Entrevista. Telma Luzzani. Periodista y analista internacional. La conductora de Visión Siete Internacional presenta su libro Territorios Vigilados, una investigación sobre cómo opera el Pentágono en nuestra región. Luzzani analiza las distintas escalas del intervencionismo norteamericano y advierte: “EE.UU. está sembrando otro tipo de bases en el sur, más pequeñas y disimuladas, pero con la logística necesaria para garantizar en pocas horas un gran despliegue de tropas”.
Por Emiliano Guido
Telma Luzzani comienza su libro sobre las bases militares norteamericanas en Latinoamérica librando su propia batalla, contraatacar el discurso dominante que intenta naturalizar que Washington ha relegado su presencia en la región porque tiene otras prioridades políticas en su agenda exterior. En dicha misión, la conductora de Visión Siete Internacional comienza los primeros capítulos recordando lecciones que vienen del fondo de la historia: “EE.UU. nunca escatimó esfuerzos (ni su ‘poder blando’, al estilo del profesor Joseph Nye, ni sus métodos violentos al estilo del golpe militar chileno) para asegurarse el control de América latina”. Luego, a medida que avanza Territorios Vigilados, Luzzani se dedica en detallar –luego de dos años de investigación periodística– cómo los marines norteamericanos siguen conspirando, operando y haciendo inteligencia al sur del Río Bravo.
“Después de estudiar los documentos del Pentágono y de entrevistar a varios especialistas, logré trazar fronteras más precisas sobre las bases militares del Pentágono en el Cono Sur. De esa manera, pude armar para el libro dos tipos de mapas: uno grafica la presencia de los marines en Centroamérica y otro discrimina, con más detalle, las bases del Comando Sur en Sudamérica”, adelanta Luzzani a Miradas al Sur, mientras revuelve algo dispersa un té con limón recién servido y, acto seguido, se reconcentra y dispara lo que parece ser la contralínea conceptual más fuerte de su obra: “Las bases han sido siempre un eslabón vital para la existencia de cualquier imperio y su eficiencia crece si logran mantenerse –como los espías– bajo el amparo del secreto”.
–Luego de investigar el grado de presencia militar estadounidense en Latinoamérica, ¿qué hecho o dato de la realidad que no conocía antes le llamó más la atención?
–Me sorprendió mucho la historia sobre la base de Manta (Ecuador). Primero, porque, por ejemplo, el embajador ecuatoriano en Buenos Aires –quien fue ministro de Defensa de su país durante la existencia de Manta– me reveló que el área donde operaban los marines norteamericanos estaba vedada a los uniformados de su país; incluso, a él mismo como Ministro. Ese diplomático también me contó que durante los vuelos estadounidenses de reconocimiento y vigilancia marítima –que por ley tenían que ser acompañados por un piloto anfitrión–, los militares locales eran mandados al asiento de atrás de la nave y no podían observar nada de la base de datos monitoreados, y menos podían averiguar qué hacían después con dicha información sensible. Por último, todas las autoridades ecuatorianas entrevistadas reconocieron que la estadía del Pentágono en su territorio no tuvo un mínimo de ganancia en nada, ni siquiera en transferencia de tecnología o en mejoramiento del equipamiento militar, que, generalmente, son los argumentos donde hace hincapié la propaganda del Comando Sur para promover la firma de este tipo de tratados castrenses donde está en juego la cesión de soberanía política.
–¿Cómo lee el acercamiento entre el presidente colombiano Santos y las FARC? ¿Un avance del diálogo debilitaría la necesidad de Bogotá de contar con tantas bases militares del Pentágono?
–Ésa es una pregunta tan interesante como difícil de responder. Un par de datos a tener en cuenta para entender mejor la nueva coyuntura de ese país. El Plan Colombia tiene para Washington mucho interés porque les permite hacer pie en el subcontinente y radarizar toda la vigilancia del Cono Sur; además, han puesto mucho dinero en ese programa de asistencia. Entonces, ¿por qué cedería Estados Unidos dicho enclave? Yo creo que la respuesta está en Honduras, donde la base de Soto Cano sigue en operatividad a pesar de que el objetivo primario de la misma, el exterminio del sandinismo, hace décadas que se cumplió. Probablemente, tanto en Centroamérica como Colombia, se modifique cada tanto las justificaciones del porqué de las unidades del Pentágono en países terceros pero, lo que no cambiará es la presencia física y objetiva de las bases mismas.
–¿Los marines vienen por el agua y los recursos naturales? O, ¿habría que ser menos conspirativo en el análisis y, simplemente, el Pentágono replica en nuestra región las maniobras que desarrolla en otros territorios del planeta?
–A ver, el concepto de que los marines vienen sólo por el agua, los minerales o el petróleo es un poco simple. Creo que ellos en sus objetivos políticos lo que necesitan es tener el libre acceso territorial por si las circunstancias lo requieren. No sé si hoy el Comando Sur tiene decidido ocupar la base de Mariscal Estigarribia, en Paraguay (pista para aviones de gran porte, hoy supuestamente en desuso), pero sí estoy segura que Estigarribia es relevante porque les garantiza la posibilidad de aterrizar, militarmente, en un punto geográfico que, quizás, en el corto plazo sea importante ocupar. Y esto es, perfectamente, aplicable para entender el tipo de bases que Estados Unidos está sembrando en la región: que son más pequeñas, con poco personal, muy disimuladas, pero con la logística adecuada para garantizar en cuestión de horas un despliegue de tropas a gran escala.
–En internet suelen aparecer mapas de la ocupación estadounidense en el Cono Sur bastante tremebundos. ¿Pudo en el libro plasmar una cartografía más real del asunto, menos panfletario y más ajustado a la verdad?
–En realidad, el mapa de la ocupación norteamericana en su frontera sur no existe porque es muy difícil acceder a una información tan sensible como la política de defensa extra-territorial de la principal potencia del mundo. Los planes militares de la Casa Blanca no están a la luz del día. Sin embargo, después de estudiar los documentos del Pentágono y de entrevistar a varios especialistas e investigadores, logré trazar fronteras más precisas sobre el tema en cuestión. De esa manera, pude armar para el libro dos tipos de mapas, dos ilustraciones: uno grafica la presencia de los marines en Centroamérica y otro discrimina, con más detalle, las bases del Comando Sur en Sudamérica. Es decir, muchas unidades son FOL’S (Sitios de Operación de Avanzada) según el lenguaje técnico del Pentágono, que son las denominadas bases dormidas o con poco personal. Otras, como las de Panamá, son bases más tradicionales, con barracas, casas y escuelas, son casi ciudades. Por último, están las bases con radares muy potentes para hacer inteligencia. En la isla de Aruba, cerca de la costa venezolana, hay una instalación de ese tipo. En definitiva, creo que en Territorios Vigilados está dibujado el primer mapa sobre la presencia del Comando Sur en Latinoamérica. Se lo recomiendo a los futuros lectores del libro.
–¿Considera que el gobierno paraguayo, tras el golpe a Lugo, tiene allanado el camino para firmar un tratado de cooperación militar con Washington?
–No se puede hacer futurología de un tema tan delicado. Sin embargo, hay que tener conciencia de que Paraguay es un país fundamental.
–¿Por qué?
–Porque si uno mira, atentamente, el mapa, observa que la nación guaraní limita con Brasil, con Bolivia, con Argentina y con el Acuífero Guaraní. Entonces, una avanzada estadounidense sobre ese país les permitiría hacer pie en el corazón de América del Sur. A ver, cuando se conoció el documento norteamericano sobre por qué les interesaba la base colombiana de Palanquero, se reveló que desde dicho lugar los aviones con trasporte de tropas tenían autonomía de vuelo, sin necesidad de recarga de combustible, para sobrevolar toda la región sudamericana, salvo la zona sur. Por lo tanto, una base en Paraguay le resolvería ese problema al Pentágono, ya que tendrían la posibilidad de maniobrar en todo el subcontinente. Colombia sería la llave para monitorear los países del norte y Paraguay cumpliría la misma función, sólo que en una latitud más austral.
–¿Es cierto que durante el conflicto Uribe-Chávez, que fue abordado en la Cumbre de Unasur en Bariloche, la Unasur estuvo a punto de romperse? ¿Cuál fue el rol de Argentina como mediador en dicha tensión diplomática?
–Muchos de los diplomáticos argentinos presentes en dicha cita me remarcaron que necesitaron ser muy prudentes en la mediación porque el conflicto Colombia-Venezuela (ambos países casi van a la guerra luego de que tropas colombianas violaron la soberanía de Ecuador para asesinar al ex canciller de las FARC Raúl Reyes) estaba muy alto y generaba contradicciones en todo el bloque regional. Pero, en definitiva, ésa fue una cumbre parteaguas porque se tomó mucha conciencia en los países de Unasur de la necesidad de fortalecer la soberanía territorial porque se dimensionó el rol del Pentágono a partir de que se hizo público el despliegue de las bases militares estadounidenses en Colombia, que fue promovida por el presidente Uribe. Bariloche también fue una cumbre importante porque, en esa oportunidad, nuestra Presidenta denunció que no sólo las potencias del norte tenían presencia en Colombia, sino también en las Islas Malvinas. A partir de, entonces, la unidad latinoamericana en torno de la Cuestión Malvinas comenzó a hacerse más tangible.
–En dos meses, Estados Unidos elige presidente, ¿una victoria del Partido Republicano podría volver más agresiva la política exterior de la Casa Blanca hacia el Cono Sur?
–En general, sea demócrata o republicano, el presidente que está en la Casa Blanca no modifica demasiado la política exterior de su país. Igualmente, hay una diferencia de grado entre los dos partidos tradicionales, pero no llega a ser una diferencia estratégica. Por ejemplo, en la primer Cumbre de las Américas de la era Obama, en Trinidad y Tobago, el actual presidente norteamericano fue muy criticado en su país por mostrarse cordial con Chávez, cuando este le regaló el famoso libro Las venas abiertas de América latina. Poco después, Obama cerró lo que había sido una pequeña ventana de reformas diplomáticas de Washington hacia el sur y el tipo de vínculo volvió a ser el de toda la vida.
–La traigo, por último, al escenario argentino. ¿Qué pasó, concretamente, con la supuesta base militar que Estados Unidos iba a enclavar en el aeropuerto de Resistencia?
–En un principio, se supo que el Comando Sur pensaba gastar 3 millones de dólares para instalar en el Chaco un Centro de Operaciones y Almacenamiento. Finalmente, gracias a la presión del Gobierno Nacional, naufragó el acuerdo militar con los Estados Unidos firmado por el gobernador Capitanich. Para mí, lo relevante es que tanto la frustrada base del Chaco como la nueva base en Concón, Chile, están a tono con la nueva estrategia norteamericana de defensa, que ya es conocida como la Doctrina Obama. En un documento público reciente del Pentágono se advierte, claramente, que Estados Unidos buscará en América latina mantener la presencia con formas innovadoras a través de fomentar relaciones clave entre las Fuerzas Armadas, desarrollando ejercicios militares conjuntos o tareas de asesoramiento en capacitación. Es decir, tanto Chaco como Concón son parte de esas formas innovadoras de intervención que fomenta la Doctrina Obama.
“Después de estudiar los documentos del Pentágono y de entrevistar a varios especialistas, logré trazar fronteras más precisas sobre las bases militares del Pentágono en el Cono Sur. De esa manera, pude armar para el libro dos tipos de mapas: uno grafica la presencia de los marines en Centroamérica y otro discrimina, con más detalle, las bases del Comando Sur en Sudamérica”, adelanta Luzzani a Miradas al Sur, mientras revuelve algo dispersa un té con limón recién servido y, acto seguido, se reconcentra y dispara lo que parece ser la contralínea conceptual más fuerte de su obra: “Las bases han sido siempre un eslabón vital para la existencia de cualquier imperio y su eficiencia crece si logran mantenerse –como los espías– bajo el amparo del secreto”.
–Luego de investigar el grado de presencia militar estadounidense en Latinoamérica, ¿qué hecho o dato de la realidad que no conocía antes le llamó más la atención?
–Me sorprendió mucho la historia sobre la base de Manta (Ecuador). Primero, porque, por ejemplo, el embajador ecuatoriano en Buenos Aires –quien fue ministro de Defensa de su país durante la existencia de Manta– me reveló que el área donde operaban los marines norteamericanos estaba vedada a los uniformados de su país; incluso, a él mismo como Ministro. Ese diplomático también me contó que durante los vuelos estadounidenses de reconocimiento y vigilancia marítima –que por ley tenían que ser acompañados por un piloto anfitrión–, los militares locales eran mandados al asiento de atrás de la nave y no podían observar nada de la base de datos monitoreados, y menos podían averiguar qué hacían después con dicha información sensible. Por último, todas las autoridades ecuatorianas entrevistadas reconocieron que la estadía del Pentágono en su territorio no tuvo un mínimo de ganancia en nada, ni siquiera en transferencia de tecnología o en mejoramiento del equipamiento militar, que, generalmente, son los argumentos donde hace hincapié la propaganda del Comando Sur para promover la firma de este tipo de tratados castrenses donde está en juego la cesión de soberanía política.
–¿Cómo lee el acercamiento entre el presidente colombiano Santos y las FARC? ¿Un avance del diálogo debilitaría la necesidad de Bogotá de contar con tantas bases militares del Pentágono?
–Ésa es una pregunta tan interesante como difícil de responder. Un par de datos a tener en cuenta para entender mejor la nueva coyuntura de ese país. El Plan Colombia tiene para Washington mucho interés porque les permite hacer pie en el subcontinente y radarizar toda la vigilancia del Cono Sur; además, han puesto mucho dinero en ese programa de asistencia. Entonces, ¿por qué cedería Estados Unidos dicho enclave? Yo creo que la respuesta está en Honduras, donde la base de Soto Cano sigue en operatividad a pesar de que el objetivo primario de la misma, el exterminio del sandinismo, hace décadas que se cumplió. Probablemente, tanto en Centroamérica como Colombia, se modifique cada tanto las justificaciones del porqué de las unidades del Pentágono en países terceros pero, lo que no cambiará es la presencia física y objetiva de las bases mismas.
–¿Los marines vienen por el agua y los recursos naturales? O, ¿habría que ser menos conspirativo en el análisis y, simplemente, el Pentágono replica en nuestra región las maniobras que desarrolla en otros territorios del planeta?
–A ver, el concepto de que los marines vienen sólo por el agua, los minerales o el petróleo es un poco simple. Creo que ellos en sus objetivos políticos lo que necesitan es tener el libre acceso territorial por si las circunstancias lo requieren. No sé si hoy el Comando Sur tiene decidido ocupar la base de Mariscal Estigarribia, en Paraguay (pista para aviones de gran porte, hoy supuestamente en desuso), pero sí estoy segura que Estigarribia es relevante porque les garantiza la posibilidad de aterrizar, militarmente, en un punto geográfico que, quizás, en el corto plazo sea importante ocupar. Y esto es, perfectamente, aplicable para entender el tipo de bases que Estados Unidos está sembrando en la región: que son más pequeñas, con poco personal, muy disimuladas, pero con la logística adecuada para garantizar en cuestión de horas un despliegue de tropas a gran escala.
–En internet suelen aparecer mapas de la ocupación estadounidense en el Cono Sur bastante tremebundos. ¿Pudo en el libro plasmar una cartografía más real del asunto, menos panfletario y más ajustado a la verdad?
–En realidad, el mapa de la ocupación norteamericana en su frontera sur no existe porque es muy difícil acceder a una información tan sensible como la política de defensa extra-territorial de la principal potencia del mundo. Los planes militares de la Casa Blanca no están a la luz del día. Sin embargo, después de estudiar los documentos del Pentágono y de entrevistar a varios especialistas e investigadores, logré trazar fronteras más precisas sobre el tema en cuestión. De esa manera, pude armar para el libro dos tipos de mapas, dos ilustraciones: uno grafica la presencia de los marines en Centroamérica y otro discrimina, con más detalle, las bases del Comando Sur en Sudamérica. Es decir, muchas unidades son FOL’S (Sitios de Operación de Avanzada) según el lenguaje técnico del Pentágono, que son las denominadas bases dormidas o con poco personal. Otras, como las de Panamá, son bases más tradicionales, con barracas, casas y escuelas, son casi ciudades. Por último, están las bases con radares muy potentes para hacer inteligencia. En la isla de Aruba, cerca de la costa venezolana, hay una instalación de ese tipo. En definitiva, creo que en Territorios Vigilados está dibujado el primer mapa sobre la presencia del Comando Sur en Latinoamérica. Se lo recomiendo a los futuros lectores del libro.
–¿Considera que el gobierno paraguayo, tras el golpe a Lugo, tiene allanado el camino para firmar un tratado de cooperación militar con Washington?
–No se puede hacer futurología de un tema tan delicado. Sin embargo, hay que tener conciencia de que Paraguay es un país fundamental.
–¿Por qué?
–Porque si uno mira, atentamente, el mapa, observa que la nación guaraní limita con Brasil, con Bolivia, con Argentina y con el Acuífero Guaraní. Entonces, una avanzada estadounidense sobre ese país les permitiría hacer pie en el corazón de América del Sur. A ver, cuando se conoció el documento norteamericano sobre por qué les interesaba la base colombiana de Palanquero, se reveló que desde dicho lugar los aviones con trasporte de tropas tenían autonomía de vuelo, sin necesidad de recarga de combustible, para sobrevolar toda la región sudamericana, salvo la zona sur. Por lo tanto, una base en Paraguay le resolvería ese problema al Pentágono, ya que tendrían la posibilidad de maniobrar en todo el subcontinente. Colombia sería la llave para monitorear los países del norte y Paraguay cumpliría la misma función, sólo que en una latitud más austral.
–¿Es cierto que durante el conflicto Uribe-Chávez, que fue abordado en la Cumbre de Unasur en Bariloche, la Unasur estuvo a punto de romperse? ¿Cuál fue el rol de Argentina como mediador en dicha tensión diplomática?
–Muchos de los diplomáticos argentinos presentes en dicha cita me remarcaron que necesitaron ser muy prudentes en la mediación porque el conflicto Colombia-Venezuela (ambos países casi van a la guerra luego de que tropas colombianas violaron la soberanía de Ecuador para asesinar al ex canciller de las FARC Raúl Reyes) estaba muy alto y generaba contradicciones en todo el bloque regional. Pero, en definitiva, ésa fue una cumbre parteaguas porque se tomó mucha conciencia en los países de Unasur de la necesidad de fortalecer la soberanía territorial porque se dimensionó el rol del Pentágono a partir de que se hizo público el despliegue de las bases militares estadounidenses en Colombia, que fue promovida por el presidente Uribe. Bariloche también fue una cumbre importante porque, en esa oportunidad, nuestra Presidenta denunció que no sólo las potencias del norte tenían presencia en Colombia, sino también en las Islas Malvinas. A partir de, entonces, la unidad latinoamericana en torno de la Cuestión Malvinas comenzó a hacerse más tangible.
–En dos meses, Estados Unidos elige presidente, ¿una victoria del Partido Republicano podría volver más agresiva la política exterior de la Casa Blanca hacia el Cono Sur?
–En general, sea demócrata o republicano, el presidente que está en la Casa Blanca no modifica demasiado la política exterior de su país. Igualmente, hay una diferencia de grado entre los dos partidos tradicionales, pero no llega a ser una diferencia estratégica. Por ejemplo, en la primer Cumbre de las Américas de la era Obama, en Trinidad y Tobago, el actual presidente norteamericano fue muy criticado en su país por mostrarse cordial con Chávez, cuando este le regaló el famoso libro Las venas abiertas de América latina. Poco después, Obama cerró lo que había sido una pequeña ventana de reformas diplomáticas de Washington hacia el sur y el tipo de vínculo volvió a ser el de toda la vida.
–La traigo, por último, al escenario argentino. ¿Qué pasó, concretamente, con la supuesta base militar que Estados Unidos iba a enclavar en el aeropuerto de Resistencia?
–En un principio, se supo que el Comando Sur pensaba gastar 3 millones de dólares para instalar en el Chaco un Centro de Operaciones y Almacenamiento. Finalmente, gracias a la presión del Gobierno Nacional, naufragó el acuerdo militar con los Estados Unidos firmado por el gobernador Capitanich. Para mí, lo relevante es que tanto la frustrada base del Chaco como la nueva base en Concón, Chile, están a tono con la nueva estrategia norteamericana de defensa, que ya es conocida como la Doctrina Obama. En un documento público reciente del Pentágono se advierte, claramente, que Estados Unidos buscará en América latina mantener la presencia con formas innovadoras a través de fomentar relaciones clave entre las Fuerzas Armadas, desarrollando ejercicios militares conjuntos o tareas de asesoramiento en capacitación. Es decir, tanto Chaco como Concón son parte de esas formas innovadoras de intervención que fomenta la Doctrina Obama.
Fuente: Miradas al Sur.
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