Por Eduardo de la Serna, Sacerdote.
Ya militando en el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM) José María Meisegeier, “Pichi”, se hizo conocido porque le tocó “bailar con la más fea” (espantosa metáfora) cuando remplazó a Carlos Mugica en la Villa 31 cuando este fue asesinado. Tiempo después, empezó a dedicarse como nadie al tema tierras, y puso allí todas sus energías y compromiso. Era impresionante escucharlo decir que iba a haber tomas en tal lugar, tal día, y saber que así sería. O cuando había tomas espontáneas, saber que se podía contar con él para que compartiera información y poder recurrir a fulana o mengano para tener elementos o apoyos ante una posible represión o conflicto, o eventuales desalojos. Mucha gente que hoy tiene un terreno o una casa (¡¡¡mucha!!!) lo tiene gracias a que Pichi “estuvo allí”.Metódico y organizado, guardaba volantes, afiches y papeles que le permitieron tener un importante fichero sobre los violentos años ’70, y –con sabiduría y sensatez– donó todo a la Universidad Católica de Córdoba (la misma que nombró Doctora Honoris Causa a Estela de Carlotto), donde se fue publicando, digitalizando y haciendo conocido lo que –posiblemente– hubiera desaparecido con él. También se ocupó de la publicación digital de la revista Enlace, del MSTM, en la misma Universidad de Córdoba sacándola de posibles influencias porteñas destructivas. Pichi era memoria viva y era imprescindible escucharlo para “traer hoy a nosotros” la historia y comprender los mojones que marcan caminos.Como corresponde con los “grandes”, recibió un merecido homenaje en vida, en la Villa 31 este mismo año (como Tiempo Argentino lo destacó oportunamente el 27 de junio 2011).Como su vista, su salud se iba deteriorando, lo que no le impedía ver con profunda claridad la realidad, y así comprometerse más y más con los pobres, los “sin techo”. Con las mismas causas por las que dio vida y dio la vida.Pichi “te ponía en movimiento”, militante íntegro, trabajador de la causa de Jesús y los pobres, soñaba con otra Iglesia y otro mundo posibles... soñaba... pero también peleaba para que fueran posibles. Pichi era un militante, de esos que extrañaremos, de esos que quisiéramos imitar.Ojalá que junto a su amigo Jesús, pelee también “allá” para que consigamos un “terreno” mientras “acá”, siguiendo sus huellas, y las de tantos amigos suyos que lo precedieron, como Mugica, Ricciardelli, Vernazza, Tello, y otros, asumimos sus banderas, las que nunca bajó, para que los pobres y los sin techo tengan vida digna y nos reciban allí donde son “dueños de casa”, porque “de los pobres, es el reino de Dios”.
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