El divorcio de Macri con la educación pública. Subejecución presupuestaria, abandono y beneficios a la gestión privada.
Por Tali Goldman
Como una pareja a punto del divorcio, Mauricio Macri y la educación pública van a definir su futuro en tribunales. La crisis que vienen arrastrando desde hace muchos años ya no da para más. La gota que rebalsó el vaso son los diecisiete días de toma –al cierre de esta edición– en cincuenta y cuatro escuelas secundarias de la Capital Federal. Por caso, el ministro de Educación porteño, Esteban Bullrich, se reunió el último miércoles en sede judicial con representantes de los alumnos, luego de que la jueza en lo contencioso administrativo y tributario Elena Liberatori lo citara para dialogar. En el encuentro estuvo presente el defensor y ex juez Roberto Gallardo, quien fue uno de los impulsores de la reunión, y se decidió ir a un cuarto intermedio hasta el viernes a la mañana.
Mientras tanto, las escuelas siguen en manos de los alumnos, tal como sucedió en el denominado “estudiantazo” de 2010, cuando los jóvenes tomaron las escuelas por más de un mes en reclamo de condiciones edilicias, viandas y becas. En este caso, el reclamo se inició por la modificación de los planes de estudio y currículas en las escuelas técnicas sin consultar con sectores importantes de la comunidad educativa. Si bien los estudiantes acuerdan con la necesidad de adaptar los programas y homologar los títulos a nivel nacional, tal como lo decretó el Consejo Federal de Educación, consideran que los cambios que implementó la cartera de Bullrich son contraproducentes con la especificidad de cada escuela. Además, se sumaron otros bachilleres y comerciales en apoyo de sus compañeros y por prevención: desde el ministerio ya adelantaron que el próximo año habrá modificaciones también en sus currículas.
El reclamo de los estudiantes fue también dirigido a la viceministra de Educación, Ana Ravaglia, encargada de implementar las políticas de actualización curricular, y hacia Santiago Saint Pierre, el encargado por parte del ministerio de dialogar con los centros de estudiantes, quien no les atiende siquiera el teléfono. Según explicó a Veintitrés Eduardo López, secretario general del gremio UTE, “el pedagogo brasileño Paulo Freire decía que educar exige escuchar. Bullrich, que no es maestro, no acepta escuchar por vías institucionales, aunque parece que sí por espionaje”, en referencia al 0800 que se pretendió habilitar para “denunciar” la militancia política en los colegios. Y agregó: “El Gobierno de la Ciudad aspira a que la escuela pública sea para contener, porque para la excelencia académica están las privadas”. En ese sentido, el legislador porteño Francisco “Tito” Nenna, integrante de la Comisión de Educación de Perú al 100, dijo que “lo que el Gobierno de la Ciudad está planteándose es derogar la educación pública, no tienen la concepción de que la educación es un derecho social”.
Alejandro Finocchiaro, subsecretario de Políticas Educativas del Ministerio de Educación porteño, explicó a esta revista que cuando empezaron con el tema de la modificación en las currículas “hubo más de cien reuniones entre especialistas, técnicos del ministerio, docentes, funcionarios y estudiantes. Es mentira que no hubo diálogo, se tuvo en cuenta a los alumnos de las escuelas técnicas a la hora de pensar las modificaciones”.
Pero no es casual que varios sectores de la oposición y de la comunidad educativa piensen que hay un constante debilitamiento de la educación pública. Sobran ejemplos. Un informe al que accedió Veintitrés realizado por el ex legislador porteño del GEN Martín Hourest refleja en números lo que muchos expresan en palabras. En el caso de uno de los programas del ministerio denominado “infraestructura y mantenimiento”, es curioso analizar lo que se realizó en materia de construcciones escolares. Del gasto de capital del presupuesto educativo, que contempla todo tipo de inversiones de infraestructura ya sea obras en las escuelas, arreglos y hasta equipamiento de aulas en 2005 se destinó el 2,1 por ciento a construcciones; en 2006, 3,8 por ciento; en 2007, el 6,5 por ciento; en 2008, 4,3 por ciento; en 2009, 4,5 por ciento; en 2010, 4,8 por ciento; en 2011, 9,4 por ciento y en lo que va del 2012 se lleva ejecutado el 4,4 por ciento.
Por contraste, resulta revelador recordar lo que se hizo en materia de educación privada. En el año 2007 se transfirieron al sector privado para financiar gastos corrientes 412,4 millones de pesos; en 2008, 604 millones; en 2009, 797,4 millones; en 2010, 906,6 millones; en 2011, 1.226,4 millones, y hasta el 30 de junio de este año se lleva ejecutado 722,7 millones de un total de 1.461 millones de pesos (ver gráficos).
Comparando ambas partidas se pueden sacar varias conclusiones. En principio, que entre los años 2007 y 2011 el presupuesto para transferencias a instituciones de gestión privada se triplicó: pasó de 400 millones a más de 1.200 millones de pesos. Al presupuesto sancionado en 2012, de 1.313 millones de pesos, se agrega el aumento otorgado por la ley 4.219 de ampliación del presupuesto, que incluye transferencias adicionales a escuelas de gestión privada por 153 millones. En cuanto a la inversión en infraestructura escolar, la gestión educativa subejecutó todos los presupuestos desde el 2008 hasta el 2011.
Si se toma el monto total de las construcciones devengadas entre los años 2008 al 2011, alcanza a 783 millones de pesos, que es casi el total de lo que se transfirió en sólo seis meses del 2012 al sector privado para financiar gastos corrientes. Si bien en términos cuantitativos son datos contundentes, en materia cualitativa también llaman la atención actitudes, designaciones y decisiones que tomó el jefe de gobierno durante su gestión.
El primer ministro de Educación porteño de la era Pro fue Mariano Narodowsky, hoy procesado por la causa de escuchas ilegales que involucra al propio Macri y al espía Ciro James que trabajaba, casualmente, en esa cartera. Tras la renuncia de Narodowsky, tuvo su fugaz momento Abel Posse, ex embajador durante la dictadura y reconocido intelectual de la derecha que por presión de docentes y estudiantes debió abandonar su cargo.
La gestión Bullrich se inauguró con el famoso “estudiantazo”, pero siguieron los dolores de cabeza para el licenciado en Sistemas. Por caso, el 2012 resultó ser el año más convulsionado. El inicio de clases se inauguró con el cierre de cursos en las escuelas del sur de la Capital, más adelante llegó la implementación de un 0800 para denunciar “intromisión política” en los establecimientos educativos escuelas y la decisión de echar a seis docentes de una escuela de Monte Castro tras una parodia al sistema de educación porteño, lo que configura un panorama que parece ir en una misma dirección: el debilitamiento de la escuela pública.
_______________________________________________________________________________
Chicos no tan chicos
Por Lucas Cremades
lcremades@veintitres.com
Luego de siete días de haber iniciado la toma de la escuela, los alumnos de secundaria del histórico colegio Mariano Acosta aparecen desparramados en los distintos salones y en cada rincón de este gigantesco edificio fundado en 1874.
Algunos leen, otros limpian lo que ensucian, un grupo cocina, otros juegan al truco y otros tantos hacen la custodia en la puerta de ingreso para ver quién entra y quién sale. Están agazapados pero tenazmente convencidos de que su reivindicación y su postura frente al gobierno de Mauricio Macri pasa por defender la escuela pública y “a los pibes que vienen detrás nuestro”, advierte, sin sigilo ni vergüenza, Manuel Janaris, de 15 años.
Alumno de segundo año y delegado del Centro de Estudiantes del Mariano Acosta (CEMA), Janaris defiende la lógica de la protesta. “Se dice que las tomas son para que los pibes hagan quilombo y boludeen. Pero cuando uno la vive desde adentro es muy distinto. Por ejemplo yo hago seguridad, me acuesto a las 3 de la madrugada y a las 6 estoy de vuelta arriba para limpiar las aulas y para que los de primaria puedan tener clases”. Con una seriedad más propia para un juez que para un estudiante secundario, Manuel agrega: “En mi familia me inculcaron la militancia. Mis abuelos eran radicales y me llevaban a las reuniones del comité. Desde chico sentí curiosidad por la política. Me atrapa el debate, el hecho de poder escuchar diversas voces. Lo que a mí me gustaría lograr es que nos podamos escuchar más. La gente piensa sólo en su opinión y no le gusta lo que los otros opinen”, reflexiona Janaris.
Para estas circunstancias, los alumnos llevan a la práctica un aceitado sistema de reparto de tareas que ya fue utilizado para otras tomas. A través de comisiones de limpieza, seguridad, cocina y de deportes y recreación llevan adelante el plan de lucha. Y a sabiendas de que algunos medios de comunicación buscan estigmatizarlos, evitan cualquier tipo de desliz relacionado con el consumo de alcohol, con el tabaco y con la marihuana.
Desde hace seis noches Juan Sebastián Alonso duerme en su escuela. A los 16 años sabe de memoria el organigrama de la toma. Dirige, consulta y opina con el mismo respeto que lo hacen sus compañeros. Jugador de handball en el club Ferrocarril Oeste, se define como un amante de la política y participa activamente del centro de estudiantes que conduce la escuela desde hace cuatro años.“Tengo una familia muy politizada, mis padres militaron en el PRT, en el Partido Intransigente y en el Frepaso. Ahora son kirchneristas. Nuestro objetivo en esta toma es que no se vacíe el contenido de la educación pública con esta reforma curricular mal implementada. La reforma en sí no está mal ya que hace muchos años que no se implementa ninguna. Pero no estamos de acuerdo con que bajen la calidad educativa”, explica Juanse, como lo llaman en la escuela.
La primera noche de las nueve que lleva la toma, hubo 160 alumnos. Al día siguiente el número bajó a 50 pero al tercer día de lucha el número alcanzó los 140. “Durante el fin de semana hubo una lógica de ausentismo, pero entendemos que es desgastante y no hacemos recriminaciones. La política está implementada en todos los hogares de la Argentina. No hay un punto neutro hoy en día. En todas las casas se habla de política. Podés estar a favor o en contra pero hablar se habla siempre”, cierra Alonso.
Victoria Pepe está en 2º 3ª. Sus 14 años no disimulan la vergüenza de dialogar con Veintitrés. Lectora de Julio Cortázar y fanática de la acrobacia, Victoria se dejó atrapar por la política no sólo a través de su madre sino también a partir del trabajo realizado desde el CEMA. “Reivindico la lucha de los estudiantes. Basta de vaciamiento, hay que invertir en lo público y ser más igualitarios. Y a pesar de que seamos pibes de 12 y 13 años destaco muchísimo la organización que tenemos. Por eso es muy importante el debate que se generó a partir de la posibilidad de votar a los 16 años. Es una ampliación de derechos de carácter optativo. A esa edad un chico puede trabajar, tener un hijo, ser testigo de un juicio. Por qué no va a poder votar para elegir a quiénes lo representan”, opina Pepe, quien durante sus ratos libres invita a sus compañeros a que se interesen en política. “Trato de captar a algunos, pero muchos le tienen miedo. Piensan que les van a hacer preguntas que no van a saber responder. Pero algunos se dan cuenta de que si no se interesan eso los perjudica en la entrega de las viandas de comida, a través de las becas o de las reformas edilicias. Por eso es importante que sepan que a los 14 años se puede pensar en la política”, explica Victoria, quien desea –como cada uno de los alumnos que participan de la toma– volver a dormir en su casa.
Fuente: Revista Veintitres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario