Por Soledad Lofredo
Sus habitantes denuncian graves casos de mala praxis, muertes, abandonos y falta de médicos. Temen atenderse en el hospital local.
Hace 200 años, Marcos Paz era bautizado “Pueblo del árbol”, un lugar tranquilo entre Merlo y Lobos –en la provincia de Buenos Aires– que tenía una iglesia, una plaza gigante y, ya para el año 2000, cárcel y Hospital Municipal. Hoy, en la declarada capital nacional del jamón crudo, viven más de 50 mil personas. Y un grupo que tiene mucho miedo de atenderse en el centro de salud. Los casos de mala praxis son denunciados desde hace cinco años por familiares que llevan a sus parientes a la guardia por simples dolores –resfrío, fiebre, malestar estomacal– y “lo devuelven muerto”.
Carla Braga, una docente de la escuela pública, entró al Hospital Héctor Dagni el 7 de febrero de este año. Tenía dolores de panza y en la guardia le recetaron Buscapina. Al día siguiente, como seguía con mucho malestar, volvió al hospital y le volvieron a recetar el mismo medicamento, pero en su presentación compuesta, un poco más fuerte que la normal. El 9 a la madrugada, empezaron los vómitos. “La cirujana de guardia me recomendó que se quedara esa noche para hacerle estudios”, cuenta Fabián Bettoni, el marido. “Y me dieron una receta para que le compre un enema, porque le habían diagnosticado una obstrucción de vientre, algo simple.” Ese viernes, un cambio de turno de cirujano, le hizo conocer la verdad. “Me dijo que él no veía bien su cuadro, y que si tenía obra social me firmaba un traslado. Como sacándose el guardapolvo me dijo: sacala de acá.” Ya en una clínica de San Miguel, el director le preguntó qué había pasado en todos estos días. “Me dijo que estaba muy delicada, que no la podían ni tocar por la infección que tenía”, apunta Bettoni. A las pocas horas, tuvo un paro cardíaco y murió.
Junto con el apoyo de sus vecinos, Bettoni pudo hacer una marcha en busca de la historia clínica de su mujer, para poder comenzar el juicio contra los directivos y médicos del hospital. Los resultados de los análisis de sangre daban 360.000 glóbulos blancos; tenía una infección generalizada. “Pedimos reuniones con todos, con el intendente, el jefe de Salud, pero no nos atendieron. La respuesta que me mandaron es que me vaya al plano judicial, me citaron por teléfono, me peleé porque no era la forma, y cerraron la causa desde Mercedes aduciendo falta de interés mía”, cuenta. “Igualmente, la gente tiene miedo desde antes; yo tuve que vivir todo esto, sumado a que las cortinas de la guardia son cortinas de baño, que no hay sábanas, y que todas las semanas se muere alguien porque se pasan con la anestesia”, afirma. Y recuerda el caso de una vecina, que fue con un problema de vesícula, y al operarla usaron una dosis mayor del anestésico y quedó oxígeno dependiente. En el Hospital Posadas le dijeron que tiene el corazón como una persona de 80 años. “También tuve que vivir toda la mala actitud del encubrimiento, de los familiares que han perdido a un ser querido y encima los aprietan con no darles una casa, o con sacárselas si salen a denunciarlos. Todo porque uno tiene abogado de pobre, que están cinco meses para tratar de conseguir un perito médico que firme; pero entre médicos no se denuncian, y siguen funcionando hospitales como éste donde siguen matando gente y hay más casos que no salen a la luz.”
Héctor Olivera, secretario de Salud Pública del partido de Marcos Paz, no quiso atender a este medio a pesar de los insistentes llamados.
Carla Braga, una docente de la escuela pública, entró al Hospital Héctor Dagni el 7 de febrero de este año. Tenía dolores de panza y en la guardia le recetaron Buscapina. Al día siguiente, como seguía con mucho malestar, volvió al hospital y le volvieron a recetar el mismo medicamento, pero en su presentación compuesta, un poco más fuerte que la normal. El 9 a la madrugada, empezaron los vómitos. “La cirujana de guardia me recomendó que se quedara esa noche para hacerle estudios”, cuenta Fabián Bettoni, el marido. “Y me dieron una receta para que le compre un enema, porque le habían diagnosticado una obstrucción de vientre, algo simple.” Ese viernes, un cambio de turno de cirujano, le hizo conocer la verdad. “Me dijo que él no veía bien su cuadro, y que si tenía obra social me firmaba un traslado. Como sacándose el guardapolvo me dijo: sacala de acá.” Ya en una clínica de San Miguel, el director le preguntó qué había pasado en todos estos días. “Me dijo que estaba muy delicada, que no la podían ni tocar por la infección que tenía”, apunta Bettoni. A las pocas horas, tuvo un paro cardíaco y murió.
Junto con el apoyo de sus vecinos, Bettoni pudo hacer una marcha en busca de la historia clínica de su mujer, para poder comenzar el juicio contra los directivos y médicos del hospital. Los resultados de los análisis de sangre daban 360.000 glóbulos blancos; tenía una infección generalizada. “Pedimos reuniones con todos, con el intendente, el jefe de Salud, pero no nos atendieron. La respuesta que me mandaron es que me vaya al plano judicial, me citaron por teléfono, me peleé porque no era la forma, y cerraron la causa desde Mercedes aduciendo falta de interés mía”, cuenta. “Igualmente, la gente tiene miedo desde antes; yo tuve que vivir todo esto, sumado a que las cortinas de la guardia son cortinas de baño, que no hay sábanas, y que todas las semanas se muere alguien porque se pasan con la anestesia”, afirma. Y recuerda el caso de una vecina, que fue con un problema de vesícula, y al operarla usaron una dosis mayor del anestésico y quedó oxígeno dependiente. En el Hospital Posadas le dijeron que tiene el corazón como una persona de 80 años. “También tuve que vivir toda la mala actitud del encubrimiento, de los familiares que han perdido a un ser querido y encima los aprietan con no darles una casa, o con sacárselas si salen a denunciarlos. Todo porque uno tiene abogado de pobre, que están cinco meses para tratar de conseguir un perito médico que firme; pero entre médicos no se denuncian, y siguen funcionando hospitales como éste donde siguen matando gente y hay más casos que no salen a la luz.”
Héctor Olivera, secretario de Salud Pública del partido de Marcos Paz, no quiso atender a este medio a pesar de los insistentes llamados.
Caso II. Pabla Ramírez también llegó a la guardia con dolores de estómago. Le diagnosticaron piedras en la vesícula –luego de hacerse diversos exámenes fuera del hospital como ecografías y endoscopías, ya que el Dagni no cuenta con herramientas para ello–. Le avisan que se tiene que operar con urgencia y la derivaron al Eva Perón de Merlo, porque allí no tienen insumos para hacerla. “Tampoco tienen médicos pediatras de guardia, los cardiólogos y gastroenterólogos van muy pocas horas: entran, firman, ven un par de pacientes y se van”, cuenta. Se le hace un nudo en la garganta y no puede evitar las lágrimas cuando vio cómo le pinchaban la manito a su nieto para pasarle un suero y no daban con la vena. “Pero, ¿usted es pediatra?”, “No”, le contestó el médico. “Vaya a llamar a alguien que sepa, por favor.” Ahí, los directivos de turno del hospital amenazaron con darle el alta si no se comportaba. Se la dieron cuando reclamó que no le habían avisado que en la cama de al lado había un niño con neumonía. “El problema es que nadie dice nada, y los que hacemos reclamos o juicios no somos escuchados, somos directamente amenazados”, cuenta.
Ramírez cuenta que otro de los problemas que más se presentan en el hospital es que la prestación que tienen no sirve ahí. El Programa Federal de Salud (Pro. fe.) es el programa del Ministerio de Salud de la Nación al que pueden acceder las personas beneficiarias de una pensión no contributiva o graciable y que no posean cobertura médica por parte de otra obra social. Cuando la complejidad del diagnóstico o del tratamiento no puede ser cubierta dentro de los hospitales, el paciente debe ser derivado a distintos centros de salud. “Acá te cubren por ocho, 10 pesos como máximo los medicamentos; y cuando te vas a hacer placas no te lo aceptan directamente”, cuenta la mujer.
El caso de Olimpio Mesa dio pie a decenas de denuncias más. Su hijo, también llamado Olimpio, cuenta que su padre siempre confió en el hospital Dagni y quería atenderse ahí. “Sufría de asma y estuvo muchas veces internado con respirador porque sus bronquios se cerraban y no podía respirar. Siempre estuvo muy agradecido con la guardia y la terapia. Pero fallece el 27 de enero del 2010. Después de una internación por varias operaciones se le perforó un intestino y el Dr. Rojas lo dejó pasar horas dándole calmantes en vez de operarlo, decisión que tomó 12 horas más tarde”, cuenta. “Fui testigo de cómo los fines de semana, los doctores tocaban la guitarra y cantaban y bebían en la terapia, y mi papá y otros pacientes internados no podíaN descansar. Nosotros no dijimos nada porque teníamos miedo, pero ya no más”, asegura.
Hace dos días fue designado Miguel Castellvi como nuevo director médico del hospital de Marcos Paz. Hugo Guigliani, el anterior, fue separado de su cargo porque es investigado por casos de mala praxis. Además, ya tuvo que lidiar con el abandono de tareas de algunos médicos. Aunque los vecinos del lugar afirman que no estuvieron de paro sino que los despidieron y no tomaron a nadie más.
Ramírez cuenta que otro de los problemas que más se presentan en el hospital es que la prestación que tienen no sirve ahí. El Programa Federal de Salud (Pro. fe.) es el programa del Ministerio de Salud de la Nación al que pueden acceder las personas beneficiarias de una pensión no contributiva o graciable y que no posean cobertura médica por parte de otra obra social. Cuando la complejidad del diagnóstico o del tratamiento no puede ser cubierta dentro de los hospitales, el paciente debe ser derivado a distintos centros de salud. “Acá te cubren por ocho, 10 pesos como máximo los medicamentos; y cuando te vas a hacer placas no te lo aceptan directamente”, cuenta la mujer.
El caso de Olimpio Mesa dio pie a decenas de denuncias más. Su hijo, también llamado Olimpio, cuenta que su padre siempre confió en el hospital Dagni y quería atenderse ahí. “Sufría de asma y estuvo muchas veces internado con respirador porque sus bronquios se cerraban y no podía respirar. Siempre estuvo muy agradecido con la guardia y la terapia. Pero fallece el 27 de enero del 2010. Después de una internación por varias operaciones se le perforó un intestino y el Dr. Rojas lo dejó pasar horas dándole calmantes en vez de operarlo, decisión que tomó 12 horas más tarde”, cuenta. “Fui testigo de cómo los fines de semana, los doctores tocaban la guitarra y cantaban y bebían en la terapia, y mi papá y otros pacientes internados no podíaN descansar. Nosotros no dijimos nada porque teníamos miedo, pero ya no más”, asegura.
Hace dos días fue designado Miguel Castellvi como nuevo director médico del hospital de Marcos Paz. Hugo Guigliani, el anterior, fue separado de su cargo porque es investigado por casos de mala praxis. Además, ya tuvo que lidiar con el abandono de tareas de algunos médicos. Aunque los vecinos del lugar afirman que no estuvieron de paro sino que los despidieron y no tomaron a nadie más.
Fuente: Miradas al Sur
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