domingo, 16 de septiembre de 2012

EL ETERNO REBELDE CON CAUSA

De paso por la Argentina, el historiador, escritor y periodista Osvaldo Bayer habló con 7 Días sobre los recuerdos de su amigo Rodolfo Walsh, cómo ve al país y su lucha ganada al cáncer.

Por Florencia Guerrero

En su casa paterna del barrio de Belgrano, ésa a la que hace algún tiempo colgó un simpático cartel que reza "El tugurio", en homenaje a su amigo Osvaldo Soriano, quien lo bautizó así ni bien cruzó el umbral. Éste es, sin dudas, el escondite favorito del escritor de La Patagonia rebelde una casita pequeña, algo oscura, cargada de bibliotecas, manuscritos y fotos. En el fondo, un patio interno con una mesa y dos sillas invita a sentarse y charlar, allí Bayer sorprende con una multitud de plantas variadas, "Yo mismo las cuido, son un cable a tierra las plantas", explica.

Su esposa, sus hijos y nietos están distribuidos entre Alemania e Italia, "el exilio hizo que esto fuera así", dice, aunque él regresa al país cada seis meses, esta vez con la excusa de presentar un libro biográfico: Osvaldo Bayer íntimo. "Aquí me siento en casa, si hay algo que extraño cuando me voy de Buenos Aires es su vida cultural. En Alemania puedo encerrarme a trabajar, pero aquí respiro actividad, acción", dice.

A los 85 años Bayer ha podido demostrar que es gustoso de los debates enriquecedores. También de avivar el recuerdo, "Olvidar no nos deja ver los cambios que urgen en el futuro. Hay que saber lo que nos pasó, qué hicimos y hacemos mal y construir desde otro lugar".

-¿Cómo experimenta la acogida que da la cultura argentina a pensadores como Haroldo Conti, Rodolfo Walsh o Francisco Urondo, que por décadas fueron tomados como malditos?

-Después de tanto tiempo me parece increíble. Son las fantasías que tiene la realidad. Después de la quema de mis libros o que me obligaran a exiliarme por mis libros de historia, porque yo no estaba en ningún movimiento, aunque siempre di mis opiniones. De pronto esto, volver a aparecer en los diarios, que me inviten de todas las provincias. Yo estoy muy agradecido, aunque pienso que mis queridos amigos no lo han podido vivir. Walsh, Conti, Paco…, todos tienen nombre de plaza ahora, pero no pudieron vivir todo esto.

-¿Qué recuerdos tiene de la vuelta después del exilio?

- Muy tristes. La indiferencia fue total. No conseguía trabajo en ningún lado. Recuerdo que intenté en la docencia y en el periodismo, pero como nadie me empleaba tenía que volver cada seis meses a Alemania para ganarme la vida, que luego vivía aquí. Pasaron muchos años de democracia, hasta que conseguí trabajar en la UBA y colaborar en Página 12.

-¿Qué valores han cambiado de aquella época a ésta?

-Hoy, para muchas personas vale más tener un auto, o una casa, sumar bienes materiales. Antes, primaban ideas como la solidaridad, que hoy no es tan común. Un ejemplo del cambio ideológico que hay es que antes el 1º de Mayo era un día especial en el que la gente marchaba, ahora la gente prioriza usar el feriado para viajar. Es increíble leer los diarios de 1904, cuando una de las primeras grandes marchas tuvo 175 mil obreros; ahí, Roca, siendo presidente de la Nación realizó la primera represión y mató al primer mártir del movimiento obrero argentino, el marinero Juan Ocampo, de 18 años.

-En 1963 usted dijo en Rauch que un pueblo bonaerense tan bello no debía tener el nombre de un genocida. El nombre sigue vigente, como el monumento a Roca, ¿cuál es el valor simbólico de esos reconocimientos hoy?

-La historia y el homenaje tienen que ser medidos por la ética y no por quienes tuvieron poder y lo aprovecharon para llevar a cabo sus intereses y llenar de sangre sus mandatos. Hay que recordar a quienes trabajaron para el pueblo, y medidos por la ética trajeron la paz. Es increíble que al lado de la Plaza de Mayo, hace décadas, haya un monumento al esclavista Cristóbal Colón, cuando tendría que estar Túpac Amaru, un luchador por la libertad de los pueblos originarios. En las mejores calles de Buenos aires están los nombres de los virreyes, ¿cómo podemos sostener eso?

-La tecnología y la enseñanza han cambiado los modos de hacer periodismo. ¿Qué opina del resultado y de sus jóvenes colegas?

-No ha cambiado mucho. Cada medio tiene su línea política, como siempre. Es falso decir que antes había más libertad, yo fui echado de dos diarios, el diario Esquel y Clarín por mantener mis ideas. Los nuevos medios tecnológicos ayudan mucho

-En el libro usted hace una defensa sobre la participación del Nobel Günter Grass en las SS de la Alemania nazi. ¿Esa misma defensa cabe para los intelectuales que apoyaron a la última dictadura?

-Bueno, cuando se es tan joven y en una dictadura tan dura como el nazismo, tan metida en la cultura, en la educación, desde chicos, no se puede acusar a un joven de 18 años de participar en las SS. Claro, para los pensadores no hay disculpas, pero a los 18 años uno depende del ámbito en el que está. Cuando termina la guerra, él toma otro camino y durante toda su vida demostró que ejerció la defensa del pueblo.

-¿Recuerda el día en que se enteró de la desaparición de su amigo Rodolfo Walsh?

-Perfectamente, estaba en Alemania. Primero supimos que lo habían desaparecido, después los organismos de Derechos Humanos denunciaron que lo habían matado en la ESMA. Tal como cuando me enteré de la muerte de grandes amigos como Paco Urondo o Haroldo Conti, sentí un profundo dolor. Por eso, en el exilio me dediqué a la denuncia de estas cosas, y por suerte los organismos de Derechos Humanos nos acompañaron en eso.

-¿Qué recuerdos conserva de Walsh?

-Él era de lo mejor, un hombre de muchas ideas, siempre muy enamorado de sus mujeres. Era un tipo que vivía siempre a full, un gran ajedrecista.

-¡Dicen que usted también es buen ajedrecista!

-Sí, soy bueno, de hecho cuando estuve preso en la cárcel de mujeres de Riobamba, fui campeón de ajedrez, ahí jugaba con el comisario que era fanático del ajedrez y entonces me trataba un poco mejor.

Argentina hoy. Muchas veces catalogado como "intelectual maldito" durante años, Bayer sigue demostrando que su interés está en ver más grande a la Argentina. "Soy un convencido de que este proceso iniciado por Néstor Kirchner en 2003 merece mi aplauso por hacer posible el juzgamiento de los militares, recuperar el dinero de las jubilaciones y nacionalizar YPF, pero todavía falta".

-¿Qué opina sobre la implementación de la nueva Ley de Medios?

- La apoyé desde el vamos. Siempre he dicho que los medios de comunicación deben ser de derecho público, en eso falta avanzar porque siguen extendiendo esos monopolios que siempre se criticaron.

-¿Qué opina de las entrevistas que se han realizado a Jorge Rafael Videla?

-Yo no les doy importancia. Sí creo que si Hitler hubiera quedado preso, jamás le hubieran dado la opción de hablar, por supuesto, pero no estoy en contra, porque se puede llegar al cinismo absoluto de ese hombre. Por más que él quiera justificar lo que hizo, no puede tapar que son crímenes de lesa humanidad. En una sola cosa tiene razón Videla, cuando dice: "nos equivocamos en hacer el golpe de Estado", ellos hoy son conscientes de que si hubieran trabajado en colaboración con Isabel Perón y López Rega, podrían haber hecho lo mismo que hicieron, eso es cinismo, pero también es muy cierto. ¿Cómo no se juzgó a los políticos que favorecieron la creación de la Triple A?

-En el retorno a la democracia, ¿cuál fue el rol del Estado en relación a los intelectuales expatriados?

-Cuando en 1983 Julio Cortázar vino al país dos meses antes de morir, el presidente Alfonsín no lo quiso recibir. Eso a mí no me lo han contado. Ese mismo presidente una vez dijo sobre los exiliados: "los que se escaparon", eso nunca se lo voy a perdonar. Yo no me escapé, tuve que irme porque la Triple A me había condenado a muerte. Ninguno de nosotros recibió resarcimiento por lo ocurrido, de hecho, seguían con la idea de que si nos fuimos es porque algo habíamos hecho. Pero esto no ocurrió sólo con los intelectuales, después de mucha lucha se puso a una plaza de Barracas el nombre de "Monseñor Angelelli", ese día yo fui el único orador, no vino nadie de la iglesia, eso es vergonzoso porque demuestra que esa institución no tiene autocrítica de lo que apañó durante la dictadura.

-Usted ha manifestado sus críticas a la posición de Ernesto Sábado durante la dictadura. ¿Alguna vez pudo plantearle eso a él en persona?
-Sí, nos cruzamos algunas veces, pero él no escuchaba razones. Él era muy soberbio, porque perfectamente podría haber pedido disculpas, o explicar que cuando se encontró con Videla y dijo: "es un hombre culto y con amplitud de criterio", lo hizo para proteger a su familia, en vez de eso, nunca dijo nada. Hubo otros intelectuales de la época que eligieron decir que aquí no pasaba nada, cuando había compañeros presos.

Luchar por vivir. Las luchas son diversas; una de ellas encuentra a Bayer como responsable del guión del filme Awka liwen (Rebelde amanecer, en su traducción de la lengua mapuche), que dirigieron Mariano Aiello y Kristina Hille; allí acusa a José Martínez de Hoz, como titular de la Sociedad Rural Argentina, de haber financiado la denominada Campaña del Desierto que, encabezada por el general Julio Argentino Roca, exterminó a los pueblos originarios de las regiones pampeana y patagónica. Por eso los nietos de la familia Martínez de Hoz lo demandaron al considerar que la película "lesiona" su "buen nombre".

-¿Cómo está la causa que le iniciaron los nietos de Martínez de Hoz?

-Está en primera instancia todavía. Ellos quieren una indemnización porque creen que con la película agraviamos a toda la familia al decir que su retatarabuelo, José Toribio Martínez de Hoz, fundador de la Sociedad Rural y primer presidente de esa institución fue un hombre que apoyó las campañas contra los pueblos originarios hace un siglo y medio. La verdad es que el apoyo social e institucional recibido ha sido tanto que espero tranquilo el fallo en primera instancia.

-¿Cuántas veces estuvo preso?

-Primero en Esquel, de donde luego se me expulsa por defender en mi periódico La Chispa noticias relacionadas con denuncias obreras. Después, en 1963, en Riobamba, porque pedí que cambiaran el nombre al pueblo Rauch y su bisnieto era ministro del Interior. Muchos años después, saliendo de Clarín, en la plaza Constitución vi que unos policías golpeaban a una mujer en la calle y pedí explicaciones como periodista, entonces me detuvieron por detener una acción policial. Después me enteré que esa mujer era prostituta y ese mes no había pagado la coima policial. En ese momento mis compañeros se movilizaron y el comisario tuvo que venir a la redacción y pedirme disculpas públicamente. Ése fue un triunfo para mí.

-Dígame, frente a tantas luchas ideológicas, con sus victorias y derrotas consecuentes, ¿fue comparable ese valor al de enfrentar al cáncer a los 70 años?

-Bueno, cuando el médico alemán me dijo que tenía tres meses de vida, me dije "que voy a entristecerme si pude vivir hasta acá, comparado con tanta gente joven que ha muerto". No me entristecí, ni lloré. Empecé a cerrar todos mis papeles inconclusos, y prepararme despacio con resignación a la muerte, más todavía porque hacía pocos meses que había muerto mi mejor amigo Osvaldo Soriano, con 54 años, así que cómo me podía quejar yo de morir a los 70. Entonces empezaron a pasar los meses, dos, tres… y cuando corría el año me mandé una argentinada: pasé delante del consultorio del médico alemán y le hice un corte de manga. De eso hace 15 años.
 
Fuente: 7 Dias

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