Por Luis Sartori
Fabian Ferraro.Referente. Se crió en una villa, vendió en el tren, fue padre joven. Un viaje a Europa le voló la cabeza. Al volver fundó un club que le cambió la vida a un barrio. Es consultor internacional.
Esta historia comienza en un potrero. Una cancha pegada a un basural, un páramo de barro fácil entre el contaminado río Reconquista y la avenida Gaona vieja. En el barrio Chaco Chico, Paso del Rey, conurbano profundo y carenciado. Es la del rastro que fue dejando Fabián Ferraro, que nació en el hospital de Merlo, el quinto de seis hermanos, se crió en una villa ahí cerca y de pibe vendía en el tren Sarmiento. Que vivió jugando a la pelota y a los 17 llegó a primera, en Argentino de Merlo. Que fundó un club y creó el “Fútbol Callejero”, donde juegan chicos y chicas en el mismo equipo (200.000 jugadores en América latina), y sin árbitro . Que en 2011 salió segundo como candidato a intendente de Moreno. Y que hoy, a los 41 años, trabaja de consultor internacional. Él –de Boca y peronista– se define “líder social y político de extracto barrial”, se deleita con Gilberto Gil y Charly García, se reconoce lector voraz (de joven leyó a Galeano, Benedetti, Marx, Jauretche, Perón...). A los 21, padre del primero de sus cuatro hijos, su audacia lo llevó dos años “de buscavidas”a Andorra. Allá pivoteó entre el Deportivo Andorra y las tiendas de las pistas de esquí. Esa experiencia europea (visitó Francia, Portugal, Inglaterra) le reveló otra vida. Y, sobre todo, le descorrió el manejo de un club comunitario.
“Después de muchos años, ahora entiendo que lo que buscaba era trascender las fronteras de mi barrio. Uno de los grandes problemas que tienen los pibes de nuestros barrios es que nacen, se desarrollan y mueren en el mismo lugar. Nunca pueden conocer otras culturas. Y yo quería conocer”.
¿Tu viejo de qué trabajaba?
De cartonero, ciruja.
La plata no alcanzaba.
No, iba a comedores. Los niños comen en otros lugares cuando en su casa no hay. Nadie quiere comer en comunidad con un montón de pibes que te tiran el plato, que comés comida que a veces te gusta y a veces no te gusta, y la tenés que comer siempre.
¿Qué marca te dejó eso?
No puedo oler la polenta ni ningún derivado. Creo que la polenta yo la comí toda hasta los 9 años.
¿Pudiste estudiar?
Terminé 7º grado y ahí dejé, para seguir trabajando en la calle. Y entre los 19 y los 21 estudié un bachillerato acelerado de adultos.
¿La pasaste mejor en Andorra que acá con tus amigos?
No. Eso nunca. Por eso vivo acá. Este es mi lugar en el mundo.
¿Qué aprendiste en aquel club?
Aprendí cómo administraban, cómo mostraban las cuentas, cómo generaban elecciones y no se perpetuaban.
Y te volviste.
Con la idea de crear una cosa comunitaria. Una idea loca, porque era difícil en ese contexto. Llego en el 94 y me encuentro con una realidad terrible. Mucha desocupación y estos barrios con muchas carencias. Llegaba a las calles de tierra otra vez, a los asentamientos. Es muy impactante ver otra realidad. Cuando vivís en un barrio, te acostumbrás a tu geografía y te parece que es así. Pero cuando estás en otro lugar y volvés, te vuela la cabeza.
La “cosa comunitaria” fue el club.
Creo ser un tipo capaz de inventar herramientas que les sirven a nuestras comunidades. Quizás porque yo necesité todas estas cosas que hoy tiene esta comunidad y no las tuve: mi club en el barrio, un espacio educativo, tipos que me miren y me cuiden, una comunidad que no te discrimine porque vivís en la casilla ¿me entendés?
¿Cuál fue el primer momento que no te sentiste discriminado?
Cuando empecé a trabajar con 12 pibes en la esquina de la cancha. Mirá qué impresionante: me sentía reconocido porque trataba de acompañar un proceso de unos pibes parados en una esquina, que vivían la misma situación que yo había vivido.
(En aquel potrero, él fue el DT de esos 12 adolescentes acechados por la violencia y la droga, que dos años después le ganarían al Deportivo Morón el regional de los Torneos Bonaerenses, y al día siguiente –querían competir en todas las categorías– pusieron en el medio del basural un cartel que decía: “ En breve, Polideportivo del Club Defensores del Chaco” . El dragado del río cercano sirvió para tapar el basural. Y así comenzó todo).
¿Qué cosas les habías inculcado?
Que sean solidarios. Que vivan su vida en comunidad. No podés ser feliz solo, sos feliz cuando ves a los otros mejor. Lo que tratamos de inculcarles a los pibes fue y es que se superen a sí mismos.
¿Qué pasó en el barrio?
¿Sabés cuál fue el cambio grande? Que los padres que decían que estos pibes eran peligrosos, que eran los problemáticos del barrio, les entregaban a sus hijos para que se los eduquen. Chiquitos desde 6 años hasta pibes de 15. Se los dejaban en la cancha y después los venían a buscar. Los empezaron a ver como referentes.
¿Cuándo arranca el Callejero?
Hasta el año 2000 jugamos al fútbol tradicional. Pero había jóvenes que no se integraban: no se aguantaban el árbitro, tampoco la institución porque hay reglas para convivir. Pero eran líderes, conducían a 20, 30 pibes.
¿Qué hicieron ustedes?
Los fuimos a buscar a ellos, directamente. Los convocamos primero.
¿Cómo aparecen las reglas?
Tomé lo que había. Lo que hicimos fue recuperar el potrero, la vieja historia de las dos remeras como postes. El Fútbol Callejero recupera le esencia: primero el jugar, compartir, y el respeto por el otro. Que no podés ganar a cualquier precio. Podés ganar por goles, pero quizás perdés en puntos. Lo que tenemos que recuperar del fútbol es la alegría.
¿Cómo es eso de los puntos?
Hay tres valores, puede haber más: solidaridad, respeto y cooperación. Y ponen las reglas antes de ingresar al campo de juego. Se juntan los dos equipos, todos, los doce jugadores.
¿Por qué solidaridad?
Es algo que nos falta como sociedad, y es fundamental. Veo muchas campañas solidarias. Pero no creo en esa solidaridad, en la limosna, en que te doy lo que me sobra. Sirve la solidaridad en conjunto. Cuando realmente te comprometés con una causa, cuando ves en el otro a un tipo como vos. ¿Por qué respeto?
Respeto es todo. Es una palabra muy actual en la Argentina, justamente porque no lo hay. Tiene que ver con aceptar lo que el otro opina, aunque no coincidas. No podés construir una sociedad distinta si no empezás desde el respeto.
¿Y cooperación?
Es otra de las cosas fundamentales. Ahora me estás haciendo una nota a mí sobre Defensores, y desde 2006 lo gobiernan otros compañeros que tienen 25 años. Y eso pudo suceder porque hubo una comunidad que se apropió y cooperó en la construcción de esto. Las sociedades salen de sus baches desde la cooperación, desde el trabajo en conjunto.
¿Tenés un referente social?
Alberto Morlachetti, el fundador de Pelota de Trapo , de Avellaneda. Yo fundé Defensores del Chaco basado en su idea de la calidad y la belleza.
Fuente: Clarin
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