lunes, 26 de noviembre de 2012

PAISAJES SOBRE EL PADRE

Por Exequiel Siddig        

¿Qué clases de paternidades construimos los argentinos? Los imaginarios sobre el tema han recorrido 200 años: desde “el Padre de la Patria” a los papás homosexuales.
 
 
      
El significado de las paternidades adquiere vetas originales en la Argentina. A veces trágicas, otras cómicas. Siempre difíciles. La paternidad se goza y se padece. En materia futbolística, es el resultado de un scoring. El club que ostenta el mayor número de partidos ganados respecto de un par del mismo status tiene derecho al escarnio público, a la burla. El padre con la pelota en la red del contrario, del hijo, enardece la gastada, la libera. La paternidad futbolística es vejatoria de la dignidad deportiva. La concepción de ser padre en esa cultura admite la tiranía de ridiculizar al vástago ante los demás.
La otra paternidad más genuina que ha dado el país, dolosa y dolorosamente, ha sido la del padre desaparecido. Una paternidad doliente no sólo por su ausencia, sino por la violencia militar de esconder los cuerpos. La figura de un padre que no está –ni se sabe dónde está– es producto, entre otras variables, de una concepción maniquea de la política latinoamericana, que propició la venganza y el exterminio desde que al rey Fernando VII se lo sacó del medio. El padre involuntariamente desaparecido es el resultado de una perversidad quirúrgica de los militares apostólicos del Cono Sur. Es el arrebato del timonel en medio de la mar, del eslabón –perdido– de una genealogía trunca. “Es muy difícil matar al padre cuando ya lo hicieron por uno” suele decir el cineasta Nicolás Prividera.
A lo largo de doscientos años, la figura paterna se ha modificado en los imaginarios populares. Si por un lado durante el siglo XX primó en el discurso más moralista la intención de ser “un buen padre”, autoritario y doméstico, siempre hubo contrainsurgencias mínimas que escaparon a la ética imperante. En esta nota, a propósito del Día Comercial del Padre, hoy, Miradas al Sur intentó reflexionar con algunos intelectuales de diferentes áreas del pensamiento y el arte qué clase de paternidades construyeron los argentinos a lo largo de su historia.
 
El origen culposo. La Wikipedia siempre acerca conocimientos express al tiro. Refiere que Pater Patriae es una noción latina de la Roma antigua. Es un título honorífico que el Senado asignaba a emperadores duraderos. “El primero en ser distinguido con él fue Marco Furio Camilo (386 a.C.), el general que había vencido a los galos que asediaban Roma. Posteriormente, se volvió a conceder el título a Marco Tulio Cicerón por evitar la conspiración de Catilina durante su consulado, en el 63 a.C.”
Diecinueve siglos después, José de San Martín, Padre de la Patria del sur americano, recibe el título honoris causa a fines de su siglo, post mortem. Tanto la Generación del ’80, como el peronismo, como el Ejército nefasto de la última dictadura reivindicaron su linaje. ¿Qué tipo de padre fue San Martín? O, en todo caso, ¿qué cualidad le atribuyeron las diferentes posteridades en cuanto al engendro de una nación?
Prividera estrena el jueves 28 de junio su segundo film, Tierra de los Padres, en la apertura de la I Semana del Cine Documental Argentino. Inspirado en los sucesos en torno de la Resolución 125 de 2008, la película indaga el cementerio de la Recoleta –donde están enterrados Sarmiento y Rosas, por ejemplo– para hacer una crítica sobre el “diálogo de muertos” que persigue a la cultura política argentina desde las guerras civiles de hace dos siglos.
“Se construye a San Martín como el padre de la patria porque se lo consideraba como alguien más allá de las antinomias. Es ese relato por el que el Padre de la Independencia Americana se va al exilio: ‘para no derramar sangre entre hermanos’. Es la figura que puede ser reivindicada por todos. Un padre raro, una excepción a la regla. Una especie de modelo culposo de la historia argentina. Según este arquetipo, el padre es un prócer irreprochable.”
Esa ecuanimidad paternal quizás fue heredada por los hombres sin caballo que pisaron suelo argentino. Esa severidad fue consumada tanto por los inmigrantes como por sus hijos.
 
Animal laborans. Isabella Cosse es docente de la Maestría en Estudios de Familia de la Universidad de San Martín. Esta semana recibió la distinción de la Latin American Studies Association (Lasa) al Mejor Libro en Historia reciente y memoria por Pareja Sexualidad y Familia en los años 60. “A comienzos del siglo XX, se constituyen mandatos, expectativas y representaciones respecto de lo que significa ser padre –explica–. Sobre todo, se destaca al varón como proveedor, como jefe de hogar, como pater familias, que supone concebirlo como una figura que tiene sus responsabilidades en el hogar: dar educación, ordenar, imponer la autoridad. Sobre todo para las elites, la masculinidad suponía un rol central para garantizar el adecuado desarrollo y la estabilidad no sólo de la familia, sino del país.”
Esa figura acartonada se empieza a resquebrajar hasta que en los años ’60 eclosiona, lo que de ningún modo significó la defunción de aquel tipo ideal centrado en el trabajo sino la aparición de padres híbridos. Todavía en los años ’70 había padres de clase media que elegían trabajar todo el día para dar educación privada a sus hijos, o sostener una vida acomodada en un barrio prestigioso, antes que ir a jugar a la plaza.
El libro de Cosse estudia las publicidades de la época. Hay una notable, de la máquina de escribir Olivetti, que sintetiza el discurso democratizante de la figura paterna. “Para padres que están en el diálogo… El establecimiento de la adulta paridad”, decía. Hoy, en los diarios más vendidos del país, la seducción del discurso comercial en torno del regalo para los papis se concentra sólo en menúes y descuentos. “25% de ahorro con tarjetas del Banco Galicia y hasta 12 cuotas sin interés.”
 
Paternalidades. Micaela Gibson es doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. El año pasado presentó su tesis sobre paternalidades gays y lesbianas. “Una de las primeras sorpresas que encopntré en mi estudio fueron los textos de la escuela francesa, lacaniana, que hablaban de la homoparentalidad, como si hubiera una sola forma de ser padres. Sin embargo, cuando estudié los 22 casos de madres y padres lesbianas y gays me encontré con mucha diversidad. Hay diferentes rutas de entrada a la parentalidad. Es muy diferente la coparentalidad –que implica el privilegio de un valor político de la orientación sexual–, la paternidad por vía tecnológica, la procreación asistida por donación de semen o alquiler de vientre –todavía no legalizado en nuestro país–, o la paternidad por vía adoptiva. Todas esas formas determinan experiencias distintas. Estas parejas reivindican un mandato más tradicional de ser padres en contra de la primera tradición de los movimientos de gays y lesbianas que eran antifamiliaristas burguesas. Allí hay un valor político en la parentalidad.”.
 
Fuente: Miradas al Sur

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