está a cinco metros de su casa vean la capacidad para trabajar que tiene la gente del barrio. “Porque acá, en la 31 –dice Segovia– hay vecinos que trabajan en el armado de los hierros del Hotel Hilton y otros que construyen autopistas. Además hay plomeros, gasistas y albañiles de las empresas más importantes del país.”
Desde hace meses, en la 31, también hay periodistas, actores y productores.
Segovia es cuarentón, llegó de Bolivia hace 15 años, y es delegado de la manzana. Usa un pantalón largo azul del Chelsea y una campera a medio cerrar de la marca que sólo puede vestir a Racing. A esta altura del día, faltan minutos para las siete de la tarde, la raya al costado anda perdida en su cabellera morocha. Su casa es, además de casa, salón de fiestas, sede del correo argentino en el barrio y estudio de televisión de Mundo Villa TV, de donde dice ser “Director de televisión”, a pesar de que hasta el momento se gana la vida como herrero y con la ayuda de una tarjeta que le permite sacar alimentos del supermercado gratis.
–Hay un entusiasmo muy grande. Es la primera vez en 200 años de historia que un barrio carenciado tiene su propio canal de televisión, por más que lastimosamente recibamos cosas como cabecitas negras y villeros– afirma Segovia y agrega: “Yo vi muchas cosas aquí que ni hablo… tipos famosos que venían en autos lujosos a comprar drogas, pero ese tema no quiero tocarlo. Haremos el noticiero con cautela, queremos mostrar lo diferente. No te digo la verdad, porque aquí está el bien y el mal, como en todos lados”.
Cuenta que así como los vecinos están trabajando en una red de cloacas de 220 metros, le gustaría construir en el sector de la canchita y la plaza, una plataforma de material y un buen buffet para recibir a los artistas internacionales que vengan de visita a los programas del canal.
La 31 queda en Retiro pero refleja un país: de un lado la villa, la falta de cloacas, la inmigración que viene aquí si no tiene adonde ir, y del otro, los edificios de Libertador, Puerto Madero, el Sheraton, el Hilton, los pisos, los famosos. La 31 es la villa que tiene la costumbre de ser noticia por crecer para arriba.

Mundo Villa TV. Lo del estudio de televisión surgió hace un año cuando los vecinos se juntaron con la idea de una señal de cable. La 31, debido a las vías, el río, la terminal de ómnibus y el ferrocarril, está aislada comunicacionalmente. No existía –no existe– la posibilidad de colgarse del cable como en otros barrios.
–Hicieron parabólicas y empezaron a decodificar canales de Bolivia, Perú, Paraguay. Ya se había armado una pyme de comunicación que trabajaba con corresponsales en cada villa y necesitaban un permiso. Ahí caí yo –dice y se ríe Víctor Ramos, que trabaja en villas desde la última dictadura, y es periodista, director de cine, guionista y presidente de la asociación internacional SOS discriminación–.
El único servicio que se podía contratar era Directv, a cambio de 150 pesos mensuales más unos mangos que le tiraban a un instalador sin que se enterara la empresa, claro. Los vecinos que solicitaron el abono debieron inventarse una dirección. La mayoría dice vivir en Retiro, pero no en la villa y sí sobre la avenida Libertador. Víctor Ramos pensó en una señal comunitaria con una producción del barrio para hacer contenidos propios. Gabriel Mariotto, titular de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual, visitó el barrio y se entusiasmó con la propuesta.

Preproducción. El encuentro con Víctor Ramos es en Avenida de Mayo al 800. Las oficinas de SOS discriminación están en un cuarto piso de un edificio pegado a un locutorio que ofrece llamadas a celulares sin crédito. Es un pasillo de veinte metros y de paredes blancas; detrás de la primera puerta está Joaquín. Joaquín es uno de los voluntarios que dictan cursos de periodismo para los jóvenes del barrio. Hoy es viernes y por una excepción vinieron Israel y Víctor de la 31, y Brandon, de la Rodrigo Bueno. Los talleres comenzaron hace seis meses y son dictados los sábados en la casa 35, manzana 99 de la villa 31 Bis de Retiro por estudiantes avanzados de las carreras de comunicación y letras de la UCA, el Salvador y la UBA. Concurren adolescentes de entre 16 y 22 años. Están aprendiendo planos de televisión. Israel fue con Joaquín hace poco a entrevistar a un funcionario del Gobierno e hizo de asistente de dirección.
En la puerta del fondo están Ramos y Julio Zarza, actor y protagonista de la película La 21, Barracas . Antes, fue verdulero, botellero, carpintero, metalúrgico, vendió perfumes. Zarza estudió teatro y ahora da clases para la gente de la villa 21, donde se crió y hoy ya no vive porque dice ser un adicto en recuperación. Es director del diario Mundo villa, y habla sobre el canal de televisión:
–Estamos viendo qué decidimos con la programación. Podemos hacer de todo: poner a la gorda más chusma del barrio y sacar un programa de chimentos. Después queremos mostrar la diversidad cultural del barrio, los distintos grupos de música que tenemos. En ficción existen historias de vergüenza por ser de una villa. Algo verdadero que pasa acá: un pibe se engancha con una piba de afuera y no le da para traerla. Y deportes, para mostrar los campeonatos de fútbol de los domingos.

Convocatorias. En la villa, en la puerta de la casa de Ledesma, que también es salón de fiestas, sede del correo y estudio de televisión, el cartel invita a todos los jóvenes del barrio interesados en un curso de periodismo. “Vienen más de 20 chicos. Sería muy hermoso que el día de mañana salga un profesional del periodismo que pueda entrevistar a funcionarios sobre la situación de los barrios”, dice Ledesma, que añora dictar allí talleres de modelaje, también dos proyectos de programa para septiembre calculan, cuando esté al aire Mundo Villa TV.
Tres de esos pibes están sentados, como si fueran a rendir un oral delante de sus compañeros de secundaria. Brandon, de la Rodrigo Bueno, relata que le gustaría contar la noticia de que en su barrio los vecinos se unieron para hacer una vereda. Víctor –que aspira a ser camarógrafo– habla de lo que las noticias exageran de la vida en un barrio, e Israel, que le gustaría ser periodista para entrevistar a políticos.
Ledesma posa para el fotógrafo en el estudio de televisión. El estudio de televisión es de paredes amarillas y techo anaranjado, y de piso hay una alfombra beige; las cortinas son blancas. Se ve un gatito, entran y salen dos perros. Hay una biblioteca con pocos libros, una bola de boliche, dos televisores y un dvd. Para sentarse hay bancos de madera, de los largos, y sillas blancas, de las que se ven en las veredas de locales cuando hace calor. Pero Ledesma habla como si su casa –su estudio– fuera como el de la BBC de Londres. Acompaña hasta la salida del barrio. Es prácticamente imposible no embarrarse las zapatillas. Se debe ser muy ágil para esquivar los charcos en algunos sectores donde casi no hay luz, y uno siente que los pies se le van empapando. Ledesma camina y va enseñando el barrio: el santuario al Gauchito Gil, los puestos de comida más rica, los odontólogos, el local para tramitar el DNI y un certificado de pobreza. Saluda en la salida; ahí, donde hoy, víspera de feriado, los puesteros preparan su mercadería para la feria de mañana. Pegada al sector de la feria, hay una canchita de fútbol. Son casi las ocho de la noche y una banda de chicos está por comenzar un partidito. La cancha tiene luces, arcos sin redes, la villa que sigue creciendo para arriba de fondo, la canchita está linda. Es potrero puro. Dos pibes eligen los equipos de a un jugador. Recién hicieron el pan y queso. Piden que les saquen fotos. También se ve al más petiso de todos, rogarle a los que eligen que lo elijan. Casi que lo pide de rodillas. En unos meses, esas imágenes llegarán a la televisión.

LA ORGANIZACIÓN CÍVICO POLICIAL QUE RECLUTA MENORES PARA ROBAR Y MATAR




En el asesinato de Santiago Urbani anida la clave de quienes gerencian la violencia urbana.

Ese tipo había vivido a salvo de la justicia terrenal. Pero el impacto del juicio por el asesinato de Santiago Urbani cambió su destino. Lo cierto es que Oscar Pé rez Graham, alias el Gordo, siguió con atención las audiencias. El banquillo era ocupado por dos de los autores del hecho; se trataba de los adolescentes que el 10 de octubre de 2009 descerrajaron un tiro en la sien del desafortunado joven. Otro de los victimarios –un muchacho de 21 años– será juzgado en un futuro debate. En cambio, el cuarto integrante de la banda aún permanecía prófugo. Era nada menos que él.
Ya se sabe que la decisión del tribunal de aplazar las condenas hasta que los acusados cumplieran 18 años generó una polémica en torno a la responsabilidad penal juvenil y el disciplinamiento a través del juicio político de los magistrados dispuestos a respetar garantías constitucionales. En ello no fueron ajenos el intendente de Tigre, Sergio Massa, el ministro de Justicia y Seguridad bonaerense, Ricardo Casal, y el letrado querellante, Jorge Casanovas. En ese contexto, el Gobierno provincial aumentó a 100 mil pesos la recompensa por la captura de Pérez Graham, quien –según sus perseguidores– permanecía como tragado por la tierra desde hacia nueve meses y medio. No era tan así.
El Gordo había sido arrestado el 20 de octubre por efectivos de la comisaría de Garín, quienes lo liberaron a sabiendas de que era buscado por el caso Urbani. Lo cierto es que ese hombre corpulento de 43 años, quien se inició en el delito como levantador de autos, ejercía el viejo oficio de soplón al servicio de algunos comisarios de la zona norte, que le concedían zonas liberadas. Pero en los últimos tiempos sumó a esas especialidades la de reclutador de adolescentes en riesgo para salir a robar. Su modus operandi era canallesco: Pérez Graham solía ablandar la voluntad de los chicos con paco, pastillas y cerveza, tal como surgió en el juicio por Urbani. “Un señor pelado le dijo a los pibes si querían ir a robar; ellos no querían ir, pero él se los llevó a tomar droga y no volvieron más”, señaló un testigo en referencia a los dos acusados. En la fatídica noche de aquel 10 de octubre, el propio Pérez Graham llevó en auto hasta Tigre a quienes matarían a Urbani. Desde entonces, su vida de prófugo fue apacible. Circulaba sin preocupación alguna por las calles de Escobar y, en vísperas al juicio por el homicidio, hasta se dio el lujo de amenazar a testigos. Pero de la noche a la mañana –en razón a la trascendencia del juicio– pasó a ser el sujeto más buscado en la provincia.
El lunes por la tarde, él circulaba en una camioneta blanca por las calles de Ingeniero Maschwitz, sin imaginar que otro soplón lo había delatado. Una brigada de la Distrital de Tigre inició la persecución.Y él, al notarlo, saltó de la camioneta a una moto. Pérez Graham llevaba jeans, campera y un casco rojo cuando fue herido de un balazo en una pierna. Y cayó de la moto para rodar sobre el asfalto. Entonces, no sin resignación, anunció:
–Me embocaron. Soy yo.
Ahora, en una oscura celda de la comisaría de General Pacheco languidece la primera prueba viviente que posee la Justicia para investigar la despiadada utilización de pibes como mano de obra delictiva.


Réquiem infantil. En un país en el que el desempleo –según los índices de 1996– llegó a afectar al 19 por ciento de la población, se produjo un aumento geométrico en los delitos contra la propiedad y las personas. En ese escenario tuvo lugar la irrupción de generaciones delictivas cada vez más jóvenes, precarizadas y violentas. Fueron camadas enteras de pibes excluidos las que pasaron de una lactancia incierta a una adolescencia no menos crítica sin mantener siquiera un roce conceptual con las fuerzas productivas. Y son ellos quienes cambiaron de una manera cualitativa el mapa del delito. Fue así también como la elección de las víctimas empezó a ser un ejercicio indiscriminado y, muchas veces, gratuitamente sangriento. Este sector, pese a la poca envergadura de sus hechos, es el que diariamente alimenta portadas periodísticas y morgues. Y el que digita la sensación térmica de la inseguridad. Como ya se ha visto, los llamados pibes chorros son un fenómeno creciente en lo numérico y poblado por existencias cronológicas que, en la mayoría de los casos, mueren como ratas antes de alcanzar la adultez. Y, muchas veces, en manos de escuadrones compuestos por policías, quienes así articulan una suerte de limpieza social. Los pistoleros más experimentados suelen evitarlos. Y hasta hace unos años, a los uniformados tampoco le eran de gran utilidad: no había demasiado beneficio en cerrar pactos comerciales con quienes podían llegar a traer, en el mejor de los casos, un magro botín y, encima, tras haber liquidado a la víctima. En cambio, esta franja delictiva sí les era útil a las fuerzas de seguridad para engordar estadísticas, reclamar nuevas atribuciones y agitar leyes penales más severas. El asunto, por cierto, ahora cambió. Es que la crisis de 2001 también había alcanzado a los bajos fondos. Y, por caso, el precio irrisorio que los desarmaderos comenzaron a pagar por un vehículo robado hizo que los levantadores de autos estacionados migraran hacia otras modalidades delictivas, quedando esa fase del negocio en manos de chicos sólo calificados para asaltar conductores a mano armada. Ya se sabe que ello sería una fuente inagotable de tragedias. Ese mismo target delictivo sería también reclutado por el crimen organizado –en el cual suelen resaltar los policías– para incurrir en atracos de otro tipo. Así las cosas.
El primer signo visible de ello fue el asesinato del ingeniero Ricardo Barrenechea en octubre de 2008. El hecho instalaría el debate en torno a la baja de la edad de imputabilidad de los menores. En paralelo, la bandita de pistoleros adolescentes –encabezada por un tal Kitu– develó la existencia de una organización de policías que trasladaba pibes desde la villa San Petesburgo, en La Matanza, para robar casas en San Isidro. Otros casos –como el del camionero Capristo– robustecieron tal certeza, con el agravante de que dicho reclutamiento se había convertido en una práctica orgánica y extendida. La desaparición de Luciano Arruga –ocurrida el año pasado en Lomas del Mirador por haberse negado a robar para la policía– confirmó esa creencia.
Meses después, el juez de La Plata, Luis Arias hizo una denuncia pública sobre el vínculo policial en este tipo de robos, lo que generó una indignada réplica del entonces ministro de Seguridad, Carlos Stornelli. Pero éste no tardaría en hacer una denuncia similar ente el fiscal Marcelo Romero, a raíz del asesinato con fines de robo de tres mujeres, efectuado –según sus palabras– en manos de “menores reclutados por la policía a cambio de una prestación dineraria”. Stornelli poco después renunció. Y su presentación judicial quedó en la nada.
En medio del irracional señalamiento de los menores en conflicto con la ley como únicos culpables de los picos recientes en materia de violencia urbana, tanto la figura de Pérez Graham como la violenta salidera bancaria en el que fue herida Carolina Píparo y su bebé sugieren que el huevo de la serpiente está en otra parte.

COMPAÑEROS MENSAJEROS


Por Martín Rodriguez y Federico Scigliano


Veloces en dos ruedas, saetas entre un mar de autos, jugando la vida en cada maniobra, los motoqueros son laburantes, tipos que se pelan el lomo para llevar el mango a la casa, y que le meten horas y horas arriba del flete surfeando las olas vehiculares. Pasamos una semana con ellos en la calle sintiendo el viento fuerte en la cara pero sobre todo, ese gustito bien sabroso que tiene la libertad.


De a cinco por semáforo, bolso que cruza como bandolera, bolso más grande de lo que el sentido común indica, bolso de mensajero con el handy enganchado en la correa, ahí van los motoqueros por el ecosistema salvaje del microcentro porteño. Lejos de ser una simple “tribu urbana”, concepto que se aplica con más justicia a los que se juntan en las escalinatas a mirarse el flequillo o los que se convocan un sábado a una guerra de almohadas en el Planetario, los motoqueros son laburantes que se pelan el lomo para llevar el mango a la casa. Pero forman una comunidad grandiosa que mezcla sindicalismo, códigos y lucha. Evita, birra y faso. Como los alguaciles que de pronto invaden y anticipan la tormenta, sus figuras cruzando la ciudad se convirtieron en símbolo de un tiempo de crisis, hace ya diez años. La tormenta llegó, pero aún están aquí los motoqueros. Y reclaman su parte. Ser un gremio, domesticar a una patronal usurera y reducir ya la cantidad de jóvenes muertos que laburan a toda velocidad en forma precaria y desigual. Veamos qué dicen ellos de ellos mismos.


Gaucho


El motoquero ama su moto. Es el caballo del gaucho. Yo he tenido moto grande, moto chica, pasamos por todas, he laburado en cooperativas, laburé solo, laburé en un montón de agencias, después de tanto tiempo ya pasé por todas. La militancia nuestra se proletarizó, yo sé que para muchos pibes que están en el MTA la solución más fácil hubiera sido laburar solos, agarrar sus clientes, pero la solución es colectiva, no es individual. Yo tengo mi grupo de pertenencia acá, pertenezco a esto, soy esto, esta es mi profesión, mis amigos, mi familia. Viste que uno llega a una etapa en la vida que ya sos algo, bueno, yo soy motoquero, y trato de armar algo para que podamos llevar a los pibes a una vida mejor.” El que habla es el Pelado Mariano, o el Pelado de HIJOS o Mariano Robles, o como se lo conozca en el mundillo militante al tipo que muchísimas tardes levantó a algún motoquero accidentado y se pasó la noche en un hospital acompañando a un “desconocido” hasta que llegó la familia: se trata también de uno de los que inventó los “escraches” cuando los genocidas estaban libres. Todo eso es el Pelado, alguien que puso el freno ahí: que a los 21 años se hizo motoquero para siempre (y que ya carga con sus 37).


Fuimos a Bolívar al 800. Un comedor de motoqueros en pleno San Telmo. Sí, un comedor solidario donde todos los días por diez pesos se sirve un plato caliente. Ahí, retirado del corazón del centro porteño, pero ahí, donde hacen centro los “Motoqueros Trabajadores Argentinos” (M.T.A.), y nos espera el Pelado con Ariel, el Rasta, y el Polaco, otros motoqueros históricos. Ellos buscan organizar a los cerca de 60 mil motoqueros que laburan en la ciudad y el conurbano.


De mensajero a motochorro


Buenos Aires es una ciudad donde de diez accidentes fatales de tránsito seis son con moto. El dato es perturbador. Pero es una parte del problema, una de las tantas cosas que los motoqueros, a toda velocidad, se quieren sacar de encima.


Ariel dice: “de ‘mensajero’ a ‘motoquero’ y de ‘motoquero’ a ‘motochorro’, esa es la evolución macrista de nuestro gremio”. El “Pelado” agrega: “Nosotros venimos de hacer la sexta marcha en contra de los chalecos y el tipo nos viene secuestrando hasta 50 motos por día por no llevar casco, entonces él en diez cuadras agarra y hace todas las cosas que dice que no tenemos que hacer.” Los dos hablan de lo mismo. Hablan del papelón reciente de Mauricio cuando, tapado por el tráfico de la hora pico, recibió la solidaridad de un motoquero que lo acercó hasta un juzgado donde debía declarar, y cuando quiso describir su proeza confundió motoquero con motochorro frente a un micrófono.


El gobierno de Macri les está planteando varias cosas a los motoqueros: un chaleco refractario con la patente en el pecho y la espalda, la patente en el casco, restricción para llevar acompañante en todas las avenidas, microcentro con horario restringido (horario laboral de 9 a 17hs). El Polaco retoma el argumento: “obviamente nosotros estamos en contra, nos están discriminando como laburantes.”


Los motoqueros tienen varias realidades: están los que cobran con recibo de Camioneros (que son los menos), y que para los del MTA es la mejor situación, existe una cantidad que cobra con recibos del Sindicato de Comercio, en que la gran mayoría tiene medio jornal, o sea, un recibo de 700 pesos, y hay otra inmensa masa de mensajeros que están en negro, en situación de enorme precariedad laboral. Ante este panorama, la organización gremial y la lucha por los derechos son prioritarias. “Todo lo que podemos ganar es a fuerza de pulmón y de laburo gremial, así como si estuviéramos en 1910, parecemos los obreros de las 8 horas de Chicago. El laburo es a destajo, la herramienta la ponemos nosotros, no hay un sindicato que nos defienda, porque la realidad es esa. Yo soy delegado con tercer mandato en mi mensajería, es el sexto año que soy delegado porque los pibes levantan la mano todos los años, pero no tengo ni libertad sindical ni cobertura.”, dice Mariano.


¿Sindicato único por rama? ¿Libertad sindical? ¿Sindicato por empresa? ¿Por agencia? Aún no se logró casi nada. Según nos cuentan hay un sindicato que inventó la Cámara Empresaria, que se llama SIM y que está apadrinado por el Momo Venegas… ¿Y qué quedó del SIMECA, esa vedette heroica de los días de diciembre de 2001? El Pelado y El Rasta son de los fundadores originarios, “pero hubo una discusión sobre el apoyo político o gremial de entrar en CTA o CGT y los que pensaban que había que entrar en CGT. Cuando SIMECA entró en la CTA nos fuimos y armamos el MTA, lo que somos ahora.”


Mariano completa el cuadro: “Nosotros nos referenciamos en la CGT y les podemos dar una primicia: estamos entrando en este momento a la Juventud Sindical, con Facundo Moyano”. Bueno, era hora, Ni a Palos da una primicia. Pero ellos no quieren dividir: pretenden un sindicato por rama. Aunque se mantengan al margen, en esta colectora gremial, y con una política de hechos concretos, como el almuerzo barato en el comedor, y un sistema de solidaridad y organización que da sus frutos, con el que pudieron resistir el embate de los chalecos de Macri.


Lucho


La esquina de Moreno y 9 de Julio, frente al gigante edificio blanco del Ministerio de Salud es una de las tantas paradas de motos que se organizan a lo largo de toda la avenida más ancha. Allí, entre la vegetación pretendidamente ornamental paran sus fletes los mensajeros. Descansan, se cagan de risa, se dan una mano, se comen alguna porción de Ugi’s y fuman antes de seguir trajinando el microcentro.


Lucho es el referente de una de las ranchadas de la esquina. Pelo largo, barba rubia, vikingo porteño, más bien grandote. No se recomienda pelearse con Lucho. Nos acercamos preguntando por él, o por “el Diablo”, o “La Hiena”, según las palabras claves que nos dieron otros motoqueros para llegar. Lucho nos esperaba.


Hace diez años que laburo de esto. Laburaba en un quiosco, ganaba muy poca plata y me hice motoquero porque se ganaba mejor, arranqué con una bicicleta, después un ciclomotor, y ahora tengo una moto 250, pasé por todas las motos, y fui progresando.” ¡La movilidad social ascendente motoquera! Lucho tiene clara la ley no escrita de los códigos para entrar a un grupo: “Primero, el respeto. Vos sabés cómo es, cuando vos sos nuevo, cabeza gacha. Y los referentes somos los que estamos hace más tiempo parando acá.” ¿Y cómo es la relación con las otras paradas? “Está todo bien, cada uno es su esquina, nos conocemos todos. Pero nadie va a venir para acá si no lo invitamos, ni nosotros tampoco para allá.” Clarito.


La ley de la calle


Los diez años como motoquero en el lomo vuelven a Lucho alguien que puede establecer comparaciones respecto a cómo está la calle a una década vista. “Ahora está jodido porque nos paran todo el tiempo, pero nosotros tenemos que salir a laburar igual. Acá en la calle sabemos quién es brigada y quién es motochorro, y si lo sabemos nosotros ellos también lo saben. Pero un cana no va a parar un motochorro, te va a parar a vos que estás laburando porque sabe que se va tranquilo a la casa. Acá nos conocemos todos y sabemos quién labura, quién afana y quién vigilantea.”


La pregunta obligada es, ahora, por el superclásico de la calle: motoquero versus tachero. “Y… la pica está. Lo que pasa es que los colectiveros vuelven locos a los tacheros y ellos se la descargan con nosotros. Además, ellos necesitan ir despacio para levantar pasajeros, y nosotros rápido para meter más viajes. Y siempre está la bronca, y si hay que bajarse de la moto y cagarse a trompadas…”


Esto es lindo, pero también andar en la calle es una ruleta rusa”, dice. Tal vez sea por eso que cuando uno llega se saludan tan efusivamente, una celebración del regreso. La charla se espesa cuando se habla de los amigos muertos. Pero un vozarrón grueso de alguien que recién llegó corta el clima e impone de nuevo la alegría. Lucho entiende que la charla va llegando a su fin y tira una sentencia contundente: “Nunca hay que perderle el respeto a la moto porque ahí sí que perdés”. Le preguntamos qué es ser motoquero. Primero se hace un silencio, y después viene la respuesta: “Es la libertad… eso es”.


Códigos


Una cosa que se aprende rápidamente es que el mundo de los que laburan en moto es un mundo saturado de códigos, que todos saben y repiten como un padrenuestro que mejor no olvidar. Como toda tradición oral, el saber va de boca en boca, de generación a generación. Queridos amigos niapaleros, si están pensando en agarrar la motito y salir a laburar presten atención, saber estas cosas es indispensable, casi tanto como saber manejar. El Pelado Mariano nos dio una pequeña clase de códigos motoqueros:


Primera regla de oro: “Si ves una moto que se rompió en la calle, en cualquier lado, en cualquier lugar, aunque tengas 20 sobres en el bolso, tenés que parar y ayudarlo siempre, o por lo menos preguntarle qué pasó. A no ser que haya pinchado y no lo puedas remolcar, lo tenés que remolcar hasta algún lugar que resuelva.” El Pelado nos cuenta un problema aleatorio al incumplimiento: “hay muchos pibes nuevos, que tienen que aprender esos códigos y tenemos que tratar de civilizar ese aprendizaje, porque también pasa que hay una moto tirada de un pibe más grande, pasa una motito, no lo levanta, después si lo cruza en la calle otra vez, lo caga a trompadas.”


Segunda regla: “Hay que ser solidarios, más aún cuando hay un accidente. Siempre tenés que parar y ayudar al pibe en lo que sea. Yo me he quedado, no sé ya a esta altura de mi vida, 20, 30, 40 veces, toda la noche en un hospital, cuidando un chabón que no sé ni quién es, pero bueno, venía por la calle, vi que se pegó el palo, me bajé ‘¿Che quién lo acompaña en la ambulancia?’ -‘Subilo que yo voy atrás tuyo’, hasta que ubicás a la familia.”


Tercera regla: “Si hay un pibe que se agarró a piñas con alguien hay que bajarse y aguantar con él. Si es tachero, más todavía, con cualquier cosa, nosotros no preguntamos ni qué pasó, aunque el mensajero tenga la culpa, te bajás de la moto y te peleás.”


Cuarta regla: “En el laburo, en los bancos, en las marítimas, siempre hay que sacar dos números, y si hay un pibe que no tiene número, se lo das, y si no vos le hacés el trámite. Ponele que hay una cola de dos horas, vos estás adelante, entonces mirás para atrás, buscás un casco y entre los dos se hace el laburo. La idea es no perder tiempo esperando para poder hacer más viajes.”


Quinta regla: “Vos no tenés que robarle los viajes a los compañeros, el que roba viajes es porque está acomodado con el agenciero y lo tenés que acomodar también a ese.”


El Pelado cierra su explicación de las Tablas de la Ley motoquera. “Vos levantás a uno que se quedó en la calle, cuando lo dejás, el que no conoce los códigos, te quiere agradecer, te quiere dar 5 pesos para la nafta. Entonces, lo que siempre tenés que decir es ‘no me des nada, esto es así, si vos me querés ayudar a mí, la próxima vez que veas a alguien tirado, pará. Y así se hace la rueda’.”


De alguna manera, el intento de dar forma gremial y hacer digno el trabajo de los motoqueros es sencillo: se trata de elevar y solidificar un poco más esos códigos solidarios que ya hacen a la idiosincrasia motoquera. Más allá de los obstáculos y las roscas que enfrenten en su objetivo, de sus propias internas, hay una parte de la batalla que está ganada. Ningún motoquero está solo. Para un motoquero no hay nada mejor que otro motoquero.

VIVIMOS EN LA ERA DE LA DEPRESIÓN


Ningún abordaje aislado puede contrarrestar el mal del siglo. Lo recomendable es combinar antidepresivos con psicoterapia. Postular el diálogo como potenciador de la medicación es recuperar a aquel entrañable y eficaz médico de barrio.

Por Luis Hornstein




El siglo XX tiene varias etiquetas. Una de ellas: Era de la ansiedad . El XXI va teniendo la suya: Era de la depresión . Los datos internacionales demuestran que cada nueva generación tiene más riesgos que sus padres de sufrir una depresión importante . Esos informes consideran la depresión como una verdadera “enfermedad social”. Afirman que después de la sociedad industrial y la del ocio ha llegado la “sociedad depresiva”. La depresión, como “mal del siglo”, es producto del estrés, del hastío y de la falta de ideales de la sociedad contemporánea.


Un megaestudio publicado el 6 de enero de este año en el JAMA ( The Journal of de American Medical Association, vol. 3 N° 1) concluye que si bien el 75% de los pacientes con depresión se benefician con la medicación, hay poca evidencia de que los antidepresivos tengan efectos farmacológicos específicos comparados con los placebos para pacientes con depresión leve y moderada .


En los países desarrollados parecen cuantificarlo todo, mientras que a nosotros nos falla hasta el INDEC. La Escala de Depresión de Hamilton mide la severidad de la depresión. De esa escala (o de otra) dependerá en el futuro la indicación de medicación.


La depresión puede ser leve, moderada o grave.


Las depresiones componen la cara oscura de la intimidad contemporánea . Esta afirmación es confirmada por la Organización Mundial de la Salud (OMS): “Se espera que los trastornos depresivos, en la actualidad responsables de la cuarta causa de muerte y discapacidad a escala mundial, ocupen el segundo lugar, después de las cardiopatías, en 2020”. Las depresiones se ubicarán, como causa de discapacidad, por delante de los accidentes de tránsito, las enfermedades vasculares cerebrales, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, las infecciones de las vías respiratorias, la tuberculosis y el HIV.


¿Cuáles son las causas de las depresiones? Se observa, sin duda, un desequilibrio neuroquímico . Pero también debe considerarse la herencia, la situación personal, la historia, los conflictos, la enfermedad corporal y las condiciones histórico-sociales . Un mínimo recaudo será evitar los reduccionismos y precaverse de las opiniones interesadas. Y sólo un necio podría decir que la bioquímica nunca alivia la depresión. Pero las depresiones son algo más que un trastorno en la química cerebral . Resultan de una alteración de la autoestima en el contexto de los vínculos y los logros actuales. Las depresiones ilustran la relación estrecha entre la intersubjetividad, la historia infantil, la realidad, lo corporal y los valores y, por cierto, la bioquímica.


Es cierto que la bioquímica puede aliviar las depresiones. Pero la propaganda (no sólo la publicidad) de la industria farmacéutica suele presentar a la farmacoterapia como la panacea . Pero la terapia de ninguna enfermedad debería estar en manos de una industria .


Postular que las depresiones son solamente biológicas es científicamente falso. Las depresiones tienen que ver también con el desempleo, la marginación, la pobreza extrema y la crisis ética.


Tampoco en esto disponemos de estadísticas confiables. Pero en la Argentina no es aventurado vincular las depresiones a los duelos masivos y traumas devastadores que hacen zozobrar vínculos, identidades y proyectos, personales y colectivos.


Ningún abordaje aislado puede contrarrestar eficazmente la depresión. Lo recomendable es combinar antidepresivos con psicoterapia .


Postular el diálogo como potenciador de la medicación es recuperar a aquel médico de barrio que combinaba diagnósticos con amistosos consejos. No era un ser aparte como ciertos psiquiatras o psicólogos arrogantes, detentadores del saber y del poder.


Todo ha cambiado desde que el paciente se fragmenta en manos del especialista. Algunos depresivos, presos del nomadismo de los hipocondríacos, van de consulta en consulta en busca de un consejo o un medicamento nuevo. El paciente contemporáneo es un escéptico que no cree en ningún tratamiento, pero que los prueba todos , que acumula homeopatía, acupuntura, hipnosis y alopatía.


Pero no es imposible encontrar al médico o psiquiatra humano que dialoga. Será la oportunidad de hablar de su sufrimiento, de integrar sus síntomas en una historia personal. Ocurre entonces un pacto en el que dos personas, conscientes de sus límites y en un contexto de respeto mutuo, intentan encontrar juntas la mejor cura posible . Lo óptimo sería sumar el conocimiento del especialista y la actitud del médico de cabecera que hoy por hoy es lo más parecido a aquel médico de familia.

MARX CASI NO DEJÓ HERENCIA, MIENTRAS QUE DARWIN Y DICKENS MURIERON RICOS



Lo reveló un sitio de Internet en Inglaterra, que publicó ayer sus testamentos.


Por Diego Geddes





La cantidad de dinero que deja como herencia una persona es quizás una de las maneras más injustas para medir su legado. Sin embargo, cuando se habla de fortunas, testamentos y millones de dólares –siempre ajenos–, el “cuánto” y “a quiénes” pone lo económico por encima de muchos otros valores.


A través de los archivos del sitio inglés “Ancestry”, que ayer reveló detalles de los testamentos de destacados personajes de la historia de entre 1861 y 1941, podemos descubrir que Karl Marx murió en la pobreza y que sólo nombró como heredera a su hija menor, y que Charles Darwin y el novelista inglés Charles Dickens dejaron 20 y 10 millones de dólares, respectivamente.


El autor del “Manifiesto Comunista”, el alemán Karl Marx, murió en Londres en 1883 con propiedades por valor de tan sólo 250 libras, que heredó su hija menor Eleanor y que hoy equivaldrían a 23.000 libras (36.268 dólares).


En cambio, Charles Darwin dejó a su muerte en 1882 un patrimonio total de 146.911 libras, alrededor de 13 millones de libras de las de hoy (20,4 millones de dólares). La riqueza de Darwin fue casi el doble de la que el novelista inglés Charles Dickens dejó al morir en 1870, cuyas propiedades estaban valoradas en 80.000 libras, el equivalente a 7 millones de libras de hoy (10,9 millones de dólares). Dickens es el autor de “Historia de dos ciudades”, publicada en 1859 y que vendió 200 millones de copias.


Los secretos del escritor escocés Arthur Conan Doyle, autor de los libros de Sherlock Holmes, o de Lewis Carroll, autor del cuento de “Alicia en el País de las Maravillas”, también han sido revelados. Conan Doyle dejó a sus descendientes 63.491 libras a su muerte en 1931, lo que a día de hoy serían 3 millones de libras (4,7 millones de dólares). Pero sólo fueron beneficiados su última mujer y su hijo varón Denis.


En 1898, Carroll dejó un patrimonio valorado tras su muerte en 1898 en 4.145 libras, el equivalente a 450.000 libras (709.144 dólares). Y Oscar Wilde sólo dejó 100 libras (menos de 15.000 dólares actualmente) a su amigo Robert Ross.


Los testamentos publicados incluyen también el del explorador irlandés Ernest Shackleton. Fue uno de los precursores en las expediciones a la Antártida, a principios del siglo pasado, pero perdió gran parte de su fortuna en esas travesías y murió en 1922 con un patrimonio de 556 libras, unos 31.515 dólares si se traslada a la actualidad.


El director de contenidos de Ancestry, Dan Jones, señaló a la agencia EFE que estos documentos arrojan luz para los historiadores de estas familias, ya que permiten conocer sus movimientos financieros y descubrir misteriosos beneficiarios. “Gracias a estos testamentos, cualquiera que quiera encontrar un antepasado en nuestra página, podrá averiguar muchas cosas sobre cómo vivió, qué heredó y de quién, lo que significa que podrá descubrir también cómo podría haber vivido en otra época”, explicó Jones.


Estos datos funcionan como un imán para que la gente se registre en la página y complete su propio árbol genealógico. El objetivo de máxima para los creadores del sitio, que ya tiene 865 millones de registros ingresados, es tratar de armar un árbol genealógico universal, con fechas precisas de nacimiento y muerte, documentos y también lo que cada uno recibió de sus antepasados.

domingo, 22 de agosto de 2010

Y QUE LOS EUNUCOS BUFEN

El humor de Diego Capusotto se ha diseminado a lo largo de todo el mundo del consumo cultural argentino y ya es motivo de estudio universitario.

Está en los expositores más visibles de las cadenas de librerías, con el casi psicodélico Peter Capusotto, el libro, firmado por Diego Capusotto & Pedro Saborido, con ilustraciones de Alfonso Sierra. Está en la televisión pública, con la sexta temporada de Los videos de Peter Capusotto, llena de nuevas perlas de humor del siglo XXI. Está en los cines, con el estreno durante esta semana de Pájaros volando, la delirada película de Néstor Montalbano en que comparte protagónico con Luis Luque. Está diseminado por medio Youtube, red en que los videos de personajes como Bombita Rodríguez, Micki Vainilla, Pomelo o Violencia Rivas acumulan centenares de miles de entradas. Está en los anaqueles de los videoclubes, y en las estanterías de las casas, con las colecciones de videos de sus temporadas televisivas. Está en los canales de cable, con las repeticiones de viejos programas de Cha, cha, cha. Está en los diarios y revistas, que no se cansan de esperar de su parte mejores y más ingeniosas respuestas. Está en la memoria de la radio, en que su programa Lucy en el cielo con Capusottos ya es leyenda. Está en las remeras, que miles y miles de jóvenes pasean por ciudades argentinas con la certeza de llevar puesta una identidad. Y sin embargo, Diego Capusotto sigue peinado igual.
Decodificar por que razones la aventura artística de Diego se ha convertido en los últimos años en una sucesión de pequeños y moderados éxitos que en conjunto conforman un gran éxito es una tarea tan ardua… que casi nadie la lleva a cabo. Tal vez porque el humor no se explica, se disfruta o no, así como las complicidades no se revelan, se ejercen. Pero hay una cosa que está más o menos clara: se trata del triunfo de un modo crítico de ver a los medios de comunicación, gestada en los medios de comunicación, desde una mirada que condensa, sin habérselo propuesto, muchas otras miradas, humorísticas y políticas, que hasta aquí no se habían relacionado entre sí. En la estética de Capusotto y sus varios socios están las tradiciones del grotesco y el absurdo que caracterizaron a varias etapas del humor argentino en el siglo XX, pero también una evidente sátira muy del siglo XXI a la permanente manipulación que los medios electrónicos, y gráficos, concretan de la sensibilidad popular.
Esa mirada, y esto es un asunto generacional que explota de manera descarada en la banda de sonido de Pájaros volando, es necesariamente setentista. Está anclada en un modo de ver el mundo en que gritar ante la llegada de los ovnis a las sierras cordobesas un ¡Viva Perón! no tiene nada que ver con lo que eso hubiera significado en los años ’40, los ’50, los ’90 u hoy. En programas como Cha, cha, cha o Todox2$ la ¿propuesta? era un humor televisivo moderno que no rozaba la arena de la política. Hoy, en todo el accionar de Capusotto y compañía, hay un evidente contenido político. Un punto de vista, para nada partidario, que define con toda claridad socios y aliados, adversarios y enemigos.
Los expertos universitarios, que hoy no atrasan como atrasaban los que esperaron que Tato Bores u Alberto Olmedo murieran para intentar entenderlos, lo dicen con una notoria propiedad: la estética de estos productos culturales consiste en una narración muy llamativa de un momento clave de una sociedad. En los programas de televisión de la dupla Saborido-Capusotto, apunta el politólogo Eduardo Rinesi, “no hay sólo una reflexión más interesante sobre los tiempos que corren, sobre la televisión que se mira y los lenguajes que se hablan (de distintas tribus, incluyendo algunas de ellas que integramos, hablan) en esta sociedad fragmentada, escindida, desquiciada, sino que también hay una percepción muy sutil acerca del modo en que nuestro presente hereda las facetas más dolorosas de nuestro pasado. Hay una reflexión sobre los setenta y sobre la presencia de los setenta en nuestras vidas, hay una reflexión sobre qué hacemos con la guerrilla, qué hacemos con nuestros muertos, sobre qué hacemos con los relatos heroicos del pasado, sobre qué hacemos con nuestro sesentismo”.
Rinesi hace esas precisiones en el prólogo de La sonrisa de mamá es como la de Perón. Capusotto: realidad política y cultura, un libro que recopila una serie de ensayos de profesores universitarios, editado por la Universidad Nacional de General Sarmiento, de la que es rector. El libro representa un avance sobre una postura intelectual definida hace tiempo por Horacio González, actual director de la Biblioteca Nacional, que afirmó en un comentado artículo que la estética de Bombita Rodríguez permitía que Capusotto expusiera “lo obtenido del fondo del mar sin comprenderlo cabalmente”, como una suerte de “candoroso pescador bufonesco”. Hace poco, Orlando Barone contó en televisión que Jacobo Timerman le narró que cuando estuvo detenido-desaparecido notó que los presos festejaban con ironía en el momento en que se cortaba la luz… porque ese día no serían picaneados. Lo hizo para subrayar que también es central cuando nos reímos de algo, desde qué lugar de pertenencia nos reímos, ahora que estamos aprendiendo a reírnos de las tragedias que durante un tiempo prudencial nos fueron tabú.
En ese sentido, subraya la profesora María Pía López, en La sonrisa de mamá…, que la estética de Capusotto constituye un mundo en que se acumulan contradicciones y paradojas: “trabaja con rasgos de la cultura mediática y realiza operaciones típicas de las vanguardias estéticas, realiza una visión paródica del peronismo pero también se burla de las maneras de la cultura juvenil contemporánea; supone un conocimiento amplio de la tradición del rock and roll y al mismo tiempo realiza una crítica lapidaria a sus clichés y manierismos”. En ese punto, hay un link entre lo que ha estado pasando con el mundo Capusotto durante los años del kirchnerismo y el fenómeno mundial de Los Simpson, una suerte de comedia posmoderna llenas de códigos del mundo del humorismo corrosivo estadounidense que impactó en el corazón de las masas internacionales cansadas de consumir las tradiciones ancladas en el humor que comenzó en la era del cine mudo. Pero hay al respecto, otra verdad que decir: que en lugar de seducir a todo el mundo, lo que Capusotto logra, con toda certeza, es dividir a su audiencia. Pudiendo sumar gente con leves retoques en el gusto musical, por ejemplo –lo que sugeriría cualquier gerente de programación de un canal privado de televisión– el programa, y pasa lo mismo con la película, se empeña en machacar con sonidos, figuras y estéticas ancladas en los momentos en que el rock era contracultura, no cultura de masas. Una operación muy tozuda, y al mismo tiempo, muy respetable.
En una vieja cantina del barrio de Villa Urquiza hay una bandera argentina colgada en una pared con una foto de Diego Maradona. La cruza una leyenda, que dice: “Un día le contarás a tus hijos que vos lo viste jugar”. Hace veinticinco años, Luis Alberto Spinetta, escribió en una canción: “Nunca me oíste a tiempo, siempre tuviste miedo”. Es bueno sentirse contemporáneo de la época que a uno le toca vivir, en un mundo repleto de gente que extraña el pasado irrecuperable o sueña con un destino por el que no hace nada. En esta época hermosa, porque todas las cartas están sobre la mesa, Capusotto es el rey del humor. Y que los eunucos bufen, como postuló una vez Roberto Arlt mientras se proponía escribir como quien tira golpes a la mandíbula.

UN CAMBIO DE IMAGEN LETAL

Diferencia. En condiciones legales el implante mamario cuesta 3.000 dólares. El clandestino, entre 200 y 500 pesos.Otras notas
  • Cirugías clandestinas. El implante de siliconas es la segunda causa de muerte entre los travestis. Las operaciones son realizadas por improvisados que operan en condiciones riesgosas.

Le decían Vanesita La Fea porque, tras inyectarse silicona líquida en sus pechos, el fluido se le había esparcido por el cuello y la cara. Su rostro deformado delataba que algo había salido mal. Jamás supo que en su pulmón se había filtrado material industrial.
Según una investigación realizada por la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti-Transexual (Alitt), el 82 por ciento de las travestis del país, al igual que Vanesita, modifican su cuerpo (mamas, glúteos, piernas, labios, pómulos) mediante prácticas de bajo costo y alto riesgo: inyecciones de silicona industrial, realizadas en domicilios particulares por manos no profesionales.
El procedimiento, que conforma la segunda causa de mortalidad de la población travesti, es sencillo y cuesta entre 200 y 500 pesos. La silicona industrial o aceite de avión se introduce en el cuerpo a través de una jeringa hasta generar la voluptuosidad deseada. Luego, la persona intervenida debe quedarse inmovilizada por varias horas para que la sustancia, altamente tóxica, se solidifique. Este paso fue el que Vanesita no cumplió. “Después de la inyección, se quedó dormida en posición horizontal y se le propagó el líquido por distintas partes del cuerpo”, relata a Miradas al Sur, Diana Sacayán, miembro del Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación (MAL), quien agrega que estos procedimientos se llevan a cabo en casas y salones de belleza del conurbano e interior del país que se divulgan a través del boca en boca.
“Fui a un domicilio particular que me recomendaron a unas cuadras de la Ruta 3, a la altura del kilómetro 26 (en Laferrere, partido de La Matanza) para hacerme el busto”, expresa Yesica. Ella vive en Virrey del Pino y sobrevive gracias al sexo. Sabía que ir allí era peligroso, pero no le importó. Por sólo 500 pesos tuvo los pechos que había soñado pero que le duraron poco. El líquido se le desparramó y sólo le quedó la hinchazón. “Conocí a muchas chicas a las que la silicona se les fue al pulmón, o les quedó la piel negra, pero igual fui confiada a ese lugar”, confiesa Yésica.

Problemas inmediatos. Las condiciones en que se dan las cirugías clandestinas generan consecuencias negativas que, en general, no tardan en evidenciarse: inflamaciones o infecciones del tejido graso, piel violácea, fístulas, úlceras, nódulos, tumores o graves lesiones en el corazón o pulmón que pueden causar la muerte. “Como estos aceites tienen metales pesados que pueden tener alta toxicidad, y, además, los instrumentos que se usan no están esterilizados, muchas travestis terminan en hospitales con grandes complicaciones”, explica el Dr. Guillermo Vázquez, presidente de la Sociedad de Cirugía Plástica de Buenos Aires.
En este sentido, el cirujano Carlos Avico, responsable del departamento de cirugía reconstructiva y reparadora del hospital Teresa Germani de La Matanza, agrega: “Son operaciones que se hacen sin ningún método quirúrgico. Como no tienen conocimientos de anatomía, inyectan el líquido en cualquier parte, dentro del músculo o de la glándula mamaria, ya que lo único que les importa es provocar volumen”.

Las tetas y el mercado. Según especialistas consultados por Miradas al Sur el implante mamario en condiciones legales oscila los 3.000 dólares. Para su uso humano, las prótesis deben estar aprobadas por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología médica (Anmat), cuyo certificado deber ser exigido por el paciente a la hora de operarse. El implante debe ubicarse entre la mama y el pectoral mayor para así conformar una estructura encapsulada que no puede migrar.
Por el contrario, las intervenciones con silicona líquida o aceite de avión, que requieren alrededor de 300 litros en cada mama, se cobran veinte veces menos pero pueden desplazarse por diversos lugares del cuerpo. Por eso, algunas travestis se fabrican una especie de corpiño-riel sin taza, dividido al medio, para contener la solución.
Muchas veces estos implantes no funcionan. Entonces, las travestis pueden terminar con un busto que parece una coraza, o tobillos deformados porque la silicona de los glúteos se bajó a las extremidades inferiores del cuerpo.
¿Son concientes del riesgo que se corre? La mayoría de los especialistas contestó de manera afirmativa. “Las travestis tienen otra percepción de los peligros, porque su vida está acompañada de ellos, sobre todo, si trabajan en la calle”, apunta Renata Hiller, investigadora del Instituto Gino Germani, quien además subraya que la mayoría no controla su salud por la habitual discriminación que reciben en los hospitales.
El 90 por ciento de las travestis del país, según datos de la Asociación de Travestis, Transexuales, Transgénero de Argentina (Attta), se dedica al trabajo sexual con lo que su cuerpo es la principal herramienta laboral.
“Si te querés ver bien y trabajás en la calle, inyectarte pasa a ser una necesidad”, remata Yésica. Eso corre para todas, aunque a veces signifique morir.

LA HUELLA DEL OBISPO ANGELELLI

El obispo Angelelli, asesinado por los militares.
Los monumentos populares que recuerdan al obispo Enrique Angelelli en La Rioja son visitados como si fueran un tesoro. Es que allí, el Pelado, como lo llamaban, es considerado un santo. A 34 años de su asesinato, el miércoles, la presidenta Cristina Fernández fue allí a homenajearlo. “Su compromiso con los pobres no era de discurso, era de todos los días. Y lo llevó a enfrentar los intereses de los que necesitan tener pobres para seguir explotándolos. Por eso fue asesinado”, dijo, y remarcó que su historia es bandera “no sólo para los riojanos, sino para los argentinos”.
Al obispo Angelelli le faltaban cuatro meses y nueve días para que lo mataran cuando las Fuerzas Armadas tomaron el poder en el país. La provincia de La Rioja, que antes del golpe había sido gobernada por Carlos Menem, ya era un paradigma en la persecución de sectores progresistas de la Iglesia. La Triple A había expandido sus olas represivas en todo el país, y la cacería allí era comandada por el jefe provincial del Batallón 141, coronel Héctor Battaglia. Esa estructura criminal no tardaría en incorporarse a los servicios de inteligencia, en especial, la Side y el Batallón 601. Angelelli, que había formado parte de las listas negras de José López Rega y que ahora era un blanco de la dictadura, vivía denunciando el terror que se vivía. Meses antes, habían detenido a monseñor Esteban Inestal, el vicario de la Diócesis riojana junto a dos dirigentes agrarios. “Es hora de que la Iglesia de Cristo discierna a nivel nacional nuestra misión y que no guarde silencio ante hechos graves”, escribía en abril de 1976 a monseñor Vicente Zaspe, el vicepresidente del Episcopado, y luego haría lo mismo ante la Conferencia Extraordinaria del Episcopado. Poco después, viajaba a Buenos Aires para ver al ministro del Interior, Álbano Harguindeguy. Aquella vez, lo curioso había sucedido en su regreso. Ya en el aeropuerto, y con su equipaje despachado, el avión despegó sin previo aviso. Angelelli, desconcertado, terminó viajando en micro hacia La Rioja. Cuando llegó, enseguida, fue a recuperar sus cosas. Su valija había aparecido, pero la documentación que llevaba adentro no estaba. Se la habían robado. Al general Benjamín Menéndez lo fue a ver directamente a Córdoba. Ya en su despacho, el comandante del Tercer Cuerpo se levantó de su silla, camino tres pasos hacia él y, sin titubear, con la voz en alto le dijo: “El que se tiene que cuidar es usted”. La preocupación del obispo, día a día, era mayor. “¿No tienes miedo, tío?”, le preguntaba su sobrina María Elena Cosean. Angelelli la miró, y guardó silencio por un instante. “Sí –contestó–. Tremendo. Pero no puedo esconder mi mensaje debajo de una cama.” En la tarde del 20 de julio, a cinco kilómetros de la ciudad de Chamical, una cuadrilla de obreros ferroviarios hallaba los cadáveres de los padres Gabriel Longueville y Fray Carlos de Dios Murias. Los habían maniatado, torturado y acribillado a balazos. “El próximo soy yo”. Angelelli no dudada. Se lo decía al médico de Chamical, César Abdala. Sus amigos insistían en que se exilie. “Eso es lo que buscan, para que se cumpla el Evangelio: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”, contestaba. Por entonces, el obispo había elaborado un informe que, curiosamente, aparecería después de muerto en el despacho de Harguindeguy. La casa de Angelelli días después era ametrallada. Y el 4 de agosto llegaba su hora. En su última homilía, había denunciado los asesinatos de los padres Ruiz, Oltra, Mecca, Longeville y Murias. Angelelli invitaba a orar por quienes los habían matado. “¿Cómo no vamos a llorar al que es carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre, afecto de nuestro afecto, miembro de nuestra familia, hijo del cuerpo de cristo, miembro de su pueblo, testigo de su pueblo? ¡Cómo no los va a llorar Chamical!. No hay ninguna página del Evangelio que nos mande ser tontos. Nos manda ser humildes como la paloma y astutos como la serpiente. Nos manda tener alma y corazón de pobres.”
En medio de la bruma y de frente a la cadena de sierras, boca abajo y en forma de cruz, el cadáver ensangrentado del obispo permanecía tirado al costado de la ruta camino a La Rioja, a la altura de Punta de Los Llanos. Había viajado junto al padre Artuto Pinto en su camioneta Fiat cuando se produjo una especie de explosión. Pinto, que fue gravemente herido, sobrevivió y contó que vio cómo un Peugeot los seguía. Hoy es testigo querellante en la causa. El reloj de Angelelli marcaba las tres de la tarde y recién a las 9 su cuerpo fue retirado. La versión oficial no tardaría en circular. Hablaba de un accidente. El coronel Battaglia ese mismo día llamó a los directivos del diario El Independiente, cuyo principal interventor era el capitán Alfredo Marcó.
–¡Publiquen que fue un accidente. Que reventó la goma de atrás!– Ordenaba desde un teléfono del casino militar del Batallón 141. En el diario El Sol ya festejaban con champagne su cierre.
Las órdenes habían sido cumplidas. La Santa Sede hablaba de un extraño accidente. Por entonces, ya había 40 muertos y 120 desaparecidos de la Iglesia. La agencia Ancla, al mes, se convertía en el primero en hablar de un asesinato. “Fuentes eclesiásticas dignas de crédito afirmaron que tenían la convicción de que el accidente en el que perdiera la vida monseñor Angelelli, obispo de La Rioja, hace aproximadamente un mes, no fue casual, sino provocada intencionalmente”.
El crimen había sido “fríamente premeditado y esperado por la víctima”. Así lo establecería en 1986 el juez Aldo Morales que en 1983 había reabierto la causa, la que sería luego paralizada con las leyes de impunidad y otra vez abierta en 2006, ante el juzgado federal de esa provincia. Los imputados, que están siendo ahora citados a indagatoria, son: Rafael Videla, Harguindeguy, Menéndez, Battaglia, Luis Estrella, el interventor de la provincia, Roberto Nanziot, el jefe de la policía Edilio Di Cesare, el subinspector Vicente Herrera, el jefe de Gendarmería, Cerruti, y el agente de inteligencia del Ejército Antonio Todarelli. Todos son citados ahora por la Justicia.
En el libro Como los nazis, como en Vietnam, Alipio Paoletti narra que “Harguindeguy se encargaba en forma directa y personal de todos los hechos vinculados con el sector progresista de la Iglesia Católica, cuya jerarquía –con apenas algunas pocas excepciones– dio apoyo irrestricto y sostenido a la tiranía. En el ministerio se disponía en archivo de una lista con los nombres de unos 300 clérigos considerados miembros o simpatizantes del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo”. Esa información forma parte de una de las pruebas presentadas por la querella –de las cuatro que hay– de la secretaría de derechos humanos.
Con un oído en el Evangelio y otro en el pueblo. Angelelli fue el primer hijo de Juan Angelelli y Celina Carletti, una pareja de inmigrantes italianos que vivía en las afueras de la ciudad de Córdoba. Había nacido el 17 de julio de 1923. A los 15, ingresó al seminario y terminó sus estudios en Roma. De vuelta en Córdoba, fundó un movimiento juvenil desde donde trabajó en barrios junto a los pobres. Fue el 12 de diciembre de 1960, cuando el Papa Juan XXIII lo nombró obispo auxiliar de la arquidócesis de allí. Participó en conflictos gremiales, defendiendo y protegiendo a los humildes. Quería que la Iglesia reconquiste su lugar de protección por ellos. Y eso le costó grandes sacrificios. Tanto es así que, en 1964, ante la resistencia del conservadurismo eclesial, fue removido. Pero él siguió visitando, con más intensidad, las parroquias. En1968, fue nombrado obispo de la diócesis de La Rioja. “No vengo a ser servido, sino a servir sin distinción alguna de clase”, decía. Angelelli ya era historia. Colaboró en la creación de sindicatos de mineros, trabajadores rurales y de domésticas, cooperativas, entre otros. Su consigna ya era célebre: “Con un oído en el Evangelio y otro en el pueblo”. En los ’70, mientras crecían las catequesis populares y movimientos rurales, sufría distintos ataques, de quienes lo acusaban de comunista. En el ’71 fue prohibida su misa radial. Durante la campaña de Cámpora y Solano Lima, el obispo promovía el derecho al voto. Cámpora ganaba la presidencia, Menem la gobernación. Era democracia. Pero la represión se haría insostenible hasta sus últimos días.
La dictadura se lo llevaría para siempre.

Colaboró: Stella Segado (Coordinadora del Fondo Documental Conadep)