lunes, 11 de mayo de 2009

Carlos Mugica, una palabra de Dios.


“Señor Dios, Cordero de Dios,
Que sigues desangrándote.
En los hacheros del Norte,
Desangrándote.
En los mineros bolivianos,
Desangrándote.
En las favelas del morro,
Desangrándote.
En el frío de los pobres,
Desangrándote.
En la carne del torturado,
Desangrándote…”

Lo asesinan el 11 de Mayo de 1974, en la puerta de la Iglesia de San Francisco Solano, en el barrio de Mataderos de donde salía de celebrar misa. La Triple A de José López Rega y sus escuadrones parapoliciales son los responsables del crimen.

Miguel Bonasso en su libro “El presidente que no fue”, cuenta que el Padre Hernán Benítez, quien fuera confesor de Evita, le dijo que a Mugica lo mató Rodolfo Almirón, jefe de la custodia de “El Brujo”;y que en estos momentos se encuentra detenido y a la espera de la sentencia por las acusaciones de crímenes durante los años de plomo.

Veinticinco años después de su muerte, un grupo de sacerdotes del Equipo de Pastoral de las Villas de Emergencia se entrevista con el Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio para solicitarle formalmente el pedido para trasladar los restos de Carlos, que descansaban en la tumba familiar de el Cementerio de la Recoleta hasta su querida Parroquia de Cristo Obrero en la Villa 31 de Retiro.

El propio Bergoglio gestionó la autorización ante la familia y realizó los trámites civiles y administrativos para que el Padre Mugica el 9 de abril de 1999, habite para siempre en medio y en el corazón de sus preferidos, sus compañeros villeros.

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