En la Capital Federal. Una recorrida por los mercados de barrio muestra amplias diferencias frente a las grandes cadenas de supermercados: desde las relaciones humanas hasta lo que cuestan los productos.
Por Soledad Lofredo.
Ahorrar es la consigna. Y como el problema es el intermediario, venimos acá que está el productor y el consumidor nada más”, dice Angela, una vecina de Villa Urquiza. Pero la postal se repite en todos los puntos de Capital Federal por donde pasa la Feria Itinerante de Abastecimiento Barrial organizada por el Gobierno de la Ciudad. En la provincia también funcionan las ferias, en lugares como Caseros, Santos Lugares, Palomar, San Justo, por ejemplo. Sólo hay que buscarlas.
Angela está con su libretita, tomando nota de los precios y comparando. Su nieto es el que pide tal o cual cosa, respetando la lista que hizo su abuela. “Yo soy más rápido para pedir, pero ella la tiene reclara con las cuentas”, dice y se ríe. Para ellos, la frescura del pollo y que los productos sean de origen nacional –el caso del pescado, por ejemplo– tiran. “Además de que estas cosas no se encuentran en todos lados, los precios son muy buenos”, dice la abuela. El dorado del Litoral ($ 30 por kilo) y el pollo de mar ($ 33 por kilo) son los más buscados.
Las 12 ferias porteñas funcionan de martes a domingos, de 8 de la mañana a 2 de la tarde. Cada día de la semana varían el punto de la ciudad en el que se concentran. Allí se encontrarán productos frescos, como frutas y verduras, carnes, productos de granja, pescados y mariscos, productos alternativos orgánicos, lácteos y fiambres, pastas frescas, panificados, especias, cereales, legumbres y hierbas para infusiones; artículos de limpieza y bazar; lencería, marroquinería, perfumería y bijouterie; zapatería, librería, juguetería, cotillón y disquería; plantas naturales y artificiales.
Según el Gobierno de la Ciudad, todos los martes se estipulan los precios entre la Dirección General de Ferias y Mercados con los titulares de los puestos. El acuerdo está establecido para lácteos, frutas, verduras, productos de granja, pescados y mariscos frescos. “Al adquirir sus productos directamente del Mercado Central, éstos llegan al público a un precio mucho menor que en cualquier comercio”, aseguran desde la dirección. “El gasto de transporte –desde el Mercado, tempranísimo, a la feria– es el que más sufrimos”, cuenta Gladys, una puestera, quien asegura que día a día varía. “Salvo que puedas comprarte una camioneta propia.” Pero la cantidad que traen desde Tapiales también varía. “Semana a semana nos piden que traigamos más verduras, otras más frutas, que les consigamos tal o cual producto que acá en el barrio no se vende, y tenemos que responderles”.
Por cualquier puesto que uno pase, se escucha el “ay, ¿no me podés traer un pedazo de cuero para el perro?” o “¿me reservás una horma de queso Mar del Plata?”. El vendedor asiente y anota todos los pedidos, sin tomar ni siquiera una seña. “No hace falta, nos vemos todas las semanas”, aclaran. Los productos más pedidos en la feria son la cebolla ($ 2 el kilo), zapallito ($ 5,50 el kilo), el choclo (2 por $ 8) y la acelga (3 paquetes por $ 10). Les siguen los clásicos como el tomate perita para salsa y la manzana para compota (ambos productos 2 kilos por $ 15), la papa negra ($ 2,50 el kilo) y la banana (2 kilos por $ 10). A la hora de comprar quesos y fiambres, también eligen la feria: precios tentadores como el del queso cremoso ($ 26 el kilo), la muzzarela ($ 29 el kilo) y el Mar del Plata ($ 43 el kilo) no dejan lugar a la duda.
¿Por qué pagar de más? “Se abusan”, asegura Jorge eligiendo productos en la góndola de una de las cadenas de supermercados más grandes del país, mientras asegura que ya ni piensa en hacer las compras del mes. “La única ventaja que tengo de comprar acá es que puedo hacerlo con la tarjeta de crédito y lo voy financiando”, pero no parece muy convencido. Se ve gente que mete cosas adentro del changuito sin ver los precios, aunque son los menos; también se ven personas que mueven la cabeza en negativa, y se llevan menos de lo que tienen anotado en la lista. “En mi casa, se perdió la costumbre de hacer la compra para el mes, porque la diferencia es mucha. Tampoco compramos cosas aquí, allá. La feria es de las mejores opciones que tenemos, pero no está todos los días. Salvo cuando llegamos cortos de plata a fin de mes, elegimos el mercadito del barrio”, cuenta. “¿Cuáles son las ventajas? Que no cambian los precios todos los días, que sabés lo que te están vendiendo, te ofrecen segundas marcas, y están abiertos todo el día, todos los días”.
Fuente: Miradas al Sur
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