El aborto y la mortalidad materna. Los indicadores en el país son una expresión de la pobreza y de la desigualdad de género.
Por Sandra Chaher
Pocas semanas atrás fueron difundidas las nuevas estadísticas sobre mortalidad materna de Argentina (mucho más adecuado sería llamarla “mortalidad de mujeres gestantes”, ya que muchas veces el embarazo no es deseado, es decir no persigue culminar en la maternidad). Una vez más, como en las últimas décadas, el país tiene indicadores extremadamente altos si se los compara con sus propios índices en otras áreas y con los de países vecinos como Chile, Uruguay y Brasil. En Argentina mueren cada año, desde hace más de veinte años, un promedio de cuarenta mujeres por cada cien mil niñas y niños nacidos vivos, lo cual arroja una cifra promedio de 300 muertes.
Pero el aspecto más doloroso es que se trata de muertes innecesarias, según explica desde hace tiempo la Organización Mundial de la Salud. Es decir, no es tan difícil hacer las cosas bien para que estas mujeres no mueran. La mortalidad materna es una expresión de la pobreza y de la desigualdad de género. Se trata de uno de los indicadores de salud utilizados a nivel mundial para identificar la brecha que separa a personas y pueblos ricos de aquellas que son pobres. Es decir, expresa la inequidad y la discriminación, y tiene un sesgo fundamental de género porque las víctimas con las mujeres. Sin embargo, los gobiernos argentinos de los últimos 20 años no implementaron estrategias para reducirla. Y esto sin tener en cuenta el subregistro.
Según investigaciones de sociedades científicas de Argentina y de organismos internacionales, habría entre un 100% y un 200% más de muertes maternas cada año en el país si se anotaran correctamente los partes de defunción. Un tema que también se repite en relación a los feminicidios y que tiene que ver con la invisibilización de la problemática de género: como son temas que hasta hace pocos años no eran relevantes socialmente, no hay personal capacitado para anotar debidamente cómo y por qué son asesinadas o mueren las mujeres.
En lo referido a mortalidad materna, las mujeres mueren en gran medida por ineficiencias que se arrastran a través de los años sin que los gobiernos se propongan como objetivo prioritario de política pública disminuirlas: porque no les administran bien los antibióticos antes y después de una cesárea, porque no hay vehículos para trasladarlas desde lugares remotos hasta centros de salud de complejidad, porque no se prevé una derivación antes del momento riesgoso del parto, porque las que no quieren parir deben recurrir a un mercado clandestino y riesgoso al estar el aborto criminalizado en Argentina. El aborto inseguro es desde hace décadas la primera causa de muerte materna, genera el 24% de las muertes según las estadísticas del 2011 que acaban de ser difundidas.
En el año 2010 el Ministerio de Salud de la Nación puso en marcha el Plan para la Reducción de la Mortalidad Materno Infantil, de la Mujer y la Adolescente, que buscó comenzar con la disminución de estos indicadores en diez provincias argentinas, las que tienen índices más altos de mortalidad materna: Chaco, Santiago del Estero, Formosa, Misiones, Jujuy, Entre Ríos, La Rioja, Buenos Aires, Catamarca y San Luis. A dos años de puesto en marcha, aún no hay mucho para mostrar. Los índices siguen estancados y, si bien el Ministerio de Salud hizo una evaluación con un organismo del Estado a fines del 2011, que dio algunos resultados positivos, la mayoría de las transformaciones en marcha no tienen monitoreos concluidos que permitan evaluar avances y aspectos a reformular. Las estrategias más significativas puestas en marcha son capacitaciones a equipos de salud, especialmente para que puedan manejar la emergencia obstétrica; armado de redes perinatales y regionalización de las maternidades, de tal manera de avanzar en la reducción de instituciones de salud innecesarias pero a la vez lograr que las mujeres sean atendidas a tiempo en hospitales que tengan la complejidad técnica y de recursos humanos necesaria para su caso; mejora del primer nivel de atención de la mujer cuando llega; y aumento de parteras durante los partos de tal forma de disminuir la medicalización, entre otras.
Al ser un país federal, el Ministerio de Salud de la Nación puede diseñar planes y proponerlos a las provincias, pero son éstas quienes deciden si se implementan. Y acá, según argumentan desde la cartera nacional, hay aún falta de decisión política de los ejecutivos provinciales para resolver el tema. Con algunas excepciones, claro, como la provincia de Neuquén, que tiene índices bajísimos y un sistema de regionalización como en los países más avanzados.
El ministerio nacional parece tener buena predisposición en el abordaje del tema y la rendición de cuentas a la sociedad civil por los números en rojo. Habrá que esperar quizá más tiempo, y exigir un sistema fuerte de monitoreo, para evaluar si efectivamente el Plan implementado avanza en la disminución de la mortalidad materna, el único Objetivo del Milenio con el que pareciera que Argentina no podrá cumplir para el 2015. Sin embargo, hay un tema que el Poder Ejecutivo se niega a abordar y que cuantitativamente no es menor en la cantidad de muertes maternas que genera: la criminalización del aborto. Si se desea reducir profundamente el índice de mortalidad materna debería también buscarse la disminución de la causa que origina un cuarto de estas muertes.
Fuente: Tiempo Argentino.
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