El autismo requiere de tratamientos más intensivos que otras discapacidades, no contemplados en el nomenclador. Por eso el Inadi reclama una modificación legislativa. Destacan la importancia de la detección precoz.
Por Pedro Lipcovich
Por Pedro Lipcovich
Por primera vez, la Argentina adherirá al Día Mundial de Concientización sobre el Autismo, y esto apunta a por lo menos dos aspectos fundamentales: uno –que destacan los especialistas– es saber que, cuando un bebé tiene 18 meses, se pueden detectar indicios de que podría padecer este trastorno; y esto a su vez permitirá aplicar un criterio esencial, que es el tratamiento precoz. Hay un testeo muy sencillo y barato, que fácilmente podría aplicarse en hospitales y guarderías a todos los chicos al cumplir el año y medio. El otro aspecto de la concientización –que destaca el Inadi– es la necesidad de perfeccionar la normativa que rige en el país, de modo que los tratamientos estén mejor cubiertos y que estos chicos puedan tener más posibilidades de ir a escuelas junto con los demás niños. En el atardecer de mañana, el Obelisco porteño se iluminará de azul –color internacionalmente elegido para distinguir la jornada– y el Inadi convoca a una movilización a partir de las 19.
El Día de Concientización sobre el Autismo fue dispuesto para cada 2 de abril por las Naciones Unidas a partir de 2007. Mañana, como en años anteriores, la torre Eiffel, el Empire State y otros puntos famosos se iluminarán de azul, como lo harán, esta vez, el Obelisco y distintos edificios públicos en la Argentina. Claudio Morgado, titular del Inadi, sostuvo que “hay que modificar la ley 24.901, de Discapacidad, para incluir los problemas de las personas con autismo (“trastorno generalizado del desarrollo, TGD) y sus familias: este problema requiere tratamientos más intensivos que otras discapacidades. Otro problema es la dificultad para su inclusión en escuelas comunes, en compañía de un maestro integrador especializado: esta socialización mejora mucho el pronóstico”.
Es esencial que el diagnóstico se haga lo antes posible. Daniel Valdez –director de la Diplomatura en Trastornos del Espectro Autista en Flacso y profesor de Psicología Educacional en la UBA– explicó que “a los 18 meses de edad, hay tres indicadores clave: su ausencia señala, no todavía el autismo, pero sí el riesgo de padecerlo. Uno es que el bebé pueda señalar objetos para mostrárselos a alguien. Otro indicador es la ‘mirada de referencia conjunta’: que pueda mirar un objeto y a una persona; mira la mamadera y mira a la madre, como diciéndole algo de la mamadera, en una especie de complicidad. El tercer indicador es el juego de ficción: que pueda jugar a que come un pedazo de torta o a que se lo ofrece a alguien, sin que haya realmente torta. Cuando los tres indicadores están ausentes, conviene consultar. Si bien hasta ahora el autismo no es curable, todos sus síntomas pueden mejorar mucho con un tratamiento, especialmente si hubo detección temprana”.
Para promover esa detección precoz en la sociedad, hay un test llamado Mchat, que consiste en una serie de preguntas a los padres, cuando el chico tiene 18 meses. Según destacó Morgado, “hacer este testeo obligatorio mejoraría mucho el pronóstico, por ejemplo en cuanto a la incorporación del lenguaje; hoy el 75 por ciento de los chicos con autismo no acceden al lenguaje hablado. El test no requiere más que papel y lápiz y lo podrían aplicar maestras jardineras o enfermeras, en las salitas de atención primaria”. Valdez comentó que “el testeo ya viene siendo implementado en algunas guarderías y hospitales del país”.
Familias con miembros que padecen este trastorno se han organizado en la entidad Padres de Hijos con Autismo (www.tgd-pa dres.com.ar). Su titular, Débora Feinmann, advirtió que “cuando se sancionó la ley 24.901, de Discapacidad, no se pensó en el autismo, y entonces la legislación desconoce las necesidades específicas de nuestros chicos; los tratamientos para TGD o autismo no están contemplados en el nomenclador nacional. No se toma en cuenta que estos tratamientos son muy intensivos y que suelen requerir la participación de distintas especialidades: psicología, fonoaudiología, psicopedagogía, psicomotricidad; por algo se lo llama ‘trastorno generalizado’”.
En cuanto a la educación, “como no hay ley que obligue a las escuelas, estatales o privadas, a integrar a los chicos, dependemos de unas pocas escuelas privadas que tienen esa voluntad integradora; pero no todos pueden pagar la cuota, y muchos chicos quedan por fuera de la escolarización”, agregó Feinmann. Los especialistas recomiendan la educación en escuela común, a condición de que sea asistida por las llamadas maestras integradoras: “Es importante entender que estas maestras no sólo actúan en el aula, sino especialmente en los recreos, haciendo de puente para que los pares convencionales puedan incorporar en sus juegos al chico con autismo”.
En la Cámara de Diputados hay proyectos para incluir el autismo en la Ley de Discapacidad, que perderían estado parlamentario si no se tratan en los próximos meses. Leonardo Gorbacz –autor del proyecto de ley de salud mental que se aprobó el año pasado y actual asesor de la Jefatura de Gabinete– destacó “la importancia de que la legislación mejore el acceso a la atención y a la educación para estas personas, sin por ello priorizar uno u otro de los distintos abordajes terapéuticos que existen”.
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