miércoles, 20 de marzo de 2013

DOSIS LETAL PARA ARAFAT

Sospechas de envenenamiento del líder palestino.
 
Por Walter Goobar.
 
Si algo le faltaba a una vida de película era la escena final con el protagonista agonizante y sus servicios de inteligencia investigando si una dosis de veneno fue el arma letal. Esta vez parece que es cierto: el reconocido pacifista israelí y amigo personal de Yasser Arafat, Uri Avnery no deja lugar a dudas: el padre de la patria palestina no murió de muerte natural, sino que fue asesinado y –según Avnery–, el responsable de ese asesinato perpetrado en noviembre de 2004, fue el ex primer ministro de Israel, Ariel Sharon, quien poco después de la muerte de Arafat sufrió un infarto y desde entonces permanece en coma.
La hipótesis de que Arafat podría haber sido envenenado con polonio 210 , un material radiactivo y altamente tóxico cobró fuerza tras el estreno de un documental realizado por la cadena Al Jazeera en el que se revelan los resultados de las pruebas realizadas en el Instituto de Radiofísica del Hospital Universitario de Lausana (Suiza). Los restos de sangre, sudor, saliva y orina analizados en algunos de sus objetos personales sugieren que la muerte pudo deberse a un envenenamiento con polonio 210.
“La conclusión es que hemos encontrado (un nivel) de polonio significativo en esas muestras”, ha explicado François Bochud, director de el Instituto de Física de Radiación de Lausana, en el documental. “Puedo confirmar que hemos medido una cantidad inexplicable y elevada de polonio 210 en las pertenencias de Arafat, las cuales contenían manchas de fluidos biológicos”, le dijo Bochud a Al Jazeera.
En algunos casos, dijeron los científicos, los niveles eran 10 veces superiores a lo normal, lo que indica que la mayor parte del polonio no podría haber venido de fuentes naturales.
Yasser Arafat enfermó en su cuartel general de Ramallah, en Cisjordania, sitiado por el ejército israelí. Falleció el 11 de noviembre 2004 y su muerte sigue siendo un misterio. Los 50 médicos que se turnaron junto a su cama no pudieron explicar el vertiginoso deterioro de su salud.
La historia clínica indica que el decaimiento de Arafat comenzó poco antes de la medianoche del 11 de octubre de 2004. Dos horas después de que cenara, vomitó, pero no se había quejado de nada más. Los médicos de Arafat le diagnosticaron gastroenteritis viral. Pese al medicamento, persistieron el vómito y la diarrea, y luego comenzó a sentirse más débil. Falleció el 11 de noviembre de 2004.
Tras el informe de los laboratorios suizos, su viuda y de la Autoridad Nacional Palestina han pedido la exhumación de los restos del mítico Arafat.
Según Uri Avnery, la determinación de Ariel Sharon de matar a Arafat era muy conocida. Ya durante el asedio a Beirut en la I Guerra de Líbano, no era ningún secreto el que los agentes israelíes peinaban Beirut Oeste para encontrarlo. No lo encontraron, para gran frustración de Sharon.
“Incluso después de los Acuerdos de Oslo, cuando Arafat regresó a Palestina”, escribe Avnery. “Sharon no abandonó esa idea. Cuando se convirtió en primer ministro, empecé a temer de verdad por la vida de Arafat. Cuando el ejército israelí atacó Ramalá durante la ‘Operación Escudo Defensor’, los soldados irrumpieron en el complejo de Arafat (Muqata'a es la palabra árabe para ‘complejo’) y se acercaron a unos diez metros de su habitación.”
Los palestinos –e incluso muchos israelíes–, tienen sobradas razones para creer que Sharon –un hombre a quien la propia Corte Suprema de Israel declaró incapaz para gobernar–, estaba empeñado en acabar con la Autoridad Nacional Palestina a cualquier precio y que pretendía fracturar su dirigencia para remplazarla por una constelación de ciudades palestinas administradas de manera local, pero sin ninguna función de Estado. La necesidad de marginar a Arafat fue introducida por la extrema derecha israelí para evitar el cumplimiento de los acuerdos sellados en Camp David con el premier Yitzhak Rabin, asesinado por la derecha el 4 de noviembre de 1995.
Cuando le preguntaron a Sharon por qué no mataba a Arafat en su cuartel de Ramallah, respondió que era imposible debido a la presencia de israelíes en el lugar. Sin embargo, Avnery cree que Estados Unidos se lo impidió. Los norteamericanos tenían miedo, con razón, de que un asesinato abierto provocaría una explosión de furia antiamericana en todo el mundo árabe y musulmán. “No lo puedo demostrar –escribe Avnery–, pero estoy seguro que desde Washington le dijeron a Sharon: ‘No tienes, de ningún modo, permiso de matarlo de una manera en la que se pueda demostrar que hayas sido tú. Si puedes matarlo sin dejar huella, adelante’.”
Al pedido de exhumación del cadáver se ha sumado esta semana el testimonio de un preso palestino que frente a las cámaras del canal de televisión panárabe Al Mayadeen –rival de Al Jazeera–, ha confesado haber envenenado al expresidente palestino Yasser Arafat, actuando bajo las ordenes de los servicios de Inteligencia israelíes (Mossad). En el vídeo, supuestamente grabado en la prisión israelí de Negev en 2006, se ve a un preso palestino sospechoso de ser un espía para Israel. El prisionero, del que no se facilita nombre, dice a su “interrogador” –al parecer, otro preso palestino– que puso veneno en la comida de Arafat en la cocina de la Mukata con la ayuda de uno de los cocineros.
El detenido asegura asimismo que fue reclutado por los servicios de inteligencia israelíes en 2002 y que otro “colaborador” fue trasladado junto a él a Jerusalén para trabajar. Una vez allí, según su declaración, le dieron un uniforme militar y se entrenó durante dos meses con soldados israelíes antes de ser trasladado a Jerusalén, donde le mostraron un vídeo sobre la Mukata, incluyendo la habitación del ex mandatario palestino y la cocina.
El grupo infiltrado recibió órdenes de envenenar a Arafat y percibió un pago en junio o julio de 2004. Además, se les entregó veneno y se les dijo que los matarían en caso de que se echaran atrás. En el video, esta persona explica que él y otros colaboradores accedieron a la Mukata con la cooperación de uno de los guardias del complejo. Según sus declaraciones, uno de los cocineros se negó a añadir el veneno a la comida, aunque un segundo sí aceptó la proposición.
Ahora, a ocho años de su muerte, el fantasma de Yasser Arafat sigue jugando al gato y al ratón con sus enemigos.
 
Polonio 210
Un asesino letal y silencioso

Israel nos ha declarado la guerra con sus decisiones y nosotros nos estamos preparando”, vaticinó Arafat en una entrevista con el autor de esta nota en 1997. En aquella oportunidad se lo veía mal y él mismo no se daba más de dos años de vida: “Todo está escrito, y los hombres somos los instrumentos de la voluntad de Alá”, dijo con tono fatalista. Seguramente no aludía al polonio 210, esa sustancia radioactiva que no se puede detectar, excepto si uno la busca específicamente. Es mucho más nocivo que el uranio y la ingesta de solo medio miligramo puede ser mortal. Esas características lo hacen perfecto para ser usado en crímenes de envenenamiento. Por ser un emisor de partículas alfa, la radiación del elemento tiene un corto alcance, siendo incapaz de atravesar paredes.
Basta un microgramo de polonio 210 para matar a una persona de 80 kilos. Con un gramo de este elemento un terrorista podría contaminar a cerca de 20 millones de personas y matar al menos a la mitad.
En 2006, dos años después de la muerte de Yasser Arafat, el disidente ruso y anterior oficial de la KGB/FSB Alexander Litvinenko fue asesinado en Londres por agentes rusos que utilizaron este veneno. Los médicos descubrieron la causa de su muerte por casualidad. Tardó tres semanas en morir.
Cuando una persona es irradiada desde dentro, como fue el caso de Alexander Litvinenko, no hay tratamiento de curación. Los efectos de la intoxicación por polonio no son inmediatos, sino que se perciben a partir de las 36 horas.
Los primeros síntomas son las molestias gastrointestinales y la caída del pelo. Más tarde, fallan el hígado y los riñones; se paraliza el metabolismo y poco después sobreviene la muerte.
Las autoridades del Reino Unido acusaron a Andrei Lugovoi, un ex oficial de la KGB, de envenenar su té. Sin embargo, Lugonoi nunca fue extraditado, pero el caso afectó las relaciones diplomáticas entre el Reino Unido y Rusia. Sabemos ahora que varios servicios secretos poseen venenos que no dejan una huella que se pueda detectar de forma rutinaria. Entre ellos están la CIA, el FSB ruso (sucesor de la KGB) y el Mossad.
 
Fuente: Info News.

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