¿Es antinatural? ¿Lleva a perversiones sexuales? ¿Es la causa de la escasez de vocaciones? Responden el rector del seminario porteño, un jesuita de larga trayectoria, una psicóloga y un psiquiatra.
Desde que hace casi 2000 años San Pablo dijo que la mejor forma de servir plenamente a Dios es -como lo fue Jesús- siendo célibe porque el tener una familia implica obligaciones ineludibles, comenzó a forjarse una tradición -normada por la Iglesia católica para sus ministros de rito latino diez siglos después- abierta un debate que parece no tener fin. Un debate que recrudece cuando trascienden deserciones de sacerdotes porque se enamoran, o se conocen situaciones de otros que llevan una doble vida, o estallan casos de abusos sexuales que los tienen como sospechados o comprobados victimarios, como ocurrió en los últimos tiempos. Así, una serie de cuestionamientos apuntan a la exigencia celibataria. Entre los más comunes se cuentan que es un requisito antinatural y que puede llevar a perversiones sexuales.
Pero también suele culparse al celibato de profundizar la escasez de sacerdotes. Hay que admitir que estos planteos están socialmente muy extendidos. ¿Pero tienen asidero? Vamos por partes. El rector del seminario arquidiocesano de Buenos Aires, padre Alejandro Giorgi, reconoce que vivir el celibato "resulta en ocasiones difícil (como sostener un matrimonio), pero no por ello es 'antinatural'". Para Giorgi –que además es médico-, lo 'natural' a cualquier persona es amar y ser amado. Señala que el celibato "es un don que Dios regala a una persona que por amor quiere donarse libre y enteramente (en cuerpo y alma) a Dios y a los demás en el ministerio sacerdotal". Acepta que para muchos es difícil comprender esto, que "solo se entiende desde la fe y el amor a Cristo". Y redondea: "Se puede ser feliz y hacer felices a los otros siendo célibe; lo que no se puede es vivir sin amar y ser amado". De larga trayectoria en el estudio de la sexualidad, el psiquiatra Eduardo Padilla tampoco cree que el celibato sea antinatural. Al igual que Giorgi, considera que "es una elección nada fácil" que debe formar parte de "todo un movimiento espiritual de entrega muy completa; de otra manera -subraya-, podrá ser insostenible, sobre todo si es el resultado de conflictos no resueltos y ni siquiera conocidos del sujeto con su sexualidad". Agrega que, incluso, el no tener actividad sexual se encuentra en la naturaleza: "En los mamíferos superiores hay machos que no copulan jamás", dice. Pero admite que "en el humano se debe lidiar con los aspectos psicológicos que acompañan a la actividad sexual, lo cual introduce un elemento de complejidad diversa". En tanto, el jesuita Ignacio Pérez del Viso -con varias décadas de sacerdocio- se pregunta por qué "si no es antinatural la situación de los solteros que no se casaron porque no encontraron su pareja o los viudos que no vuelven a formar matrimonio, lo es la de los célibes." La psicóloga Ada Eroles -que trabaja en la asistencia a religiosos- se declara "una ardiente defensora del celibato optativo, pero -aclara- no porque lo considere algo antinatural, sino porque requiere una madurez y un compromiso que lo torna difícil". Y explica: "Para comprender la diferencia entre el celibato y una patología o inhibición sexual se me ocurre compararlo con la diferencia que existe entre una dieta para adelgazar y la anorexia; en el primer caso, decido no comer por un bien mayor que puede ser la salud o la belleza; en el segundo, no puedo comer, rechazo la comida. El celibato -dice- tiene que ser una elección consciente y madura donde la inclinación sexual es normal, pero se renuncia voluntariamente al goce". Eso sí, Eroles subraya que "lo importante es rechazar el doble discurso y la doble vida, tanto en la vida consagrada como de pareja: si no se puede sostener el compromiso, el camino es dejar". En cuanto a una relación entre el celibato y la pedofilia, el padre Giorgi no cree que exista, por lo menos de un modo directo. "Las perversiones sexuales se dan, sin distinción, en personas de distinta situación vital: padres de familia, jóvenes, ancianos, profesionales, obreros... y también sacerdotes y consagrados". En estos últimos casos, considera que el celibato "es una circunstancia para quien ya padece una perversión sexual, probablemente sin que tenga clara conciencia de ella; no es su origen. En todo caso -añade-, podría ser un celibato mal entendido (tal vez como represión) que condiciona la aparición de perversiones sexuales que ya estaban presentes en el psiquismo de ese sacerdote". Por eso, acota, desde hace más de 15 años en el seminario porteño se les hace un psicodiagnóstico a los candidatos a ingresar.
Padilla coincide desde una perspectiva más general. "Es una simplificación pensar que la continencia sexual es la productora de perversiones", dice. Con respecto a la pedofilia ligada específicamente al celibato, señala que "el abusador de menores más frecuente, según las estadísticas, es el padrastro y la mayoría de esas depravaciones se dan en el seno familiar o en sus relaciones más cercanas. De acuerdo con esas realidades -concluye- podríamos concluir (erróneamente, desde luego, pero en la misma línea falaz) que más que el celibato es el matrimonio y la vida en familia lo que promueve la pedofilia". Igualmente categórica es, en ese sentido, Eroles. "El celibato no tiene nada que ver con el abuso sexual, ni con otras patologías, que siempre son preexistentes", dice. "De hecho -agrega apelando a los mismos datos que Padilla- se da una mayor frecuencia de abusos entre no célibes y abundan los casos de abuso intrafamiliar. Lo que sucede -redondea- es que resuena más y nos horroriza más el verlo en un docente, en un médico... en un cura". Y completa: "Siempre la perversión tiene que ver con un abuso de poder ejercido contra alguien que confía y no puede defenderse".
Ahora bien, si el celibato se suprimiese, ¿ayudaría a solucionar el problema de la escasez de sacerdotes? El padre Giorgi tiene dudas porque observa que los que optan por el sacerdocio "lo hacen para una entrega sin límites, total, para siempre". También Del Viso relativiza esa posibilidad, pero con otro argumento: señala que algunas iglesias no católicas, pese a que los miembros de su clero pueden casarse, también tienen dificultad para encontrar ministros. "Por eso -dice-, hay dos hipótesis al respecto y, en mi opinión, en algunas culturas podría aumentar el número de candidatos al sacerdocio y en otras no". Para Eroles, el celibato explica "en parte" la escasez de vocaciones. Con todo, cree que la principal razón hay que buscarla en "una Iglesia envejecida en su discurso, sin propuestas muy convocantes. Fuera del clero secular -añade- muchas de las congregaciones aparecen con estructuras rígidas y reglas arcaicas; no veo propuestas atractivas para los jóvenes". Para la directora de estudios del seminario porteño, profesora Alejandra Bolo, algo es seguro: "Sin fe y sin gracia no se puede vivir el celibato y, más aún, sin ella no se puede ser sacerdote. Por eso, es un camino para pocos".
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