Por Alfredo Grande
El Gobierno les cederá a los gremios $ 3.200 millones.
Alianza inquebrantable. La CGT es hoy el principal sostén político del Gobierno. El Gobierno prepara la mayor concesión económica a los sindicatos de la CGT en el tiempo transcurrido del mandato de Cristina Fernández. Un decreto en elaboración, cuyos puntos centrales pudo conocer Crítica de la Argentina, que prevé la devolución a las obras sociales sindicales de un fondo por 3.200 millones de pesos que los dirigentes reclamaban desde hacía años. Fuentes oficiales revelaron que, una vez aprobado por la Jefa de Estado, el decreto les garantizará a los sindicalistas el recupero del manejo de esos recursos aunque de manera escalonada, durante todo el año que viene. Y, de paso, se fortalece el vínculo político CGT-kirchnerismo en un momento en que cobran fuerza agrupaciones sindicales no afines al peronismo. Se trata del Fondo Solidario de Redistribución (FSR), que la AFIP recauda sobre los aportes de los afiliados a las obras sociales para atender enfermedades complejas y de alto costo. La concesión, según los informantes, irá acompañada de una extensión del Programa Médico Obligatorio (PMO), que deben cubrir las organizaciones sanitarias (tanto de los gremios como las prepagas).
(Diario Crítica de la Argentina 16/11/09)
Los niños mbya siguen internados en el Hospital Puerto Iguazú.
Presentando un severo cuadro de desnutrición, dos niños pequeños aborígenes ingresaron el lunes al hospital Marta Teodora Schwarz de esta ciudad y siguen internados en estado delicado. Se trata de dos hermanos de 1 y 3 años de edad que entraron por la guardia del nosocomio con una complicación por gastroenteritis aguda. Roberto Arévalo, director del hospital, contó que el peso de los niños aborígenes está en un 50 por ciento por debajo del considerado normal para los pequeños de su edad. El director del nosocomio alertó que hacía tiempo que no se registraban cuadros de esas características entre niños de la comunidad mbya. Explicó que el calor intenso registrado en los últimos días favoreció el desarrollo de gérmenes, bacterias y virus, lo que a su vez incrementa las posibilidades de infección en los niños con defensas bajas.
(Diario Territorio Digital - Misiones 18/11/09)
.- Dos lógicas se disputan desde la noche de los tiempos la hegemonía de sentido. Una, la del sentido común, otra, la del saber popular. La primera, que a contrapelo de lo que se dice, es el más común de los sentidos, es un eco lastiforme, una repetición que se multiplica, aportando poco y nada a un de por sí, lamentable original. Un ejemplo: “Alfonsín (ahora Kirchner) no es el Che”. Sentido común. Una frase que en su aparente densidad, tiene la misma consistencia que un copo de algodón. Una lamentable empresa de telefonía celular tiene un slogan que abreva en este sentido común: “Es simple. Es claro”. No es tan simple y mucho menos claro, porque en realidad es una estafa. Desde el costo del servicio, hasta sus condiciones técnicas. Otra especialidad del sentido común: “es lo que hay”. Siempre me pregunté qué pasaría si un caballero llega a una reunión con la esposa y alguien le pregunta: “¿es tu esposa?”. Y él, rebosante de sentido común, responde: “es lo que hay”. Otra característica del sentido común es poder afirmar en universal, lo que nadie aplicaría en singular. Por ejemplo: “roba pero hace”. Nadie aceptaría esa frase como consuelo cuando un service de heladeras se afanó el chanchito de los ahorros. El sentido común actúa por dilución. “Mal de muchos, consuelo de tontos”. En realidad, consuelo de cómplices, habitualmente más malos que tontos. Esta lógica es encubridora. Por el contrario, y en polaridad absoluta con la anterior, tenemos al denominado “saber popular”. Ya no se trata solamente de un sentido, común o no. Y tampoco de una verdad. Pero sí de un saber, que tiene como fundante un ejercicio colectivo de poder. Por eso es popular, o sea, referido a los saberes del pueblo. También hay un diablo que además de saber por viejo, sabe por haber enfrentado a los dioses del lucro y de la avaricia. Un ejemplo de este saber es: “las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”, de un artista del pueblo, nuestro Atahualpa. Otro es: “el que no cambia todo, no cambia nada”, del Armando. Este saber popular es encarnado por poetas, músicos, trovadores, actrices y actores. La tierra fértil suele ser el arte, algunas veces la política, pocas veces la ciencia. El sentido común lucha por la hegemonía, y por lo tanto pretende que ese sentido sea único. Sindicatos únicos, CGT única, dentro de poco Partido Único. En dos versiones: bombo full o boina blanca todo terreno. Por el contrario, el saber popular justamente por su origen, toma la diversidad, y cree que mejor que decir algo, es decirlo de las más variadas formas. Pero el sentido común no acepta que el saber popular avance hacia los territorios donde germinan las plantas del poder. No importa que ese poder sea transgénico. O sea: inmune a todas las “plagas” de la protesta popular, piquetes, enfrentamientos con las fuerzas del orden, búsqueda desesperada de identidad sindical legal y legítima. Si hay un “fondo solidario de redistribución”, el sentido común verá de buen grado que se materialice, porque nada mejor que redistribuir solidariamente. ¿Será ésta la tan mentada distribución de la riqueza? Pero el saber popular advierte que, si de redistribución se trata, quizá sea una especie de circuito cerrado donde circulan millones de pesos. Sería bueno conocer los circuitos por donde circula el circulante de la redistribución. El saber popular ha bautizado como “los gordos” a los beneficiarios de la santa redistribución. A esta altura ya podría hablarse de una tensión excluyente entre hiper obesos y desnutridos. Para los niños mbya, ¿habrá algún tipo de redistribución? La impresión es que no, han quedado como herederos del gaucho fierro, fuera del listado. El sentido común hablará de “gastroenteritis aguda”. El saber popular nos enseñará que estos niños desnutridos son la expresión de la guerra de la triple alianza por otros medios. ¿Cuántas triples alianzas son hoy las responsables de las muertes con hambre, y no por hambre? Aunque parezca una trivialidad, el hambre en sí no mata, a menos que no haya comida. Y esta escasez, esta carencia de alimentos, para el sentido común es normal, porque somos demasiados que comemos demasiado, no sólo en la Argentina, sino también en el mundo. Es simple, es claro. El saber popular no dejará de preguntarse, no solamente a dónde va el amor cuando se termina, como poéticamente se interrogaba Bécquer, sino más contundentemente: ¿Dónde va la comida de restaurants, confiterías, bares, que no se consume? ¿Hay previstos fondos de redistribución, que tengan alguna dignidad mayor que la corte de indigentes que mendiga algunos cachos de pan? El saber popular tiene duda razonable que el tema no es la redistribución. Que el problema real es la distribución, y que si algo está mal distribuido por más que se redistribuya, mal distribuido quedará. La nula distribución consagra la carencia, y la redistribución consagra el sobrante. Este es el sentido, aunque no sea nada común.
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