martes, 24 de mayo de 2011

HISTORIA DEL DESPOJO: DE LA MADERA AL PAPEL



El productor Juan Carlos Azzi denuncia el negocio multimillonario que hace Papel Prensa con la compra de madera y la venta de papel para diario.



Por Damian Verduga.






Papel Prensa recibe de nosotros una de las mejores maderas del mundo para su producción y la paga al precio más barato que existe porque carteliza la compra. Nosotros vamos a pérdida”, dijo a Miradas al Sur Juan Carlos Azzi.Azzi es uno de los miles de pequeños productores que foresta y tala sauce americano en las islas del delta del Paraná. Le vende el 80 por ciento de su producción a dos empresas: Papel Prensa S.A. y a Faplac S.A., una fábrica de tableros de madera. Estas dos compañías pactan el precio que están dispuestas a pagar porque compran el 80 por ciento de la producción. “En los aserraderos de la zona sólo colocamos el 20 por ciento de las ventas cotidianas.”Azzi brindó uno de los testimonios más fuertes el jueves pasado en el anexo del Congreso Nacional. Estuvo presente en la tercera audiencia pública sobre el proyecto de ley enviado por el Gobierno para declarar de interés público la producción, distribución y comercialización de pasta de celulosa y de papel para diarios. Mientras el productor hablaba, lo escuchaban, desde las butacas de la sala, algunos diputados oficialistas (Juan Carlos Dante Gullo y Carlos Kunkel) pero ningún opositor.Cuando terminó su intervención, y después de un aplauso sostenido, habló con Miradas al Sur: “Somos mayoritariamente productores pequeños. Las quintas tienen entre 30 y 50 hectáreas y hay unas 50 mil forestadas con sauce”, dijo. Y fue al grano: “Papel Prensa nos paga 95 pesos por cada tonelada de madera. El precio internacional es el triple. A nosotros la producción de cada tonelada nos cuesta más que lo que cobramos, trabajamos a pérdida”.Azzi describió las ventajas que tiene Papel Prensa por comprar el sauce del delta. Dijo que se trata de una madera muy blanca y que, por esto, no se pierde mucha materia prima en el proceso de blanqueo que necesita para transformarse en pasta para papel. “Otras maderas rinden un 50 por ciento menos”. Además, señaló Azzi, “el Delta es un lugar privilegiado para forestar porque el sauce se demora entre 12 y 14 años en crecer. En el resto del mundo el promedio de crecimiento es de 25 a 30 años”. Luego, el productor se refirió con ironía a la diferencia de precio entre lo que paga Papel Prensa por cada tonelada de madera y a cuánto vende la de papel. “Me llama la atención que a nosotros nos dan 95 pesos cada mil kilos de madera y ellos venden a 750 dólares los de papel. Es decir, unos 3.000 pesos.” Hay un dato que es importante resaltar: Papel Prensa justifica su precio con el argumento de que se trata de una materia prima y que la vende al precio internacional. Sin embargo, cuando compra la madera en el Delta –que también es materia prima– lo hace un 70 por ciento más barato que en el resto del mundo.
Una historia. Azzi recordó su historia personal, que a su vez es la de miles de pequeños productores de delta y, por las fechas, describe también ciertas etapas de la historia argentina. Contó que su abuelo llegó al país en 1887 y se dedicó a la venta de ropa. Que su padre se crió en las islas del Tigre y comenzó a dedicarse a la forestación “allá por el año ’40”. Por lo fácil que se daba el crecimiento del sauce y lo blanca que era la madera, miles de pequeños madereros imaginaron montar una fábrica de papel. “Fue a fines de la década del ’60 que comenzamos a forestar el sauce de modo masivo.” Durante esos años –según el relato de Azzi– estuvieron muchas veces cerca de industrializar la zona con la papelera. “Las cosas fueron cambiando y nunca pudimos hacerlo”, dijo. Cuando llegó el momento de la tala –doce años después– era a principios de los ’80 y Papel Prensa “estaba en las mismas manos que hoy”.Las consecuencias de relacionarse con una empresa en posición dominante ya fueron descriptas por Azzi en líneas anteriores. Pero el productor quiso resaltar un dato que ilustra los costos humanos y hasta demográficos de trabajar a pérdida. “Antes había unos 22 mil habitantes en esa zona. Hoy no somos más de tres mil.”.

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