La impactante militarización de las islas. Costó 1.200 millones de dólares y tiene 1.500 efectivos, frente a los 2.800 civiles de todo el territorio. Es una de las bases mejor equipadas de Sudamérica. Y funciona en red con los centros de espionaje de la OTAN. La llegada del “cazador asesino” y la denuncia argentina en la ONU.
La base militar en Monte Agradable
El destacamento de la Real Fuerza Aérea británica de Monte Agradable es la puerta de entrada para quienes llegan a Malvinas por vía aérea y, al mismo tiempo, es uno de los cinco principales enclaves militares extranjeros del hemisferio occidental.
Antes del 2 de abril de 1982, la Fuerza de Defensa de las islas Malvinas/Falkland (FIDF, por sus siglas en inglés) estaba integrada por un pelotón de unos 80 soldados británicos. La base militar de Monte Agradable no existía. (…)
En 1981, la idea de construir una fortaleza militar ya estaba instalada. En diciembre de ese año, cuatro meses antes de la guerra, un funcionario del Foreign Office visitó las islas y los isleños le reclamaron finalizar con las negociaciones con nuestro país y poner una base. “Esto es importante –enfatiza Marcelo Kohen– porque hasta entonces Argentina no había utilizado la fuerza. Los dirigentes isleños tienen mucha responsabilidad en el fracaso de las negociaciones. Cada vez que Argentina estuvo cerca de un acuerdo con el Reino Unido fueron ellos los que boicotearon el diálogo bilateral, obviamente, con el respaldo de sectores británicos que no están interesados en la paz”.
Hoy la Fortaleza Malvinas cuenta oficialmente con cerca de 1.500 efectivos de los cuales 550 residen en forma permanente y los otros mil son parte de los contingentes rotativos que llegan a la base para ser sometidos a un duro entrenamiento de seis semanas a cuatro meses y luego son enviados a los frentes de batalla en Irak, Afganistán o cualquiera de las guerras en las que esté involucrada Gran Bretaña. “Uno de cada tres habitantes de Malvinas es militar”, deduce Rina Bertaccini, presidenta de Mopassol, para subrayar el nivel de militarización del archipiélago.
Según un censo reciente, la población civil de la isla es de 2.800 personas y los cálculos más moderados indican que, sin incluir los 500 civiles que permanecen en la base, el número de militares en Malvinas supera ampliamente el millar. Si se observan las peculiaridades de la Fortaleza Malvinas, cuyo costo superó los 1.200 millones de dólares, se comprende la importancia que la corona británica y la OTAN le otorgan.
En primer lugar, su ubicación: Monte Agradable –hoy convertida, gracias a la base, en la segunda ciudad más importante del archipiélago– está próxima al mar, en la zona más llana de la isla Soledad, ideal para el desplazamiento de grandes aviones y helicópteros. En segundo lugar, la magnitud de las pistas y la modernización de sus instalaciones la convierten en una de las bases aeronavales mejor equipadas de América del Sur. Tiene dos pistas, una de 2.590 metros de longitud y la otra de 1.525 metros, ambas aptas para el aterrizaje y despegue de aviones de transporte de tropas y equipos militares. En tercer lugar, su nivel tecnológico: la fortaleza posee una Unidad de Comunicación Conjunta (Joint Communications Unit, JCU) que interconecta a las tres armas y funciona, además, en red con las bases de control y espionaje que la OTAN tiene desplegadas en todo el planeta. Finalmente, el complejo Monte Agradable posee una estación naval de aguas profundas –Mare Harbour– apta para submarinos nucleares donde atraca la Royal Navy “para patrullar el Atlántico Sur, con un equipamiento similar al que los efectivos británicos tienen en Irak y Afganistán, y silos y rampas para el lanzamiento de armas nucleares”.
Además del aeropuerto, las pistas y la infraestructura militar –cuarteles, depósitos de armamento, hangares subterráneos, campos de operaciones y entrenamiento, barreras antitanque, fortines con ametralladoras y dos barrios, uno para militares y otro para civiles–, los británicos construyeron alrededor de la base una ciudadela de confort que mitiga la dureza del clima.
(…) El pueblo que rodea la base tiene incluso más comodidades que Puerto Argentino, la capital de las islas.
(…) La gama de instalaciones deportivas es muy amplia: gimnasios, cancha de golf, varias piscinas incluyendo una de water polo, centro de buceo, karting y campos de deportes al aire libre. (…) muchos habitantes de Puerto Argentino (Port Stanley) recorren, el fin de semana, los casi 70 kilómetros que los separan de la base para disfrutar del cine, las pistas de bowling o la disco. (…)
Desde la base se transmite la programación de la televisión BFBS (British Forces Broadcasting Service) producida por el Ministerio de Defensa para las tropas británicas desplegadas alrededor del mundo. (…) Por otra parte, por cuestiones económicas y de infraestructura, la población isleña está acostumbrada a una permanente movilidad entre el Atlántico Sur y el Reino Unido: los kelpers que pueden costearlo tienen asegurados 20 o 30 asientos para viajar a la metrópolis tres veces cada dos semanas, en los vuelos militares que coordinan las Fuerzas Armadas desde Monte Agradable.
En cuanto a la base militar en sí, se observan cuatro zonas para aeronaves que incluyen 50 hangares normales, siete hangares reforzados, construcciones destinadas al mantenimiento de las aeronaves, arsenales, depósitos de combustible y media docena de áreas de dispersión. Se calcula que en Monte Agradable pueden operar en forma conjunta más de 80 aeronaves de combate y unos 20 transportes y cisternas. Dentro de la fortaleza hay más de cien barracas que pueden albergar a unas 2.000 personas.
La base militar es la única institución en el archipiélago financiada por el Reino Unido. Londres invierte en ella alrededor de 150 millones de dólares anuales, “un costo no demasiado alto –asegura Rina Bertaccini– si se tienen en cuenta las enormes ganancias que obtiene de la adjudicación ilegal de licencias de pesca y la explotación, también ilegal, de otros recursos naturales de la zona”. La fortaleza recibe, además, el 7 por ciento del presupuesto de la OTAN, según el diario El Malvinense del 23 de enero de 2009.
Sobre la capacidad bélica se conoce sólo lo que el Ministerio de Defensa británico ha dejado trascender. En septiembre de 2009 –poco después de la cumbre de Unasur en Bariloche, en la que la presidenta Cristina Kirchner hizo referencia a “la base militar de una potencia extracontinental en Malvinas”–, Londres reemplazó cuatro aviones de guerra Panavia Tornado F3 (modelo estrenado en la guerra del Golfo de 1991) que operaban en la Escuadrilla 1435, por naves de combate avanzado Eurofighter Typhoon. Ningún país sudamericano posee aviones comparables –por su capacidad de destrucción y por su nivel tecnológico– con estos bombarderos, que, por otra parte, demostraron su poder de exterminio en las guerras de Afganistán, Irak y Libia. El reemplazo de los Tornado se considera un paso de la capacidad defensiva a la ofensiva, por ser el Typhoon un caza polivalente de gran maniobrabilidad capaz de portar una amplia diversidad de armas aire-aire, aire-tierra y misiles crucero de largo alcance.
“Con el Typhoon las fuerzas británicas pueden volar hasta la mitad del territorio argentino y disparar misiles Taurus de 500 km de alcance. De esta manera, tienen capacidad ofensiva que abarca a todo Uruguay, a gran parte de Chile y al sur de Brasil. Es el arma más letal del Atlántico Sur”, subrayó el canciller Héctor Timerman en un informe a las Naciones Unidas presentado el 10 de febrero de 2012. (…)
Las fuerzas británicas en Malvinas cuentan además con un destructor (en la actualidad HMS Edinburgh, conocido como “la fortaleza del mar”), buques de patrullaje, cañones de 105 mm de artillería y al menos una compañía de infantería con el apoyo de múltiples unidades. (…) Los ejercicios militares con misiles Rapier provocaron en varias oportunidades el reclamo argentino por violación de acuerdos, como la Convención Internacional para la Seguridad de la Vida en el Mar, y por transgredir la Resolución de la ONU que declaró al Atlántico Sur una Zona de Paz y Cooperación.
A comienzos de 2012, Londres anunció el envío del buque de guerra HMS Dauntless, un destructor tipo 45 equipado con un sistema de navegación que lo vuelve “invisible” a los radares y portador de misiles antiaéreos de alta tecnología.
Por instrucción de la presidenta Kirchner, el 10 de febrero de 2012, el canciller Héctor Timerman denunció ante la ONU “la creciente militarización británica de las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes que son parte del territorio nacional argentino y al estar ilegalmente ocupados por el Reino Unido son objeto de una disputa bilateral de soberanía”.
En mayo de ese año, la armada británica anunció el envío del submarino HMS Talent, bautizado como el “cazadorasesino” por contar con una capacidad de fuego pocas veces vista. Este submarino tipo Trafalgar emplea energía atómica para su propulsión, pero no cuenta con ojivas nucleares. Posee misiles crucero Tomahawk cuyo alcance es de 2.000 kilómetros aproximadamente (1.000 millas marinas) y torpedos Spearfish de gran potencia. Es una de las naves más modernas de la Royal Navy, tiene cámaras y periscopios para tomar imágenes termales, alcanza una velocidad de ruta de 32 nudos y puede sumergirse hasta 305 metros de profundidad. Fue puesto en servicio en 1988 y construido para hundir buques de guerra y submarinos, pero la corona dice que en Malvinas sólo hará tareas de vigilancia. (…)
Finalmente, las FIDF están compuestas por voluntarios isleños, armados con fusiles austríacos Steyer y ametralladoras de 5 pulgadas (1,27 cm) de calibre. El papel de estas milicias armadas en la defensa de las islas es importante y suelen ensayar desembarcos en la playa con la ayuda del cuerpo logístico real, provistos de ametralladoras austríacas AUG-A1.
En los alrededores de la base hay todavía campos minados. De los 125 campos sembrados por la tropa argentina durante el conflicto para frenar el avance británico, quedan aún 117. Se calcula que en total hay enterradas en las islas unas 25.000 minas antipersonales. Fuentes del destacamento de ingenieros militares apostados en el Atlántico Sur y citados por la prensa argentina aseguran que serían necesarios “alrededor de 400 especialistas y una década de trabajo intensivo” para retirar todos los explosivos.
El principal inconveniente radica en que los soldados argentinos sembraron las minas en condiciones de altísimo riesgo, bajo fuego de la artillería británica, por lo que les resultó imposible anotar el lugar donde habían sido colocadas .
Fragmento de Territorios vigilados, de Telma Luzzani (editorial Debate)
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