martes, 24 de mayo de 2011

"ESTAMOS CONSTRUYENDO NUEVAS UTOPÍAS"



Es la síntesis de América latina: nació en Venezuela, peleó contra la dictadura de Somoza en Nicaragua, y durante 11 años de guerra civil en El Salvador dirigió Radio Venceremos. Entrevista a Carlos Henríquez Consalvi.


Por Eduardo Anguita.


La resistencia del pueblo salvadoreño, en años de guerra civil, llegó a oídos del mundo –el mundo que quería escuchar– por la radio Venceremos. Fundada por el escritor y periodista Carlos Henríquez Consalvi, transmitió, durante once años, desde las montañas de Morazán acompañando la lucha contra la intervención norteamericana y contra el militarismo que por seis décadas llevó represión y muerte a ese país.Durante once años, el cielo abierto y mil estrellas atestiguaron el relato de un hombre en una montaña de Centroamérica. Durante once años, en ese preciso instante, el mismo cielo fue testigo de otro hombre escuchando la misma voz, en cualquier otro punto del planeta. Lo romántico del lenguaje radial y las posibilidades que brinda se cruzaron once años con el romanticismo de lo revolucionario.Carlos Henríquez Consalvi es, también, el fundador, en 1994, y director del Museo de la Palabra y la Imagen de El Salvador. Latinoamericano de pura cepa, nació en Venezuela y antes de llegar a El Salvador pasó también por la Argentina y Nicaragua, donde se unió a la lucha contra la dictadura de Somoza. Hoy, de paso por el país, cuenta su historia a Miradas al Sur.
–¿Cuándo se radicó en Nicaragua y comenzó a involucrarse en la lucha revolucionaria?–Me incorporé a la lucha contra la dictadura somocista siendo un estudiante de segundo año de periodismo. Pertenezco a una generación que, cuando miraba alrededor, veía dictaduras militares por todos lados. En la universidad nos preguntábamos sobre qué clase de periodismo podíamos hacer en estos países. En el caso de Centroamérica, nos tocó incorporarnos a la lucha armada en Nicaragua, trabajando en los medios de comunicación de la revolución sandinista. Y luego creando la radio clandestina Venceremos. En 1980, tras el asesinato de monseñor Romero, me trasladé a El Salvador.–¿Qué enseñanzas le dejó hacer periodismo directamente desde el corazón de la lucha?–Fue una aventura radiofónica. Muchas veces hicimos periodismo de catacumba, estábamos bajo tierra para soportar los bombardeos que la administración Reagan enviaba contra El Salvador. La mejor enseñanza, en pocas palabras, es que no hay poder capaz de detener a nuestros pueblos cuando están dispuestos a luchar contra el autoritarismo, contra la represión y cuando están en lucha por su dignidad y por la construcción de sociedades justas y equitativas.–A pesar de ser clandestina, Venceremos era a su vez una joya muy buscada por los norteamericanos y por la derecha salvadoreña. ¿Cómo logró sobrevivir la radio transmitiendo en onda corta para todo el mundo, bajo la persecución de una aviación y unos servicios de inteligencia como los norteamericanos?–Y en un territorio muy pequeño, no hay que olvidarlo. El país tiene 20 mil kilómetros cuadrados y se puede atravesar en tres horas. La montaña fue nuestro pueblo: nos protegió y nos dio aliento. La razón se encuentra en el apoyo popular que tuvimos. Transmitimos durante once años bajo todo el asedio, en un momento en el que la administración Reagan le había tratado de decir al mundo que la insurgencia salvadoreña había sido derrotada. Por eso era tan importante que la radio Venceremos saliera todos los días a las seis de la mañana. Transmitíamos una hora, luego volvíamos a transmitir a las doce del mediodía y a las seis de la tarde. Era un compromiso, porque le demostraba al mundo que esa propaganda era incierta. En las montañas había un contingente social dispuesto hasta lo último para cambiar esa historia de sesenta años de autoritarismo, que finalmente fue transformada con los acuerdos de paz de 1992 y luego con el triunfo del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, la antigua guerrilla ahora convertida en partido político.–¿Cómo era trabajar en esas circunstancias y cuál es su reflexión hoy, cuando escucha a un joven decir que quiere seguir contribuyendo a ese vínculo que es la radio?–En aquellos momentos lo único que teníamos era un micrófono. El primer día iniciamos la transmisión con una pequeña grabadora, con un casete con las canciones Venceremos y El pueblo unido jamás será vencido. Después se sofisticó más. Gracias a los japoneses, que hacen todo pequeño, teníamos un mixer. Cuando un barco norteamericano lanzaba la interferencia sobre nuestra señal, la creatividad del salvadoreño es tanta que vencía esa interferencia de mil maneras. Comenzamos a transmitir en frecuencia modulada. Hoy, lo que les digo a los estudiantes es que no se necesitan grandes recursos para hacer buena radio, sobre todo en los casos de nuestros pueblos, en donde hay tantos que jamás tuvieron voz.–¿Cómo vive la batalla por la comunicación que se está librando en los pueblos latinoamericanos y la transformación de los medios de comunicación en armas poderosas, como lo era Radio Venceremos?–Creo que estamos cosechando frutos luego de tanta sangre, de tanto sacrificio. Hace poco me encontré a un compañero que estuvo involucrado acá en las luchas sociales, y le dije: “Estamos transformado los medios de comunicación. En todos los campos hay nuevos vientos. Y es por tu lucha, por tu sangre, por la muerte de tus hermanos caídos por los escuadrones de la muerte en Buenos Aires”. América latina ya no es la misma. Ya no somos lo que éramos para la estrategia de los poderes. Son momentos de esperanza y tenemos la memoria para construir.–Por suerte, luego de los años tremendos, el olor a la pólvora se disipó. Ahora podemos trabajar con las palabras. Hoy, en la Argentina, hay un proyecto de ley en el Congreso para declarar de interés público la producción de papel. De la misma manera que trabajamos popularmente la ley de medios, la idea es que el papel no sea apropiado por los monopolios informativos. Han cambiado las batallas, pero los objetivos siguen siendo los mismos.–Actualmente, en El Salvador nos estamos enfrentando a medios de comunicación que fueron cómplices del pasado, que fueron los que señalaron a monseñor Romero y a tantos miles para que luego los escuadrones de la muerte acabaran con su vida. Ahora, en esa lucha, hay 22 radios comunitarias que están cumpliendo un papel importantísimo, abriendo los micrófonos a las comunidades y enfrentándose a dos o tres medios en poder de los grandes empresarios.–¿Qué significancia tuvo el cambio de gobierno para el mapa de medios y qué tan concentrados están hoy? –Ustedes lo han vivido: la concentración de los poderes sobre los medios de comunicación no se cambia de la noche a la mañana. Pero, más allá de las políticas del Estado, estas radios juegan un papel muy importante. Con el nuevo gobierno se les abrieron todo tipo de pautas hasta entonces cerradas. Eso les da la posibilidad de fortalecerse, de crecer y de mantener esas ventanas abiertas a la comunicación.–En Latinoamérica no es sencillo hacer memoria sobre la sangre caliente. Hay elementos de dominación cultural que se conjugan con los hechos antropológicos que quieren desvirtuar y pervertir la memoria. ¿Cómo fue la construcción de ese espacio de la memoria que emprendió en 1994?–Durante los once años que duró la guerra civil, guardamos uno a uno los casetes de la radio Venceremos, al igual que fotografías y películas. Al terminar, pensamos que toda sociedad en postguerra necesita de su memoria para construir el futuro. Mucho más en ese pequeño país en Centroamérica que estaba dibujándose en los mapas del siglo XXI. Hay sociedades en las que, cuando termina una guerra, no se quiere saber nada. En El Salvador pasó todo lo contrario. Inmediatamente después de la guerra se desató una gran energía en las comunidades por recordar, por dignificar a las víctimas. Es un movimiento inédito en América latina, que viene a romper con aquello que aprendimos en los libros sobre el tema de la memoria.–Los revolucionarios salvadoreños que lucharon resistiendo todos los ataques, hoy están aliados a sectores que no tuvieron un compromiso tan grande.¿Cómo se comprende y cómo se comparte esa alianza entre quienes fueron protagonistas de la lucha y quienes no tienen una entrega tan grande a la hora de decir que hay que juzgar hasta al último de los criminales?–El presidente actual fue un periodista que durante 20 años mantuvo un programa de televisión y jugó un papel importante en momentos en que precisamente las grandes televisoras, los grandes poderes, controlaban los medios impresos y cerraban todos los espacios. Mauricio Funes tuvo un papel importante en abrir esos espacios que estaban cerrados y, posteriormente, hacer una alianza. Es un hombre de izquierda pero no es un militante del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Creo que esta alianza entre el Fmln y la figura de Mauricio es lo que tenía que suceder luego de dos décadas de gobiernos de derecha que saquearon al país. Creo que se está viviendo una transición como debía ser. Lo están demostrando ahora con las políticas de inclusión. Yo estoy muy cercano a las políticas del Ministerio de Educación. Y allí están haciendo cambios. No quizás con la velocidad que todos quisiéramos, pero creo que es con la velocidad posible.–Respecto de las políticas de memoria, ¿Funes es un impulsor o dice que “no es momento de despertar a la bestia”?–Funes lanzó actos simbólicos como el de reconocimiento de los crímenes cometidos por el Estado. Ha creado una sección de derechos humanos muy importante, dependiente de la Cancillería. Está dando pasos concretos. Pero como hubo una amnistía en el país, los pasos finales no están en manos del presidente sino de una asamblea legislativa. Por eso las elecciones del próximo año son importantes para que el Fmln tenga una asamblea que pueda hacer los cambios posibles en el campo de los derechos humanos y el campo social. Las encuestas, al menos, así lo dicen.–La cercanía de El Salvador con Honduras es manifiesta y la situación hondureña no sólo preocupa a la región de Centroamérica sino a toda América democrática. ¿Qué se sabe de Honduras? –Hace pocas semanas vimos una manifestación de fuerzas de la resistencia en las calles de Tegucigalpa. Nosotros estamos muy cercanos a los compañeros, se les da muchísima solidaridad y tenemos esperanza de que el pueblo hondureño, lo más pronto, logre vencer toda esa arquitectura, esas garras del pasado que resurgen. Tengo la plena convicción de que de la memoria nace la esperanza. De los trabajos que realizamos con los museos de la memoria, con todos los compañeros del Caribe y de toda América latina, me voy con muchas ideas para llevar a cabo en mi país. Sobre todo, me llevo muchas emociones, porque yo había estado en una Buenos Aires diferente. Todavía hay mucho que cambiar, pero hay vientos diferentes. Y eso me llena de esperanza.
• LA ÚLTIMA PALABRA DIVINA “Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles: hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que dé un hombre, debe de prevalecer la ley de Dios que dice ‘No matar’. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla.” (Arnulfo Romero, 23 de marzo de 1980)–El asesinato de monseñor Arnulfo Romero fue uno de los motivos que lo llevaron a trasladarse a ese país e involucrarse en su lucha. En su último discurso, Romero dice precisamente qué es el mandato divino; lo dice como religioso y también como humanista. –El 24 de marzo de 1980, 24 horas después, cuando monseñor Romero levantaba el cáliz en una misa, un disparo pagado por la oligarquía salvadoreña le cortó la vida. Precisamente por ese discurso donde anteriormente había llamado a Carter pidiéndole el cese de la intervención de los Estados Unidos y de las armas dadas a los asesinos que masacraban a nuestro pueblo. Los poderosos creyeron que con su muerte se iba a instaurar en el país el silencio de los sepulcros. Pero la lucha de nuestro pueblo logró revertir tanta barbarie, tantas masacres durante los 11 años de la guerra civil en El Salvador. Masacres como el Mozote, donde mil campesinos fueron asesinados por un batallón creado en los Estados Unidos. Pero nuestro pueblo retomó esa voz de monseñor y su ejemplo para construir lo que estamos viviendo ahora, construyendo nuevas utopías, con mucha esperanza y cumpliendo en parte los sueños que él nos legó.

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